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Capítulo 18.

DESPUÉS DE TI.
Capítulo 18.

Las noches han sido mi peor enemigo.

Desde que descubrí la verdad, dormir se ha convertido en un lujo que ya no puedo permitirme. Me recuesto en la cama, cierro los ojos y lo único que veo son pesadillas. Imágenes borrosas, voces distorsionadas, el sonido de un latido que no me pertenece.

Antes cuando cerraba los ojos, me permitía soñar con el futuro. Con Miguel, con todo lo que podíamos vivir juntos. Ahora cuando intento dormir, la culpa me ahoga.

Las pesadillas son cada vez peores.

Algunas noches sueño con Olivia. Está en la oscuridad, observándome en silencio. No habla. No me dice nada. Solo me mira con una expresión que no logro descifrar.

Otras veces, Miguel está en la pesadilla. Me ve con el rostro desencajado, con una mezcla de dolor y traición en los ojos, y me pregunta una y otra vez cómo pude hacerle esto.

"¿Cómo pudiste quedarte con algo que no era tuyo?"

Me despierto con el corazón latiendo fuerte, con el cuerpo empapado en sudor y con esa sensación de que el aire se me escapa, como si alguien me estuviera asfixiando. Pero lo peor no es el miedo, ni la desesperación.

Pero lo peor, era la culpa.

Porque no importa cuánto intente engañarme, no importa cuántas veces repita que no tuve elección...sigo sintiéndome como una impostora.

Nada de eso cambia el hecho de que le robé su lugar.

No hay un solo día en el que no piense en ella. En lo que significó para Miguel, para sus amigos. En lo mucho que la querían y en lo fácil que fue para mí ocupar su espacio sin siquiera darme cuenta.

Olivia debería estar aquí. No yo.

Y Miguel...él la amaba, o al menos la quería como una vez me dijo. la sigue queriendo. ¿Cómo podría mirarme de la misma manera si supiera que dentro de mí sigue latiendo el corazón de la persona que perdió?.

Estos pensamientos me carcomen día y noche, hasta el punto de que apenas me reconozco cuando me miro al espejo. Tengo el rostro pálido, ojeras profundas que delatan mis horas de insomnio, y la mirada perdida de alguien que ya no sabe qué hacer con su propia existencia.

He estado evitando a Miguel tanto como puedo sin levantar sospechas, pero sé que lo ha notado.

Sé que me ve diferente.

Pero no tengo la fuerza para enfrentarlo. No todavía.

— ¿Vas a seguir escondiéndote aquí para siempre?.—Pregunta Claire, apoyada en el marco de la puerta de mi habitación.

Levanto la vista de mi teléfono, aunque en realidad no estaba mirando nada. Solo fingía estar ocupada para no pensar.

Claire se cruza de brazos y entra sin esperar invitación.

— No estoy escondiéndome. —Miento.

Ella se deja caer en la cama a mi lado y me observa en silencio, como si estuviera decidiendo por dónde empezar.

— Harp... —Su voz es más suave ahora.— Tienes que hablar con él.

Cierro los ojos, como si eso pudiera alejar la verdad.

— No puedo.

— Sí, sí puedes. Solo no quieres.

Aprieto los labios y suspiro.

— ¿Y si me odia?.

Claire niega con la cabeza, como si la idea fuera ridícula.

— No te va a odiar. Miguel te ama, Harper. Y por mucho que te asuste, mereces saber la verdad tanto como él. No puedes cargar con esto sola.

Mis ojos comienzan a picar, pero parpadeo rápidamente para contener las lágrimas. Claire suspira y sin decir nada más, me abraza con fuerza.

No lo sabía hasta ese momento, pero lo necesitaba.

— No es tu culpa... —Susurra.— No elegiste esto. Olivia tampoco. Pero estoy segura de que ella no está molesta...al contrario. Tal vez de alguna manera, te eligió a ti para darte su corazón.

Un escalofrío me recorre el cuerpo al escuchar esas palabras.

No sé si es cierto, pero me aferro a la idea como un náufrago a un trozo de madera.

Claire se separa y me da una sonrisa que intenta ser alentadora.

— Además, ¿quieres que te cuente algo que es aún más importante?.

Parpadeo confundida.

— ¿Qué cosa?.

Su sonrisa se ensancha y sus ojos brillan de emoción.

— Mason me pidió que fuera su novia.

Tardo un segundo en procesarlo, pero cuando lo hago, me obligo a dejar de lado mis propios problemas para sonreír.

— ¿En serio?. ¡Amiga, eso es increíble!.

Ella asiente feliz, y por un momento me siento culpable por no haber estado tan presente como debería.

— Lo es.—Dice.— Y sé que ahora mismo tienes mil cosas en la cabeza, pero quería que lo supieras.

— Gracias por decírmelo...—Murmuro.— Y perdón por...ya sabes, no estar del todo aquí.

— No tienes que disculparte, tonta.—Asegura con media sonrisa. — Solo prométeme que harás algo al respecto.

No prometo nada, porque no estoy segura de poder cumplirlo. Pero Claire parece satisfecha con mi silencio y cambia de tema, distrayéndome con cualquier tontería.

La tarde se nos va entre charlas y risas ocasionales, y por primera vez en semanas me siento un poco menos ahogada.

Hasta que suena mi teléfono.

Miro la pantalla y el apodo de Miguel brilla en la notificación.

Mi estómago se revuelve.

Claire nota mi expresión y me observa con atención.

— ¿Vas a contestar?.

Trago saliva y niego con la cabeza.

— Voy a decirle que estoy ocupada.

Pero antes de que pueda escribirle, recibo un mensaje.

Amor: Estoy afuera.

El pánico me golpea con fuerza.

Me levanto de la cama y corro hacia la ventana. Ahí está, apoyado contra su auto, con una bolsa de comida en la mano y una expresión relajada en el rostro.

Cierro los ojos con frustración. ¿Por qué tenía que ser así de atento?.

Me odio, mil veces me odio.

— Harper, no puedes evitarlo para siempre. —Susurra Claire.

Pero. ¿y si sí puedo?.

Miguel levanta la vista y me ve. Sonríe. Me hace una seña con la mano para que baje.

Mi corazón late con fuerza.

No puedo decirle que no.

Suspiro y me giro hacia Claire.

— Si no vuelvo en una hora, avísale a Walker que venga a rescatarme.

Ella se ríe.

— Ya anda, exagerada. Te irá bien.

Bajo las escaleras con el pulso acelerado y salgo al encuentro de mi novio que me esperaba. Él me mira con esa sonrisa despreocupada que siempre logra ponerme nerviosa.

— Te traje tu comida favorita. —Dice levantando la bolsa.— Y antes de que intentes decirme que ya cenaste, sé que no es cierto.

Suspiro y sonrío a medias.

— ¿Siempre tienes que saber todo?.

— Es una maldición.

Se ríe y me tiende la bolsa. Nos quedamos en silencio por un momento, hasta que su expresión se vuelve más seria.

— Ven, subamos al auto. Hace frío.

Asiento en silencio y camino con él hasta su auto.

Miguel abre la puerta del copiloto para que entre, y me quedo momentáneamente inmóvil observando el gesto. Es una tontería, algo pequeño, pero no deja de afectarme.

Él siempre ha sido así. Siempre ha sido atento, protector, cariñoso...y saber que todo eso se basa en una mentira me carcome por dentro.

Subo sin decir nada y él rodea el auto para ocupar su asiento. Cierra la puerta, enciende la calefacción y deja la bolsa de comida en mis manos.

— Come.— Ordena suavemente.

No protesto. Sé que lo hará de todas formas, así que tomo la hamburguesa y le doy un pequeño mordisco.

Miguel me observa con satisfacción, como si acabara de lograr algo importante.

— ¿Qué?.—Murmuro con la boca aún llena.

— Nada. Solo me gusta verte comer.

Me sonrojo y bajo la mirada. A veces no entiendo cómo puede decir cosas así tan naturalmente, sin darse cuenta del efecto que tienen en mí.

El auto se llena de un silencio cómodo mientras comemos. Miguel se apoya contra su asiento y me mira de reojo cada tanto, como si estuviera debatiendo si decir algo o no.

Pero finalmente, rompe el silencio.

— Has estado evitándome.

Mi mano se detiene a medio camino antes de tomar una papa frita.

— No es cierto.

— Lo es.

Respiro hondo y sigo comiendo fingiendo que no escuché. Miguel suspira y deja su comida a un lado.

— Harper, mírame.

No lo hago.

— Harper.

Su mano toca suavemente mi mejilla obligándome a girar el rostro hacia él. Mi piel arde bajo su contacto y mi corazón late con fuerza, traicionándome.

— ¿Qué está pasando?.—Su voz es más suave esta vez, pero hay una mezcla de preocupación y dolor en ella.— ¿Qué estás ocultando?.

Aprieto los labios y niego con la cabeza.

— Nada, solo he estado ocupada.

Miguel frunce el ceño.

— No mientas. No a mí.

Mis ojos comienzan a picar otra vez.

— Miguel, por favor...

— No me digas "por favor" como si eso resolviera todo. — Su voz es firme, pero no enojada. Solo dolida.— Te conozco. Sé que algo te está pasando y no entiendo por qué no puedes decírmelo.

Mi garganta se cierra.

Lo miro y veo todo lo que tengo que perder.

Y en ese momento, Miguel hace algo que no esperaba.

Se acerca más, con cuidado, con paciencia, como si me estuviera dando la oportunidad de alejarme si quisiera. Pero no lo hago. No puedo.

Su rostro está tan cerca del mío que puedo sentir su aliento cálido contra mis labios.

— Harper... —Susurra su voz apenas en un soplo.

Y entonces, con una lentitud que me hace arder por dentro, me besa.

Es suave y delicado, como si temiera romperme. Pero cuando no lo aparto, cuando mi cuerpo en lugar de tensarse se relaja bajo su toque, lo siento profundizar el beso, moviendo sus labios con más intención.

Un escalofrío me recorre la columna y mi piel se eriza.

Miguel desliza su mano hasta mi nuca sosteniéndome con cuidado, mientras su otra mano roza mi cintura.

Me besa como si no existiera nada más en el mundo.

Como si fuera toda suya.

Como si no supiera la verdad.

Y ahí estaba otra vez.

La culpa.

La culpa que se estrella contra mi pecho como un golpe de realidad, haciéndome recordar que no merezco esto.

Que no lo merezco a él.

Me separo lentamente aún sintiendo sus labios sobre los míos, y él me mira con confusión.

Su pulgar roza mi mejilla con ternura.

— Amor...¿qué está pasando?.

Desvío la mirada.

— Nada. —Miento. Otra vez.

Él suspira y apoya su frente contra la mía.

— Te amo, ¿sabes?.

Cierro los ojos con fuerza.

— También te amo...

Se había vuelto una costumbre entre nosotros decirnos "te amo", constantemente. O al menos desde que comenzamos a decirlo, desde que él me lo dijo esa tarde por primera vez.

Y si, lo amaba, pero sentía que cada "te amo" que salia de mis labios era como una roca pesada, como si no fuese merecedora de decírselo, a pesar de sentirlo.

— Miguel...

— No me importa lo que sea, Harper. No importa lo que estés ocultando, ni lo que te esté atormentando. Estoy aquí. Y no voy a irme. No pienso hacerlo.

Me tiemblan las manos.

Si supiera la verdad...¿seguirá aquí?.

Ojalá pudiera creerlo.

Pero no puedo.

Me aparto suavemente y me abrazo a mí misma.

— Solo ha sido estrés. —Murmuro.

Miguel no parece convencido, pero asiente lentamente.

Miguel suspira sin soltar mi mano, como si temiera que si lo hacía, me desvanecería frente a él.

— No tienes que decirme nada ahora. Está bien. —Repite como una oración con voz calmada, aunque hay un atisbo de frustración en sus ojos.— Pero prométeme que cuando estés lista, no me dejarás afuera.

No respondo.

No puedo.

Miguel suelta un suspiro, y suelta mi mano lentamente como si le doliera hacerlo. Luego se inclina para rozar mis labios con un beso suave, casi como un susurro, o más bien una promesa silenciosa.

— Descansa. —Murmura.

Asiento en silencio y lo observo salir del auto, rodearlo con pasos tranquilos y abrir la puerta para mí. La noche es fría, pero yo solo siento el calor persistente de su toque, el fantasma de su beso aún latente en mis labios.

Antes de que pueda decir algo, Miguel vuelve a inclinarse y deja un último beso en mi frente.

— Buenas noches, mi amor.

Trago con dificultad.

— Buenas noches...

Lo veo alejarse en su auto, perderse en la calle mientras el sonido del motor se desvanece en la distancia. Y en cuanto desaparece de mi vista, me siento la peor persona del mundo.

Él confía en mí.

Él me ama.

Y yo estoy aquí, ocultándole la verdad por que es lo único que me parece bien.

Y no lo está.

Cuando volví a mi habitación, Claire seguía en la cama con el celular en la mano y los audífonos puestos. Al verme entrar, se los quita y me mira con una sonrisa pequeña.

— ¿Estás bien?.

Fuerzo una sonrisa.

— Sí.

No lo está. Lo sabe. Pero no me presiona.

— Voy a salir un rato con Mason. —Dice mientras se levanta de la cama para tomar su chaqueta— ¿Quieres venir?.

Niego con la cabeza.

— No, estoy cansada...creo que solo quiero dormir un poco.

Mi mejor amiga asiente sin dejar de observarme.

— Está bien. Pero si necesitas algo, solo dime.

— Lo haré.

Se acerca y me da un rápido abrazo antes de salir de la habitación. Cuando la puerta se cierra tras ella, el peso en mi pecho se hace aún más grande.

Me dejo caer en la cama con un suspiro pesado y cierro los ojos.

Pero el sueño que me encuentra no es el descanso que esperaba.

───────(...)──────

Estoy en mi habitación.

Todo luce igual. La luz tenue del pasillo entra por la puerta entreabierta, las sombras bailan en las paredes, el aire es denso y pesado.

Pero no estoy sola.

La sensación de ser observada me hace girar el rostro, y ahí está.

Olivia.

Se encuentra de pie junto a la ventana, con la misma expresión con la que la he visto en las fotos. Su cabello cae en suaves ondas sobre sus hombros como siempre, y su piel pálida resplandece bajo la luz tenue. Pero lo que más me impacta es su mirada.

Triste.

Dolorosa.

Inmensamente melancólica.

Mi respiración se entrecorta.

— Deja de mirarme así. —Murmuro con la voz quebrada.

Olivia parpadea lentamente y da un paso hacia mí.

— Tienes que decirle.

No necesito preguntar a qué se refiere.

La angustia se instala en mi pecho como un peso insoportable.

— No quiero perderlo...—Susurro con lágrimas acumulándose en mis ojos— No quiero que me odie.

Olivia me observa con una mezcla de ternura y comprensión.

— Eso no pasará. Miguel te ama.

Una lágrima se desliza por mi mejilla.

— ¿Y si cambia?. ¿Y si cuando sepa la verdad…ya no puede mirarme igual?.

— Eso no pasará —Repite con convicción.—Pero Harper…tienes que decirle.

Niego con la cabeza apartando la mirada, con el pecho al borde de estallar.

— ¿Por qué yo?. —Pregunto de repente, con un tono que ni siquiera sabía que tenía dentro.

Olivia no responde de inmediato.

Mi voz se quiebra cuando insisto con los ojos ardiendo en desesperación.

— ¿Por qué me diste tu corazón a mí?. ¿Por qué, si sabías que Miguel estaría en mi vida?. ¿Sabes el peso que estoy cargando?

La tristeza en su mirada se intensifica.

— Porque eras la indicada.

Suelto una risa rota con cierta ironía.

— Eso no responde a mi pregunta.

Olivia suspira y se acerca un poco más.

— No puedo explicártelo como quisieras, Harper. Solo puedo decirte que esto no fue un accidente.

Siento un escalofrío recorrerme.

— ¿Qué quieres decir?.

— Que mi corazón siempre fue para ti.

Sus palabras me dejan sin aliento.

— Pero…

— Desde antes de irme —Me interrumpe con suavidad.— Mi corazón ya sabía a dónde debía ir.

Mi garganta se cierra.

Olivia se acerca aún más, hasta estar justo frente a mí.

— No cargues con esta culpa. —Dice con dulzura.— No es tuya. Nunca lo fue.

La observo a través de mis lágrimas, buscando respuestas en su rostro.

— Entonces dime…¿qué hago con este amor que siento?.

Olivia sonríe, con una sonrisa triste pero sincera.

— Vívelo.

Antes de que pueda decir algo más, antes de que pueda pedirle que me explique, su imagen comienza a desvanecerse.

— Olivia, espera…

Pero es tarde.

Su figura se disuelve en el aire como un susurro, como si nunca hubiera estado ahí.

Y lo último que escucho antes de despertar…

— Díselo.

Mi cuerpo se sobresalta y abro los ojos de golpe, sintiendo el peso del sueño aferrándose aún a mi pecho.

Estoy jadeando con las lágrimas aún frescas en mis mejillas.

Las palabras de Olivia resuenan en mi cabeza, grabadas como una marca ardiente.

Díselo.

Pero…¿cómo iba a hacerlo?.

────────────

NOTA DE AUTORA: Pido una disculpa por tardar un par de días, he estado ocupada, tristemente el día que más temía llega mañana, retomo clases en la universidad (salvenme).

Quiero darles a partir de aquí, la bienvenida a la recta final de "Después de ti".

Muchas gracias nuevamente por leer y por estar aquí, significa mucho para mí de verdad, créanme que le he puesto mucho amor a esto.

Sé que tienen preguntas, prometo que todas serán respondidas, solo tengan paciencia y continúen con la historia.

No prometo actualizar todos los días, pero al menos lo haré los fines de semana y puede que uno que otro día entre semana mientras pueda. pero por supuesto no pienso abandonarlos.

Nos leemos muy pronto.

No olvides votar!.

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