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Capítulo 11.

DESPUÉS DE TI.
Capítulo 11.

La biblioteca estaba en completo silencio, salvo por el ruido constante del aire acondicionado que zumbaba en el fondo, como un recordatorio molesto de nuestra situación. El frío comenzaba a ser insoportable. Me froté los brazos, intentando calentarme, mientras Miguel permanecía sentado al lado de la puerta, con las manos metidas en los bolsillos de su sudadera.

Parecía tan tranquilo, pero algo en su expresión mostraba que estaba tan incómodo como yo.

No sabía qué era peor: el aire helado que parecía querer congelarnos o el hecho de estar sola con él en este lugar. Respiré profundo para calmarme y traté de pensar en una solución.

Mis ojos recorrieron la enorme biblioteca, buscando algo, cualquier cosa que pudiera ayudarnos a salir.

Finalmente, mi mirada se detuvo en las enormes ventanas al fondo del lugar. Si pudiera abrir una, tal vez alguien nos vería y vendría a rescatarnos. Me levanté con determinación y caminé hacia ellas, ignorando el temblor en mis piernas por el frío.

— No lo hagas. —La voz tranquila de Miguel me detuvo en seco.

Giré la cabeza hacia él, sorprendida por el tono de advertencia en su voz.

— ¿Por qué no?.—Pregunté cruzándome de brazos.

Miguel se levantó con calma, sus manos aún en los bolsillos, y se acercó un poco.

— Tienen sensores de alarma. Si las abres, activaremos el sistema. Llegará la policía, y no creo que quieras pasar la noche en la cárcel. ¿O si?.

Fruncí el ceño, incrédula.

— ¿Qué?, eso es absurdo. ¡Es mejor que quedarnos aquí congelándonos!.

Él se encogió de hombros, como si mi enojo no lo afectara en lo más mínimo.

— Piensa en esto: no tenemos nuestras credenciales, parecemos un par de vagos atrapados en una biblioteca cerrada. ¿Qué crees que pensarán?. ¿Estudiantes con mala suerte o ladrones de libros viejos?.

— ¡Eso es ridículo!. —Protesté, soltando un suspiro frustrado. Lo miré fijamente, esperando que cambiara de opinión, pero él solo se apoyó contra una de las mesas mirándome con una expresión relajada que solo me irritó más.— ¿Dónde está tu celular?.

— En mi casillero. —Se pasó una mano por el cabello, luciendo ligeramente avergonzado.

Rodé los ojos y volví a mi lugar junto a la puerta, abrazándome a mí misma para mantener el calor. Había algo en la forma en que Miguel hablaba, su tono casual pero seguro, que hacía que quisiera discutir con él, aunque sabía que tenía razón.

Nos quedamos en silencio por un rato, el zumbido del aire acondicionado llenando el espacio entre nosotros. No podía dejar de notar lo incómoda que me sentía cerca de él. No porque me desagradara, sino porque me ponía nerviosa de una manera que no podía explicar.

— Harper...—Su voz rompió el silencio, y levanté la mirada hacia él.

— ¿Qué?.

— Quiero disculparme.

Lo miré, sorprendida.

— ¿Por qué?.

— Por todo. —Se pasó una mano por la nuca, como si estuviera reuniendo valor para hablar— Por cómo te traté cuando llegaste, por lo que pasó en la fiesta…y por no haberme explicado antes.

Fruncí el ceño, sin saber qué responder.

— No tienes que explicarme nada.

— Sí, sí tengo. —Me miró fijamente, su expresión seria— Por favor, solo… escúchame.

No respondí, pero asentí levemente, dándole espacio para continuar.

— Lo de Tessa… —Hizo una pausa, como si las palabras le costaran salir.— Fue un error. No es mi amiga, apenas es una compañera. Esa noche estaba…estaba borracho. Apenas recuerdo qué pasó, y cuando desperté, ella estaba ahí.

Me mordí el labio, tratando de no mostrar lo incómoda que me hacía sentir este tema.

— No tienes que preocuparte Miguel. Enserio.

— Harper, por favor. —Me interrumpió, su tono más suave— Solo déjame hablar.

Sus palabras me desarmaron, así que me quedé en silencio, escuchándolo.

— No quiero que pienses que soy un idiota mujeriego y sin remedio. No soy así. —Hizo una pausa, mirando un punto fijo en el suelo antes de volver a levantar la vista hacia mí— La verdad es que… hay cosas que no sabes de mí.

Lo miré, intrigada.

— ¿Como qué?.

Miguel suspiró profundamente, como si estuviera a punto de compartir un peso que llevaba consigo desde hace mucho tiempo.

— Me encanta la música. Es…mi pasión. Desde que era niño, siempre soñé con grabar un disco, con pararme en un escenario y cantar frente a un público.

Sonreí levemente.

— ¿Por qué nunca lo dijiste?.

Él se encogió de hombros.

— No suelo hablar de eso con muchas personas. Es algo…personal.

—Deberías perseguir ese sueño. —Le dije, con sinceridad— Tienes toda una vida por delante. Y todo el potencial para hacerlo, seguramente.

Miguel sonrió ligeramente, pero luego su expresión cambió, volviéndose más melancólica.

— Hubo alguien en mi vida que...siempre me animaba a seguir mis sueños. Olivia. —Dijo su nombre con cuidado, como si fuera un recuerdo delicado— Ella era…increíble.

Me quedé en silencio, dejando que continuara.

— Estuvimos juntos por mucho tiempo. Ella… falleció hace tres años.

Mi corazón se encogió al escuchar esas palabras.

— Lo siento mucho.

— Descuida. —Sus ojos se fijaron en un punto lejano, como si estuviera recordando algo— Olivia tenía una enfermedad desde hace algunos años, poco después de comenzar nuestra relación. Luchó contra ella mucho tiempo, pero al final…

Hizo una pausa, respirando profundamente.

— Fue muy difícil perderla. Pero no quiero quedarme atrapado en el dolor. Sé que Olivia no querría eso para mí.

— Eres muy valiente. —Le dije, sonriendo levemente— Estoy segura de que ella estaría orgullosa de ti.

Miguel me miró entonces, y su sonrisa fue tan genuina que sentí un pequeño escalofrío recorrerme.

— Gracias Harper. De verdad.

El silencio volvió a instalarse entre nosotros, pero esta vez se sentía menos incómodo, más tranquilo.

— ¿Y tú?. —Preguntó de repente, rompiendo el momento— Nunca me contaste por qué estudiabas en casa.

Dudé por un momento, pero algo en su mirada me dio confianza para hablar.

— Tenía problemas de salud. Cuando era niña, mi corazón no funcionaba bien. Pasé años en hospitales, aislada del resto del mundo.

— ¿Qué pasó después?.

— Hace tres años me hicieron un trasplante. Fue…difícil. Toda mi vida cambió después de eso.

Miguel asintió, su expresión reflexiva.

— ¿Sabes quién fue el donante?.

Negué con la cabeza.

— No. Pero me gustaría saberlo algún día. Es algo que siempre me ha intrigado.

Miguel extendió su mano hacia mí, rompiendo el momento con un gesto inesperado.

— No empezamos bien, así que…¿podemos intentarlo de nuevo?.

Lo miré, sorprendida, pero una pequeña sonrisa apareció en mis labios.

— Harper Broke. —Le dije, estrechando su mano.

— Miguel Mora.— Él me sonrió y tomo mi mano con suavidad.

Pasamos el resto del tiempo hablando de cosas más ligeras, riéndonos de anécdotas y bromas. Por primera vez en mucho tiempo, me sentí cómoda y…feliz.

Cuando el frío se hizo aún más intenso, Miguel se quitó su sudadera sin dudarlo y me la ofreció.

— Tómala.

— Pero tú…

— Estoy bien. —Insistió, con una sonrisa tranquilizadora.— Tú la necesitas más.

Acepté la sudadera, envolviéndome en ella mientras él se acomodaba en otro sillón cercano. Me quedé mirándolo por un momento, mi corazón latiendo un poco más rápido de lo normal.

Tal vez, estar encerrada aquí con él no era tan malo después de todo.

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Me removí un poco al sentir algo en mi hombro. Parpadeé lentamente aún entre sueños, y me encontré con el rostro de Miguel inclinado hacia mí, y sus ojos oscuros fijos en los míos.

— Shhh...—Me susurró llevándose un dedo a los labios.

Aún adormilada, intenté procesar lo que sucedía. Su rostro parecía más suave bajo la luz tenue de la biblioteca, aunque sus labios estaban un poco hinchados y más rosados, probablemente por el frío de la noche.

Antes de que pudiera decir algo, señaló hacia el frente.

El sonido de pasos y voces bajas me hizo girar la cabeza. Alcancé a ver a algunos maestros caminando por la entrada de la biblioteca. Había amanecido.

Miguel me tomó la mano de repente, entrelazando sus dedos con los míos. Su mano estaba cálida en contraste con la mía, fría y algo entumecida por el aire acondicionado. El contacto me estremeció, pero no dije nada.

Con cuidado, comenzó a guiarme, caminando en silencio entre las estanterías enormes llenas de libros. Sus pasos eran ligeros, como si hubiera ensayado este escape mil veces. Yo intentaba seguirle el ritmo, aunque mi corazón latía con fuerza, no solo por el miedo de ser descubiertos, sino también por la sensación de su mano sujetando la mía.

Cuando finalmente llegamos a la salida, la puerta principal estaba abierta de par en par. Solté un suspiro de alivio al cruzarla y me aseguré de llevar mi bolso conmigo.

Estábamos afuera. Por fin.

Miguel soltó mi mano suavemente, y aunque me había estremecido con su contacto, extrañé el calor al instante. No me atreví a mirarlo directamente, pero cuando lo hice de reojo noté que también me observaba, su expresión tranquila, pero con algo diferente en sus ojos.

— ¿Estás bien?.—Me preguntó rompiendo el silencio.

— Sí, estoy bien. —Mi voz sonó más firme de lo que esperaba, pero por dentro seguía temblando.

Mis ojos se desviaron hacia su rostro. La luz del sol lo iluminaba de una manera que me hizo detenerme por un momento. Su cabello estaba un poco desordenado, y sus labios aún más rosados que antes, parecían…no, Harper, mejor no pensar en eso.

— Por cierto.—Dijo de repente, su tono era ligero.— Te ves horrible al despertar.

Lo miré, incrédula, y luego fruncí el ceño con molestia.

— ¿En serio?. Después de todo esto ¿eso es lo que dices?.

Él solo se encogió de hombros con una sonrisa burlona, como si se divirtiera con mi reacción. Su actitud relajada me hizo sentir aún más consciente de lo nerviosa que yo estaba.

— Tienes suerte de que no tenga fuerzas para discutir contigo ahora mismo. —Le dije girándome para empezar a caminar lejos de él.

Debía llegar a casa y ducharme, y si tal vez tenía algo de suerte, llegar a mi primera clase. Pero antes de alejarme demasiado, lo escuché decir:

— Espero verte al rato.

Me detuve un segundo sin girarme hacia él, y sonreí para mí misma. Sin atreverme a mirarlo, seguí caminando, pero algo en mi interior sabía que ese encuentro había cambiado algo entre nosotros.

Y aunque no entendía del todo qué era, no podía evitar sentirme un poco feliz.

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NOTA DE AUTORA: PERO BUEEEEE
Al menos podríamos decir que hay algo allí...¿o no?.

Mucho blah blah blah.

Nos leemos pronto. (;

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