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𝟎𝟔.

❝*⁰⁶. ʸᵒ ᵐᵉ ᵉⁿᶜᵃʳᵍᵒ

𝑩𝒂𝒓𝒄𝒆𝒍𝒐𝒏𝒂, 𝑬𝒔𝒑𝒂𝒏̃𝒂
𝟏𝟗/𝟎𝟗/𝟐𝟐


AÍDA

Después del inesperado momento con Pablo, me fui a la barra y pedí una botella de agua bien fría. No quería beber más alcohol sabiendo que volvíamos a casa en coche. Podría emborracharme con mi amiga y volver en taxi, pero no confío que llegue bien a casa.

Ali ya no estaba bailando con el moreno, ahora se morreaba con él. Aburrida, decidí ponerme a bailar de nuevo.

No sé cuanto tiempo pasó, pero cuando miré la hora eran las tres y cuarto.

Me cansé de estar ahí metida y no sabía donde se había metido Alicia, así que salí afuera. Menos mal que cargué el móvil antes de salir de casa y que desde entonces apenas lo usé.

Recibí una fresca brisa cuando salí, que me satisfajo por la calor que tenía de tanto bailar. Me senté en un banco que estaba frente a la entrada de la discoteca.

De repente escuché unos murmullos. Fruncí el ceño y me giré a mi derecha: era Pablo, de nuevo. Estaba apoyado en la pared que estaba a la derecha de la entrada de la discoteca. Uno de los guardias lo estaba regañando.

—Ya deja la insistencia, chico. —dijo con desespero.

—¿Chico? ¿Usted sabe quién soy? Que juego en el Barça, eh. —a leguas se notaba lo borracho que estaba.

—Me da igual, aun así no te voy a dejar volver a entrar en el estado en el que te encuentras, muchacho. —le explicó el guardia, intentando mantener su paciencia lo mejor que podía.

Me levanté del banco y caminé hacia ellos.

—No se preocupe, señor. Yo me encargo. —le dije al guardia.

—¿Usted lo conoce? —me preguntó.

Asentí.

—Sí —respondió Pablo antes que yo, sonriéndome con burla—. Se llama Aída y es una fotógrafa de puta madre.

Reprimí una risa. Me incliné hacia Pablo y lo levanté con ayuda del guardia. Pasé su brazo izquierdo por mi hombro y con el mejor esfuerzo que pude lo llevé al banco.

—¿Cómo te has podido emborrachar tanto? —dije con preocupación.

Él, ya sentado, se recostó en el banco y echó la cabeza hacia atrás. Con una sonrisa juguetona habló.

—No se lo digas al mister. —me pidió.

—Eso no es problema mío, Pablo. Quédate tranquilo. —dije recostándome un poco en el banco.

¿Qué hago yo ahora? No sé ni dónde vive, y ni de coñas lo voy a dejar aquí.

Pablo giró su cuerpo hacia mí. Lo miré y me di cuenta de lo rojos que estaban sus mofletes.

—Tienes las mejillas muy rojas. —le conté. Él me ignoró.

Estiró su brazo hacia mi pelo y cogió uno de mis tirabuzones.

—¿Te dije alguna vez lo que me fascina tu pelo? Me encanta. —dijo, sonriendo mientras jugaba con mi rizo.

—Gracias. —sonreí con timidez.

—¿Sabes? He visto tus historias, y les he dado me gusta, por si no te diste cuenta. Sales increíblemente guapa. —rió, mirando mi cara.

Estaba muy borracho.

—Pablo, deja la bobería. Estás muy borracho y puedes decir cosas que lo más probable es que te quieras guardar.

Él levantó la mano, la acercó a su boca e hizo un gesto de cerrarse la boca como si de una cremallera se tratara. Todo esto mientras se reía.

Negué con la cabeza. Segundos después salió mi amiga de la discoteca, divertida y riéndose igual. No estaba tan borracha como pensaba.

Su cara cambió drásticamente cuando se acercó y miró quien estaba a mí lado. Ahora tenía el semblante serio, de no saber qué pasaba.

—¿Qué coño pasa?

—Pablo está muy borracho y no sé qué hacer. No sé dónde vive.

—Pablo. —le llamó mi amiga.

—¿Qué?

—Con quién has venido.

—Unos amigos —pausó —, de Sevilla. No los vais a conocer. —rió.

Me preocupé más.

—Llévatelo a casa. —me dijo Ali como solución.

—Qué dices. Recuerdas que no vivo sola, ¿no?

—Lo sé. Pero también sé que tu casa es grande y tienes dos habitaciones de invitados.

—¿Y por qué no te lo llevas tú? —le pregunté.

—Porque tú trabajas con él. Si se despierta en mi casa, sin conocerme de nada, no le va a resultar gracioso.

Tenía razón.

—Está bien —acepté —, pero ayúdame. —le pedí.

Asintió. Ambas, una a cada lado cogimos a Pablo y la llevamos hasta el coche, que gracias a Dios no se encontraba lejos.

Lo metimos en la parte trasera, y conduciendo yo, nos fuimos dirección a mi casa.

Al llegar me bajé con Pablo.

—Adiós. Me voy rápido que este tío pesa.

Pablo rió, más bien parecía que había murmurado algo.

Ali asintió.

—Chao. —se despidió.

—Chao.

Ali arrancó y me di la vuelta para entrar a mi casa. Ya dentro subimos las escaleras, con bastante esfuerzo, ya que las habitaciones estaban en la planta de arriba.

Escogí hospedarlo en el cuarto de invitados que se encontraba al lado de mí cuarto.

Lo tumbé en la cama y él no rechistó. Le quité los botines, no le pensaba quitar nada más.

—Buenas noches. —le dije; dirigiéndome a la puerta.

Lo único que escuché de respuesta fueron murmullos intendibles.

Ya en mi cuarto me paré a pensar. Solo estas cosas me pasaban a mí.

Veo a gente viendo mis historias pero no las vota😭 Me ayudaría mucho que si la historia es de su agrado votaran por ella, gracias.

Atte: Ari la anónima( )

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