Capítulo 63
Narra Mina.
Terminé mi examen antes que la mayoría, lo cual me sorprendió hasta a mí misma. Podía ser muy lista si me lo proponía.
Después de entregar las hojas me dijeron que podía retirarme a casa.
¿Cómo le habrá ido? Debe seguir en examen todavía, dudo que desaproveche un solo minuto del tiempo disponible, y está muy bien.
Sé que sus esfuerzos no habrán sido en vano.
¿Qué debería hacer ahora? ¿Esperarla? ¿Irme? Supongo que cualquiera de las dos sería la correcta. Pero en vista de mi actitud de ayer lo mejor sería tal vez...
No sabía por qué había actuado así, o mejor dicho sí, es que era un constante choque de ilusiones y decepciones que siempre terminaban orillándome al mismo lugar. Luchaba contra una marea de decepciones que siempre terminaba llevándome hacia ninguna dirección.
Aprobar el examen se volvió mi único objetivo esas horas de pensar y pensar, y me concentré en eso.
Ahora que me quitaba un peso de encima seguía sin sentirme liviana, tranquila, pero no me desesperaba, no era una sensación de desenfreno ni de violencia como en ocasiones pasadas. Era una algo difícil de describir con palabras. La confusión prevalecía.
Viendo a todo a mi alrededor desde el corredor me daba cuenta de que el tiempo estuvo agotándose lentamente, muy lentamente hasta ahora. Recordaba cosas que creí haber olvidado, seguro olvidé cosas que creía que siempre recordaría, y cada vez faltaba menos para dejar todo atrás.
Cuando bajé al pasillo principal me pareció ver desde lejos a la asistente personal de mis padres venir hacia mí. Sí, era ella.
Qué extraño.
—Hola —dije confundida.
—Mina, ¿cómo estás? —Parecía preocupada.
—Bien. ¿Pasó algo?
—Veo que ya acabaste tus exámenes —Asentí—. Te pido entonces que me acompañes.
—¿Razón?
—Tu madre me envió por ti. Tu padre... Tu padre tuvo un accidente automovilístico.
¡¿QUÉ?!
-
-
—Acelera.
—Mina, intenta calmarte.
—No me pidas eso cuando mi padre puede estar muriendo y cada minuto que nos demoramos puede ser el último de su vida —Me desesperaba el jodido tráfico de la ciudad—. ¡¿Por qué mi madre no me llamó?! —Exigí saber.
—Por tus exámenes supongo. Me indicó que no te dijera nada hasta que te viera salir de tu aula. Por esa razón creo que...
—No lo puedo creer —Como si aquello fuera más importante—. Aquí es, déjame bajar. ¡Frena!
Abrí la puerta del auto y corrí directamente a la entrada principal del hospital.
—Akira Myoui, dígame a dónde fue llevado por favor —Requerí en recepción—. Soy su hija.
—A ver... —Se puso a buscar en su computadora— Akira Myoui... Al final del pasillo, a la derecha al fondo, habitación 7.
Allí mismo me dirigí, chocando con extraños, con enfermeras, no me importaba nada más que ver a mi padre y comprobar que estuviera a salvo.
Vi a mi madre fuera del cuarto conversando con una doctora. Tenía mucho miedo pero avancé de todos modos.
—¡Mamá!
—Mina.
Nos abrazamos entre lágrimas.
—¿Papá? ¿Cómo está papá? Dime que está bien, dímelo mamá.
—Tu padre se encuentra fuera de peligro —dijo la doctora. Gracias al cielo—. Le decía a tu madre que afortunadamente no fue una lesión grave a comparación a otros casos que llegan a diario, el cinturón de seguridad le salvó la vida. Aún continúa anestesiado pero en cuanto despierte les avisaremos.
Escuchar eso hizo que el alma nos volviera al cuerpo a mi madre y a mí.
—Dijo antes que se fracturó el brazo.
—Así es, así que de momento lo mantendremos aquí para su cuidado y control. Ahora, señora Myoui, le pediré que me acompañe a llenar unos papeles sobre su esposo.
—Sí —Se veía el alivio en la mirada de mi madre—. Mina, quédate aquí. Si tu padre despierta dile que fui hacer los trámites del hospital pero que no me tardo.
Asentí.
Finalmente caí de rodillas, cerré los ojos y me cubrí la boca para ahogar los gritos de susto y estrés que había acumulado durante tantas horas.
Narra Chaeyoung.
Luego de concluír nuestros exámenes Dahyun me acompañó al médico.
—Eso es. Ahora intenta ponerte de pie.
Eso mismo intenté hacer, sola, sin ayuda de nadie ni de nada. Primero puse todo mi peso sobre mi pierna de siempre y de a poco fui apoyándome en la otra, la derecha. Se sintió diferente al principio, capaz porque me estaba acostumbrando a no usarla pero en cuestión de minutos me sentí como antes, como si nunca hubiera necesitado de esas muletas.
—Y ahora trata de dar un paso.
No di uno, di cinco. Y mi ojo se sentía y veía muchisísimo mejor, me vi en el espejo. Ya me siento completamente recuperada.
—Muy bien, pero no te apures. Tienes que seguir cuidándote como hasta ahora y vendrás una vez a la semana a fisioterapia.
—¡Okay!
—Delo por hecho, doc. Yo misma me encargaré de que no falte a sus citas.
—Dije que vendré, Dahyun, no me hagas quedar como a una niña —Hice un mohín.
—Te comportas como una —Sacó la lengua.
¡Aish!
Nunca más le pediré que me acompañe al hospital. Jeje, no es cierto.
Luego de un par de recomendaciones de parte del doctor, caminamos lentamente a la salida pero justo me dieron ganas de ir al baño.
—Aquí es. Cuando salgas espérame que iré por un café para mí, que de lo nerviosa que estaba esta mañana no pude desayunar apropiadamente.
—Okay.
Qué fabuloso era recuperar mi pierna y mi ojo, había echado tanto de menos caminar por mi cuenta, correr, saltar, ir a cualquier sitio sin esas maderas, muy útiles pero no era lo mismo que usar mis piernas.
Ya no tendrás que preocuparte tanto por mí, Mina. ¡Yo seré quien te cuide ahora!
Uhm, por cierto, me pregunto si ya estará en su casa, no la vi en la escuela, bueno, fui de las últimas en salir. Dahyun me ofreció su teléfono para llamarle pero preferí no hacerlo para no molestarla, debe estar muy cansada.
Ya quiero que me vea sin el yeso. Se pondrá muy contenta.
Tras de salir del cubículo me quedé esperando a Dahyun tal y como me había dicho. Segundos después ya estaba acá.
—¡Chaeyoung!
—¿Qué te pasa? Me asusta tu cara.
—Lo siento, es que me pareció ver a... No, estoy segura de que era ella.
—No estoy entendiendo, Dubu.
—Mina, vi a Mina, pero no creo que esté aquí por ti porque la vi en el área de Emergencias.
Guat?
—¿Qué...? ¿Dónde, dónde está?
—Al fondo a la derecha —Me indicó y no dudé en trasladarme hasta allá, acelerando el paso cuanto pude.
Algo grave debió pasar. No, no pienses eso.
Puede que solo se tratara de alguien parecida y Dahyun se hubiera confundido. Dijo que estaba segura.
No, no se había confundido. Sí era Mina, la estaba viendo al final de aquel pasillo, sola, esperando...
Me apresuré en llegar hacia ella.
—Mina —Mi respiración se había agitado un poco. Mi preocupación aumentó al ver rastros de lágrimas en sus ojos y en sus mejillas.
Narra Mina.
Caminaba de un lado a otro.
Estar en esta situación me ablandaba el pensamiento, el sentimiento duro que habitaba en mi corazón. Todo en mi mente se aclaraba y empezaba a tener el sentido que nunca tuvo antes.
Me di cuenta que uno podía tenerlo todo y perderlo en un soplido. Mi familia, lo que siempre debió ser lo más importante en mi vida, casi pierdo a mi padre, un gran hombre, un gran padre al igual que mi madre. Casi.
Casi.
Casi.
El resto puede ir y venir, venir y luego irse. Entonces, si todo va y viene, ¿Qué estoy haciendo realmente con mi vida?
—Mina.
Chaeyoung.
—Chae.
Se sentía bien verla otra vez sosteniéndose por sí misma.
Está bien.
Todo va y viene, lo bueno, lo malo, los lugares permanecen pero cambian, las personas cambian.
Pero las acciones de uno no se van sin dejar marcas y siempre quedarán en la conciencia de uno por más que se encuentre escondido en lo más profundo del inconsciente, así uno lo ignore tarde o temprano sale a la luz. Lo malo muchas veces no se va.
Yo... empezaría mi adultez, pero cómo se empieza algo sin mirar atrás y querer corregir los errores que había cometido por tantos años.
Si no hubiera sido yo, hubiese sido otra, pero fui yo. Fui yo quien empezó todo y por ese motivo soy yo quien debe terminarlo.
—Dime qué ocurre por favor, ¿qué haces aquí? ¿Te pasó algo? O tal vez a... a...
—Mi padre se descompuso pero ya está... bien.
—¿Segura? Porque tus ojos me dicen otra cosa. Sé sincera, te lo ruego, sabes que cuentas conmigo-
—No me ruegues.
—¿Ehh?
Me enderecé la espalda y la miré por unos segundos cruzada de brazos.
—Todo está en orden. ¿Cómo te fue hoy?
—Pues... confío en que bien. ¿Y a ti?
—Igual.
Ninguna de mis palabras logró convencerla, la expresión de su rostro me lo decía. Era comprensible, la templanza era algo que no me caracterizaba. Pero era genuina, no estaba fingiendo.
—Quiero... Quiero disculparme por mi actitud fría de ayer.
—No tienes que-
—Déjame hablar por favor —Asintió prestando mucha atención—. He sido molesta en todos lo sentidos de la palabra, con todo el mundo, aunque ahora te niegues a admitirlo, celosa de una manera que hasta a mí me da pena y disgusta. Me he sentido sola tantas veces que no las puedo contar, me he lastimado por sentirme más capaz de soportar una clase de dolor por sobre otro. Tengo esto aquí —Me tomé del cuello—, atorado en la garganta y no puedo... Está sofocándome. Necesito respirar, Chaeyoung. Y necesito más que tú lo hagas.
—Yo... no...
—Me pediste, me suplicaste muchas veces por esto —Fijé la vista en el dispositivo en mi mano derecha—. Ya no te lo negaré.
En silencio le quité el protector al teléfono y en el interior divisé el micro chip que había dejado ahí meses atrás. Lo saqué con cuidado.
"¿A dónde se fue tu dignidad, cómo pudiste grabarme?"
—Ten —dije extendiéndoselo. Ella no reaccionó, me miraba confundida, así que tomé su mano y puse el chip sobre su palma—. En esta memoria de teléfono se encuentra almacenado el video con el que te estuve chantajeando todos estos meses. Tienes mi palabra de que no hay copias. Ahora ya no hay nada que te vincule a mí, puedes...
—¿Qué...?
—Puedes seguir en la casa de mis padres el tiempo que haga falta. No tengo mucho más que decir —Me costaba mirar sus ojos cuando estaban lagrimosos.
Esto era lo correcto pero eso no lo hacía fácil.
—Familiares de Myoui Akira —La puerta de la habitación 7 fue abierta.
—Sí, yo —Respondí a la enfermera.
—El paciente acaba de despertar. Ya puede pasar a verlo.
Asentí. No obstante, antes de pasar volteé a ver una última vez a Chaeyoung, quien seguía en la misma posición, mirando el piso.
Lo siento Chae, pero acabo de descifrar lo que ha estado atosigándome durante todo este tiempo. Un sentimiento como el remordimiento no es bueno si llega al grado de hacerme y hacerle daño a los demás, más a los que quiero. Si no cesa no estaré haciendo bien las cosas.
Es tiempo de cambiar absolutamente todo, de crecer y sobretodo madurar.
Del otro lado de la puerta estaba mi padre recostado en la cama de hospital con un cuello ortopédico y el brazo vendado, y un leve moretón en el pómulo izquierdo. Herido, sonrió al verme y yo corrí como una niña a abrazarlo.
—Hija, ¿cómo estás?
—Perdóname, papá —Lloré—. Por las discusiones, por todo, perdóname.
—Todo está bien, Mina. Estoy bien, no hay de qué preocuparse, hija.
Yo no podía parar de llorar, necesitaba desahogarme y eso hice. Lloré como un bebé hasta que mi madre vino y lo abrazó también.
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