El sol de la mañana siguiente se filtraba tímidamente por las cortinas, iluminando la habitación donde Gi-hun dormía profundamente. Los recuerdos de la noche anterior, borrosos pero cálidos, lo envolvían en una sensación de bienestar. La generosidad de In-ho, la alegría de su madre, el aroma persistente del café y la carne asada... todo contribuía a una sensación de paz y satisfacción.

Al despertar, Gi-hun encontró una nota sobre su mesita de noche. Era In-ho quien le escribía, disculpándose por la posible incomodidad causada por su inesperada visita y sus generosos regalos. La nota era breve, pero llena de una calidez que conmovió a Gi-hun. En la nota, In-ho mencionaba que había disfrutado mucho la velada y que esperaba volver a verlo pronto.

Gi-hun sonrió. La incomodidad de la noche anterior ya era solo un recuerdo lejano. Lo que prevalecía era la sensación de cercanía y afecto que había compartido con In-ho. La generosidad de In-ho no era solo una muestra de aprecio, sino una expresión de sus sentimientos, un lenguaje silencioso que Gi-hun comenzaba a descifrar.

Durante los días siguientes, Gi-hun se encontró reflexionando sobre la naturaleza de su relación con In-ho. Ya no era solo una amistad, sino algo más profundo, más complejo, más emocionante. La atracción silenciosa que los unía había florecido en algo tangible, algo real.

Un día, In-ho le regaló a Gi-hun un pequeño y antiguo reloj de bolsillo. No era un regalo ostentoso, pero era un objeto precioso, lleno de historia y significado. En la parte posterior, estaba grabada una frase en coreano: "El tiempo nos pertenece, pero nuestros momentos son eternos". Era un regalo que trascendía su valor material, un símbolo de la conexión que compartían, una promesa de un futuro juntos.

Gi-hun guardó el reloj con cuidado, sintiendo el peso de su significado, el peso de la promesa implícita. El juego había evolucionado, la atracción silenciosa se había transformado en una declaración tácita, un entendimiento mutuo que se expresaba en miradas, en gestos, en regalos inesperados, en la promesa de un futuro aún por escribir, pero lleno de la promesa de un amor silencioso, profundo y duradero.