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Capitulo III

2 de octubre del 2012

Martes

3:40 pm,  Túneles subterráneos 

Hugo de forma desesperada estudia el pasillo de arriba a abajo, derecha a izquierda, su cabeza da vueltas como un globo terráqueo en rotación, tratando de ingeniar una salida improvisado. Los ojos de la chica están en la abertura del pasillo vigilando a sus "amigos". Los monstruos ya andaban dispersos buscándolos. Las palmas de sus manos le sudan, el corazón no para de palpitarle en velocidades extremas, su mente genera escenarios horribles que pueden pasar si los capturan. 

Golpes, pasos, más golpes y algo pesado desplazarse se oyen atrás de ella, no puede darse el lujo de ver que hace su vecino, el temor no le permite bajar la guardia, lo que no sabe es que su vecino había encontrado una salida. 

―¡Aquí!― Silba con suavidad para llamarla. Ella mueve la mano en señal de negación. 

―¿Qué haces? Perdemos tiempo.― Ni loca dejaría de verlos. No se sabe si ellos ya conocían la posición de ellos y esperaban atacar en el mejor momento. 

―Que vengas, carajo.

Lo mira indecisa, cuestionándose en si dejar su lugar e ir a su llamado. Tediosa trota hacia él; impactada observa el pasadizo, por sus pensamientos jamás se le ocurrió que podía existir tales cosas en estos tipos de construcciones. Quizás una habitación secreta pero no esto. Se veia que hace tiempo no se utiliza. 

Él se quita su chaqueta de parches para dársela a ella. 

―¿Para qué me lo das? ―inquiere ella con la prenda en las manos. 

―Traes vestido. ―respond posteriormente para bajar por las escaleras que proporciona el túnel. Las mejillas de la chica se colorean por vergüenza, maldice en sus adentros el no haberse puesto pantimedias. Siempre lo hace pero, hoy fue la excepción por un mínimo despiste de vestimenta.  

Con agilidad amarra la chaqueta a su cintura;  las pisadas de los criaturas están más cerca de ella. Decidida, ingresa dentro del pasadizo, siendo cuidadosa de no caerse de las escaleras; la suela de sus zapatos entra en contacto con el suelo terroso. 

Hugo vuelve a subir para colocar la baldosa. Los pasos de la criatura se alejan al ver que no hay nada en el lugar. 

Se han salvado... de suerte. 

En consecuencia de haber cerrado el pasadizo, todo ha quedado a oscuras impidiéndoles ver. El eco de los zapatos de Hugo resuenan por  las paredes comprimidas, Mikela no sabe a que tan próximo están uno del otro. Desorientada camina a cualquier dirección con el fin de encontrarlo; el suave roce de sus manos ha hecho todo para que los brazos del chico la atrapen, a lo que ella corresponde gustosa, oliendo ese aroma a  mentas que desprende de sus ropas. Los suaves labios de él depositan un beso en su frente. 

Aunque el túnel huele mas a queroseno que a tierra por alguna rara razón. 

―Quedémonos aquí; esas... esas cosas no van a estar todo el tiempo allá arriba.

―No, ellos nos buscaran; sé lo que te digo Hugo.

No sabe como puede terminar esto, lo había pasado la primera vez, deben moverse con tiempo o sino, será una carrera por salir de ahí. 

―¿Cómo nos movemos entonces?

―¿Tienes tus fósforos?― pregunta ella esperanzada de escuchar un "sí".

―¿Estás loca? Huele a queroseno Mikela, si prendemos un fósforo seremos chicharrones. 

―Hay que arriesgarnos, o ¿quieres caminar a oscuras por un túnel que ni conocemos? 

―Esta bien, lo haremos pero busquemos algún palo por aquí, así armaremos una antorcha.

Ellos empezaron a palpar el suelo con la idea  de toparse con un palo o rama en esa oscuridad gigantesca. 

En la superficie las criaturas rebuscan y buscan en cada parte de la biblioteca lo único que  su amo les había ordenado hallar, un libro, no les dijo para que lo quería, solo que lo necesitaba urgentemente. 

 Por otro lado, la mujer tiene otros planes relacionados con la joven, "asuntos vigentes" que ocultan la verdadera causa de su interés en ella. No era idiota,  tiene que conseguir la suficientes fuerzas para poder revelarse ante su líder. 

―Dónde se habrá metido esa mocosa.― Irritada, pasea entre los libreros. El olor de su alma  inocente y rota. La requiere para volver ser ella la que viviera de nuevo. ―Ella esta por aquí. La percibo. 

―¡Das Oberhaupt!― La llama el nuevo del grupo. Una combinación entre un gnomo de los Mares lunares y troll del Estramonio.

Secuestrado y bajo el control del líder, obedece  y sirve para él hasta que se canse y consiga lo que quiere, después lo dejaría a su suerte.

Corre con sus enormes pies, ella lo detesta, detesta a todo quien la moleste o respire a su lado. Su cabeza medio calva, apenas cuatro cabellos eran demasiado; arapos a medio coser le obstruían el paso, teniéndose que detener constantemente; ojos proyectados a través de inmensas gafas de botella, uno de los lentes no tenia cristal.

―El libro que nos ha pedido nuestro señor no esta aquí, he revisado con los lutums y no esta en ningún librero, y si fuera lo contrario lo han ocultado bien.

―¿Qué quieres que diga?― Su desinterés era notorio, para ella era un simple libro. 

―Estaba pensando en que si lo ocultaron, habrán alguna pista o ayuda en caso de volverlo usar 

La mujer ríe  ante su teoría no tan tonta, no le iba a aplaudir; el híbrido se sonroja por su burla. Desprevenido, ella lo toma por los arapos contra uno de los libreros. El pánico y sorpresa se reflejan en sus ojos verdes esmeralda. 

―Averigua donde podría estar, dile al puto manos de tijeras que te ayude. ―Sus ojos se desprenden un violeta venenoso, agrio y oscuro de su iris. ― La próxima vez que me hables, que sea sobre una pista ya descifrada o sino lo que cenare será a tí.

El híbrido vibra atemorizado; su rostro estaba descolorido, el color purpura que los caracterizaba había huido por completo cuando ella lo puso contra el mueble

―S-sí.... ―Y de un solo golpe lo deja caer  al suelo. Se incorpora a cuestas y acelera su paso para alejarse de ella. 

―¿Cómo lo amarramos?

La pareja había conseguido un bastón de madera. Ella le pide a él que encienda un fósforo, con miedo a que se incendiara el lugar cierra los ojos y lo hace, esperando que sucediera pero nunca llega, el alivio en ellos entro en sus cuerpos y continuaron. 

―¡Auch!― Chilla Hugo al sentir el fuego tocar sus dedos, se ha quemado con el fósforo cuando el fuego bajaba de la cabeza por el alfiler. 

Con un trozo de tela que había rasgado de su vestido, lo ata alrededor de la parte superior del bastón, para hacer un bulto, ya en el extremo de la tela la introduce por debajo de la envuelta para que quede bien prensado y no se suelte.

Lo que ellos no se han dado cuenta es que la nota que ella había guardado hace horas estaba en el suelo, se había caído de su bolsillo cuando ella rompía una parte de su vestido. 

―Por favor, esta vez no te quemes, el fuego te puede convertir en un maní tostado. ― le advierte ella burlesca, él no le hace mucha gracia. 

Hugo prende un fósforo para verla, de su boca emite ruiditos de ardilla en señal de reproche; Hugo nota el papel en el piso y lo levanta 

―Si quieres ser cómica a aprende de maestros con experiencia, Mikela. ―Ella mira el papel, arrebatándoselo de las manos a Hugo. ―¿Por qué me lo quitaste?  

La chica está sorprendida por la respuesta ofensiva de él. No se iba a quedar callada. 

―No es mi culpa tener un profesor pésimo  como tú. Y el papel es una nota que luego te explicare. 

S u rostro dibuja una mueca de ofensa sobreactuada, típico de él. La chica se le dibuja una pequeña sonrisa.  

―Me heriste, ratoncita. ―Se golpea justo en el corazón― No te lo voy a perdonar. 

―Ay, deja de lloriquear, tenemos que conseguir prender la antorcha sin que se queme la tela. 

―El lugar vuelve a queroseno, puede ser que haya una tubería que lo este botando. Si la encontramos podemos usar un poco para bañar la parte de la tela y encender nuestra antorcha.

―Suena bien, andemos guiandonos por las paredes. Guarda los fósforos, no queremos que se nos gasten. 

Las paredes del túnel  son frías, textura rocosa, áspera; las corriente de aires traspasan las paredes de piedra a través de las grietas invisibles; a lo lejos se oye el débil eco de un goteo inconsistente; ambos piensan en lo mismo; van a la dirección contraria, ya que de ahí es donde proviene el sonido. Hugo le pide a Mikela que encienda un fósforo. 

Es una rejilla vieja que esta goteando. Hugo acerca su nariz a olerlo y efectivamente es queroseno, le arrebata de las manos el bastón a Mikela y lo baña en el pequeño lago que se ha  formado por la gotera. Lo alza, pidiéndole a Mikela que pase el fósforo por la tela mojada, obteniendo finalmente una fuente de luz 

El ojos de jade por fin ve el rostro de su pequeña ratoncita. 

La azabache por fin ve el rostro del chico que la hace sentir especial. 

―Ya extrañaba esos ojos marrones. 

Avergonzada golpea el brazo de su vecino. 

Ya lista la antorcha, se ponen en marcha de nuevo, yendo al sentido que iban desde un principio por el largo pasillo atrás de ellos. En una de las partes del pasillo, hay rastros de una pintura, al chico le ha llamado la atención porque hay cierto crucifijo que conoce que esta ahí,  se puede notar que lo usa una persona; la mugre y el tiempo han quitado mucho de lo que debería de ser y es difícil saber si era un hombre o una mujer. 

―Mikela, mira. ― La chica se gira a ver la pintura, sus ojos se clavan  en el crucifijo negro que hay. 

―¿Qué hace eso ahí? 

―No me habías dicho que tu familia era originaria de este pueblo. 

―Creo que sí, madre decía mucho a padre que éramos de una estirpe muy antigua del pueblo. 

―O sea, aborígenes. 

―No lo creo. Podría ser que éramos una de las familias que colonizamos el pueblo. ―Sus dedos tocan la pintura descolorida, manchada y mugrosa. Su cabeza no entiende como algo así estaba abajo de una biblioteca abandonada.― ¿Por qué estaría esto aquí? Bajo la biblioteca.

―No lo sé. Tanto para tí como para mí es extraño. Metiendo que mancharan el rostro de las  personas. 

La pintura esta muy desmanchada, lo que si se nota era que hay otras personas en él, unas 9 personas; tachones bruscos y enormes encubrían los rostros, ocultando sus dueños. 

―Cuando las aguas se aclaren volveremos aquí, ¿de acuerdo? ―Ella asiente, no esta segura de seguir sin tener al menos una foto, ninguno de los dos trajo una cámara. Esa pintura la llama, ella lo sabe, no quería irse, pero el momento no les ayuda mucho. 

―Esta bien, vamos. ―El chico se acerca a ella, entrelazando sus manos y a la par, seguir por el túnel. 

No tardaron mucho en toparse con dos camino, uno los dirige a las alcantarillas de la antigua biblioteca, una salida asquerosa pero, una salida y por el otro lado daba a un lugar que  protege lo que muchas personas antes trataron de hallar, sin éxito no consiguieron. 

Nadie puede saber que la ocultamos ahí, nadie. El mundo no esta listo, debemos protegerla hasta que... 

Los dos chicos escogieron su opción, el chico la derecha y la chica la izquierda. Como gente madura de su edad decidieron optar por piedra papel o tijeras para decidir entre los dos caminos. Luego de un mini canto de victoria y un carajo del chico, eligieron  la izquierda; el túnel cada vez se hace mas angosto y el tamaño desciende, al final del camino hay una puerta cubierta de polvo, telarañas, nidos de hormigas e insectos; la chica no quiere pasar por aquella puerta, no era ni es amiga de los insectos. 

―¿Qué rayos es este lugar? ―Los ojos del pelinegro inspeccionan el lugar entero, inquietos sin quedarse tranquilos. 

―Parece un tipo de santuario... ―La pareja está realmente impactados al ver la habitación.

Iluminado por un fila de velas pegadas a las paredes; de altos techos, sosteniéndolo cuatro pilares de piedra cubierta de follaje y moho; largas cortinas de color rojo mal colgadas del techo; a sus extremos pozos de agua sucia; en las paredes marcas de sangre, golpes y objetos a punto de caerse y un extenso sendero de piedra en el centro de la habitación guiándolos a un pedestal que encima de él contenía algo.

La chica habla con el chico; no tan convencido por completo la deja ir a ver que era eso que había encima del pedestal; el otro tiene que quedarse cerca de la puerta por si ocurría un problema en el puente y necesitara ayuda.

Los pasos de ella son sigilosos y pausados, se desconoce cuanto tiempo tenia el sendero pero, no se ve muy estable, no iba a arriesgarse a ir de volada y que el sendero se derrumbara bajo sus pies. El silencio es sepulcral, sus respiraciones son los únicos progenitores de sonidos en ese momento, la vibra del santuario no le da una buena sensación, se siente como si acaecidió un evento peligroso. 

El camino ha acabado como su andar, frente a ella esta el pedestal, exhibiendo.... una llave. 

―¿Qué es?― Vocifera Hugo desde su posición. 

Ella no cree que eso es lo que había en la habitación, sin embargo eso es lo que ven sus ojos. 

―¡Una llave!

―¿¡Qué!?

El chico confundido se aproxima hacia donde ella esta.

―¿Una llave? ― Jadea desconcertado junto a ella. 

―Sí, estoy igual de confusa que tú.

―¿Cuál seria el motivo de que estuviera ocultan en este sitio en especifico? ―Posa su mano bajo su mentón de forma pensativa.

―Podría ser que la ocultaban de alguien malo como en los cuentos.

―Debemos llevarnos  la llave e irnos de aquí. ―Hugo le pasa la antorcha a la chica,  remangándose las mangas desde el puño hasta los codos.

―¡Espera! ¡No! ―Ella le alerta a tiempo de que él colocara sus manos encima de la cúpula de cristal que protege llave. ―¿Y qué pasa si está embrujada? 

―No las calamos de coña. ―Toma la cúpula entre sus manos, accediendo a ella. Agarra la llave, pero esta no se levanta ―¿Que carajos...? No puedo cogerla. Esta pegada. 

―Trata con mas fuerza. ―Hugo se impulsa apoyándose contra el pedestal y con sus dos manos la jala.

Las criaturas ya sabían que ellos están abajo, siguiendo su rastro, la líder es veloz con aquella idea en su mente: «atrapar a la humana», los otros la siguen como peones. 

―Créeme, lo hago―Suspira algo decepcionado―No puedo.

El más grande del grupo, una mutación deformada; se avalancha contra la puerta para tumbarla y entrar, aún siendo tan antigua se mantiene en pie, la criatura no sé lo había previsto de esa forma; la líder quiere a la chica, su desesperación en que ella escapará crece.  

«¡Abre la maldita puerta!»: exige al mutante para rasguñar con sus manos la puerta y romperla. Los demás copian su acción con poder derrumbarla. El inesperado alarido de uno de ellos advierte a la pareja que están concentrados en la extraña llave.  El corazón de la chica se le sube a la boca, las piernas le flaquean  y su respiración cambia a una apresurada. El chico esta pasmado, inmóvil en su puesto viendo  la puerta que los separa de ellos.

―¡Hugo, apúrate por lo que mas quieras! ―ella le alienta temerosa, dejando caer la antorcha al estanque hundiéndose, tomándolo del cárdigan de lana.

Sus reacciones son rápidas y acata la orden con dos motivaciones.

No ser comida de monstruo 

No morir 

¿Verdad que son muy buenas para apresurar a alguien?

Forcejea con la llave, sus mejillas se colorean rojas por la fuerza que impone en la acción y en un desliz cae  para atrás sin tener suerte.

¡No escaparan! 

―Dejemos la llave y vayámonos de ésta mierda. ―Se incorpora del suelo y agarra la mano de ella. 

Por su mente no transita la idea de dejar la llave, no lo hará.  

―Hay que llevarla con nosotros. No me quiero lamentar después pensando que la llave sea de importancia y se la dejamos re fácil a esas cosas.

―¿Cómo la sacamos? 

Lo mira indecisa mordisqueando su labio inferior; «¿estaba pensado bien?» si con Hugo no pudo sacarla, «¿con ella lo haría?». Esa era la duda que la detiene, «¿y si tendrá que dejar la llave ahí sin remedio alguno?». La puerta no es eterna para protegerlos, los golpes son cada vez mas grotescos; aproxima su mano a la llave. 

Temblorosa, desconfianza de que funcione la atrapa entre sus manos y con esperanza poder alzarla. 

Los ojos de Hugo son enormes esferas viendo lo que el no pudo, la llave en la manos de ella. 

Ella lo logro.  

Ambos están asombrados, ¿por qué es que ella si pudo y el no? Otra pregunta sin respuesta a la bolsa.

―¿Cómo...? ―Iba a gesticular Hugo pero ella lo interrumpe.

―No hay tiempo para preguntas, hay que salir de aquí ―Mete la llave dentro de su vestido por medio del cuello, cayendo en algún lado de su sostén. 

Sus miradas se dirigieron a la puerta al escuchar como los tornillos caían de los marcos de la puerta. La estaban abriendo. 

―¿Qué hacemos? Ya no hay puertas y la única que hay es la que nos separa de ellos.

Ella está muerta del miedo, no lo dice pero su estado es suficiente para saberlo, sudando frio, sus mejillas rosadas pasaron a ser blancas cuando los golpes emanaron, sus ojos como espejo que refleja ansiedad y temor. Hugo mira su alrededor ingeniando un milagro que los salvara, pasa su mano libre por sus cabellos con finos rizos, hasta que su vista queda estancada en el pozo de agua, lanza una rápida mirada a la chica y ella lo capta.  

«Oh no» Piensa. La idea de nadar no le agradaba mucho, por varias razones, la mas importante, nunca supo nadar. Los castigos de su madre y las veces que trato de aprender por su cuenta no son muy buenos recuerdos  para incentivarla a entrar. 

―Éstas loco si crees que me meteré. ―Excusa nerviosa, sus manos pasan a ser materia liquida y el retorcijón de tripas le duele.   

―Lo sé, entiendo que no te quieras meter pero no tenemos otra opción. ―Sus ojos la ven suplicante. Tiene que cooperar con él o su vida se iría por el caño. 

Ella estudia la situación, lo que pasaba en ese momento. Dudosa toma la mano de su vecino con miedo a lo que pudiera pasar. 

―Júrame que no soltaras mi mano... por favor. 

Los golpes cesan con mas fuerza, la puerta esta a minutos de romperse por los golpes que recibe.

―Lo juro, Mikela. 

Aprieta con suavidad su mano, ella entrelaza sus dedos con los de él, buscando seguridad sin miedo. Eran sentimientos mezclados en una situación fuera de lo normal. 

¿Pero qué seria normal en este pueblo? 

Oh, eso lo sabrán después.

―Toma mucho aire y cierra los ojos.

¡No tienen escapatoria!

Las tijeras traspasan la puerta brutalmente, los alaridos de loca y los quejidos de varias voces son chocantes. Aparta la mirada para cerrar sus ojos, inhalando lo suficiente.

Lo siguiente que ella siente es como es  sumergida dentro del estanque, cubriéndola por completo en la profundidad.

Sus cuerpos son jalados a las profundidades por su peso; Hugo es el primero en abrir los ojos y empezar a nadar, se fija en su compañera que aun tiene los ojos cerrados, nada quedando frente a ella, posando su mano en su mejilla, avisándole que los abriera, la primera sensación que siente es el ataque directo  del agua salada en sus ojos, picosa, ardiente y fastidiosa al principio; solamente tiene que acostumbrarse por unos minutos. Él le hace ceñas explicándole que deben nadar o sino se les acabaría el aire que les queda.  

Impulsa su cuerpo moviendo su brazo libre y piernas hacia abajo arrastrándola con él. Analiza sus movimientos, en un intento de imitarlos lo mejor posible para ayudarlo pero resulta complicado. 

Los minutos avanzan y ni cerca de llegar, apenas están a la mitad del gigantesco estanque. El chico controla su necesidad por tomar aire, su mente se fija en no perder los estribos, sabe que está bajo el agua pero no cerca de la superficie, tiene que controlarse. En cambio, la pobre no aguanta ni un segundo mas, no le falta mucho para ser una mora azul, sus mejillas son dos bolsas llenas de aire que necesita botar de inmediato, pero no puede o sino se ahogaría como una idiota. Hugo se gira a asesorarse de que todo estuviera bien y para nada lo esta. La toma de los hombros, atrapando su cara y rozar sus labios.  

«¡No es momento para que me beses idiota!» grita nerviosa en sus adentros, ella imaginaba su primer beso de otra forma, no que ellos estuvieran en un estanque para salvar sus vidas. Él ya ha juntado sus labios a los de ella, pero no hacía nada hasta que una corriente de aire entra y sale en su boca 

«No me esta besando, me esta dando oxigeno» piensa.

Aprieta ligeramente sus brazos, volviendo a cerrar sus ojos, su pecho se infla debido a la entrada del oxígeno, su rostro se relaja y con ella todo su cuerpo; Hugo esta igual, le hubiera gustado besarla en otras circunstancia que no fuera que ambos iban a morir.  Al tomar de nuevo aire, el se separa de ella esperando una respuesta a su estado, levanta su pulgar en singo de aprobación y continúan. 

El pozo es más profundo de lo que se imaginaban. Paredes de ladrillos descubiertos en pocas zonas a causa del agua, una inexplicable jardín de algas naranja, casi parecidas al terciopelo, delicadas bailando al movimiento del agua de al menos unos 3 metros de altura, ellos apenas las veían; desde la superficie el agua se veía horrible, no es tan sucia estando dentro pero su viso es lóbrego, turbio y no es por culpa de ellos, sino por  la densidad en la que esta inmersa. Los ojos de la chica ya estaban acostumbrado pero aún le pican, qué serian de los pobres ojos de Hugo. 

Lo que no sabia la chica es que su amigo diviso una salida a lo lejos, una puerta estanca  unida a la pared a la que ellos se dirigen. El chico se detiene con su vecina; por señas le indica que gire con todas sus fuerza hacia la derecha el enorme circulo de hierro que está unido a la puerta, la chica lo entiende y lo próximo que hace es posar sus manos en el objeto, Hugo se le une, dando lo último de fuerzas que le quedan; el estruendoso ruido de la cerradura al otro lado les notifica que la han abierto.

Mikela entre señas le comunica que  entraría primero para asegurarse de que no hubiera nada extraño; agregándole que ella se le acababa el oxigeno, sin pensarlo mucho, jalo hacia él, permitiendo que la puerta absorbiera el agua que entra y el cuerpo de la azabache también.

Su cuerpo cae como un pez fuera del agua, el duro suelo de cemento amortigua su caída dolorosa, inhalando  el aire que se hospeda en sus pulmones, no puede dársela de estar a salvo. 

―¡Hugo...!― Grita asfixiada, arrastrándose por el suelo―¡Entra! ¡Esta entrando mucha agua!

 Los ojos de ella arden a causa de no  mantenerse en contacto con el agua; aduras penas se  incorpora tambaleante con ayuda de las paredes; los fuertes chorros de agua entrando dificultan su estabilidad para que ella se mueva; el agua ya esta a la mitad de sus pantorrillas.

―¡Hugo!

Lo siguiente que ella ve es como el cuerpo de Hugo entra de forma abrupta a la vez que la puerta se cierra estrepitosamente en frente de ellos. Mikela corre a socorrer a Hugo, éste eleva su torso aun en el suelo y tose desesperadamente en busca de aire.

Sus hermosos rizos mojados tapan la mitad de su rostro, pasa su mano sobre ellos retirándolos con cuidado.

―Espero no necesitar respiración boca a boca. ― El color verde de sus ojos es calmado, su voz es jadeante pero amena. 

―¿Te molestaría qué lo hiciera? ―ella acaricia su mejilla, él suelta una pequeña risa mostrando esas perlas de dientes.

― Por mi no hay problema, aceptaría gustoso de nuevo. 

Él se incorpora, sentándose sobre sus talones; ella se abalanza sobre él liberando todo ese miedo y ansiedad que había guardado desde que se habían metido al agua. 

―Lo hicimos... ―El cuerpo de ella tiritea dejando ir todo, él se limita a envolverla entre sus brazos, proporcionándole calor y seguridad

Aunque el también lo necesitaba. 

―Shhhh....― La calla con delicadeza meneándola como si de un bebé se tratara. ―Cálmate, ratoncita. 

Mikela no se podía creer lo que había ocurrido. Estando empapada; temerosa; ardiéndole los ojos y con un posible resfriado pero lo había hecho. 

Volvía a huir con éxito de ellos. 

Ahora con miles de cosas por descubrir. La llave, el santuario secreto, la nota y la extraña pintura que tenia su crucifijo. 

Esa es su misión. 

Descubrir los secretos que se habían topado por su camino y la razón de que esas criaturas la persiguieran. 

Omitiendo eso, también el sentimiento de felicidad la envuelve solo un poquito, había encontrado una persona que le creyera. Una persona que la cuidara como la señora Weber... ¡Diablos!

―¡La señora Weber! ―ella se separa del abrazo de él  mirándola preocupado.

―¿Qué pasa?

―¡Estúpido! ¡Tengo que llegar a su casa antes de las cinco, si no me ve ahí me matara!

―Salgamos ya. 

¡Hola, chicas! ¿Cómo están? espero estén muy bien este domingo, si. Sé que me quieren matar por no actualizar el jueves pero, era porque el capitulo era muy largo y tuve que dividirlo en dos. Esta es la primera vez que regreso a escribir en Omnisciente y me tiene emocionada, además, es uno de dos capítulos mas cortos que he escrito por el momento. 

¿Y ya han caído por Hugo o falta aun mucho para que suceda? ¿Les agrada mi pequeña hija? Puedo decir que adoro a Mikela, pero Hugo me derrite por dentro. 

Y agradezco muchísimo las 300 vistas en tan poco tiempo, tanto a las lectoras que leen y votan, y también a las lectoras fantasmas. 

Prometo que después de subir este capítulo, corregiré el otro para subirlo el jueves. 

Hasta la próxima, y muchas gracias por el apoyo. 

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