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12: Líneas entrelazadas.

La conmoción lo mantiene en un estado de trance, como si el tiempo hubiera quedado suspendido en el instante en que todo cambió. Trata de entender, de buscar alguna explicación, pero su mente sigue atrapada en un torbellino de preguntas sin respuesta. La sensación de pérdida es un veneno amargo que carcome su interior, y con cada latido de su corazón, siente que algo profundo y valioso ha sido arrancado de él sin previo aviso.

Lleva una mano temblorosa a su pecho, tratando de apaciguar el frenético martilleo que parece implorar por lo que le ha sido arrebatado. El silencio que lo rodea se vuelve pesado, casi insoportable, como si cada segundo que transcurre lo hundiera más en la desorientación. En medio de su inquietud, su mirada se posa en Yoongi, y el ritmo lento y pausado de su respiración le brinda una pizca de alivio. Aunque todo a su alrededor parece haberse desmoronado, ver a Yoongi durmiendo en calma le recuerda que, al menos, una parte de su mundo sigue en su lugar.

Jungkook ha repetido este proceso innumerables veces, conectando con las etapas del Saikuru con una fluidez casi automática, como un ciclo inquebrantable. Cada vez era lo mismo: seguir el mismo patrón, ejecutar los mismos pasos sin margen para el error. Y, sin embargo, esta vez es diferente. Hay algo que no encaja, algo que lo incomoda profundamente.

¿Por qué ahora, después de tanto tiempo, está experimentando esta extraña sensación? No es el proceso en sí lo que lo desconcierta, sino lo que siente durante la conexión, como si algo estuviera fracturado. La respuesta parece obvia: la conexión que compartía con Taehyung ya no existe, se ha desvanecido. Eso tiene que ser la causa de la ruptura que sintió cuando intentó sincronizarse con el Calcim. Era como si algo esencial, algo que solía estar ahí, simplemente se hubiera esfumado sin previo aviso.

Pero lo que realmente lo consume no es la pérdida del lazo en sí, sino la brutalidad de su desaparición, como un espejismo disipado en un suspiro. ¿Cómo puede algo tan fundamental, tan enraizado en su esencia, desvanecerse sin siquiera un aviso? Ni un indicio, ni una grieta en la superficie; solo la nada, como si nunca hubiera sido real.

Honestamente, no debería afectarle en lo más mínimo. Y, sin embargo, una neblina de pesar y desolación permanece latente, rondando como una sombra que se niega a disiparse. Por más que intente distraerse o despejar su mente, el pensamiento sigue clavado, repitiéndose en una espiral silenciosa pero persistente. Dormir se vuelve una tarea inalcanzable; el cansancio que antes lo dominaba se ha evaporado, y ahora yace despierto en la penumbra de su habitación, atrapado en un remolino de dudas.

Suspira con pesadez, cediendo al desasosiego, y se da la vuelta en la cama, buscando una posición que le ofrezca consuelo. En ese movimiento, sus ojos tropiezan con la pequeña runa de viento que Taehyung le entregó aquella ocasión.

Jungkook nunca fue un experto en la interpretación de círculos mágicos; ya que, apenas llegó a adentrarse en esos estudios, quedando sus conocimientos reducidos a nociones básicas. Sin embargo, reconoce lo suficiente para notar que el diseño en esta runa es particular: un patrón de círculos concentrados que parecen orientados a un propósito específico, la neutralización de poder. Esto es algo que le tomó por sorpresa, y su mente no tarda en divagar en interrogantes. ¿Por qué poseería Taehyung algo así?

Negó con un ligero movimiento de cabeza, como si eso pudiera disipar la presencia insistente de Taehyung en su mente. No es la primera vez que se encuentra deseando cortar de raíz cualquier pensamiento que lo involucre; se ha repetido innumerables veces que debería mantener la mayor distancia posible, que involucrarse con él solo le traerá problemas. Y, aun así, aquí está, atrapado en esa paradoja exasperante, donde cada esfuerzo por alejarlo de sus pensamientos parece ser en vano.

Por mucho que intente convencerse de que Taehyung no debería importarle, el peso de su presencia persiste, invadiendo cada rincón de su mente. Ese impulso de mantenerlo lejos parece perder fuerza frente a la intensidad de los pensamientos que, como una marea, vuelven una y otra vez hacia él. La frustración crece mientras se da cuenta de la ironía que lo rodea: cuanto más trata de evitarlo, más profundamente queda atrapado en la red de emociones que Taehyung despierta en él, como si cada intento de escapar solo fortaleciera el lazo invisible que parece —o parecía— unirlos.

De pronto, algo lo saca del trance de sus pensamientos, con la sutileza de un susurro que va ganando fuerza en su mente. Gracias a sus sentidos agudizados, ahora mucho más sensibles por la conexión recién establecida con el Calcim, Jungkook capta el rastro de una presencia que se aproxima. Sus sentidos se enfocan en ella, en su vibración casi imperceptible al principio, pero que se va intensificando, como un eco que se expande. Con una mezcla de alerta y curiosidad, se incorpora lentamente en la cama, los músculos tensos y los ojos fijos en la ventana, desde donde puede sentir la inminente llegada de alguien más.

Finalmente, un leve crujido rompe el silencio, seguido por la figura ágil de Taehyung deslizándose hacia el interior. La sorpresa es instantánea; Jungkook no esperaba verlo aparecer así, de manera tan directa y sin previo aviso. Una mezcla de incredulidad y desconcierto se dibuja en su rostro, apenas esbozando las preguntas que se agolpan en su mente.

Sus miradas se encuentran de inmediato, y es como si un vacío aún más profundo se abriera entre ambos. El contacto visual intensifica esa sensación, un peso invisible que parece instalarse en su pecho, haciéndolo consciente de algo que no logra poner en palabras. El silencio a su alrededor se vuelve pesado, cargado de todo lo que no dicen, mientras el tiempo parece ralentizarse en ese instante.

Por un segundo, Jungkook percibe algo que apenas alcanza a definir en la mirada de Taehyung. ¿Es alivio? Una mezcla de confusión y algo más que no consigue descifrar late en su interior. Las preguntas se agolpan en su mente, un torbellino imposible de detener, pero finalmente una sola logra abrirse paso, su voz quebrando apenas el silencio con un murmullo.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunta en voz baja, tal vez más por la intensidad del momento que por no despertar a Yoongi.

Jungkook se encuentra aún procesando la presencia de Taehyung en su habitación, su mente atrapada en un torbellino de confusión y asombro. La agilidad con la que había ingresado era como la de alguien que lo había hecho en innumerables ocasiones. Esa familiaridad lo desconcierta, y su mente no puede evitar dar un salto hacia atrás, recordando las veces en que Taehyung había logrado entrar al consultorio de Eva sin que nadie se diera cuenta.

Una punzada de comprensión se asienta en su pecho, como si una revelación súbita hubiera encajado en su mente. ¿Acaso esa misma destreza era la que le había permitido deslizarse entre las sombras de aquel lugar restringido? La idea se asienta con un peso inesperado, trayendo consigo un sabor agridulce que le deja una extraña sensación de desasosiego.

Después de un extenso silencio que se sintió eterno entre ellos, Taehyung da un paso más cerca, acercándose con una determinación que contrasta con la tensión palpable en el aire. Abre los labios, la intención de responder a la pregunta aún flotando entre ellos, pero las palabras se quedan atrapadas en su garganta, como si una invisible barrera se interpusiera entre su mente y su voz.

—Yo... dejé de... —Su voz titubea, vacilando bajo el peso de lo que intenta expresar. La frustración y la molestia se hacen evidentes en el movimiento de su cabeza, un gesto que resume su lucha interna. Se frota el rostro con brusquedad, como si buscara encontrar las palabras adecuadas mientras trata de organizar sus pensamientos.

No obstante, no son necesarias explicaciones. Jungkook puede comprender de inmediato lo que ha dejado a Taehyung tan desconcertado: es la conexión que habían compartido, ese lazo invisible que parecía fortalecerse, ahora desvanecido de la nada, como un susurro llevado por el viento. El corazón de Jungkook se encoge al pensar nuevamente en la abrupta pérdida de ese vínculo. Es un dolor punzante que se enreda en su pecho, la sensación de que algo fundamental ha sido arrancado de su realidad. Mientras observa a Taehyung, puede ver la confusión en sus acciones, un reflejo de su propio desasosiego.

Su mirada se desliza de nuevo hacia Jungkook, pero esta vez se detiene un poco más abajo, dándose cuenta del estado en que se encuentra. Cuando Jungkook nota su atención, se observa con curiosidad; sus ojos se agrandan de sorpresa y sus mejillas se tiñen de un rojo intenso inmediatamente. Está a punto de tomar una sábana cercana para cubrirse, pero se congela al notar la ligera sonrisa que se dibuja en el rostro del comandante.

Un temblor de confusión lo recorre; está atrapado en una mezcla de sorpresa y desconcierto que lo deja incapaz de hacer movimiento alguno. A medida que la mirada del comandante se mantiene fija en él, Jungkook siente una corriente inexplicable que se enreda con el nerviosismo, despertando una inesperada fascinación por aquella expresión que nunca había visto en el líder. Un tenue resplandor de algo indescifrable se refleja en la profundidad de esos ojos, como si en ese instante estuviera frente a un lado oculto del Aervox, uno que lo desconcierta tanto como lo atrae.

La sorpresa en los ojos grises de Jungkook parece arrancar a Taehyung de sus pensamientos, devolviéndolo de golpe a la realidad. La intensidad en su mirada se desvanece, cediendo lugar a la fría seriedad que lo caracteriza. Aún así, mantiene su atención en Jungkook, un instante de más, como si sus labios estuvieran a punto de formar palabras que nunca dirá. Finalmente, respira profundo, retrocede un paso y, sin más aviso, se da la vuelta y en un movimiento ágil y preciso, se lanza por la ventana.

Jungkook se apresura hacia la ventana, su respiración acelerada y sus pensamientos revolviéndose en un remolino de posibilidades que no puede controlar. La inquietud en su pecho amenaza con convertirse en pánico, pero se disipa en un suspiro apenas asoma la cabeza al vacío y sus ojos captan a Taehyung descendiendo por la pared con una destreza casi antinatural. Cada movimiento es fluido y calculado, sus manos y pies encontrando apoyo en las mínimas grietas y salientes, hasta que finalmente aterriza en el marco del ventanal del primer piso. Allí, con un último impulso, entra al pasillo en un solo y fluido movimiento.

Y así, en un abrir y cerrar de ojos, Taehyung desaparece de su vista, dejando a Jungkook con la vaga sensación de vacío en su pecho.

El sueño se convirtió en un adversario imposible de alcanzar tras lo ocurrido. Intentó, con un esfuerzo casi desesperado, acallar el torbellino de pensamientos, concentrarse en el silencio de la noche y empujar fuera de su mente cada imagen persistente. Pero cuando la madrugada avanzó sin piedad, finalmente se rindió. Dejó que sus pensamientos vagaran libres, sin restricciones ni intentos de contención, permitiendo que cada recuerdo y cada duda emergieran en la penumbra de su habitación.

Reflexionar sobre lo sucedido no llevaba a ningún lado, y lo sabía. Sin importar cuántas veces analizara cada detalle o explorara todas las posibles razones, las respuestas seguían siendo un misterio inalcanzable. Esa falta de control lo frustraba profundamente. Jungkook, estaba acostumbrado a resolver cualquier problema con agudeza y precisión, por eso, se encontraba ahora impotente, atrapado en un laberinto sin salida. Su inteligencia, aquella que siempre había sido su escudo y espada, parecía inútil ante esta situación, y esa sensación de vulnerabilidad lo enfurecía.

Solo podía pensar que esa conexión había llegado y se había desvanecido de la misma forma, y que, en teoría, debería estar bien con ello. Sin embargo, la inquietud lo consumía; era como un eco persistente que no lo dejaba en paz. Intentaba convencerse de que no significaba nada, pero la soledad que crecía en su interior se hacía cada vez más pesada, un recordatorio constante de lo mucho que le había afectado. Anhelaba sentir alivio, la ligereza de un corazón despreocupado, pero esa sensación parecía tan lejana, tan inalcanzable. Y lo que más le molestaba era que, una vez más, el maldito Taehyung se había convertido en el centro de su tormento, como si tuviera el poder de alterar su mundo con solo existir.

Nunca había experimentado esta clase de tristeza; era una pena espesa y oscura que parecía brotar desde el centro mismo de su ser, envolviendo cada rincón de su corazón y pesándole en el alma. Jungkook no encontraba palabras para explicarla, era como si aquel dolor no fuera suyo, sino un pesar ajeno que se había filtrado en su interior sin permiso. La angustia le resultaba ajena y, a la vez, inquietantemente familiar.

Mantenerse despierto al día siguiente se convirtió en una verdadera tortura. Cada minuto que pasaba sentía cómo sus párpados se volvían cada vez más pesados, luchando por cerrarse a pesar de sus esfuerzos. Y aunque bastaba con escuchar las indicaciones de los profesores para seguir el ritmo de la clase, no era suficiente para él. Sabía que solo estaría satisfecho si podía dedicarles toda su atención, capturando cada palabra y gesto, reteniendo hasta el mínimo detalle. Sin embargo, el cansancio le impedía concentrarse; sus pensamientos iban y venían, cada vez más lentos, como si una neblina espesa se extendiera sobre su mente, cubriendo todo intento de claridad.

En ese momento, quizás se sentía más despierto, impulsado por la energía que desprendía la dinámica de la clase. La sesión de Introducción a las Armas siempre había capturado su interés, y hoy no era la excepción.

Estaban organizados en grupos, mezclados con alumnos del escuadrón dos, y para su buena fortuna —o quizás no, según la opinión de Yoongi— Hoseok era parte de su equipo. A pesar de la evidente irritación que eso causaba en su amigo, Jungkook no podía evitar reconocer que Hoseok poseía un vasto conocimiento sobre armas. Sus padres eran unos de los distribuidores más renombrados del imperio, lo que había enriquecido su educación sobre el tema. Cada vez que Hoseok hablaba de armas, su voz vibraba con una mezcla de respeto y emoción, y Jungkook no podía evitar sentirse atraído por la pasión que emanaba de él, incluso si eso significaba soportar las quejas de Yoongi durante el proceso.

—Cada arma en teoría es manejable por cualquier portador, sin importar su afinidad, pero su verdadera eficiencia se alcanza cuando la empuña un usuario del poder elemental correspondiente. Tomemos, por ejemplo, la cuchilla de fragmentación: si alguien sin Geoquinesis la emplea, el arma responderá, claro está, ya que contiene un núcleo de energía que le permite activarse. No obstante, un portador de Geoquinesis puede aprovechar la afinidad entre su poder y el núcleo, imbuyendo su energía en la cuchilla para desatar efectos devastadores. En sus manos, los fragmentos desprendidos podrían penetrar profundamente en su objetivo o incluso dispersarse en una explosión de astillas afiladas, causando estragos en un radio extenso. Esto se debe a la resonancia entre el núcleo del arma y el poder elemental del portador, lo que amplifica su capacidad destructiva.

»Por esta razón, cada cazador suele estar equipado con armas que están específicamente alineadas con su poder elemental. Esta afinidad no es un mero capricho; se trata de una estrategia esencial para maximizar la efectividad en el campo de batalla. Los Nux, son los encargados de preparar este armamento de manera personalizada. No solo se enfocan en las necesidades de cada equipo, sino que también consideran las necesidades individuales de cada cazador, ajustando cada arma a las habilidades y características únicas del portador. Este proceso de personalización garantiza que cada cazador tenga en sus manos un instrumento que no solo complementa su poder, sino que también potencia su capacidad para enfrentar los desafíos que surgen en la caza de dragones.

Era evidente en la manera en que el moreno hablaba que el tema lo apasionaba profundamente; Jungkook no podía evitar notar el brillo intenso en sus ojos, un destello que reflejaba su entusiasmo por el conocimiento que compartía. A pesar de que su explicación debía estar dirigida a todo el grupo, la atención de Hoseok parecía estar centrada únicamente en Yoongi, quien, por su parte, se esforzaba en dirigir su mirada a cualquier otro lugar menos hacia él. La incomodidad de Yoongi contrastaba con la energía vibrante que emanaba de Hoseok, creando una atmósfera curiosa en la que la fascinación y la evasión se entrelazaban.

Jungkook se preguntaba qué había detrás de la evasiva actitud de su amigo. Cada vez que tocaba el tema de Hoseok, Yoongi se ponía a la defensiva, frunciendo el ceño y haciendo una mueca de desdén, como si las palabras de Jungkook fueran un recordatorio de algo que prefería enterrar en el olvido. "No es nada importante", solía afirmar, su tono cortante dejando claro que desearía que esa conversación nunca ocurriera. Sin embargo, la constante perseverancia e insistencia de Hoseok por acercarse a Yoongi hacía imposible que ignorara su presencia.

—Es un maldito arrogante —murmuró Yoongi con fastidio, dejando escapar un suspiro que transmitía su desdén. Jungkook no pudo evitar reír ligeramente ante su reacción; la frustración de su amigo era casi cómica.

—Solo intenta impresionarte. No sé cómo puedes ser tan frívolo, incluso yo estoy fascinado, y no soy yo a quien busca complacer.

—Me resulta muy irritante —contestó Yoongi, cruzando los brazos con un gesto que delataba su incomodidad.

—¿Es así? Parece enérgico y entusiasta, pero no entiendo qué te molesta tanto de él. ¿Ya piensas contarme? —Jungkook insistió, intrigado por la resistencia de su amigo.

—No es nada importante.

Jungkook lo observó atentamente, escudriñando cada rasgo del rostro de Yoongi en busca de una pista que revelara lo que realmente pensaba. En sus ojos brillaba un destello inquietante, un matiz que insinuaba que había algo mucho más profundo oculto tras su desdén. Sin embargo, Jungkook sabía que insistir no sería efectivo; la presión solo lo haría cerrarse aún más. Así que, con un suspiro casi imperceptible, optó por la paciencia, convencido de que la verdad surgiría cuando menos lo esperara, y que a veces, el silencio era el mejor refugio para las palabras que aún no estaban listas para ser pronunciadas.

Él entendía de eso.

Su mirada se desvió hacia el grupo de Taehyung, donde, curiosamente, Jimin también había sido asignado. Jungkook frunció el ceño al notar la cercanía entre ambos; una mezcla de incomodidad y malestar lo invadió. Todavía no comprendía porque si la conexión entre ellos se había desvanecido, la simple imagen del rubio tan cerca del comandante seguía provocándole una irritación inexplicable.

Jimin siempre lucía una sonrisa brillante cuando hablaba con Taehyung, una expresión que parecía iluminar el entorno a su alrededor. A pesar de que Taehyung mantenía su rostro serio mientras lo escuchaba, su atención era total y sus respuestas, amables. Jungkook no podía recordar haber tenido una conversación decente con el comandante; la hostilidad entre ellos era tan densa que cada intento se convertía en un fracaso. Aunque sabía que era tonto compararse con Jimin —considerando la evidente tensión que existía entre él y Taehyung—, la irritación lo invadía sin piedad.

Y lo que más le irritaba era el simple hecho de que estaba pensando en esto. No debería importarle cómo Taehyung trataba al rubio; debería ser irrelevante si a él lo trataba con hostilidad en comparación con alguien más.

Negó ligeramente con la cabeza, esforzándose por dejar esos pensamientos de lado y decidiendo enfocarse solamente en el comandante. A pesar de su aparente normalidad, Taehyung parecía algo distante, como si hubiera una barrera invisible entre él y el resto. Quizás era la habilidad de Jungkook para percibir las emociones de los demás, pero podía jurar que lo sentía un tanto distraído, ausente. Sin embargo, lo que más lo desconcertaba era que, durante todo el día, Taehyung no le había dedicado ni una sola mirada.

Jungkook no era masoquista; no buscaba, ni mucho menos deseaba, que Taehyung volviera a enfocar toda su atención en él. Al contrario, sabía bien que debería estar agradecido por ese respiro que, sin previo aviso, el Aervox le había dado al evitar dirigirle su habitual hostilidad. Después de semanas intensas enfrentando el agotador Hyss, y de soportar un ritmo de tensión constante, esta calma inusitada debería ser un alivio. Quizá, por primera vez en mucho tiempo, podría relajarse, disfrutar de un momento sin confrontaciones y dejar de preocuparse por cada palabra o gesto. Sin embargo, esa inesperada quietud le resultaba más inquietante de lo que hubiera querido admitir.

Además, todavía persistía esa sensación de vacío que no lograba ignorar, y se preguntaba si Taehyung también la estaría sintiendo. Tal vez la falta de atención se debía a que, en realidad, todo lo que había sucedido entre ellos había sido una simple influencia del Hyss, un efecto momentáneo que distorsionó su percepción de la relación. Quizás no había un vínculo más profundo que los uniera; por eso, cuando el Hyss se desvaneció y también lo hizo esa conexión que, por un breve periodo, había hecho latir su corazón con una intensidad inesperada, todo realmente terminó.

—Quizás Jungkook pueda explicarnos un poco más sobre esto, ya que imagino que ha sido instruido al respecto.

La mención de su nombre lo sacó de su trance, y Jungkook volvió a centrar su atención en el grupo, que lo observaba con ojos expectantes. Se encogió de hombros, sintiendo un leve aumento de nerviosismo mientras lanzaba una mirada de súplica hacia Yoongi. Este último, con una expresión de frustración, puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza.

—Se refiere al uso de las armas en la academia según su clasificación —aclaró Yoongi, y las palabras resonaron en la mente de Jungkook, ayudándole a entender la dirección de la conversación.

—Oh, sí, claro.

Jungkook empezó a explicar lo que sabía al respecto, y por un momento, quizás, sintió una mirada intensa que lo atravesaba, como si alguien lo estuviera evaluando con atención. Esa duda lo hizo titubear brevemente, no obstante, decidió no dejarse distraer más.

Los días pasaron, y la situación se mantuvo inalterable. Jungkook anhelaba convencerse de que todo había regresado a la normalidad, o tal vez a algo mejor, dado que Taehyung lo había ignorado por completo durante ese tiempo. Esa indiferencia, aunque inquietante, le ofrecía un respiro que no sabía que necesitaba. Sin embargo, los ecos del vacío seguían resonando en su interior, recordándole la conexión que había perdido. Poco a poco, comenzó a adaptarse. A medida que los días se convertían en semanas, Jungkook aprendió a vivir con ese vacío, permitiéndose construir una nueva rutina que, aunque marcada por la ausencia de Taehyung, le ofrecía una nueva sensación de paz.

—Realmente amo la lluvia —musitó Jungkook con fascinación, sus ojos brillando mientras observaba el torrente de agua que caía implacable afuera de la ventana—. ¿No sientes lo mismo? Con tu poder de agua, debes sentirte revitalizado en estos días.

—Normalmente, la llegada de la temporada de lluvias me llena de energía, pero desde que conecté con el Calcim, es una experiencia completamente distinta. Durante mis meditaciones, puedo sentir literalmente el flujo de mi poder corriendo por mis venas. Es fascinante.

Jungkook lo miró con curiosidad, intentando imaginar lo que Yoongi experimentaba en esos momentos de conexión. A medida que su mente exploraba esa idea, una sensación de pesar se instaló en su pecho. Se dio cuenta de que él, al no tener un poder elemental establecido o desarrollado, se estaba perdiendo esa experiencia. Realmente tenía curiosidad sobre cuál sería la diferencia, porque estaba seguro de que también podía percibir el flujo de su energía recorriendo su cuerpo. Sin embargo, no tenía idea de cómo eso se comparaba con la conexión que Yoongi experimentaba. Esa falta de entendimiento lo intrigaba; había algo en la manera en que su amigo hablaba sobre su poder que parecía similar y a la vez tan diferente a lo que él conocía.

—Suena increíble —respondió Jungkook con una ligera sonrisa, aunque su mente estaba envuelta en un torbellino de pensamientos.

—Con tu poder de viento, ¿cuál es la estación que mejor potencia tu energía? —cuestionó Yoongi, su voz vibrando con curiosidad. La intensidad de su interés hizo que el sentimiento de pesar en Jungkook se incrementara, como si un peso invisible se acumulara en su pecho.

Mientras Yoongi lo observaba con expectación, la verdad se volvía un peso abrumador. Aunque confiaba en él, había una línea que no podía cruzar. Su tía le había advertido con claridad: bajo ninguna circunstancia debía revelar su condición a nadie más. Confesar que tenía una clasificación inferior era una cosa; admitir que no poseía un poder elemental en absoluto, era otra muy distinta, y esa diferencia lo atormentaba.

—Oh, bueno... el viento suele estar presente en todas las etapas —comentó con una sonrisa ligera—, así que siempre es una ventaja para mí. Aunque... creo que siento la energía más fuerte en el Winkolt.

—¿Será por las ventiscas intensas en esa estación? —preguntó el otro, con un atisbo de curiosidad.

—Sí, seguro que por eso —respondió, aunque sus ojos parecían perderse por un instante—. En el Winkolt, el viento parece tener una fuerza diferente, como si allí cobrara más vida.

Yoongi asintió, y Jungkook sintió un alivio al ver que su respuesta parecía satisfacerlo. Pero, en el fondo, la culpa comenzaba a carcomerle con más fuerza, y sabía que cada palabra no dicha solo haría crecer ese peso. No quería seguir lidiando con ello, no cuando Yoongi realmente merecía su honestidad.

—Voy a salir a dar un paseo —dijo finalmente, poniéndose de pie y esbozando una leve sonrisa hacia Yoongi, aunque sus ojos delataban el tumulto de pensamientos que le acechaba.

—¿Con esta lluvia? —preguntó el castaño, echando un vistazo por la ventana, donde las gotas caían pesadamente sobre el cristal. Su mirada se deslizó de nuevo hacia Jungkook, esta vez con un brillo de preocupación en sus ojos—. No parece el mejor momento para un paseo.

Jungkook solo encogió los hombros, intentando que su sonrisa pareciera despreocupada.

—No te preocupes. En casa, siempre solía dar paseos bajo la lluvia. Hay algo en el sonido de las gotas golpeando el suelo que me calma... y el aroma a tierra mojada me encanta.

No esperó respuesta alguna de Yoongi; simplemente dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la puerta. Sentía la mirada intensa de su amigo fija en su espalda, casi como si tratara de leer los pensamientos que él intentaba ocultar. Pero, a cada paso, la culpa parecía aferrarse más fuerte a su pecho, como una sombra que se negaba a dejarlo.

Al cruzar el umbral, Jungkook se dio cuenta de que, aunque poner distancia podía darle un respiro momentáneo, el peso en su corazón seguía allí, inamovible. Era como si, por mucho que intentara escapar, los pensamientos no dichos y las verdades no compartidas lo persiguieran, recordándole que aún había algo pendiente, algo que solo su honestidad podía liberar.

Dejó escapar un fuerte suspiro, permitiendo que sus pasos lo guiaran hacia la salida de la academia. Aún tenía algo de tiempo libre antes de su entrenamiento con Seokjin, así que aprovechar ese instante para caminar bajo la lluvia sería el respiro que necesitaba. Mientras atravesaba los pasillos, el sonido de sus pisadas resonaba en el silencio, apenas interrumpido por el leve eco de algunas voces lejanas. Percibió el escaso flujo de alumnos y cómo los salones permanecían en calma.

Los fines de semana la academia siempre parecía más desierta, un lugar donde la ausencia de murmullos y risas llenaba los rincones de una quietud inusual. Esa paz le gustaba, le daba una sensación de soledad acogedora; sin embargo, era inevitable que un pensamiento amargo lo invadiera: el vacío que sentía en la academia no era solo por el descanso semanal. Con el paso del tiempo, los estudiantes se habían vuelto cada vez más escasos, y él conocía bien la razón. A medida que avanzaba hacia la salida, trató de desviar su mente de ese pensamiento, aunque la realidad de aquella pérdida seguía pesando en el ambiente como una presencia invisible.

Al salir, las frías gotas de lluvia lo recibieron con su toque refrescante, y una sonrisa de satisfacción iluminó su rostro. La sensación de las gotas deslizándose sobre su piel le brindaba una calma que rara vez encontraba en otros momentos. En cuestión de segundos, estaba completamente empapado, pero lejos de incomodarlo, esa inmersión en la lluvia lo rodeaba como un abrazo reconfortante. Cada gota parecía arrastrar consigo un fragmento de las tensiones que lo embargaban, hasta que su mente se fue aclarando, liberándose de la maraña de pensamientos que lo habían inquietado.

Era en momentos como este, bajo el cielo gris y el susurro de la lluvia, cuando realmente podía permitirse soltar el peso que cargaba en su pecho. Sentía cómo las preocupaciones y los sentimientos tormentosos se diluían poco a poco, quedando atrás como un eco lejano. En ese instante, solo quedaba él, conectado con la tierra y el cielo, vacío de ansiedad y llenándose, en cambio, de un silencio apacible. La sensación de pérdida y vacío que le pesaba se volvía menos opresiva, reemplazada por una tranquilidad que, aunque temporal, era intensamente revitalizadora.

Continuó caminando sin un rumbo fijo, dejando que la lluvia, que caía con una fuerza constante, lo guiara. Cada paso parecía despojarlo de una preocupación más, hasta el punto en que sentía que la tensión de los últimos días se desvanecía con cada gota que tocaba su piel. Le resultaba curioso encontrar este tipo de calma dentro de la academia, un lugar donde, desde su llegada, había enfrentado una sucesión interminable de pruebas y complicaciones.

Normalmente, cada instante libre era absorbido por nuevas exigencias o entrenamientos, y los días en los que podía permitirse un respiro eran escasos, casi inexistentes. Pero ahora, bajo el manto de la lluvia, el mundo parecía detenerse por completo. El peso de los entrenamientos, las expectativas, e incluso la tensión constante que le provocaba la presencia de Taehyung, habían desaparecido, dejándole espacio para disfrutar de algo tan simple como el sonido de la lluvia y la soledad momentánea.

Pensar en el comandante hizo que el vacío en su pecho se intensificara, como un peso que lo aplastaba desde adentro. La extrañeza del comportamiento de Taehyung en los últimos días era desconcertante. No solo había experimentado una indiferencia palpable de su parte, algo que, creía poder manejar; lo que realmente lo desconcertaba era que su aura misma parecía alterada. Taehyung, que normalmente estaba envuelto en una intensidad feroz y una hostilidad casi tangible, ahora proyectaba una extraña lejanía que Jungkook no lograba comprender.

De repente, el pesar en su interior comenzó a intensificarse, como si una tormenta se gestara en su pecho. Jungkook se decía a sí mismo que era solo el resultado de haberle dado rienda suelta a sus pensamientos, de permitir que la inquietud y la confusión florecieran en su mente. Sin embargo, a medida que avanzaba, la sensación se volvía más abrumadora, como una marea creciente que amenazaba con arrastrarlo.

No entendía qué estaba sucediendo, así que intentó detenerse para calmarse, buscando un momento de paz en medio de la creciente agitación. Sin embargo, una figura que se delineaba a lo lejos le impidió hacerlo. Sentía cómo sus piernas parecían desobedecerle, reacias a detenerse.

Jungkook no lograba entender por qué, a pesar de que cada vez que estaba más cerca de Taehyung el vacío en su interior se hacía más intenso, su cuerpo seguía avanzando, como si un deseo irrefrenable lo arrastrara, incluso en medio de su confusión.

Taehyung estaba de pie bajo la lluvia, con los ojos cerrados y la cabeza inclinada hacia atrás, como si estuviera buscando consuelo en el cielo gris que lo cubría. A pesar de la distancia, Jungkook pudo percibir una profunda tristeza que lo rodeaba, una melancolía palpable que nunca imaginó ver en el comandante. La imagen lo hizo vacilar. Tenía que detenerse; independientemente de la condición en la que se encontraba Taehyung, él no tenía porqué preocuparse por él. No debía, y sin embargo, cada paso lo acercaba más.

Era evidente que, con los agudos sentidos del comandante, Taehyung ya debería haber notado su presencia. Sin embargo, si realmente lo había hecho, no lo mostró; permaneció inmóvil, con una postura despreocupada que contrastaba con la tormenta que caía a su alrededor. Jungkook se encontró atrapado en una lucha interna, su impulso por acercarse chocando con su deseo de mantener la distancia. La lluvia caía como un velo entre ellos, creando un espacio que parecía tanto una barrera como una invitación a cruzar.

Cuando llegó a su lado, toda oportunidad de marcharse se desvaneció por completo. Jungkook tragó con nerviosismo, sintiendo el corazón latir desbocado en su pecho, incapaz de decidir qué hacer ahora que estaba junto a él. Finalmente, optó por preguntar lo primero que logró formular, aferrándose a la formalidad como un salvavidas en medio de su confusión.

—Comandante, ¿se encuentra bien? —preguntó, intentando infundir su voz con la dignidad que la situación requería. Sin embargo, a pesar de su esfuerzo, Taehyung no se movió de su lugar. Permaneció en silencio, como una estatua esculpida en la tormenta, sumido en pensamientos que parecían alejarlo de la realidad.

Ante la falta de respuesta, Jungkook dudó sobre qué hacer, un torbellino de pensamientos y emociones girando en su mente. La tensión entre ellos era palpable, y el silencio se convirtió en una carga que le pesaba en el pecho. Finalmente, llegó a la conclusión de que no valía la pena permanecer allí. Soltó un fuerte suspiro, una mezcla de frustración y resignación, mientras sus ojos se posaban en la figura del comandante, que seguía inmóvil bajo la lluvia.

Después de observarlo por un momento, como si intentara desentrañar los secretos ocultos detrás de esa expresión distante, simplemente negó con la cabeza. La decisión de irse se asentó en su pecho, y sin más, se dio la vuelta, listo para marcharse.

Sin embargo, antes de que pudiera dar un paso más, la voz del comandante interrumpió el silencio, resonando en medio de la lluvia.

—¿Qué estás pensando? —preguntó Taehyung, su tono desconcertante resonando en el aire. Jungkook se giró de inmediato, con la confusión genuina pintada en su rostro al enfrentarse a la figura imponente del otro. La pregunta lo tomó por sorpresa, y el torrente de pensamientos que había intentado ahogar emergió de golpe en su mente.

Taehyung continuó, esta vez abriendo los ojos y bajando la mirada, conectando con la suya.

—¿Qué piensas cuando me ves de esa manera?

Jungkook ni siquiera tuvo tiempo para procesar la pregunta antes de que sus ojos hicieran contacto. En ese instante, el vacío en su pecho se intensificó de una manera dolorosa, como si cada latido del corazón amplificara la angustia que intentaba contener. Sintió una extraña familiaridad en el vínculo que solía quemarle por dentro, pero en lugar de calor, esta vez era un frío glacial que recorría su interior, hiriéndolo con cada respiración.

—Ah... —resopló Taehyung con frustración, su expresión endureciéndose al instante—. Realmente deberías marcharte de la academia de una maldita vez.

Tal vez era la sensación creciente en su interior, la indiferencia que había recibido de Taehyung en los últimos días, o la manera en que sus palabras lo golpearon con una punzada de dolor cuando no debían. Pero, de repente, Jungkook pudo sentir cómo el enojo se acumulaba en su pecho, caliente y revuelto, como una tormenta a punto de estallar. Lo que más le molestaba, sin embargo, era el contraste agudo entre el desdén de sus palabras y la forma en que sus ojos brillaban, como si guardaran secretos y sentimientos que él no podía descifrar.

Quizás, en el fondo, sabía que se lo tenía merecido. No debía haberse involucrado en primer lugar. Pero no podía permitir que lo humillaran de esta manera, no cuando sus intenciones habían sido buenas y su preocupación genuina. Ese tumulto emocional lo dejaba atrapado en una lucha interna, deseando poder retomar el control sobre sus propias reacciones mientras la decepción y el rencor empezaban a filtrarse en cada rincón de su mente.

—Oh, sí, es verdad —respondió Jungkook, su voz cargada de ironía—. Se me olvidaba que eres un maldito imbécil. No sé ni por qué estoy perdiendo mi tiempo preocupándome por ti.

Se dio la vuelta, decidido a no escuchar más de lo que el comandante pudiera decirle. Sin embargo, sintió la furia de Taehyung atravesar su espalda, una presión palpable que lo envolvía, intensa y aplastante. Pero había algo extraño en esa furia; faltaba el habitual calor sofocante de su aura, como si la tormenta emocional que lo rodeaba estuviera desprovista de su esencia familiar, dejando solo un frío cortante que parecía resonar con el vacío en su pecho.

No obstante, Jungkook no podía permitirse detenerse a reflexionar sobre esa discrepancia. En ese momento, lo único que deseaba era alejarse de ahí, huir de la incomodidad que se había apoderado de él.

—Nux Xaldir, quiero diez vueltas a la academia por falta de respeto a un superior. —El tono de Taehyung fue severo, impregnado de una furia palpable que reverberaba en el aire. Cada palabra fue un golpe, y una advertencia que resonaba con la autoridad de su rango.

Jungkook se giró lentamente, sus ojos grises oscureciéndose como un cielo tormentoso. Una sonrisa sombría se alzó en sus labios, una expresión que desafiaba la tensión del momento. La audacia en su mirada era un reflejo de la frustración contenida que había estado acumulando.

—Daré veinte, y tú te puedes ir a la mierda.

De camino a la sala de entrenamiento, sus pasos resonaban con fuerza en los largos pasillos de la academia, el eco acompasando su respiración entrecortada. Cada pisada dejaba un rastro de agua sobre el suelo, deslizándose lentamente como prueba de su estado; estaba completamente empapado, la ropa pegándose a su piel y el cabello goteando. Apenas lograba mantenerse en pie tras las treinta vueltas que tuvo que correr bajo la lluvia; porque sí, el idiota de Taehyung había añadido veinte más como castigo por su último acto de desafío.

A simple vista, la academia era imponente, de dimensiones que ya parecían excesivas. Pero ahora, después de recorrer los alrededores una y otra vez, comprendía la vasta extensión de su arquitectura. Sus músculos protestaban y un ardor en el pecho acompañaba cada inhalación. Sin embargo, a pesar del agotamiento y del leve temblor en sus piernas, no podía detenerse. Seokjin lo esperaba, y sabía que llegar más tarde solo le traería más problemas.

El alivio lo invade al ver la puerta de la sala de entrenamiento finalmente a pocos pasos de distancia. Siente que sus pulmones están al borde de rendirse; cada respiración es un recordatorio punzante de su esfuerzo extremo. Apenas llega, abre la puerta sin detenerse a pensar, casi tropezando al cruzar el umbral. Pero al alzar la vista, se congela por un segundo, la inmediatez de su entrada le revela que quizá ha irrumpido en un momento inoportuno.

—Estoy cansado, Seokjin —murmura Yoongi, su voz teñida de una amargura y un cansancio que parecen haberlo calado hasta el alma. Jungkook percibe la tensión en el aire mientras ambos hombres se dan cuenta de su presencia en la puerta. Sin decir una palabra más, Yoongi le lanza a Seokjin una mirada severa, casi cargada de reproche, como si sus palabras llevaran un significado que Jungkook no logra captar del todo. Luego, se da la vuelta y se marcha, dejando a Seokjin en silencio y a Jungkook sintiendo que ha irrumpido en algo que debería haber permanecido privado.

La puerta de la sala se cierra de golpe, el sonido resonando en el espacio vacío y arrancándole a Jungkook un ligero sobresalto. Por un momento se queda inmóvil, el eco de la puerta azotada aún vibrando en sus oídos. La intensidad de lo que acaba de presenciar lo deja sin palabras, sin saber cómo interpretar la tensión en la mirada de Yoongi hacia Seokjin. Se remueve incómodo, su mente trabajando rápido en busca de algo que decir, algo que suavice el ambiente.

Finalmente, sin encontrar otra salida, se atreve a romper el silencio con una pregunta titubeante:

—¿Todo... todo está bien aquí? —indaga, sin ocultar del todo su curiosidad.

—No, no lo está —responde Seokjin de inmediato, su tono tan afilado que corta el aire. Su mirada permanece fija en la puerta por donde Yoongi ha salido, llena de una mezcla de emociones que Jungkook no logra descifrar del todo.

Inspira hondo, inseguro de si debería hablar o callar, pero al final se decide, las palabras saliendo antes de que pueda detenerse.

—Dije que no iba a involucrarme —empieza, su voz contenida pero firme, mientras evalúa si continuar—. Pero al menos quiero pedirte algo... Por favor, no lo lastimes. Si no estás seguro de lo que sea que hay entre ambos, no le des ilusiones. Yoongi es muy comprometido cuando algo llama su atención. Solo te pediré eso.

Seokjin desvía al fin la mirada hacia Jungkook, sorprendido quizá por la franqueza en sus palabras. Sin embargo, guarda silencio, como si en su interior librara una batalla que no está dispuesto a revelar. Su expresión se endurece un momento, antes de suavizarse al dejar escapar un largo suspiro. Finalmente, parece decidirse por dejar el tema atrás.

—¿Por qué estás empapado? —pregunta, su tono calmado pero distante, una clara señal de que no está dispuesto a discutir lo que acaba de escuchar.

Jungkook lo observa en silencio, notando la sombra de cansancio en los ojos de Seokjin. A pesar de sus ganas de insistir, decide ceder. No quiere agregarle más peso a lo que, evidentemente, ya es una carga suficiente.

—Es una larga historia —murmura entre dientes, sintiendo que el recuerdo de lo ocurrido lo abruma más de lo que le gustaría admitir.

Se siente aliviado de que Seokjin parezca comprender su reticencia a entrar en detalles, simplemente otorgándole un firme asentimiento, mientras se acerca un poco más hacia él. Con un movimiento decidido, extiende su mano, concentrándose en la energía que fluye a través de su cuerpo. Entonces, una ráfaga de viento emerge de su palma, comenzando a girar suavemente a su alrededor para secarlo.

Es la primera vez que Jungkook presencia el poder de Seokjin de una manera tan cercana. En las sesiones de entrenamiento anteriores, había visto destellos de su habilidad, pequeños impulsos de aire que lo ayudaban a mejorar su equilibrio y control, pero nunca había tenido la oportunidad de apreciar la magnitud de su fuerza. Ahora, mientras la ráfaga de viento emana de la palma del contrario, se siente absolutamente fascinado.

Observa cómo el aire danza a su alrededor, moldeándose a voluntad de Seokjin, y se pregunta cuántas otras cosas podría hacer si se lo propusiera. La forma en que el viento parece cobrar vida, levantando algunos mechones de su cabello y creando un efecto casi mágico, le hace sentir una mezcla de admiración y envidia.

—Tenemos que cambiar el entrenamiento —dice de repente Seokjin, sacando a Jungkook de su fascinación.

—¿Cambiarlo? —pregunta con curiosidad, volviendo la mirada hacia su mayor.

—Sí, no pensaba hacerlo hasta ver una mejora mayor en tu rendimiento —explica con seriedad, su tono cargado de una nueva determinación—, pero después de lo que ocurrió en el bosque creo que es necesario. No podemos confiarnos ni correr el riesgo de que Draksser no repita una prueba de ese tipo.

Las palabras calan hondo en Jungkook, la memoria del ataque del basilisco aún fresca. Un entrenamiento sorpresa sería propio de Taehyung, pero aquel había sobrepasado todo límite.

—¿Y en qué consiste este nuevo entrenamiento? —pregunta, notando la intensidad en los ojos de Seokjin.

—Nos hemos enfocado en tu fuerza física y en el combate cuerpo a cuerpo —responde, pero ahora su tono se vuelve más sombrío—. Eso no basta. Ahora vamos a prepararte para enfrentar monstruos. El basilisco del bosque no es nada, comparado con lo que enfrentarás en la segunda prueba.

El corazón de Jungkook late con fuerza, pero no es solo miedo lo que siente; hay una llama de determinación prendida en su pecho.

—Tienes que estar preparado para lo inimaginable —concluye Seokjin, su voz resonando con firmeza.

Jungkook sabe que la prueba que viene será diferente a cualquier otra; esta vez, enfrentarse a la muerte no será solo una amenaza, sino una realidad palpable. No solo deberá sobrevivir a las criaturas hostiles que saldrán de las sombras, sedientas de sangre, sino que también tendrá que pelear por su vida contra aquellos que, buscarán acabar con él a cualquier costo.

Su relación con su escuadrón ha sido un delicado equilibrio entre alianzas y tensiones no resueltas. A pesar de sus esfuerzos, sabe que su vida podría correr peligro incluso entre sus propios compañeros. Quizá la mayoría no lo atacaría... pero nunca está del todo seguro.

Sin embargo, sus verdaderas preocupaciones van más allá de sus compañeros, más allá del resto de los escuadrones o de las criaturas que acecharán en cada esquina de la prueba. El peligro más grande lleva el uniforme de comandante. Su Aervox, el mismísimo Taehyung, tendrá finalmente la oportunidad de terminar lo que ha deseado desde el inicio: acabar con él con sus propias manos.

Pensar en ello le provoca un escalofrío que le recorre la espina dorsal, como si una helada súbita lo envolviera desde el pecho y se expandiera hasta sus extremidades. Por un momento, se permite creer que tal vez algún rastro de humedad quedó en su ropa... pero no tarda en reconocer la verdad. Su piel ya está seca, y Seokjin ha sido exhaustivo en asegurarse de ello. No, este frío no es externo; es una helada que nace desde dentro, un peso gélido que habita en su pecho y que ni el calor del sol puede aliviar. 

Jungkook respira con fuerza, tratando de concentrarse en lo importante. Niega con la cabeza, intentando sacudirse aquellos pensamientos oscuros que, aun así, persisten como una sombra sobre él.

—Está bien —dice finalmente, asintiendo hacia el Stridress, decidido a no dejarse dominar por este vacío.

Seokjin le observa en silencio, y en ese instante hay algo distinto en su mirada. Su expresión, normalmente inquebrantable, parece debatirse en una lucha interna que Jungkook no logra descifrar. Hasta que, con un tono más bajo de lo habitual, Seokjin murmura algo que nunca habría esperado.

—Necesito pedirte un favor... —Las palabras salen con un ligero rubor de vergüenza, una vulnerabilidad tan ajena a Seokjin que Jungkook se queda inmóvil, esperando lo que vendrá—. Todo lo que aprendas en este nuevo entrenamiento... —hace una pausa, y cuando su voz vuelve, está teñida de una urgencia que Jungkook no había escuchado antes— enséñaselo a Yoongi.

Jungkook parpadea, completamente desconcertado, tratando de procesar lo que acaba de escuchar. Hay una súplica en los ojos de Seokjin que le resulta desconcertante, un ruego silencioso que despierta en él una inesperada curiosidad. Por primera vez, se pregunta seriamente qué habrá hecho Yoongi para merecer la preocupación sincera de un hombre como Seokjin, siempre tan reservado. Quizá incluso ahora le tiene un poco más de respeto a Yoongi. Esa expresión de su mayor es genuina, y le hace cuestionarse hasta dónde habrán llegado ellos dos para llegar a este punto.

Se siente tentado a preguntar, pero la prudencia lo detiene; sabe que entrometerse podría tener consecuencias. Así que elige sus palabras con cuidado, buscando satisfacer su curiosidad sin ir demasiado lejos.

—¿No sería mejor que entrenara directamente con nosotros? —inquiere con suavidad, camuflando la pregunta con la mejor neutralidad que puede reunir.

—Sería lo ideal —corrobora Seokjin con firmeza, aunque su expresión se suaviza ligeramente antes de añadir—. Pero dudo que quiera hacerlo. Solo... por favor, Kook.

Jungkook queda en silencio, sintiendo el peso del favor que le están pidiendo. No sabe qué responder, pues nunca imaginó ver a Seokjin así: vulnerable, casi suplicante. Solo asiente lentamente, percibiendo que hay mucho más detrás de esta solicitud, algo que Seokjin no se atreve a compartir del todo.

Haciendo una nota mental, se promete que buscará la forma de hablar con Yoongi. Quizás pueda convencerlo, aunque presiente que no será sencillo. Conociendo a Yoongi, sabe que el obstáculo mayor no serán sus habilidades, sino su propia terquedad y ese muro impenetrable que siempre parece interponer cuando de Seokjin se trata.

—De acuerdo, entonces empecemos. Ponte en posición —ordena Seokjin, su voz más firme y decidida que de costumbre.

Da un par de pasos hacia atrás, ajustando sus pies y levantando los brazos en guardia, tal como había practicado tantas veces. Sin embargo, esta vez Seokjin lo observa con un destello crítico en los ojos, como si estuviera buscando algo más allá de una postura correcta.

—Quiero que dejes de lado todo lo que hemos hecho hasta ahora —comienza Seokjin—. El entrenamiento previo te sirvió para dominar la fuerza y la resistencia, para enfrentarte cuerpo a cuerpo con tus iguales. Pero este... este es diferente. Ahora, no estás peleando con humanos. Estás enfrentándote a bestias que ni siquiera se detendrán a pensar antes de atacarte.

Jungkook lo mira con atención, intentando entender la magnitud de sus palabras.

—Entonces, ¿qué se supone que debo hacer? —pregunta, la tensión palpable en su voz.

—Primero, dejar de confiar en las reglas del combate tradicional —responde Seokjin, dando un paso hacia él para ajustar ligeramente su postura—. Contra un monstruo, pelear limpio o justo es una muerte segura. No va a detenerse ni dudar, y menos seguir las normas. Tendrás que anticipar cada movimiento como si tu vida dependiera de ello... porque así será.

El menor asiente, tragando en seco.

—Entonces... ¿no hay técnicas específicas?

Seokjin esboza una media sonrisa, que tiene más de advertencia que de tranquilidad.

—Claro que las hay, pero son todo lo contrario a lo que esperas. No busques la perfección en los movimientos, sino lo práctico, lo rápido. Cada segundo cuenta cuando te enfrentas a algo que puede matarte de un solo golpe. Debes estar listo para esquivar, improvisar y atacar sin piedad.

Jungkook lo observa, su rostro endurecido por la gravedad de lo que está aprendiendo.

—¿Y... cómo practico eso? —pregunta, a la vez curioso y ligeramente nervioso.

—Justo lo que quería escuchar —Seokjin se aparta y se prepara en guardia, sus ojos fijos en él con una intensidad diferente a la de los entrenamientos anteriores—. Hoy no seré tu maestro, Jungkook. Seré tu enemigo.

Cierra los ojos y toma una respiración profunda, intentando calmar el torrente de pensamientos y emociones que sintió desde la solicitud de Seokjin. Haciendo uso de su meditación, se adentra en su mente, buscando ese espacio de serenidad, de calma que le permite enfocar su energía y agudizar sus sentidos para el combate. Sin embargo, en cuanto deja que su conciencia se hunda en el centro de su pecho, lo golpea algo inesperado: una sensación mucho más profunda de vacío que no había experimentado antes.

El frío surge desde lo más profundo de su ser, y aunque está acostumbrado a concentrarse sin distracciones, esta helada le cala de un modo distinto. Es un frío que no solo lo envuelve, sino que parece llenar cada rincón de su alma, como una oscuridad que anula la calma, ahogando cada vestigio de calidez. Intenta volver a concentrarse, pero la frialdad es tan intensa que todo sonido a su alrededor se apaga, dejándolo en un silencio abrumador.

El dolor crece dentro de él, una punzada en el pecho que lo hace tambalearse. Jungkook abre los ojos y se lleva una mano al pecho, apretando con fuerza, tratando de entender qué está ocurriendo. La presión en su pecho se convierte en un vacío tangible, como si algo le estuviera arrancando el aliento. Sus piernas tiemblan, y el mundo a su alrededor parece distorsionarse.

Y entonces, entre el murmullo de esa tristeza, escucha algo que no puede ser real: un llanto. Un llanto bajo y agudo, el de un niño pequeño que parece retumbar en su mente. El eco es desgarrador, reverberando en el abismo que se ha abierto en su pecho. Intenta enfocarse, distinguir de dónde proviene, pero el dolor se intensifica, envolviéndolo en una oscuridad fría e implacable.

Hace el intento de mantener los ojos abiertos lo suficiente para ver, entre sombras borrosas, la figura de Seokjin que se acerca corriendo hacia él. Sus labios se mueven, y aunque el sonido está bloqueado en su mente, sabe que está gritando, hay urgencia y miedo en su rostro, algo que nunca había visto en el imperturbable cazador.

El rostro de Seokjin se acerca, pero la imagen se distorsiona, su figura desapareciendo en un remolino de oscuridad mientras el llanto del niño resuena una vez más, desgarrador y penetrante, en el silencio de su mente. Con un último y débil intento de resistencia, sus párpados se cierran, y el mundo desaparece a su alrededor, sumiéndolo en la inconsciencia mientras el eco del llanto persiste en su mente, tan distante y cercano a la vez.

Jojoooo que cosas.😳 No sé porqué tengo una necesidad de dejar cada capítulo en un punto crítico gdfjgdfka ustedes me perdonarán jaja. Ahora sí, gritemoooooos, ¿qué está pasando aquí? En serio que hay tanto que quisiera contarles, porque no se imaginan la profundidad de los sucesos que están aconteciendo jeje. 

Cuéntenme, ¿qué les pareció el capítulo? ¿Qué piensan que está pasando? ¿Que es esa sensación de vacío que persiste en Kook desde que la conexión se rompió? ¿El comportamiento de Taehyung será resultado de esa misma sensación? ¿Qué fue ese final? ¿Van a perdonar a la autora por tanto misterio? Sí a lo último por favoooor.🫣

Ya saben como funciona esto, yo procuraré volver pronto y hasta entonces, ustedes se mantienen sanos.🌷 Cualquier información, adelantos y spoilers por medio de mi canal, les mando besitos MUAAAA.

This is always for you.🌙💜

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