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Cuando Jake vio a Seorim ingresar por la puerta de esa cafetería, él definitivamente no esperaba que Heeseung también decidiera aparecer por allí. Fue todo tan rápido que su cerebro apenas podía procesarlo, y supuso que lo mismo aplicaba para él.
Seguro. Jake no tenía nada de qué preocuparse, después de todo él no hacía nada malo, pero le fue imposible ignorar la tensión e incomodidad que comenzó a formarse en el ambiente tras la aparición de Lee Heeseung en el lugar.
¿Qué estaba ocurriendo exactamente?
Cuando él conoció a Seorim solía creer que era una chica tranquila, alguien de espíritu libre que revoloteaba aquí y allá como una mariposa, sin embargo, él casi no pudo distinguir aquello en la mirada completamente aterrorizada que ella cargaba cuando vio a Heeseung. Por supuesto que él pensó lo peor de lo peor –aunque el chico no parecía ser del tipo altamente peligroso, Jake tenía una idea completamente distinta de Heeseung–. ¿Qué había sido todo eso entonces?
El aire culposo que rodeaba a Seorim era preocupante.
Al parecer, algo extraño estaba sucediendo allí.
—¿Estás bien?
—Lo estoy. —suspiró Seorim, removiéndose sobre el asiento.
Aparentemente, la desaparición de Lee Heeseung del lugar tras media hora desperdiciada en beber lentamente su té de canela logró tranquilizarla hasta cierto punto; ella dejó de jugar con sus manos y dedicarle sospechosas miradas rápidas al azabache, e incluso su sonrisa y expresión pacífica habían vuelto. Era algo extraño.
—Um... ¿Es posible que vayamos a otro lugar justo ahora? —interrogó esta vez Jake, queriendo animarla.
—Por supuesto. ¿A dónde planeas llevarme?
—Es una sorpresa. Estuve esperando por ello desde que llegamos, así que yo realmente no puedo decirlo. Y créeme, te va a encantar. —le dijo, dando a relucir su preciosa sonrisa.
Seorim asintió energéticamente, desbordando alegría mientras ambos se paraban de sus respectivos asientos, entrelazando sus manos para salir del local.
"¿A dónde voy a llevarla exactamente?" Se cuestionó Jake tras caer en cuenta de la enorme mentira que había hecho. Puede que él fuese un experto en coqueteos y citas con distintas personas, pero en realidad, él no podía recordar con exactitud la última vez que tuvo una pareja formal y eso complicaba un poco las cosas. Jake no tenía ni la menor idea de cómo planear una sorpresa de último minuto.
Tal vez era el momento adecuado para recordar las palabras de su querida abuela: Una pequeña mentira te lleva a una mucho más grande.
¿Realmente sería de ese modo?
Jake deseaba saberlo, pero el simple hecho de averiguarlo por sí mismo le aterrorizaba. Entonces, ¿qué se supone que debía hacer?
Fue entonces cuando al dejar el local todo cobró sentido.
Su mente aún repetía constantemente que Seorim era la chica más encantadora que que había conocido a lo largo de su vida. Ella era tan expresiva e inteligente, atenta y buena consejera. Jake estaba seguro de que era la indicada para él, y también la persona que finalmente le haría entrar en razón, la única capaz de conseguir que dejara de lado sus coqueteos involuntarios cada vez que alguien le parecía atractivo. Seorim definitivamente sería esa persona. Ella tenía que serlo.
Sin embargo, sus pensamientos comenzaron a distorsionarse tras el cálido susurro que pareció escuchar en la suave brisa que acariciaba su rostro. Jake había estado completamente seguro de sus sentimientos hacia Seorim y su mente parecía estar de acuerdo con ello, sin embargo, ¿por qué aquella voz parecía gritar silenciosamente que algo más esperaba por él?
Jake frunció el ceño mientras sacudía su cabeza de un lado a otro, creyendo que las donas con chocolate que había devorado en la cafetería debieron tener algún tipo de ingrediente sospechoso que le hacía dudar de su propia capacidad de razonar y decidir por sí mismo, comenzando a caminar lentamente junto a Seorim, quien aún parecía entusiasmada ante la supuesta sorpresa que él tenía preparada en algún lugar.
Quizás debió pensarlo mejor antes de permitir que sus impulsos hablasen por él, pero ya era demasiado tarde para retractarse, así que se dedicó a admirar el paisaje durante el resto de su recorrido por el centro de la ciudad con más calma, hasta que de pronto pensó en lo bien que Seorim debía estar sintiéndose en ese momento y no pudo imaginarse a sí mismo rompiendo accidentalmente el corazón de una chica tan pura como lo era ella, que con un simple abrazo podía hacerle sentir amado –o al menos eso pensaba–. Y la sola idea fue su impulso para continuar con aquella sorpresa espontánea, retomando su caminata en completa calma tras el pensamiento de que todo iría bien para ambos.
En su departamento, Lee Heeseung observaba de una manera inquietante a través de la ventana de la sala de estar, cuestionándose a sí mismo si debía dejar pasar el asunto y fingir que no era nada tan terrible, o lanzarse desde ese quinto piso.
Para su mala suerte la tarde había pasado demasiado lenta gracias a sus intentos de auto-animarse, y ya estaba harto de aquello. Todo sería mucho más fácil si Jungwon estuviese allí junto a él para regañarlo mientras acercaba una cuchara con helado de chocolate a su boca y veían alguna película pirateada en un sitio ilegal de internet. Él incluso se había dormido por un momento, pero la sensación de inquietud no le permitió hacerlo durante mucho tiempo, por lo que en medio de su agonía logró alcanzar su teléfono y hacer una corta llamada a Jay; amigo de la secundaria, excelente oyente y consejero, y por sobre todo, uno de los pocos a quien podía confiarle el término de su estado anímico.
Actualmente Lee Heeseung se encontraba de cabeza sobre el sofá mientras esperaba el sonido del timbre y que Jay finalmente apareciera para hacerle sentir mejor y pasar un buen rato entre amigos, pero el tiempo no parecía tener intenciones de colaborar con ello. Sin embargo, cuando un suspiro salió de sus labios, el timbre de la entrada sonó como una tranquilizante melodía que mágicamente lo arrastró hasta la puerta aún con la cabeza gacha, pero con una pequeña emoción creciente en su pecho por el simple hecho de saber que había alguien dispuesto a ayudarle.
—¡Jay! —exclamó con alegría al ver al chico parado frente a él, quien le observaba con de igual forma. —¿Acaso has crecido otros dos centímetros? No te recordaba tan alto, y la última vez que nos vimos fue hace dos semanas.
—Yo no he crecido, pero mi cariño y afecto por mi hyung favorito sí, así que... —hubo una pequeña pausa en la que el rubio se detuvo un momento para buscar algo en su mochila de supervivencia. —He traído helado de chocolate con avellanas para ahogar nuestras penas en él mientras nos desparramamos en el sofá y vemos películas sobre romances fallidos.
Heeseung le miró con una ceja alzada, haciendo reír al menor.
—Sólo bromeo, en realidad veremos películas de terror, así las preocupaciones desaparecerán y sólo estaremos asustados por no saber si algo jalará nuestros pies estando en el sofá. —finalizó con una pequeña risa contagiosa que logró sacarle una carcajada al azabache.
Fue entonces cuando él comenzó a pensar que Seorim en realidad no era tan importante como normalmente solía hacerlo. Por primera vez desde que su relación había iniciado, todo lo que él pudo pensar fue en su bienestar propio, en disfrutar su tarde junto a Jay y dejar los problemas de lado.
Después de todo, dejarse arrastrar hasta el borde de la diversión durante unas horas no estaría mal. Él se aseguraría de no permitirse a sí mismo arruinar su hora feliz. Era eso o golpear su rostro contra la pared debido a la frustración, pero eso no ocurriría. No esta vez.
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