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𝟎𝟖.

❝*⁰⁸. ʸᵒ ˡᵒ ᵛᵉᵒ

𝑩𝒂𝒓𝒄𝒆𝒍𝒐𝒏𝒂, 𝑬𝒔𝒑𝒂𝒏̃𝒂
𝟏𝟗/𝟎𝟗/𝟐𝟐


AÍDA

Pablo se fue y yo me quedé viendo el televisor. Cogí unas papas sabor a jamón que había en la despensa, y mientras veía lo que echaban en la tele, me las empecé a comer. No sé qué clase de virtud me dio Dios, pero juro que por más que como no engordo. Y eso que como en cantidad.

De repente, me sonó el teléfono. Frunciendo el ceño, miré la pantalla para ver de quién se trataba: era mi madre.

—¿Mamá? —dije cuando cogí su llamada.

—Aída, hola. Necesito que vengas al hospital. —me dijo con cierto estrés notorio en su voz.

Fruncí el ceño.

—¿Qué ha pasado? —pregunté, preocupada, levantándome del sofá.

—Tu hermana. Ahora te explico, pero ven. Queremos que estés aquí.

—Vale, nos vemos.

Al colgar, preocupada, apagué el televisor y metí las papas en la despensa. Me vestí rápidamente y me coloqué el pelo como pude. Salí disparada de casa y ya metida en el coche me dirigí hacia el hospital.

Al entrar, me fui a la sala de espera que es donde yo suponía que se encontraban mis padres. Al llegar a la sala, efectivamente, ahí estaban: sentados con una cara desanimada.

—Mamá, papá. —les llamé.

Ellos giraron la cabeza para mirarme.

—Ven, siéntate. —dijo mi madre, dándole toquecitos al asiento que estaba a su lado.

—¿Qué ha pasado? —pregunté al sentarme.

—Ay, Aída. Me llamaron del colegio de tu hermana: la cosa es que Marlie se desmayó. Tan rápido como pude salí de la cafetería para ver cómo estaba. La iba a llevar a casa pero la profesora me dijo que la llevara a urgencias porque desde una hora antes había estado super pálida y también vomitó. —me explicó.

—¿Os han dicho algo? —pregunté, ahora más preocupada.

Ellos negaron con la cabeza.

—Estamos esperando. —dijo ahora mi padre.

Pasaron unos minutos. Una enfermera salió de la sala del médico y habló.

—Familiares de Marlie Galle.

Nos levantamos rápidamente.

—Acompáñenme. —dijo mientras entraba de nuevo en la consulta.

La seguimos. Al entrar vi a mi hermana sentada en la camilla, se le veía pálida. Mi madre y yo nos dirigimos hacia ella y nos sentamos a su lado, mientras tanto mi padre se sentó en la silla de al lado del escritorio del médico.

—¿Te encuentras mejor? —le pregunté susurrando a mi hermana mientras la abrazaba.

Ella asintió recostando la cabeza en mi pecho.

—Bueno, pues por lo que hemos visto, la pequeña Marlie tiene una simple infección de estómago. Por ello no digiere bien sus comidas y no saca la suficiente energía de ellas. Por eso el desmayo y su bajada de tensión. —dijo el doctor, dándonos el diagnóstico.

Fruncí el ceño. A Marlie ayer se le veía totalmente bien.

—Os mandaré unos medicamentos para la baja tensión y para la infección de estómago. Con eso se le pasara todo muy rápido, no es nada grave.

Mi padre asintió y cogió el papel de la receta.

Después de eso, fui a casa con Marlie en mi coche. Mi padre fue con mi madre a la farmacia para coger los remedios. Al llegar a casa, le hablé a Marlie. Ya no estaba tan pálida.

—Marlie —la llamé. Ella me miró curiosa, esperando a que siguiera—, ¿te llevas sintiendo mal desde hace días o ha sido hoy de repente? —le pregunté. Me parecía raro que de la noche a la mañana a mi hermana le hubiera aparecido una infección de estómago.

—Algo así.

Me agaché quedando a su altura.

—Cuéntame. —le pedí.

—Hace días que me mareo. En educación física me canso mucho y la comida no me sienta bien. No sé porqué —me contó —. ¿Eso tiene que ver con lo que me ha pasado hoy? —preguntó, inocente.

—Probablemente. —la miré, preocupada.

—Ya decía, porque vomité los lacasitos de ayer. Pero no se lo digas a los papis, por fa.

Tenía una corazonada de lo que le pasaba a mi hermana no era lo que el doctor había diagnosticado, aunque tuviera toda la pinta de que tuviera la razón.

—Tranquila, no diré nada.

———♡———

—A mí eso también me da mala espina, eh. —me dijo Ali, apoyando mi pensamiento.

Estábamos en una heladería del centro de Barcelona. Le he contado lo que pasó con mi hermana esta mañana y piensa, al igual que yo, que no es una simple infección de estómago que se le pasará rápido.

—Estaba muy pálida cuando entré a la consulta. Pero bueno, ellos son lo profesionales: saben mejor que nosotras lo que tiene. —reí.

Ella asintió.

—¿De qué sabor te vas a pedir el helado? —me preguntó mirando todo los sabores de helado que había.

—Se me ha antojado uno de Oreo y kinder bueno. —admití.

—Pues yo me voy a pedir uno de tarta de queso.

—Una tarrina mediana de oreo y kinder bueno, por favor. —le pedí a la dependienta.

Ella asintió.

—¿Y tú? —se dirigió a mi amiga.

—Un cono de tarta de queso. —sonrió.

Cuando nos dieron los helados, pagamos y nos sentamos en una de las mesas de la terraza.

—¿Cómo te va en tu nuevo trabajo? —me preguntó y le dio un lametazo a su helado.

—Bien, bien. Hoy los chicos no tenían entrenamiento entonces no he tenido que ir a grabarlos. —me encogí de hombros.

—¿Y Gavi? —me preguntó de repente.

La miré con una ceja enarcada.

—¿Qué pasa con él?

—Chica se quedó a dormir en tu casa, qué va a pasar.

Reí.

—Pues nada, después de que se comiera el desayuno que le hice se fue, y pues ya está.

—Os shippeo. —confesó, haciendo que la mirase como si estuviera loca.

—Por la cara.

—Es que no sé, hay algo. —dijo, inspirada.

Carcajeé.

—Cada día tu esquizofrenia va a peor. —dije entre risas.

—Lo digo en serio, yo lo veo. —dijo, sonriendo.

—Ya basta —reí—. De hecho, no me cae bien. A ver, tampoco le odio. Pero es muy presumido. No sé, no es para mí. —le expliqué.

—Sabes que con eso de «no me cae bien» no vas a cambiar nada de mi pensamiento, ¿no? —me dijo, levantando las cejas.

—Lo que digas.

Ella sonrió.

Cuando acabamos de comernos los helados, nos dirigimos hacia mi coche, que no estaba muy lejos. Caminando con Ali, me llamó la atención una cantidad de gente apelotonada que había a nuestra derecha. Estaban rodeando un coche verde.

—¿Y esa cantidad gente? —le pregunté a Ali, que estaba también pendiente de la situación.

—No lo sé, pero ese coche me suena. —dijo, acercándose.

Yo la seguí. Al llegar, Ali se asomó para ver quién estaba en el coche. De repente, mi amiga emitió un mini chillido y se abrió paso entre la gente, arrastrándome con ella. Al estar ya cerca del coche, vi de quién se trataba. Mejor dicho, de quiénes se trataban: eran Gavi y Pedri.

Pablo se encontraba firmando una camiseta del Barça. Nada más acercarme junto a mi amiga, dirigió la mirada hacia mí. Luego me sonrió de lado sin prestarle atención a la chica que estaba tomándose una foto con él. La chica al darse cuenta, me miró con cara de asco y se marchó.

—Si tú no quieres fotos conmigo, ¿qué haces aquí? —preguntó, vacilón.

—No te emociones, Gavira. La foto es para mi amiga. —le sonreí con ironía.

Mi amiga rió acercándose a él. Después de que se sacaran la foto, Pablo, me miró de nuevo y habló.

—A ver si el que va a tener que pedir la foto aquí soy yo a ti. —me dijo, sonriendo para después pasarse la lengua por los dientes.

Noté cómo unas chicas de alrededor de quince años me miraban con el ceño fruncido.

—Tal vez. —le dije.

Después cogí el brazo de mi amiga, la cual como toda mal pensada me miraba con una sonrisa pícara, y me marché.

GRACIAS POR LAS 700 VISITAS. Muchas gracias por vuestro apoyo<3

Voy aprovechar que ya me dieron las vacaciones de Navidad para escribir con más frecuencia. Espero que les guste y no se olviden de dejar su voto:)

Atte: Ari la anónima ( )

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