CAPÍTULO 17: OLD FRIENDS (PART II)
—— OLD FRIENDS ——
Inglaterra, 1789.
—La semana pasada oí algo muy curioso, un tipo me dijo que si los nobles francés hubieran jugado al cricket con sus hombres como hacemos nosotros, no tendrían problemas.— Les contó Robert a Sueño y a Davina, a comparación al siglo anterior había cambiado, su vida había mejorado y había aprendido del error que años atrás había cometido, pero aun estado a puertas de la revolución francesa nadie estaba a salvo de los cambios que se venían, ya no solo para el estado francés, sino para el resto del mundo, pues se acercaba un momento de grandes cambios. —Primero, las colonias, ahora Francia, creerme, la próxima revolución será en este país. He estado guardando dinero por todo el mundo, al primer indicio de peligro me esfumare tal que así. Entretanto, me dedicaré al transporte, hay un negocio nuevo, que consiste en llevar prendas de algodón inglés a África, cargar a un par de negros apretujados como sardinas, llevarlos al otro lado del atlántico y volver aquí con algodón en rama, tabaco y azúcar.— Añadió haciendo que los dos le mirasen con una expresión de pocos amigos por lo que había dicho, algo que evidentemente les había ofendido. —¿Qué?— Preguntó al ver la expresión de enfado del señor de los sueños.
—Es una bajeza que un hombre esclavice a otro.— Se limitó a decir Sueño sin entender porque los humanos disfrutaban tanto haciéndose daño mutuamente.
—Funciona así.— Respondió Robert creyendo que así eran las cosas.
—Te sugiero que te busques un negocio distinto, Robert Gadding.— Le advirtió Sueño.
—¿Cómo te sentirías tu si te sacaran arrastras de tu hogar, te llevarán a un lugar nuevo, donde no hablan tu idioma, donde no está tu familia y amigos, para servir a otros que te maltratan y humillan?— Intervino en ese momento Davina mostrando lo que aquellas personas debían de sentir cada vez que les arrebataban la libertad, para ir a un lugar del que jamás volverían, y donde la humillación y el maltrato eran la punta del iceberg a comparación con todo lo que les llegaría a pasar en cuanto llegarán a su nuevo "hogar".
—¿Me estáis dando un consejo? ¿Después de cuatrocientos años? ¿Y lo de vive tu vida como te plazca?— Inquirió Robert sorprendido que después de cuatro siglos alguno de los dos se molestara en darle alguna pista de cómo mejorar su vida.
—La decisión es tuya, ¿pero vas a negarsela tu a los demás?— Inquirió Sueño mostrando que ninguna criatura le podía arrebatar la libertad a otra.
—Sopesare vuestro consejo.— Respondió sabiendo que lo que mejor le convenía era hacerles caso, la experiencia le había demostrado que todo cambiaba, y tal vez ahora los que eran esclavos podían dejar de serlo y volverse personas adineradas. —Ayer vi una representación del Rey Liar, como Sildor como Gonerirla, los idiotas le han dado un final feliz.— Comentó con burla.
—Por poco tiempo, las grandes historias siempre vuelven a su historia original.— Garantizó el eterno, mientras Davina prestaba atención a lo que les rodeaba, su sexto sentido la estaba alertando de que algo estaba ocurriendo, o de que iba a ocurrir.
—Aquel individuo, Will Shakespeare, al final acabó siendo un escritor medio decente. Hiciste un trato con él, ¿verdad?— Le preguntó a Sueño, el cual había sabido ver el potencial del escritor, y gracias a ese potencial y a su ayuda, ahora todo el mundo conocía el nombre de William Shakespeare y su gran repertorio de obras.
—Tal vez.— Se limitó a decir.
—¿Qué le pediste? ¿Su alma?— Preguntó Robert creyendo que Sueño era el demonio, aunque le habían demostrado que no era así, no podía dejar pasar aquella idea menos aún que el alma fuera lo más preciado que una criatura inteligente pudiera llegar a poseer.
—Nada tan vulgar.— Garantizó Sueño sin entender de qué le serviría a él tener un alma.
—Llevo cuatrocientos años quedando aquí con vosotros, y todavía se muy poco. ¿Quienes sois de verdad? ¿Cómo os llamáis?— Quiso saber mostrando una de las mayores habilidades del ser humano, la curiosidad. Esa curiosidad que les llevaba a descubrir y a aprender, una curiosidad que les hacía crecer y que les llevaría muy lejos.
—Podría haceros a los tres la misma pregunta.— Intervino una cuarta voz. —Por favor, no os melesteis en levantaros, estos son Michael y Tobias, contrabandistas de profesión aunque no tienen reparos en rajar cuellos para ganarse el jornal, si se mueven lo van a comprobar.— Les advirtió la mujer de cabello castaño, la cual parecía estar muy segura de lo que estaba haciendo, aunque para su defecto no tuviera presente el grave y terrible error que estaba cometiendo. —Se oye el rumor, por estos barrios de Londres, que el diablo y el judío errante se encuentran cada siglo en una taberna.— Comentó refiriéndose únicamente a Sueño y a Robert. —Hace dos años, cosido a la camisa de un muerto, encontré esto.— Añadió mientras les mostraba un dibujo, donde de forma algo desfigurada aparecían Sueño y Robert.
—¿Se supone que soy yo? Se me ve fatal, y a ti aún peor.— Se burló el humano refiriéndose a Sueño.
—Vuelve a esta taberna cada cien años, acompañado por un sangre impura, para hacer trato con los hombres y compartir dones, la inmortalidad. Ahora, la compartirá conmigo.— Le informó a Sueño, mientras Davina se mantenía en su sitio analizando a los dos hombres, en menos de medio minuto les habría dejado inconscientes, pero atacar a humanos no se la estaba permitido, no si Sueño no corría peligro. —¿Y bien, no tienen nada que decir?— Inquirió al ver que los tres se habían quedado en silencio.
—Yo no soy el diablo.— Se limitó a decir Sueño, cansado de que le comparasen con él. Pero estaba claro que aquellas criaturas inteligentes no tenían conocimiento sobre los eternos.
—Ni yo soy Judío.— Añadió Robert sin comprender porque habían asumido que era judío.
—Yo creo que mi sangre es tan normal como la de cualquier criatura.— Respondió Davina mirando fijamente a la mujer, la cual miraba a los tres muy intrigada.
—Bien, y que criaturas sois entonces.— Quiso saber para referirse a ellos con propiedad.
—¿Quien lo pregunta?— Preguntó Robert con curiosidad.
—Soy Lady Johanna Constantine, y los tres vais a acompañarme, mi coche está afuera. Se que los tres tenéis mucho que contarme y yo mucho que aprender.— Les informó mostrando lo segura que estaba en conseguir lo que quería, creyendo que los tres cooperarian como si fueran animales sumisos.
—No, me temo que no.— Negó Sueño.
—Andando.— Habló uno de los matones justamente cuando Robert les atacaba, dejándoles inconscientes para instantes después otros dos aparecer y atraparlo.
—¿Creíais que solo vendría con dos?— Le preguntó con burla al humano, el cual luchaba contra el hombre que le estaba inmovilizando
—¿Puedo intervenir ya? ¿O prefieres seguir viendo como tu experimento lucha?— Le preguntó Davina a Sueño, a la espera de que este respondiera, el cual asintió, en cuestión de segundos, la protectora se deshizo de los dos hombres haciendo que Robert la mirase impresionado ya que en aquellos momentos entendió lo preparada que estaba para luchar contra cualquiera. Ante aquel ataque, Johanna mostró un puñal que señaló contra los dos humanos, haciéndoles ver que estaba empeñada en usarlo.
—Alto.— Ordenó Sueño, captando su atención para a continuación usar su arena y nublar la mente de Johanna, la cual dejo caer al suelo el puñal, mientras ella empezaba sollozar.
—No, Otto, no. Lo siento.— Murmuró creyendo que lo que estaba reviviendo era real.
—¿Qué es lo que la has hecho?— Le preguntó Robert con curiosidad.
—Solo le he mostrado algunos viejos fantasmas.— Se limitó a decir el señor de los sueños. —No era necesario que me defendieras, para eso está Davina.— Añadió refiriéndose a ella, haciendo que el humano conociera por primera vez en siglos el nombre de la protectora.
—Ya lo veo.— Comentó impresionado. —No quería verme bebiendo solo dentro de cien años.— Añadió mostrando que de alguna forma consideraba a Sueño y a Davina como sus amigos, los únicos que sabían su mayor secreto. —Supongo que no os apetecerá ir a beber a otra taberna.— Asumió sabiendo que aquello les podría traer más problemas sino se andaban con cuidado.
—Quizá ella se lo haya contado a alguien más, aquí corres peligro.— Le aconsejo Sueño mostrando preocupación por el humano, algo nuevo para una criatura que consideraba que los humanos les servían a ellos y no a la inversa.
—Descuida, aquí estoy a salvo. No puedo morir, ¿recuerdas?— Le recordó mostrando que pasará lo que pasará nunca encontraría la forma de morir, algo triste pero también reconfortante, pues de esa forma se libraba de muchos, tal vez demasiados, problemas.
—Ya, pero pueden herirte o capturarte. Todos sabemos que el ser humano es capaz de infringir mucho daño.— Le recordó Davina mostrando que conocía muy bien como los suyos actuaban, todos ellos eran conocedores de su crueldad.
—Ve con cuidado.— Le pidió Sueño en señal de despedida.
—Siempre.— Respondió el inmortal con firmeza. —¿Otros cien años?— Le preguntó sellando la próxima reunión que tendrían.
—Otros cien años.— Sentenció Sueño para a continuación marcharse acompañado por Davina.
✶⊶⊷⊶⊷❍❍⊶⊷⊶⊷✶
Inglaterra, 1889.
—Ya pensaba que habías roto tu promesa.— Comentó Robert al ver aparecer a Davina, aliviado en cierto sentido de que la protectora no hubiera encontrado la muerte.
—Llevo cien años sin venir al mundo de los vivos, hay lugares que prefiero visitar antes.— Se limitó a decir mostrando que a pesar de los años que ya no vivía en la tierra, seguía intrigada por ver lo que había creado. —¿De quién hablabais?— Preguntó con curiosidad.
—De la extenuante Lou, aunque no se como se llama.— Admitió Robert mirando hacia una mujer que estaba en la barra.
—Louis Bolblind, su padre estuvo en el ejército, su primo la violó, la preñó y la abandonó cuando solo era una cría.— Respondió Sueño con frialdad, haciendo que Davina sintiera lastima por aquella mujer y por todas aquellas que habían, estaban e iban a vivir su mismo destino.
—¿Cómo sabes eso?— Preguntó Robert sin entender cómo Sueño podía conocer a todos.
—Tu copa esta vacía, pide más vino.— Le indicó el eterno al inmortal.
—Conocías a Lady Johanna y conoces a Lou, conoces a todo el mundo, ¿no?— Inquirió dándose cuenta de que Sueño parecía guardar más secretos de los que creía.
—Volvimos a verla.— Recordó Davina sabiendo que los Constantine eran una familia muy prometedora y muy peculiar.
—¿A quien? ¿A Lady Johanna?— Inquirió sin comprender que más tratos tendría él a lo largo del mundo, pero eran tratos que le llenaban de curiosidad.
—La hice un encargo y lo cumplió, de forma encomiable he de añadir.— Afirmó el eterno.
—Puede que eso sea lo único que he aprendido en quinientos años, la gente es mejor de lo que uno cree. Pero yo no, sigo como siempre.— Admito creyendo que él seguía siendo la misma persona que cuando era mortal, pero todos, con el paso de los siglos, terminaban cambiando.
—A lo mejor sí has cambiado.— Sugirió Davina sabiendo que el tiempo les hacía madurar y crecer, puede que no cambiaran por fuera pero lo hacían por dentro.
—Bueno, quizá haya aprendido algo de mis errores, pero aun así sigo cometiendolos.— Admitió reconociendo que había aprendido mucho de todas aquellas experiencias. —Tu sí has cambiado.— Afirmó mirando a Sueño.
—¿En qué?— Preguntó el señor de los sueños con cierta curiosidad.
—Se quien eres, porque nos vemos aquí siglo tras siglo. No es por que quieras ver si estoy listo para morir, yo dudo que jamás quiera morir. Y me parece que eso ya lo sabéis, creo que el motivo es otro.— Afirmó confirmando la teoría de Davina, todas las criaturas que tenían la vida eterna al alcance de sus manos, jamás se querrían separar de ella, y eso era lo que la ocurría, estaba tan aferrada a querer seguir viviendo que siempre buscaría la forma de hacerlo, por muy mal que se dieran las cosas.
—¿Cual crees que es?— Preguntó Sueño intrigado.
—La amistad.— Respondió Robert creyendo que el eterno le consideraba su amigo. —Creo que te sientes solo.— Admitió haciendo que la expresión del eterno cambiará, lo que hizo que Davina deduciera que aquel encuentro terminaría muy mal, terriblemente mal.
—Cómo osas...— Empezó a decir Sueño.
—Escucha, no estoy diciendo...— Le interrumpió Robert creyendo que Sueño le había malinterpretado.
—¿Cómo osas insinuar que alguien como yo necesita tu compañía?— Inquirió mientras se levantaba de la mesa bruscamente.
—Sí, eso hago.— Sentenció Robert imitando su gesto, haciendo que Davina se quedara sentada observando como los dos se estaban comportando como dos idiotas, pero sabía que en aquellos momentos no debía de meterse, a fin de cuentas a quien le tocaba aguantar luego el enfado del eterno era a ella.
—Entonces me iré y demostraré que te equivocas.— Sentenció Sueño marchándose hecho una furia.
—No se lo tengas en cuenta.— Le pidió Davina sabiendo que los eternos eran demasiado orgullosos para reconocer que necesitaban la ayuda de los demás, reconocían la ayuda de los protectores y eso ya era un milagro.
—¿Le defiendes?— Preguntó Robert sin comprender por qué hacía eso.
—Oh, no. En ese aspecto no. Pero hablaré con él, ¿si?— Le tranquilizó sabiendo que Robert tenía razón, con respecto a que era su amigo, pero como bien sabía Sueño era de aquellos que pensaba que no necesitaba de los humanos, y si aceptaba a los protectores era por obligación más que por deseo.
—¿Tu me consideras tu amigo?— Preguntó Robert mostrando que él también se sentía solo.
—Por supuesto, no te preocupes por él, me encargaré de que dentro de cien años te visite.— Le tranquilizó sabiendo dos cosas, la primera es que la llevaría un par de años convencerle; y la segunda, que lo conseguiría aunque tuviera que estar cien años escuchando sus quejas.
—¿Lo crees?— Inquirió Robert esperando que fueran ciertas sus palabras.
—Cosas más imposibles he hecho.— Aseguró mientras le dedicaba una sonrisa para a continuación marcharse.
✶⊶⊷⊶⊷❍❍⊶⊷⊶⊷✶
Actualidad.
—Parece ser que sí le consideras tu amigo.— Comentó Davina al ver que Sueño estaba parado delante de las ruinas del caballo blanco, para comenzar a seguir la pista que le llevaría a la nueva taberna. Pista que evidentemente había dejado Robert para ellos.
—Te pasaste cincuenta años dándole la razón.— Comentó Sueño recordando todos y cada uno de sus sermones, además, sino le consideraba su amigo, ¿porque se reunía con él con la curiosidad de saber que había sido de él en aquel nuevo siglo? Aunque también lo hacía para hacerle entender que no le había dejado plantado en el siglo anterior, sino que hubo un pequeño inconveniente.
—En cualquier momento podías haberle quitado la inmortalidad aún sabiendo que se aferraria a la vida como cualquier ser humano, no lo hiciste porque era el único motivo que te hacía salir del sueño y caminar entre los humanos, aunque solo fuese una vez por siglo.— Respondió Davina mientras llegaban a la nueva taberna, para a continuación ambos ver a Robert sentado en una de las mesas del fondo.
—Llegáis tarde.— Sonrió al ver que ambos habían sido fieles a su palabra aunque eso fueran un par de años, pero la ausencia del siglo anterior se debía al secuestro de Sueño, y a la pérdida de las alas de Davina.
—Creo que te debo una disculpa, es de mala educación hacer esperar a los amigos.— Sonrió Sueño confirmando que le consideraba su amigo.
—Te lo dije.— Respondió Davina a Robert, haciendo referencia a la conservación que habían tenido la última vez.
★★★
Vale, ya terminamos la sesión de flashbacks, de verdad se me ha hecho un poco eterno debido a que no había mucha acción, pero bueno.
Viendo el episodio en perspectiva, al principio Sueño le veía como un experimento, como dejó caer, pero con el paso de los años le cogió cariño. Y eso es algo bonito de ver, ya que durante toda la serie Sueño se nuestra muy reacio a los humanos, pero al final era amigo.
Para la próxima temporada espero que también haya flashbacks, pero lo que más espero es que expliquen cual fue ese trabajo que Sueño le encomendó a Johanna, estoy verdaderamente intrigada.
Con respecto al próximo capitulo, solo puedo decir que me muero de ganas de que conozcáis a Peige.
Bueno y ya no os puedo decir las ganas que tengo de que veías el epílogo, el cual os va a reventar la cabeza. Estoy completamente segura de ello.
¿Qué os ha parecido el capítulo?
Os leo ♥️
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro