Prólogo
12 de Agosto de 3025.
SECTOR BETA
01:07 AM
La lluvia invadía la peor zona del país, un lugar en donde nadie querría estar pero los menos privilegiados se veían en la obligación de estar.
Lo que alguna vez fue una hermosa pero humilde localidad en donde la clase trabajadora se empeñaba en mantener en ruta la producción de materia prima para mantener a todo el país pasando por los chequeos del gobierno.
Ver a pequeños niños corriendo por las calles de tierra para poder jugar a las canicas en busca de quedarse con la más extraña de todas y agregarlas a la colección. Una vida humilde, familias humildes pero muy felices ante lo poco que tenían ¿Pero saben? Eran ricos en algo, en amor, mucho amor y ni con todo el dinero del mundo se podría igualar ese sentimiento.
Pero el ahora era devastador, parecía que el peor fenómeno de la naturaleza había pasado por ahí derribado y destruyendo todo lo que alguna vez fueron cuidades humildes qué recibían con alegría a los turistas.
Si uno deseaba compararlo con algo, lo mejor era la destruida y radioactiva cuidad de Chernobyl, sin duda era la mejor descripción para cualquier extranjero que en su país llegara a preguntar por lo que alguna vez fue Corea del Sur, no les bastaba con dividirse entre el Norte y el Sur, debía volver a pasar en donde el clasismo en su máxima expresión se daba el lujo de aparecer.
La lluvia caía de una forma incesante creando una orquesta pobre ante el impacto contra los techos metálicos oxidados por el tiempo y la destrucción. El olor a óxido y la neblina aparentemente tóxica nublaba todo ese lugar el cual alguna vez fue un barrio alegre... Un barrio en donde dos niños solían jugar y dónde adolescentes se escondían para amarse, era su hogar y ahora era parte de aquella sociedad que tanto había detestado y todo por la promesa de una vida mejor. Podía mirar alrededor y a lo lejos vió la fábrica abandonada en donde su padre solía trabajar y lo único que se veía era el humo de una de las chimeneas, era lugubre y triste, todo bello recuerdo ya no lo era.
El olor a putrefacción por los cuerpos de animales muertos en donde los cuervos se comían los restos, para esas aves era normal pero para ellos los humanos era asqueroso. Su mirada oscura analizó todo el lugar en donde gracias a unos lentes de contacto de tecnología avanzada podía identificar cualquier movimiento en medio de esa oscuridad, su sentido de la audición agudizada podía oír como los drones del gobierno pasaban por encima de él y sus hombres en busca de los rebeldes, en donde la única luz proveniente de esos drones eran sus ojos mecánicos qué escaneaban cada estructura que alguna vez fue un edificio o un hogar en busca de algún ser viviente qué fuera un peligro para ese pelotón de hombres.
Seong Gi-hun estaba allí, su figura alta qué causaba imponencia entre los coreanos al ser de una estatura mucho mayor que el promedio causaba respeto. Portaba su rifle modificado tecnológicamente para atrapar a esos rebeldes y a la vez portar una mirilla qué era una linterna para alumbrar a donde fuera que apuntara. Portaba un uniforme negro impecable a pesar de ese entorno tóxico y sucio, ante los destellos de los drones el mismo brillaba bajo la lluvia sumado al emblema dorado del Consejo en su brazo izquierdo que resaltaba su autoridad, su alto mando. Pero a pesar de la apariencia imponente, no podía ignorar el peso que oprimía su corazón, el vacío que ni el frío y rígido entrenamiento pudo haber opacado, ni las órdenes del alto mando podría haber hecho desaparecer su sentido de pertenencia de su sector, el Sector Beta.
Pero sus sentidos se agudizaron cuando desde las sombras una voz surgió. Una voz que conocía bien y que era profunda y llena de una calma peligrosa.
──Sabíamos que vendrías.── Se escuchó desde un sector oscuro de donde salieron varias ratas.
Gi-hun giró la cabeza hacia el sonido en donde su mirada escaneaba el callejón en penumbra y pronto en la parte superior izquierda de su visión le fue avisado gracias a sus lentes de contacto de quien se trataba, conocía bien ese número "001".
El aire frío pronto pareció volverse más pesado mientras que una figura emergía de la oscuridad, era casi de su altura pero pese a la oscuridad podría reconocer esa silueta incluso en sus sueños y por un momento rezó a que fuera un espectro y que no fuera él, que fuera producto de su imaginación como lo era siempre cada vez que iba a su recamara para intentar descansar de forma fallida.
Esa sombra que intentaba olvidar pero siempre parecía estar detrás suyo más jamás lo reportó porque lo amaba y no quería que lo mataran y más sabiendo que era aparte del grupo rebelde "La Llama" pero esa persona parecía estar acechando en los rincones de su memoria y se esmeraba en ser su sombra.
In-ho.
El hombre vestía de negro como el lugar que lo rodeaba pero había algo que lo distinguía y era esa bufanda color carmesí, muchos dirían que era una bufanda cualquiera que esos pobres del demonio habían agarrado para cubrir sus vías respiratorias, con solo ver esos ojos rasgados su mundo se paró por un instante en donde eran solo ellos dos... Lo que alguna vez en su tonta adolescencia fueron. Lo que alguna vez fue su amigo y luego el amor de su vida... Ahora era el enemigo número uno del Gobierno, no era un miembro más de la causa, era el líder de esa rebelión.
Los ojos de In-ho oscuros y penetrantes, lo atravesaron como un cuchillo, no eran los ojos qué recordaba que alguna vez lo miraron con cariño, con diversión o amor, toda la vida pensó que esos ojos lo iban a mirar solo de esa forma pero ésta vez era distinto, esos ojos lo miraban con rencor, era doloroso.
──In-ho...── Susurró de una forma tan suave que jamás había usado en ese tiempo formando parte del grupo de reserva táctica.
Pero lo único que obtuvo fue una burlona, hueca e hiriente risa de su parte en donde dió un paso hacia adelante en donde solo se escuchó la salpicadura del agua estancada en un bache en donde In-ho fur a pisar, esa agua sucia marcó sus botas aparentemente negras detrás de ese fango seco.
──No, no te atrevas a decirlo como si todavía significara algo para ti.── Respondió con una frialdad que fue como una puñalada en el corazón. ──No después de lo que hiciste.──
Las palabras golpearon a Gi-hun como una patada de Taekwondo, quería responder y explicarle al mayor la verdad y la razón de porque había hecho todo aquello, que todo había sido por él, que todas las ordenes que había seguido del Consejo era para protegerlo, la cantidad de veces que no lo reportó porque lo amaba profundamente pero ninguna palabra salió de sus labios, se sintió impotente.
──Yo... Pensé que era la única forma, pensé que te estaba salvando.── Siguió hablando como si solo fueran ellos dos.
In-ho dejó escapar una carcajada sarcástica, era una risa vacía que hizo eco en esa calle desierta y tuvo la osadía de dar otro paso más hacia él en donde el viento hizo ondear su bufanda roja.
──¿Salvarme?.── Su voz subió apenas un tono estando cargada de incredulidad y rabia contenida. ──Tú no querías salvarme, solo querías salvarte a ti mismo.──
Gi-hun cerró los ojos por un momento, sintiendo las puñaladas de las palabras de In-ho como si le hubieran arrancado el alma. Porque en el fondo, sabía que eran ciertas, se había metido la excusa de que si hacía eso podría salvar a todos pero se volvió otra pieza de ajedrez de los hombres de aquella clase. Sabía que había tomado la decisión más fácil, la que le permitía seguir adelante con su vida mientras dejaba atrás el caos... Más nunca había dejado atrás a In-ho.
Cuando abrió los ojos y encontró al más cerca de lo que había esperado sintió su rostro apenas a unos centímetros del suyo, casi rozando sus narices en un vago recuerdo de cuando tenían ese gesto tierno y amoroso de rozarlas. Sentía como la lluvia corría por su piel como lágrimas que ninguno de los dos se permitía derramar, sentía muchas veces que Dios hablaba por él cuando la tormenta abrazaba la lujosa cuidad y ahora estaba hablando por él cuando se habían reencontrado.
──Y ahora estás aquí.── Susurró In-ho teniendo sus labios apenas curvados en una sonrisa amarga. ──¿Qué esperas Gi-hun? ¿Redención? ¿Mi perdón? ¿Agradecerte por algo que jamás te pedí? Pudimos haber hecho todo juntos pero elegiste el camino fácil y el más cobarde.── Le recriminó con enfado mientras varias armas le apuntaban.
Gi-hun no respondió, no podía porque en el fondo sabía que no había venido por ninguna de esas cosas. Había venido porque cada noche, cada momento de silencio desde que lo perdió, su mente se llenaba de una verdad que lo atormentaba.
Crawling back to you.
La frase resonaba como un eco interminable en su cabeza, porque era verdad, eso era lo que hacía ¿No? Siempre volvía a él aunque las lealtades los dividieran, aunque el pasado los destrozara, aunque el mundo se estuviera desmoronando a su alrededor.
Y eso, más que cualquier orden o ideal, era su verdadera debilidad.
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