13: Lo desconocido en mí, en ti, en nosotros.
La sensación de sofoco es desconcertante, como si una pesada losa invisible lo aplastara contra el suelo. La oscuridad lo envuelve por completo, densa y opresiva, pero no puede precisar si es el entorno el que está sumido en tinieblas o si sus ojos permanecen cerrados. Intenta abrirlos, pero la respuesta no llega, como si la incertidumbre se burlara de su percepción.
El silencio lo golpea con la fuerza de un eco interminable, abrumador y absoluto. Es un silencio tan profundo que no solo llena el aire, sino que parece vibrar en su piel, reverberar en su mente. Su respiración, entrecortada y desigual, carga con una desesperación que crece a cada instante, un pánico que se adhiere a su pecho y lo obliga a jadear como si luchara contra algo más que la falta de aire.
La confusión lo consume, incapaz de darle sentido a lo que ocurre a su alrededor. Cada segundo que pasa en esa incertidumbre alimenta el torbellino de su desesperación, una vorágine que amenaza con arrastrarlo por completo. Sin embargo, justo antes de ser engullido por el vacío, un sonido irrumpe en la distancia. Es tenue al principio, apenas un murmullo, pero suficiente para romper el asfixiante silencio. Se aferra a él con firmeza, encontrando en ese débil eco un ancla que lo conecta con la realidad.
El sonido crece en su percepción, y algo en su interior empieza a cambiar. Su cuerpo, rígido y dominado por el pánico, comienza a relajarse. La tensión en sus extremidades cede poco a poco, y una sensación de ligereza se apodera de él, como si un peso invisible le hubiera sido retirado. Sus músculos responden ahora a su voluntad, y, aunque aún atrapado en penumbras, se atreve a moverse.
Cada paso es lento, vacilante, pero firme. Mientras avanza, el sonido se hace más claro, más insistente, llenando el espacio vacío que lo rodea. Su ritmo se acelera, y de pronto lo comprende: es el suave golpeteo de la lluvia cayendo, el inconfundible murmullo del agua encontrando la tierra. La realización lo envuelve con una mezcla de alivio y claridad, y ahora cada paso parece más seguro, más real.
De repente, el monótono golpeteo de la lluvia deja de ser el único sonido en el aire. Algo más se suma, un eco extraño que, al principio, parece perdido en el murmullo de las gotas. Su mente se esfuerza por descifrarlo, y pronto, la confusión da paso a la certeza: es el llanto de un niño. Suave y distante al principio, el sollozo parece crecer con cada paso que da, como si lo estuviera guiando. Es un sonido cargado de algo más que tristeza, algo profundo y desgarrador que lo envuelve y lo atrae, como si cada lamento fuera un imán irresistiblemente poderoso.
Ya no necesita ver. Ese llanto lo conduce, marcando el camino con una precisión inquietante. Sus pies se mueven como por instinto, avanzando sin vacilación hacia esa voz. Mientras lo hace, algo cambia en su percepción. La oscuridad que lo había envuelto comienza a disiparse. Al principio es sutil, apenas un desvanecimiento, pero pronto su visión se aclara lo suficiente para notar destellos de luz que penetran las penumbras. Sus ojos parpadean, ajustándose, hasta que finalmente el velo se levanta.
Ante él se despliega una pradera inmensa, un océano de verde profundo que parece extenderse más allá del horizonte. Las gotas de lluvia caen con delicadeza, salpicando el paisaje con un brillo plateado bajo la tenue luz que ahora lo baña todo. Mira hacia arriba, y aunque las gotas caen claramente a su alrededor, algo extraño ocurre: no puede sentirlas sobre su piel. Es como si la lluvia existiera en un plano aparte, visible pero intangible, un espectáculo que observa sin poder experimentar.
El llanto del niño persiste, cortando a través del misterio del lugar. Ahora, con la visión más clara, busca con urgencia su origen, sus pasos acelerándose mientras la sensación de irrealidad lo rodea. Pero una certeza lo invade: debe encontrar a ese niño. Todo lo demás se ha vuelto secundario.
Aún no entiende qué es este lugar, ni por qué está allí, pero esas preguntas no tienen peso en su mente. Reflexionar sobre ello parece irrelevante frente a la urgencia que lo consume: encontrar el origen del llanto. Es un impulso visceral, como si cada sollozo rasgara algo profundo en su interior. A medida que el sonido se intensifica, Jungkook siente una opresión creciente en el pecho, un peso que lo aplasta desde adentro, haciéndolo avanzar con desesperación.
El tiempo y la distancia pierden sentido. No sabe cuánto ha caminado ni si el paisaje a su alrededor ha cambiado, pero finalmente lo ve. Allí, en medio de la vasta extensión de hierba, un niño se encuentra acurrucado. Su pequeña figura está envuelta en una tristeza tan palpable que parece impregnar el aire. La cabeza hundida entre las rodillas, su cuerpo se sacude con cada sollozo, y el sonido de su llanto ahora resuena con una intensidad desgarradora, llenando el espacio con una pena que no puede ignorar.
Jungkook siente un tirón en su interior, una necesidad urgente de consolarlo. Quiere correr hacia él, abrazarlo, susurrarle palabras tranquilizadoras que disipen su angustia. Quiere levantar su pequeño rostro y prometerle que todo estará bien. Pero cuando finalmente llega frente al niño, algo lo detiene. Su cuerpo se queda inmóvil, como si una fuerza invisible lo mantuviera anclado en el lugar. Trata de hablar, de llamar al niño, pero su voz no responde; sus palabras se ahogan antes de llegar a sus labios.
El niño, ajeno o indiferente a su presencia, no levanta la mirada. Si lo nota, no lo demuestra. Permanece encerrado en su propio mundo de dolor, inaccesible, mientras su llanto perfora cada fibra del ser de Jungkook. El dolor en su pecho se intensifica, agudo y abrasador, ahora que lo tiene tan cerca, casi al alcance de su mano, pero a la vez tan lejos como si un abismo invisible los separara. La impotencia lo consume, y con ella, una mezcla de tristeza y desesperación que amenaza con desbordarlo.
De repente, una sensación extraña se apodera de él, algo difícil de describir pero imposible de ignorar. Es como si una fuerza invisible comenzara a tirar de él, tratando de arrancarlo de su lugar a pesar de que su cuerpo permanece rígido e inmóvil. El pánico lo golpea de golpe, encendiendo un fuego de urgencia en su interior. Quiere gritar, luchar contra lo que sea que lo arrastra. Su instinto lo impulsa a extender una mano hacia el niño, a aferrarse a él como si así pudiera resistir lo que está sucediendo.
Sin embargo, no tiene tiempo. Su visión, que apenas había recuperado la claridad, vuelve a ser devorada por las sombras. La penumbra lo invade de nuevo, lenta pero implacable, apagando el mundo que lo rodea. Puede sentir cómo su consciencia empieza a desvanecerse, arrastrada por esa fuerza desconocida que parece irresistible. Es como si estuviera siendo arrancado de ese lugar, arrojado hacia un vacío del que no puede escapar.
Justo en ese instante, algo cambia. El niño, hasta ahora ajeno y encorvado sobre sí mismo, comienza a levantar la mirada. Es un movimiento lento, pero lleno de una carga emocional que corta el aliento de Jungkook. Pero antes de que pueda distinguirlo, antes de que esos ojos se crucen con los suyos, la oscuridad lo consume por completo.
Todo se vuelve negro. Silencio. Y esa misma sensación de vacío que lo oprime es lo único que queda.
Cuando Jungkook despierta, lo hace con un sobresalto. Su respiración es frenética, desordenada, como si aún estuviera atrapado en aquel lugar opresivo del que acababa de escapar. La sensación de asfixia permanece, un peso invisible que le oprime el pecho. Instintivamente, lleva una mano a esa zona, como si en ese simple gesto pudiera hallar algún consuelo o alivio. Pero el dolor persiste, profundo y punzante, y su mente parece un caos, dividida entre el presente y los ecos de lo que acaba de vivir.
Sus ojos recorren lo que tiene a su alcance, desorbitados, buscando algo familiar que lo ancle. Le toma unos instantes ubicarse, y cuando lo hace, una oleada de confusión lo invade. Está en el consultorio de Eva. Reconoce las líneas suaves de las estanterías, el olor a madera y hierbas que siempre impregna el lugar. Pero algo está diferente: todo está envuelto en penumbras, lo que le hace suponer que ha caído la noche. Se esfuerza por incorporarse, pero su cuerpo se siente pesado, y su mente da vueltas, tratando de encontrar orden en el caos. Fragmentos de recuerdos se cruzan entre sí: el entrenamiento con Seokjin, el esfuerzo extremo... y luego, el momento en que perdió el conocimiento. Nada encaja del todo.
Un sonido suave rompe el silencio: la lluvia. El golpeteo rítmico contra la ventana lo distrae, llevándolo a girar la cabeza hacia ella. Y entonces, se congela. A pesar de la oscuridad, no necesita que la luz ilumine la figura frente a él. Hay algo inconfundible en la presencia que distingue al otro. Sus ojos se encuentran con un brillo tenue, apenas un destello de fuego en la mirada de quien está allí. Es Taehyung.
El reconocimiento es inmediato, casi visceral. Jungkook siente un escalofrío recorrer su espalda. Sin embargo, algo no encaja. No siente la presencia imponente de Taehyung como de costumbre. Hay una ausencia, un vacío palpable. Es como si su esencia estuviera debilitada, escondida, difuminada entre las sombras. Ese contraste le produce una inquietud profunda, una sensación de pérdida que no puede explicar. Mientras el sonido de la lluvia llena el aire, Jungkook se queda inmóvil, dividido entre las emociones encontradas que lo envuelven y la misteriosa fragilidad que ahora percibe en Taehyung.
Cuando el comandante se acerca, lo hace con una lentitud deliberada, casi calculada. Sus ojos no se apartan de Jungkook ni un instante, fijos e intensos, al punto de que ni siquiera pestañea. Esa mirada lo atraviesa, cargada de un peso que parece incrementar la tensión en el aire, volviéndola casi insoportable. Jungkook se siente atrapado en esa expectativa, enredado en la incertidumbre de lo que vendrá. Sin darse cuenta, ha contenido la respiración, su pecho inmóvil mientras el comandante reduce la distancia entre ellos.
Cuando finalmente lo tiene lo suficientemente cerca, Jungkook lo nota. Hay algo diferente en su semblante. El cansancio es evidente en sus rasgos, como si llevara días sin descanso. Su cabello azabache está desordenado, mechones sueltos que caen de manera descuidada, dando la impresión de que ha pasado sus manos por él repetidamente, tal vez en un gesto de frustración, no puede saberlo. Es un contraste desconcertante, casi irreconocible. Esta imagen del comandante no se parece en nada a la figura impecable y brillante del Aervox que está acostumbrado a ver, siempre imponente, siempre inalcanzable.
Pero incluso en su agotamiento, incluso en su aparente fragilidad, Jungkook no puede evitar pensar en lo atractivo que se ve y se odia por ese pensamiento. Es como si esa vulnerabilidad añadiera una nueva dimensión a su presencia, haciéndolo más humano, más tangible, y sin embargo, igual de distante. Esta contradicción lo desarma, llenando su mente de una mezcla de fascinación y desconcierto que no puede controlar.
—¿Cuánto más tiene que pasarte para que te vayas, Jungkook Xaldir? —La voz de Taehyung es firme, pero carece de la habitual hostilidad que Jungkook ha llegado a esperar de él. Hay algo diferente en sus palabras, una calma que lo desconcierta. Jungkook se queda en silencio, incapaz de responder, mientras observa cómo el comandante se acerca sin prisa. El peso de su presencia lo envuelve cuando toma asiento a su lado en la cama, acortando la distancia entre ambos.
Con esta proximidad, Jungkook puede ver los detalles que antes se le escapaban: el agotamiento profundo que se refleja en las sombras bajo los ojos de Taehyung, las ojeras que delatan noches sin descanso, o quizá un dolor que él no logra descifrar. Pero a pesar de notar todo esto, las palabras se le atragantan en la garganta. No puede decir nada, no cuando lo tiene tan cerca, no cuando la conexión de sus miradas despierta un dolor sordo y creciente en su pecho. Es una mezcla de emociones que lo abruma, algo entre el anhelo y la desesperación.
Es entonces cuando Taehyung alza una mano, y Jungkook siente su corazón detenerse por un instante eterno. El gesto es inesperado, desconcertante, pero lo que más lo sorprende es el tacto. La mano del contrario roza su rostro con una suavidad que no se alinea con la imagen del comandante implacable que conoce. Es cálida, un contraste abrumador con la tormenta de emociones que lo sacude por dentro, y Jungkook se queda inmóvil.
El silencio entre ambos es espeso, cargado de una tensión que parece llenar el aire a su alrededor. Jungkook intenta comprender, pero no logra descifrar lo que está pasando. Taehyung le pide que se vaya, sus palabras son claras y firmes, pero sus ojos... Sus ojos cuentan otra historia. Hay algo en ellos, una súplica muda que contradice por completo lo que acaba de decir. Quédate, parecen decirle, incluso cuando su voz insiste en lo contrario. Y Jungkook, perdido entre lo que siente y lo que no entiende, solo puede permanecer allí, atrapado en la contradicción viviente que es Taehyung.
—No te entiendo... —murmura Jungkook finalmente, su voz un susurro tembloroso que apenas logra atravesar el espacio entre ellos. No encuentra nada más que decir; toda su atención está atrapada en los ojos de Taehyung, en la intensidad con la que lo mira, y en la calidez del roce de su mano que aún descansa suavemente sobre su mejilla.
—No necesitas entenderme. —La voz de Taehyung es firme, pero hay una sombra de algo más, una especie de resignación—. No tienes que conocerme o preocuparte por mí. Lo único que debes hacer es marcharte.
Jungkook siente que algo se retuerce en su pecho, una mezcla de incredulidad y una frustración que no puede explicar. Las palabras de Taehyung chocan con cada gesto, con cada mirada que parece estar llena de algo más, algo que contradice por completo lo que está diciendo.
—¿Por qué no dejas de insistir? —replica Jungkook con un hilo de voz, el nudo en su garganta casi imposible de ignorar—. Te la pasas diciendo que quieres acabar conmigo con tus propias manos, pero no parece algo que realmente quieras hacer.
La mano de Taehyung, aún en su mejilla, se tensa levemente, pero no se aparta. Su mirada parece oscurecerse, una tormenta que amenaza con desbordarse mientras responde, su voz cargada de un peso que Jungkook no había notado hasta ahora.
—Toda mi vida he cumplido órdenes —dice lentamente, como si cada palabra fuera una confesión arrancada de su alma—. Esté de acuerdo con ellas o no. Que no quiera matarte no significa que no tenga que hacerlo.
Jungkook siente que, de algún modo, está viendo más de lo que nunca se le había permitido ver. Y eso lo confunde aún más. ¿Cómo puede alguien que dice estar destinado a matarlo ser también alguien que lo toca con tanta delicadeza? La contradicción le pesa en el pecho, una mezcla de desconcierto y una curiosidad que se niega a ser reprimida, aunque el comandante insista en que no necesita conocerlo.
Los ojos de Taehyung son un enigma en sí mismos: están cargados de furia, pero no de esa que se alimenta del odio. Es una furia profunda, genuina, casi dolida, y Jungkook no puede comprenderla del todo. Sin embargo, lo que más lo inquieta es la manera en que el Aervox lo mira, como si quisiera gritarle un sinfín de verdades que sus labios se niegan a pronunciar. Es en ese silencio que Jungkook comprende que hay más tras esa máscara de frialdad, algo que quizás nunca llegue a entender por completo, pero que lo invita —o lo desafía— a seguir buscando.
—¿No dirás nada? —pregunta el comandante, la voz grave rompiendo el pesado silencio que se había instalado entre ambos.
—¿Servirá de algo? —responde Jungkook con dureza, el peso de la confusión comenzando a aplastarlo. Siente cómo el dolor de la presencia del otro se intensifica, como una presión constante en su pecho. Está molesto, no puede evitarlo. No comprender lo que está sucediendo lo pone furioso—. Si debes matarme, adelante, inténtalo. No pienses que te lo voy a poner fácil. Solo déjame en paz y aléjate de mí hasta que llegue el momento. No vengas a tratar de descifrarme cuando tus muros son más altos que los míos.
Las palabras caen pesadas, y Taehyung reacciona. Su cuerpo se tensa de inmediato, y por fin retira la mano del rostro de Jungkook. El vacío dejado por su toque lo descoloca. El frío que sigue a la pérdida de esa calidez es como un agujero en su pecho, uno que no sabe cómo llenar. La mirada de Taehyung se vuelve una máscara impenetrable, y Jungkook se siente aún más perdido al no poder leer ni una pizca de lo que está pasando por su mente. La frustración hierve dentro de él, su impotencia al no entender sus acciones, al no poder descifrar qué pasa por su cabeza, lo consume con cada segundo que pasa.
La tensión en el aire es casi tangible, una presión que parece llenar cada rincón del espacio. El ambiente se siente denso, sofocante, a pesar de que Taehyung no ha liberado esa aura pesada y agresiva que suele desatar cuando está enfadado. Esa falta de violencia en su presencia desconcierta aún más a Jungkook, quien no sabe qué esperar de él en este silencio que se alarga, convirtiéndose en algo incómodo, casi insoportable.
—¿Necesita algo más, comandante? Si no es así, le pido que se retire —dice Jungkook, su voz firme, tratando de mantener el control sobre la situación. Pero en el fondo, una parte de él lo traiciona, una sensación que no quiere admitir, una necesidad de que el comandante no se vaya. Esa parte de sí mismo, débil y contradictoria, lo odia por permitirlo, pero no puede callarla.
Taehyung no pronuncia ni una palabra. En silencio, se levanta con una intensidad en su mirada que no abandona a Jungkook ni un segundo. Sin embargo, hay algo en sus ojos, algo que se apaga lentamente, como si el fuego que solía arder en ellos hubiera desaparecido sin dejar rastro.
—Deberías abrigarte, estás helado.
Las palabras caen como un balde de agua fría sobre Jungkook, quien parpadea, sorprendido. Su ceño se frunce con firmeza, la incredulidad transformándose rápidamente en una defensa cerrada.
—Tú tampoco tienes por qué preocuparte por mí. Lo que me pase, no es problema tuyo. —Su voz suena más dura de lo que se siente, como si estuviera buscando una excusa para alejarse de todo, para defenderse del desmoronamiento interno que amenaza con desbordarlo.
Un silencio espeso llena el espacio entre ellos. El aire parece volverse más denso, más pesado, mientras la tensión crece.
—Solo piénsalo... —responde Taehyung con voz baja, casi como un susurro, mientras su mirada permanece fija en Jungkook.
—¿El qué? —pregunta, su tono marcado por una mezcla de confusión y desafío, como si no pudiera entender a dónde quiere llegar el comandante.
—Irte. —La respuesta de Taehyung es tajante, pero no está exenta de una cierta resignación que se filtra en sus palabras. Luego, sin apartar la vista de Jungkook, mete una mano en su bolsillo y saca una runa que coloca frente a él, justo a su alcance—. Antes de que nuestras debilidades nos maten.
Sin tiempo para responder, Taehyung se dirige hacia la ventana con pasos firmes. Se detiene un momento, como si estuviera a punto de voltear para mirar a Jungkook, pero no lo hace. En lugar de eso, sin vacilar, se lanza por ella, desapareciendo de su vista. Jungkook se tensa al instante, una sensación de urgencia lo recorre, como si necesitara levantarse y salir corriendo detrás de él. Pero no lo hace. Se obliga a mantenerse en su lugar, sus músculos rígidos contra su voluntad.
Su mirada se dirige hacia la runa que tiene frente a él. Los círculos mágicos que adornan su superficie le parecen distintos, extraños, no son iguales a la que Taehyung le había dado antes. La duda se siembra en su pecho, pero la curiosidad lo impulsa a tomarla. En el momento en que sus dedos tocan la runa, una ola de calor lo envuelve por completo. La magia lo recorre, se infiltra en su piel, como un abrazo ardiente que lo consume.
Y entonces, Jungkook quiere llorar. Porque esa maldita sensación, tan cálida y envolvente, le resultó tan reconfortante que, por un instante, el vacío que ha estado cargando estos meses dentro de él desapareció, como si el espacio vacío en su pecho se hubiera llenado de algo que no puede comprender.
Los días siguientes transcurrieron con una calma relativa, especialmente después de que las especulaciones sobre la causa de su desmayo empezaron a desvanecerse. Según le dijeron, había permanecido inconsciente durante varios días. A pesar de los esfuerzos de Eva por descubrir la causa exacta, todos sus intentos resultaron infructuosos. Al final, no les quedó más remedio que atribuirlo a una combinación de agotamiento físico y el estrés acumulado por los desafíos que él había enfrentado en los últimos meses.
No obstante, Jungkook sabía en lo más profundo de su ser que lo sucedido no podía explicarse solo como una consecuencia física. Aunque carecía de pruebas tangibles, algo en su interior le decía que había más tras aquel evento. El sentimiento frío que pesaba en su corazón y el extraño sueño que había tenido eran las únicas pistas que poseía. Lo había repasado innumerables veces, al menos los fragmentos que recordaba, buscando algún significado oculto. Sin embargo, cada vez que creía estar cerca de comprenderlo, se encontraba con una barrera inexpugnable que lo dejaba en el mismo lugar: sin respuestas, pero con una certeza incómoda de que aquello era solo el comienzo de algo más profundo.
Después de varios días soportando la frustración que oprimía su pecho, Jungkook decidió dejar de torturarse con preguntas sin respuesta. Reflexionar una y otra vez sobre algo que parecía no tener solución solo lo agotaba más. Finalmente, optó por apartar esos pensamientos y enfocarse en retomar su vida con normalidad, o al menos intentarlo.
Desde el último encuentro con Taehyung, algo había cambiado. La hostilidad que el comandante solía mostrar hacia él se había desvanecido por completo, dejando a Jungkook desconcertado. No lograba entender el motivo detrás de este súbito cambio, pero tampoco estaba seguro de querer hacerlo. Desde antes de lo sucedido, ya había notado algo extraño en Taehyung, esa distancia inexplicable, esa frialdad que parecía ocultar algo más. Aun así, esta nueva actitud no hacía sino añadir otra capa de confusión a sus pensamientos, una cuestión más de la que prefería no ocuparse. El comandante podía quedarse con sus propios misterios; él no tenía energía para lidiar con más incertidumbres. Había demasiadas cosas que arreglar en su vida, y, por ahora, eso era todo lo que podía enfrentar.
—¿Es esto realmente necesario? —preguntó Yoongi con un suspiro cargado de agotamiento, mientras seguía subiendo la empinada montaña por la que Jungkook lo había obligado a subir aquel día.
—Te dije que sí —respondió el castaño, jadeando ligeramente pero con la determinación intacta—. Esto mejorará la conexión.
Yoongi rodó los ojos, incrédulo.
—No entiendo porqué tenemos que buscar una roca que figure ser un huevo, y encima, hacer un nido. ¿Qué no eso lo hacen las dragonas?
—Sí, pero a menos que quieras perder la cabeza durante el Mapryl, te sugiero que dejes de preocuparte por roles o géneros.
—¿Qué se supone que significa eso?
Jungkook se detuvo un instante para girarse y mirarlo, con el sudor brillando en su frente.
—El Mapryl es una época complicada. Los dragones tienden a volverse violentos porque su instinto los obliga a proteger los huevos y a la hembra. Nosotros, para evitar que esa violencia nos consuma, asumimos el rol de las dragonas. Al hacerlo, el instinto de protección sigue ahí, pero sin la agresividad que nublaría nuestro juicio.
Yoongi levantó una ceja, procesando la explicación.
—Entiendo... pero, ¿realmente teníamos que subir hasta acá? Podríamos haber tomado cualquier roca al pie de la montaña.
—Eres libre de regresar si quieres —replicó Jungkook, encogiéndose de hombros como si nada.
Yoongi se detuvo en seco, mirando hacia abajo con exasperación antes de volver su mirada a su amigo.
—¿Y me lo dices ahora que estamos a nada de llegar a la maldita cima? Ya es demasiado tarde para eso —bufó, frustrado, mientras se pasaba una mano por el rostro, limpiándose las gotas de sudor que le corrían por las sienes.
Jungkook no pudo evitar soltar una ligera risa, cargada de diversión, mientras retomaba su andar. Había algo particularmente entretenido en la manera en que Yoongi, a pesar de sus constantes quejas y resoplidos, seguía adelante con obstinación, decidido a completar el ritual de conexión con éxito.
—Entonces, sopórtalo —dijo Jungkook entre risas, lanzándole una mirada fugaz por encima del hombro—. Ya te expliqué que las rocas que están más expuestas y tienen mayor contacto con la luz del sol son mucho más eficientes.
Yoongi soltó un resoplido cargado de frustración, pero esta vez optó por guardar silencio y continuar el ascenso con pasos firmes. La determinación, aunque silenciosa, se reflejaba en cada movimiento. Jungkook lo observó de reojo por un momento, esbozando una sonrisa leve, y luego siguió avanzando.
Tras varios minutos más de esfuerzo, finalmente alcanzaron la cima. La vista que se desplegaba ante ellos era simplemente espectacular: un horizonte bañado por la luz del sol, con montañas que se extendían en la distancia como un mar de colinas verdes y doradas. El aire era fresco y limpio, cargado de una energía que parecía envolverlo todo.
Jungkook cerró los ojos por un instante, dejando que la brisa fresca acariciara su rostro mientras regulaba su respiración. En ese momento, se permitió conectar con el entorno natural, sintiendo el latido silencioso de la montaña bajo sus pies. Había algo casi mágico en la quietud del lugar, como si el mundo entero hubiese decidido detenerse por un instante para darle una tregua.
Por un breve pero poderoso momento, se sintió libre. Una paz inesperada llenó su pecho, desplazando la carga constante de vacío y frío que llevaba dentro desde hacía tanto tiempo. Había aprendido a convivir con esa sensación, a integrarla en su vida como una sombra persistente. Pero ahora, en la cima de la montaña, esa sombra parecía haberse desvanecido, al menos temporalmente.
Abrió los ojos, observando el paisaje con una mirada distinta, como si la brisa y la luz hubieran limpiado algo en su interior. Esa tranquilidad lo recorría por completo, como una corriente cálida que desafiaba la frialdad que siempre lo acompañaba.
Yoongi, por su parte, permanecía unos pasos atrás, observando en silencio. Aunque no compartía el mismo nivel de conexión espiritual que Jungkook parecía experimentar, incluso él no podía negar que el esfuerzo había valido la pena. La vista era impresionante, y por unos instantes olvidó las quejas y el cansancio.
—¿Ves? —murmuró Jungkook de repente, sin apartar la vista del horizonte—. Te dije que valdría la pena.
Yoongi solo bufó, pero su tono era mucho menos irritado que antes.
—Supongo que no está tan mal. Aunque no esperes que lo admita más de una vez.
Jungkook rio suavemente, su voz mezclándose con el sonido del viento, mientras ambos disfrutaban del momento en su propio ritmo, sabiendo que habían llegado hasta allí juntos, y que el esfuerzo, de una manera u otra, había valido la pena.
Se quedaron allí un instante, respirando la quietud que ofrecía la cima después del arduo ascenso. La vista desde ese punto parecía una recompensa diseñada para aliviar el cansancio acumulado en cada paso, y Jungkook se permitió saborearla un poco más. Había algo en esa serenidad que lograba calmar el torbellino en su interior, aunque fuera por un breve momento. Los días recientes habían transcurrido en calma, pero sabía que esa paz era efímera. La segunda prueba se aproximaba inexorablemente, y con ella, el peso de nuevas expectativas.
Seokjin no había mostrado clemencia ni siquiera después de que Jungkook perdiera el conocimiento. Ni las insistentes reprimendas de Eva lograban doblegar la severidad del Stridress, quien siempre respondía con la misma frase cortante: mantenerlo con vida era la prioridad. Aquella filosofía había convertido las sesiones en un infierno agotador, donde el límite entre la superación y el colapso era demasiado delgado.
Al menos, al compartir lo aprendido con Yoongi, encontraba una forma de reforzar sus conocimientos y asegurarse de que había comprendido correctamente cada detalle. Aunque no siempre lograba alcanzar la precisión que Seokjin esperaba de él, ese proceso le servía para ordenar las técnicas en su mente y reconocer sus propios avances. Claro, no era perfecto, y en ocasiones sentía que le faltaba algo para estar a la altura de lo que se esperaba de él, pero ver a Yoongi captar las enseñanzas con interés le daba una sensación de logro, por pequeña que fuera.
Algo en lo que sí sentía que había fracasado por completo era en obtener información de Yoongi sobre lo que estaba ocurriendo entre él y Seokjin. Había librado una ardua batalla de preguntas insistentes y estrategias sutiles, pero todas se habían estrellado contra el muro impenetrable que era su amigo. La frustración no tardó en aparecer; resultaba irónico que alguien como Yoongi, que parecía disfrutar recolectando secretos ajenos, se mostrara tan obstinado cuando se trataba de los suyos.
La tensión entre ambos era evidente, y Jungkook no tardó en notarlo. Bastaba con observar las miradas que el cazador lanzaba a Yoongi, llenas de una mezcla de expectativa y algo más difícil de descifrar, y cómo este último las ignoraba deliberadamente, como si no existieran. Había algo en aquella dinámica que lo inquietaba, algo que sentía que no alcanzaba a comprender del todo.
—Deberíamos empezar a bajar, nos tomará un buen rato, y hoy es el día que Lira cena con nosotros —comentó Yoongi de repente, con una chispa de emoción en sus ojos y en el tono de su voz que Jungkook no pasó por alto.
Desde que Lira había asumido el rol de Aervox, las responsabilidades la mantenían siempre ocupada. Ahora, en escuadrones diferentes, el tiempo que podían compartir con ella se había reducido considerablemente. Aunque Yoongi no solía admitirlo abiertamente, Jungkook sabía que aquello lo afectaba más de lo que estaba dispuesto a decir. Lira, por su parte, hacía lo imposible para estar presente. A menudo se escabullía hasta la habitación de ambos, aprovechando cualquier momento libre hasta que Eunwoo venía a llevársela. Pese a la presión de sus nuevas obligaciones, siempre se aseguraba de mantenerse al tanto de cómo estaban, de alguna forma lograba que, incluso en la distancia, no sintieran que los había dejado atrás.
—Está bien, escoge una piedra que te guste. Con eso bastará —dijo Jungkook con una ligera sonrisa.
Ambos comenzaron a buscar a su alrededor, inspeccionando el terreno con cuidado. Jungkook se inclinó, pasando los dedos por la superficie áspera de las rocas, mientras Yoongi se mantenía más concentrado, evaluando cada piedra que captaba su atención. Finalmente, cada uno eligió una: Jungkook optó por una de bordes suaves y textura pulida por el tiempo, mientras que Yoongi escogió una más angular, de tonalidad oscura y brillante como el ónix.
Con cuidado, las guardaron en sus mochilas, asegurándose de que estuvieran protegidas entre el resto de sus pertenencias.
—¡Oh, Myrtlax, teletransportanos a la academia! —exclamó Yoongi con una exagerada entonación, levantando los brazos. La escena fue tan absurda que arrancó una sonora carcajada de Jungkook.
—No funciona así —respondió entre risas, intentando calmarse, pero el brillo de diversión en sus ojos no se apagó.
—Ya, valía la pena intentarlo —dijo Yoongi, con un tono de ligera frustración, pero también con una sonrisa traviesa en el rostro.
—Vamos, que no nos saldrán alas por más que supliquemos —rio Jungkook, disfrutando del momento con una ligereza que, por un instante, lo hacía olvidar todo lo que se avecinaba.
Yoongi chasqueó la lengua en señal de resignación, y, al no poder cambiar la realidad, comenzó a descender con pasos pesados, aunque no sin una ligera sonrisa en sus labios. Jungkook, por su parte, se quedó un momento más en la cima, mirando la extensión del paisaje a su alrededor. La sensación de estar tan alto, tan cerca del cielo, lo llenaba de una paz profunda, como si estuviera en su propio lugar en el mundo. La vista, la altura, el aire fresco: todo le resultaba familiar, casi como un refugio al que siempre había pertenecido. Después de un breve instante de quietud, dio un paso hacia el descenso, decidido a seguir a Yoongi mientras disfrutaba del último suspiro de calma que le ofrecía el lugar.
—Te digo que cada vez son más las veces que Kook logra derribarme —declaró Yoongi de repente, rompiendo la calma mientras cenaban en el comedor junto a Lira y Eunwoo. Este último, como de costumbre, parecía una extensión inseparable de Lira, tomándose muy en serio su papel de estar siempre cerca de ella.
—¿Es así? Eso es increíble —respondió Lira, mostrando un entusiasmo genuino mientras giraba su atención hacia Jungkook—. Yoongi no es fácil de derribar. Tal vez no sea el más ágil en sus movimientos, pero tiene un control impresionante sobre su cuerpo. Si lo estás logrando, significa que realmente has mejorado muchísimo.
Jungkook solo se encogió de hombros, sintiendo cómo un leve rubor coloreaba sus mejillas. No podía entender por qué, cada vez que se encontraban con Lira, Yoongi comenzaba a ofrecerle un detallado informe sobre su progreso en combate. Algo en su interior le sugería que quizá se trataba de una estrategia, una forma de desviar la atención, evitando así que la conversación se dirigiera hacia algo más personal, como los aspectos de la vida de Yoongi que este claramente prefería mantener en silencio.
—No es para tanto... Creo que a veces solo tengo suerte —murmuró, mirando hacia su plato para evitar las miradas de los demás.
—¿Suerte? —repitió Lira, inclinándose un poco hacia adelante con una sonrisa traviesa—. No sé, Yoongi no es del tipo que da cumplidos gratuitos. Si dice que le está costando mantenerse de pie contigo, debe ser cierto.
Jungkook soltó una risa breve, todavía sintiéndose algo cohibido.
—Supongo que Yoongi me deja ganar de vez en cuando para que no me rinda —bromeó, tratando de quitarle peso a la conversación.
Yoongi, que había estado bebiendo su jugo de arándanos tranquilamente, arqueó una ceja y dejó el vaso sobre la mesa.
—Solo acéptalo, Kook. Has mejorado mucho —insistió, mirándolo con seriedad, aunque su tono cargaba una nota de orgullo sutil.
—Seokjin dice que aun no es suficiente —respondió Jungkook, bajando la mirada hacia su plato casi vacío, como si las palabras aún pesaran sobre él.
Yoongi dejó escapar un bufido y se cruzó de brazos.
—Pues que se vaya a la mierda —declaró, sin molestarse en suavizar el tono de su enfado.
El silencio que siguió fue tan abrupto que hasta el ruido del comedor pareció desvanecerse. Jungkook abrió los ojos con sorpresa, levantando la vista hacia Lira, que tenía la misma expresión incrédula en su rostro. Ella arqueó una ceja, como si preguntara silenciosamente qué acababa de ocurrir. Él solo pudo responder con un leve gesto negativo, moviendo la cabeza para indicar que no tenía ni idea.
Yoongi, sin embargo, no pareció inmutarse por las miradas que recibió. Se limitó a volver a tomar su vaso de jugo, como si su explosión de enojo hubiera sido algo perfectamente normal.
—Veo muy poca gente últimamente en la academia —comentó Jungkook de repente, rompiendo el tenso silencio que se había instalado. Su tono era neutro, pero la intención de desviar la conversación era evidente.
Eunwoo, que había permanecido en silencio hasta ese momento, finalmente intervino, con una expresión calmada que rápidamente deshizo la tensión que había estado flotando en el aire. Tanto Lira como Jungkook respiraron aliviados, agradecidos por el cambio de tema.
—Los de segundo curso tienen su segunda prueba, y los de tercero se fueron desde el fin de semana para ayudar en algo fuera de la academia —explicó el Mentályr, con su tono usualmente tranquilo.
—Oh, sí. Mingyu me comentó algo al respecto de su prueba —Jungkook asintió, corroborando mientras recordaba aquel día en que el Aervox había ido a buscarlo a su habitación. Le había explicado que posiblemente no lo vería por algunos días, ya que estaría ocupado con su segunda prueba, por lo que estaría ausente durante ese tiempo.
—Pareces bastante cercano al Aervox Rastel —mencionó Lira con picardía, alzando las cejas un par de veces. La expresión hizo que las mejillas de Jungkook se sonrojaran levemente.
—No es lo que piensas —declaró Jungkook de inmediato, frunciendo ligeramente el ceño en un intento de parecer serio. Sin embargo, el tenue sonrojo que se extendía por sus mejillas traicionaba sus esfuerzos.
—No estaba insinuando nada —replicó Lira, alzando una ceja con fingida inocencia. Su tono ligero solo alimentó la frustración de Jungkook, quien no tardó en poner los ojos en blanco con evidente exasperación.
—Creo que te conozco lo suficiente para saber que exactamente eso es lo que estabas haciendo —respondió, su voz teñida de un matiz desafiante. Lira, lejos de molestarse, chasqueó la lengua, una sonrisa apenas disimulada jugando en sus labios.
Antes de que pudiera agregar algún comentario cargado de burla, Jungkook decidió que ya era suficiente. Enderezó los hombros y, adoptando un semblante más serio, desvió la conversación hacia un tema completamente diferente.
—¿Has sabido algo de la clase de Preparación de Guerra?
La pregunta hizo que toda la diversión se desvaneciera del rostro de la comandante, reemplazada por una expresión de seriedad mientras se enderezaba en su asiento. La clase de Preparación de Guerra era la única que se impartía a los tres cursos por igual.
Este curso no solo se centraba en el estudio exhaustivo de las fortalezas y debilidades de las diversas especies de dragones, sino que también abarcaba las tácticas y estrategias empleadas en la guerra activa contra ellos. Además, los alumnos analizaban a detalle las situaciones de combate más recientes, desglosando cada enfrentamiento para identificar patrones, errores y posibles mejoras. Era una clase diseñada no solo para formar estrategas, sino también para preparar a los estudiantes para decisiones rápidas y letales en el campo de batalla, algo que todos sabían que podría definir su supervivencia.
Sin embargo, desde que el curso había comenzado, no les habían impartido la clase.
—No, no han dicho nada nuevo —respondió Lira, cruzándose de brazos con un gesto frustrado—. Siguen con la misma mierda de que tal vez eliminen esa clase para el primer curso. Pero el consejo parece inquieto... siento que algo están ocultando. ¿Tu tía te ha mencionado algo al respecto? —bajó la voz al hacer la pregunta, consciente de que los de primer curso no tenían permitido recibir correspondencia.
—No. —Jungkook negó con firmeza, casi de inmediato—. No he tenido noticias nuevas. Lo último que supe fue lo que ya les comenté. Al parecer detectaron una anomalía en el nido, pero la situación ya está estable. Aunque mi tía mencionó que percibía algo extraño en la energía, no dio más detalles. Y eso fue todo. Dijo que los dragones ya no eran su mayor problema en este momento, sino que las personas podían ser un jodido fastidio. —Hizo una pausa, dejando escapar un suspiro breve—. No quiso entrar en detalles sobre eso. Pero Yoongi descubrió algunas cosas, aunque no estamos seguros de cuán fiables sean.
—Supe que los informes oficiales de guerra no han salido de la Orden de Raxnag —murmuró Yoongi con el mismo tono bajo—. Han estado reteniendo los detalles para ellos mismos. Pero no creemos que sea del todo cierto. Si realmente lo fuera, la tía de Kook ya le habría informado algo, considerando que ella también forma parte de la orden. Todo esto me parece demasiado extraño... como si hubiera algo que no quieren que sepamos.
—¿De dónde sacaste esa información? —preguntó Eunwoo, su incredulidad palpable en cada palabra. Su expresión reflejaba asombro, casi como si la idea de que Yoongi tuviera acceso a algo tan confidencial le resultara impensable.
—Ni siquiera lo intentes, no te lo dirá —interrumpió Jungkook antes de que Yoongi pudiera responder. Una ligera sonrisa se dibujó en su rostro mientras miraba de reojo al Mentályr, divertido por su visible desconcierto.
—Yo tengo la teoría de que consigue la información con...
—Aervox Grilt. —La voz surgió de la nada, profunda y gélida, cortando el aire como una hoja afilada. Jungkook sintió un escalofrío recorrerle la columna, cada fibra de su cuerpo reaccionando a ella voz que, aunque apenas la había escuchado el día anterior, le resultaba tan distante como si hubiese pasado una eternidad desde la última vez—. Te requieren en la sala del consejo.
Lira levantó la mirada de inmediato, fijándola en el recién llegado. Su expresión, se endureció al instante, adoptando un semblante de absoluta seriedad.
—De acuerdo. —Fue todo lo que dijo, lanzando una última mirada a sus amigos, como si quisiera dejar algo implícito en el silencio. Con movimientos firmes, se puso de pie, y Eunwoo la siguió sin demora. Ambos se marcharon rápidamente, dejando tras de sí una atmósfera cargada de tensión.
Jungkook podía sentir la mirada de Taehyung fija en él, intensa y penetrante. No fue capaz de evitarlo; lentamente, sus ojos se dirigieron hacia él. Cuando finalmente sus miradas se cruzaron, un nudo se formó en su estómago, pesado y doloroso. Hacía mucho que Taehyung no lo miraba directamente a los ojos, y el simple hecho de que lo hiciera ahora le sacudió más de lo que le gustaría admitir. Realmente deseaba que ese efecto no lo afectara tanto, pero lo hacía, y no podía evitarlo.
—Tengo que hablar contigo, Nux Xaldir. —La voz de Taehyung cortó el silencio, cargada de una firmeza que no dejaba lugar a negativas.
—¿Qué se le ofrece, comandante? —respondió Jungkook, su tono sereno, casi mecánico, mientras intentaba con todas sus fuerzas mantener la calma. Cada palabra, cada gesto, era un esfuerzo por ocultar el caos que rugía en su interior, por mantener la compostura ante la tensión que se apoderaba de su cuerpo.
—En privado. —Taehyung no ofreció más explicaciones, y su tono, grave y autoritario, dejó claro que no estaba dispuesto a discutir el asunto allí.
Jungkook sostuvo la mirada del comandante por un instante, sus ojos encontrándose en un silencio pesado que lo hizo sentir como si el tiempo se detuviera. Sin embargo, no tardó en desviar la vista hacia Yoongi, quien le ofreció un asentimiento comprensivo, sabiendo que no tenía elección.
—Me encargaré de llevar al Raxdrac Zoldrik a su habitación —anunció Namjoon con tono firme, y solo entonces Jungkook se percató de la presencia del Mentályr, que observaba la escena con esa constante serenidad en su rostro. En ese momento, una punzada de incomodidad lo recorrió. Detestaba cómo, cuando Taehyung estaba cerca, toda su atención parecía centrarse únicamente en él.
Sin mucho más que hacer, Jungkook se puso de pie y, tras una última mirada rápida hacia Yoongi, siguió a Taehyung sin preguntar nada. Caminaron en silencio, pasando por pasillos que parecían interminables, cada paso amplificando la frustración que empezaba a acumularse en su interior. No entendía qué estaba pasando ni qué quería Taehyung de él, y esa incertidumbre lo estaba agotando.
Finalmente, cuando ya no pudo más, se detuvo bruscamente y, con tono molesto, se dirigió hacia él.
—¿A dónde demonios me llevas? —preguntó, sin poder ocultar el cansancio en su voz. —¿No puedes simplemente decirme lo que quieres y ahorrarnos esta caminata inútil?
El tono cortante en su voz revelaba su impaciencia, como si cada minuto fuera una tortura innecesaria. En el fondo, todo lo que deseaba era alejarse de Taehyung, dejar que la frialdad en su interior se disipara, como si esa cercanía solo intensificara el vacío que lo atormentaba.
—Es respecto a la segunda prueba. —La incredulidad se reflejó de inmediato en el rostro de Jungkook, un atisbo de sorpresa cruzando su expresión al darse cuenta de que Taehyung estaba dirigiéndose a él para hablar de algo tan... práctico—. Necesito que se encuentren preparados para todo el equipo que se utilizará. Pueden solicitar el inventario con la encargada del almacén. Deben ser conscientes de que no pueden permitirse omitir nada, o podría ocasionar la muerte de alguien.
Jungkook parpadeó, aún procesando la información, sin terminar de entender la situación.
—Está bien, pero... ¿por qué me dices esto a mí? Deberías comentárselo a Jimin, él es el líder del equipo.
El silencio de Taehyung se extendió entre ellos, y Jungkook lo miró, esperando una respuesta. El comandante parecía estar evaluando sus palabras con una calma que solo acentuaba la tensión en el aire.
—No pude encontrarlo, así que espero que le transmitas el mensaje.
Hubieron tantas cosas que Jungkook quiso decir en ese momento, pero las palabras se quedaron atascadas en su garganta. Sabía lo que pasaría si se dejaba llevar por la frustración y le faltaba nuevamente el respeto al comandante: otro castigo, y no estaba de humor para correr alrededor de la academia. Sin embargo, a pesar de callar, no podía evitar que la rabia se reflejara en sus ojos, en la dureza de su mirada. La tensión que había entre ellos se manifestaba claramente, y esperaba que Taehyung pudiera percibir todo lo que no podía decir en voz alta.
Realmente no podía creer que lo estuviera utilizando de recadero, como si no fuera más que una herramienta de la que podía disponer sin remordimientos.
—¿Algo más? —preguntó, y la molestia tintineó en su voz, como un filo cortante. Su lengua empujó con fuerza el interior de su mejilla, un reflejo involuntario de la tensión que sentía.
Lo odiaba. Odiaba cómo Taehyung se quedaba observándolo en silencio, como si esperara algo más, como si todo fuera parte de un juego en el que Jungkook no tenía voz ni voto. Y aún así, no podía evitar el temblor de su interior, esa sensación que se negaba a desaparecer.
—Una última advertencia, mientras aún tienes tiempo...
Jungkook, sin embargo, no dio muestras de vacilar. La irritación se apoderó de él, y con un desdén palpable, cortó cualquier intento de continuar la conversación.
—No me iré. ¿Algo más? —respondió rápidamente, su voz tajante y cargada de un desinterés evidente. No le dio la oportunidad a Taehyung de añadir una palabra más, dejando claro que ya no estaba dispuesto a seguir escuchando ninguna advertencia de su parte.
Había algo en la mirada de Taehyung que Jungkook no pudo descifrar por completo, pero había una intensidad en sus ojos que lo dejó inquieto. Era como si el comandante estuviera atrapado entre una maraña de emociones: enojo, alivio, e impotencia, todo mezclado en una tensión palpable. El silencio que los rodeaba se volvía más denso, cada segundo que pasaba sumaba más peso al aire entre ellos. Cuando Taehyung finalmente abrió los labios, parecía que iba a decir algo, pero una voz resonó en el pasillo, interrumpiendo el momento, y Jungkook se dio cuenta de inmediato de cómo Taehyung se tensó, su postura cambiando sutilmente.
—Aervox Draksser...
Jungkook podría contar con los dedos de las manos las pocas veces que había tenido la oportunidad de ver o escuchar al director Braux. A pesar de ser el máximo responsable de la academia, su presencia en el campus era casi fantasmal. Se rumoraba que su cargo en la escuela era solo una de sus múltiples ocupaciones, ya que dedicaba la mayor parte de su tiempo a la corte imperial, donde sus habilidades estratégicas y políticas eran aprovechadas para asuntos de gran importancia.
—Vete. —La voz de Taehyung sonó tajante, aunque su tono se mantuvo sorprendentemente bajo, su mirada fija en Jungkook con una intensidad que parecía atravesarlo.
—¿Q-qué? Pero... —Jungkook titubeó, sorprendido por la brusquedad, sin entender del todo lo que estaba sucediendo.
—Es una orden. —Taehyung no dio espacio para discusiones, su tono más grave y rotundo esta vez.
Jungkook no tiene más opción que acotar, incapaz de comprender la densa tensión que se ha instaurado en el pasillo. Su mirada, errante, se dirige por un instante hacia el director, quien lo observa con una expresión que oscila entre el interés y la quietud, sin pronunciar palabra alguna, ahí de pie, aguardando a Taehyung. La atmósfera se siente densa, como si cada segundo estuviera cargado de algo invisible que lo empuja, pero no sabe qué. Siente la presión en el pecho, una sensación que no logra reconocer como suya, como si alguien más hubiera dejado esa carga sobre él. Finalmente, sin poder detener la incomodidad, se aleja del lugar, la pesadez aún acompañándolo, como una sombra que se niega a disiparse.
Holaaaa, perdón la demora. Los que me siguen en mi canal de difusión ya saben que estuve ocupada en la otra historia que publiqué hace poquito (espacio para pedirles que vayan a leerla). Este capítulo tiene MUCHAS cositas importantes jeje.
¿Qué les pareció? Me gusta leer sus teorías. Espero que estén disfrutando de la historia, el próximo capítulo se viene intenso ufff.
Procuraré volver pronto esta vez, hasta entonces, manténganse sanos.🌷
Para ti, mi mayor motivación:🌙💕.
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