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THE GODS EYE

TW: muerte y lenguaje bulgar.
Advertencia: preparen los pañuelos, perdonen por ser así.








MADEBYBELL














130 D.C

Habían transcurrido tres años desde que inició la guerra por ver quién se sentaría en una silla hecha de espadas. Pero está disputa sólo era el resultado de la discrepancia de las dos mujeres más importantes y poderosas del reino; el orgullo pudo más que el dichoso amor que se menciona en las historias y en las canciones. La tensión entre ambas no hizo más que crecer como el río su disputa llegó hasta sus hijos, niños que no tenían idea alguna de lo que ocurría en el mundo de los adultos así como tampoco sabían lo que aconteció antes de su nacimiento. De esta forma fueron condenados a ser piezas en un juego enfermizo, rivales en un enfrentamiento que no debió ocurrir desde un inicio.

Su padre, el rey Viserys Targaryen conocido como el pacífico, no era más que un rey débil carente de carácter, valor y del fuego que ardía en la sangre Targaryen que corría por sus venas. No era más que la sombra del hombre que alguna vez fue, un monarca que se movía con los hilos que todos veían menos él.

Si era franco, jamás fue cercano a su padre y no tenía muchos recuerdos buenos junto a él, pues siempre lo vio más como el rey que como su padre. Había oído que los padres eran buenos con sus hijos, los acompañaban, los educaban y sobre todo los querían pero jamás experimentó ese tipo de cercanía con su progenitor. Por otro lado, su madre no era muy buena expresando cariño pero lo intentaba, Alicent lo consoló cuando la servidumbre le hicieron una cruel broma con un cerdo y fue ella quien siempre estuvo ahí para él y sus hermanos, criandolos prácticamente sola «siendo otra pieza en el juego» atemorizada y paranoica de lo que ocurría una vez que la primogénita del rey se convirtiera en la señora de los siete reinos.

A su corta edad él sabía que sus sobrinos no eran hijos del joven Velaryon, pues estos no tenían los típicos e inconfundibles rasgos valyrios que Rhaenyra y Leanor poseían, los mismos que él tenía y que le daban la sensación de triunfó al verlos. Pero  los pequeños niños fuertes tenían algo que él no, ellos tenían dragones nacidos de los huevos los que compartían cuna.

Jacaerys tenía a Vermax un dragón de color verdoso y protuberancias rojas con unos ojos amarillentos, un color curioso según su hermana Helanea.

Lucerys tenía a Arrax un dragón pequeño que a sus ojos tenía la apariencia de un Targaryen, con un hermoso color perla, protuberancias rojas y alas en un tono lila.

—Cuando Arrax crezca podemos ir a volar juntos, si no tienes un dragón aún… ¡Estoy seguro de que le agradaras al mío!

—¿Lo prometes?

—¡Lo prometo!

Aemond no tenía ningún tipo de rencor contra sus sobrinos en su niñez, recordaba cómo pasaban tiempo juntos y sus travesuras impulsadas por Aegon. Aunque de cierta forma el rey los obligaba a convivir para que no acabaran como sus madres, le resultaba agradable pasar tiempo con ellos y no ahogado en libros o escuchando los llantos junto a la paranoia de su madre.

Pero sobre todo disfrutaba de pasar tiempo con Lucerys, su sobrino se había convertido prácticamente en su sombra e iban juntos a casi todos lados. En ocasiones ocultándose para no ser regañados, huyendo de las crueles lecciones de sir Criston que no hacía más que humillar y lastimar a los pequeños hijos de Rhaenyra.

Bastardos o no, eran príncipes hijos de la princesa de Dragonstone y él debía de respetar eso o eso creía.

“Deberá cerrar un ojo."

Jamás había asistido a un funeral hasta aquel día donde también conoció a su abuelo, quien nuevamente era mano del rey. Era un día gris y triste, observaba en silencio el dolor de la casa Velaryon, sobre todo de las hijas gemelas de su tío y la difunta Laena Velaryon.

Pudo notar como Luke no se separaba de su padre, cómo tomó su mano y como Rhaenyra consolaba a su esposo e hijos ignorando su propio dolor. ¿Así es como realmente era una familia? No juzgaba a su madre o a su padre, pero si le despertaba curiosidad el saber cómo se sentía tener una familia que se apoya mutuamente y no solo cuando deben mantener las apariencias frente a la corte.

Esa misma noche cuando nadie lo vio fue hasta la playa, en el lugar descansaba Vhagar el dragón más grande conocido y que había perdido recientemente a su jinete. Aemond se armó de valor y luego de varios intentos término reclamado a la reina de los dragones, dió un corto vuelo sobre la isla de Driftmark y cuando volvió a tocar tierra el caos se desató.

—Vhagar era el dragón de mi madre.

—Tu madre está muerta, ahora tiene un nuevo jinete.

Esto hizo que se desatará una pelea, lo recuerda muy bien. Eran cuatro contra uno pero pronto se convirtió en dos contra uno, pues había derribado a las gemelas junto a Jace. Siendo ahora Lucerys quien lo miraba con miedo y angustia, preguntándose cómo las cosas llegaron a este punto.

¿cómo terminaron así luego de una mañana dónde jugaron juntos como lo hacían siempre?

—Bastardos.

En un instante sintió un dolor agudo en su ojo izquierdo, gritando y echándose al piso al haber sido derrotado. Logrando ver de reojo al pequeño Lucerys con la daga ensangrentada sobre su temblorosa mano como si no creyera lo que acaba de hacer.

Ese día comprendió que estaba solo y nadie haría nada por él. Su propio padre no se preocupó por él «mírame muchacho, tú rey exige una respuesta». En ese momento la grieta que había en su familia no hizo más que crecer y la tensión explotó cuando la princesa y la reina se enfrentaron. Los bandos ya se habían formado y no había vuelta atrás.

Desde ese día se vio obligado a dejar sus sentimientos de lado, ignoró las interminables disculpas de su sobrino y la mirada cargada de dolor de su hermana mayor. Enterró al niño y nació el hombre, el príncipe tuerto que debía demostrar su valía y hacer a un lado a quien era su amor desde que tenía memoria.

"No te preocupes madre, talvez perdí un ojo pero gane un dragón."

El mismo había sentenciado que la pérdida de su ojo le había dado un dragón, demostrando que no había deuda alguna. Pero nuevamente se dejó llevar por sus impulsos y el odio que sembraron en su ser desde que era tan solo que un niño indefenso en medio de un nido de serpientes hambrientas de poder guiadas por su ambición.

Ahora estaba ahí persiguiendo a su sobrino en medio de una poderosa tormenta, donde él tenía la ventaja al montar al dragón más grande del mundo que soportaba mejor la fuerte tempestad, mientras que Lucerys montaba a su ágil pero pequeño dragón que luchaba contra los fuertes vientos en una evidentemente desventaja.

En un desesperado arrebató por parte del dragón más joven ignorando las órdenes de su jinete, atacó al dragón más grande guiando por su instinto de supervivencia. Aemond pudo oír la negativa de Lucerys por el ataque, entrando en pánico cuando ahora era su dragón el que hacía caso omiso a sus deseos.

Vhagar contaba con la experiencia de las guerras de la conquista pero sobre todo con los instintos naturales de todo depredador. Aemond vio con terror como su dragón ignoraba sus órdenes e iba tras su sobrino como si joven y su pequeño dragón fueran un peligro inminente.

Lo último que vio fue el terror y el pánico plasmado en el rostro de su amado que solo pudo emitir un grito ahogado antes de que las fauces de Vhagar se cerrarán sobre el pequeño Arrax.

El en un último intentó extendió su brazo  desesperado por salvar al joven Lucerys.

—¡No Vhagar, no!

Aemond solo pudo ver con horror los restos del dragón perlado caer en medio de las nubes, no había rastro del príncipe y por un momento le rezo a todos los dioses existentes porque su sobrino hubiera sobrevivido, deseando que lo ocurrido solo haya sido una pesadilla pero no era así. Había matado a su sobrino, le había puesto fin a su amado de la forma más horrible y cruel posible. La culpa se instaló en su pecho y estaría ahí hasta el último de sus días.

"La muerte de Lucerys dió fin a la guerra de los cuervos y dió comenzó a la danza de dragones. La caída de la casa Targaryen."

──────────── ✶ ────────────

Aemond «el mata sangre» entendió de mala manera que toda acción tiene una reacción, su rencor inició una guerra y con ello el dolor de su hermana «ojo por ojo, hijo por hijo Lucerys será vengado». El sentimiento de culpa no hizo más que crecer en todos estos años y lo hacía sentir miserable, sumergido en un eterno conflicto consigo mismo en medio de una guerra de fuego y sangre.

Error tras error, en medio de un frenesí de emociones se deshizo de todos los hombres de la casa Strong y dió muerte a más de un inocente. Guiado nuevamente por el odio y cegado por el dolor incendió todo alrededor de la bahía de aguas negras, si alguna vez fue un hombre honor ahora no era ni la sombra de éste. Parecía la menos dos décadas mayor de lo que era y no conforme con eso, el fantasma de Luke lo acechaba en cada rincón y en cada reflejo que viera en el espejo.

"Perdoname Luke.. "

"¿Por qué lo hiciste Aemond?"


Como si ver a su antigüo amor sus sueños y pesadillas no fuera suficiente, los dioses volvieron a jugar con él cuando Alys Rivers apareció ante él. Una bastarda Strong que tenía cierto parecido con sus sobrinos en especial con el dulce niño de su media hermana, con su inocente amor de la infancia que acabó en tragedia.

Habían compartido lecho en más de una ocasión por ello no le extrañó cuando le dió la noticia de que se encontraba en cinta. No era ingenuo, él sabía perfectamente lo que pasaría y en cierta forma sentía lástima por su hijo o hija, nacería en medio de una guerra en la clandestinidad y en una "familia" sin amor como a él le tocó. Sería un bastardo o bastarda pues él estaba prometido con una de las tantas hijas de lord Borros desde aquel maldito día y había huido del matrimonio, tampoco se había casado con Alys, tampoco lo haría.
Lo que había entre ellos era nada más que supervivencia y convenio, ella era una mujer prisionera en una guerra donde él dió fin a casi toda su casa; solo podía aspirar a sobrevivir y eso la hacía estar con él, fingiendo amor o devoción. Para Aemond era conveniente, estar juntos silenciaba al fantasma de Lucerys su eterno amor, castigo y su maldición.

Cuando la guerra parecía ganada y el triunfó de los negros era inminente, Aemond Targaryen se negaba a ser derrotado y humillado de tal manera. Lo cierto era que moriría por traición si volvía a la capital o sería torturado hasta ser un despojó en vida, pues le había oído que Rhaenyra era llamada "la cruel", esos títulos no se ganaban por ser alguien dulce o encantador. Sabía que de volver y enfrentarla no saldría vivo, ella se encargará de darle fin a quien mató a su hijo sin piedad.

Su única esperanza era seguir luchando por la causa perdida de su hermano, aunque sabía que Aegon no quería ser rey y que tampoco estaba hecho para tal cargó, se encargaba de defender a capa y espada el "trono" de su hermano.
Lo cierto era que Aegon no era digno de tal cosa y aunque en el pasado Aemond dijo que él debía ser el rey pues montaba al dragón más grande del mundo, estudiaba y era "honorable" la realidad era completamente diferente.

Aemond no era mejor que Aegon, quizás era igual o peor que el.

Pero, aunque Aegon no eres digno del trono, jamás quiso gobernar y mucho menos ser rey. Lo cierto era que, fué obligado a tomar algo que no era suyo «una silla de espadas que él no quería, una responsabilidad que evadía», condenado por su madre y su abuelo a ser una pieza más del juego. Sentenciado a vivir el mismo papel que su padre, el mismo destinó y podría decirse que el mismo final.

Helaena, oh su tranquila y dulce hermana, portadora de una belleza etérea digna de la vieja Valyria, era una mujer sin maldad y amante de la poca paz que encontraba en los jardines, lejos del veneno verde. Pero lo cierto era que aquel caos que desató consumió la dulzura, la paz y la belleza que Helanea poseía; cuando la veía, no podía evitar que la culpa atrevida su pecho como si fuera una espada oxidada. No era capaz de verla a ella o sus sobrinos, sin sentir desprecio por sí mismo.

Daeron, realmente no sabía mucho de él. Había sido alejado desde una edad muy temprana para ser copero de la casa Hightower, el solo recuerdo de su madre llorando por su elección lo deprimía. Aemond sabía que fue un movimiento para evitar la cercanía entre las familias, pero fue muy cruel porque aún tenía el recuerdo de su pequeño hermano llorando porque no quería separarse de su madre.

El pequeño Daeron era mejor acatando órdenes que dándolas, aunque era un buen guerrero. Tuvo un final incierto y aunque no había mucha cercanía entre ambos, más que la sangre. Fue capaz de sentir dolor.

Rhaenyra su media hermana «como decían su madre y su abuelo» no, ella era su hermana. No podía siquiera pensar en ella, en la niñez ella fue amable y cariñosa con él al igual que con sus hermanos, aún recordaba su rostro consternado la noche que reclamó su dragón y las lágrimas en sus ojos, también recordaba sus cartas, las cuales él jamás respondió. Ella fue buena, ¿cómo le pago? asesinó a su hijo y apoyó su usurpación, no tenía derecho al perdón, tampoco a un exilió o algún tipo de clemencia.

El dolor y la culpa adornaban su vida, como si fuera una cruel comedia de las calles de seda.

El dolor, la tristeza y la culpa
Eran sus fieles compañeras
Cómo la luna y las estrellas.

Quizás en otra vida las cosas fueron diferentes, quizás en otra vida sus hermanos y su madre eran felices.

Quizás en otra vida Lucerys no murió y se convirtió en el señor de las mareas, quizás en otra vida fueron felices juntos.








—Los dragones lo están buscando, mi príncipe. –soltó Alys en un tono bastante encantador. Mientras lo abrazaba por detrás, sonriendo su abultado vientre.

Eso no era un secreto, sabía que lo estaban buscando por sus múltiples ataques hacia los aliados y fieles a su hermana, la apodada reina negra.

—No es una novedad, nos han buscado durante varias lunas. –exclamó con obviedad, evitando mirar a aquella mujer.

—Mi príncipe, el fuego me mostró tú victoria en un combate y a tu hermano, nuestro legítimo rey sentado en el trono.

—Hmm…

Fue todo lo que se limitó a responder «si es que eso era una respuesta», estaba harto de tanta guerra, de la sangre y el olor a muerte. El extraño acechaba en cada esquina y no podían asomar la cabeza sin pensar en una muerte segura «aunque él lo inició», pero debía admitir que le resultaba agradable la sensación de "grandeza" en cada asaltó, hacia que su ego se elevará como un dragón tomando vuelo, también amada la adrenalina que llegaba a sentir. Era mejor que cualquier puto torneo.

—¿Hay noticias de Larys?

—Mi querido hermano tiene una lengua tan peligrosa como una espada. En su última carta contó que las semillas de la discordia fueron plantadas y sus frutos cosechados. –comunicó con una maliciosa sonrisa en sus labios, mientras acariciaba su vientre.

—Ve al punto. –exige con molestia.

—Los rumores de un amorío entre el príncipe Daemon y Ortigas, fueron esparcidos y llegaron a los oídos de tu media hermana… Quién mandó a pedir la cabeza de la bastarda, la carta fue escrita por Miseria.

—No dude de las habilidades de sir Larys. –mencionó con cierto orgullo, mientras miraba a la joven Strong.

—Hay más mi príncipe, las malas lenguas dicen que el príncipe Daemon lo está esperando en Harrenhal. Acompañado únicamente por su dragón.

No respondió nada que no fuera una risa irónica, ¿el mismísimo príncipe canalla lo esperaba?. Sonaba estúpido, parecía un movimiento desesperado, pero estaba hablando de Daemon Targaryen, solo el haría algo que parecería una muerte segura y salir victorioso.

Pero el extraño tiene otros planes.

—Suena como a un simple rumor.

—El señor de las llamás me mostró tu victoria, una donde vuelves con la cabeza de Daemon en tus manos.

En ocasiones se cuestionaba si la mujer era increíblemente astuta o estaba completamente loca.

—Vi como eras bañado en gloria por haber acabado con la guerra y dado fin a los negros.

Imaginarse siendo temido y venerado lo motivaba, le gustaba la sensación de poder, temor y respetó que podía llegar a infringir. Ciertamente, ¿a quién no le gustaría tener poder?

Un escalofrío abrumador recorrió todo su cuerpo, desde los pies hasta la cabeza. El corazón se le aceleró y sus pulmones parecían no producir oxígeno. Las palabras de Alys se oían a la lejanía aunque estuvieran en el mismo sitio, su único ojo bueno contemplaba su eterna pesadilla.

"No vayas Aemond."

Inmóvil y rígido como una estatua, no podía hacer más, que mirar con horror el espejo frente a él, dónde se apreciaba una sombría imágen de Lucerys; el agua caía por sus rizos y sus ojos, no veía sus ojos solo su oscuro cabello. Pero ahí estaba, el pequeño strong qué no parecía conforme con atormentarlo en sus sueños, ahora aparecía en los rincones y en los malditos espejos.

"Perderás un ojo."

Posó su mano sobre el parche que cubría su ojo vacío, perder un ojo, sonaba a una mierda del pasado, pasado que lo dejó marcado de por vida. Debía ser fiebre o quizás el estrés de la guerra. Pero no era así, verlo en todos lados era tortura diaria, su eterno martirio.

—Mi príncipe, ¿se encuentra bien?–pregunto extrañada.

Aemond no emitió respuesta, no podía permitirse perder los estribos frente aquella mujer, no podía verse débil en medio del caos que él mismo desató. Pero, lo cierto era, que no podía despegar sus ojos del espejo, no podía dejar de ver a Luke.

—Estoy bien–mintió sin más.

Las mentiras siempre estaban a la orden del día, quizás debería agradecerle a su madre por haberles enseñado.

—Partiremos hacia Harrenhal. –comunicó con la última pizca de sensatez que le quedaba– Le daré fin a mi tío, con él fuera del camino, la puta de mi hermana caerá.

Alys no hizo más que mostrar una sonrisa cínica ante sus palabras, parecía complacida después de todo, Aemond era experto en complacer a los demás. La mujer unió sus labios a los del joven príncipe, en un beso suave que poco a poco se convirtió en una beso arrebatador, una unión salvaje como si sus vidas dependieran de ello. No había amor ahí, solo necesidad y lujuria.

Pero la atención del príncipe aún estaba en el espejo, donde el fantasma de Lucerys lo veía con pesar, no sabía identificar el porqué de la tristeza o si los fantasmas sentían algo. Solo quería que se vaya, esperaba que tal espectáculo logrará acabar con su pesadilla.

"Eres un idiota, Aemond…"

Fue lo último que logró oír o que su mente le hizo créer antes de que aquel reflejo se esfumará. Mientras que, su cuerpo se hundía con el de su amante, logrando su cometido. Callar al fantasma de su viejo amor.

──────────── ✶ ────────────

Durante varios días y noches, el fantasma, su difunto sobrino, lo perseguía más de lo habitual. Se apareció en cada rincón, en cada espejo y en cada reflejo a todas horas, acechando como un dragón a su presa. Aunque Aemond sabía que un fantasma no podía hacerle ningún daño, sentía que saltaría de uno de los espejos o rincones para cortarle el cuello... O quizás, llevarse su único ojo sano.

La presión en su pecho era constante, la culpa era una carga muy pesada que amenazaba con romperle las costillas y perforarle el corazón.

"Aemond, no vayas"

Vaghar rugió tan fuerte que logró hacerlo despertar de aquella pesadilla en vida.

—¿Mi príncipe, ocurre algo?–preguntó extrañada.

—Nada, todo está bien.

A lo lejos pudo divisar la Pira Real de Harrenhal, pero eso no era lo que le interesaba. Observó a su tío Daemon el mismísimo príncipe canalla junto a Caraxes, ambos esperando a que tanto el cómo Vaghar tocaran tierra.

Desmontó a Vhagar en el patio, teniendo a Caraxes tan cerca que el lugar podría arder ante la primera provocación por parte de ambos.

—Tío mío, oí que nos buscabas. –recito con arrogancia.

El príncipe canalla, tan orgulloso y sagaz como siempre, sonrió con burla mientras veía al ser que se hacía llamar su sobrino.

—Solo a ti, ¿quién te ha revelado mi paradero?

—Mi señora.–exclamo con cierto orgullo mientras tomaba a Alys de la cintura.

Era irónicamente poético ver a ambos príncipes a punto de enfrentarse a muerte. Segundos hijos sin nada que heredar viviendo en la sombra de sus hermanos, tío y sobrino marginados en su propia familia. Daemon «el príncipe canalla» y Aemond «el tuerto, él mata sangre» tenían más cosas en común de lo que podían imaginar y su encuentro solo significaba una cosa. Dos fuerzas caóticas chocando como dos estrellas fugaces, el caos en su máxima expresión.

—Has vivido demasiado, tío mío.

—En eso coincidimos.

El atardecer deslumbrará en tonos rojizos, como si el cielo supiera que ambos jinetes se enfrentarían en una batalla «o más bien ejecución». Caraxes silbo y lleno del aire de llamaradas, mientras que Vaghar respondió con un rugido. Ambos dragones ascendieron a los cielos como si fueran uno. Sus gritos y rugidos se oían a kilómetros y las llamas podían verse por todo el pueblo llano.

Arrogancia contra experiencia.

Caraxes desaparecía entre las nubes, mientras que Vaghar siendo más vieja, ascendía con menos velocidad. Aemond estaba intranquilo, sabía que no podía quedarse atrás en ese momento, menos estar a merced de su tío.

—Querido tío, ¿dónde estás?–exclamó en un tono burlesco.

Si alguno pudiera oírlo a esa altura, seguramente pensaría que es un idiota tentando su suerte, pues nadie se atrevería hablarle de esa forma al tan conocido príncipe canalla.

—¿Acaso vas a esconderte o huir como lo intentó aquel bastardo?

En un abrir y cerrar de ojos, Caraxes encaró a Vaghar mordiéndole el cuello, ambos dragón comenzaron a caer en picada sin dejar de luchar. Aemond se sostuvo tan fuerte como podía mientras maldecía, su mente lo traicionó nuevamente cuando los recuerdos de lo sucedió en Strom Ends lo invadieron nuevamente. A pesar de que Vaghar destrozó las alas de Caraxes y que sus garras le abrieron el vientre. El joven príncipe sólo podía sentir terror.

"Te dije que no vinieras"

Oír aquella voz lo desconcertó, por un fugaz momento observó las aguas del ojo de dioses y lo que encontró hizo que su cuerpo se tensara. Lucerys estaba en el agua, ¿se había vuelto loco? No, definitivamente era Lucerys, sus rizos mojados y sus ojos mostrarnos pena, sin duda era él.

"Adiós, Aemond"


Daemon salto de su montura empuñando a hermana oscura, siempre un paso adelante. Aemond no tuvo tiempo a reaccionar o defenderse, hermana oscura se había incrustado en su único ojo bueno y se desplazó hacia su garganta. En sus últimos y agónicos segundos de vida, todos los recuerdos de su vida lo invadieron, siendo Luke su primer y último pensamiento.
Los dragones cayeron, el impacto causó una ola descomunal casi del mismo tamaño que la Torre de la Pira Real.

El ojo de dioses fue testigo de la brutal batalla de los príncipes Targaryen, dragones escupían fuego y sus fauces se incrustaron en el cuerpo del otro. Aquel enfrentamiento dio fin a ambos hombres, pero los dioses observaban todo a todo momento. Le darían una nueva oportunidad al príncipe atormentado.



La oscuridad era absoluta, el frío le calaba hasta los huesos, estaba ciego, estaba muerto. Pero, si el extraño se lo llevó, ¿por qué podía oír voces?, el infierno era un lugar extraño. Aemond sabía que merecía el infierno después de todo lo que hizo.

A pesar de estar muerto, la culpa aún lo acompañaba.

Pobre muchacho.

Una voz dulce, casi armoniosa, se escuchó en la lengua de dónde sea que se suponía que estaba. Ya no veía, pero sus oídos aún servían, sus sentidos aún funcionaban... O quizás el extraño estabas jugando con él.

Iniciaste la guerra de forma muy cruel, fuiste un peón más en juego hecho por terceros... Pero aún hay mucho dolor en ti y cargas una culpa más grande que tu dragón.

No sabía quién o qué le estaba hablando, pero parecía conocerlo mejor de lo que él mismo lo hacía. Era una voz de mujer, ¿cómo alguien podía oírse tan dulce en un lugar tan frío y oscuro? Iba a responder hasta que un dolor agudo lo invadió, un dolor como el de aquella noche cuando reclamó a su dragón y su familia se dividió como si fuera un juego de ajedrez. La desesperación se apoderó de él, la forma en la que murió era ridícula, él era ridículo.

"Dime, ¿serías capaz de ver tus errores y evitarlos?, Aemond. ¿Salvarlas a ese amor tan fuerte que perdiste por tu propia rabia?"


Pregunto aquella mujer con un tono suave pero sin discreción. Aemond había invitado una guerra por odio, odio hacia su sobrino y no había día en que no sintiera culpa por ello.

En más de una ocasión el deseo arreglar sus errores, impedir la muerte de Luke y anhelaba no ser tan estúpido en un futuro o en su próxima vida.

Su deseo había llegado.

—Cambiaria todo, daría todo de mí para que estén a salvó. No dejaré que la rabia y el rencor me ciegen, salvaré a Luke y no dejaré que se inicie una absurda guerra.

Aemond había sonado más decidido que nunca, quien diría que debía morir para tener más conciencia.

—Que así sea, Aemond Targaryen.

Los dragones rugieron al unisonodo, el fuego lo envolvió arrasando con todo lo que podría traer consigo. Su armadura, su arma, su cabello y su piel se desvanecieron como el humo. Dolía como el infierno, era fascinante como el fuego, era capaz de llevarse todo de una forma tan caótica, pese a que los Targaryen provenían del fuego, no eran inmunes a este, el fuego no dejó rastro alguno de aquel engreído, malcriado y tuerto príncipe.
Aemond ya no sentía, no podía moverse, no podía ver y hablar, o eso era lo que creía. Pudo divisar una luz en lo que parecía el final de un túnel, pero en cuanto más se acercaba el dolor se hacía más intenso, en ese instante se escuchó a un dragón rugir como si estuviera en una batalla.

En ese momento un pequeño bebé rompió en llanto al despertar de lo que parecía haber sido una horrenda pesadilla. Al oírlo, una mujer se sentó junto a él para acariciarle el cabello y limpiar su rostro.

—Tranquilo cariño, tu madre está aquí.–exclamó la mujer con dulzura cargando al bebé en sus brazos.

—Mi pequeño Osferth, todo estará bien.

Aemond Targaryen había obtenido una segunda oportunidad, pero ya no era el mismo muchacho de antaño. No había títulos ni lujos, no había un castillo, sino un pequeño hogar, ya no era un príncipe al que deberían respetar por existir.

Ahora era Osferth, quien en su espalda cargaba el peso y los recursos de una guerra que aún no ocurrió y de él depende que no ocurriera. El juego de los dioses había comenzado y no había vuelta atrás.










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Primero que nada, buenas madrugadas y feliz navidad atrasada. <3
Estamos a horas de que se termine el año y yo decidí subir esto después de tantos meses de espera. No sé si aún habrá gente que esté esperando esta historia, pero sí las hay muchas gracias por haber esperado. uu

Voy a ser sincera, no sé si podré darles actualizaciones tan seguidas como me gustaría, pero haré todo lo posible para traerles capítulos. En fin, espero que les guste y espero que pasen un lindo fin de año. ✨

atte; bell.

pd: subí esto sin editar y casi durmiendome, si ven errores es por ello. xd

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