Capitulo 13
CAPITULO TRECE: Un dios al cual venerar
"No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás ídolos; sean de hombre o mujer, de aves, de animales o de peces. No te inclinarás delante de imagen alguna para adorarla de ninguna forma. Porque yo, EOS, tu diosa y tu señora; soy una diosa celosa."
Yo no tenía la intención de matar al primero.
Sinceramente.
Simplemente fue..., demasiado fácil, supongo. Ella ya estaba en el agua, y cuando le brindé mi mano para ayudarla a salir, tal vez yo...cambie de parecer.
Fue como si una parte dentro de mí fuera arrebatada, como si se rompiera.
Sostuve a la "señorita perfecta" y esperé a que dejara de moverse.
Tomó más tiempo de lo que creí, y luego ella solo...flotó allí. Bastante patético, sinceramente.
"Muerte accidental", según los expertos. Eso es casi correcto. Como dije, no es como si me hubiera planeado hacerlo.
Se sintió bien, De todas maneras.
Los que siguieron después de ella no fueron más que muertes ocasionadas "accidentalmente", guiadas por el apetito voraz que crecía en mi interior. Cada muerte lo hacía más fuerte. Despiadado. Insaciable.
Antes no era así, solía ser diferente, jamás habría hecho algo como aquello. Sin embargo, había algo más que me impulsaba. Algo más que mis ansias por la sangre. Era una mujer.
Ella se recostaba en mi espalda y susurraba en mi oído cada una de las atrocidades que debía hacer, yo me encontraba en sus brazos, me sostenía con tanta naturalidad.
Jamás me atrevería a desobedecerla.
Conocí cada parte de ella, como lo hacía una amiga íntima o un fiel enamorado sometido a sus caprichos más mundanos. Ella me abrazaba, siempre estaba a mi lado, ¿porque rechazaría las peticiones de aquella mujer que me había estado acompañando durante tanto tiempo?
Me sentí, por primera vez, parte de algo importante. Aunque solo fuera para hacer el mal, era mejor que nada.
Cada parte de mi cuerpo se sentía dormida, pesada.
Como si una especie de trance se hubiera apoderado de mí, con una vulgaridad latente que me sometía a las más depravadas y salvajes ilusiones, me sentía fieramente con vida.
Yo la recibo en mi cuerpo y mi alma, soy su instrumento de pasión, su amor que brilla con un tipo de esplendor funerario. Cada susurró en mi oreja, cada mordisco en mi piel, cada momento en el que oscurece mi alma y me condena a las garras del mismísimo infierno; todas esas cosas son como una bendición para mi.
Conocerla es temerle, pero estar dentro de ella, saberlo tan real, tan hondamente clavado en lo profundo del ser, es divino.
Sé que a veces me aturde el remordimiento, comprendo que soy un ser humano a medio hacer, pero quiero realizarme a su lado. La mayoría de las personas que mataba se lo merecían. Una tras otra, había cometido maldades casi comparables con las mías.
Quería dejar mi marca, quería que ella me notara cada vez que hacía algo en su nombre.
Es por ello que a veces me sentía como un amante. Violento y salvaje. Empuñando mi cuchillo predilecto de hoja rígida, abusaba de mi víctima incrustadolo una y otra vez en su carne virgen y pulcra, desollando cada palmo de su cuerpo, almacenando para mi la sangre que caía sobre mis zapatos.
Me fascina degustar del delicioso aroma que desprende como incienso aquellos cuerpos recién cortados, el último aliento de vida que conmociona cada parte de mi cuerpo, ese perfume que me guía a los confines más sublimes del paraíso: mi droga y mi estímulo.
Procuro siempre amar a mis preciosas víctimas, intentando al extremo respetar su delicada piel, acariciarla con suavidad al tiempo que la hoja de mi cuchillo arrebata de sus rostros los últimos vestigios de lo que un día fue un ser humano.
Aunque, al final, lo único que queda de ellos es —según la policía— una masa amorfa y bizarra. Ellos jamás sabrán apreciar mi arte, no como lo hace ella, no como mi musa
Es como si, con cada gota de sangre, se les escurriera sus últimos sentidos, como si destilara hasta su propia alma. Los sentimientos, los miedos y temores, hasta que la vida que les arrebato queda estampada en el suelo.
Como un mosaico.
Narrador omnisciente.
El autocontrol era algo que Light había perfeccionado con el tiempo, por una u otra razón siempre se veía a sí mismo envuelto en situaciones que lo obligaban a regular su comportamiento o simplemente no reaccionar ante ellas.
Sin embargo, la obsesión hacia que el autocontrol se le escurriera de los dedos mientras la miraba, la poca cordura que le quedaba era lo único que lo sostenía y le impide lanzarse sobre ella y devorarla.
Se imaginaba a sí mismo lamiendo cada centímetro de su ser, poseyéndola hasta romper sus costillas, hasta que cada inhalación solo avive el infierno que planeaba crear dentro de ella. Como el oxígeno alimentando un fuego, Light quería consumir cada centímetro de su dulce cuerpo hasta que ella no pensara en nada más que en cómo meterle más profundamente dentro de ella.
—¿Light? —Eos lo miró con la cabeza ligeramente ladeada mientras le extendía una copa de vino—. Has estado mirándome por un largo tiempo.
—Solo pienso en lo bien que te queda el cabello largo, recuerdo que cuando íbamos en secundaria preferías llevarlo corto —respondió ágilmente, intentando desviar su mente de cualquier pensamiento impuro que pudiera generarse.
La pelirroja desvió la mirada y le dio un sorbo a su copa de vino:—Se siente como si hubiera sido hace una eternidad —susurró.
Light la miró por una segundos antes de tomar uno de sus mechones de cabello con delicadeza y plantar un beso en este, oliendo por unos segundos el delicioso aroma que desprendía de él:—Fue buena decisión dejartelo crecer, sin embargo, aún me pregunto por qué lo hiciste —respondió Light, notando como, al tomar aquel mechón de cabello, había despejado el cuello de Eos.
Solo él era consciente de las ansias que tenía por morderlo.
—Es algo complicado y medio triste, no creo que sea el momento para hablar de eso ahora, tal vez te lo diga algún día —El castaño levantó una ceja y ella sonrío.
—Como quieras, no te obligaré a decirlo si no estás lista, puedes decirmelo cuando quieras —respondió Light, soltando un largo suspiro y dándole un largo sorbo a su copa—. El apartamento es bastante lindo, por cierto.
—Lo sé, me costó buscar uno en una buena zona a un precio razonable —dijo ella, llenando su copa y la de Light.
Entre charlas, ambos terminaron por beber una botella entera de vino, haciendo que Eos buscara otra mientras que Light tomaba su teléfono para llamar a Misa. Ambos estaban ligeramente ebrios.
—La tengo —dijo la pelirroja con una gran sonrisa mientras le quitaba el corcho a la botella.
—Acabo de terminar con Misa —confesó Light de repente.
La sorpresiva confesión casi provoca que Eos soltara la botella. Eso no era parte de su plan.
—¿Qué?
—No amo a Misa y, siendo sincero, ya no la necesito —expresó el castaño, extendiendo su mano para que Eos la tomara, cosa que ella hizo, para así poderla hacerla sentarse en su regazo—. Eos, eres la única razón por la cual terminé con ella, te necesito a mi lado, te deseo.
La pelirroja levantó las cejas, no sabia como reaccionar, el alcohol en su sistema provocaba que ella no lograra reaccionar apropiadamente a la situación presente ante ella.
—Te arrepentirás de esto mañana.
—Tal vez, pero al menos podré estar contigo por esta noche ¿no es así? —Eos soltó una risita ante aquello, luego se levantó y se sentó a un lado de Light.
Con sutileza, Eos hizo que Light se recostara en sus piernas. Él, sabiendo sus intenciones, abrió ligeramente la boca para que ella vertiera el vino dentro de ella.
Hilos de líquido carmesí se deslizaron desde la boca de Lights hasta su mandíbula.
—Estás ebrio.
—Y tú estás encantadora, Eos.
Ella sonrió y besó sus labios, disfrutando del sabor de vino impregnado en ellos.
Ambos siguieron bebiendo.
Casi finalizando la botella, Eos comenzó a beber de la botella, dejando que el líquido cayera en su boca y se delizara por su mandíbula hasta llegar a su cuello mientras que Light bebía de las líneas de vino que caían por la barbilla de Eos.
—Creo que necesitamos más vino —dijo ella, observando como Light se quitaba la camisa blanca teñida de carmesí, gracias al vino, para luego comenzar a lamer el cuello de Eos para limpiar los restos del líquido que había caído hacia este.
—¿Estás sugiriendo que mis besos no son lo suficientemente intoxicantes? —susurró contra su cuello mientras, con besos, limpiaba el vino de su cuello llegando hasta su mandíbula
Eos soltó un jadeo de sorpresa:—Eso es justo lo que estoy diciendo -—dijo, burlona.
—Retiralo.
—Si no me besas ahora te haré mucho daño —susurró ella contra los labios de Light, tomando su cabello entre sus dedos.
—Eres encantadora cuando me amenazas —susurro él, sonriendo.
Eos tomó a Light del cuello de la camisa y, con brusquedad, chocó sus bocas casi con frenesí.
Él abrió sus ojos, había sido pillado desprevenido.
Cuando ella se separó de él lo observó con una sonrisa:—¿qué sucede, señor Yagami? Parece estar algo tenso —El mencionado soltó una risa corta al ver la sonrisa burlona de la pelirroja
Light recargó ambas manos en los costados del cuello de la mujer, dejándola sin escapatoria alguna. Su mirada ardía en fuego y, en un movimiento rápido, él estampó sus labios contra los de la pelirroja.
Fue feroz.
El contacto de sus pieles, el rozar de sus labios y el frenesí en los movimientos de la más baja, cada segundo se movía con más ferocidad, tanta que lo hacía temblar. Ella se separó de repente, dejando al hombre evidentemente anonadado y con sus labios entreabiertos.
Ella lo observaba con reto.
No era una noche normal, ella realmente quería comprobar quién de los dos era el mejor, esos habían sido los efectos del alcohol:—Esto es un pecado. —dijo él, refiriéndose específicamente a la manera en la que ella lo había besado.
—Entonces pequemos todo el día y toda la noche —dijo ella, poco antes de que Light dirigiera sus manos a su cuello, usando este como impulso para empujarla hasta él, específicamente hasta sus labios.
Sus labios húmedos hacían fricción contra los suyos con una dedicación inigualable, con dulzura y pasión profunda. Sus lenguas se comenzaron a enredar con anhelo. Él comenzó a caminar mientras la sostenía de la cintura contra su cuerpo, dirigiéndose hasta la habitación de Eos
Una vez que los dos finalmente entraron a su habitación, él la tomó por la cintura y la subió al escritorio de la muchacha, quien se alteró cuando varios de los papeles con sus dibujos se arrugaron, mientras Light abría ansiosamente las piernas de Eos, arrancando sus bragas.
Ella se quejó internamente de su destructividad, mientras él la miraba con hambre. Light lanzó otro suspiro frío, haciéndole gemir cuando el aire frío golpeó su sensible hendidura, sus piernas temblaron cuando Light le agarró los muslos con dureza.
―Light...―
Él gruñó, mientras empujaba dentro de ella dos dedos. La espalda de la pelirroja se arqueó de placer, sus paredes se contrajeron alrededor de sus dedos cuando otro pequeño gemido salió de sus labios.
―No estás en posición de decirme qué hacer ―dijo él, con los dedos bombeando furiosamente dentro de ella. Light lanzó un gemido bajo cuando su miembro se movió de nuevo, y se preguntó por un momento si estaba bien saltarse los juegos previos.
Los ojos de Light se movieron de su intimidad a su cara, disfrutando el sonido que salió de los labios de Eos. Podía sentir cómo ella se estaba poniendo más húmeda que antes, jugos resbaladizos cubriendo sus dedos hasta sus nudillos, resbalaron también sobre la mesa.
La habitación se llenó de salpicaduras, gemidos y gruñidos ocasionales. Light le sonrió a Eos, disfrutando del enrojecimiento que cubría sus mejillas mientras sus ojos estaban fijos en los de él. Su pulgar comenzó a tocar su clítoris con movimientos circulares, aplicando la cantidad adecuada de presión.
―¿El gato te comió la lengua ahora? ―preguntó, la diversión era clara en su voz mientras la veía luchar por mantener a raya tus gemidos.
No satisfecho con su silencio, se agachó, rodeando su sensible clítoris con su lengua, moviéndolo y chupándolo con entusiasmo, finalmente ganándose un gemido más fuerte por parte de Eos.
Añadió otro dedo dentro de ella y aumentó la velocidad, metiéndolos apresuradamente mientras se burlaba de su clítoris. Tan pronto como los muslos de la chica empezaron a temblar bajo sus manos y sus paredes se apretaron alrededor de sus dedos, Light supo que ella estaba cerca. Sus movimientos se volvieron más duros, empujando sus dedos lo más profundo que pudo, amando cómo los gemidos de Eos eran más fuertes.
Finalmente le rodeó los dedos con un gemido sin aliento, pero él no se detuvo. Lamió todo su jugo en su boca antes de comenzar una vez más a comerla, devorando su intimidad como si fuera la mejor comida que haya tenido en su vida mientras agregaba un tercer dedo, bombeando violentamente dentro de Eos.
―Light,... estoy...― ella era un desastre quejumbroso, patéticamente tratando de detenerlo.
La temperatura de su cuerpo se elevó, el calor se extendió desde entre las piernas hasta el estómago y bajó por las piernas. Entonces, el interior de sus muslos tembló y la necesidad de liberarse fue insoportable. Pero él no escuchó, sus súplicas cayeron en oídos sordos mientras Light seguía disfrutado de su agujero y su clítoris. Sus piernas temblaron por el placer que Light le estaba ofreciendo, y luego, se corrió por segunda vez.
Light se detuvo, separó su rostro de la intimidad de Eos y miró satisfecho el lío que hizo: la superficie de la mesa en la que estaba sentada tenía un pequeño charco de agua, mientras que las gotas caían del borde, todos los papeles que habían caído estaban mojados. Ella tenía la boca abierta, jadeando mientras intentaba recuperar el aliento. Sus mejillas estaban cubiertas de pigmento rojo mientras sus piernas estaban abiertas y todavía temblaban un poco.
―Si crees que hemos terminado, estás equivocada, esto es solo el comienzo, mi hermosa Eos ―sonrió, tomando un agarre de su cabello y tirándola en un beso desordenado, en el que pudo saborearse a si misma. Pero terminó demasiado rápido para su gusto. Él la tomó por los hombros y la empujó al suelo mientras se enderezaba.
―Ahora, quiero estar dentro de esa bonita boca tuya ―dijo, empujándola hacia abajo, hasta que su cara estaba frente a su bulto.
Eos desabrochó sus pantalones y su miembro, finalmente libre, acercándolo a su boca, untando su líquido pre seminal en tus labios regordetes. Light sonrió internamente e impaciente empujó su miembro caliente y palpitante dentro de la boca de Eos, amortiguando todos sus ruidos.
La peliverde ahuecó sus mejillas cuando él comenzó a empujar ferozmente en su boca húmeda, amando la forma en que amordazaba su miembro. Un hilo de saliva corría por la barbilla de la mujer mientras se formaban lágrimas en la esquina de sus ojos, gracias a la sensación repentina, tratando de girar su lengua alrededor de su eje. Light empujó su miembro hasta el fondo de su garganta y tomó la vista: era algo tan increíblemente erótico ver su miembro desaparecer en esa boca ansiosa, amorosa y húmeda que lo volvía loco.
Le encantaba verla toda despeinada, llevándolo todo a su boca y sintiendo la textura de su lengua a su alrededor. Alejándose, dándose tiempo a Eos para recuperarse, observó cómo la saliva corría por la barbilla de la mujer hasta llegar a su ropa, que estaba arrugada y faltaban los primeros dos botones, mientras su cabello, rojo y desastroso, sobresalía desordenadamente en todas las direcciones posibles.
Sonriendo para sí mismo, se agachó, la tomó por la cintura y luego, sin gracia, la arrojó sobre la cama. Su cara pronto fue empujada hacia abajo sobre el colchón, con el trasero en el aire mientras él comenzaba a burlarse de su húmeda intimidad.
―Estás empapada, amor ―murmuró mientras ella gemía cuando sus dedos helados entraron en contacto con su clítoris caliente.
―¡Light..., hazlo ya! ―exclamó Eo. Light chasqueó la lengua, golpeando con dureza su trasero, seguramente dejando una huella roja de su mano.
―La palabra mágica, amor ― dijo golpeando de nuevo el mismo lugar.
Aquello provocó que un escalofrío recorriera la espina dorsal de Eos puro placer, yendo directamente a su centro cuando se le puso la piel de gallina.
―Por favor..., Por favor, hazme venir de nuevo ―exclamó la pelirroja, cuando finalmente él empujó su miembro dentro de ella con un rápido empuje. Ella hizo una mueca de dolor cuando él comenzó a penetrar su intimidad, pero pronto disminuyó cuando una sensación de felicidad invadió su cuerpo y su mente.
Light seguía golpeando su trasero, amando el efecto que tenía en su Eos. Luego, tomó un agarre de su cabello rojizo y tiró de ella mientras le metía en la boca tres dedos.
―Chupa ―dijo, jadeando un poco junto a su oreja. Observando, con la boca abierta y con lujuria en sus ojos, mientras ella giraba su lengua alrededor de sus dedos, chupándolos como si fueran su miembro. Light sintió que sus paredes se tensaban a su alrededor y, de improviso, empujó sus dedos más profundamente en tu boca, haciéndole arcadas cuando sus ojos se abrieron con sorpresa.
Cuando llegó a cierto punto, la cabeza de Eos comenzó a dar vueltas, sus ojos se volvieron hacia atrás, sintiendo que otro orgasmo le golpeaba. Al escuchar el más mínimo cambio en sus gemidos, Light, aceleró, golpeando el mismo lugar repetidamente cuando finalmente ella se corrió sobre su miembro con un gemido agudo.
Light sacó su miembro de la intimidad de Eos, girándola, haciendo que su espalda golpeara el colchón. Light tomó sus piernas y las colocó sobre sus hombros, mientras sus manos rasgaban su camisa y su sostén. Sus manos agarraron sus pechos, pellizcando, girando y tirando de sus duros pezones.
Sin previo aviso, empujó su miembro hacia atrás en su intimidad: las caderas empujando brutalmente contra las suyas. Light se encontró disfrutando demasiado de sus patéticos gritos de placer, amando cómo él era la razón de su placer.
―¿Ya terminaste con las burlas? ―se burló mientras su mano fría golpeaba su pecho izquierdo antes de tirar de él con brusquedad, haciéndole gemir de dolor y placer. Ella intentó hablar, pero tener su miembro golpeando profundamente dentro de ella lo hizo un poco imposible.
―Joder..., me recibes tan bien. ― gruñó apretando el agarre en sus pechos rebotantes mientras se inclinaba para besar sus labios. Sintiendo como si pudiera volver con solo escuchar su voz ronca. Light dejó que sus labios se arrastraran por su mejilla, salpicando tu rostro con besos como plumas, que definitivamente contrastaban con sus ásperas y despiadadas embestidas.
―No puedes entender lo caliente que estás ahora ―susurró mientras una gota de sudor corría por su frente. Le empezaban a doler las caderas, pero valía la pena. Después de un par de embestidas más, finalmente soltó un orgasmo dentro de ti mientras silenciaba tus gemidos con sus labios.
Se quedó así unos minutos, amando cómo lo envolvían tus cálidas y resbaladizas paredes, pero en algún momento tuvo que sacar su miembro. Vacilante, se deslizó fuera, con los ojos fijos en tu agujero hinchado, que goteaba, manchando sus sábanas.
Light sonrió de todo corazón mientras se agachaba sobre ti, sosteniendo su peso con sus codos mientras besaba suavemente tus labios.
―¿Cómo estás? -preguntó, en un tono de fondo mezclado con, lo que se podría describir como, inocencia, lo cual a la pelirroja le dio ganas de reír.
―¿Tú qué crees? ― dijo, acariciando suavemente el contorno de su mejilla derecha. Light tarareó, inclinándose hacia su toque mientras presionaba un pequeño beso en la palma de la mano de Eos.
¿Cuántas eran las veces que se había sometido a sí misma a las torturas del insomnio gracias a su clarividencia artística?
Incontables.
Sin embargo, Eos está vez planteaba en sus escritos promesas silenciosas repletas de ira y tristeza, ella escribía sobre lujuria, pero al mismo tiempo sobre el sadismo dolorosamente placentero con en el que alguien podría tratar a su propio cuerpo.
Retrataba el dolor de mantener tu cuerpo como una herramienta sin tener en cuenta las cicatrices permanentes que esto podría dejar al alma. Retrataba el momento en el que un cuerpo estaba destrozado y en el que una mente pensaba que su solo había sido creada para ello.
Porque, así como Lawliet lo había pensado al conocerla, ella poseía una belleza que solo atraía el dolor y la pena.
Una belleza que provocaba la muerte.
Ya fuera de un alma o de un cuerpo.
Eos se mordió los labios mientras escribía, los sentimientos que amenazaban con consumirla no le pertenecían solo ella, solo un vestigio de su rabia le pertenecía.
La pelirroja se levantó de su escritorio, cerrando su libreta y asegurándola en un lugar en la que Light no pudiera encontrarla, miró al hombre dormido en su cama y, sin expresión alguna, salió de su habitación mientras se ponía la camisa de Light y su ropa interior que había tomado del suelo.
El sonido del timbre la guió hacia la puerta, la cual no tardó en abrir al ver por la mirilla quién era aquel que osaba molestar a tan tempranas horas de la madrugada.
Al abrir la puerta se encontró con un par de codos negros que la miraban con devoción. Eso se limitó a mirarlo, sin expresión, sin moverse. Su presencia no le había impresionado.
—¿Qué significa esto? —preguntó, comenzando a caminar hacia el desayunador, sentándose en un taburete y observando cómo el hombre de cabellos negros cerraba la puerta de su departamento.
—Señorita, vine a traerle toda la información que recopilé en estos días sobre lo que me pidió, fue bastante difícil pero logré encontrar algunas cosas bastante interesantes —se explicó, entregando con manos temblorosas el sobre con una carpeta llena de papeles.
Eos los ojeó mientras él temblaba de la incertidumbre y la emoción por saber cómo reaccionaría.
El sonido de la risa gutural y complacida de Eos se escuchó por lo bajo:—Bien hecho Mikami, sigue trabajando así hasta ya verás que pronto tendrás una recompensa.
La pelirroja extendió su mano hasta el cabello de Mikami y lo acarició, el disfrutó, complacido. Nada le hacía sentir más feliz que serle útil a su diosa.
Él le pertenecía.
Desde el momento que la vio Mikami siempre supo que había algo en Eos. Ella no era una mujer común.
Ella se sentó a su lado en una de esas clases que tenían en común pese a ejercer diferentes carreras. Estaba seguro de haberla visto antes porque, de haberlo hecho, jamás la habría olvidado.
Tenía una cara preciosa con unos rasgos definidos que lo atrajeron nada más posar su mirada en esos ojos pardos.
—"Disculpa, ¿tienes pareja?" —preguntó al finalizar la clase.
—"¿Perdón?" —respondió, casi como una pregunta, con una suave voz que a la vez dejaba soltar un suspiro.
—"Me preguntaba si tenías pareja para el trabajo" —corrigió Mikami apresuradamente.
Ella negó delicadamente, como si él no fuera digno de recibir una respuesta hablada y escuchar aquella suave y tersa voz que provocó que sus rodillas temblaran.
—"¿Te gustaría realizarlo conmigo? Si no es mucha molestia, claro, mi nombre es Mikami Teru."
Ella lo miró por escasos instantes, escaneandolo de arriba hacia abajo para luego sacar una libreta negra cerrada con un broche junto con un bolígrafo, ella ojeó las páginas antes de mirarlo.
—"Podemos hacerlo el viernes veintitrés, tengo el día libre, no es necesario hacer varias reuniones. Podemos concretar todo ese día" —explicó mientras lo miraba.
—"El viernes veintitrés será" —Respondió el azabache.
Ella escribió en su agenda y luego la cerró, acto seguido, sacó una tarjeta de cartón y escribió algo en él reverso. Mientras ella lo hacía Mikami quiso hablar.
—"Conozco un río precioso y cerca hay una cabaña escondida en donde hay una cafetería, creo que..."—
—"Estos son mi email y mi número de teléfono, te los doy para concretar los detalles de nuestro encuentro, mi nombre es Eos Akugami. Ahora mismo estoy un poco ocupada así que debo irme" —Lo interrumpió, hizo una reverencia y luego se fue.
Ella caminaba contoneando sus caderas, pareciendo inconsciente de este movimiento, su figura se resaltaba gracias al pantalón negro ceñido en sus piernas.
Sus deseos, en un principio, fueron impuros.
Pero ¿podría alguien realmente culparlo?
Eos parecía ser la encarnación misma del pecado. La lujuria era lo que más evocaba en ti cuando la veías, hasta el hombre más correcto la desearía a muerte, era innegable que poder tocar su cuerpo sería un privilegio y un bendición otorgada por los dioses.
El siguiente pecado era la gula.
Entre más la conocías más la querías. Querías consumirla y que ella te consumiera. Querías consumir su tiempo como si ella representará un delicioso filete y tú un león que no ha comido en dos días.
La avaricia siempre iba atada a la gula.
Más, más, más.
Quería más.
La codicia es un pecado de exceso al igual que la lujuria y la gula, pero el exceso se manifestaba en el deseo de poseerla de forma irreflexiva. Sin importar el medio por el que tuvieras que conseguirla, quería su atención.
Y este mismo deseo de querer su tiempo te hacía recaer en el pecado de la envidia cuando otros lograban adquirirlo.
Quería estar en el lugar de aquella ingenua chica rubia que pasaba tiempo con ella por las tardes y de vez en cuando dormía con ella por la noches. Quería que esa misma chica tuviera roto el corazón por tener algo que él no podía alcanzar a tener. La envidia era el vicio que lo llevaba a desear el mal de aquella —No tan inocente— rubia.
Cuatro de los siete pecados mortales yacían en él con el simple susurro del nombre de la pelirroja.
Sin embargo, cuando esta misma demostró que ella era aquella persona que tanto admiraba incondicionalmente, Mikami sintió que había sido egoísta al intentar acaparar a una diosa. Una diosa que le mostró su voluntad e, incluso, había predicho ciertas situaciones que él jamás habría podido adivinar.
Eos sonrió mientras miraba los papeles, llenos de tanta información que creía que su mente explotaría, al terminar de analizarlos, Eos detuvo sus caricias y observó a Mikami. Este último volvió al presente, dejando atrás sus bellos recuerdos de Eos.
—Tú desempeño fue extraordinario y no puedo hacer más que estar agradecida por tan gran aporte, por el momento, lo único que harás será tomar la computadora que te entregué y hacer lo que te indiqué en el momento en el que te la di -habló.
Los mandatos de Eos eran órdenes para Mikami.
—Luego de un tiempo, aún no preciso el momento, pasará lo que te dije el día de mi confesión y tendrás un poder similar al mío. Cuando esto suceda lo sabré y te daré las indicaciones que debes seguir.
—diosa, no sé si sea digno...
Eos negó con la cabeza, acariciando el rostro de Mikami con una dulzura seductora.
—Más que eso, Mikami, eres el hombre perfecto para el trabajo —susurró, plantando un beso en la frente del pelinegro para luego abrazarlo—. Eres la mano derecha que ordenó las piezas en el tablero de juego de tu diosa.
Eos miró con una sonrisa el folder abierto sobre el desayunador, específicamente la foto de un chico albino y ojeroso.
—Y eres quien me ayudará a poner a los jugadores en orden.
Ultima palabra del capitulo escrita 19:30 PM
Tarde, pero aquí está.
¿Light realmente terminó con Misa? ¿Light habrá escuchado la conversación de Eos? ¿Qué traman Eos y Mikami? ¿Quiénes son aquellos que narran las primeras partes de los capítulos? ¿Son dos personas diferentes?
Creo que esas son las preguntas que tienen hasta ahora, si les encuentran respuesta no duden en comentar, si tienen más preguntas, me encantaría leerlas.
Próximamente tendremos nueva portada y un banner gif, hace poco aceptaron mi pedido en una tienda de portadas/edits. Ya me dieron el preview y están muy lindos.
Siendo todo por hoy, no olviden comentar su opinión por como va la historia y votar <3
Gracias por leer.
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