Capítulo 65
Narra Mina.
Miraba el sobre rectangular que sujetaban mis dedos en un estado de trance que me tenía con los pies clavados en el tapete. Estaba frente a la puerta de una casa que probablemente no volvería a ver pero que no olvidaría, no fácilemente debido a los especiales momentos ahí vividos.
Me tildé viendo el sobre y luego la madera lisa de la puerta con un timbre que no me decidía a tocar. No era miedo lo que me detenía sino los miles de pensamientos que me comían la mente en este instante. También estaba la falta de expectativas. ¿Qué había del otro lado? No sabía si había alguien ahí dentro para empezar.
Tenía coraje, mucho, pero mantenía la calma.
Presioné el botón del timbre y segundos después la persiana de una de las ventanas fue bajada, la ventana de la cocina si mal no recordaba.
Nadie abriría, no si era yo quien llamaba a la puerta. No conocía al padre de Chaeyoung así que seguramente era su madre a quien le asqueaba la sola idea de tener que verme, porque de lo contrario abriría aunque sea para insultarme.
Tal vez debería ahorrarme las insistencias, meter la carta por debajo de la puerta y luego irme.
Negué entre bufidos.
No, yo no había pedido estar en esta situación, pero si estaba aquí ahora era por una justa razón.
Las palabras que Chaeyoung había escrito siempre estuvieron debajo de la almohada. ¿Cuántas veces cambió las sábanas y volvió a poner la carta allí en la espera de juntar un día el valor suficiente para enviársela a sus padres?
Volví a tocar el timbre y todo siguió igual, igual de mal. A estas alturas me sentía tan enfadada que empecé a golpear la puerta.
—¡Cobardes! Usted es una mujer muy cobarde señora Son y su esposo también. No me alcanzan las palabras para describirlos —dije antes de pegar mi frente a la puerta para que pudiera escucharme mejor a través de ella. Algo me decía que estaba del otro lado—. Su hija, señora Son, su hija será muy feliz, saldrá adelante y será muy feliz apesar de personas como usted que quieran convencerla de lo contrario. Hoy no está tan bien como quisiera, me estaría mintiendo si lo dijera y usted sabe muy bien por qué. Todo esto me ha hecho pensar si lo que cree de sus padres es verdad. ¿Es posible acaso que un padre y una madre odien a su hija cuando literalmente no le hace ningún mal a nadie? Chaeyoung lloró en mi hombro luego de una llamada que le dejó el corazón roto. Solo usted sabe lo que le dijo a su hija, señora Son, solo usted puede imaginar cómo se siente ahora.
Ella está... ¿Cómo lo digo?
¿Cómo le explico a alguien lo que yo misma me niego a entender? Estoy cansada de maldecir y de fingir que no me importa.
—No tiene... No tiene idea de lo que se está perdiendo. No tiene idea de lo que se pierde.
Odio mi cara educación de la que ahora siento que no aprendí nada importante.
—No voy a tratar de persuadirla para que perdone a quien no le debe a usted ningún perdón. Debería saber bien lo que le está causando a su hija porque es su madre, ¿quién más podría conocerla mejor que quien la trajo a este intolerante mundo y la crió? Ahora, Chaeyoung puede llamarse cobarde pero ni usted ni su esposo son capaces de mirarme a la cara y decirme que me odian. Vamos, los invito a que me digan que me odian, a que me insulten o escupan, hasta pueden intentar golpearme aunque no me dan tanta lástima como para dejar que lo hagan. Chaeyoung no es nada de lo que piensa de sí misma, los verdaderos cobardes son ustedes que les enferma amar a su hermosa hija porque les gusta hacerla sufrir. Saben qué, son unos monstruos, mejor quédense ahí con su odio hasta que terminen odiándose mutuamente y luego a ustedes mismos. No merecen a Chaeyoung, ¡no merecen ser padres de nadie! —exclamé usando mi palma derecha para darle el golpe final a la puerta.
La respiración se me agitó, el aire parecía espeso. Una mezcla se emociones me envolvían el corazón.
—Chae y yo hemos sido compañeras de clases desde el kinder y he aprendido a conocerla lo suficiente para saber cómo... —Mi mirada cayó al sobre entre mis manos— No tengo que decirlo yo.
Dícelos tú, Chae.
Me incliné y con cuidado empujé la carta por debajo de la puerta.
Ya era el momento de irme.
Decidí caminar para alargar el viaje hasta mi casa y de paso me serviría un poco para despejar algunos pensamientos. Todavía quedaba una charla con mi padre.
Mantuve mi teléfono apagado ya que no dejaban de llegar mensajes al chat grupal que tenía con mis amigos y a los individuales.
Ya en casa, lo primero que hice fue buscar a mi madre que estaba sentada en el patio trasero con su laptop y leyendo unos papeles, mi padre descansaba en una reposera acolchada a su derecha. Ya le habían quitado las vendas del brazo pero tenía que usar el cuello ortopédico por unos días más.
Cuando conseguí ser vista le hice señas a mi mamá para que viniera.
—¿Dónde estabas? Saliste sin avisar.
—Fui a dejar un recado. Pero ya volví.
—¿Recado?
—Mamá, ¿recuerdas nuestra charla del otro día? Quiero decirle a papá.
—De acuerdo. Aunque hubiera preferido que nos los dijeras cuando lo decidiste.
—Eso hice. Bueno, te lo conté a ti primero porque papá recién le habían dado el alta.
—Está bien. Ya eres mayor de edad pero me gustaría que en el futuro hablaras con nosotros antes de tomar cualquier decisión importante porque esta lo es.
Asentí y entonces fuimos adonde estaba mi padre. Ella regresó a su lugar y yo me mantuve de pie frente a los dos.
—Hola papá.
—Hija. Hola —Saludó tranquilo— ¿Recién llegas? No te vi, disculpa, todavía no me acostumbro a usar esta cosa —Se removió en su reposera sujetando el cuello ortopédico.
—Llegué hace un momento. No te esfuerces —Mi madre me acercó una silla plegable para que me sentara—. ¿Cómo estás?
—Bien.
—Papá... —Intercambié mirada con mamá— Quisiera platicarte de algo.
—¿Sí? ¿De qué quieres hablar?
—Es algo que tiene que ver con mi futuro, sobre una decisión que tomé para después de mi graduación más específicamente.
—¿Está relacionado con Chaeyon?
Sí y no.
Me humedecí los labios antes de continuar.
Luego de la conversación tenida con mi madre días atrás me imaginaba una reacción similar de parte de papá pero no fue así. Al cabo de una hora estaba abrazándolos a ambos.
Agradecía tener unos padres comprensivos, hoy más que nunca.
—¿Cenamos pizza?
Narra Chaeyoung.
Escuchaba música en mi celular mientras pasaba la aspiradora por la
sala. No me había levantado en toda la mañana nada más que para ir al baño a lavarme los dientes, seguía sin ganas de nada, no obstante no quería ser desagradecida con la familia de Dahyun.
Aseados los pisos y algunos muebles, me tumbé en la cama de mi amiga otra vez a mirar el techo beige. La lista de canciones del mp3 seguía en reproducción y la siguiente en la lista fue On My Mind de Ali Gatie.
Sí, mi pronunciación había mejorado, tuve a la mejor tutora de Inglés después de todo.
Mina...
Una gotas fueron formándose en mis ojos a medida que iba escuchando la canción, una alcanzó a mojar mi oreja derecha. La letra me hacía recordar todos los errores que había cometido solo para darme cuenta de lo tan valiosa que era mi pingüina. Ella era todo y ahora...
Ella quiere olvidarte, basta Chaeyoung, respeta su deseo. Tuviste muchas oportunidades y ¿qué hiciste?, las rechazaste y desperdiciaste. Ni siquiera tienes derecho a llorar por ella, déjala ser feliz.
—Déjala ser feliz —Me dije usando el pañuelo que traía en el bolsillo de mis joggins para secarme los ojos.
Iba al baño a ducharme cuando de repente la puerta del cuarto fue abierta de golpe. No me dió tiempo a asustarme, era Dahyun que parecía haber corrido como si le hubieran avisado que su bias estaba en casa.
—Tengo... dos co... cosas importantes... —Estaba muy agitada.
—¿Por qué no recuperas el aliento primero?
—Eso... intento. Vamos a la cocina por H2O.
Hasta allí la seguí y luego de beberse casi dos vasos llenos de agua, pudo hablar.
—¡LO HICIMOS CHAE, LO LOGRAMOS! —Festejó alzando y moviendo los puños en el aire antes de abrazarme.
—¿A-aprobamos?
—¡¡¡Síii!!!
Ajá.
...
Espera... ¡¡¡¿¿¿Q... Qué???!!!
Ahora el festejo era más alocado, el abrazo desordenado acompañado de saltitos y grititos agudos mientras girábamos.
—¡Aprobamos! —Me tenía mucha confianza y fe de poder raspar aunque sea un siete pero que ya fuera un hecho se sentía increíble, ¡maravilloso!
—Y no solo aprobamos. Escucha atentamente —Colocó sus manos en mis mejillas para asegurarse de eso—. Nuestro promedio final es ocho. ¿Escuchaste? OCHO.
...
...
...
O... Och... Ocho...
█▀▀ █▀█ █▀▄▀█ █▀█ ▀█
█▄▄ █▄█ █░▀░█ █▄█ █
¿Có... mo?
—Oye tranquila, no te vayas a ¡desmayaaar!
🔟 MINUTOS DESPUÉS...
—Chae, reacciona. Chae...
¿Y esa voz?
—Mm... —¿Quién es?— ¿Dahyun?
—Hasta que reaccionas —dijo sentándose en el reposabrazos del sofá donde yo estaba ¿acostada?
—¿Qué pasó? —pregunté incorporándome.
—Pues te dije la nota de tu promedio y te desmayaste como unos diez minutos, eso pasó.
—Ah sí.
—Tuve que hacerte oler mi calcetín para hacerte reaccionar.
—¿Ehh?
—Es broma jsjs. Usé alcohol del botiquín. Pero en serio no pensé que te fueras a desmayar, ni yo que vi mi nota en vivo y en directo hice eso.
—Yo... —Me estiré lo suficiente para alcanzar el vaso de agua que estaba encima de la mesa y la bebí— ¿D-de verdad sacamos choco, digo ocho como promedio? —Dubu asintió—. ¿Pero cómo? Quiero decir, creí que apenas rasguñaría un siete.
Ay God.
—¿Por qué si salvo Inglés no te iba mal en las otras materias? Bueno, no tan mal.
—Pues mis últimas notas no eran muy altas que digamos.
—Tú lo has dicho, las últimas. Siempre fuiste muy estudiosa, sobretodo la primera mitad del año, y conseguías mantener tu promedio de siete. Lo que te costaba era entender más bien. Peeero, en los exámenes sí que te luciste, vi tu nota pero no te la voy a decir.
—¿Qué? ¿Por qué no?
—¿Para que te desmayes? No, gracias.
Aish.
—Le preguntaré a Joy.
—Le diré que no te la diga —dijo sacando la lengua.
AISH.
—Pero ya en serio, ¿y si se equivocaron con la nota?
—Repítelo y esta vez te haré oler mis calcetines de verdad.
—Y te quejas porque me desmayo.
Nos reímos hasta que de un instante a otro toda su cara se frunció.
—Casi olvido la otra cosa que iba a contarte.
—¿Qué cosa?
—Me encontré con Somi en la escuela. Me dijo que... ¿Tú ya lo sabías?
—¿Que se irá a Canadá? —Suspiré— Sí.
—PERO... ¿Y yo porqué recién me entero hoy? ¿No éramos las Tres Mosqueteras? ¿Hace cuánto lo sabes tú?
—Me lo dijo después de que la viéramos llorando esa vez en la fuente. Salimos a caminar al otro día... —No lo olvido, ese día fue la última vez que vi la sonrisa de Mina, ese día saldríamos a pasear pero no se dió.
—¡Pues gracias por avisar!
—Dubu.
—¿Hm?
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—¿Desde cuándo pides permiso para eso? Solo pregunta y ya.
—Pues... Mina...
—No, no la vi en la escuela. Quizás fue más temprano o piense ir más tarde. Aunque admito que de la emoción me regresé como el correcaminos para chismosearte las notas.
—¿Cómo le fue en el examen?
—¡Más que bien! Su nombre aparece entre los diez primeros lugares. Le quedó nueve de promedio final.
—¡¡¡¿¿¿Nueve???!!!
Wow...
—Sí, igual que Yerin, Sinb, Umji y Yuju, solo hay una diferencia ínfima en los centésimos pero... ¿Chae?
Una ligera molestia en los ojos y en la nariz hizo que me quedara en silencio. Algo punzó mi pecho por dentro.
Te felicito, pingüino. Qué inteligente eres.
Yo no hubiera podido hacer nada si ti.
—Si aprobé fue gracias a Mina, se lo debo todo a ella. Yo pude estudiar, entender y aprender mejor para el examen gracias al inmenso esfuerzo y doble trabajo que hizo conmigo.
—Entonces siéntete muy orgullosa, porque te aseguro que ella está o lo estará de ti —dijo con una sonrisa—. Yo estoy muy contenta de que le haya ido bien a mis amigas, en especial a nosotras tres. ¿Y tú?
—Yo también.
—¡Eso es! Ahora dejemos de lado un ratón el asunto de los exámenes y pensemos en lo que nos espera el miércoles.
—¿La ceremonia de...
—Nou, además de eso —Se paró arriba del sofá haciendo una pose de superhéroe—. ¡La fiesta de graduación!
Narra Mina.
Quería ir al instituto y dejarme sorprender por la nota pero el genio de Mark envió fotos de la carteleras con las calificaciones de los exámenes integradores al grupo de Kakao. Y ahí estaba la mía.
Las vergonzosas ganas de hacer una rabieta casi me ganan pero me aguanté y preferí salir del grupo hasta que se me pasaran las ganas de estrangular a cierto chico rubio, aunque claro, no tardaron en volver a añadirme.
El resto de la mañana me la pasé limpiando y ordenando mi habitación ya que habían muchas cosas que ya no usaría, otras que nunca había usado y no sé por qué tenía; como uno par de patines por ejemplo, y otras cosas que guardar.
—¿A qué se debe la prisa? —Me preguntó mi madre durante el almuerzo.
—Tengo que ir al instituto a ver los resultados de los exámenes.
—¿Tus amigos no te habían compartido fotos? —No cuentan papá y algunas estaban borrosas.
—Sí, pero no es lo mismo que verlos por mi cuenta. Además tengo que fijarme si me quedaron cosas en el casillero.
Cuando terminé mi comida lavé el plato, fui por un abrigo ligero y avisé que volvía al rato.
El autobus me dejó a dos calles de la escuela que caminé a la par de otros chicos y chicas que seguramente iban a lo mismo.
Adentro del instituto todo estaba más tranquilo y sin bulla por la finalización de las clases, solo rostros ansiosos entrando y saliendo con alivio o preocupación.
Busqué las carteleras en el segundo piso y luego de ver a la cantidad de estudiantes que se habían amontonado para ver sus números decidí pasarme por mi casillero primero. Antes de abrirlo me pareció ver una cabellera corta azul bastante parecida al de una de las porristas casi al final del pasillo. Fui hacia allá.
—Ryujin.
Ella dejó lo que estaba haciendo y se irguió.
—Tú. ¿Qué quieres? —habló con desdén cuando me vió.
—Solo quería avisarte que recibí las fotos que tomaste en el Central Park y también vi el video donde nos filmaste a mis amigos y a mí saliendo del antro.
—¿Qué?
—Sé que fuiste tú. Sé que los momentos donde pueda verme avergonzada o humillada son difíciles de ignorar y por eso una buena idea es captarlas con el teléfono, al menos para ti, así podrás compartirlos con más personas, como las fotos en el baño o en la cafetería.
—No sé de qué hablas.
Claro, no lo sabes.
—Mira, no me acerqué con la intención de discutir ni de reprochar nada. Solo te confirmo que recibí y vi tus fotos por si te quedaba alguna duda de que no había sido yo quien las hubiera visto, tal vez ahora les de más satisfacción.
—Tal vez para ti sea más satisfactorio saber que Yeji se cambiará de escuela el año próximo.
Fruncí las cejas confundida.
—Desde que hiciste público lo de su padre la está pasando fatal, hasta le hicieron un blog para burlarse de ella que con suerte pudimos cerrar. No me digas, seguro te alegré el día.
No respondí a su sarcasmo.
Ryujin cerró la puerta del casillero, que ahora sabía era de Yeji, y recogió una caja del suelo.
—Yo no te envié fotos ni filmé ese video.
Aunque lo negara sabía que había sido ella, pero no importaba. Lo que dijo de Yeji me dejó pensando.
Mi casillero estaba casi vacío, Sana se había encargado de retirar todos los útiles y libros por mí. Solo quedaban el espejo que había puesto en la puerta hace años, otros tontos adornos y algunas de las tarjetas que pegaba en la puerta de cierta chica de rasgos de bebé tigre, tarjetas que dejé en blanco después de chantajearla.
Salvo las tarjetas, arrojé el resto a la basura.
Si estaba aquí no era para ver mi nota, esa ya la sabía, sino la de Chaeyoung. Sin embargo ya no veía la necesidad.
—Lo hiciste muy bien, felicitaciones —Musité delante de su casillero—. No necesito que un número me diga lo mucho que te esforzaste porque eso ya lo sé.
Triunfarás en todo lo que te propongas.
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