Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝟑𝟐. 𝐃𝐄𝐒𝐄𝐎 𝐃𝐄 𝐋𝐎 𝐀𝐉𝐄𝐍𝐎

Capítulo 32

Ya habían transcurrido algunos días después de la coronación de Valerio como nuevo rey de Southlandy y la calma se mantuvo junto a un silencio inquietante de su parte hacia los miembros de la mesa del consejo, quienes esperaban atentos a su primera audiencia con el rey para así conocer la nueva orden de mandato que se llevaría a cabo en el reino.

Ese día en especial, el castillo respiraba una tranquilidad palpable bajo el intenso sol de la hora sexta, mientras que los pasillos y salas más opulentas parecían cobrar vida con el reflejo dorado de los rayos del sol que se filtraban a través de las ventanas.

Un silencio sepulcral envolvía el aire, solo interrumpido por el eco de los pasos de los sirvientes que se movían de un lado al otro al servicio de los miembros de la casa Worwick, dando la leve sensación de que poco a poco, el castillo se estuviera recuperando o sanando levemente ante lo que parecía un luto inerte que evocaba incluso desde el mismo trono blanco, que para este momento apenas comenzaba a resplandecer.

En la sala del consejo, los lores yacían sentados en sus respectivos lugares. La reina madre, Irenia, se encontraba sentada a la izquierda de la silla del rey, la reina Luna ocupó su lugar junto a su esposo, del lado derecho de la mesa; el príncipe Verti permanecía en silencio en el otro extremo, mientras que en la cabecera de la mesa, yacía el rey Valerio quien parecía buscar el momento indicado para tomar la palabra en lo que sería la primera ordenanza en su gestión como rey.

—Les agradezco a todos por estar aquí reunidos en esta mesa. Todos hemos sido testigos de que estos han sido días intensos para nosotros y por eso quiero agradecer a los miembros la espera de mi presencia ante este consejo.

Valerio suspiró ante la atenta mirada de todos y continuó:

—Para todos no es un secreto que, en el ascenso de cada rey, la orden de mandato se reestructura dependiendo de la gestión que tenga en mente cada monarca, siempre siendo esta acorde con la ley de los dioses, y está vez no será la excepción, pero más que una simple y repetitiva gestión, yo me tomé estos días para analizar a fondo el mandato de mi padre y las peticiones que él tenía para mí antes de morir, las cuales dejó plasmadas en unas cartas que recibí al llegar aquí, y en base a eso, decidí hacer cambios drásticos.

—¿Cambios? —intervino Irenia, confundida—. ¿Qué cambios, Valerio?

—Madre. —Valerio levantó la mano, indicándole a su madre que guardara silencio—. Le voy a pedir el favor de que no me interrumpa en la mesa si no se le ha dado su turno para hablar.

Verti sonrió con ligereza, observando a su madre desde el otro extremo de la mesa, mientras la reina pareció incómoda con la exhortación de su hijo

—Como primera medida, empezaré aboliendo las reuniones postmaritales, donde los recién casados, bajo la ley de los dioses de la casa Worwick, deben aclarar si la unión se consumó o no. Esto debe ser un acto íntimo para la pareja de recién casados y más que eso, debe ser por respeto a la esposa que haya contraído matrimonio con cualquier Worwick. Y con "cualquier" me refiero al heredero o a los segundos o terceros hijos de los monarcas. —Los miembros se miraron entre sí—. Sé que esta ley se estipuló por lo sucedido en el matrimonio entre el rey Aiseen y la reina Vianya y lo que esto conllevó, pero también hay que entender que parte del mandato de los dioses es que nosotros; los hombres de esta noble casa, debemos ser cuidadosos y procurar la pureza y la dignidad de nuestras esposas. Así que esta ley, desde este momento, queda invalidada y no se volverá a colocar más en práctica.

El silencio continuó en la sala.

—La segunda medida que se tomará se tratará de los nombramientos militares. Como ustedes saben, mi padre me negó mi nombramiento militar como arquero de la casa Worwick por el simple hecho de ser un Worwick de casta dorada, ya que se dice que nosotros, los rubios solo tenemos habilidades para las estrategias diplomáticas y el pacifismo, pero después de que los Eslovas atacaran el palacio Escandineva; buscando asesinarme a mí y a mi esposa, cambié de opinión con respecto a esto.

Al escuchar que su hijo había sido atacado, Irenia se mostró confusa y los miembros del consejo compartieron la misma expresión, desconcertados por las palabras del rey. Valerio dirigió su mirada de reojo hacia Verti, quien parecía impasible ante las palabras de su hermano, pero aunque el príncipe intentó no inmutarse, su mirada lo delató, y Valerio logró observar aquella leve incomodidad tras aquella aparente indiferencia.

—¿Cómo que te atacaron, Valerio? —habló Irenia, confundida.

—Como lo oye, madre —Valerio se levantó de la mesa—. Un grupo de Eslovas forzaron las puertas de Escandineva e ingresaron creando una revuelta. Dos de ellos intentaron mancillar el cuerpo de mi esposa, pero gracias a los dioses, pude llegar a tiempo para protegerla y cabe decir que uno de ellos estuvo a punto de matarme, pero ella atacó a ese pirata, liberándome de él.

—¿Qué sucedió con esos hombres, mi rey? —preguntó un lord miembro.

—Se logró capturar al líder de los Eslovas, pero días después escapó con ayuda de otros que también habían sido apresados. Así que me aventuré a cazarlo junto con los que estuvieran a mi alcance, y en medio del ataque junto a una formación de soldados; fui herido por una flecha en la pierna y después el líder de esos piratas me atravesó el hombro con una lanza. A pesar de eso logré matarlo cuando estuvo a punto de acabar conmigo y cuando creí que todo había terminado, la mano derecha del líder estuvo a punto de volarme la cabeza con un hacha, pero la guardia que iba conmigo lo asesinó al instante, así que si quieren saber quién los envió o qué provocó el ataque, déjenme decirles que no lo supe ni lo sabré jamás.

Valerio miró a Verti una vez más, y este solo se recostó al espaldar de la silla, mirando hacia un lado con un ligero pero muy sutil respiro de alivio.

—No cabe duda de que lo querían muerto a usted, majestad y a la reina Luna —comentó otro lord miembro.

—No lo dudo, lord. Por esa razón, decidí tomar la  sugerencia de mi esposa, y retomé el entrenamiento militar igual al que toman los Worwick de casta blanca, junto al entrenamiento de arquería que dejé antes de casarme.

—Hijo —intervino Irenia, un tanto inconforme—. Sé que eres el rey y respeto tu gestión, incluso la apruebo, pero tu padre fue muy explícito al decidir que no quería que te involucraras en esos asuntos. Tú eres un Worwick de casta dorada y ellos deben…

—¿Ser sumisos? —interrumpió Valerio a su madre—. ¿Cobardes? ¿Deben pensar que todo se arregla con palabras de paz? No, madre, no se equivoque.

—No me equivoco, Valerio Worwick. Eso ha estado estipulado así desde siempre.

—Desde que un rey egoísta, lleno de arrogancia y ambición decidió hacer a un lado a su hermano, quien él sabía que tenía más potencial de rey militante que él mismo. ¿No es así? —alzó Valerio la voz—. ¡La historia existe y esta plasmada por los daskalos para aprender de ella y no repetirla! Estoy seguro de que si el rey Aiseen hubiera tenido a su lado a un Worwick rubio con la inteligencia y determinación de un militante, le habría dado el lugar que merecía en su corte y consejo.

Irenia se sentó en la mesa, conteniendo sus palabras al darse cuenta de que no podía manejar a su hijo como pensaba.

—Para nadie es un secreto que el rey Hypnos fue quien estipuló la ley de la sumisión y servicio de la casta dorada al darse cuenta de que su hermano, el príncipe Vermilion, tenía un gran potencial de estratega militar y ese don de los dioses para ser un buen líder. Así que él se encargó de mantenerlo postrado en una silla dentro de una biblioteca, y traigo esto a la mesa porque si yo no hubiera tomado ese entrenamiento que realicé antes de casarme; seguramente mi esposa estaría muerta y más que eso, quizá yo también.

—Hay soldados que sirven a esta casa —alegó Irenia.

—¡No puedo esconderme tras mis paredes mientras esos hombres dan la vida por mí, madre! Ellos también tienen familia; madres,  hermanas y no puedo portar una daga de oro en mi cinturón que está limpia de sangre, mientras ellos se desmiembran por proteger a su rey. No digo que todos sean como yo; digo que el respeto, la admiración y el servicio se ganan, no se exigen. —Valerio suspiró—. Soy un Worwick, pero soy un humano y no soy especial. Yo estoy al servicio de mi pueblo y de mi casa, y estás bases deben permanecer, porque de mí o del príncipe Verti nacerá el rey conquistador que nos devolverá a Northlandy y él debe pensar igual; más que eso, debe guiar a sus soldados, guardar a su casa y a su pueblo y aunque no tengo un nombramiento militar; voy a seguir tomando mis entrenamientos y, si tengo que ir a pelear por la soberanía de la casa Worwick, lo haré.

—¿Entonces usted sugiere que el orden que se venía trabajando con la casta blanca y la dorada sea abolido? —indagó otro miembro.

—No abolido, lord. No se puede negar que cada casta tiene su afinidad arraigada en la sangre, pero los moldes siempre se pueden romper y cuando eso suceda, se apoyará a ese Worwick sin distinción alguna. —Valerio se volvió a sentar en su lugar—. En una de las cartas que mi padre me dejó, él me comunicó que tenía planes de enviar al príncipe Verti a Turbios para que junto a su esposa, se hicieran cargo de Escandineva. —Verti miró a Valerio con el ceño fruncido—. Sé que esta sería una buena idea, pero debido a que el asunto de Hillcaster no ha tenido avances y la cabeza de ese consejo no ha declarado su servicio a mi gestión aún, me temo que no podré aprobar el deseo de mi padre.

—¿Qué planeas hacer entonces? —indagó Verti, expectante; sabiendo que estaba a merced de su hermano.

—Algo mucho mejor. —Valerio sonrió—. Te necesito aquí, en esta mesa. A partir de hoy te convertirás en el estratega de este consejo y te daré toda la libertad para que gestiones estrategias diplomáticas y militares con ayuda de los jefes comandantes de la guardia. Te daré voz y voto y el lugar que estás ocupando ahora mismo será tu lugar. Tienes toda la facultad para deshacer la estrategia que yo había ajustado para ti y rehacerla como a ti te parezca mejor, y cuando tu nueva estrategia esté lista, puedes citar al consejo con mi aprobación para mostrarla ante nosotros.

Extrañado por la posición que su hermano le había dado; Verti se quedó frío, ya que no esperaba que Valerio le otorgara tanto poder en aquella mesa.

—Haré lo que usted me solicite, mi rey —dijo Verti, haciendo una ligera reverencia con la cabeza en su lugar.

—Por último, quiero dejar en claro que los únicos con el poder de convocar a la mesa de este consejo o de darle órdenes estrictas a mi consejero; será la reina Luna y yo. —Irenia miró a Valerio—. La reina madre entenderá que su gestión como reina fue de gran honor para la casa Worwick, pero ya debe descansar y esa es mi última palabra.

Después de haber concluido la reunión del consejo, Valerio se dirigió a su sala privada junto a su consejero y allí firmó los tratados relacionados con las nuevas reformas que él había impuesto en la mesa del consejo.

Por otro lado, la reina Luna decidió dar un paseo por el jardín en compañía de su nana, la señorita Helen. Sentada sobre una linda y fina manta beige; extendida sobre el césped verde, Luna disfrutaba de la brisa que arrastraba consigo el agradable aroma de las rosas y flores que había tras ellas, mientras se sumergía en las páginas de un libro que estaba leyendo para ella y para su nana.

Tras un rato disfrutando del aire fresco, Valerio apareció en el jardín, saliendo por uno de los pasillos principales. Al ver a su esposa, él sonrió con ligereza y así mismo, se dirigió hacia ella, interrumpiendo su lectura.

—¿Qué haces aún afuera, mi Luna?

Ella levantó la mirada del libro, encontrándose con Valerio frente a ella y sonriendo, dijo:

—Estoy leyendo una linda historia y disfrutando del aire fresco del jardín.

Valerio sonrió con un brillo especial en su mirada y así mismo; se dirigió hacia la señorita Helen, a quien le habló con cortesía y amabilidad:

—Señorita Helen, ¿nos dejaría a solas un momento?

—Claro que sí, mi rey.

La señorita Helen se levantó de su lugar y se inclinó para retirarse, dejando sola a la pareja en la privacidad de ese lado del jardín.

—¿Cómo te fue con los asuntos del reino en la sala privada? —preguntó Luna, viendo cómo Valerio se sentaba a su lado.

—Bien, mi amor. —Valerio tomó a Luna con delicadeza de la cintura, llevándola hasta su regazo—. Todo lo que dije en la mesa del consejo ya lo dejé por escrito.

—¿Y lo de Verti también?

—Sí.

Luna se inclinó hacia adelante, giró su rostro buscando el rostro de Valerio y con curiosidad preguntó:

—No es por llevarte la contraria, pero quisiera saber por qué colocaste a Verti en la posición de estratega junto a ti en la mesa, después de lo que intentó hacerte.

Valerio suspiró.

—No te preocupes, mi Luna. Lo que hice fue por estrategia.

—¿Estrategia?

—Sí, ya te lo había dicho. Verti no es tan perspicaz como él cree que es y además de eso,  es un cobarde que tira la piedra y esconde la mano. Sabemos por boca de ese hombre, que la orden salió de aquí, también sé que él siempre ha querido ocupar mi lugar, pero necesito confirmarlo con pruebas. ¿Y qué mejor forma que tenerlo cerca y hacerle creer que yo confío ciegamente en él?

Luna miró a Valerio, entendiendo su plan.

—¿Entonces lo vigilarás?

—Sí.

—¡Claro! Por eso fue que cambiaste la versión de lo que había sucedido con ese Eslova.

—Es correcto. La estrategia con la que atacaré Hillcaster la crearé yo mismo, pero dejaré que él cree la suya a su conveniencia. Cuando sea el momento, atacaré con la mía, por si coloca en sobre aviso a la cabeza de ese consejo.

Luna sonrió, admirada pero nerviosa al mismo tiempo.

—Sé que lo harás muy bien, mi amor, pero ten cuidado, ¿sí? Yo no confío en tu hermano y temo que quiera volver a hacerte algo.

—No te preocupes, mi reina. —Valerio le dio un delicado beso en el hombro a Luna—. Estaré siempre en guardia.

Luna buscó el rostro de Valerio para darle un beso en los labios, pero después de aquel beso juguetón y fugaz, él dijo:

—Mucho por hoy.

Desde uno de los balcones del castillo, Verti observaba con cierta irritabilidad y persistencia la escena entre su hermano y Luna, mientras a sus oídos llegaba el ligero sonido de las risas de ella.

Ver a su hermano y a la que iba a ser su esposa juntos y felices encendió algo oscuro en el interior de Verti, mientras su mirada cargada de recelo hablaba por sí sola, hasta que el sonido de una voz femenina interrumpió sus pensamientos.

—¿Verti?

Girando su cabeza hacia un lado, él pudo ver quién le había interrumpido y recobrando la postura; se giró mirando hacia el interior de la biblioteca, donde estaba su esposa Kathrina, quien con una sonrisa tenue, preguntó:

—¿Qué observas tan fijamente?

—Nada —respondió él con frialdad, ingresando en la biblioteca; pasando al lado de ella sin siquiera mirarla—. Solo pensaba.
—¿Estás bien?

—Sí, estoy bien —contestó Verti, tomando un libro del escritorio.

Ella se detuvo frente a él, mirándolo con los ojos entrecerrados y luego se acercó; rodeando el cuello de Verti con sus brazos.

—¿Seguro? Porque no pareces estarlo. —La voz seductora de Kathrina atrajo la atención de Verti, pero este solo se quedó mirándola sin hacer gesto alguno—. ¿Qué tienes? ¿Qué te preocupa?

—¿Qué quieres, Kathrina? Estoy ocupado.

Ella sonrió suavemente, tratando de calmarlo y con delicadeza deslizó sus manos hasta el pecho de su esposo; bajando aún más, hasta ese lugar que ella sabía que lo debilitaba.

—No sé. Pensé que podríamos compartir un momento juntos, caminar por el jardín o tal vez ir a nuestros aposentos.

Verti agarró a Kathrina de los brazos, deteniéndola en seco y con un movimiento certero la apartó, empujándola con ligereza hacia un lado.

—Ahora no tengo tiempo para eso. Hay cosas que debo hacer.

—¿Cosas? —Ella frunció el ceño ante el evidente rechazo de él—. ¿Qué cosas, Verti? Soy tu esposa y sabes que siempre te apoyaré en todo y creo que por eso tengo derecho a saber.

—¡No tienes derecho a saber nada que no te incumba! —Él alzó un poco la voz.

—¡Por supuesto que me compete! Soy tu esposa y que yo sepa, no hay nada de malo en que me hables de tus asuntos; además, no entiendo porque siempre me dices que estás ocupado. Tu padre siempre tenía tiempo para hablar tú madre a pesar de toda la responsabilidad que tenía encima  y según tú, nunca tienes tiempo ni espacio para mí, como si fueras el rey.

—¡Cállate! —gritó Verti, alzando la mano hacia Kathrina, mientras ella retrocedía unos pasos asustada.

Ella cerró los ojos esperando el golpe que él le pudiera dar, pero Verti se detuvo en seco y en lugar de abofetearla, apretó la mandíbula de ella con fuerza entre sus dedos, obligándola a mirarlo.

—¡Mis padres eran mis padres, y yo soy yo! Si no me place contarte todo lo que hago, debes respetarlo. Recuerda que eres mi esposa y te debes a mí sin alegatos ni quejas. —Con los ojos empañados, Kathrina intentó zafarse, pero él no la soltó—. Hemos vivido en paz hasta ahora y si quieres que sigamos así; deja de lado tus pretensiones absurdas y haz lo que se espera de ti.

Verti la soltó con brusquedad haciéndola a un lado y sin esperar respuesta, él se dirigió a la puerta, mientras Kathrina quedó inmóvil, luchando por contener las lágrimas que nublaban su vista.

—¿Qué se supone que según tú, debo hacer?

Él la miró de reojo.

—Ve al jardín, borda una tela, teje cualquier tontería con las finas lanas del cuarto de costura y permanece en silencio; eso es lo que debes hacer. Recuerda tu lugar.

Verti salió de la biblioteca y cerró la puerta tras de sí, mientras Kathrina sintió cómo una vez más; algo dentro de ella se rompía. Sus manos temblaban mientras acariciaba su vientre, al tiempo que una espesa lágrima rodaba por sus ojos y recuperando el aire con el corazón acelerado, ella miró hacia el ventanal de la biblioteca.

Sintiendo la necesidad de aire, ella salió al balcón buscando calmarse un poco. Desde allí, Kathrina pudo oír una risa lejana que captó su atención y al buscar de dónde provenía, ella volvió a ver a Valerio, pero esta vez junto a Luna en el jardín.

Ella vio a Luna sonreír, mientras Valerio colocaba una flor entre el cabello y la oreja de su esposa. Luego, vio cómo él acariciaba su vientre y cuidaba de ella como si fuera lo más frágil que tuviera entre sus manos y en ese momento, un deseo profundo y desesperado de tener lo que Luna tenía se apoderó de ella.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro