Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

14: La segunda prueba (I).

El tiempo avanzó con una velocidad inquietante, deslizándose más rápido de lo que Jungkook habría podido prever, arrebatándole cada oportunidad de preparación adicional que habría anhelado aprovechar. Cuando la segunda prueba finalmente llegó, no pudo evitar sentir que el momento lo había alcanzado demasiado rápido. A pesar de las interminables horas de entrenamiento bajo la guía de Seokjin, el peso del nerviosismo se mantenía firme, un recordatorio constante de que la verdadera prueba no estaba en los entrenamientos, sino en lo desconocido que se avecinaba.

Seokjin, fiel a su estilo directo y meticuloso, se encargó de despojar cualquier atisbo de falsa seguridad. Sus advertencias habían sido claras y reiterativas: la segunda prueba estaba diseñada para quebrantar incluso a los más fuertes. Trampas mortales, criaturas ocultas en la penumbra, y desafíos que no se podían anticipar; no había espacio para errores ni para ilusiones reconfortantes. Cada palabra parecía un ladrillo más en la pesada carga que Jungkook sentía sobre sus hombros, y sin embargo, también le brindaba algo invaluable: una conciencia fría y afilada de lo que estaba por enfrentar.

En el fondo, sabía que aquella preparación, por cruda que fuera, era necesaria. Ir con los ojos cerrados sería un acto de suicidio, y si algo le había enseñado el entrenamiento con Seokjin era que la confianza ciega no tenía cabida en situaciones donde la vida pendía de un hilo. Sin embargo, incluso con esa consciencia despierta y una voluntad fortalecida, el peso de lo desconocido no disminuía. Era como una corriente subterránea que lo arrastraba hacia un territorio incierto, donde solo sus decisiones y habilidades determinarían si lograba salir con vida.

La segunda prueba tendría lugar al día siguiente, y los últimos días habían sido un torbellino para Jungkook. Apenas había tenido tiempo para continuar con su entrenamiento, ocupado por completo en cumplir con sus responsabilidades dentro del equipo de logística. Pasó gran parte de ese tiempo junto a Jimin y Ethan, asegurándose de que el equipo básico estuviera listo para todos los integrantes del escuadrón. Se centraron en preparar los brazaletes con runas, los artefactos de orientación y las provisiones esenciales, cuidando cada detalle para no cometer ningún error.

Se habían enfocado únicamente en preparar el equipo básico, ya que los artefactos de mayor nivel, aquellos capaces de marcar una verdadera diferencia en situaciones extremas, solo podían adquirirse mediante los puntos acumulados en las pruebas semanales escritas. Aunque la distribución de estos artefactos también era responsabilidad de su equipo, no era algo que pudieran hacer con antelación. Esa tarea quedaba reservada para el momento justo antes de la prueba.

Gracias a su desempeño excepcional, Jungkook había alcanzado la puntuación máxima en todas las pruebas escritas, lo que le había permitido acumular una cantidad considerable de puntos. Con esa ventaja, no tenía dudas de que podría obtener cualquier artefacto que necesitara para la siguiente prueba. Sin embargo, a pesar de su seguridad en cuanto a los recursos a su disposición, Seokjin había sido claro en sus indicaciones. "No se trata de cargar con todo lo que puedas", le había advertido. "Lo primordial en esta prueba será la rapidez. No sirve de nada tener herramientas poderosas si te ralentizan".

Jungkook sabía que cada decisión contaría, y aunque los artefactos más poderosos estaban al alcance de su mano, su enfoque debía ser otro: la agilidad para escapar, la capacidad de moverse sin obstáculos ni sobrecarga. La prueba que se avecinaba exigiría una mente rápida y un cuerpo ágil, no una mochila cargada de artefactos que solo podrían entorpecer su movilidad. La verdadera clave sería no ser atrapado por el peso de la preparación, sino mantenerse ligero y veloz para enfrentar lo que estuviera por venir.

Ahora mismo, Jungkook se encontraba en su habitación, preparado para descansar después de un largo día pasando horas en el almacén. Yoongi aún no había regresado, pero teniendo en cuenta lo agitado de los últimos días, supuso que no tardaría mucho. Después de una ducha refrescante, estaba disfrutando de la suave brisa nocturna que entraba por la ventana, cuando un par de golpes en la puerta interrumpieron el momento. Frunció el ceño, extrañado. ¿Quién podría ser a esta hora? Se levantó rápidamente, impulsado por la curiosidad, y se dirigió hacia la puerta, dispuesto a descubrir quién era el visitante nocturno. Sin embargo, cuando abrió la puerta, sus ojos se agrandaron de sorpresa al ver quién estaba allí.

—¿Mingyu? ¿Qué haces aquí? —pregunta Jungkook, confundido, pues sabía que el Aervox estaría ocupado durante un tiempo. De hecho, Mingyu mismo se lo había dicho días antes—. Dijiste que no podrías verme por un tiempo.

El comandante sonríe de manera despreocupada, ese brillo familiar iluminando sus ojos como siempre que le dedica una mirada.

—Me escapé por un rato porque quería verte —dice con una calma que solo Mingyu sabe mostrar. Su tono es suave, pero hay una determinación firme en sus palabras—. Sé que mañana es tu prueba, y quería desearte suerte antes de que todo comience.

Jungkook lo observa en silencio por un momento, sin poder evitar esbozar una ligera sonrisa. Mingyu siempre es así; sin importar cuán ocupada sea su vida o lo difícil que estén las circunstancias, siempre encuentra tiempo para aparecer cuando más lo necesita, como si nada fuera más importante que recordarle que tiene su apoyo incondicional.

—Oh... —responde Jungkook, casi en un susurro—. Muchas gracias.

Mingyu observa a Jungkook por un instante, la sonrisa que nunca desaparece de su rostro se suaviza un poco.

—No te preocupes tanto, ¿sí? —dice con un tono ligeramente más serio, aunque aún mantiene su aire relajado—. Sé que estás ansioso por la prueba, pero sé que lo vas a hacer bien. Has estado entrenando como nadie.

Jungkook asiente, aunque la tensión en su pecho no desaparece por completo. La preocupación por la prueba está allí, como una sombra que no se puede disipar tan fácilmente.

—Lo sé, pero... no puedo evitarlo. Hay tantas cosas en juego. No quiero fallar, Mingyu.

El mayor da un paso adelante, su mirada fija en Jungkook con una seriedad que raramente muestra, pero que siempre sabe cuándo usar.

—Escucha, Kook —comienza, su voz más baja ahora—. No necesitas probarle nada a nadie. Yo ya sé lo que eres capaz de hacer. No tienes que cargar con todo ese peso solo. Tienes a tu equipo, y sobre todo, tienes a gente que cree en ti. No importa lo que pase mañana, siempre estaré aquí, apoyándote.

Jungkook siente una calidez inesperada al escuchar sus palabras. Sabe que Mingyu siempre ha estado allí para él, pero de alguna manera, esas palabras lo alcanzan más profundamente en ese momento.

—Gracias... realmente. Eso significa más de lo que imaginas.

Mingyu asiente una vez, sus ojos reflejando la sinceridad de sus palabras, antes de volver a sonreír con la misma despreocupación que siempre lo caracteriza.

—Buscaré la manera de verte mañana, pero ahora realmente tengo que irme. Wonwoo no tardará en venir a buscarme.

Al escuchar esto, Jungkook no puede evitar soltar una ligera risa, dejando escapar un suspiro que mezcla diversión y exasperación.

—Te he dicho mil veces que dejes de darle problemas a tu Mentályr —responde con una sonrisa juguetona, sabiendo que Mingyu no tiene remedio cuando se trata de desafiar las reglas por un momento de libertad.

El contrario encoge los hombros con un gesto despreocupado, como si la advertencia no tuviera el mismo peso para él.

—Lo sé, pero todas las reprimendas que pueda recibir valen la pena si con eso puedo robar un momento para verte. —Su tono es ligero, casi burlón, pero hay una sinceridad que se asoma en sus palabras, algo que Jungkook conoce bien en él.

Lo observa en silencio por un momento, sintiendo una mezcla de afecto y gratitud. Aunque Mingyu a veces actúa de forma impulsiva, sabe que detrás de esa actitud relajada hay una lealtad inquebrantable.

—No cambias —responde con una sonrisa cálida, aunque en sus ojos se puede ver el aprecio profundo por el gesto, a pesar de las circunstancias.

—No olvides lo que te dije, Kook. Todo va a estar bien. Mañana lo harás increíble.

Jungkook asiente, sintiendo cómo esas palabras calan hondo, reafirmando una confianza que a veces duda de mantener.

—Lo haré. Gracias, Mingyu.

Algo en el ambiente parece diferente, y Jungkook lo percibe incluso en la mirada que el comandante le lanza. La conversación que acababan de tener sigue flotando entre ellos, impregnando el aire con una tensión palpable. Esa tensión crece, casi se puede tocar, y la mirada de ambos queda fija en el otro sin poder apartarse. Cada segundo parece alargarse, el tiempo se vuelve denso, y Jungkook se da cuenta del poco espacio que hay entre ellos. La cercanía es tan tangible que puede sentir el calor del otro a través de la distancia.

De repente, la mano de Mingyu avanza hacia su rostro, con una suavidad y ternura que se refleja en el brillo de sus ojos. La caricia es lenta, y el aire se llena de una quietud inexplicable. Jungkook siente cómo su cuerpo se queda paralizado, incapaz de moverse, mientras Mingyu se inclina hacia él, acercándose más y más. En ese instante, sabe lo que está por venir, pero no puede reaccionar. Ni siquiera cuando los labios de Mingyu tocan los suyos, en un beso que al inicio carece de movimiento.

Jungkook hace un esfuerzo por seguir el beso cuando el otro mueve sus labios, pero el frío que invade su pecho se mezcla con una sensación de calor extraña, hiriente, que parece quemarle desde dentro. El calor recorre su cuerpo con intensidad, pero es un calor incómodo, algo que lo ahoga. Todo en él se revuelca en una sensación tan insoportable, tan... incorrecta.

No entiende por qué, pero es inevitable. Su mente no puede evitar la comparación, el recuerdo de los besos de Taehyung. Cada uno de esos momentos había sido una conexión profunda, un reflejo de algo genuino entre ellos a pesar de lo extraño y confuso que siempre fue. Pero este beso, tan ajeno, tan vacío, se siente completamente diferente. La diferencia es tan palpable, tan dolorosa, que una pregunta retumba en su mente, insoportable: ¿qué está sucediendo?

El beso fue extraño, incómodo, cargado de una sensación que Jungkook no logra descifrar. No estaba seguro de si Mingyu había notado algo, pero si lo había hecho, no lo dejó entrever; al contrario, antes de marcharse le dedicó una sonrisa amplia, como si todo estuviera en perfecta armonía.

Jungkook permaneció en su lugar, atrapado en un estado de confusión que parecía atarlo al suelo. Sus emociones eran un torbellino: no entendía lo que sentía, ni siquiera lograba procesarlo. Una punzada de incomodidad se aferraba a su pecho, extendiéndose como una ola amarga que lo envolvía. Se sentía incapaz de quejarse del malestar interno, de buscar alivio; estaba demasiado perdido en su propio caos.

No sabía cuánto tiempo había pasado con la mirada fija en el suelo. La noción del tiempo se le escapaba, como si el mundo girara sin él. Fue entonces cuando notó una sombra detenerse frente a él. Por un instante, pensó que quizás era Mingyu, tal vez regresando para añadir algo más, alguna explicación o despedida. Lentamente alzó la mirada, pero lo que encontró hizo que todo el aire se esfumara de sus pulmones.

Taehyung estaba ahí. Su figura era imponente, su rostro una máscara de emociones contenidas que, sin embargo, no necesitaban palabras para gritar lo que sentía. Jungkook lo supo en el instante en que sus ojos se encontraron: estaba furioso. Pero lo que más le inquietó no fue la intensidad de su mirada, sino el hecho de que no necesitaba explicaciones, de que no había dudas. Jungkook lo sabía, lo sentía como un latido demasiado fuerte en su pecho. No quería pensar en cómo lo entendía con tanta claridad; simplemente lo hacía, y eso era suficiente para hacer que el suelo pareciera ceder bajo sus pies.

El silencio entre ellos era un abismo, un espacio cargado de palabras no dichas, emociones contenidas y una tensión tan densa que parecía succionar el aire del pasillo. Cada segundo que pasaba se sentía como una eternidad, una cuerda estirada al límite, lista para romperse en cualquier momento.

Jungkook apenas podía sostener la mirada de Taehyung, pero tampoco podía apartarla. Los ojos del comandante, oscuros y fríos, parecían esconder un millón de secretos que Jungkook anhelaba descifrar. Sin embargo, esa frialdad no solo le inquietaba, sino que también le atraía de una forma que no lograba comprender. El peso de esa mirada era sofocante, desesperante, como si lo envolviera por completo, robándole el aliento. Pero, en medio de toda esa opresión, había algo contradictorio: una sensación de libertad. Era extraño, ilógico, pero esa tensión, ese magnetismo entre ambos, lo hacía sentirse vivo de una manera que nunca antes había experimentado.

Su mente era un caos. No podía pensar con claridad, no sabía qué lo impulsaba, pero tampoco podía detenerlo. Era como si toda esa tensión hubiera alcanzado un punto crítico, como si cada fibra de su ser le exigiera actuar. Jungkook no sabía por qué, pero lo sabía con una certeza absoluta: tenía que hacerlo. Era inevitable, como si algo más grande que él lo estuviera empujando.

Dio un paso hacia adelante, acortando la distancia que quedaba entre ellos, y lo besó. Fue un gesto abrupto, cargado de emociones que no sabía cómo expresar de otra manera. No tuvo tiempo de detenerse a pensar en la reacción de Taehyung, pero algo en la forma en que el comandante no se apartó, en cómo lo sostuvo con firmeza, le hizo creer que esto era lo que ambos habían estado esperando.

El contacto era todo lo que Jungkook no sabía que necesitaba. La dureza de los brazos de Taehyung rodeándolo lo anclaba al momento, mientras que la intensidad del beso lo hacía sentir como si todo lo incorrecto, todo lo que debería estar mal, estuviera perfectamente bien. Y por un instante, nada más importó. Ni la tensión, ni la incertidumbre, ni el peso de las posibles consecuencias. Solo ellos.

El beso es caótico, como si cada emoción reprimida explotara en ese instante. No hay suavidad ni medida, solo una intensidad cruda que amenaza con consumirlos a ambos. Los movimientos son desesperados, urgentes, como si temieran que este momento se les escapara de las manos.

De repente, Taehyung toma a Jungkook por los muslos con una facilidad que deja claro la fuerza que posee, levantándolo sin esfuerzo. Jungkook apenas reacciona; está demasiado perdido en la sensación, demasiado atrapado en el vértigo de todo lo que está ocurriendo. Su cuerpo se mueve por puro instinto, rodeando con sus piernas la cadera del comandante mientras sus brazos se aferran con fuerza al cuello del otro, como si fuera su única ancla.

Taehyung cierra la puerta de la habitación tras ellos con un estruendo que probablemente resuena en toda la academia, un ruido imposible de ignorar. Pero para ellos, el mundo exterior ha dejado de existir. En este instante, no hay reglas, ni juicios, ni consecuencias. Solo están ellos dos, y eso es lo único que importa.

El comandante los guía hasta la cama con pasos decididos, sus movimientos tan firmes como la mirada que lanza de vez en cuando a Jungkook, una mezcla de posesión y algo más que es difícil de descifrar. Cuando llegan, se deja caer suavemente sobre Jungkook, sus cuerpos chocando con una extraña familiaridad peligrosa. Sus labios nunca se separan, sus respiraciones entrecortadas se mezclan en el aire cargado de tensión y deseo.

No parece que Taehyung tenga intención de cruzar más límites; sus manos se mantienen en movimientos que son al mismo tiempo exploratorios y contenidos, acariciando con avidez todo lo que tienen al alcance. Jungkook, a pesar del torbellino de emociones, no hizo nada por detenerlo.

No podía, no quería.

Al contrario, lo aceptó, dejándose llevar por el calor que emanaban las caricias. Era un calor que llenaba cada rincón vacío dentro de él, algo que no podía explicar pero que lo consumía por completo, y que hacía que Jungkook se sintiera completamente abrumado. Cada roce envía oleadas de calor por su cuerpo, haciéndolo arquearse involuntariamente, dejándose llevar por una mezcla de placer y una culpa que ya empieza a asomarse, aunque por ahora logra ignorarla.

En el fondo de su mente, sabe que esto no es algo de lo que saldrá ileso. Está seguro de que después vendrá el arrepentimiento, las dudas, y tal vez incluso las consecuencias que ni siquiera es capaz de imaginar en este momento. Pero por ahora, nada de eso importa. Solo existe el ahora, el fuego entre ellos, y la sensación de que, aunque sea solo por un instante, todo encaja.

Cuando finalmente se separan, ambos jadean, intentando recuperar el aliento perdido. Jungkook no se había dado cuenta de cuánto había extrañado la intensidad del fuego abrasador en la mirada del comandante hasta que la ve enfrentarse con el gris tormentoso de la suya. La tensión sigue suspendida entre ellos, tan densa y palpable que ninguno parece saber qué decir o hacer. Es como si, de golpe, ambos volvieran a ser conscientes de sus cuerpos y de lo que acaba de ocurrir, como si la realidad se precipitara sobre ellos con un peso imposible de ignorar.

Jungkook siente el pulso acelerado en su pecho, acompañado de una punzada de inquietud al recordar que Yoongi podría aparecer en cualquier momento. El simple pensamiento de ser descubierto en esta situación debería ser suficiente para apartarlo, para romper el contacto que aún los une. Pero, por más que lo intenta, se encuentra incapaz de moverse.

La culpa y el arrepentimiento comienzan a alzarse, susurrando en su mente, pero incluso esas emociones no logran superar el miedo a lo que vendrá después. Porque sabe, con una certeza dolorosa, que en el momento en que se separe de Taehyung, ese vacío sofocante que siempre lo acompaña volverá a envolverlo. Y justo ahora, no está seguro de poder enfrentarlo.

—¿Cuándo vas a parar con este juego hipócrita? —cuestiona Jungkook, finalmente encontrando su voz, dejando que toda la ira y frustración que había estado acumulando se filtraran a través de la hostilidad de sus palabras.

—¿Me vas a hablar tú de hipocresía? —replica Taehyung con la misma dureza, pero algo en su tono no encaja. Su mirada, que debería reflejar la misma frialdad que sus palabras, está cargada de algo distinto, algo que Jungkook no está acostumbrado a ver en él. La rabia de siempre ha desaparecido, dejando lugar a una vulnerabilidad apenas perceptible, una grieta en la fachada del comandante.

Permanecen en silencio, los ojos de ambos transmitiendo una honestidad que sus palabras no logran capturar. El peso de la tensión entre ellos es palpable, y ninguno de los dos se atreve a romperla. Finalmente, Taehyung se separa ligeramente, su mano subiendo hasta posarse en el pecho de Jungkook, ejerciendo una presión sutil pero firme.

Jungkook no entiende lo que está sucediendo, pero antes de que pueda cuestionarlo, siente el calor del poder de Taehyung penetrando en su cuerpo. Una oleada de energía lo atraviesa, desordenando su interior, pero al mismo tiempo imponiendo un extraño sentido de orden. La sensación es abrumadora, como si algo profundo y esencial dentro de él comenzara a reorganizarse, dejándolo en un estado de vulnerabilidad y confusión, sin saber si debe resistirse o entregarse por completo.

—Estás helado. ¿No será miedo lo que sientes? —pregunta Taehyung, su voz cargada de una calma que no hace más que acentuar la tensión del momento.

—No tengo miedo de ti —responde Jungkook, sin titubear, aunque algo en su interior parece decir lo contrario.

—Eso no es muy inteligente de tu parte. Veremos si mañana sigues opinando lo mismo, Jungkook Xaldir. Te lo advertí, pero si prefieres ignorar mis advertencias, entonces prepárate para asumir las consecuencias. —Taehyung se levanta con firmeza, y como Jungkook lo había anticipado, siente cómo el vacío regresa a su pecho, ampliándose a medida que el comandante se aleja. A pesar de la vacilación en la mirada de Taehyung, no se detiene. Solo lo hace cuando llega a la puerta. Entonces, sin girarse, murmura algo más—: Ojalá me hubieras evitado hacer algo que no quería.

Y sin decir una palabra más, se marcha, dejando a Jungkook completamente desconcertado e inmóvil. El eco de sus pasos se pierde en la distancia, mientras la sensación de calidez que había comenzado a llenar su pecho se desvanece lentamente, deslizándose fuera de él junto con la figura del comandante. Un vacío profundo lo invade, como si algo esencial se hubiera ido con él, dejando solo una fría inquietud en su lugar.

El día de la segunda prueba finalmente llegó, y el ambiente en la sala estaba cargado de una tensión casi sofocante. Habían reunido a todos los escuadrones del primer curso, y el nerviosismo era palpable en cada gesto contenido, en cada mirada esquiva. Nadie hablaba; no era necesario. El peso de lo que estaba por venir se sentía en cada respiración.

Esto no sería como la primera prueba. Todos lo sabían. Esta vez el peligro era real, un riesgo que podía percibirse en la rigidez de sus posturas y en el modo en que sus ojos reflejaban una mezcla de miedo e incertidumbre. Jungkook no era la excepción. Aunque mantenía el rostro serio, podía imaginar que su mirada traicionaba la misma inquietud que veía en los demás. Estaba junto a su escuadrón, cada uno con su equipo asignado. Jimin y Ethan permanecían a su lado, en silencio, igual de expectantes.

No hacía falta que alguien lo dijera; todos sabían lo que les esperaba. El sonido de sus propias respiraciones parecía resonar en sus oídos mientras aguardaban las instrucciones, conscientes de que las palabras que estaban por escuchar marcarían el inicio de algo a lo que no podrían retroceder.

Especialmente porque comprendían que, aunque la evaluación general se llevaría a cabo a nivel de escuadrón, la prueba misma era una lucha completamente individual. Cada uno estaba obligado a enfrentarse solo a lo que estuviera por venir, confiando únicamente en su habilidad, ingenio y fuerza. Esa realidad añadía un peso adicional a la tensión ya presente, pues sabían que cualquier error, por pequeño que fuera, no solo afectaría su desempeño personal, sino también el resultado colectivo de su escuadrón.

El silencio en la sala es interrumpido por el sonido seco de puertas pesadas abriéndose. Todas las miradas se giran al instante hacia la entrada, donde las imponentes figuras del Consejo de la escuela hacen su aparición. Avanzan con paso firme, su presencia irradiando una autoridad incuestionable. Al frente, la profesora Rin lidera el grupo. Sus ojos, afilados como dagas, escanean a los estudiantes con una precisión casi intimidante, como si pudieran leer sus pensamientos más profundos. El murmullo de nerviosismo que había empezado a formarse se extingue de inmediato bajo el peso de su mirada. Sin detenerse, avanza hacia el centro de la sala, dejando atrás al resto del Consejo que toma posición en un semicírculo solemne.

—Escuchen con atención —comenzó la profesora Rin, su voz resonando con una gravedad que pareció hacer eco en las paredes de la sala—, porque de esto dependerá si sobreviven o no. La segunda prueba que están por enfrentar será completamente distinta a la primera. Esta vez, no se trata solo de demostrar habilidad; deberán demostrar si tienen lo necesario para sobrevivir.

Hizo una pausa intencionada, dejando que sus palabras calaran hondo. Sus ojos recorrieron el salón una vez más, deteniéndose brevemente en los rostros de algunos estudiantes. Algo en su mirada, fría y calculadora, parecía disfrutar del nerviosismo que percibía en ellos, como si evaluara cuánto podrían soportar antes de quebrarse.

—La prueba que deberán realizar —continuó con la misma firmeza—, será adentrarse en un laberinto subterráneo que pondrá a prueba su astucia, su valentía y su capacidad para resolver problemas.

La tensión en la sala pareció aumentar, casi palpable en el aire pesado que envolvía a los estudiantes. Nadie se atrevía a moverse o siquiera a cruzar miradas. Cada uno parecía perdido en sus propios pensamientos, en escenarios imaginados sobre lo que enfrentarían más allá de ese lugar.

Algunos apretaban los puños con fuerza, otros mantenían sus brazos cruzados como un intento de ocultar su nerviosismo. Había quienes, como Jungkook, intentaban mantener una expresión imperturbable, pero no podían evitar que su respiración se acelerara ligeramente. Sin embargo, entre ellos, había quienes no parecían inmutarse en lo más mínimo ante lo que estaba por venir. Taehyung, por ejemplo, se mantenía erguido, la mirada fija, pero su rostro permanecía inexpresivo, como si nada en ese momento pudiera alterarlo.

Su actitud tranquila parecía ser un contraste con el nerviosismo palpable de los demás, una calma que desconcertaba a los que lo observaban. Mientras los estudiantes a su alrededor trataban de ocultar sus inquietudes, Taehyung parecía completamente en control, como si ya hubiera aceptado lo que estaba por ocurrir y estuviera preparado para enfrentarlo, sin mostrar ni la más mínima fisura en su postura.

—La prueba no solo consiste en enfrentarse a criaturas mortales —continuó la profesora Rin, con el mismo tono implacable—. También deberán superar trampas diseñadas específicamente para desbordar incluso a los más preparados. Cada uno de ustedes tendrá que hacerlo solo, y demostrar que todo lo que han aprendido hasta ahora es suficiente para mantenerse con vida.

Sus palabras se colaron en el ambiente como una sentencia, llevando consigo la pesada realidad de lo que se avecinaba. No era solo la amenaza de las criaturas lo que los esperaba, sino la complejidad de los desafíos que habían sido preparados con una intención clara: poner a prueba su capacidad para adaptarse y sobrevivir por sí mismos, más allá de las enseñanzas y las técnicas que creían dominar.

Jungkook sabía que, a pesar de que la prueba se mantenía en secreto, todos los estudiantes habían encontrado maneras de descubrir algo sobre lo que les esperaba. Parte de sobrevivir a algo como esto era estar lo más preparado posible, y la única forma de hacerlo era anticipándose, incluso si no podían conocer todos los detalles.

Sin embargo, aunque muchos de sus compañeros habían hecho todo lo posible por prepararse, eso no significaba que se sintieran más tranquilos. Jungkook era un claro ejemplo de ello. Aunque había pasado meses entrenando incansablemente con Seokjin, cada día más exigente que el anterior, la ansiedad seguía pesando sobre él como una sombra. No importaba cuán fuerte se hubiera vuelto, cuán rápido o preciso, ni cuánto había aprendido sobre el control mental y físico. Nada de eso podía disipar la sensación de incertidumbre que le apretaba el pecho, la inquietud de enfrentarse a lo desconocido, a lo impredecible.

Especialmente cuando Seokjin le había dicho, que sus resultados no eran lo que se esperaba de él, considerando todo el esfuerzo y la intensidad del entrenamiento al que lo había sometido.

Jungkook había dado todo de sí, empujando sus límites una y otra vez, pero había algo que no encajaba. A pesar de su esfuerzo incansable, era extraño, incluso desconcertante, que su poder no estuviera a la altura de las expectativas. Había entrenado con todo su ser, poniendo cada fibra de su cuerpo en cada ejercicio, cada estrategia, cada enfoque mental. Sin embargo, cuando se trataba de poner en práctica lo aprendido, algo fallaba. El poder que fluía por sus venas no respondía como debía, no se desataba con la fuerza que se esperaba de él. Era como si hubiera una barrera invisible entre él y el máximo potencial que sentía que podía alcanzar, una barrera que, por más que intentaba romper, seguía intacta. Esa disonancia entre su esfuerzo y los resultados le causaba una frustración que, aunque callada, lo consumía. ¿Por qué, a pesar de su dedicación, sentía que aún no era suficiente?

—La misión es simple: recuperar la reliquia oculta en el centro del laberinto. Para ello, deberán adentrarse en sus profundidades, superar todo lo que se les presente, y regresar antes de que el tiempo se agote. El tiempo límite es de cuatro horas. Si no regresan dentro de ese plazo, no conseguirán la escama.

La cazadora hizo una pausa, su mirada recorriendo la sala con intensidad, como si quisiera que cada palabra calara en lo más profundo de los estudiantes.

—Y tengan presente que, para esta prueba, las reglas son inexistentes. No hay límites, no hay excepciones. Solo su astucia, su voluntad y su capacidad para sobrevivir decidirán si logran completar la misión o si se quedan atrás.

La tensión aumentó en el ambiente, como si el aire mismo se volviera más denso, cargado con la gravedad de sus palabras. Los estudiantes asimilaban el peso de la advertencia. La prueba no sería solo un desafío físico, sino también mental, y cada uno de ellos tendría que enfrentarse a lo desconocido sin ningún tipo de ayuda o garantías.

Jungkook no pudo evitar que su mirada se deslizara hacia Taehyung, quien, curiosamente, le observaba de vuelta. En ese instante, algo le desconcertó completamente. Normalmente, incluso cuando la frialdad era lo único que el comandante buscaba transmitir, Jungkook siempre lograba percibir una multitud de emociones contenidas en sus ojos. Pero ahora, lo único que encontró fue vacío. La mirada de Taehyung estaba completamente inexpresiva, carente de cualquier rastro del brillo que alguna vez Jungkook vio en ella. Solo había una frialdad cruda, implacable, que se apoderaba de él con una intensidad que lo dejó sin aliento. Esa ausencia de todo lo que alguna vez pudo identificar en esos ojos lo golpeó con fuerza, haciendo que el vacío dentro de él doliera más de lo que jamás había imaginado.

En ese momento, Jungkook sintió que todas las amenazas del Aervox cobraban un significado tangible. Durante mucho tiempo, se había preparado para enfrentarse a él. Pero en lo más profundo, una parte de él sabía que no estaba realmente listo para eso. Había querido convencerse de que Taehyung no cumpliría con las advertencias, que las palabras y las miradas de frialdad no eran más que una táctica para hacerle desistir por voluntad propia. Pero la dureza en sus ojos le decía lo contrario, y una vez más, ese miedo, ese mismo temor que había experimentado al principio cuando lo conoció, lo invadió por completo. Taehyung no era solo una amenaza distante; ahora, lo sentía más real que nunca.

Sabía que él intentaría acabar con él.

"Las reglas son inexistentes", había dicho la profesora Rin, y esas palabras retumbaban en la mente de Jungkook con un peso insoportable. Lo que aquello implicaba era claro: en esta prueba, cualquier cosa estaba permitida, incluso lo más extremo. Matar. La posibilidad de que los estudiantes pudieran enfrentarse no solo a trampas mortales y criaturas letales, sino también a sus propios compañeros, le helaba la sangre.

Mientras absorbía la gravedad de la advertencia, Jungkook se dio cuenta de que ya no estaba seguro de qué le aterraba más: la brutalidad de la prueba que tenía por delante, o la terrible libertad con la que esta permitiría que se desataran las peores consecuencias. La incertidumbre lo envolvía, y cada fibra de su ser parecía estar a punto de quebrarse bajo el peso de lo que le esperaba.

Cuando la profesora terminó de dar las instrucciones, les ordenaron que se dirigieran a una sala en el nivel subterráneo, donde cada escuadrón podría prepararse para lo que estaba por comenzar. El grupo avanzó en silencio, el peso de la tensión palpable en el aire, cada paso acercándolos más al momento en que todo cambiaría. Jungkook no podía dejar de observar la espalda de Taehyung, que lideraba el camino con paso firme, su figura casi imponente a medida que avanzaba frente a ellos.

El pensamiento de Jungkook se desvió inevitablemente hacia la noche anterior y luego hacia la mirada fría que Taehyung le había dado poco antes. Realmente no entendía qué estaba sucediendo entre ellos. Aunque intentaba restarle importancia, el peso de lo que parecía significar lo hacía imposible de ignorar. No quería darle más significado del que tenía, pero no podía evitarlo. El vacío en su interior, la sensación de que algo había cambiado irrevocablemente, lo acosaba con cada paso que daba hacia la prueba que los esperaba.

De repente, sintió una presencia familiar a su lado, y antes de que pudiera reaccionar, un ligero apretón en su mano lo hizo volver al presente. Era Yoongi. No hacía falta que dijera nada; el simple gesto de apoyo fue más que suficiente para aliviar la inquietud que lo había invadido. Las palabras que le había dicho esa mañana resonaron en su mente con claridad, dándole una fuerza renovada: "Confío en ti, Kook".

En cuanto llegaron a la sala asignada, Taehyung les dio la orden de distribuir el equipo entre los integrantes del escuadrón. Jungkook se sintió aliviado de no tener que ser él quien entregara el equipo al comandante; algo en la idea de interactuar con Taehyung en ese momento le resultaba intolerable. Sin embargo, una punzada de desagrado lo atravesó al ver que Jimin era quien cumplía con esa tarea. Apretó los labios, apartando el pensamiento antes de que le distrajera más. Este no era el momento para titubeos. Había cosas más importantes en qué enfocarse.

Con pasos decididos, se dirigió hacia Yoongi, cargando el equipo que le correspondía. Había algo que debía decirle antes de que la prueba comenzara. Su mirada recorrió rápidamente la sala, asegurándose de que nadie estuviera lo suficientemente cerca para escuchar. Entonces, inclinándose ligeramente hacia él, habló en un murmullo cargado de determinación.

—No tienes que buscarme —murmuró con seriedad, su mirada fija en los ojos de Yoongi—. Concéntrate en la prueba y en encontrar a tu equipo de ser posible.

El castaño frunció el ceño, claramente dispuesto a refutar.

—Pero...

Jungkook negó con firmeza antes de que pudiera continuar.

—Necesito hacer esto solo —insistió, su voz tensa, pero inquebrantable. Había demasiado en juego, y la idea de que Yoongi pudiera ponerse en peligro por estar cerca de él era intolerable. Extendió su mano, ofreciendo una daga elemental de agua decorada con runas que brillaban tenuemente en un azul profundo—. Toma esto —añadió después de un breve silencio.

Yoongi observó la daga con incredulidad antes de levantar la mirada.

—¿Por qué me das esto? No tengo los puntos para algo como esto —negó de inmediato, tratando de rechazarla.

—Solo tómala. Ya me encargué yo de los puntos. —Jungkook soltó un suspiro, pero su tono permaneció firme.

—Kook... —Yoongi comenzó, pero fue interrumpido nuevamente.

—Por favor —insistió Jungkook, sus ojos mostrando una mezcla de urgencia y preocupación—. Sabes que tengo demasiados. Solo, tómala. Por favor.

Yoongi apretó los labios, como si quisiera seguir discutiendo, pero finalmente asintió, sujetando la daga con cuidado.

—Está bien. Pero ten cuidado, ¿sí? Te veré en la salida del laberinto, promételo.

—Lo prometo —respondió Jungkook con toda la firmeza que pudo.

Yoongi respiró profundamente, sus palabras saliendo como un murmullo solemne.

—Que Myrtlax te acompañe.

Jungkook asintió levemente, con una ligera sonrisa en sus labios.

—Que Myrtlax te acompañe.

Jungkook había oído de este lugar innumerables veces. Se suponía que la información sobre la prueba era estrictamente confidencial, un secreto que ningún estudiante debía conocer antes de tiempo, pero a Seokjin nunca pareció importarle demasiado cada vez que le hablaba de ello. Siempre repitiendo que le había prometido a Susan mantenerlo con vida, como si esas palabras fueran suficientes para aligerar el peso de la culpa.

El laberinto era una mazmorra subterránea que se extendía como un intrincado entramado de túneles y cámaras bajo los cimientos mismos de la academia. Su vasta extensión era un misterio, pues nadie, salvo los altos mandos, conocía su verdadera magnitud. Era un lugar antiguo, construido con una intención deliberada: ser una prueba implacable para los estudiantes. Sus muros estaban hechos de piedra oscura, marcada por runas desgastadas y cicatrices de incontables enfrentamientos. La atmósfera era opresiva, impregnada de humedad y un leve olor a azufre, que delataba la presencia de criaturas más allá de lo común.

No era solo un lugar lleno de trampas y desafíos mecánicos; el laberinto estaba vivo. Su arquitectura parecía cambiar de manera sutil, como si respondiera al miedo y la determinación de quienes se adentraban en él. Pasillos que antes llevaban a una salida segura podían transformarse en callejones sin salida, y algunas puertas solo se abrían mediante la determinación mental de la persona.

Los monstruos que lo habitaban eran tan variados como letales, y cada uno representaba un desafío único. Espectros, sombras etéreas que se deslizaban sin hacer ruido, acechaban en los rincones oscuros del laberinto. Sus ojos brillaban con una luz fría, y su toque drenaba la energía vital de los que se cruzaban en su camino, dejándolos débiles y vulnerables. Los golems, formados de piedra y magia antigua, se alzaban como gigantes inmóviles, pero cuando eran provocados, su fuerza era inhumana. Eran guardianes implacables que bloqueaban los pasajes y atacaban sin piedad a quienes osaban desafiar su territorio.

En los pasajes más húmedos, se encontraba una temible hidra, una bestia de múltiples cabezas que se regeneraban rápidamente cada vez que una de ellas era cortada. Sus ojos eran rojos como el fuego, y sus mordeduras estaban imbuidas de un veneno que paralizaba a sus víctimas antes de devorarlas lentamente.

Se decía que también había dragones inferiores, que eran utilizados para este tipo de pruebas. Aunque menos letales en comparación con otros dragones, también representaban una gran amenaza. Estas criaturas, más pequeñas en tamaño pero no menos feroces, se habían ganado su reputación por su agresividad y habilidad para adaptarse al terreno. Con escamas más gruesas y una resistencia mayor que la de muchas otras bestias del laberinto, los dragones inferiores podían lanzar llamaradas de fuego que alcanzaban temperaturas abrasadoras o embestir con una fuerza brutal que hacía temblar los muros.

Lo que los hacía aún más peligrosos no era solo su habilidad de combate, sino su inteligencia. Eran criaturas astutas que sabían cuándo emboscar a sus presas, y su presencia en el laberinto no solo era un desafío físico, sino también psicológico. El rugido de un dragón inferior resonaba por los pasillos, un recordatorio de que el peligro estaba siempre a la vuelta de la esquina, esperando el momento perfecto para atacar. A pesar de no tener la majestuosidad de los dragones mayores, estos seres poseían un instinto de supervivencia casi instintivo, lo que los convertía en oponentes impredecibles y sumamente mortales en cualquier rincón del laberinto.

Además de estas criaturas, se rumoreaba que otras, aún más aterradoras, habitaban en los pasajes más profundos del laberinto. Nadie había logrado verlas, pero los susurros sobre monstruos indescifrables, cuyas formas y habilidades eran un misterio, circulaban entre los estudiantes más experimentados. Estas criaturas de origen desconocido solo añadían una capa extra de peligro a un lugar donde la supervivencia dependía de cada decisión, cada paso y cada respiro.

Ahora que se encontraba allí, Jungkook no podía evitar sentirse nervioso. El aire, espeso y cargado de misterio, parecía aplastarle el pecho con cada respiro. Quiso recordar las palabras que Mingyu le había dicho hace un tiempo respecto al lugar, pues ya se le había hecho costumbre al Aervox romper las reglas si eso significaba que Jungkook podría estar mejor preparado. Mingyu, siempre estaba dispuesto a ir más allá de los límites, para darle información valiosa, aunque fuera en contra de lo que la academia consideraba apropiado. La institución esperaba que cada estudiante pensara por su cuenta y se enfrentara a los desafíos sin ayuda externa, pero al comandante no parecía importarle si eso significaba garantizar su supervivencia.

Le había dicho que debía mantenerse tranquilo, que el laberinto estaba diseñado precisamente para parecer mucho más letal de lo que realmente era. Según Mingyu, muchas de las criaturas y trampas que acechaban en sus oscuras profundidades respondían directamente a las emociones de quienes se aventuraban allí. Cuanto más en calma se mantuviera, mayor sería la posibilidad de que pudiera cruzarlo sin mayores problemas. Esa idea, aunque reconfortante en teoría, resultaba difícil de asimilar. ¿Le sería realmente posible mantenerse tranquilo? A pesar del buen control que había logrado tener sobre sus emociones durante toda su vida, Jungkook no estaba tan seguro.

—Jungkook Xaldir, es tu turno —escuchó su nombre ser llamado. Al levantar la vista, notó que la chica que lo había llamado parecía ser del tercer curso. Con una breve inclinación de cabeza, asintió en respuesta, sin perder la compostura.

Los escuadrones ingresaban al laberinto con quince minutos de diferencia entre cada uno, y aunque todos usaban la misma entrada, la puerta a la que se dirigían no era la misma. Jungkook observó cómo, cada vez que uno de sus compañeros cruzaba el umbral, el muro de la entrada se cerraba, solo para abrirse nuevamente en un punto diferente del laberinto. Era como si la puerta misma se reconfigurara, alterando la perspectiva de cada uno que se adentraba.

Sin intercambiar más palabras, caminó con paso firme hacia la puerta. A pesar de la inquietud que lo invadía, se obligó a no mirar atrás. Sabía que la mirada que sentía pesando sobre su espalda probablemente pertenecía a su comandante, quien siempre lo observaba con una intensidad que parecía atravesarlo. El peso de esa atención lo acompañó mientras cruzaba la entrada, el sonido del muro cerrándose tras él resonando en sus oídos como una sentencia.

—Bien, Jungkook. Calma y avanza. Concéntrate en la prueba, no pienses en Taehyung. Es imposible que te encuentre aquí abajo, solo sigue adelante... Respira —se repitió a sí mismo, apretando los dientes mientras cerraba los ojos con firmeza.

Necesitaba despejar su mente, alejar cualquier distracción que pudiera poner en peligro su concentración. Inhaló profundamente, sintiendo cómo el aire fresco y pesado del laberinto llenaba sus pulmones, y luego exhaló lentamente, dejando que la tensión comenzara a disolverse.

Aprovechando la calma que estaba empezando a alcanzar, se centró en sus sentidos, adentrándose en una meditación que le permitiera conectar con el entorno inmediato. A pesar de la oscuridad que lo rodeaba, empezó a percibir cada pequeño detalle. Su mente se agudizó, alcanzando una conciencia más profunda de todo lo que lo rodeaba, como si pudiera sentir las vibraciones del laberinto mismo. Porque aunque llevaba el brazalete, que le alertaba sobre cualquier amenaza cercana, después de lo ocurrido la última vez, Jungkook ya no confiaba en él.

Comenzó a avanzar con la mayor confianza que la situación le permitía, consciente de que el tiempo era su mayor enemigo. Tenía exactamente cuatro horas para completar la prueba, y cada segundo era crucial. Sacó un pergamino de su mochila con rapidez, desplegándolo frente a él. El mapa no le ofrecía más que una pequeña fracción del área circundante, y se actualizaba conforme avanzaba. Aunque el cambio constante del laberinto podía hacerlo impredecible, Jungkook sabía que aún tenía la ventaja.

El mapa le proporcionaba lo suficiente para trazar un curso preliminar, pero lo verdaderamente importante era comprender el patrón subyacente del laberinto. A pesar de las modificaciones, había una estructura lógica que él sabía reconocer. Sin embargo, consciente de la naturaleza volátil del laberinto, se dio cuenta de que no podía depender únicamente de eso. Recordó el consejo de Seokjin, quien le había advertido sobre la importancia de mantener una dirección constante. "No importa cuánto cambie todo a tu alrededor", le había dicho, "solo sigue adelante en línea recta".

El consejo resonó en su mente mientras avanzaba con paso firme. El laberinto podía mutar, pero su objetivo era claro. Jungkook confiaba en su capacidad para leer el entorno y tomar decisiones rápidas, pero también entendía que la simplicidad a veces era la respuesta más inteligente.

—Derecho, derecho, no te desvíes —murmuró, más para transmitirse seguridad que para recordar el consejo.

Sacó una daga de su mochila, la empuñó con firmeza, y siguió avanzando. El acero en su mano le otorgó una sensación de control, aunque sabía que no podía depender únicamente de ella. La mantuvo preparada, la empuñó con seguridad, consciente de que el laberinto podía presentar amenazas en cualquier momento. Sus sentidos se mantuvieron alerta, todo a su alrededor parecía estar envuelto en un silencio inquietante, y esa sensación de ser observado lo perseguía a cada paso.

Realmente no quería sentirse paranoico, pero la presión del entorno era palpable. Las sombras parecían moverse, las grietas en las paredes susurraban promesas de peligro, y cada crujido de los pasillos lo mantenía tenso. Sabía que debía ser racional, pero algo en el aire le decía que no podía relajarse ni un segundo. Sus sentidos estaban al máximo, cada ligero movimiento lo hacía reaccionar con rapidez, su mente procesando cada detalle, cada cambio en su entorno.

Mantuvo un paso moderado, lo suficientemente rápido como para no perder tiempo, pero lo suficientemente lento para estar preparado ante cualquier eventualidad. Recordaba las lecciones de Seokjin: "No pierdas el control, no te dejes consumir por el entorno, y nunca bajes la guardia".

—Concentra todos tus sentidos, Jungkook. No dejes que el miedo te paralice. —Se dijo a sí mismo, el eco de sus palabras resonando en su mente, dándole un poco de calma.

Aunque el miedo a lo desconocido lo acechaba, sabía que debía confiar en su entrenamiento. La daga en su mano era solo una extensión de su preparación. La clave estaba en mantenerse sereno, mientras la oscuridad del laberinto y la amenaza invisible seguían rodeándolo.

Luego de avanzar durante un largo rato, Jungkook llegó a dos conclusiones inevitables. La primera, que pensar que todo seguiría sin contratiempos era una idea ingenua y peligrosa. La segunda, más preocupante aún, fue la comprobación de que no podía confiar completamente en el brazalete que llevaba en su muñeca. Ya que, al girar una esquina, llegó a una cámara amplia y sombría, donde se encontraba un golem de piedra, tan imponente como inerte. El brazalete, que normalmente emitía un resplandor ante la presencia de amenazas cercanas, no mostró ninguna señal, ninguna advertencia. Simplemente permaneció en silencio, como si nada estuviera fuera de lugar.

Jungkook frunció el ceño, apretando con más fuerza el mango de la daga que aún sostenía. Sabía que no era la primera vez que veía golems; en el bosque de Saraiss, había encontrado varios que custodiaban los límites del territorio. Eran criaturas imponentes, hechas de roca y magia antigua, y aunque nunca se habían mostrado hostiles, el simple hecho de saber que podían ser letales si se les provocaba le había enseñado a respetarlos. Sin embargo, el golem que tenía frente a él no tenía la apariencia de ser simplemente una guardia pasivo; algo en su postura lo hacía más inquietante, como si estuviera esperando el momento adecuado para atacar.

Aunque no lo mostraba, había algo siniestro en su quietud, una energía latente que emanaba de él. Bastaba con verlo a lo lejos para saber que ese golem distaba mucho de la imagen amistosa que Jungkook había cultivado de ellos.

Tenía que pensar rápido, encontrar una solución antes de que la situación se volviera aún más peligrosa. El tiempo no estaba a su favor, y su corazón latía con fuerza, marcando el ritmo acelerado de su mente. La amenaza estaba frente a él, palpable, y aunque su mano mantenía firme la daga, sabía que no serviría de nada contra un golem de piedra. No podía quedarse ahí, enfrentándose a una criatura de tal tamaño y fuerza. Su única opción era escapar, huir lo más rápido posible, y esperar que el golem no lo siguiera más allá de los límites de su territorio.

A pesar de la urgencia de la situación, Jungkook sabía que debía mantener la calma. La alarma, el pánico, no serían aliados en ese momento. Había entrenado para mantenerse centrado en el caos, para no perder la compostura ante lo desconocido. Y aunque sabía que su mente debía mantenerse fría, en ese preciso instante algo extraño lo paralizó por completo.

No fue el miedo, ni la amenaza inmediata del golem; no. Fue algo mucho más profundo, algo que ni él mismo comprendía del todo, pero que inmediatamente lo hizo sentirse más vulnerable.

Fue una sensación tan repentina como desconcertante, un vínculo que emergió con la misma intensidad con la que desapareció. Aquella sensación cálida y reconfortante lo invadió brevemente, envolviéndolo en una calma que no había experimentado en mucho tiempo. Pero esa misma calidez lo inquietó, lo descolocó. Ese vínculo, esa presencia... hacía tiempo que no la sentía. Y aunque fue solo un fugaz instante, un destello en su pecho, lo supo con certeza: Taehyung lo estaba buscando. La conexión entre ellos, algo que había permanecido olvidado y que había intentado enterrar en lo más profundo de sí mismo, había resurgido aunque momentáneamente de forma tan intensa que lo dejó sin aliento.

Tenía que avanzar, no podía permanecer ahí. No había tiempo para dudas, así que obligó a su mente a enfocarse en lo inmediato. ¿Cuál era la mejor opción? El consejo de Seokjin resonó en su cabeza: seguir recto, siempre recto. Pero el golem bloqueaba el camino, su imponente figura de piedra parecía una barrera infranqueable. Jungkook necesitaba rodearlo, encontrar una forma de sortearlo sin llamar su atención.

Respiró hondo, ajustando su agarre en la daga. Sabía que no sería útil contra una criatura como esa, pero mantenerla en su mano le daba una sensación de control. «No se trata de enfrentarlo, se trata de evitarlo», pensó, repasando mentalmente todo lo que había aprendido sobre los golems. Eran guardianes territoriales; mientras no invadiera su área, quizá lo dejaría pasar. Sus pasos debían ser calculados, silenciosos, y sobre todo, rápidos. Escudriñó la cámara con la mirada, buscando una ruta alternativa. Entonces lo vio: una franja estrecha junto al muro que conducía al siguiente pasillo. Estaba parcialmente cubierta por escombros, pero parecía ser lo suficientemente ancha para que pudiera pasar.

«Despacito, sin hacer ruido», se recordó a sí mismo, ajustando su respiración y relajando los músculos tensos. Con pasos ligeros y calculados, comenzó a moverse pegado al muro, manteniéndose tan cerca como podía. La rugosidad de la pared rozaba su brazo mientras avanzaba, pero no podía permitirse distraerse por nimiedades. Cada paso era una prueba de control, una danza con el peligro que tenía frente a él.

El golem permanecía inmóvil, pero su presencia llenaba la cámara como una amenaza latente. Jungkook apenas se atrevía a respirar mientras deslizaba los pies con cuidado, cada músculo preparado para reaccionar si algo salía mal. A mitad de camino, sintió cómo una piedra suelta bajo su pie amenazaba con rodar. Con un rápido movimiento, distribuyó su peso para evitar el sonido y continuó avanzando.

—Solo un poco más... —murmuró en un hilo de voz apenas audible, mientras su mirada se fijaba en la entrada del siguiente pasillo.

El aire parecía más denso mientras avanzaba, cada sonido amplificado en sus oídos. Podía sentir cómo el golem, aunque inmóvil, emanaba una presencia pesada y amenazante. Pero no se detuvo.

Cuando finalmente alcanzó la apertura, su corazón seguía latiendo con fuerza. Sin mirar atrás, dio el último paso hacia la seguridad relativa del siguiente corredor, donde la luz era aún más tenue. Apoyó la espalda contra la pared y soltó un largo suspiro, pero no se permitió relajarse por completo.

Jungkook inspeccionó el mapa que descansaba en su mano, sus dedos rozando los bordes del pergamino con una mezcla de indecisión y tensión. Sabía que el momento de usar una de las runas de ubicación que había adquirido con sus puntos tarde o temprano llegaría, pero ahora parecía más necesario que nunca. Estas runas trabajaban en sincronía con el mapa: al colocar una sobre él, un círculo mágico se activaba, revelando la presencia de cualquier estudiante cercano. Sin embargo, el hechizo tenía sus limitaciones. Solo duraba quince minutos, y Jungkook contaba únicamente con tres piedras.

La paranoia se apoderaba de él, creciendo lentamente como una presión incómoda en su pecho. Necesitaba asegurarse de que no había nadie cerca. Especialmente porque la sensación del vínculo, aunque ya no presente, aún persistía como una sombra, un eco distante en su pecho que no lograba sacudirse por completo. Taehyung era astuto, y quizás ni siquiera necesitaba que el vínculo estuviera plenamente activo para saber dónde se encontraba. Esa idea le causaba un escalofrío.

Con una rapidez impulsiva, decidió actuar. No había tiempo para titubeos ni para seguir dudando. Sacó una de las piedras y la colocó sobre el mapa con un movimiento decidido. Inmediatamente, el círculo mágico se activó, y los contornos del pergamino comenzaron a brillar suavemente. Poco a poco, varios puntos se fueron marcando en el mapa, representando a otros estudiantes que avanzaban por el laberinto. Ninguno de esos puntos estaba cerca de él, todos se movían adelante, distantes, como si estuvieran siguiendo su propio camino.

Un suspiro de alivio escapó de sus labios, pero la tranquilidad fue efímera. Aunque el mapa indicaba que no había nadie a su alrededor, la situación aún le preocupaba. Taehyung, como comandante, sería el último del escuadrón en entrar al laberinto, lo que significaba que la verdadera amenaza provendría desde atrás. No podía permitirse una distracción, ni una pausa. Sabía que debía mantenerse alerta, siempre un paso adelante, para evitar que cualquier sorpresa lo alcanzara.

Siguió avanzando, con la daga firme en su mano y el mapa en la otra, su cuerpo tenso, pero determinado. Durante un buen trecho, intentó calmarse, respirar profundamente, alejando la ansiedad que amenazaba con nublar su concentración. Sin embargo, cuando el resplandor de la runa finalmente se desvaneció y su efecto sobre el mapa terminó, una sensación de inquietud comenzó a asentarse en su pecho. La tranquilidad que había sentido durante los quince minutos de la runa desapareció como un sueño disipado al despertar.

Fue en ese preciso momento, cuando la incertidumbre se apoderó de él, que el crujido de un mecanismo resonó. Antes de que pudiera reaccionar, un destello metálico brilló en la oscuridad, y una trampa se activó, saltando hacia él con rapidez. Antes de que pudiera siquiera procesar lo que estaba ocurriendo, una serie de flechas afiladas, disparadas desde las paredes, volaron hacia él con una velocidad mortal. No había tiempo para dudar, solo para reaccionar.

Jungkook, con el corazón latiendo furiosamente en su pecho, se lanzó hacia un lado, rodando por el suelo para esquivar las flechas que pasaron silbando sobre su cabeza. El sudor le caía por la frente, y sus músculos ardían por el esfuerzo, pero su reflejo lo había salvado por un instante.

Sin embargo, la trampa no se detuvo allí. El suelo comenzó a temblar bajo sus pies, y antes de que pudiera levantarse, una serie de piedras afiladas emergieron del suelo, dispuestas en un patrón letal que rodeaba su posición. Estaba atrapado entre dos peligros inminentes.

A pesar de lo repentino, su cuerpo se movió de manera instintiva, las piernas tensionándose en un salto que lo lanzó hacia un lado, esquivando las piedras que se alzaban como lanzas. La adrenalina corría por sus venas, y aunque su respiración se hacía más pesada con cada movimiento, no podía permitirse caer en la trampa. Un último esfuerzo, un giro rápido, y con un impulso de sus piernas, logró apartarse justo antes de que la trampa se cerrara completamente.

Se quedó allí, agachado y respirando entrecortadamente, su cuerpo temblando por el esfuerzo y el miedo. Las flechas que aún zumbaban en el aire y las piedras que se hundían nuevamente en el suelo eran un recordatorio de lo cerca que había estado de caer en la trampa.

—Joder, Jungkook, calma, respira. —Se dijo a sí mismo, con la voz temblorosa pero firme, mientras intentaba recuperar el control. La adrenalina seguía corriendo por sus venas, y el eco de las trampas activándose aún retumbaba en su mente. Tenía que centrarse, tenía que encontrar una manera de calmarse antes de que el pánico lo consumiera.

Sabía que si no lograba tranquilizarse, el laberinto no haría más que jugar con él. Cada paso en falso, cada movimiento impulsivo, activaría otra trampa. Si no se calmaba, no solo sería imposible avanzar, sino que también podría terminar atrapado, sin oportunidad de completar la prueba.

Con los ojos cerrados por un momento, se obligó a respirar profundamente, inhalando y exhalando con lentitud, buscando recuperar el ritmo de su cuerpo. Las manos aún temblaban, pero al menos su mente comenzaba a despejarse, como si un susurro de claridad lo ayudara a despejar el caos.

—No puedo fallar ahora. —Se repitió en voz baja, sintiendo la necesidad de seguir adelante. Sin tiempo para dudar, hizo un último esfuerzo, recordando que el laberinto solo era otra prueba de resistencia, tanto física como mental. Era cuestión de mantener la calma.

Se levantó del suelo con la determinación renovada, su cuerpo tenso pero firme, como si cada músculo hubiera absorbido la adrenalina y convertido el miedo en energía pura. Respiró profundamente, el peso de la incertidumbre aún presente, pero sus emociones finalmente bajo control. Con una nueva claridad mental, avanzó con pasos cautelosos, confiando en que el peor momento ya había pasado.

Para su sorpresa, el laberinto no volvió a activar ninguna trampa. El silencio que lo rodeaba parecía abrazarlo, y el suelo bajo sus pies parecía más estable, más predecible. Sin embargo, no dejó que la tranquilidad lo engañara. Se encontró con un par de criaturas, sombras que se movían con agilidad entre las paredes del laberinto, pero su instinto y habilidad le permitieron eludirlas sin problema. Cada movimiento estaba calculado, cada respiración, controlada. El miedo era ahora solo un eco distante.

Después de un rato, decidió activar otra runa, buscando en su mapa cualquier indicio de peligro cercano. Al ver que no había señales de estudiantes cerca, un suspiro de alivio escapó de sus labios. La sensación de soledad en el laberinto lo reconfortó, al menos por un momento.

Lo que más tranquilidad le dio, sin embargo, fue que no volvió a sentir el vínculo con Taehyung. La sombra de su presencia que lo había perseguido hasta entonces había desaparecido, y por un instante, el peso en su pecho se aligeró.

«Todo está saliendo bien», pensó, permitiéndose una breve relajación. El laberinto parecía estar dándole un respiro, y él, agotado pero aliviado, pensó que tal vez, solo tal vez, había logrado superar lo peor.

Y eso, fue muy tonto de su parte.

Jungkook llegó a una cámara sumida en un absoluto silencio y oscuridad, un vacío que parecía engullirlo por completo. No podía ver ni un solo contorno, ni la más mínima señal de dónde comenzaba o terminaba el espacio. La atmósfera era densa, como si todo a su alrededor estuviera aguardando, esperando. Lo percibió en su piel, esa sensación que le erizaba los sentidos: la amenaza que se ocultaba en la penumbra no era un simple juego.

Su mente corrió, buscando opciones. Volver atrás y encontrar otro camino podría ser la decisión más sensata, pero algo lo retenía. Sabía que para llegar a su destino, debía continuar en línea recta. No entendía del todo cómo funcionaba el laberinto, pero recordaba claramente las palabras de Seokjin: "Este laberinto no responde al camino, responde a tu determinación. No se trata de encontrar la ruta correcta, sino de confiar en que llegarás".

No tuvo tiempo de pensarlo demasiado. Por más que el silencio absoluto y la oscuridad espesa de la cámara lo envolvieran, llenándolo de una ansiedad que se colaba en sus huesos, esa amenaza palpable no se comparaba ni de lejos con lo que sintió acercándose desde atrás. Porque fue en ese momento, cuando el vínculo con Taehyung se activó de manera tan intensa que lo atravesó por completo, y cuando no se desvaneció como anteriormente, que Jungkook lo supo con absoluta claridad.

No fue solo la rabia, el enojo, la desesperación y otra mezcla de emociones que Jungkook sintió a través del vínculo con Taehyung lo que lo alteró. Lo que realmente lo desbordó y lo paralizó en el mismo instante en que lo percibió en la conexión, fue aquella certeza abrumadora que atravesó cada fibra de su ser.

Aquella que le indicaba que, Taehyung, lo había encontrado.

Y cuando un gruñido bajo y gutural emergió desde las profundidades de la cámara, resonando en las paredes de piedra con una vibración que llenó el aire de tensión, Jungkook sintió el peso de la oscuridad apoderándose de él. Un par de ojos brillaron en la negrura, destellando con una luz feroz, como dos brasas vivas. La silueta de la criatura comenzó a formarse, acercándose con una amenaza palpable, revelando unos colmillos afilados que reflejaban la tenue luz del fuego que rugía en su garganta.

Jungkook no necesitó más. En ese instante, con el peso de la tensión oprimiéndolo, el hedor de la criatura llenando sus pulmones y la hostilidad recorriéndolo a través del vínculo, lo supo con una claridad aterradora.

Estaba completamente jodido.

Hola, mis amores. Esto quedó... demasiado intenso fgfdjglfd😳 pero cuéntenme por favor que les pareció el capítulo. Esta es tan solo la primera parte porque la prueba es bastante extensa. ¿Qué creen que pasará? 

¿Gritamos de emoción porque el vínculo volvió o todavía nel? Jajajaja ¿por qué se fue en primer lugar? 

Espero que les haya gustado el capítulo, le puse mucho empeño para poder narrar lo mejor posible y fuera entendible. Quise traerles este capítulo como regalo de año nuevo. Así que espero lo disfrutaran.🥹🩷

Aprovecho para desearles un feliz año nuevo, que todas sus metas se cumplan y que este año esté lleno de salud, alegría y momentos inolvidables. Muchas gracias por todo el apoyo que me brindaron en mis historias; cada comentario, cada mensaje y cada lectura significaron más de lo que puedo expresar con palabras. Espero poder seguir compartiendo con ustedes de este mundo de fantasía que DB nos da.🥹

Gracias de todo corazón. Nos vemos, hasta entonces, manténganse sanos.🌷

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro