⠀ 𝖎. wrong guys
𝕮apítulo 𝖀no ☪
Chicos Equivocados
A TRAVÉS DE LAS PERSIANAS BLANCAS, los rayos del sol entraron y se esparcieron a través de la habitación de colores suaves. La luz se arrastró contra los pisos de madera, en la alfombra de la cama, y sobre el edredón lila en el que Elizabeth se envolvió a sí misma durante su sueño.
Todavía aferrada a las garras de la noche, vagamente intentó salir de las pesadillas. Los recuerdos de las visiones de anoche van y vienen en su cabeza, cada momento se aferra a ella y se niega a dejarla ir.
Podía recordarlo todo con total claridad; la ira, la sangre, e incluso podía recordar el alivio. Los sueños venían a menudo, pero ella se había acostumbrado a ellos.
Elizabeth se acurrucó en sus mantas, el calor se volvió demasiado acogedor para que se fuera. Girándose de lado, abrió un poco los ojos y contempló el horizonte; su luz cegadora se extendía a través de un cielo rosado.
Supuso que esto era algo que la mayoría de las personas consideraría hermoso, pero le resultaba extraño, incluso difícil, encontrar algo tan significativo en algo tan normal.
Aunque ella sabía que estaba bien, mirar algo y sentirse agradecido o feliz, incluso admiración al verlo.
El sonido de su tono de mensaje sacudió sus huesos. Eran casi las siete y media de la mañana, lo que significaba que se había quedado dormida, otra vez. Cogió su móvil, que se encontraba encima de la mesita de noche y frunció el ceño ante el brillo de la pantalla cuando lo encendió.
«Estaré allí en quince minutos.»
El mensaje era de Bonnie Bennett, alguien en quien tenía la mayor parte de su confianza. Elizabeth frunció el ceño un poco más, casi nunca necesitó que Bonnie la llevara a clase. La rubia se levantó a regañadientes de la cama y se ató el pelo con el coletero que se encontraba alrededor de su muñeca.
Los pisos eran fríos, más fríos de lo que recordaba pero de puntillas se abrió camino hacia el baño. Podía oler el rico olor a café que venía de la cocina, pero estaba segura de que no había nadie en casa.
Elizabeth Forbes era la primera hija adoptiva de Liz Forbes. Sólo tenía tres meses cuando Liz la encontró. Nadie sabía quiénes eran sus verdaderos padres y a ella no podía importarle menos.
Elizabeth amaba su vida. Incluso ahora sin William en el panorama nunca más, se sentía segura. El único inconveniente era la constante necesidad de Caroline de controlarla.
Caroline tenía un año menos que ella, pero aún así ella se las arreglaba para hacerse cargo a veces.
Elizabeth continuó su rutina matutina con un dulce sabor a café en la boca. El tiempo pasó más rápido de lo que quería, pero eso hizo que mantuviera el ritmo. Cogió su bolso del mostrador de la cocina y salió corriendo por la puerta.
—¿Nos viste desde la ventana o algo? —soltó Elena desde el coche, manteniendo su habitual brillante sonrisa y pelo castaño liso.
Elena Gilbert era una amiga que no conoció hasta el instituto. Ella sabía de ella por Bonnie, pero nunca tuvo ningún interés en llegar a conocerla hasta que se convirtieron en compañeras en un proyecto escolar.
Elizabeth se aseguró de que la puerta estuviera bien cerrada antes de caminar por el porche y deslizarse en el asiento trasero del coche de Bonnie.
—Tuve una corazonada.
—¿Segunda corazonada esta semana? —comentó Bonnie una vez que el coche estaba de vuelta en la carretera principal. Elizabeth sabía que el insinuante comentario iba dirigido a ella quedándose dormida otra vez, y eso sólo empujó su frustración.
Suspiró y se abrochó el cinturón de seguridad, un hábito que también tuvo que forzar.
—No llegaría tarde si Caroline me hubiese dicho que iba a ir temprano al instituto, antes de que se fuera.
Bonnie puso los ojos en blanco.
—Elena y yo ya estábamos a mitad de camino antes de que Caroline nos dijera que necesitabas transporte.
Elizabeth y Bonnie tenían la misma cantidad de molestia por Caroline a veces. Era extraña la frecuencia con la que eran tratadas por la rubia más joven.
—¿Lo ves? Yo no soy el problema —soltó Elizabeth después de que un suspiro escapara de sus labios.
—No deberías confiar en que Caroline te despierte cada mañana —respondió Elena—. Especialmente porque le encanta estar involucrada en el instituto.
—Ya, a ella también le encanta estar involucrada en mi fuente de estrés —se burló Elizabeth, su actitud oscureciéndose ante la falta de apoyo de Elena.
Amaba a Caroline y siempre lo hará, pero a veces quería que se fuera a molestar a otra persona. Bonnie era la única que estuvo de acuerdo con ella mientras que Elena siempre daba excusas por la agresividad pasiva de Caroline.
Era molesto.
Bonnie levantó la mano.
—Muy bien, basta de hablar sobre Caroline.
La tensión entre Elena y Elizabeth siempre estaba ahí, era incómoda pero a menudo trabajaban alrededor de ella.
—¿Saben? Mi abuela dice que soy adivina —continuó Bonnie—. Somos originarios de Salem, brujas y eso. Ya, demencial. Pero lo repite una y otra vez. Y pienso: "Que la metan en una residencia de una vez."
Elizabeth frunció las cejas y retuvo una carcajada. Bonnie nunca lo admitiría, pero disfrutaba el hecho de que había una historia en su vida. Eso la hizo sentir especial.
—Pero luego pienso, predije lo de Obama, y predije lo de Heath Ledger. Y sigo creyendo que Florida se convertirá en pequeñas islas.
Elizabeth colocó su pelo sobre un hombro e inclinó la cabeza, cerrando los ojos. Mientras se quedaba dormida, el sonido de los desvaríos de Bonnie se desvaneció poco a poco y sus pesadillas regresaron.
En cada una de ellas, ella estaba corriendo. Respiraba pesadamente y corría muy rápido, más rápido de lo que nunca pudo. Siempre tenía lugar en el bosque por la noche, como si estuviera huyendo de algo, o alguien. Entonces lo vio. En el mismo lugar, y en el mismo momento.
Cadáveres irreconocibles hechos trizas.
—¡Chicas! —gritó Bonnie. Elizabeth levantó la cabeza, sobresaltada—. Bajad a la Tierra.
Elena suspiró y miró brevemente a Elizabeth, ambas compartiendo una similar mirada de temor.
—Lo he vuelto a hacer, ¿no? Lo-Lo siento, Bonnie.
—Nos estabas diciendo que... —siguió Elizabeth con ojos inquisitivos. Ella no quiso quedarse dormida.
—Que soy adivina —respondió Bonnie, una sonrisa orgullosa extendiéndose en su cara.
Elizabeth se rió por lo bajo.
—Bueno, vale, ahora lo recuerdo. Entonces, haz una predicción. Ahora mismo —había una pequeña parte de ella que creía que Bonnie podría ser una adivina, pero era estúpido pensar en eso.
—¿Sobre qué? —preguntó Bonnie con un suspiro.
—Sobre mí —sugirió Elena, aunque ella era un poco vacilante. Bonnie la miró fijamente por un momento, su mente retorciéndose con pensamientos.
Elizabeth se quedó observándola, su interés alcanzando su punto máximo cuando Bonnie suspiró.
—Veo... —fue interrumpida por algo golpeándose contra el parabrisas.
Todas jadearon y Bonnie pisó los frenos. El coche giró temerariamente cerca de un semáforo antes de llegar a un stop.
—¡¿Qué ha sido eso?!
Elizabeth soltó el manillar del techo e intentó controlar su respiración. Sentía que su corazón podría estallar fuera de su pecho en cualquier momento.
—Dios mío. Chicas, ¿estáis bien? —preguntó Bonnie, con el miedo y el arrepentimiento inundando su cuerpo.
—Está bien. Estoy bien —murmuró Elena.
—Todo está bien, Bon —aseguró Elizabeth.
—Ha sido un pájaro o algo, ha aparecido de la nada —explicó Bonnie. Se sintió aliviada de que el coche no se estrellara.
Elena negó con la cabeza.
—En serio, no puedo tener miedo a los coches toda mi vida —Elizabeth se estremeció al recordar el accidente de Elena. El desvío del coche no pudo haberla hecho sentir nada más que peor.
Bonnie inhaló profundamente. Descartó el mini accidente que ocurrió y reemplazó su miedo con positividad.
—Predigo que este año va a ser alucinante. Predigo que la época triste y oscura ha terminado y vas a ser muy feliz.
—Y tú —se giró hacia la rubia, causando que los ojos de Elizabeth se abrieran con sorpresa. No quería una predicción, odiaba la idea de anticipar el futuro cuando no está garantizado. Disfrutaba vivir en el presente.
Sin embargo, Bonnie no sentía lo mismo.
—Predigo que este año será una total aventura para ti. Toda la amargura y la ira que encierras dentro de ti desaparecerá y serás feliz.
—Si cuentas matar a Vicki Donovan como una aventura, entonces te creo —Elizabeth sonrió, aunque sus amigas pudieron oír el tono juguetón en su voz.
Bonnie volvió a arrancar el coche.
—Olvida a Tyler, no vale la pena.
Tyler Lockwood era el deportista estrella de Mystic Falls, el hijo del alcalde y el ex novio de Elizabeth. Estuvieron juntos durante dos años hasta que él la engañó con Vicki Donovan.
Tyler todavía la molestaba de vez en cuando, mirándola durante las clases, encontrándose con ella en los pasillos, incluso tratando de hablar con ella, pero siempre fallaba y se quedaba colgado.
Elizabeth ya no quería tener nada que ver con él. Ella no se convertiría en la segunda opción de nadie.
El resto del viaje en coche fue tranquilo y llevadero, sin embargo, entrar en el instituto fue la dificultad de Elizabeth. Parecía que fuera donde fuera, siempre estaba lleno de gente.
Soltó un resoplido y caminó junto a Bonnie por el pasillo del instituto, su mano agarrando firmemente la correa de su bolso.
—Faltan claramente chicos interesantes —se quejó Bonnie mientras miraba alrededor del pasillo. Elizabeth no podía estar más de acuerdo. Ella nunca encontró a nadie en Mystic Falls que ni siquiera fuera ligeramente atractivo.
Eso fue hasta que conoció a Tyler, alguien con quien vio un futuro.
—Mira la cortina de ducha de Kelly Beech —insultó Bonnie.
Elizabeth agradeció la distracción de sus pensamientos y miró a la chica que conocía de la clase de Química.
—Parece una... ¿Todavía se lleva la ropa hippie?
Ambas se rieron por lo bajo.
—No, está pasada —le dijo Elena una vez que llegaron a la taquilla de Bonnie.
—Encuentra novio, acuña una frase. Hay mucho que hacer —comentó Bonnie, llena de emoción.
Elizabeth no podía encontrar eso en ella para regocijarse. El instituto no era un lugar en el que ella pudiera tener felicidad. Hoy en día sólo se sentía cada vez peor. Ella miró alrededor del pasillo y encontró unos familiares ojos azules que miraban en su dirección, aunque estaban en otra persona.
—Parece que alguien todavía sigue de luto —comentó Elizabeth, avisando a Elena con la mirada mientras señalaba torpe y discretamente detrás de ella.
Matt Donovan era el ex novio de Elena. Ella rompió con él poco después del accidente de sus padres. Aseguraba que era porque la química que había entre ellos se había desvanecido, pero Elizabeth tenía la sensación de que no era sólo por eso.
—Me odia —dijo la castaña después de soltar un suspiro.
Bonnie metió un cuaderno dentro de su casillero.
—No es odio, es: "Me dejaste, pero soy tan guay que no se me nota. Y en secreto oigo los grandes éxitos de Air Supply".
Elizabeth levantó una ceja.
—¿Siempre tienes que llevarlo tan lejos?
Bonnie se encogió de hombros, disculpándose, y antes de que se dieran cuenta, una ráfaga de pelo rubio claro se les acercó.
—¡Elena! ¡Oh Dios mío! ¿Cómo estás? —Caroline Forbes envolvió a Elena en un abrazo aplastante, con la simpatía pintada sobre su piel aparentemente impecable.
Elizabeth puso los ojos en blanco y cruzó los brazos. Elena era alguien de quien Caroline hablaba a menudo. Sentía que tenía que ser competitiva con todas las chicas del instituto sólo para calmar sus inseguridades, pero Elizabeth sentía que eso sólo empeoraba las cosas.
—¡Oh, me alegro de verte! —le dijo Caroline mientras se alejaba del abrazo. Sus brillantes ojos se volvieron hacia Bonnie—. ¿Cómo está? ¿Está bien?
Elizabeth aclaró su garganta.
—Caroline, está justo aquí.
La joven rubia se volvió hacia su hermana adoptiva y su cara se iluminó como una bombilla.
—Y estoy bien —agregó Elena—. Gracias.
—¿En serio? —preguntó Caroline con los ojos entrecerrados.
Elena asintió, su falsa sonrisa no disminuyó.
—Sí, mucho mejor —la respuesta salió casi robótica, haciendo que ambas chicas fruncieran el ceño.
Pero Caroline no se dio cuenta.
—Oh, uff, ¡pobrecita! —acercó a Elena a otro abrazo y levantó el dedo índice hacia su hermana, haciendo un gesto para que esperase un momento.
El ceño de Elizabeth se convirtió en una fulminante mirada y resopló.
—Vale, Caroline —suplicó Elena rogó por debajo del fuerte abrazo.
Caroline finalmente se alejó de ella y se volvió hacia su hermana.
—Tú.
—Yo —respondió en seco.
—Te envié un mensaje para que trajeras mis clips de casa —explicó Caroline, con la molesta mirada nadando en sus ojos azules.
Elizabeth frunció el ceño.
—¿Antes o después de decirme que vendrías temprano al instituto?
—¿Es tu pasatiempo favorito sabotear mi vida social? —preguntó después de soltar un pequeño resoplido.
—No, Care. Tú lo haces todo por tu cuenta.
Caroline se burló y se ajustó.
—Vale, ¿nos vemos luego?
Elena y Bonnie asintieron y la rubia se fue, empujando su hombro contra el de Elizabeth antes de avanzar por el pasillo.
—¿No es encantadora? —le preguntó Elizabeth a sus dos amigas, que estaban sorprendidas por la "simpatía" de Caroline.
—Sin comentarios, ¿quieren? No voy a decir nada —Elena se rió mientras sacudía la cabeza.
Elizabeth metió la mano en su bolso apresuradamente, en busca de su teléfono móvil. Quería ver si Caroline le había enviado algún mensaje esta mañana.
—Mierda —siseó. Su teléfono no estaba en ninguna parte dentro de su bolso. Las dos chicas dejaron de caminar y la miraron inquisitivamente—. Creo que me dejé el móvil en tu coche, Bonnie.
La baja morena buscó en su bolso y sacó las llaves.
—Asegúrate de cerrarlo bien cuando termines.
Elizabeth le dio las gracias y tomó las llaves antes de salir corriendo del instituto. La luz del sol golpeó su piel e instantáneamente soltó un suspiro de alivio. Le encantaba la calidez que le daba, pero a ella le gustaba más la luna.
Cruzó rápidamente el aparcamiento y fue directa al coche de Bonnie. Su primera clase era Historia, así que no podía llegar tarde. El Sr. Tanner era implacable a veces.
El coche emitió un sonido una vez que presionó el botón de la llave y abrió la puerta. Alojado entre el asiento de atrás, se encontraba su teléfono.
—¿En serio? —murmuró. Se estiró desde la consola central y cogió el pequeño dispositivo del asiento trasero.
Salió del coche y cerró la puerta, asegurándose de que el coche estuviera cerrado correctamente. El aparcamiento todavía estaba lleno de estudiantes de todos los cursos, la mayoría de ellos planeando saltarse el primer día de clase.
Elizabeth encontró sus ojos clavados en la parte de atrás de una chaqueta de cuero marrón oscuro, algo raro de ver en el instituto Mystic Falls. El chico era alto y llevaba el pelo erizado con elegancia en un peinado que ella no pudo evitar impresionarse.
Definitivamente era nuevo y atractivo.
Su mirada se vio interrumpida cuando se estrelló contra un cuerpo duro. Elizabeth casi dejó caer su teléfono, pero fue atrapado en un instante por una mano bronceada que le era demasiado familiar. Su sonrisa se desvaneció y levantó la vista para ver a la persona que había estado evitando.
—Tyler.
Una sonrisa socarrona se extendió sobre la cara del nombrado.
—Ellie —el apodo se deslizó de sus labios sin esfuerzo e instintivamente, provocando que a Elizabeth se le pusiera la piel de gallina, pero ella se enfadó más ante el sonido.
—¿Qué quieres? —su voz era aguda y exigente, un tono que le dolió internamente al moreno. Ella le arrebató el teléfono de las manos y pasó al lado de él.
—Quiero que hablemos —contestó Tyler. Él la siguió, sus pasos luchando por seguir el ritmo de la rubia. Elizabeth se burló. No había nada de lo que tuvieran que hablar—. Sobre lo nuestro.
Elizabeth detuvo sus movimientos y él casi se estrella contra ella. Se giró para mirarlo y se abstuvo de pegarle un puñetazo.
—Tyler, ya no hay un lo nuestro. Rompimos por culpa de tu error. Aunque en realidad no parece un error, ya que todavía te sigues enrollando con esa chica.
Tyler contuvo una carcajada.
—Escucha, sé que las cosas están mal y sé cómo te pones tan-
—¿Qué quieres decir con "cómo me pongo"? —Elizabeth se rió, odiaba esta confrontación. No quería hablar con Tyler en absoluto porque en el segundo que le miraba a los ojos, todo regresaba y Tyler no merecía que ella también volviera.
Él se encogió de hombros.
—Ya sabes, sin perdonarme y testaruda.
—¿Por qué siquiera pensaría en perdonarte?
—Porque todavía te quiero —declaró Tyler, dando un paso más cerca de ella. Ella retrocedió y levantó su mano libre. De repente deseando no haber ido a coger su móvil.
Elizabeth permaneció congelada en su lugar, la brisa apartó suavemente su pelo rubio oscuro fuera de su hombro y contuvo un escalofrío. No se atrevió a moverse, no con su corazón latiendo con fuerza en sus oídos.
Tyler se veía serio, mientras le daba una mirada llena de sinceridad a la rubia, algo que ella no podía ni creer.
La cara de Elizabeth estaba más pálida de lo que él recordaba, como si su propia sangre se estuviera reduciendo para alejarse de su presencia, y sus labios parecían casi fantasmales a pesar del cálido sol.
Ajustó el agarre de su bolso una vez más e inhaló profundamente.
—Qué mal. Si me quisieras no habrías hecho lo que hiciste.
Ahora Tyler era el que estaba congelado. Parpadeó distraídamente durante unos momentos antes de que Elizabeth suspirara y se alejara de él.
Él no se atrevió a seguirla.
—Se llama Stefan Salvatore —informó Caroline. Elizabeth y Bonnie siguieron a la rubia más adentro del Grill, las dos escuchando la nueva obsesión de Caroline—. Vive con su tío en el antiguo hostal de los Salvatore. No vive aquí desde que era niño. Familia de militares, así que ha viajado mucho.
Elizabeth escuchó atentamente, aceptando toda la información que pudo reunir sobre el chico nuevo que presenció al inicio del día.
Caroline era a menudo la perdición de la existencia de Elizabeth, pero cuando se trataba de flechazos, era un halcón. Le daba igual si tenía que soportar todas las rupturas o toda la angustia eternamente, siempre y cuando no fuera Caroline.
—Es Géminis y su color favorito es el azul —terminó con una mirada seductora en sus ojos.
Bonnie parecía sorprendida.
—¿Has averiguado todo eso en un día?
Elizabeth se burló. Caroline era una fuerza a tener en cuenta con su determinación. Si ella quería algo, no pararía hasta conseguirlo.
—Por favor, lo he averiguado entre tercera y cuarta hora —dijo de forma descarada—. Pensamos casarnos en junio.
Elizabeth se estremeció cuando el cabello de Caroline la abofeteó y se escabulló.
—¿Cómo te sientes acerca de este Stefan Salvatore? —le preguntó Bonnie.
Elizabeth jugueteó con la pajita en su vaso de cristal y se encogió de hombros.
—Cuando lo vi, se veía bien, ¿sabes? Lindo. Pero ahora tengo que estar atenta porque Caroline tiene el hábito de enamorarse de los chicos equivocados.
Bonnie asintió.
—Hablando de chicos equivocados —señaló en la dirección opuesta y Elizabeth la siguió con la mirada. En una mesa lejana a la de ellas, estaban sentados Matt y Tyler, que ligaba abiertamente con Vicki.
—Tienes que estar de broma —espetó Elizabeth, enfurecida.
Vicki desapareció de nuevo en el bar y Tyler la observó mientras se alejaba, con una sonrisa traviesa en sus labios. Elizabeth se giró rápidamente, su corazón palpitando con fuerza en su pecho una vez más. Odiaba lo que le hizo.
—No puedo ni imaginar cómo te debes estar sintiendo por esto —Bonnie suspiró—. Pero quiero que entiendas que no vale la pena toda esta ira y esfuerzo de evasión. Deberías poder ir a donde quieras con la cabeza en alto porque eres única, fuerte, e independiente.
Elizabeth dejó que una pequeña sonrisa se extendiera, mientras una cadena de confianza nadaba a través de ella.
—Sabes, me dijo que todavía me quiere.
—¿Que él qué? —soltó Bonnie, la sorpresa cubriendo sus rasgos.
Ella asintió con impotencia, un tinte rojo arrastrándose sobre su pálida piel.
—No le creí, y por una buena razón también.
Tyler posiblemente podría estar diciéndole la verdad, pero ella siempre será la segunda opción siempre y cuando Vicki Donovan siga caminando por la Tierra.
—Bien. Te mereces algo mucho mejor que él —aseguró Bonnie. Miró por encima del hombro de la rubia, y vio como Tyler dejaba a Matt y se dirigía a la mesa de billar—. Vamos, ya se fue. Por ahora, podemos hablar con Matt antes de que venga Elena.
Y así lo hicieron. A Elizabeth le caía muy bien Matt y le respetaba. Era amable y casi demasiado bueno.
El Grill estaba muy animado en ese momento, lleno de adolescentes que vienen después de clase a jugar al billar, hacer los deberes y reunirse con amigos.
Elizabeth casi nunca se encontraba aquí sin Caroline, y se arrepentía de todas las veces que se había perdido la diversión. Ella también hacía mucho eso, aislarse.
—¿Cómo le va a Elena? —preguntó Matt finalmente. Las dos chicas esperaron la temida pregunta durante bastante tiempo. Sabían que Matt no podía resistirse a preguntar.
Elizabeth se bebió lo que quedaba de su refresco.
—Sus padres han muerto. ¿Tú qué crees? —aunque su tono no era hostil, sus palabras hicieron daño a Matt.
—Pone buena cara, pero solo han pasado cuatro meses —añadió Bonnie.
Matt asintió.
—¿Ha dicho algo sobre mí?
Elizabeth limpió las migajas de papas fritas de la mesa y se rió.
—Oh, no. Nosotras no nos vamos a meter en medio de eso. Eres perfectamente capaz de hablar con ella como un ser humano.
—Me da corte hablar con ella —Matt suspiró—. Ella me dejó a mí.
Bonnie le dio una expresión de disculpa.
—Dale más tiempo, Matt.
Eso era todo lo que podían decir. Elena era su propia persona y experimentaba cambios que alterarían la forma en la que vive el resto de su vida, Matt sólo era un daño colateral.
Como si fuera una señal, Elena entró en el Grill con ojos errantes y mejillas sonrosadas.
—Hablando del diablo —murmuró Elizabeth, sintiendo la tensión incómoda acercándose a todos ellos.
Stefan Salvatore entró detrás de ella con las manos en los bolsillos. Parecía tímido, pero también curioso.
—Más tiempo, ¿eh? —preguntó Matt, con los celos a flor de piel en sus impecables ojos azules. Elizabeth y Bonnie se encogieron mientras lo ven caminar hacia Elena.
—No puedo mirar —Elizabeth suspiró—. Me voy a por otro vaso.
Bonnie asintió pero su cara se cayó una vez que su mejor amiga se puso de pie.
—El-
—¿Necesitas otra?
Elizabeth se puso de pie y no se molestó en esconder la mirada asesina en sus ojos mientras Vicki Donovan estaba ante ella con una sonrisa irónica en la cara.
—Quizás debería pedírselo a otra persona, ¿cómo voy a saber sino que no me robarás la bebida?
Vicki se burló.
—Elizabeth —Bonnie jadeó, aunque no se sorprendió por la audacia de la chica Forbes.
—No, está bien, adelante y pídeselo a otra persona. Esperemos que no se aburran de ti y te dejen por alguien mejor —siseó Vicki.
Plaf
Fue fuerte y ruidosa, ganando la atención de todo el mundo en un instante. Podía escuchar su nombre siendo llamado varias veces, pero lo único que le importaba lo suficiente como para prestar atención ahora mismo, era ver a Vicki sufriendo de dolor.
El lado izquierdo de su mejilla, que estaba de un rojo profundo, fue formando la marca de la mano de Elizabeth. Matt alejó a Vicki de allí mientras miraba a la rubia con incredulidad.
A la rubia le dio igual las malas miradas. Ella solo sintió alivio. El mismo alivio que sintió en sus pesadillas.
—¿Qué demonios pasa contigo? —prácticamente gritó Caroline, acercándose a ella con un Tyler preocupado.
Elizabeth golpeó su vaso contra la mesa y agarró su chaqueta.
—Como si te importara.
—El —la llamó Bonnie, pero ella los ignoró a todos y salió del Grill.
Ya afuera, exhaló profundamente y el aire otoñal golpeó generosamente sus fosas nasales. El cielo nocturno estaba cubierto de estrellas dispersas, cada una de ellas brillando más que la otra.
La noche era cuando único ella se sentía más relajada, más ecuánime. Pero ahora todo lo que sentía era una ira incontrolable, algo con lo que luchaba la mayoría de las veces.
—¿Te encuentras bien? —dijo una voz desconocida.
Elizabeth se estremeció, pero se relajó al ver al infame Stefan Salvatore. Sus ojos eran de color verde esmeralda, algo que no llegaba a ver a menudo. Era lindo, muy lindo. Podía ver el atractivo del que tanto hablaba Caroline.
—Em, sí. E-Es solo que, normalmente no estoy en ese nivel de ira. Es solo drama —explicó. Un sonrojo se deslizó rápidamente sobre sus mejillas por la fría brisa y se arrastró en su lugar, alcanzándola la vergüenza rápidamente.
Stefan dejó escapar una carcajada.
—Oh, no te preocupes. Sé que eres una de las amigas de Elena y solo quería presentarme.
Ella sonrió.
—Soy Elizabeth, la hermana de Caroline.
—Stefan. El chico nuevo.
La chica Forbes le estrechó la mano, aún con la pequeña sonrisa en la cara. Su piel estaba un poco helada, pero ella no le tomó importancia, supuso que estaba así por el aire frío a su alrededor.
—¿Vas a volver adentro? Creo que tu hermana tiene una larga lista de preguntas que hacerme.
Contuvo el aliento al recordar el enamoramiento de Caroline por Stefan. La idea de volver a entrar y ver a Tyler o Vicki era demasiado consumidora y no quería sentir esa ira de nuevo.
—No, me voy a casa. Tengo una colada esperándome —mintió con facilidad.
Stefan asintió comprensivamente y sus manos se abrieron paso hacia los bolsillos de su chaqueta de cuero marrón oscuro.
—Bueno, espero verte por aquí, Elizabeth.
Se despidió de él y comenzó a caminar por la acera, con una pequeña sonrisa en su cara y temor en su corazón.
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