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Capitulo II


2 semanas después 

2 de Octubre del 2012 

Martes 

―¡Cariño baja a comer!

Con pesadez me siento en la orilla de la cama; bostezo estirando mis brazos, rasco mis ojos para pasar mi mano por todo mi adormecido rostro y mentalizarme de no caer dormida.  El espantoso piso  me da los buenos días. Enfrente a la mesita de noche están las zapatillas que la señora Weber me ha comprado. Me las calzo. Son de color verde con pequeñas flores en las almohadillas que calienta mis pies. 

El olor del café se percibe apenas salgo de la habitación. Es agradable este tipo de aromas cuando despiertas, no te hace sentir sola. 

Avanzo unos pasos  al inicio de la escalera y bajo. 

―Buenos días, señora Weber. ― La saludo casi en el último peldaño cerca del suelo. Tirando su vista a mi, regalándome una tierna mirada. 

―Serán buenas tardes. Son las doce y cuarenta y cinco de la tarde. ―Apunta el reloj de la pared en un movimiento de cabeza― En verdad estabas cansada.

―Lo siento. ― Bajo, encaminándome a la cocina ― La próxima vez me levantare mas temprano. Lamento haberla hecho esperar el desayuno, merezco recibir un castigo. 

La señorita Weber interrumpe su tarea a medias. Limpiar los utensilios. Aproximándose a mi.

―Mikela, qué dices. Jamás haría algo así. Ni siquiera con Jelyth y Salet. Llevo cuidándote desde hace diez años, nunca te he castigado con esos métodos, y luego de que tus padres murieron...

Mis ojos van directo a mis zapatillas. El tema nunca será ameno de hablar sin que me afecte. Noches llorando, gritando, con golpes, heridas...pero los extraño. 

―No pidas disculpas a cosas estúpidas. Recuérdalo. Si no haz hecho algo que este mal, no te regañes―  Expresa melosamente, Alza mi mentón con su mano, obligándome a mirarla. ― Hice algo que te va ha alegrar. 

Agarra mi mano con sus arrugadas y tersas manos. De inmediato la detengo.

―¿Qué pasa?

―No me he cepillado los dientes. Vuelvo a subir y bajo para comer. No tardo.

Me despego de ella y subo otra vez las escaleras, cruzando a la derecha para el baño. El tamaño que tiene es notoriamente mas grande que el de la mayoría de estas viviendas, pero la casa en si es mas pequeña.

Decorada por completo de papel tapiz de flores naranjas, Caléndulas se llaman. Contrasta muy bien con el color canela del tapiz; una pequeña ducha con diferentes objetos de limpieza personal, sobre rejillas pegadas a la pared en una columna de tres niveles. Encima de la ducha hay una pequeña ventana, es ancha de largo pero no de altura, apenas si se ven los pájaros volar cuando pasan. 

El estilo de decoración de la casa entera es muy vieja para el año 2000, no muchos podemos cotizar y tener dinero para estar a la última nota con la actualidad 

Delante del inodoro esta un taburete con lo básico: papel higiénico, toallas femeninas, un florero con plantas naturales y una pequeña caja con chupetas de sabores.

Sonrió ante el acto tan tierno, estúpido e inocente por su parte. Cuando venia a visitarla este era el modo en como me enseñaba a ser higiénica 

Al menos cuando te limpies el culo tendrás un premio.

Agarro la crema dental, seguido del cepillo y procedo a lavarme los dientes. Al terminar reviso en el espejo frente a mi que estén cien por ciento limpios, viendo que estoy en lo correcto, coloco cada cosa en su lugar y vuelvo a verme en el espejo. La herida ya no se ve tanto, gracias a las cremas que me ha elaborado la señora Weber, aunque no es una excusa como me veo.  Parezco una bestia. 

¿Es imposible que en los cuentos que leo o películas viejas, las chicas se vean increíbles recién despiertas? ¡No es realista! 

Con mis dedos deshago los nudos que están en mi cabello, duro unos segundos y lo consigo, sin embargo varios cabellos rotos caen al suelo. Los recojo; mi cabello se ve mejor con ondas naturales. Hago un pequeño nudo con ellos, arrojándolos a la cesta de basura. Egreso del baño no sin antes coger una de esas chupetas, apagar la luz y cerrar el baño. 

Vuelvo a bajar a la cocina. 

―¡Aquí estoy!

Elevo mi tono de voz a uno mas chillosa y divertido contemplándola con una pose de superheroína 

―Ya basta de tus payasadas, niña y ven a comer.

La señora Weber me ofrece el plato que yo felizmente acepto. Los olores que entran mi nariz, revolcando mi estómago; apresuro llegar a la mesa del comedor, no tardo ni un segundo en comenzar a devorarlo. Los huevos con el toque exacto de sal, el tocino crujiente y con la suficiente grasa, el pan tostado y mantequilloso al gusto. 

―Se te olvido el café con leche y las frutas.

La señora Weber las coloca frente de mi plato y asiento con la cabeza en señal de agradecimiento. Esta se sienta al lado izquierdo de la mesa cerca mío.

―¿Cómo esta?

―Deli...―Hablo masticando un trozo de tocino con un poco de pan. Dificultando mi modulación. ―...cioso.

―Es bueno saber que no he perdido el toque.

― Espero nunca lo pierda. Sin su comida, personas como la señora May, el señor Elias, Brad, Hugo y varios mas solo comeríamos la insípida sopa de pescado o la carne dañada del comedor comunitario.― Me sincero― Espero algún día puedan mejorarlo y ofrecer buena comida a todos y no solo a los ricos

En el pueblo hay un comedor para las personas que no puedan comer por su situación económica, a pedido del señor Elias y otros se pudo lograr, debido a que en ese tiempo un funcionario del Consejo Municipal  no le gustaba la idea, el alcalde no tenía voz ni voto ya que esa semana había ido a Manchester por alguna diligencia y lo dejaron a cargo. 

―Yo también lo espero, Mikela ¿Y dime por qué te dormiste tan tarde ayer por la noche?

―Cuentos ― Respondo llevando una cucharada de huevos.  Ayer me termine uno rápido pero, tengo que mejorar mi lectura ―, disculpe haberla hecho esperar por mi.

―No, descuida. Ya me lo pensaba. Escuche que se te dificultaba algunas palabras. ― Me ruborizo ante la vergüenza. ― Y no quería molestarte. Se que te cuesta mucho y cuando te quedaste dormida, te veías adorable, años eran los que no te veía dormir 

― Señora Weber, usted sabe que estoy bien. ― Muy bien para irme al carajo. ― Se lo juro. Desde que llegue a mi casa, duermo mis noches felices― Gracias a las medicinas― Agradezco tanto por todo lo que ha hecho por mi.

―¿Segura? ― pregunta dudativa. Ella sabe que puedo ser una perfecta mentirosa. Una prueba era todas las cosas que le ocultaba a mi madre y a los del pueblo.

―Si, segura. ― Sonrío.

De ahí  hablamos de temas triviales, relatos de sus tiempos con preguntas de mi parte.

Tres toques provenientes de la puerta corta nuestra plática. Se irgue sin apuros hasta llegar a ella, toma el picaporte, abriendo la puerta para mostrar de primera mano los mechones rebeldes de Hugo

―¡Buenos días, bella dama!― Saluda cordialmente; quitándose el gorro de lana que posa en su cabeza. Inclina su cuerpo, guiñándole un ojo a ella, recogiéndose a su postura normal. ― Aquí están las medicinas que pidió buscar. Todas y completas como dice el papel.― Saca la pequeña bolsa de tela con los medicamentos. 

La señora Weber ríe animada recibiendo la bolsa en sus manos

―Gracias, Hugo. Pasa, pasa.

Hugo camina unos pasos dentro de la casa. A su lado esta el perchero; se quita su gorro, descuelga de su hombro el bolso donde traía los medicamentos, enganchándolos en uno de los tacos de madera. Se acerca a la mesa, no sin antes devolverse para atrás y darle un beso a la señora Weber en su mejilla. Retomando su camino, pasa por mi lado , dejando un beso en mi cabellera y ocupando el lugar de la señora Weber. 

― Quítate...― Mi mano toma la bebida caliente, acercándolo a mis labios para dar varios sorbos. ― Ella va sentada ahí 

―Estoy muy bien, gracias por preguntar Mikela. 

Bajo la taza; resoplo tediosa y lo miro rendida. 

―Hola, Hugo. ―Una sonrisa escapa de mis labios.

―Hola, Mikela. ―Me devuelve el saludo, acariciando mi mano libre.

―¿Cómo sigue tu mama con el pequeño?― Indago con entusiasmo; el ojos de jade no me oye, deja de acariciar mi mano. Dirijo mis ojos a donde el los tiene, justo mi desayuno. 

¿Por qué tendré que ser tan buena? 

―¿Desayunaste al menos?― Suelto su mano de la mía. 

Un fuerte rugido se oye por parte de su estómago. Con pesar y dolor ―¡porque si es doloroso!― le doy parte de mi desayuno. En sus ojos esta ese brillo cuando ves lo que mas amas.

Y él ama la comida.

―¡DIOS!― Exclama con un alarido de satisfacción al comer el primer bocado. ― ¡Por un carajo!...

―¡Lenguaje! ― Reprende la señora Weber desde la cocina. Ambos nos terminamos riendo en lo bajo. Hugo vuelve a tomar un poco de huevos revueltos 

―Hugo, dime. ¿Cómo esta tu mama?

Traga los huevos y arrebata mi taza entre mis manos. Hijo de su madre. 

―Esta muy, bien. Los mareos y el vomito la agotan; a quién no; es una embarazada de tres meses recién casada. ―Le da un pequeño sorbo al café con leche. ― y el embarazo fue de sorpresa, nunca pensaron tener hijos tan pronto.

Asiento con las mejillas un tanto roja y continua comiendo. 

―Exceptuando los mareos, vómitos, quejas, dolores.... Todo bien.

― Me alegro. ¿Y pronto sabrán el sexo del bebé?

―Sí, dentro de dos meses. Las citas al obstetra son en Londres y tiene casi todo los días citas con pacientes primerizos según la enfermera que los atendió. Lograron tener una de milagro.

―Al parecer es temporada este octubre tener hijos.

―Sí, supongo. La gente rica no tiene problemas, son eso, ricos. Si les place la gana de tener dieciocho hijos los tendrán, los gastos no les preocupan. En cambio, Alton esta recuperando en sobras lo que gastó en la casa y no se diga que tiene que conseguir 3800 libras para una deuda, Mikela... 

Acerco mi mano a la de Hugo en señal de apoyo. Su mirada es seria y ese brillo que tenía hace minutos se apagó.

―Veras que todo mejorara, ten fe. Buscaremos la manera de poder ayudar. 

Éste aprieta mi mano y vuelve a agarrar la cuchara.

―Eso espero.

Suspira deprimido, trata de motivarse con la comida; termina de comer las pocas migajas de pan con el poquito de huevo en el plato; coloca la cuchara dentro y se limpia la boca con la manga de su camiseta. Se levanta de la silla y coge el plato; ―aprovecho que el buen Hugito se levanta― bebo lo último que me queda de la bebida caliente y poso la taza sobre el vacío plato.

Los ojos del chico se entrecierran y me miran con molestia.

―Floja.

―Gracias. ―Agradezco alegre ante su reacción.

Se adentra a la cocina, yo mientras, saco la chupeta que había cogido del baño y me la meto en la boca. Hugo egresa de la cocina y atrás de él sigue la señora Weber.

―Hugo, por favor podrías cuidarla hoy. ―Pide secándose las manos con la toalla  livianamente mojada de la cocina. ―Hoy tengo que ir al cafetín, ya la gente exige que vuelva.

―Son unos malparidos... ― Susurro con la chupeta en la boca. 

El fuerte zape que me da la señora Weber, casi me atraganta y la nuca me duele. 

― Eso te pasa por decir groserías. ―Justifica señalándome seria, a su derecha esta Hugo con las mejillas rojas de la risa; si ella escucha que él se ríe  recibirá un zape. No le gustan que nos burlemos de los males del otro.

―Eso es lo que son ellos. ¿Por qué no pueden aprender a cocinar como usted, Hugo o yo? No. Esperan a que el burro vaya a trabajar y ellos, se lancen aire en las bolas como tremendos flojos que son.

Otro zape. Otra burla contenida por parte de Hugo.

―Esta bien, me voy a callar. ―Aviso lanzando las manos al aire en símbolo de rendición. La señora Weber retoma lo que nos decía hace unos minutos.

―Como te decía Hugo, puedes cuidarla. Sus medicinas las coloque sobre la encimera del estante atrás tuyo. ―Él se voltea y mira el pequeño grupo de medicamentos en el mueble― Los dos primeros son para el cansancio, esas son a las tres y cuarenta, ósea dentro de dos horas. ― son las dos y quince de la tarde. ―, la del jarabe son para el dolor de los huesos, si es que llega a estar doblada mucho tiempo. 

―De acuerdo.

―La cajita rosada son las nuevas que le recetaron por lo que paso hace dos semanas... ― Siento sus ojos sobre mí; me enfoco en algún punto perdido en el suelo de madera para no mirarla. ― Esa es a las cinco en punto, se la tienes que dar dos veces. 

Es molesto tomar medicamentos, cuando en verdad digo lo que sucedió esa noche. 

―Creo que puedo con la misión ― responde divertido. Busca mi mirada sin tener éxito, acabo de comerme la chupeta y muerdo el bastoncillo. ―La paciente será un poco difícil, suerte que tengo mi dulce chantaje para que colabore.

Dulce.

―Dulces...― Alzo con velocidad mi rostro y veo como el señorito me ve gracioso.

Él hace esto para distraerme o animarme. Es extraño que de verdad funcione lo que hace.

―Te los daré con una condición. ―Chista, mete su mano dentro de su bolsillo derecho.

―¿Cuál?― Saco el bastoncillo de mi boca. 

―Que sonrías y olvides lo que paso hace dos semanas. ― Asiento en silencio― Eso, ratoncita. 

Tengo que fingir delante de la señora Weber, no me gusta pero me es obligatorio para que esté tranquila.

Y él estará loco si cree que olvidare lo que paso hace dos semanas. Tengo que descubrir que eran esas cosas, desenmascarar al falso Klaus, pero si menciono cualquier cosa en presencia de la señora Weber me dirá que me olvide, que fue producto de mi falta del sueño y las heridas causa de las "caídas" que tuve durante mi paseo nocturno. Otras de las suposiciones es que me habré pasado de nota con las pastillas y tuve una sobredosis.

Lo que ocurrió hace dos semanas quedo en un termino «interesante», la gente del pueblo, la mayoría, cree que me inyecte alguna sustancia, inventando criaturas horribles y el asesinato del señor Klaus; me consideran una enferma o chiflada.

―Ahora si me voy.― Finaliza la señora Weber. Va al perchero y toma su saco, guantes, sombrero y bolso. ― Si desean otro dulce hice tartaletas de frambuesa, tus favoritas Mikela. ― Asiento, viéndola arreglarse.  Me dispongo a despedirme de ella. 

―Nos vemos en la tarde. ― La abrazo hundiendo mi rostro en su hombro. Ella es mas pequeña que yo. Petunias. Su fragancias es de petunias.

―Sí, te prometo que unas galletas―Toma mi mejilla, segura de cumplir su promesa.― Pórtate bien, amor y recuerda tus medicinas.

―Sí, lo prometo.

―Te quiero. ―Encojo un poco mis rodillas, quedando a la misma altura o menos que ella. Besa mi frente. 

―Yo igual. ―Ella abre la puerta. ― Dios me la cuide y proteja.

Amén. Hasta luego. ―Y cierra por completo la puerta.

Que mal que yo no pueda cumplir con mi promesa.

―¡Hugo, estoy aburrida!

―¡Y qué  quieres que haga, Mikela! ―responde, recostado del árbol donde está leyendo.

―¡Hagamos otra cosa!

―¡¿Otra cosa?! ¡Si duramos un milenio allá  haciendo esas manualidades tuyas que les hace llamar "pasatiempos"!

―¡No fue tan malo!

―¡Me pegaste brillantina en las cejas y casi me engrapas los dedos! ¡Cánsate por el amor de Dios!

Me incorporo del pasto verde  y me encamino hacia él.

―Es que no puedo con esto. ―Su vista esta clavada en el libro «Asesinar un Ruiseñor». Dice Hugo es un libro de temas "delicados".

―¿No puedes con «La Sirenita»? Sabes que mientras vayas leyendo, vas mejorando. Y no has leído «Romeo y Julieta».Cuando lo hagas pedirás volver a leer los cuentos que te mando. 

―Me da igual. No me interesa saber sobre ellos. 

 ―Y yo podré estar a salvo de tus manualidades y arte con la engrapadora u tijeras. ―Continua. Su rostro refleja obviedad y preocupación. 

―No use tijeras, ¿por qué las mencionas de esa forma? Ni que fuera a matarte. ― Me cruzo de brazos desentendida.

―Eso mismo, ni que fuera a matarte. ― Recalca la última palabra con fuerza. ― Le tengo miedo a tus manos. Eres capaz de sacarle filo a un cuchillo con una tijera, lo he visto y no dudaría que un día no abra los ojos.

―¡Jódete, Bellamy!

Hugo ríe; mis rasgos se endurecen y reflejan mi enojo ante su comentario. Para de carcajear, palmea un lugar a su lado izquierdo; tediosa obedezco y me siento junto a él. Éste me abraza pero no le correspondo, buscando otra forma de que cambie mi humor, me comienza hacer cosquillas; mi reacción entre molesta y chistosa se ve ligeramente afectada por n las cosquillas. Ambos nos quedamos viendo uno al otro.

Hugo es un chico muy guapo. Ojos verdes, cabello color grafito con reflejos castaños claros que caen con sutileza terminando en bellos rizos cortos, una piel pálida con toques sutiles de rosa. Unas ligeras pecas que no se ven a una larga distancia; labios de color durazno finos y suaves; de rostro fino bien cuidado; cejas gruesas que acaban con una curva un poco mas fina sin llegar a perder su forma y una nariz respingada.

Muchos especulaban que el era un ladrón.

―¿Qué desea hacer la petite souris?

Él llego después del día del "accidente" en el bosque, su familia se mudó al pueblo buscando casas, vivían antes en Londres pero hubo problemas con el trabajo de su padrastro, Alton, perdió su trabajo sin contar mucho y la vida de grandes ciudades son muy caras; su mujer, la señora Elina pedía unas pocas vacaciones en el trabajo a causa de su embarazo, vacaciones que se convirtieron en eternas. No es mucho entender la situación.  

La mala suerte los rodea.

Su sonrisa es bella, esas que te contagian por completo sin hablar. Le miro igual de sonriente y le digo:

―Vayamos al pueblo.

Sus facciones cambian, siendo menos animadas, sopla pesadamente.

―¿Qué quieres buscar en ese pueblo? ¿Qué te sigan insultando y burlándose de ti?

Latosa me muevo en mi lugar; sé a lo que voy y ya he soportado todo el odio y rumores de mi persona ¿Cuál seria la diferencia? He soportado peores cosas. 

―Te lo pido por esta vez, nada más. No será mucho tiempo.

―¿Lo prometes?

Lo prometo.

Chasquea la lengua, cierra su libro y lanza su cabeza para atrás. Se incorpora del pasto y me ofrece su mano.

―Espero sea rápido. ―Añade mas relajado, muestra unas sonrisa ladeada y me ayuda a pararme.

―Gracias, Hugo.

Éste asiente y se aleja para introducirse dentro de la pequeña casa, una casa sacada de un cuento infantil, esas que oyes que están situadas en bosques encantados.

―¿Cuando crees que este lista para leer ese libro? ―Vocifero desde mi posición.

―Falta mucho para eso. 

Y se metió en la casa.

Él siempre se muestra feliz, alegre como yo, a veces.

Él también tiene secretos.

Él tiene sus propios demonios y lucha contra ellos todos los días.

Él es un misterio que  debo descifrar.

Las calles están repletas. ―Considerando que somos un pequeño pueblo al sur de Liverpool. ― A la página siguiente estaremos en Halloween. 

Niños y niñas corren con muñecos de fantasmas y brujas. Los íncolas adornan los faroles con falsas telarañas; las hojas de otoño vuelan entre los edificios, avenidas, etcétera; dándole ese toque otoñal de la temporada. 

Las opiniones están dividas en: " Son bellas para observar o una molestia de la que limpiar"  Y me es irritante, porque los que se encargan de limpiar las calles no son ellos.

Los locales y casas decoran emocionados sus interiores y exteriores como en las películas estadounidenses.

El dulce aroma a Tarta de Calabaza perfuma mi nariz, deseando tener una entre mis manos; los Batidos de Caramelo Caliente se presenta en todos los menús de las cafeterías tocando octubre; grandes calabazas se posan fuera de los locales con diferentes muecas, muchos son los árboles que se ven sin ninguna hoja que los cubra. El gélido viento pasea sin detenerse obligando a que muchos usen abrigos; la gente del pueblo se ve feliz que llegue la festividad. 

A mi también me alegra. Desde muy pequeña me ha gustado como a padre, madre no le gustaba, se enojaba mucho cuando me veía feliz.  

―¿Por qué están tan felices todos? ―pregunta Hugo dudoso, apuntando discretamente con la cabeza a unos que pasaron a nuestro lado con grandes sonrisas y muchas bolsas entre sus manos. ―Ni te notaron.

―Se acerca Halloween. Es una fecha que a diferencia de todo el mundo, les gusta más que Navidad. ―respondo normal, arreglando los botones de mi vestido.

―¿Y? No es una fecha tan importante, ni que en este pueblo hubiera cosas paranormales.

―Pues, lo que dice la señora Weber es distinto.

―¿Qué quieres decir, Mikela? ―Me detiene, tomando la parte baja del vestido; giro a verlo, cruzado de brazos.

―Por lo que dice ella, desde que llego aquí ha sentido una vibra extraña, mala así de simple. 

No le otorgaré explicaciones; ni cree lo que me paso en el bosque, menos se va a creer esto.

―¿Maligna? ― supone con... ¿miedo? ¡En serio!

Lo tomo del cuello de su cárdigan de lana acercándolo a mi. No me voy a arriesgar a que escuchen, sé que con esto me notaran, pero por un carajo ¡cómo de mierda no me va a creer!

―¡¿Es una broma?! ¡¿Vas a creer  eso y no lo que te digo desde que te hablé?!

―Lo sé y lo siento.― Se rasca la nuca con vergüenza. ― Es estúpido, pero lo tuyo suena....

―¿Irreal? ―Él asiente. ―¡Carajo! ¿Crees que me inventaría algo así?

―Mikela... ―Suena desconfiado en mis palabras. Trata de tomar mi mano pero la aparto.

―No me crees. 

Baja la mirada y eso me es suficiente para conocer lo que dirá.

Me alejo enojada ante su comportamiento; al darle la cara a la calle, un pequeño grupo de personas nos rodean. Algunos susurran sin darse cuenta que noto su presencia, sus rostros son de desdén, piensan que soy una basura en este pueblo. Acomodo bien mi suéter, subo la cremallera de este y miro a Hugo.

―A veces pienso que una parte de ti es igual a  ellos. ―Señalo al grupo ― Que mal que tengamos que ser vecinos. 

Y mis pies se largaron  a correr, escuchando los fuertes llamados de Hugo cada vez mas endebles. 

Voy a aprovechar la oportunidad, estoy sola, puedo ir a la vieja biblioteca del pueblo sin problemas o explicaciones mas falsas que mi vida. 

Hay cuatro bibliotecas, dos de ellas son antiguas y las otras dos las "actualizadas". A la que voy es: Willow Library of Oblivion

Biblioteca Sauce del Olvido.

Su nombre no se equivoca del todo, algunas de las cosas que pasaron aquí quedaron en el olvido, convirtiéndose en el pasado del pueblo.

Mi mente anda inquieta al transitar sola el camino a la biblioteca, de vez en cuando me aseguro de que nadie me siga―Entiéndanme. Ando paranoica desde que esas cosas me atacaron, y que este otra vez sola no lo mejora. Igual, no quería que Hugo me siguiera, lo pondría en peligro―; si me volvía a pasar lo de la última vez que fuí sola a un lugar, juró que cuando se me ocurra una de mis ideas, me disparare la cabeza. 

La biblioteca tiene que ser resistente teniendo en cuenta que ha estado en pie desde hace dos siglos abandonada desde 1812. Estamos en el 2012 donde cosas como el avance de la tecnología prometen ayuda a las personas y la naturaleza, la unión por la brusquedad de la paz.

Que idiotez.

Mis pies acaban su trote. Estoy frente a ella. Estructura  admirable; mal cuidada y en el viento, pero admirable. Entrada como las de un pabellón griego, inmensos pilares descuidados; escaleras de piedra con cicatrices notorias, en el extremo izquierdo se han ido cayendo pedazos de ellas; el follaje sube entre los pilares enredándose a ellas. El pequeño estanque a mi lado derecho es adornado por el bello moho, trozos de tierra en el agua la han ensuciado y ranas viven ahí.

Aunque no soy fanática de las ranas, me contenta que hallaran un hogar. Una en específico, color verde mugre me observa.

―¿Qué? ¿Acaso quieres que te bese? ― El "croa" emerge de su boca luego de un silbido y salta metiéndose al agua. ―¡Ja! Hasta las ranas saben que soy fea. 

No me distraigo con pendejadas y entro en la biblioteca.

Si afuera está medio mal, aquí es el doble. 

―¡Dios!― Toso; sacudo con mi brazo la increíble cantidad de polvo que he despertado al mover la puerta. ―¡Esto parece el Sáhara!

Camino teniendo en movimiento mi brazo y tosiendo. Ya aplacándose un poco, me es sencillo ver lo que me rodea. 

El lugar es una maravilla teniendo tantos libros. El paraíso para cualquier lector de la literatura del siglo XVIII.

Miles de estanterías con libros de cualquier tema que se pudiera saber durante ese tiempo, el arte interior es tan hogareño pero refinado; mesas de lectura conjunta cubiertas de polvo y telarañas; las rodeo y a los lados de los libreros hay vidrieras, manteniendo protegidos artefactos interesantes.  Alzo mi vista arriba y hay un segundo nivel. 

―Éste sitio es... ―Rozo una de las  vidrieras. exponiendo el primer modelo de barcos hecho por los egipcios. ― insondable.

La pregunta seria: ¿por qué la han abandonado? ¿Habrá ocurrido una tragedia aquí que hizo que el pueblo no volviera a hablar de ella?

―¡Mikela, concéntrate!― Me auto-regaño. ―En estos momentos no puedes andar pensando en otros misterios. Primero resuelve este y si quieres haces la de la biblioteca pero no ahora.

Ésto es inmenso, solo pensar que hay tantos libros y una segunda planta con ellos; tardaré horas y no el reloj no esta de mi lado, debo ser rápida si quiero comenzar a investigar sobre esas cosas. Mi cerebro echa chipas buscando una solución. 

―¡Bingo! ¡El catálogo!― Corro yéndome del pasillo con dirección al Podio que está en el medio de los libreros 

Espero poder leer los títulos y no complicarme tanto. 

El catálogo es una lista donde están ubicados por sección los libros en las bibliotecas según me explico Hugo; en otros tiempos solía a ver una persona que se encargaba de ayudarte a encontrar los libros. Todavía se hace, sin embargo, es mas solicitado el catálogo. 

Le doy la vuelta al Podio, subo un escalón y entro en él. Hay un pequeño escritorio donde esta un gran libro añejo, su cubierta ya esta descosida y mugrosa; a su derecha esta una pluma, tinta y lentes telescopio. Abro el libro y ¡si es el catálogo!

19 de Abril 1812.

Primer catálogo en ser creado para la ayuda y organización de la primera biblioteca.

Propiedad de Emma Long.

―Que Dios te tenga en su gloria Emma.

Reviso con determinada atención cada página, una tras otra y nada. Ya me faltan solo tres y no he con seguido nada.

―Que este ahí... por favor.―Paso la página y leo ― La ana...tomía humana, un sorpréndete estudio de nuestro cuerpo. Los secretos del Oriente, tierras ex-ex...ótica. La historia de la familia Villi-llian, secretos y oscuras raíces...

Ese apellido si es difícil de pronunciar, además de extraño. Nunca en mi existencia lo había escuchado nombrar. 

―Apellido raro...―Vuelvo mis ojos a las letras. ― La fotos...fo-fotosínte...sis, la vida de las plantas. ―Quedan solo dos nombres y se acaba la página. ― El cuerpo como manifes...tación del arte. Lazos de sangre, la vida perdida― y por último― El se-sexo y vino.

No me jodas.

―¡Es una broma! ―Tiro el libro cerca de un pedestal dejando caer, de paso, un jarrón. 

¿Qué hago? No puedo ir a la segunda, queda al otro lado del pueblo y ya dentro de poco la señora Weber saldrá del trabajo.

―Tiene que estar aquí....

Avanzo con la intensión de recoger el libro como el jarrón  en el piso. Elevo el pedestal y de éste cae un papel; extrañada busco algún hueco donde pudo haber salido y no veo, ni palpeo nada. Coloco el jarrón en su lugar y cojo el libro, lo coloco donde lo halle l, y abro el papel.

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¿Qué carajos?

Entonces que hago con ésto ahora. Vale, son números eso lo entiendo, quizás algún código o un número de teléfono pero ¿Qué pasa con las letras?

Mahlzeit ...

Comida...

El ambiente cambia drásticamente a uno helado, no fueron ni minutos cuando veo mi propio aliento condensando. Mis cuerpo se tensa al escuchar aquella voz. 

―No, no, no...

Ta-da ... la Ta-da ... la

Los calambres en mi estómago se tuercen con fuerza, la creciente capa de humedad en mis manos. 

Tengo que conseguir un escondite. ¡Esto no es un libro para que me pasen estas mierdas!

Sie rannten davon, einer hinter dem anderen. sieben Köpfe rollen durch den Heuhaufen ...

Lejos corrían, una tras la otra. siete cabezas ruedan por el pajal...

Su voz retumba por toda la biblioteca sin necesidad de gritar, cada paso que doy, ella da tres más.

Sigo avanzado con una notable velocidad, aspiro con fuerza tratando de llenar mis pulmones sin obtener ese resultado. ―¡Qué mierda me pasa! Sé que estoy cagada del susto, pero no significa que me quede sin aire sin haber corrido! 

Esto es una trampa, soy el ratón que trata de escapar y ella el gato que me quiere matar. 

Niemand hörte sie weinen, nur, niemand wollte sie lieben ...

Nadie escuchó su llorar, sola, nadie la quería amar...

―Encuentra un lugar donde esconderte, encuentra un lugar donde esconderte...

Mädchen...

Niña...

A unos escasos metros, después de un pasillo hay una puerta entreabierta. La desesperación juega contra mí, mis pasos se convierten en tropezones constantes. 

Justo cuando iba a entrar una mano me tapa la boca lanzándome hacia atrás.

Me ha atrapado.

No quiero verla, si muero prefiero ver la negrura que ese rostro. 

―Abre los ojos, ratoncita. Soy yo, Hugo.

Mis ojos se abrieron como dos platos, el corazón me volvió a latir y una gran bocanada de aire entra en mis pulmones, retomando respirar con normalidad. 

―Hugo...

Murmuro en un gimoteo, acto seguido me abalanzo sobre él, apegándome a su cuerpo. Sus brazos me apretujan con la misma intensión. Los pequeños temblores emanan con agresividad. 

Agradezco al cielo que me haya seguido. Pero no quería que estuviera metido en ésto. Mierda. 

―Tenemos que escondernos o ella nos atrapará. ―Le aviso susurrándole al oído agitada 

―Mikela. Tranquila, respira. Te puede dar algo, ratoncita. ―Habla terciopeladamente tomando mi mano, con esos ojos atrapantes... ¡Cómo mierda puede estar tranquilo! 

―No, no, no, no. ¡Tenemos que escondernos ya mismo! ¡Ella nos puede atrapar, Hugo!

―No, hay que irnos. ―Trata de salir del pasillo pero lo jalo para atrás. ―La voz que se escucha por la biblioteca es seguro la de una indigente, sabes que hay varios  en el pueblo. No nos hará daño.

―¡Es increíble que aún no me creas estando aquí!―Estallo furiosa― ¿Quieres que te muestre que son verdaderos? ¿Quieres morir?

―Nadie va a morir. ―Me toma de los hombros y los acaricia. ―Hay que irnos ya-...

Un horrible aullido se oye desde afuera, interrumpiendo a Hugo. 

―¡¿Qu-Qué mierda fue eso?! ― Libera velozmente mis hombros, girando su cuerpo de inmediato hacia la entrada del pasillo. 

―Eso lo que escuchas fueron los mismos con los que lidie hace 3 semanas.

―¡No puede ser real!

―Hugo, tenemos mayores problemas que lidiar. Debemos encontrar una salida de aquí. 

¡Hola criaturas de la noche! Aquí les traigo el segundo capítulo 

Sí, admito que las actualizaciones son lentas, pero valen la pena. ¿Cómo les pareció este capítulo? ¿Qué piensan sobre la señora Weber? o ¿Sobre nuestro nuevo personaje? Hugo... No mientan, sé que les llamo la atención. ¿Y esos números que creen qué sean?

¿Qué creen que pase después? ¡Los leo! 

Espero que lo disfruten tanto como yo estoy disfrutando escribirlo. Nos vemos la próxima vez. 

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