la cosecha
𝐃É𝐑𝐈𝐕𝐄
•
ι∂єα ∂є qυє, αυɳϙυҽ ναуαмσѕ α ℓα ∂єяινα, α¢αвαяємσѕ ∂є иυєνσ єи єℓ ¢αмιиσ ιмρυєѕтσ ρσя ℓαѕ ¢ιя¢υиѕтαи¢ιαѕ qυє иσѕ яσ∂єαи
•
Me encontraba en el patio, rodeada de gente parecía haber perisos toda la esperanza. El sol brillaba en el ciemo, pero no parecía tener ningún efecto en la atmósfera oscura que nos rodeaba.
Hace horas estaba despierta, solo que aún no me había dignado a levantarme de la cama. Mi cabeza estaba hecha un desastre, en estos tiempos siempre era así, era inevitable no hacerlo. Apostaría a que no soy la única que se siente así; los jóvenes del rango de doce años a dieciocho también lo hacían, y de la peor manera.
Estos últimos días pude oír a los pequeños gritar, mejor dicho: despertarse asustados por las múltiples pesadillas que ocasionaban la llegada de la nueva cosecha. Un estúpido evento anual que se hacía para poder seleccionar a los dos afortunados jóvenes que irían a los juegos del hambre.
Yo sabía cómo tratarlo, o eso es lo que yo creía. Mantenía todos mis sentimientos guardados en lo profundo de mi humanidad, podría decirse que intento mantener una máscara. Pero, lastimosamente esto lo aprendí gracias a los traumas que se me generaron el año pasado; en la edición número sesenta y siete de los juegos del hambre. Cuando mi única hermana fue seleccionada para los deportes de la muerte.
Y no salió con vida.
Ni siquiera pudimos velar sus restos.
Ese año fue tan trágico, duro e impactante para mí, cada vez que la recuerdo una ira brota en mí.
Recuerdo como la espada del chico del distrito dos se clavaba lentamente en su pecho, llevándose su vida como si no valiera nada. Evelyn era una chica muy buena, era mi pequeña hermana menor, confidente y amiga, única amiga.
Mis lamentos se terminaron en cuanto oí a mi madre. Ella era la única persona que me quedaba, pues mi padre desapareció en cuanto se enteró de que ella estaba embarazada de Evelyn y más familia no tenemos. Solo somos nosotras dos contra el mundo.
—Buenos días, tu ropa está en la mesa— habló, mientras terminando de arreglar una red de pesca que habían encargado hace dos días atras.
Ella era algo terca, demasiado, diría yo. Trataba de entenderla, pero no podía. Se todas las cosas que le pasaron pero aún sigo esperando más de ella. Tal vez algún sentimiento que no sea: rabia o tal vez enojo.
Ser literalmente como una piedra.
—¿Me acompañaras hoy?—nerviosa, me atreví a preguntar—Son fechas duras para las dos y entiendo que...
Entre a la casa y la observé.
—Para todos—aclaró, rápidamente. Inhaló profundamente y pasó las manos por su cara—, Y sabes perfectamente que no me gusta asistir.
Y a mi tampoco, pero lo tengo que hacer...
Pero bueno, era lo de cada año. Solo debería sobrevivir un año más.
—Bueno, pues...yo soy la que irá a la cosecha hoy, mi nombre estará seis veces en esa urna—me encogí de hombros, observándola de soslayo—.Seré un puerco que irá directo al matadero...
Hubo silencio, ella no dijo nada.
—No iré, Lea. Es mi última palabra.
— Esta bien, mamá—solté entre dientes—Estaré bien, no te preocupes.
Así de rápido como solté todo eso, me fui. Obviamente antes tomé la ropa que me había preparado. Por ese mal momento no me había dado cuenta de la hermosa prenda que tenía en mis manos. Era un vestido color rosa pastel y a su alrededores tenía distintos tipos de telas. Seguramente salió su dinero. Pero nosotras teníamos un poco de ventaja con esto, mamá le arreglaba unas redes de pesca al marido de una vecina que hacía estos hermosos vestidos. Y bueno, nosotras también nos dedicábamos a la venta. De eso vivíamos, arreglando las redes de nuestro queridísimo distrito cuatro; los hombres creían que nosotras solo servíamos para arreglar y empacar las cosas que ellos producen para sus famosas pescaderías. Algo totalmente machista, ellos hacían el trabajo "duro" y nosotras el " aburrido y delicado"
En cuestión de segundos terminé de prepararme, peine un poco mi cabello y salí de mi habitación. Mamá estaba preparando unos mariscos, pero, en cuanto me vio pude ver unas pequeña chispa en sus ojos, tal vez, ¿Humanidad? algún sentimiento.
—Te ves hermosa—murmuró, en un intento de sonrisa que desapareció al instante—Ya es tarde, debes ir—ordenó, mientras continuaba con su preparado.
—Gracias...nos vemos a la vuelta—susurré, lo bastante alto para que ella escuchara.
Una parte de mí decía que vaya a abrazarla, pero la otra se negaba. Pero nunca me hacía caso, por eso, rápidamente me fui hacia lo que seria la plaza central. Estaba cerca del muelle, desde lejos se podía observar las grandes pantallas e iluminaciones que habían preparado para a esta nueva edición. También se deslumbraba la larguísima cola de jóvenes que hacían los procedimientos correspondientes para el registro de identidad.
•
Mis ojos se centraban en la mujer que estaba en medio del escenario, su vestuario era de un amarillo patito y su peluca igual. Cada año traía un vestuario distinto y llamativo, esa era su onda, la de todos los del Capitolio.
Cada año mostraban el mismo video, el video que me sabía de memoria y odiaba a muerte. Ese video reflejaba todo lo malo de esto, no podía creer que unos estúpidos hayan decidido hacer esta locura años atrás. Y el que piense lo contrario es y será un idiota, ¿Quién piensa que es divertido meter a veinticuatro niños en una arena, y hacer que se maten entre todos?
¿Por qué no se meten ellos y producen su propio show?
—Bienvenidos, sean bienvenidos un año más a la cosecha de estos sexagésimos octavos juegos del hambre—las palabras de la escolta retumbaron en mis oídos—Sin más que hablar, comencemos.
En ese instante la mujer metió su delicada mano dentro de la urna, y comenzó a moverla suavemente hasta que tomó uno de los pequeños papeles. Parecía que en ese momento todo transcurría en cámara lenta.
—Que emoción—soltó, relamiendo sus labios color violeta—La tributo femenina de este año será...
Siempre tenían que darle suspenso, lo odiaba. Pero, solo faltaban unos microsegundos para volver a ser libre, para ser otra sobreviviente.
Esos minutos de espera eran eternos.
—Dominique Odair.
El publico se quedo callado y las miradas se dirijieron hacia el famosisimo vencedor del distrito cuatro. Su cara demostraba preocupación y asombro. La niña rubia que estaba justo adelante de todos subio al escenario con timidez. No tenia más de doce años; tenía un vestido azul y un moño de igual color en su cabeza.
Era tan pequeña que me hizo acordar a:
—Evelyn...—susurré para mis adentros
—¡Por favor!
Odair se levanto de su lugar e hizo que todos le presten atención.
—¡Ella es mi hermita! ¡Si alguien se ofrece de voluntario, por favor! ¡Lo recompensare con lo que quiera: oro, una vida llena de lujos...
Se agarro su cabeza desesperadamente y las lágrimas del hombre más misterioso de todo Panem comenzaron a brotar por sus mejillas.
Margaret, la primer vencedora del distrito tomo al rubio. Lo abrazo e hizo que vuelva a su lugar. Pero en vez de suceder eso, dos agentes de la paz vinieron y se lo llevaron hacia el interior del edificio de justicia.
—Debemos seguir con el tributo masculino que nos representará en esta nueva edición de los juegos del hambre. El muchacho afortunado es...Steven Gray.
Debo admitir que me sorprendí al escuchar ese nombre, también era uno de los más conocidos en nuestro distrito; sus padres eran los mejores comerciantes de esta zona. Pero, no solo se hablaba de eso, su anterior hijo también fue cosechado dos años atrás. Y lamentablemente, murió.
Los Gray definitivamente habían pasado abajo de una escalera. Igual los Odair.
—¿Steven Gray?
Mis ojos se quedaron observando las grandes pantallas que estaban en los extremos del lugar, ahí podía ver como Steven era escoltado por unos agentes de la Paz y subía hacia el escenario.
Sentí la bilis correr por mi garganta al ver que la escena se repetía nuevamente. Mis manos sudorosas comenzaron temblar y mi corazón a latir más rápido de lo común.
—Dense las manos—dijo la escolta, casi obligándolos
Steven Gray tuvo que agacharse a la altura de la niña, que no paraba de llorar en voz baja.
Hazlo.
¿Pero, era realmente lo que queria?
—Les presentó a los tributos de los Sexagésimos octavos juegos del hambre. Espero que...
—¡No, esperen!
De mi garganta salio un grito cegador. Kenny, la acompañante del distrito observo hacia mi posición. Las luces y las camaras también se posaron en mi.
Es tu ultima oportunidad de cambiar esto, hacer que todos se arrepientan.
—¡Me ofrezco como voluntaria!
EDITADO.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro