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chapter two. drugged


Tw si pensaron que el pasado estaba fuerte, este está el doble. Homofobia, drogas, violencia intrafamiliar, insultos.

Lo había intentado todo. Había intentado convencer a la entrenadora de que fuera alguien más en su lugar, cualquiera. Incluso Hannah se había propuesto, sabiendo que tenía amigas en el equipo.

Pero nada funcionó. La entrenadora había tomado una decisión y no sería posible hacerla cambiar de opinión.

Llegó a casa temblando, agradeció que su madre no estuviera y se dejó caer en el piso. Sería el peor fin de semana de su vida. Tendría que estar no solo con un montón de chicas, sino que tendría que estar con ella, la chica a la que le tenía tanto pánico.

Abrazó su cuerpo en sus brazos, buscando algo de calor, una persona que la cuidara, quería sentir algo, aunque fuera por un momento, algo que no fuera temor absoluto y puro.

[...]

Sadie buscó entre los cajones de su madre, buscando pastillas, alcohol, lo que fuera para soportar el viaje, aunque fuera el avión. Después pediría una habitación separada, y con suerte creerían que si necesitaba tener la habitación sola por su 'ritual de concentración'.

El ritual de concentración fue algo que inventó una vez, cuando las porristas querían ir a una fiesta después de un partido. Su ritual se hacía antes y después de los juegos, según ella. Consistía en tener una habitación completamente sola, con la temperatura a diez grados, con un difusor con olor a lavanda, después de comer pescado asado.

Tenía suerte de que todos pensaran que era una profesional, que ella sabía lo que hacía y que tenía tradiciones tan tontas como los deportistas reales.

Una vez Hannah dijo que haría el ritual con ella, pero había descubierto ahí mismo que era alérgica al pescado, por lo que tuvieron que llevarla al hospital.

Parte del ritual era cierto, tenía que hacerlo para no levantar sospechas.

No le importaba el pescado, ni el frío, pero el olor a lavanda era asqueroso, no lo soportaba, por lo que se arrepintió un montón después de decirlo. Tenía que soportarlo, pero cada vez que lo olía se le revolvía el estómago.

Encontró un montón de pastillas y leyó los efectos secundarios que daba el consumirlas. Decidió que con tres estaría bien, estaría atontada, o en el mejor de los casos, adormilada.

Las tomó y guardó en una bolsa de plástico para que no se fueran a ensuciar. Las guardo en su bolsillo, ya después las metería en su maleta. Esperaba que su madre no se diera cuenta, y que, si lo hacía que no dijera nada.

Se fue a su habitación para hacer la maleta. ¿Qué debería de empacar cuando esperaba no ir? Guardo sus uniformes limpios, junto con sus zapatillas anormalmente blancas y perfectas a pesar de los años que llevaba utilizándolas, guardó dos pares de pijamas, dos sudaderas, dos camisas, jeans y ropa interior, con varios cambios.

Si tenía pesadillas de solo tener cerca a Lottie, probablemente tendría el doble al tener que verla y animar para ella.

Sabía que, probablemente, terminaría vomitando más de una vez.

Lottie solo era la punta del iceberg para ella, quien sabe que habría más abajo.

Guardó los accesorios de su uniforme de porristas, guardaría después su cepillo de dientes, el de cabello y su pasta. Escondió entre la ropa sus pastillas, si le preguntaban en el aeropuerto diría que eran porque le tenía miedo a los aviones o algo.

Después lo pensó, no sería posible hacer eso, la detendrían. Podría regresar como si nada y no ir a las nacionales...

Pero no, si hacía eso probablemente la destituirían de su cargo como capitana, y terminaría viéndose como una drogadicta, como su madre.

Las tomaría antes de irse al aeropuerto, esperando que se disolvieran lo suficiente en su intestino.

No quería ser como su madre, de hecho ella era la razón por la que la espantaba la idea de ser mamá alguna vez, de tener una familia, aunque claro, sería difícil tener una familia por su... situación.

Su madre misma le había enseñado lo horrible que era, la abominación que representaba y el asco que a ella le daba.

Tal vez... lo mejor sería no tomar nada, alejarse de esa idea, porque si lo hacía, tal vez no podría salir de ello. Dejó las pastillas en su buró y miró la hora, apenas eran las siete, no había pasado casi nada de tiempo, quería evitar dormir para no verla, pero si lo hacía, sabía que se sentiría demasiado cansada.

Así que solo se cambio de ropa y se fue a dormir.

[...]

La despertaron los gritos. Su madre le estaba gritando.

—¡¿por qué no me dijiste que te irías?! ¡¿Te irás como la machorra que eres, verdad?! ¡Como la puta machorra que eres!

—Mamá, yo...

—Además de desviada, me saliste ladrona.–Rio al ver las pastillas en el buró de su hija. Sadie se levantó con rapidez de su cama, queriendo evitarla, pero su madre siempre fue más rápida, y más fuerte, sin importar cuánto entrenara Sadie, o lo drogada que ella estuviera.–Deberías de aprender a no tomar lo que no es tuyo, malcriada.

—¡No mamá! ¡Yo no quería! Es solo que...

—¡No me importan tus excusas! Debes aprender un poco sobre el respeto.–La jaló del pelo. Sadie no se defendió, pero gritó del dolor.

—¡No! ¡Suéltame!–Su madre tomó las pastillas de la bolsa.

—¿Tanto las querías? Tómalas entonces, desviada.–Le metió las pastillas a la boca e inclinó su cabeza hacia atrás, haciendo que se las tragara.–Pobre de ti que escupas... es más, ¿quieres saber que se siente estar drogada?–Sadie negó con fuerza, pero a su madre no le importo.

La llevo hasta el baño, abrió la llave y espero a que se llenara lo suficiente. Sadie siguió gritando, pidiendo por una ayuda que no llegaría, suplicando por una piedad que nunca existió.

A su madre nunca le habían gustado los niños, a su padre nunca le importó, dejó a su novia apenas supo que estaba embarazada, y lo peor llegó cuando le confesó a su madre que le gustaban las niñas cuando tenía nueve años.

Todo empeoró.

—Como en los viejos tiempos.–Masculló la mujer con ira y zambulló la cabeza de su hija en el agua, manteniéndola ahí. Ella intentó gritar, pero sabía que lo mejor en estas ocasiones era no gritar debajo del agua, así solo se ahogaría más.

Su madre sacó su cabeza del agua, dejó que respirara un poco y volvió a hundirla con desprecio. El agua estaba hirviendo, sentía su rostro quemarse un poco cada vez que bajaba.

Le hizo lo mismo una y otra vez hasta que se cansó. Su mano se retiró de la brillante cabellera de su hija.

—No vales la pena... y por cierto, si alguna vez vuelves a robarme, desviada estúpida... haré más que solo ahogarte un rato.–Murmuró contra su cabello antes de levantarse y salir de ahí.

Sadie se quitó el pelo del rostro, tosiendo con fuerza, tratando de que toda el agua saliera de sus pulmones.

Lloro en silencio en cuanto tuvo la fuerza para hacerlo, sus ligeros sollozos retumbaron en las paredes de aquel baño, pero gracias a dios, su madre no alcanzó a escucharlos.

[...]

Era tarde. Había pasado tanto tiempo llorando, que ni siquiera se dio cuenta de la hora que era. Le pediría a Mike llevarla, pero le avergonzaba su aspecto, además, el debería estar demasiado preocupado por Allie como para venir por ella.

Además, las pastillas empezaban a hacer efecto. Así que se arregló como pudo, haciendo el mínimo esfuerzo y salió hacia la central de autobuses con sus cosas.

Empezó a sentirse mareada y hasta cansada, sus ojos amenzaban con cerrarse en cualquier momento, pero estaba esperando que no pasara.

Llegó al aeropuerto, todas ya estaban ahí, parecía haber sido la última en llegar, pero no le importó por su estado.

Le dijeron que había llegado tarde, la regañaron por algo que no le importó.

Las chicas la miraron de lejos, notando que algo estaba mal con ella, en especial Natalie, quien reconoció los síntomas de inmediato. Pero nadie se acercó a ella, ni siquiera Lottie, solo dejaron que siguiera.

—Está tan drogada que parece que caerá en cualquier momento si no la sostienen.–Murmuró la rubia para sus compañeras.

—¿Se supone que esta es la mejor porrista? Parece como cualquier otra, pero incompetente y con cero sentido de responsabilidad.–Aseguró Taissa. Jackie rodó sus ojos.

—Déjenla en paz, tal vez tomó algo porque le dan miedo los aviones. Es normal.

—Es normal tomar algo, no drogarse por completo. Alguien debería de detenerla.

—¿Y lo harás tú, cómo detuviste a Allie?–Eso la hizo callar.

Entraron al avión. Como se esperaba, habían tenido que ayudar un poco a Sadie, pero estaba tan ida que no se dio cuenta.

—No puedo creer que tu papá pagara un avión privado.–Dijo Van mientras entraban.

—Es su única forma de cuidarme.

—Y pues gracias señor Matthews.–Laura Lee llevo dentro a Sadie y ayudo a acomodar la mochila en los compartimentos.

Sadie se fue sola para encontrar asiento, vio a un chico solo y sabía que era su única opción. Fue a quitar su mochila.

—¿Qué estás haciendo?–Dijo él con enojo, pero ella se sentó de igual manera.

—¿Travis? No me importa, solo no me dejes sola con estas chicas.–Murmuró. El miró a su alrededor.

—¿Qué? ¿Por qué no?

—No tengo... permitido hablar con ellas...

—¿A que te refieres con eso?–Pregunto con confusión. Ella iba a responderle, pero se quedó dormida a pesar de sus esfuerzos de no hacerlo.

El chico la miró con extrañeza, pero decidió darle su espacio, ya que el también necesitaba el suyo.

✶⊶⊷⊶⊷❍⊶⊷⊶⊷✶

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