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𝟐𝟔. 𝐏𝐀𝐑𝐀𝐋𝐄𝐋𝐈𝐒𝐌𝐎𝐒

Capítulo  26

Después de que Luna cayó inconsciente en el regazo de Valerio, él la cargó en sus brazos y la llevó a sus aposentos, ordenando a su paso la presencia urgente de un encargado en la habitación, y no pasó mucho tiempo para que la solicitud del príncipe fuera acatada.

Tras la llegada del encargado a la habitación, la señorita Helen se quedó dentro junto a su niña, mientras el príncipe permaneció afuera en compañía de Lord Whitemount. Valerio caminaba de un lado a otro en el pasillo, mientras el lord seguía la impaciencia y la preocupación del príncipe con la mirada.

—Su Alteza, Lady Helfort ya está siendo muy bien atendida; le aconsejo que guarde la calma —comentó Lord Jensen, tratando de apaciguar la angustia del Worwick.

—Lo sé, lord, ¡pero ya se están demorando mucho!

Justo en ese momento, la puerta de la habitación se abrió con ligereza y la señorita Helen salió, encontrándose con Valerio frente a ella.

—Mi príncipe —dijo con una leve reverencia—, ya puede entrar.

Sin esperar más, el príncipe entró en la habitación y sus ojos se encontraron con Luna, recostada en la cama, con el semblante ligeramente pálido, y a un lado, junto a la cómoda, yacía el encargado que había atendido a la lady.

—Encargado —Valerio se dirigió hacia el hombre—, ¿qué ha pasado?

—Mi señor. —El hombre se reverenció—. Afortunadamente, no ha ocurrido ningún infortunio lamentable con Lady Helfort. Los mareos y el desmayo de mi señora se deben a su gestación temprana.

—¿Cómo?

El rostro de Valerio pasó de la preocupación a la incredulidad y alegría pura en un instante. Sus ojos se abrieron, y su boca se entreabrió como si quisiera decir algo, pero antes de gestionar sus palabras, una amplia sonrisa iluminó su rostro.

—¿Mi esposa está embarazada? —repitió con la voz temblorosa, como si quisiera asegurarse de haber escuchado correctamente.

—Así es, mi príncipe. —Valerio miró a Luna, encantado—. Los malestares que ha venido presentando seguirán estando presentes durante algún tiempo, pero estaremos al pendiente.

—¿Los malestares son normales, no es así?

—Sí, mi príncipe, pero son manejables. Lady Helfort necesitará cuidados y muchas atenciones.

—Gracias, encargado. —Valerio sonrió.

El encargado se reverenció de nuevo ante Valerio y Luna, y así mismo salió de la habitación, dejando a la pareja a solas. Una vez la puerta se cerró, Valerio no podía apartar la mirada de Luna, y aún maravillado por la noticia, él se acercó a la cama y se sentó a su lado, buscando su rostro.

—No puedo creerlo, Luna. ¡Vamos a tener un hijo!

Luna sonrió con timidez, mirando con fascinación a Valerio al darse cuenta de lo emocionado que él estaba por la noticia.

—Sinceramente, yo tampoco me esperaba que sucediera tan rápido. Pensé que solo era cansancio.

—Los mareos y tu palidez ya vienen de hace días, pero no te habías desmayado así.

—Creo que no solo fue por el bebé. —Luna agachó la mirada.

—Mi amor, por lo que pasó en la sala privada, yo te juro que…

—Lo sé. —Ella lo miró—. Te escuché hablando con ella, y escuché cómo llegaron a la conclusión de que la carta que recibiste de ella, en realidad, no había sido escrita por ella.

—¿Fue lo único que oíste?

—No, también oí cómo eso no te importó y, a pesar de todo, me elegiste a mí sobre ella. —Luna tomó la mano de Valerio—. No tengo nada que reclamarte.

—Sé que destruí tu confianza al compararte todo el tiempo con ella cuando nos conocimos, y entiendo que gracias a eso el nombre de Venus te mortifique, por eso quise darle fin a ese asunto sin que lo supieras, para no alterarte.

—Y lo lograste. —Luna sonrió, dejando ver un intenso brillo en sus ojos.

Valerio le sonrió de vuelta, llevando su mano al vientre de Luna, y aunque no podía sentir a aquella criatura moverse aún, el hecho de saber que, aunque muy pequeño, ahí se encontraba su bebé, hizo que la emoción lo invadiera aún más.

—Gracias, mi Luna.

Ella entrelazó sus dedos con los de él sobre su vientre, y un par de lágrimas escaparon con ligereza de sus ojos. Valerio se inclinó hacia ella, dándole un beso en los labios al tiempo que la hundía en su costado.

SOUTHLANDY

DIAS DESPUÉS

En medio de la hora sexta, el príncipe Verti regresaba del patio de armas, donde se la pasó parte de la mañana revisando la armería, como era costumbre. Al tomar el camino hacia el jardín, el consejero del rey apareció ante él con prisa y reverenciándose, dijo:

—Mi príncipe.

—Dígame, lord.

—Disculpe usted la interrupción, pero se presentó una emergencia con la princesa Kathrina.

Verti miró al lord al instante. —¿Dónde está?

—En sus aposentos, príncipe.

Sin pedir más explicaciones, Verti aceleró el paso y tomó camino hacia su habitación. Pero al llegar ahí, se detuvo en seco al encontrar a su esposa recostada en la cama y a su madre, la reina Irenia, junto a la mujer.

—¿Qué sucede? —preguntó Verti con inquietud.

—Ven aquí, esposo —Kathrina le extendió la mano—. Tengo algo que decirte.

Verti se acercó a Kathrina aún con el ceño fruncido y, tomándolo de la mano, ella dijo:

—Estoy embarazada.

Al oír las palabras de su joven esposa, la sorpresa invadió el rostro de Verti, quien incrédulo miró a su madre y regresó su vista a su esposa, dejando que una ligera sonrisa se dibujara en su rostro.

—¿Esto es en serio?

—Sí, cariño. Vamos a ser padres.

—La princesa Kathrina había estado experimentando mareos y náuseas, príncipe, lo que es normal cuando la gestación está en una etapa inicial —habló el encargado, acaparando la atención del rubio.

—¿Pero eso es malo o…?

—Es natural —intervino Irenia—. Todas las mujeres pasamos por eso, y es algo completamente normal, hijo. Así que no hay de qué alarmarse.

Verti sonrió, regresando su vista a Kathrina.

—Ordenaré una gran cena esta noche en honor a esta grata noticia —habló la reina, dirigiéndose a la puerta. Pero justo en ese momento, la puerta se abrió y el consejero del rey entró a los aposentos con un papel en mano, dirigiéndose a la reina.

—Majestad. —El hombre se reverenció y, extendiéndole el papel a Irenia, se acercó a su oído y le susurró algunas palabras, mientras Verti compartía miradas con Kathrina.

Una vez el lord retomó la postura, Irenia se enderezó, guardando el papel en la palma de su mano y mirando a su hijo y nuera, dijo:

—Yo me retiro, pero los espero en el comedor esta noche para celebrar esta noticia. —Irenia miró a Kathrina y le sonrió diciendo—: Cuídate, querida.

Irenia salió de la sala junto con el lord consejero y el encargado, dejando sola a la pareja.

Permaneciendo sentada en la cama, Kathrina fijó sus ojos en Verti, quien estaba de pie junto a la cómoda con esa típica postura serena que él siempre cargaba.

—¿Te alegró la noticia?

—Claro que sí, Kathrina —Verti sonrió de medio labio—. Le agradezco a los dioses por darme la oportunidad de poder tener descendencia.

Ella se levantó de la cama, se acercó a él y, buscando que su mano hiciera contacto con la de Verti, dijo:

—Entonces tenemos que estar más unidos que nunca por este bebé, y por nuestra familia.

—Tienes razón —dijo Verti, mientras Kathrina llevaba la mano del príncipe hasta su vientre—. Quizás los dioses nos bendigan con un Worwick de casta blanca.

—O dorada. —Lo miró sonriendo.

Verti le echó un último vistazo a Kathrina al oír aquellas palabras, y ambos se quedaron juntos por un tiempo más en la habitación, compartiendo la devoción por la noticia del pequeño bebé.

Como la reina Irenia lo solicitó, el gran comedor del castillo fue decorado apropiadamente para la cena que se daría esa tarde. Los sirvientes colocaron los candelabros de oro macizo en el centro de la mesa a un espacio prudente y, asimismo, organizaron los platos y cubiertos para la ocasión.

A pesar de los achaques, el cansancio y el desgaste físico que marcaban el rostro de Dafert, el rey se hizo presente, ocupando su lugar en la cabecera de la mesa, y a su lado, la reina Irenia le acompañaba, estando al pendiente de cualquier cosa que su esposo necesitara. Estando listos en la mesa, la puerta del comedor se abrió.

El príncipe Verti y la princesa Kathrina entraron al comedor juntos, mientras los ojos de los reyes se posaban sobre ellos con entusiasmo. Al llegar a la mesa, ambos se reverenciaron y Verti mostró cortesía al acercarse a la silla de su esposa, deslizándola con cuidado para que se sentara antes de ocupar su lugar a su lado, y ante tal gesto, Kathrina le regaló una sonrisa a su esposo mientras tomaba asiento, y el rey carraspeó ligeramente, atrayendo la atención de todos.

—Me complace que hayan venido a esta cena juntos, como la pareja que son. Hoy es un día especial y me complace ver a la familia Worwick reunida en esta mesa.

Tras la pausa del rey, la servidumbre comenzó a servir los platos, deslizándose silenciosamente alrededor de los miembros de la casa Worwick. Sopas, carne de oveja, legumbres, ensaladas y el vino fueron colocados con precisión sobre la mesa, y una vez estuvo todo servido, los sirvientes se retiraron discretamente.

—Verti —el rey tomó la palabra—, deseo felicitarte personalmente por la maravillosa noticia de que pronto serás padre.

Sorprendido por las palabras de su padre, Verti inclinó la cabeza en señal de respeto.

—Gracias, padre. Es un honor recibir su felicitación.

—Muchas gracias, rey —dijo Kathrina, asintiendo con la cabeza en agradecimiento.

—Yo también me siento dichosa por la excelente noticia, pero… —Irenia sonrió con dicha— esta no es la única razón para estar contentos esta noche.

Los ojos del rey y la reina se encontraron con complicidad por un momento, y extrañado por las palabras de su madre, el príncipe frunció el ceño.

—¿Hay algún otro motivo para celebrar? —preguntó Verti con curiosidad.

—Propongo un brindis —Dafert levantó su copa con una sonrisa de orgullo en su rostro—, por la mejor noticia que he recibido en mucho tiempo.

Todos alzaron sus copas, incluida Kathrina, aunque su expresión reflejaba cierta inquietud. Verti alzó también la suya, esbozando una tenue sonrisa mientras esperaba las palabras de su padre.

—Brindo por la maravillosa noticia del bebé que esperan Lady Luna Helfort y el príncipe heredero al trono, y mi hijo Valerio Worwick.

Al oír la razón real del brindis, la sonrisa de Verti desapareció de inmediato de su rostro, mientras que el rey y la reina seguían el brindis con entusiasmo.

—Hoy nos llegó la noticia en un comunicado desde Turbios, y fui sorprendido en mis aposentos al saber que mis dos hijos pronto se convertirán en padres.

—La noticia de que la casa Worwick ya cuenta con su próximo heredero es una bendición de los dioses, y es motivo para celebrar y alzar nuestras copas —añadió Irenia.

Los ánimos cayeron del lado de los príncipes, quienes pensaron que aquella cena se debía de forma exclusiva a ellos, pero como siempre, Irenia y Dafert ignoraron las reacciones provocadas en su hijo y al final, los presentes en la mesa brindaron. Mientras el rey y la reina disfrutaban del vino y compartían algunas palabras, Kathrina posó su vista en Verti, quien bajó la copa sin siquiera darle un sorbo.

Kathrina notó el cambio en la actitud de su esposo casi al instante, y observó por un momento cómo él miraba de reojo a sus padres con evidente molestia mientras estos compartían el brindis con alegría, y por alguna razón, aquella mirada le dio cierto escalofrío a Kathrina, como si supiera en ese momento, que algo bueno no se escondía tras esos bellos ojos grises que a ella tanto le gustaban.

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