
Capítulo XV
Estación de trenes Liverpool Street
2:45pm
Taquilla de billetes
―¡Esto es un tremendo desnalgue Dios! ―Exclama impresionada por el gran número de persona en la estación. Todo esta por completo lleno.
Nunca creí ver un sitio que desborde tantas personas como este. Una vieja fabrica de cigarrillos reutilizada como estación central de la ciudad. Techo alto con varios vigas de acero encorvados debajo de un gran vidrio que nos separa del cielo azul, que nos ilumina en compañía del sol; paredes de ladrillos descubierto; adornadas con viejas papeletas de productos pegadas desde hace algunos siglos.
Cada parte donde mire hay un faro de luz o un buzón de moneda con periódicos al costo de una tabla de chocolate ―que cuesta de diez con sesenta libras―. Mujeres y hombres en su mayoría, de vestimenta formal cruzan entre si, me recuerdan al mar que cocha contra las piedras para seguir su paso, perdiéndose entre ellos mismos; de vez en cuando se diferencia a una o dos personas por el color opuesto al que llevan los demás; parejas; familias o algún vagabundo o invalido pasar.
Pequeños negocios aportan a la actividad en el movimiento de la ola de personas. Cafés abiertos desde la salida del sol con esa esencia a café que muchos necesitan para soportar el día; pastelerías ofreciendo pequeñas muestras del tamaño de la palma de un recién nacido; desayunos en las ventanillas de los locales impregnando el olfato de quien pase ahí; perfumerías, tiendas de ropa, floristerías reciben en sus puertas la entrada de damas, caballeros.
El sonido chirriante de los silbatos en la estación notifica el siguiente abordaje de pasajeros al tren y la entrada de otro para descenderlo, las ruedas chocar contra los rieles de los carriles. Miles de ruidos se cuelan por mis oídos al tratar de mantener el mismo ritmo que Hugo y la señora Weber.
Vamos a la área de taquillas a pedir los nuestros. Lo ideal era llegar a la una con cuarenta y cinco de la tarde, pero el señor del carruaje nos quería cobrar mas de lo debido y no era correcto, así que entre Hugo y la señora Weber, como ellos me dijeron, se "encargaron" de hacerle entender que lo que debe de cobrar es el mismo precio que circula en el país, y no el precio que él pedía.
La imagen fresca de como tenía Hugo las manos y la señora Weber el cabello, parecía un gran nido de aves, y la del señor. Refunfuñando maldiciones en murmuros arreglándose su camisa y se sostenía la gorda mejilla cubierta de sudor como su rostro, el chichón le resaltaba en la calva con ese brilloso rojo.
―Es aquí, señora Weber. ―Hugo señala las taquillas donde hay grandes grupos de personas.
―Virgen santísima, hay demasiadas persona. Tenemos que buscar otro medio para pedir los billetes.
Un escalofrió golpea mi espalda en una zonda de alta velocidad, una inquietud.
Giro sobre mis talones a ver entre aquel mar turbulento de personas y es difícil saber si hay alguien que lo haga. Pero esa inquietud sigue en pinchándome la espalda, tiro mis ojos de esquina a esquina siendo flashes viajando por el lugar.
Hasta que paro en esos ojos rojos viéndome desde las sombras.
Siento como el tiempo se congela siendo los únicos. Mi corazón bombea intranquilo al verlos.
Maldita sea, nos escuchó, nos escuchó.
Ese grávilo y pérfido rojo que me ataco esa vez que lo ví.
―Mikela, vamos. Hugo ya consiguió una taquilla libre. ―Me toma del brazo apresurada, la señora Weber intenta moverme.
―¿Eh?
―Andando Mikela, que se les va el tren. ―Dejo que me lleve arrastrada con ella hasta llegar con Hugo.
Mis pies se mueven obedientes del impulso que me da la señora Weber, en cambio, mi cerebro solo se queda en ese momento donde conecte con esos ojos rojos...
Pero sentí algo raro en ellos.
Algo distinto a lo que seria el miedo... o es lo mismo.
¿Tal vez sea un juego de mi cabeza para hacerme sufrir? Podría ser.
¿O solo fue algo que vi mal y no detalle que era?
Se sentía tan reales, vivos, los ojos de alguien oculto...
―Hola, buenas tardes. Bienvenidos a Liverpool Street Central ¿En que puedo ayudarlos? ―Nos saluda cortésmente la chica detrás de la taquilla.
Una rubia castaña de ojos marrones miel dulces, piel rojiza ya por una alergia o por la naturalidad de esta, nariz redonda con varias pecas esparcidas por toda su nariz hasta sus mejillas, labios delgados mas de lo que debería de tener una persona, pintados finamente de un fucsia fuerte, abajo de sus ojos finas capas de orejeras cubiertas por base, cabello largo y suave sin presencias de nudos a simple vista y cabellos como el heno, sujeto con una cola alta. Manos y cara regordeta sin ser peligroso para su salud. Estaría entre los veinticinco años sin exagerar mucho.
―Sí, dos billetes para Londres, por favor ―Pide con amabilidad Hugo a través del comunicador en el medio del vidrio de la taquilla. La chica teclea en el ordenador delante de ella, que hay dentro del pequeño cuarto.
―¿A qué hora joven? ¿Y por cuál línea?
―Para las... ―Alza la manga de su camisa que cubre las muñecas y ve su reloj― tres y diez. Línea Wlington Trains London
La chica teclea por unos minutos, su cara se tuerce en una pequeña mueca de lastima.
―Lo siento, el Wlington sale únicamente mañana por la noche.
Hugo chasquea la lengua, se quito el gorro de lana, y con la mima mana que la sostiene se rasca con nervio el cabello.
―¿Y no hay otra donde se pueda hacer escalas? ―Inquiere con esperanza a que de la boca de la rubia saliera otra alternativa.― Necesitamos viajar justamente hoy.
Ella lo observa por segundos, quita de su oído derecho el auricular que le decía las respuestas que tenía que dar, y desabrocha el micrófono colgado de una de las alas de su camisa y lo desconecta.
Se alza de la silla y va a una de las esquinas de la pequeña habitación y desconecta algo también.
La señora Weber y yo nos miramos algo confundidas, Hugo nos miro al tiempo en que ambas dirigíamos la mirada al frente, él como nosotras no teníamos ideas de lo que la chica estaría haciendo.
La chica regresa a su puesto y deja salir una bocanada de aire de sus pulmones para hablarnos.
―Veré que puedo hacer, chicos. ―Nos regala una sonrisa algo tímida para luego sumergir sus ojos en la pantalla.
Nos va a ayudar ¡Gracias a Dios!
―Mi jefe no le gusta mucho que haga esto por los clientes. pero va. ―Hugo exhala soltando la preocupación al escuchar que ha decidido ayudarnos. Sus dedos se mueven veloces en el teclado y con un pequeño grito de victoria en tan solo unos tres segundos nos tiene la propuesta.― Pueden tomar la linea de Euston Trains, parte dentro de diez minutos en la salida número cuarenta y tres que queda a mi lado derecho, solo tiene que ir recto hasta doblar a la izquierda y la verán.
―¿Donde hace las escalas? ―De su bolso saca una pequeña libreta y un lápiz para anotar lo que va a decir.
La chica aleja su silla del frente de la mesa del ordenador y se oye el sonido de una gaveta abriéndose y luego cerrándose. La chica mueve las cosas que hay en frente de la ventanilla y abre con rapidez un trazo de papel con líneas y difícil de entender. Es un mapa de las estaciones y paradas.
―Primero van a llegar a la estación en Moorgate, ―Su dedo de planea a el punto alejado de la estación de Liverpool hiendo un poco mas alejado con dirección al Este― deberán tomar el Flecktimes Troyan que los llevara al menos dos horas hasta entrar en la Estación Euston y luego como en unos treinta y cinco minutos irán para el Warren Street, ―Los puntos que señala, Hugo los dibuja en su libreta con apuro, siendo corto el tiempo que le dieran por mirar a través de la ventana y esta cerrarse.
»Una hora después subirán en el Tottenham Court Road y bajaran en la Estación Leicester Square, donde pasaran por Piccadilly Circus y Oxford Circus, pasando de nuevo por el Wallen Street, pero por encima y llegaran a King Cross St Pancrass. Desde ahí estarán prácticamente en el centro de Londres y podrán desplazarse a donde gusten.
―Muchísimas gracias. ―Hugo termina de escribir y cierra su libreta y le agradece a la rubia con una sonrisa tierna.
El sonido mecánico y acortado procesado rasguña mis oídos como cuchillas la piel.
―Tomen, ―Entrega los billetes del tren por debajo de la vidriera por medio de un hueco perfilado de forma circular cerca de la manera de la parte frontal del puesto― los billetes confirmaran que han hecho la comprar para abordar en el tren sin problemas y también estas― le da unos papelitos de color azul pálido con las inscripciones "V.P.E".― Estas reminders blues les notificarán a los sobrecargos del tren que están haciendo un viaje por escalas.
Estoy al lado de Hugo, con una sonrisa al ver que lo hemos logrado. Aunque sea la primera parte del plan, miro a la señora Weber y esta parece aturdida por algo pero al notar que la he observado, apresura a cambiar su semblante a uno mas emocionado.
―Espero disfruten mucho su viaje ―Nos guiña el ojo y ponerse de nuevo aquellos aparatos que la vuelven de nuevo a ser otra trabajadora automática― Espero puedan tomar otro tren en otra taquilla. Que tengan buen día.
―Gracias señora. Que tenga buen día ―Hugo toma la aleta de su gorra para con ella hacer una reverencia sin doblar su rígido torso y alejarse del lugar con la señora weber y conmigo.
La historia... La historia se repite...
Un serpenteo hace que me detenga y vuelva aprestarle atención a la chica, mientras Hugo y la señora Weber avanzan.
―¿Has dicho algo? ―Inquiero apuntándola tímidamente.
―¿A qué te refieres? No he dicho ni una sola palabra. ―Tuerzo la cabeza y frunzo el ceño― ¡Chica, tienes que apresurarte! ¡El tren partirá sin ti, y tu novio se preocupará! ―Sus palabras me caen como bombas volviéndome imperativa y ansiosa, asiento frenéticamente mi cabeza y corro en dirección a donde estaba Hugo.
El reloj de la estación marca las dos y cincuenta y tres, el tiempo no esta a nuestro favor para necesitar un descanso. Llegamos a los puerto de salida y carga.
La gente con aires apresurados y otros mas calmados se mueve por la estación, los mozos de equipaje cargan y meten las valijas, maletas, bolsos y sacos de los pasajeros sincronizados y a buen tiempo en el gran vagón del tren y dentro del tren, dos oficiales les explican a los pasajeros como debe ser la entrada en el gran monstruo elegante de hierro.
El viento juega con mi cabello mientras que el humo ferviente de la chimenea con el estruendoso silbato en mil entonaciones juntas suena por toda la amplitud de las paredes que ciernen, el bullicio de la gente hablando, riendo, quejándose. Cada uno metido en su propia vida.
Una escena de película.
Nuestros pies vuelan hacia la salida número, pasando las otras salidas hasta llegar a la diez, según indica los billetes del tren. Los sobrecargos están parados a cada extremo de la entrada haciendo el protocolo de ostros que ya habíamos visto, la fila empezaba a tomar forma, las personas alrededor veían que faltaba poco para abordar.
Un oficial del tren, de forma repentina se acerca a nosotros. Yo me aferro al brazo de Hugo y al agarre de la mano de la señora Weber.
―Buenas tardes, jóvenes. ¿Tomarán el tren de las tres y quince?
Las adorables pelusas que adornan la parte superior de su labio en un bigote como el de los recuadros de museos y pinturas en exhibición, brilloso y bien cuidado. Una nariz rosa diáfano como los pétalos de las pequeñas amarantas rosas del jardín de la señora Weber, le daba cierto aire inocentón y fantasioso como si no fuera real, azules olas de mar que nos observan mientras le hablamos, destellantes como la mas pura estrella y tranquilo como la montaña mas silenciosa de un valle.
Uniforme de calidad, quizás de algodón, chaleco de un fuerte índigo que disimula la noche, con pequeños detalles de oro en los broches laterales, un pequeño bolsillo donde cuelga de forma armoniosa un hilo de plata del que pendería un reloj de mano.
Hugo le entrega los billetes y las papeletas azules para que las revise
—Abordaremos este tren. —Responde ansioso, bajo la mirada sus manos y estas danzan, pulsando botones en un ritmo coordinado sobre sus pantalones— Vamos a Londres, señor.
―Eso veo, jovencito. ―comento echándole una rápida mirada a Hugo, para seguir revisando los pasajes que validan el viaje ― según el V.P.E, harán escalas por al menos cuatro estaciones...
―Sí, señor.
―El viaje que han de hacer debe ser importante. —Argumenta interesado, esa imagen de inocentón no iba del todo con la personalidad de sus palabras, parecía meticuloso al hablar, observe por el rabillo a Hugo y éste confirma con la barbilla arriba sin doblegarse o sentirse intimidado.
―Tiene suerte —Respira sosegado, finalmente, regalándonos una sonrisa— Dentro de... —Saca de su bolsillo el reloj, que deduje, se guardaba ahí, con un armonioso movimiento abre la puertilla que cubre el reloj y lo destapa.— seis minutos abordaran, los mozos les ayudaran con sus valijas. Estén pendientes cuando el vigilante de cabina toque su silbato
El señor le devuelve los billetes a Hugo, y el como sus hombros toman un aspecto relajado.
―Gracias, estaremos pendientes del silbato. ―Responde aun cauteloso, el guardia asienta con la cabeza y se despide de nosotros siguiendo una dirección opuesta la nuestra.
Nos acercamos a lo que seria nuestro tren, dos oficiales como el de hace unos minutos se encuentran en la entrada del tren revisando unos papeles.
Hugo gira conmigo, aun con el agarre de nuestras manos uniéndonos, la señora Weber tiene un gesto de conmoción, el diluido hilo que se asoma por sus ojos vidriosos me lo confiesan sin un pretexto.
Uno mi cuerpo al pequeño y delicado cuerpo de la señora Weber, fundiéndola en un abrazo que, era mas para mi que para ella. Desde el principio era consciente que no estaría con ella por cuatro días. El sentimiento es ahora físico en mi cuerpo, mi mente no procesa lo que pasa, pero finge que si lo sabe.
Ella corresponde cerrando el abrazo con sus brazos por mi espalda mientras yo me arrullo encima de su cabeza mientras lagrimeo con la sensibilidad a flor de piel. Unos gimoteos salieron de sus labios, la fuerza de mis dientes sobre mis labios no es tan grave como lo es la de mis gimoteos.
Las hojas de orégano que perfuman su cabello, deleitan mi olfato en un suave consuelo que solo me emociona más.
El tiempo que he estado con ella, me volvió su hija aun siendo tan mayor y... cuidar de una cría de cinco años en ese tiempo. Las noches por los traumas de los eventos que se repiten en mi cabeza. El como esta mujer tan fuerte me ha protegido y sin importar los comentarios tan bajos de su persona, sigue en pie.
―No llores mi amor. ―Masculla conteniendo emoción para no afectarme tanto.― Veras que los días pasarán rápido.
―Pero... la voy a extrañar mucho. Usted es lo único que todavía tengo. ―Mis palabras salen con el mismo valor que podría tener el oro.
Ella es mi ancla y siempre lo será.
―No me vas a perder en ningún sentido. Solo estaremos separadas por cuatros días. No cuatro años. ―Ríe despreocupaba con ligereza, aunque el semblante emotivo la adorna.
―¿Y si las pesadillas son como las otras que he tenido?―El nivel de ellas a veces es tan grave que parecen que las viviera y no poder controlar y decir que se detengan, solo llegan a enloquecerme y dudar de lo que existe― No estará para calmarme.
La manera en como ella corría a la sala donde comencé a dormir hasta tener una habitación, el como sus palabras clamaban mis alaridos atormentados y ahogados por las lágrimas, los arañazos que le hacia por querer sacarme de mi propio infierno, las mordidas y los gritos.
Ella es y seguirá siendo la única que me calme.
―Empaque tus medicinas ―Roza mi mejilla empapada―, recuerda tomarlas antes de dormir y con un vaso de agua o leche tibia. ―Asiento obediente, baja su mano y me soba las mías, obsequiándome un gesto dulce― Tranquila y disfruta el viaje, Mikela.
Muevo las comisuras de mis labios, reprimiendo con una sonrisa retraída.
―Espero poder traerle un recuerdo ―Limpio mi nariz mocosa con el brazo de mi suéter. ―La amo mucho señora Weber.
Ella dibuja un beso en mi mejilla, y poniéndose de puntillas, trayendo mi cuerpo para adelante para que un reconfortante beso me llegara a la frente.
―También te amo, hija.
El silbato de un vigilante repercuta en toda la estación.
¡Pasajeros del Euston Trains, abordaremos! ¡Pasajeros del Euston Trains abordaremos! ¡Por favor, empezar a formarse para la revisión de sus pasajes que avalen su viaje!
Figuras de cerca se aproximan a la entrada al vagón donde están los oficiales.
―Hasta el martes, señora Weber. ―Reprimo un gimoteo y la miro precozmente antes de abrazarla de nuevo.
Juraba que la despedida iba a ser mas fácil.
―Mikela, anda hacer la fila mientras me despido de Hugo. ―Muevo mi cabeza en un movimiento que confirma su petición y le doy un beso en la mejilla antes de despedirme e irme hacer la fila.
La fila no es tan larga como pensé que lo seria hace segundos, pero, estamos en Liverpool, casi nadie llega a tiempo a las cosas, a diferencia de Londres donde todo el mundo corre contra reloj para llegar a tiempo. Delante mío hay al menos unas ocho personas esperando pacientemente el que ambos oficiales terminen de revisar unos papeles para atendernos.
Gire donde ellos están y, la escena era tan adorable. Hugo arrodillado frente a la señora Weber mientras se abrazaban. Las lágrimas de la señora Weber salen libres sin detenerse en meditar las palabras que le dice Hugo. Ella mueve sus labios mientras Hugo asiente con su cabeza recostada en su hombro.
Se levanta quedando cara cara con ella. Esta dice una última petición que hace despertar los colores en su rostro, y escaparle una risilla a ella.
Hugo se despide, acercándose a mi con un trote suave y las maletas en sus manos. Se coloca a mi lado.
―¿Qué era lo que te dijo la señora Weber? ―Cuestione con interés sobre el tema. La cara de Hugo se vuelve un tomate sin necesidad de que hablara. La fila camina de nuevo.
―¡Pufff¡ ―Salió en un sola bocanada de aire― No es nada. Solo que cuide bien de ti y que va a extrañarte mucho. ―La voz del guardia esta a una distancia de dos personas de nuestro lugar.
―¿Y por qué te sonrojas?― Alce las cejas con picardía, la primera vez que lo hacia.
El color se oscureció mas, intensificándolo y Hugo tuvo que mirar el suelo, ¡Que chico de veinticuatro años!
―No me hagas decir tontearías, Mik... ―Susurra apenado, mientras yo solo me acaloro con vergüenza al escuchar el tono de su voz. Pero, no dejaré pasar de lado el saber del porqué su sonrojo.
―¿Por qué? Me gustaría saber. ―Tomo su brazo con delicadeza, en un instante, la rigidez lo domina y el pinchazo de los nervios.
―¿¡No tienes calor!?― Pregunto un poco más elevado de tono con cierto nervio, mientras se rasca la nuca. Es gracioso verlo de este modo.
Cuando mis labios van a hablar, la voz animada del guardia nos interrumpe.
―Buenos días, bienvenidos a Euston Trains ¿Me podrían dar sus billetes del tren por favor?
Hugo le pasa los billetes al señor, en las manos cubiertas por finos guantes de tafetán blanco, el trabajador sostiene una pequeña máquina negra, introduce los billetes con los vales azules para hacerles dos orificios pequeños en las cuatro putas del rectangular papel. Le regresa los billetes y vales a Hugo.
―Sus asientos están en la puerta Sur, número treinta y dos. Disfruten su viaje.
El vagón es angosto y alto, tapizado por un papel decorativo con el típico diseño de escudos en ese amarillo pálido, candelabros colgantes de bombillos amarillos, volviendo el pasillo amarillo en un naranja amarillento pesado, se siente un aire de tensión, misterio que nos rodea cada que nos internamos en él. Cuadros de distintos eventos, tanto gloriosos como caóticos. Uno en especial llama mi atención, pero la fila atrás de nosotros desea seguir hasta su asiento y no podemos detenernos, en otro momento volveré a por ver el cuadro con mejor ojo.
El eco de nuestras pisadas es sordo al estar en contacto el suelo alfombrado, un terciopelo vino que lo aviva en su intento de hacer un equilibrio con el tapizado. A nuestros lados tenemos las puertas a nuestros asientos, separados por puertas desplegables, comunes en estos trenes. Tapando la vista al anterior de los asientos con una pequeña tela del mismo color que el suelo.
Estamos al frente de nuestro camarote. Puerta número treinta y dos. Los números están pintados encima de la pequeña ventana, en un fino acabado de plata pintado de oro.
Hugo toma el picaporte y con un giro en ella, el sonido del pasador moverse, abre la puerta dejándonos acceder a ella.
Con una gran ventana al frente de nosotros, dos asientos en lados paralelos, cubiertos por tela verde con flores, pequeños tulipanes azules. Una pequeña mesa extensible de madera, dos cajones de madera suspendido en el techo, y todo tapizado por ese papel que odio.
Hugo mete las maletas en los cajones de arriba, y tomamos asiento juntos, esperando a que el tren empezara a moverse. El aire aquí es mas frio de lo que pensaba.
―Espero que no se aburra mientras no estoy. Se va a quedar solita.
―Creo que no lo va a estar. ―Sonríe con travesura, se ve en sus comisuras.
―¿A que te refieres, Hugo?― Giro a verlo, y fue mi primer error, su perfil me mantiene hipnotizada, para complacerme y responder, ahora mirándome de frente.
―Es un favor que le pedí a Clarus antes de irnos ¿Crees que soy un idiota? ―Cuando abro mi boca, éste levanta su índice y me detiene― No respondas.
―¿Entonces para que preguntas?― Voltea los ojos en blanco, luego suspira para mirarme felizmente.
―Los canarios que le pedí serán de gran compañía para ella. Tengo fe de que le gusten.
―Hugo, eso es adorable... ―Tiene la cabeza gacha y juega con los pulgares de su mano.
―Y también, el dinero que le di. Sé que lo usará en lo que ella necesite.
―¿Dinero?
Éste busca en sus bolsillo con rapidez el sobre con el dinero y me lo pasa
―Todavía nos queda suficiente dinero para el viaje o cualquier cosa que quieras comprarte en Londres. Ya le he dado a mi madre, Alton y a Dortha.
―Hugo, no debiste. Es tu dinero, lo ganaste por los mandados que le habías hecho a Clarus.
―Si, lo se. Pero ¿qué tiene de "genial" tener el dinero y no compartirlo con el que necesite también?
El sobre se ve aun gordo para saber si se ha llevado algo de él. Hugo es alguien tan bueno.
Lo abrazo de sorpresa, mas como una necesidad que la emoción. Su mano toma mi cintura en un solo movimiento, recorriendo mi espalda hasta la mencionada con anterioridad, y su cabeza reposando sobre la mía. Acaricio la camisa de Hugo, dejándome llevar por aquel olor a menta que poco a poco se vuelve mi favorito.
―¿Qué crees que nos espera en Londres?
Él sigue acariciando mi espalda mientras que sus dedos juegan con la parte superior de la mía, serenando unas melodías.
―No lo sé... ―Habla finalmente algo agotado.
―¿Crees que esto nos dará una ventaja en lo que esos monstruos estén buscando?
―Sí. Creo que si... Aunque tal vez nos equivoquemos.― Me acurruco en su pecho, el sueño parece querer saludar siendo inicios de la tarde.
El silbato de afuera nos avisa que el tren empezara a moverse.
―Mikela ―Me llama con sutileza, pero algo en su voz suena preocupado.
―¿Hum?
―¿Quería preguntarte sobre algo?
―Dime ―Levanto la mirada con la pesadez en los párpados.
―La noche que te encontré afuera de tu casa, no fue porque tuvieras alucinaciones...
Los ojos casi se me salen si no fuera porque están unidos a mi rostro.
Esa pregunta vaga por mis oídos casi en ecos su pregunta
Miro el iris de sus ojos, se clavan en mi, no sé que decir o pensar. Quiere saber, pero no puedo decirle.
―¿Qué fue lo que te ataco esa noche?
Después de trescientos años, al fin actualizo.
¡Hola, chicas! ¿Cómo han estado desde este largo tiempo? Dios le tengo que contar tantas cosas, pero todo a su debido tiempo.
Luego de dos meses sin actualizar les vengo con este LARGO capítulo, y creo que será justo por ahora, ya que tristemente no tengo tiempo ni para dormir ni siquiera tres horas, y no exagero. La universidad de enfermería me tiene al tope y no se diga ahora que estudiaré medicina, dos carrera y hacer un curso de tatuajes. El tiempo que tengo "para recesos" que prácticamente no tengo, los estudios me exigen mucho, casi todo los días tengo examen y exposiciones, y el leer y escribir queda solo para vacaciones.
Y si solo escojo una tarde para mi, al día siguiente estoy estresada por las tareas que pude haber hecho la tarde anterior.
¿Significa que borraré DEMONS de Wattpad o la dejare pausada?
....
¡No, para nada! DEMONS es mi bebébe y mi proyecto personal, el cualquier quiero que gane el corazón de miles de lectoras por la forma en como ve el mundo donde vivimos en un contexto del año 2012 con mezclas del siglo XX/XIX, DEMONS seguirá sus actualizaciones pero no tan seguidas y lindas estéticamente, solo les pido paciencia y comprensión.
En otras noticias, me alegra saber que DEMONS no le falta mucho para llegar a las 2k, en verdad me alegra ver que crece, poco a poco, pero crece que es lo importante y sobre algo que me gusta escribir.
¿Y las opiniones de este capítulo? ¿Qué les pareció? Siento que la relación de la Señora Weber y Mikela es tan linda, que todas deberíamos de tener una relación así con nuestras abuelitas/mamis. ¿Y el señor Hugo? Tan divino como siempre, dejen sus comentarios para leerlos.
¡Nos vemos la próxima luna creciente!
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