Capítulo XVIII
Alcance su mano antes de seguir el rumbo al frente de nuestros ojos. La agitación de nuestras respiraciones sin descanso es lo menos que nos preocupa ahora, teniendo el terror de que quizás esas cosas nos atacaran de nuevo. El hecho de haber pensado si quiera que el primer día del viaje iba a ser tranquilo, y no habrían ataques, es pensar que algún día, la humanidad acepte que es una mierda.
—¡Espera, espera!— Jalo de su brazo, deteniendo su caminar. — ¿Qué fue todo eso?
—Mikela, por favor no quiero hablar ahora, te juro que te lo explicare mañana.—Suplica; mirándome abatido, tratando de controlar su respiración. —Pero, no ahora.
—¿Es un chiste de mal humor? ¿Como vas a esperar a mañana para explicarme lo que acaba de pasar? No seas tan cruel... —Mis palabras ruegan que las detenga, pero la cólera me infla las mejillas y los ojos me arden. —No deseo dudar de ti... —Su figura se aproxima, atrapándome en sus brazos.
—Perdóname, perdóname, perdóname. —Masculla en un hilo de voz inexistente. —No pensé que iría a pasar esto, ellos tenían que haber sido extinguidos la ultima vez que estuve aquí. Por eso no dije nada, por eso no te conté de ellos.
Hugo nunca a sido, en el corto tiempo que lo conozco, alguien que demuestre transparencia con lo que sienta o tenga temor. Sus brazos me tiene contra su pecho mientras este solo tiembla en silencio, marcando su respiración templada en mi oído.
—Perdóname. — Con su mano eleva mi mentón para mirarlo. En serio me gustaría solo decirle que esta bien, pero la cólera de por si solo seguía.
—¿Por qué usar otro nombre? —Lo mire decepcionada. Tratando de alejarme de él. —¿Por qué tantas mentiras? ¿No tienes la confianza de decirme la verdad? ¿Quién era ese tipo que te trataba tan discriminante contigo?
El silencio lo absorbió en un trance donde me contempla sin mas, baja la cabeza, zarandeándola y relamiendo sus labios.
—No quiero perder lo único que me hace sentir vivo.
Ahora la que se quedaba en el bocado del silencio soy yo.
—¿Recuerdas cuando te dije que me arrepiento de muchas cosas? —Asiento— ¿De mi pasado? Él fue una de esas tantas personas que estuvieron en ese entonces, personas que traicione, lastime. Mikela, yo no soy la persona que crees que soy. —Retuvo un suspiro colocando su mano sobre su boca —Soy alguien que puede llegar a hacerte tanto daño. —El retumbar de sus pasos aparece al moverse de nuevo hacia mi. Quedando tan cerca que la distancia prefiere no intervenir. — Que llegara un punto donde hasta tu me desconocerás , y me odiaras tanto que el amarte sera el castigo que pague.
—Eso no pasara— A cuenco su rostro entre mis manos de manera pasible, admirando sus hermosos ojos los cuales me miran a mi. —Te lo prometo.
—No hagas promesas que no sabes si puedes cumplir, Ratoncita. —Susurra sobre mis labios, para sentir la suavidad de los suyos en mi mentón.
Sus manos terminan enrolladas en mi cintura, obligándome a apegarme mas a él; paso mis manos por su ancha espalda, acariciando su abrigo y a la vez reforzando el abrazo que habia nacido de ese momento.
Las caricias se convierten en algo que temo acostumbrarme y cuando no este, me hagan tanta falta.
Hugo odia su pasado y la persona que fue en ese momento, la dureza con la que se habla. Admite sus errores, pero creo que nunca llegara a perdonarse.
Ni yo.
Él estar en sus brazos es como olvidar el dolor, la cólera y la tristeza que abruma mi mente. La tragedia del día a día, los temores, todo se despeja cuando estoy con él en estos momentos que son tan pocos, pero especiales. Es curioso pensar que ambos nos odiamos a nosotros mismos, pero amamos al otro.
—Cumpliré mi promesa. Y cuando toco acabe, olvidaremos nuestros pasados— Subo mi mirada con rasgos de decisión y persistencia, para encontrarme de nuevo con esos ojos que amo, para volver a desviar la atención de ellos a sus labios. — y...
—¿Y?— su voz roza de nuevo mis labios. Siento la inercia de pararme de puntillas, y como el calor me impregna las mejillas.
—Seremos felices juntos.
La fugaz y tenue sonrisa de él, me aprieta el pecho en un brinco de emoción. Ambos frotamos nuestras narices como un tipo de acto cariñoso, como un beso. La suavidad con la que besa mi cabeza, mi cuello y mis ojos es tan gentil. Una sensación que sé que puede llegar a mas, pero sabemos que no podemos.
—Pero aun tengo mis dudas —Comento, aun pegada junto a el. —¿Por que te detesta tanto ese tipo?
—Fueron muchas cosas que pasaron, muchas de las que jamas me lograre perdonar. Él era el primer amigo que tuve en la brigada, se llama Scar
¿Brigada? Que sera eso.
—Es un curioso nombre, es muy parecido al villano de esa película de Disney. —Hugo asiente, confirmando mis palabras.
Los edificios se ven como los de esas ciudades embrujadas, no como el pueblo, mas bien es agradable la sensación. Altas y bajas construcciones varían en el orden en como van apareciendo, locales pequeño de comida y bebidas, bibliotecas, riendas de ropa, casi por completo cerrados. Aun hay gente caminando por las avenidas y por nuestros lados—Estamos alerta de que no se repita lo de hace rato— ninguno se fija en como vamos vestimos. Sus ropas son tan actuales con cortes rebeldes y alocados, colores llamativos y apariencias... Bueno, algunos parecen hasta partes de clanes de drogas.
La imagen de Londres cambia según su perspectiva. Es como ya tu la veas.
Sé que las personas no son un bello rubí, pero no significa que la ciudad no lo sea; siempre admirare Londres, su belleza, cultura y toda su historia me sorprenden.
Recuerdo cuando Padre tenia que viajar casi todas las semanas hacia aquí, tenia fe de que me trajera un recuerdo de la ciudad: una taza, una muñeca aunque sea un caramelo. Cada que se iba le daba una carta para que no se le olvidara, pero ni las abría, solo las guardaba y se centraba en lo que le importaba que eran sus propios asuntos. Él siempre adornaba sus disculpas con una escasa mentira.
"Linda, he estado tan ocupado que se me ha pasado comprarte esa muñeca de la que tanto me habías hablado, pero en el siguiente viaje te la traeré. —Nunca lo hizo.
"Oh, dulzura en la tienda no tenían ese tipo de dulces. Habían dicho que se han agotado hace meses y no han recargado la sucursal, pero ten, un puro. Para que empieces por el buen camino..."
Padre era un mal mentiroso, pero siempre se disculpaba conmigo cuando me llevaba al parque o salíamos a escondidas de Madre para comer helado.
¿Él seria consciente de que yo merecía una mejor vida?
—¿Es aquí?—Señale el gran edificio de cuartos, una inmensa entrada que decora el plantel, con un corto número de escaleras del mismo material, con un pasamanos de hierro negro. A las esquinas de las escaleras, se hayan dos pequeños jardines con petunias un tanto marchitas.
—Sí, es aquí. Mi habitación siempre solía ser la del ultimo piso. —Señala con la cabeza, indicando la parte mas arriba del edificio que se mantiene a oscuras. Subimos las escaleras unidos de las manos.
—¿¡El último!?—¡Que suerte carajo! Y yo que no quiero caminar más. —¿Por qué no escogiste el del primer piso o planta baja? ¡No quiero caminar mas, francés!
—Pero, primero hay que conseguir la llave de la puerta de entrada.
—¿Revisamos las mesetas de las plantas para encontrar la llave?
—No, —señala las linternas que cuelgan a nuestros ojos— esas son las que hay que revisar.
Luego de unos minutos donde Hugo me alza mas de la cuenta para revisar cada una de las linternas en busca de la llave, fue en la ultima cerca de las plantas que estaba oculta.
—La tengo.
La llave es curiosa, no parece como si hubiera sido entregada por alguna cerrajería, la plata reluce sobre las tenues luces, estaba algo oxidada y golpeada.
—¿Me permite la llave, mi dulce madame? —Lo miro algo graciosa; me ofrece su mano libre para posar en sus palmas la llave.
—Con gusto, mi señor.
Introduce la llave en la cerradura, da unos suaves giros para parar abruptamente y girar a la inversa; el sonido de las claves abriéndose escapa como una sola nota armonizada. Ambos pasamos al interno, entrando en el recibidor.
La cotidianidad de como esta acomodada es bastante extraña. Todas la luces están apagadas, y las ventanas son las que proyecta aquella iluminación que nos ayuda ver por donde caminamos; dos grandes ventanales con forma de arco en la pared a nuestras espaldas encima por donde acabamos de pasar. De primera estima te encuentras con un enorme espejo de cuerpo completo, que nos refleja; —Si fuera por mi no me creería lo que veo—él aspecto de Hugo grita por tocar la suavidad y el calor de las mantas, esperando la amabilidad del sueño, la gorra esta que se le cae por uno de los extremos de su cabeza, el peso que lleva en sus brazos incluyéndome tienen que estarle torturando la espalda.
Su marco es añejo y deprimente, pero hay algo que lo mantiene resistente; el otro extremo no se haya algo que sea de gran importancia, pero si hay un tipo de parador para colocar los paraguas.
El pasillo es angosto, encima de su tosca piel de cerámica la tapa una alfombra de túnica larga que se extiende sin saber hasta donde termina su parada; no hay presencia de algún patrón que la vista: desnuda, mostrando su color que contrarresta a la oscuridad. La luz de luna traspasa los cristales azules de las ventanas acompañándonos, abrazando a su paso las paredes y todo aquello que ella alcanzara con ese místico azul. La tranquilidad es palpable ante la ausencia del ruido dando otro aspecto a la escena, desde afuera uno podría llegar a pensar que la edificación no es tan ancha como se suele pensar al ser tan angosta y alta. La alfombra se expande a cada paso, una señal de decir que el corredor se esta acabando y llegaremos a la estancia.
Pequeños muebles desgastados que rodean una mesa de solo una pata en donde posaba un jarrón con flores marchitas, y a su alrededor varias pinturas de arte de antaño y debajo de estas un papel tapiz un tanto despellejado. También se pueden observar muy cerca de lo que creo son las escaleras, Pequeños carros de plástico, tobos y muñecas de trapos en la sombra de la rejilla de metal que cubre las escaleras.
Los ecos de las pisadas de Hugo se escuchan ante el solemne afonía, pasos rítmicos que disfrutan de la lentitud a la que nos llevan. La luna nos sigue los pasos, entrando entre los pequeños huecos de la rejilla. La vista de todo era tan ¿mágica?, creo que se le puede decir o describir con otra palabra, porque todo luce tan delicado y sutil, se nota la escasez y la decaida del lugar, la necesidad y falta de cuidado del edificio aun estando limpio va mas alla de eso.
Llegamos a un punto donde ahora, nos alumbra pequeños bombillos que iluminan el camino de un amarillo apagado. La escalera tenia varias esquina, o si mucho varios escalones con machas deformes de oxido; La reja de metal que cubre las escaleras paso a ser paredes vestidas de un tapiz verde moho, que daba "ambiente" al lugar, pero solo lo ensombrece mas logrando un efecto tan opuesto al de antes en el vestíbulo.
—¿Desde cuando conoces a tu amigo?
—Desde hace años. Cuando vivía aquí con Elina, necesitaba conseguir algún lugar donde podría ganar dinero, pero los lugares a los que iba no me aceptaban por ser menor de edad en ese momento.
—¿Cuántos años tenias en ese entonces? —Tuerce la boca, y arruga la nariz.
—Creo que ya había cumplido los trece años. —Pero, era apenas un niño. Fruncí la mirada, apegandome al cuello de su camisa, enrollando con mas fuerza mis brazos en su cuello. —¿Qué tienes? ¿Pasa algo? —Niego.
—Solo estoy un poco cansada nada más.
—Nos falta subir este próximo piso, y estaremos cerca de descansar, Mik. —Me regala una pequeña sonrisa, apretando los labios.
El techo parece solido en su deber, no desiste y sigue pero, trozos de él caen en pequeños escombros, cediendo a su invalidez de poder seguir; cayendo sobre la bermeja alfombra, perturbando su desteñido y lóbrego equilibrio. El tapiz se desprende de las paredes colgando de las esquinas como cortinas sin mucho detalle; el pasillo se divide en dos extremos, uno a la izquierda y uno a la derecha, donde se ven una eterna fila de puertas identificadas con números.
Tomamos el de la derecha, observando cada puerta, aunque se vean monotomas cada una tiene algo peculiar.
Mientras mas avanzas el color de la puerta cambia o se ve mas dañada.
Hay variaciones pero una es peor que la otra, como si contaran lo que ocultan atrás de ellas.
El andar de Hugo se detiene en la antepenúltima puerta. Un color terroso suave, de bordes negros con cicatrices que decoran todo su presentacion, el pomo de la puerta es dorado con pequeñas manchas de suciedad. y en todo el centro destaca el numero de departmento.
El quinientos cincuenta y cinco. Es un número carpiano.
—Llegamos, ratoncita. Es aquí.
—¿Ahora qué hacemos?— Se deja mostrar ansioso, soltando aire con notoria pesadez, el color rosa de sus mejillas desaparece por instante para que el pálido blanco se le posara en toda la cara—¿Estás bien?
—Sí, pero tengo siete años que no lo veo. No sé si logre recordarme o saber quien soy; desde que pasaron esos eventos la ultima vez que lo vi a él y su esposa antes de irme a Liverpool, manche por completo mi imagen a ellos. Solo, tengo miedo de como reaccione.
Le acaricio la mejilla con el torso de mi mano—Todo va a estar bien. Haya pasado lo que pasó en ese entonces, creo que en algún momento debieron perdonarte, ¿no crees? Eras un niño cuando paso todo. Tendremos la edad de ahora, «adultos», pero seguimos siendo críos solo que ahora sabemos que hay consecuencias dado nuestros actos, ya sean buena o malas. De cada una de aprende. Los errores del paso son el recuerdo de las lecciones de hoy.
Y de nuevo, esas perlas me ilustran con ese pequeño brillo en el suave jade de sus ojos.
—Gracias, Mikela.
Podrá ser mayor por unos años pero, sigue siendo un muchacho joven que le falta mucho por aprender. Y también sentirse seguro, y protegido.
—¿Ratoncita, podrías tocar la puerta por favor?
Hago lo que me pide, dos tres toques a la puerta y ambos esperamos, me acomoda en sus brazos y carraspea un poco controlando su nerviosismo; su agarre se fortalece como muestra secundaria de que hace lo posible para no mostrarse inquieto.
Se oyen ruidos dentro como cosas moviéndose, lo que antes no lograba distinguir ahora se escucha con mucha mas claridad, las pisadas se aproximan con pausa pero directo a donde nos encontramos. Varias aberturas de cerraduras y hasta un candado, para observar como el pomo de la puerta se mueve a la espera de la persona que esta abriendo la puerta.
Su color moreno castaño; un poco mas fuerte que el de la señora Weber; dulce y rico de ver como el chocolate. De estatura media, casi un poco mas arriba que mi altura; peinado en un corte de caballero actual, corto con un poco de volumen donde se pueden visibilizar una calva temprana, rapado desde la nuca y laterales sin excederse. Pequeñas machas de lo que parece ser aceite estampan la franela blanca que usa, pantalones con tiras que los sostienen, el color de sus pantalones es como los de Hugo, un beige opaco que también tiene algunas manchas que se camuflan; en su mano derecha sostenía un vaso de agua.
Las cuencas de sus ojos se abrieron, elevando sus cejas; su mano tiembla al recibir el vaso casi dejándolo caer. Sacude su cabeza, cerrando sus ojos para volvernos a observar
—Esto no puede ser verdad. Creo que el trasnocharme me esta pasando factura.
—Hola Jhont. —El visible pero pasable temblor en su voz no despierta alguna otra emoción en el hombre, solo se le queda mirando como si fuera irreal que estuviera ahí, parado frente a su puerta; mueve su mano debajo de mis piernas para saludarlo.
Sus ojos pasan a mirarme con duda, curiosos del porque me encontraba entre los brazos de Hugo. Posa el vaso de agua en algún mueble cerca.
—La chica, ¿se siente bien?
—Sí, sí. Solo esta cansada.
Se gira para ver atrás, rascándose la nuca. —Pasen, se les ve que ha sido un viaje bastante pesado, no?
Sí, muy pesado diría yo.
—Gracias, Jhont. —Asiento apretando los labios en una agradable mueca. —Tenemos que hablar de muchas cosas.
—Creo que es bastante necesario. —Remarca el «necesario» mirándome.
Pasamos al interior del departamento. Algo pequeño, pero acogedor con esa esencia hogareña que tiene la casa de la señora Weber. La sala de estar esta conectada a la diminuta cocina-comedor. Una sala de estar del tamaño de un cuarto, se puede notar que la falta de espacio es muy dura para ellos, los muebles cerca de la puerta se ven apretados, como en un armario acumulado de cosas volviéndose para la vista algo incomodo.
—Perdonen el desorden y el poco espacio. Pueden que no estén acostumbrados.
Hay varios retratos, fotos y periódicos pegados a la pared que ahora no detallo con atención; azul apagado que viste las paredes de a poco deja descubierta su pálida piel, como el del corredor. Hay varias cosas en la sala, piezas, herramientas, papeles desordenados encima de la mesa cerca del televisor.
—Descuida, esta bien. —Jhonth se acerca apresurado al sofá, luego de cerrar la puerta— Gracias de verdad por dejarnos pasar.
—Sabes que no hay problema, hijo. Y disculpen otra vez el desorden, estaba arreglando algunas cosas. —Recoge con apresuro las herramientas para guardarlas dentro de una enorme bolsa cerca del sillón. —Si quieres, puedes colocar a la chica en el sofá.
Hugo le hace caso, y me coloca delicadamente sobre el mencionado; se quita las maletas que cargaba, y se sienta en el sillón que esta al lado del sofá. Jhonth se dirige a la cocina, sacando dos vasos para servirnos agua. Este llega y nos ofrece los vasos.
Ambos agradecemos, y este se sienta en el sillón opuesto al de Hugo.
—Entonces, ¿ella es... —Lo interrumpe
—Su nombre es Mikela. Vive en el pueblo donde nos mudamos. —Él asiente lentamente entendiendo lo que dice Hugo. —Vinimos de viaje por algunas asuntos que debemos de atender
—Vale, comprendo. Me alegra verte de nuevo hijo.— Su tono es mañosa y sutil como la de un padre comprensivo.— Y es un gusto conocerte, Mikela—Sus ojos verdes agua han sido opacados por las cataratas, como la señora Weber. Una que otra verruga se posa en su rostro hasta cuello.
Le sonrió como un saludo a secas. No es que no quiera, solo no me siento a gusto todavía para saludarle. Aunque se ve que es un buen tipo.
—Si tienen hambre, les puedo servir del estafado de carne que preparo Marie.
—¿Ella sigue aquí? —indaga emocionado y ansioso.
—Si, —rió cortamente, apoyándose al frente —luego de tantas discusiones, peleas. Nos dimos un tiempo separados, creo que es como dicen por ahí que el tiempo sana y calma las cosas, volvimos a hablar, aclaramos muchas cosas hasta fuimos a las terapias estas que usan para mejorar la comunicación entre los matrimonios— bajo la mirada mientras se frotaba las manos, aun con esa sonrisa perlada, soltando un sonoro suspiro—Nos dimos cuenta que aun peleando nos necesitábamos, algo masoquista pero cierto, yo soy la parte activa que la motiva, la impulsa y no la deja caer; ella en cambio, es la que me calma, la que me aconseja, la que me libra de mis tormentos.
—Me alegra un montón que sigan juntos. Pero, una pregunta ¿ella fue de la idea, no? —Afirma riendo por lo bajo, acomodándose en el sillón.— Y ¿qué hacías tan tarde despierto?
—Tengo que traer el dinero a la casa hijo, aunque con lo que gana Marie comemos por un mes, tengo que aportar de igual manera, es mi casa y soy el padre, ¿Cómo puedo decir que mis hijos se pueden apoyar en mi, sino puedo si quiera traer la cena?—Inquiero con algo de obviedad.— Estaba arreglando unas piezas de motor de un carro que esta en el taller. Y como es el único tiempo donde no estoy ocupado con los niños.
—Comprendo.
Desde las escaleras empiezan a oírse murmullos del tamaño de un ratón, diminutos pero escandalosos. Es una diversa cantidad de voces que sin notarlo es un equilibrio entre las agudas, con esas que no son exactamente agudas.
«—¿Quíenes son ellos? ;La chica es como una muñeca;¿Alguien sabe de dónde son? ¿Serán amigos de papá?, ¿Tendremos nuevos hermanos? aunque se ven un poco grandes. ¡Cállense que nos van a oír!»
—Pero, creo que los niños ya saben que hay visitas— Las voces comenzaron a moverse, pisadas rápidas y escurridizas tratando de escapar. Jhonth se levanta con flaqueza y se dirige al pie de las escalera. —¡Niños, vengan de nuevo por favor!
Ahora los pasos resuenan en una linea, una desemejanza de colores y tamaños; los mas pequeños estaban al frente mientras los más grandes en la parte de atrás, cada uno de coloco al lado del que le seguía atrás de la figura de Jhonth. El mayor de todos se desplaza al lado opuesto de las escalera.
—¡Chicos! ¿Qué les he dicho sobre escuchar conversaciones que no deben? —La represalia no suena desafiante o intimidante, mas es un tipo de llamado de atención donde aun sin creerlo te hace ver que has hecho mal. El cuerpo de los niños se inclinan hacia adelante bajando la cabeza para disculparse de manera unisona.
—¡Es que escuchamos cuando abriste la puerta, papá. Y pensamos que era mamá!— Una voz energética y contundente nace de ese diminuto cuerpo; sus coletas se mueve al son de sus palabras de aquel poderoso rojo como el fuego, piel blanca como si de porcelana estuviéramos hablando; su rostro esta suavemente sucio por la tierra, quizás estaba jugando con algo.
Los miro, en total son 4 infantes. Dos niñas y dos niños. Todos de diferentes etnias.
—¿Cuando llegara mamá a casa, papá? —Pregunta con desesperación guardada a tras de esas palabras, un tono tímido y temeroso, como si tuviera miedo de todo. Su piel es de un fresco color miel brillante que bajo el sol tiene que ser hermoso, de cabellos largos cual noche sin estrellas, en su frente posa un punto rojo. Entre sus brazos tenia un oso de peluche blanco.
—Dentro de unas horas, pequeña. Sabes que el autobús tarda un poco en pasar por aquí. —Su voz es tan dulce con ella, sujetando con fuerza su peluche. Esas joyas amarillas lo observan con curiosidad. —Cuando llegue mamá seras la primera en recibirla.
—¡El autobús no es tan loco de pasar por esta zona, Jenaj! ¡Es una de las más peligrosas, solo que papá no te lo va a decir! —Grito un rubio un poco más maduro, tiene varias vendas en las manos y una en la mejilla derecha. Jenaj giro a ver a su padre con duda.
—¿Erson dice la verdad, papá?
Jhonth negó con la cabeza y se arrodilló en el suelo quedando a la misma altura que ella.
—No le hagas caso a tu hermano. Sabes que puede ser un pillan travieso. —El chico resopla con fuerza al escuchar a su padre en símbolo de molestia. Sus otros hermanos se ríen. —Mama llega tarde porque su jefe le pidió que hiciera otras cosas en su trabajo, pequeña.
—Papá, ¿nuestro barrio es malo?
—¡Para nada, dulzura! Son tonterías de Erson o cualquier otro que las mencione. Conocemos a todos de aquí y dime ¿son peligrosos? —Su voz suena "serena" pero animada como para que ella se sintiera segura de lo que el dice. Jenaj niega y Jhonth la abraza, provocando un hilo de risas de ella.— ¡Ves! Aquí no hay peligro, solo son eso, tonterías.
Baja a la pequeña de su pierna, se impulsan con ayuda de su contrapeso para optar por su postura antes de arrodillarse. Carraspea un poco para proseguir, pero es interrumpido por un niño azabache que nos señala a sus espaldas.
—¿Y ellos quienes son? —Las desaficiones al parecer son normales en su voz por los momentos, se ve que es el mayor del grupo, seguro, pasando por el proceso de la adolescencia.
—Ah, ellos. —Nos indica con su mano el acércanos al grupo de niños que nos observa, Hugo se para a gusto mientras yo solo los contemplo, sentada en el sofá— Ellos son unos amigos.
¿Es normal que el niño rubio me mire con esa cara de odio? Al menos que la disimule. Los demás me observan curiosos o sin tener idea de quien soy, no los culpo yo también estaría así, pero creo que tampoco reconocen a Hugo.
Noto la caricia en mi cabello, levanto la vista y me encuentro a un dudoso Hugo.
—Ven, nos van a presentar a los niños.
—Pero porqué si no son nuestros amigos, y creo que a uno le caigo mal.— Susurro en su oído, para verlo aguantar un poco la risa, y voltear a ver al chico rubio.
—Es un niño se le pasara lo importante es que nos presentemos con los demás, ratoncita. —Tuerzo los labios, pensándolo para luego asentir y levantarme del sofá para encaminarme a donde esta el grupo.
—Niños, les presento a unos viejos amigos. Ellos son Hugo y Mikela, se van a quedar con nosotros durante unos días.
—Esto no es un mendigo hotel para que se queden. Los extraños no son permitidos aquí. —El ojiverdes del rubio se impone a la defensiva sobre lo que ha dicho su padre manteniéndose de brazos cruzados.
Como se le ve que tiene tan buen carácter, nos llevaremos fenomenal. Estúpido mocoso.
—¡Dejaras de fastidiar alguna vez! —Grita la pequeña pelirroja harta de su hermano. Nos mira emocionada, llevando sus manos a su rostro.— ¡Genial, nuevos hermanos!
Espera, ¿que acaba de decir?
Hugo y yo giramos en ese mismo instante para compartir la misma expresión de confusión ante lo que alego la pelirroja.
—Le avisare Claire y Jas— Corre como un rayo a los pies de la escalera y avisando con toda la fuerza de sus pulmones. —¡Llegaron nuevos hermanos!
Varias pisadas nacieron del piso de arriba, apresurados de bajar como una cuna donde la batalla se desenlaza acompañados de gritos: «¡Voy primero quítate!, ¡Yo soy una niña, Jas. Voy primero!, ¡Tonta, mi pie!, ¡Gorila mal hecho!». Los gritos cesan al llegar una chica un poco mas alta que el azabache y el rubio; de cabellos revueltos, orgullosa de ser la primera en llegar mientras que el chico de cabellera verde baja con un ojo morado y la camisa llena de pisadas.
—¡Oh, si! ¡Gane, gane, nadie me detiene! —Canta victoriosa, bailando. Su cuerpo es un poco mas contorneado que el de las otras niñas. Su melena cobriza se menea al son de sus movimientos.
—¡No es justo, Claire! ¡Eso es jugar sucio! —Reclama casi sin aire el de cabellos verdes.
—Es ser ingenioso, querido hermano. —Responde con tranquilidad y un ritmo divertido. Esta rie para luego dejar un beso en la mejilla del cabello verde, las mejillas del chico se volvieron rojas. Gira su vista a Jhont —¡Ya quiero conocer a mis nuevos hermanos!
Sus ojos rosados viajaron a nuestra dirección hasta que se posaron en Hugo. Su rostro cambio a uno de asombro.
—Hugo... —Sus ojos se aguaron, cayendo pequeños picos de lágrimas por sus mejillas.
—Claire—Su voz suena serena pero se notaba que estaba feliz.
La chica no espera mas y corre a los brazos de Hugo brincandole encima, y este atrapándola a la vez que se escuchan sus gimoteos en el hombro de él.
—¿Hugo?—Inquiere con vacilación aquel nombre el chico de cabello verde. Hugo la sigue abrazando, ella lo mira para pedirle que la baje. Y le dirige la palabra al muchacho.
—Jaz, ¿cómo te ha tratado la vida, pequeño amigo?
—¡Hugo!—Corre para abrazarlo como si lo conociera desde hace años. —¡Han pasado tantas cosas!
—Para eso tendremos tiempo, para hablar. —Hugo tiene un sonrisa de punta a punta. Nunca lo habia visto desprender ese brillo que solo ve conmigo. Felicidad
¿Que habrá pasado y vivido Hugo para a verse y dejar a gente que lo valora? En el pueblo es un forastero pero en este lugar, la gente lo recibe con los brazos abierto aun sintiéndose tan mal con sus errores.
La calidez y emoción con la que lo reciben es la que todos deberíamos de recibir alguna vez si quiera, pero los ¿sabrán que solo esa acción es tan importante? Sabrán que eso calma una preocupación, un miedo o un dolor.
—¿Y quién es ella? ¿Tu amiga? o ¿Tu novia? —La voz de la chica me saca del trance en el que me encontraba hace un minuto. Remarca con notorio jugueteo a Hugo la ultima palabra.
«Tu novia». La señora del tren también lo dijo, ahora esta chica. Es tan obvio que somos compatibles? Dios, que vergüenza.
Bajo la cabeza sonrojada con las mejillas calientes, jugando con los mechones rebeldes de mi cabellera; los pasos de alguien se aproximan a mi, no levanto mi cabeza y hago garabatos en el suelo, topandome que los mocasines de Hugo. Alza mi mentón con una sonrisa sin separar sus labios, aquellas esmeraldas de color jade estudian cada facción de mi rostro como yo siempre lo hago con el suyo. Sus labios dibujan un beso en mi nariz.
—La chica por la que vine aquí.
¿Por qué no puedo mantener la cordura sin sentir vergüenza o quererme besar con Hugo? Digo, hay chicas que son unas rocas, en la mejor de las expresiones, que aunque el chico que les gusten le digas esas cosas no se avergüenzan. Es que él hace que todo mi sistema caiga para la basura.
Y antes de que cualquier pregunta fuera formada por Claire o cualquier otro niño, la puerta de entrada se abre, mostrando a una señora de color con varias bolsas en la mano
—¿Pero, qué esta pasando aquí? —Fue lo primero que formulan sus labios al ver que todos estaban despiertos aun . Su cara mostraba la confusión del momento— ¿Por qué los niños están despiertos a estas horas?
—¡Mami! ¡Mami! —La pelirroja fue a abrazar a la mujer con emoción. —¡Tenemos nuevos hermanos! ¡Son ellos!
El rostro de la mujer tuvo un giro de 180 grados, lleva sus manos a su rostro y frunce la frente mientras solo lo contempla conmocionada.
—Hola, Marie
—Mi niño...No puedo creerlo.
Que reunión familiar tan dulce e incomoda.
Hola mis criaturas de la noche. Aquí soy quería Anastasia trayendoles este cap terminando por completo lo que es los borradores que tenía guardados aquí. Ahora me dedicaré al borrador para pasarles lo que vaya escribiendo por aquí.
Literalmente podré dedicarme de lleno al borrador y seguir con la primera fase que es la que estamos actualmente. No saben la alegría que me causa escribir y poder dedicarme aunque sea un día para ello.
Se vienen nuevos proyectos, y pronto estar activa de nuevo en la cuenta de escritora. Este ha sido el capitulo más largo que he escrito por aquí (en el borrador hay uno de 15mil palabras) asi que bueno, espero los disfruten. Las amo, y nos vemos en el siguiente.
Abrazos, Anastasia
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