
Capítulo 05.
DESPUÉS DE TI.
Capítulo 05.
Tres meses después.
Desde que Olivia se fue, mi mundo dejó de girar. Era como si la vida misma hubiera decidido detenerse, dejándome atrapado en un abismo vacío. Todo a mi alrededor se sentía sin propósito: los días eran interminables, las noches una tortura.
Antes de perderla, ya había dejado de ser yo. Mi vida giraba en torno a cuidarla, a estar con ella todo el tiempo que pudiera, porque sabía que el tiempo nunca estaría de nuestro lado.
Y ahora que no estaba, no había absolutamente nada que me motivara a seguir adelante.
Había dejado de comer. A veces pasaban días enteros sin que probara bocado. Mis amigos, especialmente Mason, me llamaban constantemente, pero nunca respondía. ¿Qué podía decirles?. Nada de lo que dijeran cambiaría el hecho de que Olivia ya no estaba. Ni siquiera tenía fuerzas para fingir que estaba bien.
Mi madre, como siempre, trataba de estar ahí para mí. Todos los días intentaba hablar conmigo, pero yo la apartaba. No entendía por qué no podía simplemente dejarme en paz.
Una de esas mañanas, mientras estaba en mi habitación, tumbado en la cama con los ojos fijos en el techo, escuché el ya familiar sonido de los suaves golpes en la puerta.
— Miguel, mi amor, ¿estás despierto?...—La voz de mi madre era un susurro cargado de preocupación.
No respondí. No tenía ganas de hablar, mucho menos de escuchar otra de sus frases alentadoras.
— Hijo, necesito que hables conmigo. Me preocupa verte así.
Abrí la puerta de golpe, irritado. Mi madre estaba allí con esos ojos llenos de ese amor incondicional que solo las madres saben transmitir, pero en ese momento no lo vi como algo bueno.
— ¡Déjame en paz, mamá!. Estoy bien ¿sí?. ¡No necesito que estés encima de mi todo el tiempo!.—Mis palabras salieron más duras de lo que esperaba, pero no me detuve.
Ella me miró, sorprendida por mi reacción, pero no dijo nada. Solo suspiró y dio un paso atrás.
— Está bien, Miguel. Si necesitas algo...aquí estaré.
Cerré la puerta con fuerza, apoyando la frente en ella mientras dejaba escapar un largo suspiro. Sabía que no era justo con ella, pero el dolor no me dejaba pensar con claridad.
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Unos días después, mientras estaba encerrado en mi habitación, escuché el timbre de la puerta. No le di importancia asumiendo que sería alguna visita para mi madre. Sin embargo, un par de minutos después, ella llamó desde el pasillo.
— Miguel, hay alguien aquí para verte.
— No quiero ver a nadie, mamá —Respondí con desgano.
— Es la madre de Olivia...
Esa frase bastó para que mi corazón se detuviera por un momento. Me quedé inmóvil sin saber qué hacer. Finalmente, reuní el valor suficiente y salí de mi habitación.
Cuando llegué a la sala allí estaba ella. La madre de Olivia. Su rostro reflejaba el mismo cansancio y dolor que yo sentía. A pesar de todo, me sonrió con ternura y me abrazó, como solía hacerlo cuando visitaba a Olivia.
— Hola, Miguel —Dijo con voz suave, su abrazo transmitiendo una calidez que no sentía desde hacía meses.
No supe qué decir, así que simplemente me quedé allí dejándome envolver por su abrazo.
— Sé cuánto te duele esto. Créeme, lo sé. —Continuó ella, alejándose un poco para mirarme a los ojos— Pero tienes que salir adelante, Miguel. Olivia no querría verte así.
Asentí levemente, incapaz de articular palabra.
— Nos mudaremos de la ciudad. Es lo mejor para nuestra familia. La casa tiene demasiados recuerdos...y duele. —Su voz se quebró un poco, pero se mantuvo firme.— Pero antes de irnos, quería darte esto.
De su bolso sacó una caja de madera con mi nombre grabado en la tapa.
— Olivia la dejó para ti. Me pidió que te la entregara cuando estuvieras listo, pero creo que ahora es el momento.
Tomé la caja con cuidado, como si fuera el objeto más valioso del mundo.
— Gracias... —Fue todo lo que logré decir antes de que ella me diera un último abrazo y se marchara.
De vuelta en mi habitación, coloqué la caja sobre mi cama y la observé en silencio. La madera estaba pulida, y el grabado de mi nombre era perfecto, como si Olivia misma lo hubiera hecho.
Abrirla me tomó más tiempo del que esperaba. No sabía si estaba preparado para lo que había dentro. Pero fnalmente, reuní el valor y la destapé.
Lo primero que vi fueron fotos. Fotos de ambos, sonriendo en diferentes momentos de nuestra relación. Luego estaban las pulseras que nos habíamos intercambiado cuando cumplimos un año juntos. También encontré la primera manualidad que hicimos juntos: un pequeño corazón de papel que ella decoró con nuestros nombres.
Pero lo que más llamo mi atención fue una pequeña memoria USB envuelta en papel. La desenvolví con cuidado, notando una nota escrita con la delicada caligrafía de Olivia:
"Recuérdame feliz, Miguel. Siempre tuya, Olivia."
Sentí un nudo en la garganta al leer esas palabras. Sabía que ver lo que contenía esa memoria iba a ser duro, pero también era un pedazo de ella que no podía ignorar.
Encendí mi computadora con manos temblorosas y conecté la memoria. Dentro solo había un archivo de video. Haciendo acopio de todo mi valor di clic para reproducirlo.
La pantalla se iluminó, y allí estaba ella. Olivia.
Su cabello rojizo brillaba con una intensidad que parecía casi irreal, sus ojos verdes llenos de vida, y su sonrisa...esa sonrisa que siempre lograba derretir mi corazón. Me quedé sin aliento al verla.
Era como si el tiempo retrocediera y volviera a tenerla frente a mí, tan vibrante como la recordaba.
— Hola, Mikey. —Dijo con una voz dulce, casi como si estuviera allí en la habitación conmigo.— Si estás viendo esto, supongo que ya no estoy contigo...
Sus palabras golpearon mi pecho como una tonelada de ladrillos.
— No quería que esto fuera triste, aunque sé que probablemente lo será. Pero antes de nada, quiero que sepas cuánto te amo. Siempre lo he hecho y siempre lo haré.
Ella hizo una pausa y luego sonrió, como si estuviese preparándose para lo que iba a decir.
— Primero que nada, no llores, ¿eh? Bueno, sé que es imposible porque te conozco y sé que eres un llorón de lo peor. Pero prométeme que al menos vas a intentar no parecer un desastre total después de esto.
No pude evitar soltar una pequeña risa entre lágrimas.
— Ahora en serio, Miguel. Quiero que te tomes esto como una charla más entre nosotros, no como una despedida. Cuando me enteré de mi enfermedad, me asusté, pero también sabía que si alguien podía manejar esto conmigo, eras tú. Siempre fuiste mi roca, incluso cuando yo sentía que todo se desmoronaba.
Yo solo podía mirarla, incapaz de procesar todo aquello que estaba diciendo.
— Pero ahora necesito pedirte algo. Quiero que sigas adelante. No quiero que te quedes atrapado en el dolor de perderme. Sé que no será fácil...pero quiero que prometas que intentarás ser feliz, aunque sea un poquito cada día. Quiero que vivas, que te enamores, que te cases, que tengas una familia...
Olivia sonrió de nuevo, esa sonrisa que tanto amaba, y me señaló con el dedo como solía hacer cuando me daba órdenes juguetonas.
— Ah, y una cosa más...sé que eres testarudo, Miguel. Lo he visto mil veces, pero cuando conozcas a una chica, porque lo harás. Por favor, no te cierres. Déjate llevar ¿vale?. No analices demasiado las cosas, no intentes compararla conmigo, porque sé que lo harás. Pero prométeme que te darás la oportunidad.
A este paso mis mejillas estaban empapadas, me negaba a la idea de conocer a alguien más y olvidarla, no puedo.
— Sé que te va a costar pero hazlo por mí. Porque aunque no puedo estar allí contigo, quiero que seas feliz, mi amor. De verdad...No te pido que me olvides, siempre llevarás un pedazo de mí contigo, y eso está bien. Pero por favor, vive. Por los dos. Y no te preocupes, ya me encargaré de enviarte a la persona correcta. Créeme, lo sabrás cuando la encuentres.
Terminó con una sonrisa y su característico guiño.
— Te amo, Mikey. Y aunque ya no esté físicamente, siempre estaré contigo, cuidándote. No lo olvides.
El video terminó y la pantalla volvió a oscurecerse. Me quedé allí, en mi silla, mirando el vacío mientras las lágrimas caían libremente por mi rostro. Todo el dolor que había estado conteniendo durante meses salió en ese momento.
— Gracias, Liv... —Murmuré entre sollozos- Gracias por todo.
En medio de mi llanto, escuché que alguien golpeaba la puerta.
— Miguel, soy Mason. ¿Estás ahí?.
No respondí al principio, pero él insistió. Finalmente, abrí la puerta y allí estaba, mi mejor amigo, con una expresión preocupada al verme tan destrozado.
— Amigo... —Dijo entrando y cerrando la puerta detrás de él. Sin decir nada más, me abrazó con fuerza, como si supiera exactamente lo que necesitaba en ese momento.
No dije nada, solo me dejé sostener, porque por primera vez en mucho tiempo, sentí que no estaba completamente solo.
Ese día algo dentro de mí cambió. Aunque el dolor seguía siendo inmenso, las palabras de Olivia comenzaron a calar en mi corazón. No iba a ser fácil, pero tenía que intentarlo. Por ella. Por mí. Por la promesa que le hice de ser feliz, con o sin ella.
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NOTA DE AUTORA: Falta muy poco para que estos tengan su primer encuentro, QUE EMOCIÓNNNN.
Pero denle apoyo o algo ):
Nos leemos prontooo.
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