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Capítulo XVII

Son las siete y treinta y dos de la noche. Estamos en Leicaster Station para subir al Paddington Trains Forst y descender en King Cross Pancrias St.

En todo el viaje he tenido la chaqueta de Hugo encima de mi suéter. 

Sé que en algún momento tengo que decirle sobre las quemaduras, y lo que paso ese día en el cementerio.

Realmente quiero evitar que se preocupe más por mi de lo que ya lo hace. 

Faltaba poco para allegar a Londres, si mucho una hora y media. Los ojos se me entrecierran como un síntoma de agotamiento, la falta de sensibilidad en mis brazos y movimientos vastos, revelan mi estado actual. 

Luego de la pesadilla, y el hecho de ver otra vez a la mujer... Solo me dice que mi miedo era acertado. Nos están vigilando. 

Le conté todo lo que paso en el sueño a Hugo, y ambos compartimos ánimos en lo que respecta pensar para poder precaver cualquier situación que se nos presente. Estamos sentados juntos, agarrados de las manos; mi ojos tratan de darle atención a lo único que tengo en frente mio: el asiento vacío; Hugo lanza una mirada a fuera, contemplando el áspero paisaje para disimular que sus pensamientos lo están volviendo loco como a mi. 

—¿Ahora que haremos con la llave? Saben que la tenemos con nosotros. —Dirige su interés en mi. Tuerce la boca, curvando un poco la comisura izquierda para luego bufar con cansancio. 

—No sé que haremos, pero lo antes posible hay que buscar alguna manera para llevarles ventaja. Trataremos de buscar en las bibliotecas o en algún lado, pero veras que todo va a estar bien. 

Asiento pensativa, tratando de esquivar los pensamientos donde solo agravan mi angustia ante un escenario donde no pueda hacer nada; refuerzo mi agarre a su mano con la necesidad de poder sentirlo, distraerme de esa estúpida perturbación que yo misma me causo. Mis ojos confiesan como me siento en realidad, el pequeño hilo que causa una imagen borrosa a mis ojos baja con apaciguad por  mis mejillas. 

—¿Crees que hicimos lo correcto al dejar a la señora Weber, a tu familia solos?— El temor  traspasan mi cuerpo hasta la superficie, alertando a todos mi sentidos sin percibir peligro.— Temo que... que llegue a pasar algo, Hugo.

Sus manos se posan en mis mejillas, interrumpiéndome con sorpresa.  

—Ey, ey. No pienses eso, ratoncita —Su pulgar hacia dulces caricias que apenas se siente  mientras me habla— Ellos están bien, mis padres están en casa pendiente de la pequeña o pequeño que dentro de unos meses llegará; Weber esta en la ciudad descansando con los canarios. Todos están bien y nada malo pasará, ¿De acuerdo?

—¿Pero y si-... 

—Nada malo va a ocurrir, ellos se encuentran bien. Eso es los que esos mal nacidos quieren que hagamos. Preocuparnos cuando nada malo ha pasado. 

—¿Seguro? ¿Nada malo ha pasado? —No había notado que me encontraba tan cerca de el, otra vez. Su respiración es agitada, y esos hermosas piedras jade solo miran mis labios, y yo correspondo al mirar los de el. Un impulso me susurra en la nunca sobre colocar mi mano en su pecho, sentir como late su corazón y dejar que todos esos males se alejan. 

 —Nada malo ha pasado ni pasará.—Mascullo bajo sobre mis labios, dejando que la emoción corriera entre ambos.— Te lo juro. 

—¿Dónde nos vamos a quedar esta noche? 

—En la casa de unos amigos, viven cerca del centro. 

—¿Tienes tiempo desde que no vas a verlos? —Arruga la frente juntado las cejas y torciendo un poco la cabeza; se pasa la otra mano por el cuello. 

—Algo así, recuerda que te comente que por el trabajo de Alton tuvimos que mudarnos varias veces. Pero si, tengo "tiempo"—Gestualiza con los dedos, doblándolos para expresar las comillas al mencionar la palabra.— desde que no voy a Londres. 

—¿Extrañas esa vida? ¿Vivir en una ciudad escandalosa y movida que en el pueblo? 

—La verdad no, —Comenta con rapidez, pero nada dice que se sienta nervioso ante la pregunta— la ciudad siempre va a encantar por eso. Es lo que busca las personas, adrenalina, ruido, caos para poder distraerse de sus problemas, perdidas, peleas; el poder olvidar por un momento todo aquello que los agobia. 

Otra vez ese sentimiento que invade su voz cuando relata todo lo que ha vivido con su madre. Esa nostalgia que le toca la punta de las manos y lo envuelve cada vez hasta consumirlo, a veces hay días que lo puede hablar con normalidad como algo cotidiano que, son muy pocos quienes lo viven pero salen adelante como hay otros días donde en verdad se le hace fuerte a veces contarlo. Hoy es un día de esos. 

—¿Antes te gustaba esa vida? 

—Si— Acepta sin levantar la vista de sus manos. Sin darme cuenta las separo de mi en algún momento de la platica. —Me encantaba, pero... No era lo mejor para mi madre ni para mi. —Sus ojos delatan lo que siente. Arrepentimiento.— Con el tiempo me metí en cosas que no debía, una vida que lo pienso a veces y creo que fue la mejor que pude hacer a mi mismo. Pero, uno no puede reparar los errores del pasado, solo vivir con ellos y las lecciones que nos dejan. 

—Hugo... 

¿Qué habrá hecho? 

El silbato resuena en la estación, el  eco de los rieles hacia la entrada del túnel acentúan su cercanía a decir que , prácticamente esta frente a nosotros. El humo que sale con violencia desde la pequeña y delgada chimenea de hierro viste de manera moderara la estación entre tanta gente; las chispas rozagantes al contacto con las ruedas y la fuerte ráfaga que se despierta de sus continuas pausas al descender su velocidad hasta ser nula.

Mis ojos leen la inscripción en pequeñas letras en metal a lo largo del frente del tren.

"Spes longa et lata."

¿Qué quera decir?

El sobrecarga del tren sale de su puesto y permite que todos los pasajeros de ese viaje bajen sin ningún problema, despidiéndose  con una amable sonrisa. A los nuevos que irían a abordar en el siguiente viaje, se les pide que formen una fila con el billete en mano de manera ordenada para que el procedimiento fuera mucho mas fácil.

Luego de la charla, ninguno de los dos quiso volver a hablar —o preguntar— sobre el tema. Sin embargo, buscamos el consuelo del otro; reposa su cabeza sobre la mía, teniéndome entre sus brazos como si sintiera la fragilidad de mi vida. Su corazón late con velocidad, nervioso pero tranquilo como si del lago se tratara, latidos que suenan como el aruño sutil y complaciente ante los gimoteos de un bebe para volverlo a dormir. 

A veces me cuesta creer que estoy así con Hugo. Digo, es mayor que yo, podrían pensar que somos hasta hermanos. Pero es la primera vez que soy tan cercana a un chico, más como él. Pienso mucho sobre que se dé algo entre nosotros, pero con lo que nos esta pasando dudo mucho que una situación amorosa ocurra ahora y también, me gustaría saber mas cosas de él. El porqué lo afecta tanto su pasado. Puedo pensar que es como yo en ese aspecto, que solo le gustaría olvidar todo eso. 

Como si nunca hubiera pasado. 

Finalmente habíamos llegado a Londres, son casi que las once de la noche. La sensación de estar en otra ciudad, otros aires es tan fascinante. Pero a la vez se sentía solo, me siento vacía. 

Me faltaba la señora Weber conmigo. 

—Espero este durmiendo bien, que Dios siempre me la cuide. —masculle al cielo, a la vez que Hugo se me acerca por detrás. 

—¿Deseas beber algo? Aquí en la estación hay una cafetería y podemos pedir chocolate caliente.

Le dedique una pequeña sonrisa, aceptando su invitación.  

El ambiente es cambiante tales como los colores del camaleón para cualquier situación. El gélido aire nos pasa por todos lados jugando con nosotros, batiéndonos el cabello en pequeñas tiraderas de rebeldía—y también con el gorro de Hugo— Su tonalidad es tan diferente a lo que experimentamos en los primeros viajes, no hay preocupación o miedo, solo calma y creo que Hugo  lo percibe igualmente; su fuerza no la definiría como intensa  sino delicada. Desde lejos se nota que ella hace de la suyas a otros pasajeros siendo un infante juguetón que nadie ve. 

La cafetería es de esas que lees en los libros o revista; no muy actual a lo que pensé que seria estando en Londres, pero hay una cierto parecido a la de la señora Pop: antigua y colorida, sin embargo mantiene la seriedad que quiere lograr. Al entramos, pude reconocer varios rostros y ropas de personas que nos han acompañado desde lejos en el viaje;el olor a chocolate inunda mis fosas en una alegre bienvenida de sabor a castellanas cocidas con algo de miel en ellas, mi paladar se alegra al detectar ese tan conocido sabor y poder reconfortarme con la calidez de las bebidas. 

El vapor de las bebidas calientan contrarrestan el calor de nuestras manos, reconfortándolas del invasivo frió mientras salimos de la gran estación, las calles están llenas de personas que disfrutan de la vida nocturna. Aquellos que dan vida  a la ciudad de día, descansan y dejan el escenario para los que la animan en la nocturna. Aspectos curiosos que se mueven entre el mar de gente que comienza a avivarse, el cielo brilla por esos ayudantes que lo decoran. Los edificios destacan por las luces que los posa en acto, con los festejos y gritos de las personas. 

—¿Esta es la vida de la que estábamos hablando en el viaje? —Él afirma tomando un sorbo de su chocolate. 

—Es una vida adictiva hasta que ves que te acaba.—Hizo una pausa, observando a un grupo de jóvenes festejando en la entrada de un local con lo que parece ser unas cervezas. Vio la hora que destellaba de un cartel cerca, su cuerpo de manera automática cambio— Es mejor empezar a caminar este tipo de persona a veces son peligrosas, Mik. 

—¿Por qué? —Tira el vaso de la bebida caliente en la papelera mas cercana a nosotros con apuro. 

—Ocurre algunas cosas a esa hora. Algunos les afecta más que a otros. 

Los pasos de Hugo comenzaron a aumentar de velocidad, su caminar es articulado pero con ese hincapié de apresurarnos. 

—No logro entender el porqué tanto estrés y miedo, Hugo. — Adelanto mi andar a la misma nota que Hugo, pero le agarro del saco botando mi bebida al suelo por accidente.—Podrías caminar menos rápido, por favor? No esta pasando nada malo. 

—Aún—Completo con algo de seriedad en su tonalidad— Mikela, te lo pido. Vámonos rápido de aquí, en serio.— Alzo su voz en un orden, haciéndose consciente de su tono, se congio de hombros un poco y me toma de los hombros.—No son horas para que estemos en este lugar, y menos en este ambiente. 

Sus ojos se mueven con apuro, girando en todas las direcciones temiendo que ocurra un desastroso hecho.   

En verdad tiene que ser grave lo que pase a las doce para que él pida que nos vayamos de aqui.

—Vale. 

El sitio en donde nos iremos a quedar queda un poco lejos del centro, técnicamente , ninguno de los dos iba a contar con que llegaríamos tan tarde. Sobretodo él, como si hubiera olvidado esa parte esencial de la historia que teníamos que saber. 

Corremos entre el mar de personas vividas; el agobio es palpable ante el estrecho espacio que hay entre todos, muchas manos tratando detenernos; Hugo me mantiene cerca de él, para no decir que estoy pegada a su brazo, jalandome para que nada me tome. Los gritos, risas, alaridos, llanto y aplausos retumban en las paredes aturdiendo todos nuestros sentidos, las invitaciones no cesan y solo aumentan en gravedad, las personas aparecen de la nada ante nuestros ojos cerrándonos los caminos. 

Hugo hace lo imposible para salir de ahí, tomamos otro camino evadiendo a las personas, todo objeto que se esta ante nuestras cercanías se los lanzamos para tener segundos valiosos para seguir escapando, pero todo ocurre en cámara lenta, siendo el tiempo el que se burla de nuestra ingenuidad,  y la desesperación nos sacude con diversión como un juego entre ellos dos donde solo uno gana y el otro pierde. Se siente la pesadez e incomodad  de la escena sin favorecernos, cada paso que damos son tres pausas a nuestra necesidad. Las cosas empiezan a verse raras y con ciertas siluetas que no corresponden a su naturaleza; las calles largas siendo los caminos del valle sin saber donde puedan terminar, la bruma se vuelve asfixiante tomándote por los pulmones y ahogándolos hasta hasta que exploten; los edificios escalan mucho mas allá del cielo y vertiginosos tratando de no caer encima de uno. 

En algún sitio se ha ocultado la luna cual traviesa, el cielo se mantiene oscuro sin las estrellas dejándonos completamente solos. En estos momentos nada nos favorece. 

Intento mantenerme cuerda y seguir en pie, pero algo me obliga a desfallecer; el dolor sube por mi cuello y se inserta en mis oídos, acribillándolos como agujas que se clavan por completo en mi cabeza, no hay nada, no se siente el metal pero el dolor es palpable; la sangre que baja por mis oídos es palpables. Suelto un pequeño alarido ante el punzante dolor, tirando con fuerzas de las alas de las orejas. 

Lo que eran hace minutos invitaciones, ahora solo son frases mal habladas, entonaciones desarmonicas donde se oyen  horrorosos bramidos incomprensibles Volteo para tras encontrándome con algo que jamas había visto. 

No tuve que voltear dios mio, quien me obliga a estas cosas. ¿La persona mas salada en este mundo? Yo. 

—¡Mikela! — la presión se cierna en mis brazos, la voluntad de moverme me es incapaz de realizarla, y solo siento como todo mi cuerpo quiere ceder al suelo. —Sigue, tenemos que seguir. 

—¡No puedo moverme Hugo, no sé lo que me pasa! —Las lagrimas se desbordan de mis parpados, la ansiedad y temor me respiran en el cuello. 

Hugo se detiene un momento, me ve y sus ojos expresan todo lo que piensa; esta asustado por mi estado, así de mierda estaré hecha. Dejando caer su gorro. Miro a ambos lados, arrugo la nariz junto sus cejas como si estuviera cerrado a otra cosa que no fuera esa. 

—Necesito que hagas el mayor esfuerzo de levantarte, iremos a ese callejón pero necesito que lo que vaya a suceder no mires. 

La cabeza me da mil vueltas, los ojos  se me quieren salir corriendo de las cuencas y soltarse de  la presión que los amarra. Muevo la cabeza en un movimiento hacia arriba donde me cuesta bajarla de nuevo, accediendo a su petición.  Pasa sus manos por mi cintura y me da un empuje para tomar por unos momentos el equilibro y poder empezar a caminar. Mis respiraciones son mucho mas cortas e inquietantes;los caminos de sudor se desliza por toda mi espalda, no siento la movilidad en las manos donde se sienten sometidas a un fuerte difícil y grande apretón. Hugo no me presiona en hacerlo, el angustiarnos mas solo empeoraría la situación. En una sola pausa, me toma de nuevo por los brazos y piernas para llevarme. 

—Así se nos hará mas fácil, ¿No crees? —Comenta soltando un risa irónica. Yo solo me le quedo mirando extrañada como si olvidara el porque lo hace. 

Las pisadas se tornan lejanas a la solides que proyecta su sonido hasta convertirse en ecos rebotando en cada lado del callejón, las brillantes luces de los edificios se tornan oscuras y sin ninguna señal de que alguien habite por ahí que sea exactamente humano; apenas percibo el olor a inmundicia al adentrarnos en el callejón, los agudos maullidos y crujidos socorren el ardor de mis oídos para relajarlos. La palmada de la brisa en mi rostro se siente como una de las mejores cosas del mundo. 

Los alaridos se distancia de nosotros por unos instantes, dándonos ventaja de poder ocultarnos. Hugo me baja y me coloca en el suelo para que ambos descansemos. 

—Gracias por cargarme. —Le dedico una pequeña sonrisa. Él se encuentra bajando los bolsos de su espalda a mi lado. —Y si, era la mejor forma de movernos con mas rapidez. 

—¿Como te sientes ahora?—Mascullo por lo bajo, sacando unas cosas de su bolsa— Me había asustado al verte así. 

—¿Como un fantasma? Sé que estaba pálida. —Negó — Entonces, ¿cómo? 

Titubeo un poco y me miro algo nervioso. —No importa, lo que ahora me alegra saber es que estas de mejor color y tus ojos ahora me están mirando a mi con ese brillo. 

Hugo a veces se le sale lo cursi en las situaciones menos indicadas. Pero él es así. 

—¿No te sientes cansado? Tenias todo ese peso, y cargándome mientras pasaba lo ahorita. —Me pasa una botella de agua que había sacado de uno de los bolsos —No quiero beber agua. 

—Bebe, lo necesitas. —Me ordena— Y, la verdad no estoy cansado pero tenia mas en la cabeza en sacarte de ahí que el dolor en el cuerpo. 

Me ruborizo un poco ante la vergüenza y tomo un largo sorbo de agua. Alzo por un segundo la mirada sin levantar mi cabeza para fijarme si me mira,  y si, me observa sin ninguna expresión que no me sea natural verla en él. Sus ojos jades me mantienen en ese trance, donde solo puedo notar como el ritmo de mi presión sanguínea cambia. Aparto la mirada de él y giro hacia la oscuridad del vació para regresar y volverlo a mirar. 

Noto la tranquilidad del silencio, y el cambio de ambiente. Ya no hay mas gritos, ni alaridos. Ambos nos miramos con la misma duda, Hugo se levanta de su lugar para mirar por la esquina  hacia afuera. 

—Ya no están.

Nos quedamos pensativos ante lo que ha ocurrido; hago un esfuerzo por levantarme pero me prohíbe hacerlo. Regresa frente a mi confuso sin saber como ha pasado eso. Se sienta en cuclillas, observando con bastante interés el suelo. 

—¿Qué eran esas cosas, Hugo? —Quita su mirada del suelo al cual contemplaba. Al parecer el mantenerse en cuclillas le era natural, lleva bastante tiempo en esa posición y no se nota que le canse.  

—Eran vociferadores, —Hizo una pausa corta— son como cualquier fantasma o espíritu pero, ellos pueden tener una vida normal como cualquier persona.

—¿A que te refieres? 

—Velo como el cuento de la Cenicienta y la leyenda de Medusa, tiene una identidad, una vida como uno pero cada cuarto de mes ante la luna, ellos cambian de forma a la mas básica de su existencia. Nadie los ha visto a la cara ya que te paralizan al punto de convertirte en piedra o matarte de un infarto; sus gritos son la primera forma de aturdirte.   

—¿Hay mas formas?

—Todo depende de que tanta fuerza mental tenga el individuo le puede afectar mas o menos. 

—¿Cómo es que sabes tanto de ellos? Y ¿por qué no me lo dijiste antes de llegar? Al menos para saber que podría pasar. —Solté inquieta, recalcando ese ademan de molestia en mi voz. 

—Lo sé— suspira decepcionado—, pero juraba que los habíamos extinguido hace años para evitar este tipo de problemas, pero creo que no fue así del todo. —Responde con irritabilidad, para luego mirarme nervioso por lo que se le había escapado. Sus ojos son lo que muestran lo que oculta en su cuerpo, su sorpresa era la misma que la mía, el iris se le achica, sus cejas se alarmaron y su respiración se había detenido un segundo. 

¿Habíamos? ¿Hay más que saben esto? ¿Aquí también hay monstruos? No, gracias  en serio que no sé en que lotería saque todo los billetes para ganarme esto. 

Cuando le iba a exigir que me explicara lo que había dicho; entre las sombras del callejón los gatos y pequeños animales se mueven asustados, huyendo de lo que se acerca a nosotros. 

—Hugo, ¿qué pa-... —El sonido de las palmas aplaudiendo repercutan el silencio de la escena, cada vez son mas notorios. 

—¡Hugo! ¿Ahora te llamas de esa manera? —El timbre de voz tenia algo peculiar, un toque hipnótico que te mantiene en un tipo de trance, enganchada en solo sentir como cada palabra te envuelve con suavidad. —¡Wow!, ¿cómo cambian las cosas o no, Declan? 

Declan... ¿Por que le habla a Hugo así? 

 —¿Qué carajos haces aquí, imbécil? 

—Mi trabajo—dijo sin mas, apareciendo entre las sombras—, pero no es el tema por el que vine.

—¿Sabias que los vociferadores iban a aparecer? —La histeria de Hugo escapa de sus poros, se mueve con rabia hacia el trigueño. —¡Juraba que los habíamos acabado cuando yo-... —Calla sin poder terminar la frase, como si evitara algo. 

—¿Cuando tú qué? ¿Por qué no lo dices? —Su mirada verdosa se fijo en mi en solo instantes, para devolverle la mirada y ahora sonreirle con burla— En serio que no cambias ni un poco, eh. Eres el mismo crió inmaduro que dejó Londres. 

—¿Qué haces aquí? —Evadió la pregunta. Este se cruza de brazos mientras le da mas importancia a sus uñas que a las palabras del alterado Hugo. 

—Te lo dije, mi trabajo. Lo que tú no sabias y seguro ni sabes hacer. —Se destacaba ese acento tan normal de los londinenses de cuna escocesa. Podría llegar a pensar que es un francés ante su entonación, pero las pronunciaciones de las ultimas letras con fuerza y aquel rebote de erres es tan normal en ellos. 

—Sabias que los vociferadores están sueltos de nuevo, y no hiciste los protocolos de los Gardiens, ni siquiera de los Aciegos. —Se toco la cien tratando de controlarse sin llegar a incomodar la situación, como si de verdad fuera de inmensa severidad lo que ha sucedido. 

—¿Hugo? ¿De qué están hablando? No logro entender nada.— Me levanto del tenue suelo apoyándome de la pared de ladrillos, viendo como si fuer alguien ajena a la discusión. —¿Por qué estas tan histérico y nervioso? 

—Si, Hugo. —Se sumo el ojiverde con claras intensiones de generar conflicto— Dinos por qué estas tan exasperado de esta charla, digo no es nada nuevo que no sepas. —Camina rodeándolo relajado para aproximarse a mi. —Sin embargo, tengo que decirlo. —Con su indice alzo mi mentón para observarme. —Tienes buenos gustos, no es tan linda como Mads pero, me gusta también.  

Sigilosas esferas amarillas las cuales te pueden traspasar el alma, filosa y de dudosa confianza, pero con aquella belleza que deslumbra, es como ver los ojos de un gato pero sabiendo que en cualquier momento  te va a enterrar las uñas en la yugular. Los pequeñas marcas de cicatrices en su mejilla confiesan que fueron días duros para él pero, ese frió y semblante sin expresión me hace la tarea difícil de poder sentir lastimar al contemplarlo. 

—Pero, se ve como lo que siempre buscas en la cama. 

—¡Quitale las manos de encima, asqueroso!— La voz de Hugo suena con rabia, la mandíbula se le ha tensado, apretando los puños con fuerza. 

Ahora si, no siento ni lastima. ¿Me acaba de decir lo que creo que dijo? 

—¿Y tú qué te crees, trimardito? —Espete con sobras de rabia. —¿Sabes lo qué es insulta a una chica a estas alturas? Representas la palabra perfecta que es animal, idiota. 

Chista los dientes y se voltea a ver a Hugo. 

—Tan mojigata que se ve, y tiene carácter. Me fascina. —Hugo se aproxima a nosotros y rompe la cercanía que el muchacho mantenía conmigo, interponiéndose entre los dos. Y quedando cara a cara con Hugo. 

—¿Podrías responder la maldita pregunta que te llevo haciendo? ¿Sabias o no? 

—¿No crees que si hubiera sabido de los vociferadores me hubiera encargado de que tomaran otra ruta? No soy un maldito Scrob para dejar morir a personas inocentes como a ella— Me señala— pero a ti, te las sabes apañar solo. 

—Pero entonces, ¿quién los desapareció? —Ambos se miraron confundidos. 

—¿A que se refieren? Alguno de los dos podría explicarme, por favor. Que me canse de ser la única que no entiende aquí. 

Los dos siguen ignorándome. Malditos. 

—Mierda.—Se aprieta el puente de la nariz con exaspero— A Dash no le va gustar esto. —Susurra cabreado para él mismo por lo bajo sin percatarse de que los escuchamos. Trata de evitar tomar una pose de desconocimiento y se siembra con seriedad— Lárguense  ahora, no son horas para estar en las noche y sobretodo por estas calles. 

—Pero t... 

—Es una orden. Largo, antes de que vuelvan a aparecer.  

Salio corriendo sin decir nada mas entre las sombras, desapareciendo ante nuestros ojos. 

Un primer y "agradable" saludo de la fantástica Londres. 

HOLA! I'M BACK AGAIN. 

Hola, mis criaturas de la noche, por fin y de manera oficial he vuelto a la vida (osea, volver a escribir) después de una LARGA pausa donde han pasado un montón de cosas, pero con ganas de seguir haciendo a este sueño realidad. Aquí les traigo este capitulo que tenia guardado desde hace mucho al cual, por fin le dedique y siento que estoy bastante contenta con lo que escribí. Ademas de presentar a este nuevo personaje que puedo decir, nos acompañara por un buen tiempo. 

Veré si hoy mismo o mañana en la noche puedo subirle el capitulo siguiente, dando inicio a lo que es la FASE 01 de este hermoso y oscuro libro. Y no falta mencionar que DEMONS esta a nada de llegar a los 3k. Para navidad estaré mas activa y seguiré escribiendo el manuscrito para pasarlo por aca. 

Pero neta, estoy muy feliz de volver a escribir. 

Se les quiere, Anastasia Stark. 





















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