𝐭𝐞𝐧
[10] 𝐮𝐧𝐚 𝐠𝐫𝐚𝐭𝐚 𝐯𝐢𝐬𝐢𝐭𝐚
Me acerqué hasta mis amigos después de abandonar la mesa del ventanal.La mirada de Hunter me seguía hasta que me senté a su lado.
Maggie había llegado del baño y no paraba de hablar de la fiesta de la piscina, pero yo seguía sin poder desviar mi atención de Brandon.
— ¿Y tú que piensas Lotty?— captó mi atención Mags.
— ¿Perdón?— dije para que repitiera lo que acababa de decir ya que no había alcanzado a oírlo bien.
— Que cuando crees que va a ser la fiesta — repitió Jo.
— Supongo que mañana— me limité a decir y seguí comiendo mi sándwich.
— Vamos Charlie, alegra esa cara— intentó animarme Mags. Agradecía las intenciones de mis amigos, pero la verdad es que ver así a mi hermano no me hacia ninguna gracia.
— Creo que voy a irme a casa— dije mientras cogía la bandeja y colocaba mi bolso al hombro — Nos vemos mañana.
— ¡O hoy! — dijo Hunter y recé para que se equivocara.
— Si— reí falsamente y salí del comedor para andar hacia mi casa.
• • •
Escuché la puerta de la habitación de Brandon cerrarse de golpe. Me recosté en la cama, donde estaba leyendo Maravilloso Desastre, y esperé a oír la voz de mi hermano.
— Joder— se quejó. Las paredes en esta casa eran de papel.
Me levanté rápidamente, recogiendo mi pelo en una coleta alta. Llamé a la puerta y esperé unos segundos a que mi mellizo respondiese, como no hubo respuesta entré tapándome los ojos con mi mano derecha.
— Brandon, más te vale no estar en pelotas — dije y escuché su linda risa— Gracias a dios.
Me alegré de escuchar la risa de mi hermano. Brandon estaba sentado en el suelo apoyado sobre sus manos, observando cómo cerraba la puerta detrás de mi. Moví mis caderas hasta su lado y me senté como él, quedando frente a frente.
— ¿Estas mejor?
— Un poco— suspiró— No tengo escapatoria, ¿verdad?— dijo, refiriéndose a que tendría que contarme lo que ocurre si o si, yo asentí con una sonrisa dibujada en mi rostro.
Él se rascó la nuca y miró al techo durante unos segundos pensativo.
— Aiden no está bien— comenzó a decir — Ayer por la tarde su abuela se desmayó en casa y dijo que le dolían mucho los huesos.
En ese momento mi corazón se encogió. Daphne Bradley, la madre de Toby, es la única abuela que le queda con vida a Aiden, y es una de las personas más importantes para él. Desde muy pequeño ha mantenido una buena relación con ella, tanto que podría decir que era mucho mejor que con la de sus padres.
— ¿Pero está bien no?— dije esperanzada a que solo fuese un susto.
— Charlotte— suspiró— Le han detectado un cancer de huesos, muy avanzado.
Mis ojos se nublaron y empezaron a caer lagrimas por mis mejillas. Me levanté de golpe y comencé a caminar de un lado al otro.
— Tengo que hablar con Aiden— dije mientras abría la puerta, pero el grito de mi hermano hizo frenarme.
— Por favor Charlie— se acercó hasta mi y me abrazó. Empecé a notar que él también estaba llorando— No es un buen momento, espera unos días para hablar con él.
— ¡¿Y cuando va a ser un buen momento Brandon?!— grité — Le dije cosas muy feas el otro día, y ahora está pasando por esto solo.
— Escúchame— apoyó sus manos en mis hombros, uniendo nuestros ojos— Solo lo sabe su familia y la nuestra, aún no quiere hablar de ello.
Cerré mis ojos e intenté deshacer el nudo de mi garganta, evitando llorar más. Brandon volvió a abrazarme, pero esta vez más fuerte.
Cuando éramos más pequeños en verano solíamos ir a la casa de Daphne, allí teníamos una piscina enorme en la que Aiden y yo competíamos a ver quien aguantaba más la respiración debajo del agua. Pasábamos tardes inolvidables, en las cuales la señorita Bradley siempre nos hacía unos churros con chocolate caliente.
• • •
Abrí mis ojos y vi que mi hermano estaba en el pub,que está en la esquina de su cuarto, con los ojos cerrados. Me levanté de la cama y encendí el móvil para ver qué hora era.
— Tan solo las siete— susurré cuando la pantalla de teléfono se iluminó.
Me acerqué hasta la puerta de la habitación con cuidado y la abrí. Corrí hacia mi dormitorio y cogí una sudadera para ponérmela por encima, así no tendría tanto frío por llevar falda.
— ¿A donde vas señorita?— escuché la voz de mi madre desde el salón, cuando estaba bajando a toda prisa por las escaleras — Ven aquí.
Me acerqué hasta el salón y vi a mi padre dormido en el sofá. Sin embargo mi madre seguía viendo un programa de televisión.
— Voy a casa de Maggie— mentí— Tenemos que hacer un trabajo de economía.
— Pero si ella no cursa economía— me miró picarona y maldije al momento. Miré a sus brillantes ojos durante unos segundos. Bufé y me senté a su lado.
—Brandon me lo contó, quiero ir a hablar con él.
— Oh cariño— me abrazó— Es muy tarde, ya tendrás tiempo mañana de hablar con Bradley.
— Mamá por favor— me aparté lentamente y la volví a mirar a los ojos— No puedo esperar, necesito ir ahora.
Los ojos de mi madre se desviaron hacia mi padre, pero volvieron hacia mi dirección. Una débil sonrisa se dibujó en su rostro, con su mano escondió un mechón de pelo detrás de mi oreja.
— No llegues muy tarde, ¿vale?— suspiró.
— Gracias— dije y salí corriendo de casa.
Cogí las llaves del Kia y subí a este. Con las emociones a flor de piel empecé a conducir en dirección a casa de Bradley. No pude evitar que me cayesen unas cuantas lagrimas de los ojos al pensar en ello. Una vez aparqué en frente a aquel dulce hogar, pensé repetidas veces como empezar con la conversación y como decir por qué estaba allí un viernes a las siete y media.
Bajé del coche y mientras caminaba por el jardín principal me hice un moño alto, dejando caer unos mechones de pelo a los lados.
Toqué el timbre y la madre de Aiden me abrió la puerta, estaba apagada pero en cuanto vio quien era una linda sonrisa se dibujó en su rostro.
— Charlotte— me abrazó fuerte— Que grata sorpresa, pasa cariño.
Amelia hizo un ademán para dejarme entrar en su casa. La mujer colocó su brazo por mi espalda y me acompañó hasta el salón, donde nos sentamos en el sofá.
— ¿Quieres algo? ¿Un chocolate caliente tal vez?— dije pero negué— ¿Agua? Lo que sea.
— No gracias, de verdad — le sonreí — Venía a hablar con Aiden.
— Me alegra saber que estáis volviendo a ser amigos— dijo mientras se levantaba del sofá — Aiden necesita una mano dura, sobre todo de una chica como tú— me guiñó el ojo y solté una risa tonta — Lleva todo el día encerrado en su habitación, creo que ya sabes el camino.
— Creo recordar que si— forcé una risa y Amelia me sonrió.
La señorita Bradley, de apellido de soltera White, me acompañó hasta las escaleras y cuando ya estaba en la segunda planta su débil voz hizo que girase sobre mis talones.
— Lotty, quédate hoy a cenar— se mordió el labio— Nos vendrá bien a los dos tu compañía.
Asentí en silencio y me dirigí al fondo del pasillo, donde estaba el cuarto de Aiden.
Me quedé parada durante unos segundos, respirando profundamente pensando en qué le iba a decir. Intenté contener las lágrimas hasta que escuché un brusco gruñido a mis espaldas.
— ¿Qué haces aquí?— me giré en silencio y lo vi.
Aiden tenía el pelo mojado, lo que causaba que el agua corriese por todo su cuerpo. Estaba intentando secarse este con una toalla mientras otra le cubría sus partes íntimas. Mis ojos fueron de arriba a bajo, y cuando volví a la tierra pude juntar nuestros ojos en una sola mirada.
— Quería hablar contigo— dije inocentemente.
El ojiverde no dijo nada. Abrió la puerta de su habitación dejándome entrar detrás de él, yo la cerré una vez los dos estábamos allí dentro.
Bradley cogió unos calzoncillos de su armario junto con una camiseta gris de manga corta.
Yo seguía apoyada en la puerta, viendo cada uno de los movimientos que el moreno hacía, hasta que este me miró fijamente.
— No mires— hizo un gesto para que me girase.
— Oh— solté— Sí, perdón— escuché una frágil risa y esperé a que este me diera señales de que todo estaba correcto.
— Ya puedes girarte.
Volteé para ver a Bradley sentado en su escritorio. Evité mirar fijamente a sus músculos, ya que la camiseta apretada destacaba estes y me senté en su cama apoyada contra la pared.
— Pensé que ya no ibas a dirigirme la palabra — dijo mirando por su ventana— O eso dijiste la última vez que hablamos.
— De verdad yo no quería— comencé a decir pero él me interrumpió.
— Creo que sé por qué estás aquí, ¿sabes? — volvió su mirada a mis ojos— No tienes que venir ahora de buenas conmigo por pena, por todo lo que le está pasando a mi abuela y a mi familia.
Un nudo se formó en mi garganta. Doblé mis piernas y las apreté bien fuerte con mis brazos.
Nuestros ojos estaban en una batalla constante.
— Estoy bien— intentó no llorar— Estoy jodidamente bien.
— Bradley no puedes reprimir tus sentimientos — me levanté de la cama y me acerqué hasta el escritorio.
Bradley se bajó de la mesa y nos quedamos cara a cara. Nos mantuvimos en silencio durante un par de segundos, hasta que decidí romper el silencio con un abrazo el cual él correspondió.
— Siento todo lo que te dije — susurré contra su pecho — Esta vez la capulla fui yo— escuché una delicada risa proveniente de él y sonreí inconscientemente.
— Yo también reaccioné mal— dijo pero me separé al instante.
— Enserio— sus ojos brillaban — Perdón Aiden.
Estábamos realmente cerca, tanto que nuestras respiraciones se mezclaban. Una sonrisa se dibujó en su rostro al oír aquellas palabras, algo que hizo que mis mejillas se tornaran en un rojo intenso.
— Echaba de menos que me llamases por mi nombre— dijo y lo abracé, escondiendo mi cara en su torso— Supongo que esto es una vuelta a nuestro comienzo por una nueva amistad— asentí y los dos sonreímos.
No podía echarle ahora en cara lo que le dijo a Finn, no era el momento, pero en algún momento tendríamos que hablarlo.
• • •
— Y cuéntame Charlotte— comenzó a decir Amelia, mientras llevaba una cucharada de sopa a su boca— ¿Practicas ahora algún deporte? Me dijera hace tiempo tu madre que dejaras el baloncesto.
— Si— reí— Creo que el baloncesto no es lo mío — sonreí— La semana que viene tenía pensado hacer una prueba para el equipo de Volleyball.
Aiden, quien estaba sentado al lado de su madre justo en frente de mi, me miró sorprendido.
— Entonces tendremos que ir a verte a algún partido— anunció amablemente.
— Eso si me cogen— le di un sorbo a mi bebida.
— Si lo van a hacer— dijo firme y sonreí.
Durante toda la hora la señorita White estuvo preguntándome sobre mi vida de ahora, ya que llevábamos muchos años sin vernos de tal forma. Cuando terminamos de cenar, le dijimos a Amelia que fuese a descansar que nosotros nos encargábamos de recoger.
— Muchas gracias por esta visita, la necesitábamos— me dio un beso en la mejilla y desapareció escaleras arriba.
— Así que Volley— soltó Aiden mientras le quitaba los restos de comida a un plato. Le di un golpecito en el brazo y fui colocando la vajilla que el moreno me iba dando.
— Me parece interesante.
— ¿Interesante?— me vaciló.
— Sí, ¿algún problema?— los dos reímos.
Mi móvil vibró en el bolsillo de la sudadera y lo cogí. Vi que era mi madre, preguntándome que tal iba todo.
— Mierda— maldije y el ojiverde me preguntó que ocurría— Son las once, creo que será mejor que me vaya.
— Quédate a dormir— soltó cuando estaba cogiendo el bolso de la silla.
— Si claro— ironicé, elevando las cejas.
— Te lo digo enserio— frunció su ceño— Puedo poner un colchón y dormir en el suelo, no sería la primera vez.
Miré pensativa durante unos minutos la pantalla de mi móvil, hasta que le escribí otro mensaje a mi madre avisando que esta noche la pasaría en casa de Bradley.
— Esta bien— sonrió
• • •
Navegaba por Twitter tirada en la cama de Aiden, esperando a que este llegara con un par de mantas.
— Solo he encontrado este par— dijo mientras se adentraba en la habitación— Espero que no haga mucho frío.
Reí y observé como las colocaba con delicadeza sobre el colchón que había en el suelo.
— ¿Sabes?— se tumbó y fijó su mirada en el techo— Eres la primera chica que duerme en mi habitación.
— ¿Y a cuantas le has dicho eso?— bromeé y rápidamente se recostó en el colchón apoyándose sobre sus brazos.
— A unas cuantas— soltó y empezó a reírse.
— Que gracioso eres— reí falsamente y me agaché hasta el colchón para darle un golpe en el brazo.
Nos miramos durante unos segundos hasta que volvimos a acostarnos en las respectivas camas, mirando hacia el techo. En él seguían pegados los posters de AC/DC y Aerosmith, su cuarto seguía tal y como lo recordaba, aunque un poco más adaptado para un chico de dieciocho años.
— Gracias por venir— rompió el silencio— Has conseguido distraerme por un par de horas— suspiró— Y lo necesitaba.
— Estaba preocupada, cualquiera de tus amigos hubiese hecho lo mismo.
— Si— no lo estaba viendo, pero apostaría lo que fuese a que se encontraba con aquella sonrisa picarona dibujada en su rostro— Pero, ¿Ves a alguien aquí?, de verdad gracias.
— No hay de que Aiden— dije— No hay de que — volví a susurrar para luego cerrar mis ojos.
• • •
Una luz oscura al final del pasillo, solo podía enfocar aquello con mi vista. Escuchaba los gritos desesperados de mi madre porque fuese con ella, intentaba correr pero alguna fuerza mayor me lo impedía. Unas cuantas lágrimas empezaron a correr por mis mejillas, gritaba y gritaba con angustia, esperando a que alguien llegara a ayudarnos.
— Charlie— escuché — Charlotte.
Mis ojos se abrieron de par en par con el rostro de Aiden a escasos centímetros, en sus ojos podía ver intranquilidad y preocupación.
— Solo fue una pesadilla— trató de calmarme — Estas sudando, será mejor que te traiga agua y una toalla.
Aiden salió disparado hacia la cocina. Me recosté en la cama, poniendo mi espalda contra el cabecero y agarrando mi cabeza con las manos. Hacia años que no tenía pesadillas, desde muy pequeña, pero aquella parecía tan real que pensé que nunca podría salir de ella.
— Me has dado un susto de muerte — dijo mientras me daba el vaso lleno de agua.
Con una pequeña toalla mojada se encargó de quitarme el sudor de la frente y las mejillas. Tragué repetidas veces el agua que me había traído, hasta que empezó a pasar su dedo pulgar por mi pómulo. Nuestros ojos se juntaron por enésima vez en el día, realmente aquellos ojos verdes trasmitían un gran brillo.
— Bésame— solté y unió sus cejas confundido — Bésame Aiden.
Y obedeciendo mis órdenes estampó sus labios contra los míos, uniendo así nuestras lenguas. Su respiración era agitada, al igual que la mía.
El moreno se colocó encima de mi, pero sin cargar el peso para no hacerme daño, se quitó la camiseta mientras yo tenía mis manos colocadas en sus caderas. Entonces Aiden abrió la camisa, que me había dejado para dormir, de par en par y comenzó a besarme el cuello hasta el ombligo.
— Eres preciosa— susurró a mi oído para luego volver a unir nuestros labios. Nos miramos durante un par de segundos — ¿Quieres hacerlo?
— Si— dije sin pensármelo.
— ¿Estas segura?— volvió a repetir. Entonces decidida me quité el pantalón corto de pijama que me había prestado Amelia y lo lancé al suelo, dejándome así en bragas— Si quieres que pare, tú solo dímelo— Asentí.
Aiden se colocó entre mis piernas decidido a jugar con mis partes íntimas, pero cuando tocó en aquella zona tan delicada mi cuerpo empezó a estremecerse, tanto que no pude evitarlo.
— No puedo— dije cerrando mis piernas y apoyándome otra vez contra el cabecero.
— Charlotte— el ojiverde se sentó a mi lado y me dio un beso en la mejilla— No te sientas presionada, esto puede esperar— se quedó callado durante unos segundos— Solo hazlo cuando te veas preparada y cuando estés cómoda con esa persona.
Mis ojos se desviaron hacia él, sonreí y le di un largo beso— ¿Puedes dormir conmigo?
— Si, claro — dijo y los dos nos acostamos en la cama.
Intenté cerrar los ojos pero las imágenes de la pesadilla que había tenido volvieron a mi cabeza, provocando que no pudiese dormir.
— ¿Aiden?— este hizo un ruido raro, dándome a entender que me estaba escuchando — ¿Puedes abrazarme?
El moreno no contestó, pero a los pocos segundos noté como su brazo me agarraba firme por la barriga atrayéndome hacia el. Sonreí como una tonta y volví a cerrar los ojos.
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