Capítulo 1ཻུ⸙͎
Unos cálidos ojos color caramelo lo miraron. Esos ojos que lo perseguían en sus sueños durante años ya. Ojos que pertenecían a la única e irrepetible, Hermione Granger. Tenía las piernas de ella sobre sus hombros, mientras él seguía bombeando dentro del bellísimo cuerpo. Los pechos de la mujer se balanceaban con cada acometida de las caderas de él. El hombre puso los ojos en blanco mientras ella se contraía alrededor de su miembro y él se seguía moviendo.
Severus Snape se forzó a abrir los ojos. Quería mirarla. Quería ver cada expresión, cada parte de la mujer a la que amaba mientras él la llevaba hasta su clímax. Los gemidos de ella se incrementaban al tiempo que él se movía cada vez mas rápido y mas profundo dentro de su cuerpo. Sus propios ásperos gemidos se mezclaban con los de ella.
La mujer gritó su nombre y colapsó, mientras sus paredes internas pulsaban y enviaban a Severus hacia el punto sin regreso. Gruñó y murmuró el nombre de su amada mientras se venía y derramaba toda su semilla muy profundamente, dentro de su vientre. El cuerpo del hombre colapsó sobre el de ella mientras inhalaba y exhalaba con fuerza. Sentía los miembros como de gelatina la yacer allí, tratando de serenar el ritmo de su corazón antes de moverse de nuevo.
La maravillosa mujer recostada a su lado se acurrucó contra él. Él la envolvió con sus brazos, sosteniéndola con fuerza contra su cuerpo. Sabía que se estaba quedando sin tiempo esta noche. Le pasó una mano sobre el cabello. Siempre le había encantado ese cabello alborotado que tanto le molestaba a Hermione. Ella siempre estaba manoseándoselo. Los dedos de Severus siempre deseaban tocarlo cada vez que la veía luchando por quitárselo de la cara.
Se había enamorado de ella cuando la joven tenía sólo 18 años. La guerra ya se había terminado y los tres héroes habían regresado para terminar el último año de escuela. Él la había observado, de verdad observado, desde el primer día en el que había puesto los pies en su clase, el primer día de aquel año. Ella siempre había sido una insufrible sabelotodo y siempre sabía las respuestas de las preguntas que él hacía. Siempre emitiendo sus opiniones durante sus lecciones. Cuestionandolo con respecto a si había un método mejor que el que estaba enseñando. La verdad era que sus preguntas habían sido inteligentes, pero a él, todavía le parecía algo molesto.
Pero ese día, en el que la chica había entrado al salón, Snape había levantado la vista por el sonido de su llegada. Había llegado temprano, por supuesto. Pero cuando Severus la contempló aquella vez, su corazón se enloqueció. Juró que por un momento, se había detenido, mientras la miraba acercarse a su lugar de trabajo habitual, en donde se ubicaba con sus amigos. Su cabello lucía mas salvaje que nunca, pero tenía un brillo que no había notado antes. Los rizos parecían inmanejables, pero de alguna manera, no se veían electrizados como antes.
La miró a la cara. Parecía haber cambiado un poco durante su aventura. Nada muy drástico. Solo lo justo y necesario para que se viera hermosa. Su cuerpo, prácticamente cubierto por el uniforme, todavía dejaba ver la promesa de las curvas que se escondían debajo. La túnica terminaba a la altura de las rodillas, permitiéndole a Severus un vistazo de los bien formados gemelos y tobillos. Se veian bonitos. Snape nunca antes habia pensado que los tobillos o los gemelos de alguien pudieran verse bonitos, pero los de ella, eran hermosos.
Sin embargo, eran los ojos de la joven lo que le habian atraído. Esos cálidos ojos que parecían chocolate con leche, con un dejo de caramelo en ellos. Eso le encantaba. Pero fue su inteligencia y su fuerza lo que hizo que Severus la observara con detenimiento. El siempre había sabido que la chica era lista, pero era la primera vez que veía la inteligencia de una persona reflejada en los ojos.
La había estado observando durante toda la clase. Discretamente, por supuesto. Había observado esos expresivos ojos. Había observado como iban de calmados a pensativos, al tiempo que su dueña repasaba los ingredientes que iba a utilizar en su poción y que descansaban sobre la mesa, La expresión pensativa cambió a una de concentración mientras trabajaba en la poción. La concentración se convertía en enfado ante la ignorancia de sus amigos, que le pedían ayuda con sus propias pociones. El enfado cambió a humor cuando fue a revisar sus calderos. Luego de nuevo el enfado brotando de sus hermosos ojos, al escuchar que sus amigos querían que ella misma arreglara la poción que habían hecho mal. Fue entonces cuando apareció el hielo en sus ojos. Severus no sabía lo que había dicho ese idiota de Weasley para que los hermosos ojos de su bella Hermione se escarcharan de frío, pero seguro era algo malo. Al final, la chica regresó a su propio trabajo, luego de informarles lo que tenían que hacer para arreglar el desastre que habían hecho de sus pociones.
Sus ojos volvieron a la concentración previa mientras revolvía el líquido en su caldero. Severus había estado deambulando por el salón, revisando las pociones de cada estudiante, para ver como iba el progreso de cada trabajo, pero sin dejar de observar disimuladamente a Hermione. Observó como los ojos de la chica adquirían un brillo de triunfo a medida que la poción en su caldero cambiaba hasta quedar del color apropiado. Severus se encontró a sí mismo pasando por alto a varios estudiantes para poder acercarse a ella.
Cuando estuvo a su lado, miró dentro de su caldero. Perfecto, como siempre. Pero no era la poción en lo que estaba pensando. Se trataba de la autora de la poción. En algún momento, le llegó un poco del perfume de Hermione. Era dulce e intoxicante. Una mezcla de vainilla y lavanda.
Inhaló profundamente como si tratara de inspeccionar su trabajo. Su cuerpo rozó brevemente el de ella cuando se inclinó para mirar dentro del caldero. Esa simple acción causó algo parecido a una descarga eléctrica en su cuerpo.
Antes de que alguien pudiera notar su distracción con ella, se apartó. Chequeó las pociones de los amigos de Hermione. Todavía seguían siendo un desastre, pero como su garganta no parecía querer funcionar, los dejó y siguió camino, sin decir ni una palabra.
Cuando la lección finalizó, la vio partir con sus amigos. Vio como Ron le pasaba un brazo sobre los hombros mientras ella trataba de apartarse sin lastimar los sentimientos de su pelirrojo amigo.
Pasaron varios meses, y Severus seguía observando a Hermione cada vez que tenía la oportunidad. Durante las comidas, la observaba comer con su amigos, con los ojos entornados. La miraba reírse de sus bromas y la sonrisa de la jovencita hacía que el corazón de Severus se estremeciera.
Se estaba volviendo loco. Lentamente, estaba perdiendo la cordura debido a su deseo de ella. Los carnosos labios de la chica lo estaban llamando y pidiéndole que los devoraran. El cuerpo de ella lo llamaba también, para que lo tocara y acariciara.
El Maestro de Pociones sabía que ella no tenía idea que estaba invadiendo sus sueños y sus vívidas visones en vigilia. Ella no tenía idea de de lo mucho que Severus la deseaba. No sabía, tampoco, que Severus Snape estaba, lentamente, enamorándose de ella.
Hubo un día, mientras caminaba por el salón y los estudiantes estaban trabajando en una poción distinta, Severus había levantado su mano y una hebra del glorioso cabello de Hermione se había quedado enganchado entre sus dedos.
Ella se había disculpado mientras trataba de liberarse. Él, casi no la había escuchado, ya que estaba distraído pensando en lo suave y sedoso que se sentía contra su piel.
Cuando ella había logrado liberarse, quitó su cabello del medio para dejarlo ver su trabajo. No fue sino hasta que Snape regresó a su escritorio, que se dio cuenta que unas finas hebras del cabello de Hermione, se habían quedada enganchadas entre sus dedos.
Se las había quitado de los dedos, pero cuando estaba a punto de dejarlas caer, una idea acudió a su mente. En lugar de tirarlos, los guardó amorosamente en un cajón asegurado de su escritorio, cuando nadie prestaba atención.
El recuerdo de ese momento se desvaneció cuando la mujer entre sus brazos, le acarició el pecho y le anunció que hora era. Él miró esos ojos color chocolate, cuya dueña era la mujer que mas amaba.
Severus se movió un poco para poder mira el dulce rostro de la joven. Una sonrisa apareció en los labios de ella al mirarlo. Él se movió lentamente, dejando que sus labios acariciaran los de ella. Saboreando la dulce esencia que era de ella y de nadie mas. Severus la amaba y odiaba tener que dejarla de nuevo. Odiaba tener que regresar al lugar en donde la había visto por primera vez. El castillo que estaba plagado con recuerdos de ella, caminando por los pasillos.
Apartándose un poco, miró esos hermosos ojos por última vez, deslizando los dedos sobre la suave mejilla de ella. Luego salió de la cama y se vistió. El tiempo casi se terminaba. Ya casi llegaba el momento que él mas odiaba. El momento que él no soportaba ver.
Una vez vestido, regresó hasta ella y la observó amorosamente una vez mas. Luego desapareció por la puerta, para bajar las oscuras escaleras, en donde la luz apenas si hacía acto de presencia, para mantener el anonimato de los que las transitaban.
Siguió caminando en dirección de la puerta del establecimiento al que había entrado hacía casi una hora. Casi había logrado escapar cuando una mano tocó su hombro.
Se dio vuelta y se encontró con los familiares ojos de Madame Laura. Ella le sonrió cálidamente. Ahora, habían sido amigos por años .
"Todavía te quedan diez minutos, Severus. ¿Estás seguro que no te quieres quedar y usarlos?" Preguntó ella con gentileza.
Severus suspiró. "No. El efecto de la poción se terminara en diez minutos. No quiero ver como se transforma. Me duele verla transformarse y ver que en realidad, no es quien deseo que sea. Si entro después que tomó la poción, cuando ya ha hecho efecto y me voy antes que termine, ayuda a la ilusión. Ayuda a que sea mas creíble. Como si de verdad hubiera pasado el tiempo con ella. Ella...y no alguna prostituta a la que tuve que pagarle."
Madame Laura asintió, con simpatía en los ojos por el dolor de su amigo. Ella sabía que estaba enamorado de una mujer, que por alguna razón, no sentía lo mismo por él.
Nunca había preguntado la identidad de la mujer, pero por la breve descripción que había escuchado de las chicas que tomaban la poción, tenía una clara idea de quién era.
Hermione Granger. No. Ya no era Granger. Era Hermione Weasley ahora. Esa era la mujer a la que Severus amaba y no tenía en su vida. Esa era la mujer a la que Severus le hacía el amor apasionadamente cada fin de semana antes de regresar a su escuela.
Esto hacía que Laura se sintiera muy triste por su amigo, ya que era la segunda vez que amaba a una mujer que había elegido a otro hombre. Ella quería que Severus fuera feliz, por encima de todas las cosas, pero parecía que la felicidad no era algo que estuviera destinado para Severus Snape.
Severus se dio la vuelta y siguió camino cuando Laura no dijo nada mas. Él sabía que ella lo quería, que quería lo mejor para él. Que lo cuidaba como si fuera uno de sus niños.
También sabía que ella no podía entender como era posible que siempre tuviera el cabello necesario para añadir a la poción. Había acudido a ese lugar por años. Después de tantas visitas, la provisión debería haberse terminado hacía mucho tiempo.
Pero él había planeado las cosas de antemano. Severus sabía que nunca tendría a la mujer que amaba, así que había planeado las cosas de manera tal de poder tenerla, aunque sea, de vez en cuando.
Había sido durante el séptimo año de Hermione, cuando Severus visitó a Laura y le preguntó si habia alguna chica dispuesta a beber una poción para parecerse a alguien mas. Había usado el cabello que había recuperado de sus manos y lo había utilizado para crear la poción, la que luego entregaría a una prostituta dispuesta.
Aquella primera vez, lo había hecho muchas veces con la chica que se había transformado en Hermione. Había estado tan enfocado que estaba seguro que a la chica le había tomado un buen rato recuperarse.
Cuando regresó al castillo luego del encuentro, descubrió que se sentía mucho mejor. Mas tranquilo. Se sentía satisfecho. Algo que ciertamente no había sentido en mucho, mucho tiempo. Ningún encuentro previo lo había relajado y satisfecho tanto.
Entonces, Hermione entro nuevamente en su salón de clases. Toda ilusión de satisfacción se desvaneció. La deseaba otra vez. Muchas veces mas.
Solo que ahora, era mucho peor. Ahora sabía exactamente lo que se escondía debajo de esas ropas. Conocía su aroma, su sabor, y sabía como se sentía estar dentro de ella.
Esa había sido una clase muy difícil para él. Se había tenido que enfocar muchísimo para no tocarla como tanto deseaba. Para no besar esos labios que sabía eran muy suaves y que tenían el sabor de una fruta exótica, de la que no recordaba el nombre.
Luego se dio cuenta que iba a necesitar, de alguna manera, conseguir mas de su cabello para las pociones. Si esa era la única manera de tenerla, entonces que así fuera.
Se había estrujado el cerebro para encontrar una manera de conseguir el preciado cabello. Entonces, una noche, una idea le llegó a la cabeza. Su cepillo. Los cepillos siempre tenían cabellos después de peinar.
Le pidió a un elfo doméstico que le trajera el cepillo de Hermione. Consiguió uno igual y le puso un hechizo para que cada cabello que quedara atrapado en el se desvaneciera y fuera a parar a las manos del Maestro de Pociones. Luego le puso un encantamiento para que solo le enviara cabellos de Hermione. Usó una de las preciosas hebras color caramelo para que el cepillo reconociera el adn de la propietaria. Luego, añadió el último encantamiento. Uno que hacía que el cepillo jamás se perdiera o rompiera. Severus quería que Hermione lo conservara para siempre.
Luego llamó al mismo elfo doméstico para que pusiera el elemento en su lugar. Vació una de las cajas en donde guardaba sus plumas y la hechizó para guardar cada cabello de Hermione. La caja no permitiría nunca que los cabellos se perdieran o quedaran fueran de la caja. Esa caja permanecía siempre llena en la actualidad.
De esa manera, el Maestro de Pociones se las había arreglado para tener siempre lista la poción. De esa manera había sido capaz de verla cambiar a través de los años.
Habían pasado siete años desde que ella había dejado la escuela. Sabía que ahora trabajaba en el Ministerio de Magia. Sabía que se había casado con el imbécil pelirrojo. Sabía que él la hubiera hecho mucho mas feliz si tan solo ella lo hubiera mirado aunque sea una sola vez. Si tan solo lo hubiera mirado de manera que hubiera sentido que podía amarlo como él la amaba.
Durante algún tiempo, deseó haber sido lo suficientemente valiente para decirle lo que sentía por ella. Había deseado tener el coraje para dejar su corazón al descubierto. Si tan solo...hubiera dicho algo, ahora tendría mas chances que las que los escaso encuentros, algunas noches por mes con alguna chica a la que tenía que pagarle para que se viera como Hermione.
Suspiró y se dirigió dentro del castillo, en dirección a sus habitaciones. Quitó los hechizos de seguridad y entró en el salón de clases y luego a su espacio personal. Puso los hechizos nuevamente y se movió por la habitación.
Sacó una botella de Whisky de Fuego y se sirvió una medida, para luego acomodarse en su sillón a contemplar las llamas de la chimenea.
Tal vez no era muy tarde. Tal vez, algún día, tendría la oportunidad de volver a hablar con ella, de decirle lo que sentía por ella. Por supuesto, no iba a decirle que se había estado cogiendo, por años, a prostitutas a las que le daba poción multijugos para que se viesen como ella.
Sabía que si alguna vez le decía como era posible que conociera su cuerpo tan bien, después de haber pasado tantos años explorandolo, ella no volvería jamás a hablarle. Pero como se la había cogido conciensudamente en cada oportunidad que tuvo, de verdad, conocía muy bien el cuerpo de Hermione.
Severus conocía cada lugar especial de su cuerpo. Cada punto específico que hacía que las piernas de Hermione se transformaran en gelatina. Sabía que si movía la cadera de la manera apropiada, alcanzaría ese dulce lugar dentro del cuerpo de ella que la llevaba al clímax de inmediato.
Tal ves, algun día, podría tener a la verdadera y no a solo una copia que se desvanecía al cabo de una hora. Tal vez, si solo aguardaba...si era paciente, ella llegaría a él algun día.
Suspiró nuevamente. ¿A quién estaba tratando e engañar? Ella nunca llegaría a él. Incluso si alguna vez decidía deshacerse de ese idiota pelirrojo. Ella nunca le pertenecería como el deseaba que lo hiciera.
Bebió whisky hasta bien entrada la noche. Luego se arrastró hasta la cama y dejó que Hermione, llenara sus sueños.
Un adelanto♡ de esta nueva historia
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