Capítulo 12.
DESPUÉS DE TI.
Capítulo 12.
El aire de la tarde aún se sentía fresco mientras caminaba hacia casa, con una sonrisa que parecía negarse a irse de mi rostro.
Todo lo ocurrido en la biblioteca seguía pasando por mi cabeza, como un bucle de imágenes: las bromas de Miguel, su sonrisa al final, y su mano entrelazada con la mía cuando escapábamos de allí. Era extraño, pero sentía que por primera vez, algo estaba cambiando entre nosotros, y para bien.
Abrí la puerta de casa y me encontré con mi padre sentado en el sofá, hojeando un libro. Levantó la vista al escucharme entrar.
— Hola, cariño. ¿Qué tal te fue con Claire?.—preguntó, con esa sonrisa relajada que siempre tenía cuando quería entablar una conversación conmigo.
Por un segundo me congelé, recordando que eso era lo que había dicho a mi madre antes de salir. Pero en realidad, nunca llegué a avisarle a Claire, y el resto del día lo había pasado atrapada en la biblioteca con Miguel.
— Oh, bien. —Respondí rápidamente forzando una sonrisa mientras colgaba mi bolso en el perchero. No quería darle demasiadas explicaciones.
Mi padre asintió sin más, y yo aproveché para subir las escaleras hacia mi habitación, tratando de no delatar mi nerviosismo.
Cerré la puerta detrás de mí, dejando escapar un largo suspiro. Era como si cada parte de mí aún estuviera vibrando por lo ocurrido hace un rato.
Puse mi celular a cargar y en cuanto encendió, la pantalla se iluminó con una avalancha de notificaciones y mensajes, llamadas perdidas, y todo de una sola persona. Claire. Sentí una punzada de culpa al ver seis llamadas perdidas de mi mejor amiga, así que no dudé en devolverle la llamada.
Apenas sonaron dos tonos cuando su voz cargada de impaciencia, resonó al otro lado de la línea:
— ¿Se puede saber dónde carajos estabas, Harper Broke?.
No pude evitar reírme al escucharla mientras me quitaba los converse y acomodaba mis pies en el suelo, dejando que mis pies con medias tocaran la alfombra.
— ¿Qué pasa?. ¿Por qué estás tan alterada?. —Le pregunté, aunque ya sabía la respuesta.
— ¿Qué pasa?. —Repitió Claire con incredulidad.— Tu madre me llamó para preguntarme cómo iba nuestro supuesto “estudio”. ¡Yo ni siquiera sabía de qué estaba hablando!, tuve que decirle que estabas en el baño.
Sonreí al escuchar cómo había cubierto mi mentira sin siquiera preguntar. Siempre hacíamos eso la una por la otra, aunque generalmente era yo quien terminaba cubriéndola a ella.
— Pues gracias por salvarme el pellejo. —Dije acomodándome mejor y dejando que mi espalda descansara contra la cama.
— No me agradezcas todavía. Ahora dime, ¿qué estabas haciendo en lugar de estar conmigo?. Pequeña mentirosa.
Hubo un breve silencio antes de que respondiera.
— Estaba...en la biblioteca.
— ¿Sola?.
— No exactamente. —Mi voz salió más baja de lo que esperaba, pero fue suficiente para que Claire entendiera.
— Espera, ¿estabas con Miguel?. —Preguntó, y podía imaginarla arqueando una ceja al otro lado de la línea.
— Sí, pero no fue algo planeado. Nos quedamos encerrados juntos.
Claire soltó un sonido entre una risa y un suspiro.
— Me interesa. Cuéntamelo todo.
Y lo hice. Le conté cada detalle, desde las bromas hasta las confesiones y la forma en que nuestras manos se entrelazaron al salir.
— Entonces, ¿se besaron?.—Preguntó de repente.
—¡No!.—Exclamé sintiendo cómo el calor subía a mis mejillas.
— Ay Harper, por favor. Actúas como si no te murieras por él. Te gusta, ¿verdad?.
Negué automáticamente, aunque sabía que no podía verla.
— Es lindo, sí, pero eso no significa nada.
Claire bufó.
— Eres mi mejor amiga, y te conozco. Te gusta.
Intenté cambiar el tema rápidamente.
— ¿Y tú con Mason?. Sé que se traen algo.
Mi estrategia funcionó, porque Claire soltó una pequeña risa antes de responder:
— Bueno, me gusta. Hemos estado saliendo, pero aún no es nada oficial.
— Me alegro mucho por ti. Mason parece un buen chico.
Seguimos hablando un rato más, pero finalmente colgamos. Me quedé mirando el techo por unos minutos, procesando todo. Un ronroneo en mis piernas me sacó de mis pensamientos.
— Hola, lindo Bruce. —Dije al ver a mi enorme gato siberiano. Su pelaje gris con manchas blancas parecía brillar bajo la luz tenue de mi lámpara de noche.
Era grande y algo gruñón, pero lo amaba desde que era una niña.
Lo tomé en mis brazos, sintiendo su peso mientras lo acariciaba. Luego lo llevé a su plato para que comiera algo. Mientras lo observaba, me di cuenta de cuánto había cambiado todo últimamente. Y aunque me daba un poco de miedo admitirlo, me gustaba.
El resto del día pasó supremamente rápido. Estudié, leí un poco y terminé un cuadro que había estado posponiendo.
Mi habitación estaba llena de pinturas, grandes y pequeñas, un recordatorio constante de cuánto amaba este pasatiempo. Todos me decían siempre lo buena que era, y que debería dedicarme más a eso.
Por la noche, después de una ducha y una cena algo incómoda con mis padres, subí a mi habitación.
Estaba secándome el cabello cuando mi celular sonó. Fruncí el ceño al ver el número desconocido en la pantalla. Dudé por un momento, pero movida por la curiosidad, deslicé el dedo para contestar.
— ¿Hola?.
— Hey. —Su voz ronca y profunda, me atravesó como una corriente eléctrica.
Inmediatamente lo reconocí, y mi corazón comenzó a latir más rápido.
— Miguel, ¿qué haces llamándome tan tarde?.
— ¿Qué estás haciendo?. —Preguntó, ignorando mi pregunta.
— Me preparaba para dormir. ¿Por qué?.
Hubo una pausa breve, y pude oír su respiración al otro lado de la línea.
— Asómate a tu ventana.
Mi ceño se frunció aún más, pero caminé hacia la ventana, corriendo las cortinas.
Ahí estaba él, de pie junto a lo que parecía ser su auto, con una camisa de pijama, pantalones deportivos y un abrigo grueso que parecía protegerlo del frío. Cuando me vio, levantó la mano en un pequeño saludo, con su celular aún pegado al oído y una sonrisa dibujada en los labios.
— ¿Qué haces aquí?.—Le pregunté, mi voz apenas un susurro.
— Vine a verte. Baja.
— ¿Estás loco?. —Dije sin poder evitar una pequeña risa nerviosa.
— Un poco. Pero no pienso irme hasta que bajes. —Me miró fijamente, con ese brillo de determinación en los ojos.
Suspiré sabiendo que no tenía escapatoria. Tomé mi abrigo, asegurándome de no hacer mucho ruido, y bajé con cuidado para no despertar a mis padres.
Cuando abrí la puerta, el aire frío de la noche me golpeó, pero lo ignoré al verlo parado ahí, esperándome.
— ¿En serio?. ¿Pijama de Hello Kitty? —Fue lo primero que dijo al verme, de arriba abajo con una sonrisa burlona.
— Son cómodos. —Respondí, cruzándome de brazos.— Estás completamente loco, Miguel. —Murmuré mientras me acercaba.
— Probablemente. —Me regaló una sonrisa que hizo que mi estómago se retorciera.
Lo vi apoyado contra el auto, con las manos en los bolsillos, y no pude evitar pensar lo atractivo que se veía bajo la luz tenue de la farola. Sus ojos brillaban de una forma que me hacía sentir expuesta, como si pudiera ver a través de mí.
— Entonces, ¿a qué se debe esta visita sorpresa?. —Pregunté, cruzándome de brazos para intentar disimular lo nerviosa que estaba.
— Quería verte.
Sus palabras dichas con tanta naturalidad, hicieron que mi corazón se acelerara aún más. Me mordí el labio, intentando no dejar que notara el efecto que tenía en mí.
— ¿Y no podías esperar hasta mañana?.—Dije, tratando de sonar casual.
— No. —Se encogió de hombros y dio un paso hacia mí, acortando la distancia entre ambos— Me pongo muy ansioso cuándo quiero hacer algo.
Sus ojos se clavaron en los míos, y por un momento me sentí atrapada. Había algo en la forma en que me miraba, una mezcla de dulzura y confianza que hacía que todo lo demás desapareciera.
— Estás loco si crees que voy a quedarme aquí hablando contigo toda la noche.—Dije intentando romper el momento, aunque mi voz salió más suave de lo que quería.
Miguel se rió, ese sonido bajo y cálido que hacía que me estremeciera.
— Entonces, dame un poco de tu tiempo ahora. Nada te lo impide.
— Eso ya lo estás diciendo demasiado tarde. Estoy helada, me muero de frío. —Me abracé a mí misma aunque no estaba segura de si el escalofrío que sentía era por el frío o por la forma en que sus ojos seguían estudiándome.
— Ven. —Miguel extendió su abrigo y me envolvió en él antes de que pudiera protestar. Estaba cálido y olía a él, a una mezcla de loción masculina y menta, y algo más, algo que no podía identificar pero que era completamente suyo.
— ¿Y tú?. —Pregunté, mirando cómo se quedaba en su camisa de pijama.
— Estoy bien, tranquila. —Se encogió de hombros con una sonrisa traviesa—
Por un momento, el silencio nos envolvió. Ambos nos quedamos ahí, parados bajo la luz de la farola, mirándonos como si el mundo no existiera.
— Quiero que salgamos este fin de semana. —Dijo de repente, su voz firme pero cargada de una dulzura que me desarmó.
— ¿Qué?.—Parpadeé, sorprendida.
— Eso. Quiero invitarte a salir.
Mi corazón se detuvo por un segundo, y luego comenzó a latir con tanta fuerza que temí que él pudiera escucharlo.
— ¿El popular Miguel Mora invitándome a salir?. —Intenté bromear, pero mi voz salió más nerviosa de lo que quería.
— Sí, ese mismo. —Sonrió, acercándose un poco más. Pude sentir el calor de su cuerpo a pesar del frío.
— ¿Por qué?.
—¿Por qué no?. —Respondió, como si fuera la cosa más obvia del mundo.— Quiero pasar más tiempo contigo.
Mis labios se entreabrieron, pero no salió ninguna palabra. Solo pude asentir sintiéndome completamente vulnerable bajo su mirada.
— Eso es un sí, entonces. —Su sonrisa se ensanchó, y sus ojos brillaron con algo parecido a la satisfacción.
— Sí.
Miguel se acercó aún más, levantando una mano para apartar un mechón de mi cabello que caía sobre mi rostro. Su toque fue suave, casi reverente y mis ojos se cerraron instintivamente ante la sensación.
— Te ves bonita con pijama de Hello Kitty. —susurró, su aliento cálido chocando contra mi piel.
—¿Bonita? —abrí los ojos para mirarlo con una mezcla de incredulidad y vergüenza.— ¿Estás bromeando?
— Claro que no. Te luce.
Sus palabras, y la forma en que me miraba, hicieron que mis mejillas se calentaran aún más. Antes de que pudiera responder, inclinó la cabeza y dejó un beso suave en mi mejilla, justo al lado de mis labios.
— Buenas noches, Harper.
Se alejó antes de que pudiera reaccionar, dándome una última sonrisa antes de subir a su auto y desaparecer en la oscuridad. Me quedé ahí, bajo la luz de la farola con mi corazón latiendo desbocado y una sonrisa tonta en los labios.
Ya no podía negarlo más. Miguel Mora me gustaba. Y me gustaba muchísimo.
─────────────
NOTA DE AUTORA: pues ya era hora ¿no?.
¡Tenemos nueva portada!. Hecha por:
meridiaxs
nuevamente muchísimas gracias, preciosa. me encantó.
si quieren algo pásense por su Graphic Shop, hace un trabajo hermoso.
Les agradecería mucho que si les gusta la historia la recomienden, pienso que tiene mucho potencial y merece más. ):
Muchas gracias por leer, espero le esté gustando todoooo.
Nos leemos pronto.
No olvides votar!.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro