(Por si no ubican a Melissa Barrera, es la que esta en la multimedia a lado de Dove)

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Dove era una joven de venticinco años, amante de las mariposas y todo aquello que las estudiase. Su fascinación comenzó cuando era pequeña y con dulce inocencia, las capturaba junto a su dulce gato Fern, para luego liberarlas.

Aquella práctica no difería demasiado de lo que ella hacía ya de adulta, observándolas en un frasco de cristal para estudiarlas con comodidad, luego dejandolas en libertad sin el más mínimo rasguño. Ella era sumamente noble, sensible y algo despistada también.

Hija de un vendedor de pescado, Phillip Hosterman, e hija de la mujer más inconformista posible, Bonnie Wallace, su carácter tranquilo y poco extremista la llevaba a ser la chica más simple que uno pudiese conocer.

Su vida, lamentablemente, carecía de emoción alguna. Viviendo en un pueblo aislado, grisáceo, apagado cual invierno crudo, no conocía jóvenes de su edad con los cuales pudiese divertirse como tanto podía leer en libros de la antigüedad.

Y para peor, al ser un pueblo tan pequeño, las noticias corrían como pólvora, haciendo que en el preciso momento en el que bajaba las escaleras de su gran hogar, oyese al hombre de las noticias gritar sobre el ensayo de su ya venidera boda.

Ni para eso tenía intimidad.

Oyó, desde su cuarto, el carruaje de su padre detenerse frente a su hogar. Ridículo, podrían pensar los demás, si se tiene en cuenta el hecho de que los Barrera vivian en frente suyo.

«Ostentoso» Pensaba Dove.

— Que bello día que es, es perfecto para la boda.— Canturreó su madre al salir de aquella casa, abanicándose con fingida altanería mientras que su esposo le colocaba el tapado de piel de imitación del que ella tanto alardeaba.

— Es el ensayo, querida.— Aclaró Phillip, permitiéndole que ella le tomase el brazo a medida que ambos bajaban por las escaleras hacia su carruaje.— Cada detalle, todo tenemos que cuidar.— Añadió también, ocultando las propagandas de la pescadería de su carruaje, mientras que su mujer bailaba de la alegría alrededor de su chofer, arrancandole el delantal de trabajo y encajándole un sombrero de la gran calidad.

— De acuerdo al plan, si nada inesperado interfiere con el show, nuestra hija pronto se casará y podremos vivir felizmente en la alta sociedad.— Su madre, desbordante de alegría, imaginaba locamente grandes bailes con enormes banquetes, acompañados de la reina o de algunos nobles, sólo queriendo olvidar su verdadero pasado, aquel en el que ella trabajó de sol a sol para luego casarse con un viejo desconocido.

— ¿¡Donde esta Chloe!?.— Chilló la mujer cuando su vestido se atascó en la puerta del carruaje y ni entre dos hombres podían hacerla entrar.

Mientras tanto, en el ventanal de enfrente, el matrimonio Barrera murmuraba a lo bajo y con desprecio, asqueados ante la simple idea de tener que casar a su preciosa hija Melissa con la idiota de Dove.

— Podríamos ahorrarnos ésta tonteria si no estuvieramos en plena quiebra.— se quejó la mujer, Rossana, mientras caminaba con desgano y aburrimiento hacia el pasillo donde cientos de retratos de cada ancestro decoraban las paredes.

— Y si nuestra hija, con cara de nutria en desgracia, hubiese conseguido a una buena pretendiente.— gruñó el hombre, Tomas Barrera, rechazando el siquiera ver la pintura de su propio hijo.

Melissa jadeó, el corsét estaba quitandole el aire, y su nana estaba apretando aún más, Ella sentia que moriria en minutos por la falta de aire.

— ¿Y si Dove no me gusta?.— Murmuró lastimosamente, observándose en el espejo con la mirada angustiada.

— ¿Y eso qué importa? Yo no me casé con tu padre por que me gustase.— Habló su indignada madre desde la pueta, con una mueca de asco dibujada en su boca.— Aprietale más el corsét, no quiero que hable sin jadear.— ordenó la mujer, peinando sus cabellos con una coleta alta antes de pararse aun lado de su marido y comenzar a bajar las escaleras en un gélido silencio.

— ¿Melissa no deberia casarse con un Lord? Yo nunca he tenido el gusto de hablarle.— balbuceó Dove, jugando con sus dedos dentro del carruaje.

— Estamos al nivel de los Barrera, y usaremos eso a nuestro favor...— La tos del chofer, Kenny, cortó las tontas palabras de su madre, exasperandola aún más.— ¡Kenny! ¡Ya deja de toser!.— Gritó, sacudiendo su abanico con furia.

El carruaje se detuvo frente a la mansión de los Barrera, y las puertas fueron abiertas, permitiendo asi que Dove y su familia bajasen del carruaje para luego apróximarse a la gran puerta de entrada.

— Todo debe salir de acuerdo al plan.— Hablaron, sin saberlo, tanto los Barrera como los Hosterman, antes de que los sirvientes abriesen las enormes puertas, dándoles la bienvenida a la mansión.

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