trece
Días después de mis estudios simplemente estaba acomodando algunas cosas que necesitaría para viajar
—¿Te empaco tu maquillaje?.— cuestionó mi esposo, me estaba ayudando a hacer una maleta
—Aún faltan días para que me vaya, por ahora solo quiero guardar ropa.— avisé mientras le mostraba una blusa que apenas me había comprado —¿Te gusta esta?.—
—Me gusta, pero no para que te la lleves a Argentina, mejor póntela mañana.— dijo y asentí haciendo esa prenda a un lado
Saqué otra blusa y se la mostré, él negó como si tampoco quisiera que me llevara esa, repetí ese proceso con aproximadamente 10 blusas, pero ninguna lo convencía
—Tengo que llevar ropa, deja de decirme que no a todo.— me quejé
—Es el primer viaje que tomas para separarte de mí.— dramatizó —Si me quieres abandonar no te lleves nada de esta casa.—
—Me hablas como si nos estuviéramos divorciando.— bufé y me miró mal —Solo me iré una semana, no es la gran cosa.—
Habíamos pasado días debatiendo cuanto tiempo me iría, era obvio que Roier había dicho que la menor cantidad de días, pero cuando le confirmé a Spreen me ofreció quedarme el tiempo que yo quisiera. Al principio pensé en solo ir tres días, aunque después de analizarlo bien había decidido tomarme unos días más de vacaciones
—¿Te enviarán los resultados de tus análisis?.— cuestionó de repente
Era cierto que habían pasado algunos días después de que me habían tomado bastantes pruebas y pensé que tendría mis resultados pronto, pero el doctor dijo que por mi situación tendría que analizarlos junto a otros doctores antes de darme un diagnóstico. Gracias a eso habíamos acordado que me enviaría todo por correo porque yo estaría de viaje
—Me los darán cuando esté allá, te mantendré al tanto de todo.— aseguré
—¿Y si te sientes mal?.— cuestionó ahora
—En Argentina también hay doctores.— me burlé un poco por su actitud —Ya, estaré bien.—
No había tenido el valor de contarle de mi pequeño sueño con Ángel, al principio pensé que me diría que estaba loca o que se burlaría, después simplemente quise guardarme eso solo para mí. Yo no creía en los milagros ni en la teoría de que los sueños realmente tenían un significado, pero si era sincera ver a aquel chico me dejó más tranquila
—¿Y si Mushu te extraña?.— otra pregunta
—Acordamos que lo mimaras muchísimo mientras yo no esté.— recordé y me acerqué a él para apretar sus mejillas —Para mí también es complicado irme, pero quiero hacerlo.—
Mi esposo pareció pensarlo, pero después asintió resignado, sabía que internamente se estaba debatiendo sobre si seguir haciéndome drama o si debía dejarlo así
—Le diré al pendejo de Spreen que te cuide bien aunque no me quedaré tranquilo.— dijo —También llamaré a Carre para que esté al pendiente.—
—No quiero que les pidas que sean mis niñeras.— reí —Estaré con ellos todo el tiempo, créeme, pero no les digas nada.—
A veces recordaba lo mucho que me había costado aprender a socializar con los demás, ahora que me iría con aquellos argentinos no quería que sintieran que eran responsables si algo me pasaba. Solo Roier y mis amigas sabían que mi salud estaba pendiendo de un hilo, no quería preocupar a nadie más
Miré como se acercó al armario para sacar algunas prendas, yo solo lo miraba atenta
—No soy bueno con la ropa, pero estaría bien que lleves esto.— exclamó mostrándome un overol rosa y una camisa blanca —Cuando te lo pones te ves tierna, me encanta verte con esto puesto, aunque todo lo que te pones te luce bien.—
Sonreí al notar que si me ayudaría con las cosas que me llevaría
—Quería también llevar un vestido.— conté —¿Alguna sugerencia?.—
Me senté en la cama viendo como ahora él era quien sacaba las prendas para mostrármelas
—¿Vestido casual?.— cuestionó mostrándome uno blanco con pequeñas fresas —Este está padre ¿no?.—
Asentí y él lo puso cerca de mi maleta. Continuamos así durante casi una hora hasta que tuvimos listos todos los outfits que llevaría para mi pequeño viaje
Roier se sentó a mi lado y soltó un suspiro, yo simplemente lo miraba sin poder ocultar mi sonrisa
—¿Te pone tan feliz que tengas todo para irte?.— cuestionó sonriendo un poco
—Me pone feliz tenerte como esposo.— corregí y su sonrisa se hizo más grande —Mi vida era como un invierno hasta que te conocí.—
Puso su mano sobre la mía, tenía un brillo bastante especial en su mirada, podría contemplarlo durante horas
—Sabes que amo los momentos donde te pones romántica, pero sabes que tengo que arruinar el momento.— exclamó y reí esperando el comentario que diría —Dijiste que tu vida era como un invierno hasta que me conociste, ¡y tú amas el invierno!. ¿Quisiste decirme que amabas tu vida antes de conocerme?.—
No respondí a eso, me estiré un poco hasta tomar una almohada y se la estrellé en la cara, escuché que empezó a reír y tomó una almohada para regresarme el golpe
Por un momento me quedé inmóvil, pero después tomé más fuerzas para volverlo a golpear. Esto se había convertido en una guerra de almohadas que no terminaría pronto
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