⇁ 04 ↼
「 sᴇʀᴇ́ ᴇʟ sɪɴsᴀᴊᴏ 」
Voy a vomitar. Voy a vomitar. Voy a vomitar.
Repito esas tres cosas en mi cabeza mientras se me revuelven las tripas de parte a parte; siento que mis órganos se estrechan con fuerza, se hacen nudos y se pierden en una lucha constante uno contra otro mientras mis ojos no se apartan de la pantalla. Es demasiado increíble de creer que tenga delante a mi mejor amigo, a aquella persona que me ha acompañado desde que la vida dentro del distrito doce se volvió un infierno.
Y aunque detesto que pueda verlo con vida delante de una miertera entrevista, lo hago. Lo veo con vida, delante de mí. Y lo odio. Odio tenerlo lejos, odio que todo el mundo busque ver mis reacciones. Odio tener sus ojos sobre mí. Pero sobre todo, odio al Capitolio y todo lo que hace.
Odio que por mi culpa, usen a mi mejor amigo para hacerme daño.
—Eso es lo que nos interesa, Minho. Por favor, continúa —pide, amablemente el presentador.
Y aunque se trate de puro teatro, algo en mi interior me dice que en realidad siente lástima. Las veces que tuve oportunidad de cruzarme con Caesar, realmente no me pareció un tipo engreído o falso; creo que en las entrevistas dejaba ver un poco de sí mismo, pero ahora no estoy seguro de si eso es bueno o malo. De verdad que no lo sé.
Mi mejor amigo y como le han pedido, sigue hablando, pero mis dedos se mueven como una orden. Intento agarrar algo, pero al mismo tiempo no. Siento los dedos calientes de Thomas intentar alcanzar los míos, pero sin darme cuenta aparto mi mano, porque la expresión adolorida momentánea de mi mejor amigo me distrae de cualquier otra cosa.
Su rostro se arruga como si de repente todas sus heridas, ocultas, dolieran al mismo tiempo.
—Mira, fue horrible. Ante todo, estar allí dentro, sin saber qué podía pasar, me sentía como un insecto atrapado en una telaraña. Todo a mi alrededor era un verdadero caos, y esa selva... tan verde y tan vida, la odiaba. Me daba miedo estar allí dentro. Pero así es la arena, nunca sabes el terror que se siente al estar al otro lado.
Mi cuerpo estalla en sudor al recordarlo. Todavía siento esa arma rasgándome la pierna, todavía siento en carne viva los sacrificios en vanos. Las ganas de terminar con todo. Las muertes, las promesas incumplidas. Lo siento todo de repente y tan de golpe, que siento que me tambaleo.
Peor aprieto las manos, obligándome a mantenerme en el tablero, a seguir jugando. Me obligo a mantenerme firme, porque ahora mismo es mi mejor amigo quien tiene su vida en riesgo con tan solo pronunciar una mísera palabra.
—Pero una vez que estás en la arena, el resto del mundo deja de importarte. Por lo menos a mí me pasó eso —explica, con una voz mucho más ronca de la que recuerdo—. Solo quería proteger a mis amigos, a Newt. Pero uno no sabe las cosas que tiene que hacer, que tiene que enfrentar, hasta que se vuelve una situación de vida o muerte, ¿me entiendes, larcho?
—Es una lucha constante por sobrevivir —añade Caesar.
—Oh, no. Es mucho más que eso. ¿Asesinar a inocentes? ¿Sólo para que otros disfruten de la masacre? Eso es puro morbo y, claro, nadie piensa en cómo quedará el ganador tras eso —contesta Minho, corrigiéndolo.
—Claro, claro —comenta Caesar calladamente.
De pronto me doy cuenta de que todos los de mi alrededor, incluso Jason que acaba de regresar, están absortos mirando la pantalla. Siento además que ese silencio parece haber caído en todo el Distrito 13, en todos aquellos que observen la pantalla ahora mismo. Me da miedo pensar en sus reacciones, que se formen una imagen de mi mejor amigo sin conocerlo.
Minho no tiene pelos en la lengua, eso lo sé mejor que nadie. Pero ahora lo sabe todo el mundo y no dejo de pensar en las consecuencias que tendrá todo esto cuando la pantalla se vuelva oscura. Tengo miedo por él, como nunca antes lo he podido tener.
—Sí, mi deseo esa noche era salvar a Newt. Pero... yo no sabía nada de lo que se planeaba, no sabía nada de nada y aún así, algo no se sentía bien. Lo notaba.
—Además estabas con la cabeza en otra parte con los últimos tributos —dice Caesar.
—Esos malditos mierteros sólo nos causaron más problemas. ¡Nos hicieron separarnos, joder! —Estalla Minho y me pongo nervioso—. Todo se fue a la completa mierda, ahí fue cuando lo perdí de vista. Mejor dicho, a todos.
—¿Cómo sucedió exactamente vuestra separación?
Minho parece dudar de pronto de sus palabras, pero con un ligero carraspeo, mantiene una mano bajo sus costillas y de repente me da la sensación de que puedo ver claramente los cortes, los moratones y las heridas que esconde bajo toda esa muda de ropa. Lo odio.
Odio la forma en la que mi corazón se arruga de golpe.
—Fue todo muy rápido, joder —habla Minho con agitación—. Estaba tratando de salvar mi vida, de salvarlos a todos, cuando ese alambre fue cortado, todo simplemente enloqueció. No recuerdo mucho. Hubo una explosión. Me dolían los oídos y solo recuerdo llamarlo. A Newt. Llamarlo a voces, hasta el desgaste. —Se detiene breves segundos como si el recuerdo lo quemara por dentro, pero tras breves segundos, continúa—. También recuerdo ver helicópteros, no lo sé. Luego... todo se hizo pedazos.
—Newt fue quien lo hizo, Minho —agrega Caesar—. Tú viste las imágenes.
La idea de que me haya visto en plena acción, me marea de repente. Me avergüenzo, porque en ese momento no tenía ni pajolera idea de qué era lo mejor para todos. Para nosotros.
Sin embargo me desatiendo porque Minho niega con la cabeza, saca su dedo de en medio de la mano izquierda con burla y odio. Se ríe con dolor y es que si fuera otra situación, me estaría riendo a su lado. Pero me quedo perplejo. No soy capaz de hacer nada más que observar en silencio su inmadurez.
—Vaya... —Sin embargo, escucho que comenta por lo bajo una de las dos señoras de la sala. La que tiene el cabello más corto y parece más mayor.
La voz de Minho suena de nuevo, atrayendo intensas miradas hacia la pantalla.
—Él no sabía lo que hacía, como yo, solo buscaba la manera de protegerlos a todos. Ninguno de los dos sabíamos lo que realmente estaba pasando a nuestras espaldas. Puedes verlo dudando a qué puto helicóptero disparar, por dios, ¡es más que obvio qué no sabe lo que hace!
Pero Caesar sonríe, agregando: —Por supuesto que pareció hacerlo entrar en razón Thomas Stephen Williams, el tributo del Distrito 3.
Y ahí es cuando surge otra reacción en Minho. Levanta la cabeza, sus ojos arden con furia y sus labios tiemblan violentamente. Parece que un odio sin límites nace de su interior para curar todas sus heridas. Se inclina brevemente hacia Caesar, con una voz mucho más ronca que antes.
Puedo jurar nunca haberlo visto así, ni siquiera en los pocos cruces que tuvo con Haymitch en el 12.
—¡Ese es el sospechoso aquí! ¡En las imágenes se puede ver claramente como parece hablarle de algo que rápidamente hace cambiar de dirección a Newt! —Ahora está gritando. Caesar parece más asustado que antes, pero a mí me parece realmente que solo quiere dirigir su rabia hacia alguna parte, muy lejos de su dolor, de sí mismo—. ¡Sé que él está metido en todo este tema! ¡Él seguro que tenía que ver con todo esto!
El presentador rápidamente mira hacia atrás, parece estar hablando con alguien. Pero no dura mucho y muestra una sonrisa amable.
—Tienes razón, Minho. La forma en la que Thomas parecía tener tratos especiales desde el principio, solo lo indicaban. Te creo. —Minho asiente y vuelve a echarse hacia atrás.
Mi corazón se arruga al pensar en que ahora mismo odia a Thomas. Lo miro de soslayo, y lo descubro apretando sus manos contra la mesa. No me mira, tampoco a mi mejor amigo. Pero... no pienso lo mismo que Thomas; porque me lo confesó y sé que no sabía nada de toda esta revolución. Al contrario, nosotros tres parecíamos los únicos en no saber nada.
Caesar espera un momento, estudiando a Minho, antes de retomar la conversación.
—¿Qué hay de su mentor, Haymitch Abernathy? ¿Sabes algo de él? ¿Lo conocías? ¿Sabías si estaba metido en esto?
La cara de Minho se endurece, como perdido en recuerdos del pasado. Nuevamente, sé que su ligera amistad con Haymitch es un clavo en su corazón (mucho antes de conocerme), y que aunque no ha hablado del tema conmigo... estoy seguro de que todavía su herida no se ha curado del todo. Me duele; porque su rostro arrugado por la confusión, lo demuestra.
No obstante, la cara de Minho se endurece, como decidiéndose finalmente por escoger unas malditas palabras. Temo por lo que pueda decir.
—Sí, lo conocía, pero no tengo la menor idea de lo que le pasa a ese loco por la cabeza. Hablo en serio. —Muerde sus labios ligeramente, para que su mirada a continuación centelle con fuerza—. Pero sí de algo estoy seguro, es que ese chico siempre tiene un plan para todo.
Caesar lo presiona, queriendo saber más de lo que dice. Sin darme cuenta, me inclino sobre la mesa gruesa de reuniones, con el mismo deseo. Pero al mismo tiempo no.
Thomas sigue con su mirada sobre su regazo, y me prometo a que más tarde le quitaré ideas locas de la cabeza. Porque sobre piensa mucho las cosas y nada, nada de esto, es culpa suya.
—¿Podrías hablar más de eso?
Minho vuelve a dudar, hasta que su rostro suspira con gravedad. Vuelve a hacer otra mueca y estrechando sus manos con fuerza sobre sus muslos, dice:
—Haymitch es alguien que siempre parece pensar en todo, por lo que no dudo de que no le sorprendiera mucho todo lo que pasó. Creo que... es más listo y avispado de lo que uno pensaría de un borracho perdido.
Caesar asiente, varias veces. Por supuesto, dándole la razón.
Pienso en Haymitch; en su manera de actuar; en sus decisiones; en cómo lo ataqué en el aerodeslizador, dejándole gruesas marcas de mi odio hacia él. Aunque en realidad, no se me había pasado por la cabeza cómo debería estar ahora. No sé si aquí permiten cualquier producción o consumo de bebidas intoxicantes.
Una parte de mí, desea fervientemente haberle hecho más daño y que no reciba ni una sola de alcohol; la otra, no sabe lo qué quiere exactamente. Tampoco se me sale de la cabeza lo mucho que nos ha ayudado en los Juegos. Sobre todo a mí.
Aunque por parte de Minho, se tiene una respuesta clara.
—¿De qué lo conocías?
Su respuesta también es clara: —Era mi amigo. Pero de eso hace mucho tiempo y ahora ya no es nada para mí.
Caesar frunce sus cejas azules teñidas e inclinándose sobre el espacio que los separa, toca su hombro. Todo con movimientos delicados.
Se escuchan palabras por detrás de ellos, pero el presentador las ignora.
—Podemos parar ahora si lo deseas. —Parece dulce, más de lo que se podría esperar de alguien que viene del Capitolio.
Pero yo creo conocer a Caesar y sé que tiene corazón, a diferencia de muchos otros.
—¿No quiere saber más de lo que pienso? —dice Minho, con un tono mordaz.
—Por supuesto, también me gustaría saber qué piensas acerca de la guerra, pero si ya no te encuentras en condiciones... —señala Caesar, como algo obvio por su reacción anterior sobre Thomas.
Pero Minho respira con fuerza, vuelve a colocar una mano bajo sus costillas y aprieta ese traje blanco enfundado que detesto ver sobre él. La herida del labio se abre de nuevo, pero todavía no sangra.
—Pregunta, para eso estoy aquí.
Caesar se aclara la garganta, acomodando unas cartillas de un bolsillo derecho y pregunta: —¿Qué opinas de toda la situación que asola a la buena gente del Capitolio y los distritos superiores?
Si algo me mantiene sereno, es poder también recabar algo de información del exterior. Después de todo, tres meses en aislamiento y rehabilitación, no me han dejado saber mucho de nada. La voz de Minho me regresa a su lado y me parece tenerlo a mi lado.
Pero la cosa es que eso está en mi cabeza, porque ahora mismo tengo por todo mi cuerpo más frío que nunca. Estoy solo. Los dedos se me entumecen. Odio esta sensación, sobre todo por la forma en la que se me acelera el corazón.
—A la buena gente del Capitolio, dice... —murmura en bajo Minho, pero con burla. Aún así, todos lo hemos oído y ellos también.
Un hombre uniformado hasta las trancas aparece a su lado y coloca una mano sobre su hombro; por fuera parecería solo estar asegurándolo en su sitio, pero realmente veo ese estremecimiento imperceptible, la mueca, la advertencia que significa. Solo dura unos momentos y después, el soldado regresa hacia atrás, desapareciendo de las cámaras.
Mis venas arden con fuerza al ver la escena.
Minho, en cambio, se acomoda en el sillón, con un aspecto mucho más cansado e inquieto que antes.
—¿Qué puedo decir? Una guerra como esta..., por mi parte no es lo que quiero. Sé de buena mano lo que uno sufre al tener escasez de todo, pero he sobrevivido gracias a las mierdas que siempre nos mandaba este Capitolio cuando le venía en gana. ¿Pero con la guerra encima? Ya ni habría oportunidad de algo como eso. Además, es impensable que alguien logre salvarse de ella. Esa situación deplorable, de supervivencia constante, se repartiría por todos los distritos... y no creo que el resto de gente que nunca ha tenido que vivir con algo como esto, quiera experimentar cómo es vivir en unas condiciones tan frágiles. Al menos las que serían para todos si seguimos adelante.
—Así que... ¿estás pidiendo un alto al fuego? —le pregunta Caesar.
Minho se queda en silencio. Sé por la forma en la que se muerde la boca que no es eso lo que quiere; obviamente él es de las personas que menos querría algo como eso. ¡El Capitolio mató a sus padres, por dios!
Sin embargo, esa mano vuelve a aparecer, pero esta vez no lo toca. Simplemente deja caer su arma al lado del sillón y mi mejor amigo se estremece. Luego mira al frente, pero no hacia Caesar. Y sé a quien está mirando ahora mismo.
—Habla por ti mismo, Min. Aunque duela, no dejes... No lo hagas... —ni siquiera sé que estoy tratando de decir. Esas palabras se me escapan, como pidiendo un milagro.
Y por supuesto, sé que está siendo coaccionado. Sé que cuando se apaguen las cámaras, las consecuencias serán malísimas, pero apagar la personalidad rebelde de Minho, me destrozaría por dentro.
Sus labios se abren nuevamente, temblando. Pero me mira, a mí, y ese brillo incansable sigue ahí dentro; sé cuál va a ser su respuesta incluso antes de que la diga.
—¿Quieres que lo diga? ¿Qué admita que me has hecho mierda delante de todos? —Vuelve a sonreír, con esos caninos afilados y agudos—. Pues no pongas palabras en mi boca que no he dicho, porque aunque no quiera que haya una guerra por el bien de todos, ya era hora de que os abrieran los ojos, foder.
Y entonces, un peso abandona mi pecho. Ése es mi Minho, el que me enseñó todo lo que sé y lo que hago; del que estoy irremediablemente orgulloso.
Al momento el guardia de antes, con un nuevo compañero, lo agarran los brazos (pero no pone ninguna resistencia) y arrastran a mi mejor amigo fuera de las pantallas. Se escucha bastante agitación por todas partes y ya no puedo verlo. Mi corazón vuelve a agitarse mientras la angustia me envuelve. Lenta y dolorosamente.
Sus palabras no salen de mi cabeza, incluso cuándo Caesar, con una mueca nerviosa, se gira hacia la cámara.
—Bien. Creo que eso es todo. Entonces, regresamos a nuestra programación regular.
Una música comienza, y entonces hay una mujer que lee una lista de escaseces esperadas en el Capitolio: fruta fresca, baterías solares, jabón. La miro incapaz de pensar en la alegría y tristeza que siento por dentro. La pantalla se apaga cuándo Jason pulsa un botón de la pared.
Y ahora sé que todos esperan por mi reacción ante esta sorpresiva entrevista.
Sin embargo, mi cabeza da vueltas amenazándome con tirarme en cualquier momento. Pienso en todo lo que ha dicho Minho, en verlo sano y salvo, en su apoyo innegable hacia nosotros —indiscretamente— y en la forma en la que ha admitido un alto al fuego, pero sin hacerlo del todo. Su buen corazón, su manera de desvivirse por todos los que saldrían perdiendo, me conmueve. Como siempre lo hace.
No ha sido una admisión completa al Capitolio, pero por supuesto no puedo asegurar cómo se lo tomará el resto de la gente aquí en el 13. Al momento, las palabras comienzan a flotar por la habitación del Consejo. Escucho algunas acusaciones ante la poca expresividad de Minho, pero al parecer lo felicitan por no ser un cobarde. Sin embargo, es demasiado.
Ni siquiera he tenido tiempo de ordenar mis propios pensamientos cómo para ahora mismo, tener que tenerlo todo claro y conocer a las personas que dirigen este sitio. Quiero irme, por supuesto, pero Thomas me agarra de un brazo y permanezco quieto.
Intento mantener mi vista fija en alguna parte, y me doy permiso para conocer los rostros de la gente del Consejo; claramente, con la excepción de Thomas, Jorge y Jason, a quienes ya conozco.
Jeanne sigue con la taza sobre sus manos, pero ahora parece vacía. Lleva un pintalabios blanco, el cabello recogido y aunque antes no había tenido oportunidad de verlo, con su mascota búho sobre su hombro izquierdo. Lleva ropas grises, nada parecidas a las que acostumbré verla antes, pero ahí está: con una sonrisa, mirándome.
Después mis ojos se cruzan con los de la señora de antes, la del cabello platinado, estático. Su rostro brilla con emoción, pero no alcanza sus ojos.
—Soldado Grey, mi nombre es Alma Coin y soy la presidenta del distrito 13 —aclara para señalar a las otras tres féminas a su derecha—. Ella es mi hermana pequeña, Mara Windson Coin, mi hija Daphne y mi sobrina, Nova.
Las observo con cuidado. La hermana pequeña, pero adulta también, tiene un cabello platinado de igual manera, pero aunque su rostro sea sereno parece mucho más accesible que la misma presidenta. Aunque... por alguna razón, sus ojos agudos me resultan familiares, pero no sé de qué. Luego veo a las chicas jóvenes y posiblemente de mi edad, o cercana a ella.
Ambas son rubias, pero Daphne es mucho más sonriente. Nova, la de expresiones más afiladas, se aferra a sus hombros como si no quisiese separarse de su prima. Lo encuentro algo entrañable, pero tomando en cuenta que esto sea una reunión esencial para mis pasos aquí dentro, estrecho mi mano con todas ellas.
—Ya habéis oído hablar de mí, pero me llamo Newt Grey y... estoy a su disposición, claro.
Jorge señala al chico de pecas y salto sobre mi lugar, porque no me gusta la forma en la que lo mira. Como, acusándolo.
—¿Tú eres Thomas, no? Creo que Brenda ha mencionado algo sobre ti, varias veces... Pero, ¿eres del que hablaba Minho, no? —Y por supuesto que conocía a mi amigo.
Los del distrito doce solíamos ser una piña; no todos, pero por lo menos yo pertenecía a un circulo de personas que siempre estaban atentos con los otros, por mucho que se diera a entender lo contrario.
Thomas asiente, carraspeando, pero tomando fuerza.
—Es mi primera vez viviendo al Cuartel, pero... como Newt, también disponen de lo que sea por mi parte. Me gustaría ayudar —dice, y vuelvo a verle.
Sus hombros anchos, su cabello más largo, sus facciones abandonando la adolescencia..., Todo eso me recuerda a qué este chico ya no es que me entregó la notita en los primeros Juegos; que no es más que un simple recuerdo. Por alguna razón, eso me hace sentir algo de nostalgia.
Pero también me hace recordarme que puedo aferrarme a él, y que mis sentimientos hacia él no se interpondrán en lo que se viene. Al contrario, solo me harán ser más fuerte.
—¿Y qué vamos a hacer? Sé que no he tenido oportunidad de hablar con ustedes, por mi recuperación..., ¿pero me vais a ayudar a rescatar a Minho, o no? —Coin sopesa mis palabras, como intentando averiguar qué clase de persona soy ahora que me tiene en carne y hueso de frente.
Su respuesta me hiela por completo, que retoma la palabra mientras Jeanne, la hermana de Effie, aparta la mirada esquiva; a diferencia de Mara y Jorge, que parecen pensar lo contrario.
—Ahora mismo no está en nuestras prioridades, sobre todo porque tenemos que planear con tu ayuda la mejor forma de romper la balanza de equilibrio que intentan mantener a duras penas el Capitolio. Por lo que había pensado que...
Pero no escucho ni media palabra. Afianzo mis manos en puños, y golpeo con una de ellas la mesa incapaz de dejar engatusarme con sus palabras vacías.
—No. No pienso hacer nada si no me ayudan a rescatar a Minho.
Jorge me apoya de inmediato.
—Os lo dije, está conmigo. No pienso abandonar a mi gente tampoco.
Mara sonríe, aunque es más como una sombra y su hija, Nova, alza una ceja interesada mirándome de arriba a abajo. Me mantengo firme, pero me doy cuenta rápidamente de la forma en la que me tiemblan las manos y añado: —Y hasta que esa idea no se quede en la cabeza, no trataré ningún tema de la revolución. Lo lamento.
Y sin mediar palabra, esquivo a Jason que intenta detenerme pero sin movimientos bruscos y llego hacia la puerta metálica, odiando de repente la sensación de rechino que hace mi pierna ortopédica. Thomas de inmediato me sigue por detrás.
Cuando llego a la puerta, la voz de Coin se eleva sobre las otras.
—Tienes la responsabilidad de ser nuestro Sinsajo, Soldado Grey.
La veo de soslayo por encima del hombro de Thomas y siento mi mandíbula más tensa que nunca, de pensar que ella quiere que acepte sus condiciones sin darme nada a cambio. Ah, y claro que puede que no lo sepa, pero no estoy aquí para ablandarme con nadie y mucho menos seguir las órdenes de alguien que no conozco.
—Lo seré siempre y cuando, usted tome la suya y se dé cuenta de que me tiene que dar algo a cambio, señora.
Después salgo corriendo por los pasillos, con Thomas pisando mis talones. Nuestra diferencia de tamaño, ahora él más alto, me desborda por un segundo. Sin embargo, tengo un lugar fijo en mi cabeza al que situarme y en silencio, ambos llegamos al comedor, en donde están nuestros amigos; quienes, con esperanza, sepan de la situación de Minho como yo.
No nos toma mucho tiempo llegar, a donde mucha gente comienza a mirarme con más intensidad que antes y también a abandonar la estancia; pero no mi grupo. Llegamos a ellos sin palabras en la boca, pero de inmediato Jace se levanta para abrazarme. Thomas se sienta al lado de Brenda, quién no tarda en cuchichear sobre lo que hemos hecho fuera de su lado.
Jace me aprieta las costillas con fuerza y es esa falta, esa necesidad de encontrarlo, que ahora sé que nos une a ambos. Cuando nos separamos, las palabras se me escapan.
—Está vivo —susurro, presionando las palmas de mis manos contra mis mejillas, sintiendo una sonrisa tan ancha que debe parecer una mueca horrible.
Pero Minho está está vivo. Y aunque a ojos de muchos, parezca un traidor, está vivo.
Y eso es lo único que me importa.
—Maldita sea que sí, Newt. —El chico, a expensas de los demás que hablan por los codos, refriega sus ojos una y otra vez, conteniendo las lágrimas—. Esto es una gran noticia después de enterarme de la pérdida de una de tus esbeltas piernas.
Golpeo uno de sus brazos, recordando con gracia que ése fue uno de los piropos que me tiró mucho antes de los Juegos y entre sonrisas aliviadas, tomamos asiento con los demás. Thomas a mi lado, y él al otro. No es Minho, pero hace que el vacío de repente no me parezca tanto como antes.
—¿Qué tal en el Cuartel? ¿Cómo es esa presidenta con cara de estreñida? —pregunta Heather, colocando sus codos sobre la mesa, apartando su bandeja de metal ahora vacía.
Ethan, gustosamente, la deja en una mesa abandonada para tener más espacio.
Y me doy cuenta de que esto debe de ser una de las pocas cosas buenas que tiene el Distrito 13. Tenerlos a todos, aunque estén desperdigados, estamos juntos.
—Con claras ganas de doblegarme, pero ya sabéis como soy. —Mis ojos bajan a mis muñecas, en donde las retuerzo para brindarme algo de seguridad bajo la atenta miradas de todos mis amigos—. Y... ¿lo habéis visto, no?
Brenda asiente, en un silencio tenso.
—Eso comentaba aquí con el cerebrito —añade, señalando a Thomas.
Quien, aprieta sus manos sobre la mesa y me dirige una oscura mirada.
—Yo... tampoco quiero hacer nada que no me asegure que iremos a salvarlo. Sé que no me odia en realidad por la forma en la que... se despidió de mí en los Juegos, antes de ir yo hacia vosotros, me hace pensar que no lo hace. —Suspira, hundiendo sus hombros—. Claro que tampoco puedo asegurarlo después de todas sus declaraciones de hoy.
Una de mis manos se entrelaza con la suya y parece aliviarlo de gran manera. Luego miro hacia Rose, quien se sostiene de los hombros de Vincent. Su cabello anaranjado brilla con fuerza, al igual que su mirada.
—Minho... Sé que le están haciendo daño y odio verlo así. Me salvó la vida muchas veces, y se lo debo. —Muerde sus labios, para agregar—: ¿Quién es esta gente, Newt?
—Vosotros sois los que lleváis conviviendo tres meses con ellos. Tendría que ser más bien yo quien hiciera esa pregunta —digo, sacudiendo la cabeza.
No sé muy bien qué decir, pero por lo menos, Brenda me salva el trasero.
—Seríamos nosotros, claro, si hubiéramos tenido bombas atómicas en vez de unos pocos trozos de carbón —contesta ella, con tono audaz.
—Quiero pensar que el Distrito 12 no habría abandonado al resto de los rebeldes durante los Días Oscuros —digo, incapaz de pensar lo contrario.
—Quizá lo habríamos hecho. Si fuera eso, la rendición, o comenzar una guerra nuclear —señala mi amiga—. De una manera, es notable que sobrevivieran en lo absoluto.
—¿Qué sabéis de ellos? Contadme, por favor —pido, a esperas de que me ayuden a conocer un poco mejor a esta gente.
Por supuesto, Thomas es quién toma la palabra y me explica.
Resulta que tras la creencia de su destrucción hace años, de la que tampoco sé mucho (era pequeño), su población diezmó un 70%, sin ningún aliado posible al que pedir ayuda. Pero durante los últimos años, albergando resentimiento y odio hacia el Capitolio, han aprendido a ser autosuficientes, convirtiendo a sus ciudadanos en un ejército, y construyendo una nueva sociedad con la ayuda de nadie. Y ahora tienen una oportunidad por la que están aquí y dispuestos a acabar con el Capitolio.
—Aún así, es sorprendente qué aparezcan ahora —comento, sin poder decir mucho más.
Ahora Dayana toma la palabra. Su cabello ceniza está revuelto, pero fijo en su lugar.
—Por lo que hemos oído, no fue sencillo. Tuvieron que construir una base rebelde en el Capitolio, conseguir algún tipo de organización secreta en los Distritos —dice—. Entonces necesitaban de alguien que pusiera todo en movimiento. Te necesitaban a ti.
—Necesitaban a Minho también, pero parecen haber olvidado eso —añado, gravemente.
La expresión de Jace se oscurece. Vuelve a tener esa expresión llena de una mezcla de miedo y resentimiento.
—Minho tal vez haya causado mucho daño esta noche, sobre todo a sí mismo. La mayor parte de los rebeldes desestimarán lo que dijo inmediatamente, por supuesto. Lo tomarán a malas porque no es que su comentario haya sido muy esclarecedor. ¿Está o no de su parte? Esa será una pregunta que ronde por la cabeza de todos.
De inmediato, contesto que está de la nuestra y aunque asiente, diciéndome que opina lo mismo, añade:
—Pero hay distritos en donde la resistencia es más inestable. El alto al fuego es claramente idea del Presidente Snow y de Ava, que no sabemos si sigue con vida. Pero suena tan razonable saliendo de la boca de Minho, que me cueste creer que alguien que no lo conozca, no piense lo contrario.
Ethan golpea la mesa, entrelazando su mano libre con Heather y pregunta: —¿Por qué creéis que parecía dudar de lo que decir?
Obviamente la idea está en el aire y formularla, duele más todavía. Por eso me encargo de la situación.
—Sus heridas superficiales ya lo dejaban claro. Está siendo torturado, horriblemente, pero seguramente... haya tenido cuidado con algunas de sus palabras para cuidarnos.
Entonces, Thomas chasquea con la lengua.
—Querrás decir, para protegerte a ti. —Su voz es tensa, pero segura—. Puede que no lo conozca mucho, pero sé que presentaría la idea aparente del alto al fuego si Snow y Ava le permitieran mostrarte como un confundido chico que no tenía la menor idea de lo que pasaba cuando fue raptado por los rebeldes. De esta manera, si los Distritos pierden, todavía habrá una posibilidad de indulgencia para ti. Si tú le sigues el juego, claro, cosa que todos sabemos que no será así.
Me ruborizo levemente por su intensa manera y por la forma en la que se aferra a mi mano. También por lo sencillo que me resulta darme cuenta de que tiene toda la razón, porque aunque Minho no lo haya dicho con las mismas palabras programadas del Capitolio, es como si de alguna manera sí lo hubiera hecho.
No digo nada por muchos minutos, hasta que suelta la bomba. Thomas, claro.
—Newt, él sigue jugando. Aún intenta mantenerte con vida incluso desde la distancia.
Comprendo mientras estrujo mi cabello que estos malditos Juegos continúan, por mucho que no quiera hacerle a la idea. Sí, hemos dejado la arena, pero seguimos estando en la partida hasta que uno muera. Así es: los presidentes o yo. No hay más.
Pienso en Minho, en mis amigos, en Thomas a mi lado. Si perdiéramos, las consecuencias serían desastrosas para ellos. Si el Capitolio gana, estaríamos perdidos al completo. Muy seguramente nos sumirían a las torturas que estará experimentando ahora mismo mi mejor amigo, pero doblemente.
Me imagino sobre la arena, con Snow y Ava enfrente de mí, y como deseo de repente que mi daga se hubiera clavado sobre sus corazones, en vez de ese maldito árbol del rayo. Ciertamente no sabemos si Ava sigue con vida, pero algo me dice que sí. Lo que no ayuda a mi humor, ya que estamos.
Maldigo a mi cabeza, y colocando una mano bajo mi mentón, sé que no puedo echarme atrás.
—¿En qué piensas, larcho? —me pregunta Heather, pegándose mucho más a Ethan.
Suspiro, sabiendo que todos me escuchan alto y claro.
—Por mucho en que esté de acuerdo con Minho con lo de no querer una guerra, ya no podemos parar. —Me inclino hacia abajo, empujando mis dedos todavía más con la palma de Thomas—. No podemos volver a como era antes. No cuando, a pesar de las próximas pérdidas, podemos cambiar nuestra futuro.
—Ah, que asco. —dice Brenda.
Al parecer, piensa lo mismo que todos. Entonces, Jace vuelve a hablar, dejando su duda al aire.
—Yo no conozco vuestro distrito, pero... ¿no parecía cómo si no supiera nada del tema? Ya sabéis... —Para no hacerlo más incómodo, hizo una explosión con las manos y Brenda lo golpeo en el torso.
Pero no lo hace con mala intención; aún así, me hace caer en cuenta de algo que es más obvio.
—Él no sabe lo que le hicieron al Distrito 12. Si pudiera haber visto lo que han hecho, quizás se rebelaría más violentamente —comienzo a decir, dándome cuenta de que la afirmación clava mil agujas sobre mi corazón ante la idea—. No sabe que ya no existe.
—Dios mío, que horros —eso suelta Rose, aterrorizada con seguramente la imagen de Minho al enterarse.
Thomas, en cambio, señala: —Todos sabemos cuál es nuestro papel aquí, Newt. Todos te vamos a seguir y como te prometí una vez, yo lo haré hasta el final de mis días. Ahora bien, la pregunta es, ¿qué harás tú?
Resulta que la pregunta que me ha estado devorando desde que salí de rehabilitación, sólo tiene una respuesta posible. Pero necesité de la táctica de Minho para finalmente reconocerlo en voz alta. ¿Qué voy a hacer? Respiro hondo. Mis hombros suben ligeramente, como si estuvieran recordando las alas doradas que Bell me dio y que llevo encima. Luego los dejo caer, y contesto con la mente realizada al fin.
—Seré el Sinsajo —digo, alto y claro.
Y aunque sus sonrisas se reparten sobre sus rostros, de todos mis amigos, no puedo disfrutar mucho de la sensación, porque una voz de escucha a nuestras espaldas.
—Hm. Eso quería oír yo.
Al darme la vuelta, me encuentro con una mujer de uniforme, aunque está mejor hecho a su forma que cualquier otros. Cintura de avispa, estrechas caderas y rostro de marfil. Un largo cabello castaño y trenzado cae a su espalda, con armonía.
Sus ojos de un dulce tono azul me detallan de arriba a abajo, y levantándome de la mesa, alcanzo su mano que pretende estrechar la mía. Lleva un curioso símbolo de puntas en medio de las cejas, en la frente. Una ligera sonrisa cubre sus labios, mientras se presenta.
Todos a mi espalda se levantan tras de mí, como tirados de un hilo y aunque me he visto obligado de liberarme del agarre cálido de Tommy, estoy sonriendo. Somos una familia, unidos. Inseparables tras nuestras experiencias compartidas. Tras la traición de Teresa y el vacío de Minho.
Estos tres meses de aislamiento, no han cambiado nada entre nosotros.
—Me llamo Lexa Griffin y aquí se me conoce como "Heda". Soy una de las líderes las fuerzas del trece. —Tiene un agarre fuerte—. Un placer conocerte, Sinsajo.
—En realidad, me puedes decir Newt. —Nos separamos y cruzándome de brazos, enarco una de mis cejas notando el cuerpo caliente de Thomas a mi espalda—. ¿A qué has venido? ¿El Cuartel me necesita de nuevo?
Pero ella vuelve a una expresión seria y colocando sus manos tras su espalda, estáticas, dice:
—Mi misión es llevar a todos los tributos de los Primeros Juegos conmigo. Es una reunión urgente, solicitada por vuestro amigo, Galliard Wood, quien ya tiene un puesto en nuestro ejército y por supuesto, vuestro mentor, Haymitch Abernathy.
Me sorprende de inmediato conocer que Gally ya se ha ganado su puesto aquí dentro, cuando solo tenía la ligera idea de que cuidaba de mi hermana. De todas maneras, la visión de encontrarme con mi mentor no me cae en gracia. Ella parece darse cuenta, porque al momento agrega:
—Y por mensaje suyo, Sinsajo, me ofreció la oportunidad de recordarte que por mucho que no quieras verle a él, es una citación de también tu amigo Gally. Será mejor que no lo hagáis esperar mucho, ni tampoco me hagáis perder mi tiempo —termina, comenzando a alejarse de nuestro lado.
Sin pensarlo mucho y con miradas desconcertadas, nuestra familia se separa sin mucho agrado. Nos reunimos el grupo de los primeros juegos, dejando atrás a Jace, Vincent, Rose y Dayana.
Camino al lado de Thomas y Brenda, con Heather y Ethan siguiendo nuestros pasos. Tommy me mira con los brazos escondidos en los bolsillos de su pantalón, desconcertado, mientras seguimos a la Heda a través de largos pasillos.
—¿Qué querrán Gally y Haymitch de nosotros?
Heather habla por detrás: —Ojalá que sea para entrenar, porque desde que llegue, no me han permitido hacer nada de ejercicio físico.
Brenda se ríe, y mira hacia nuestras espaldas, burlona.
—Pero si aprovechas para hacerlo en las noches con Ethan, chica, no sé de que te quejas.
De refilón, veo que se sonroja hasta las orejas, aparta al chico tatuado de un golpe y todos reímos. Heda, en cambio, mantiene su postura recta, sin ninguna falla.
—Que extraño volver a ser sólo nosotros —comento, perdido en recuerdos.
Sin embargo, Thomas no me deja perderme mucho en esa bruma.
—No todos, Newt. No todos. —Y por lo apagada que se ve su mirada, sé que está pensando en Teresa, y claramente Chuck.
Todavía cuesta creer que fue arrancando de nuestras manos con tanta facilidad, en la puerta de salida, básicamente. Abrazo su mirada con la mía, mientras vuelvo a retomar nuestras manos; no me importan los silbidos de Heather y Brenda, ahora mismo, me aseguro de mantener fuerte a Thomas.
Aunque en realidad, en ningún momento hayas tenido alguna conversación de lo que somos, no soporto la idea de tenerlo lejos.
—Espero que no sea algo desagradable —dice Tommy.
—Lo desagradable será ver a Haymitch —señalo, con mi estómago revuelto.
Seguimos caminando por largo rato y aprovecho para preguntarle a Brenda sobre su antiguo cojeo, esa vieja herida. Ella se levanta la pernera del pantalón, mostrando una simple venda.
—Fue cuando nos separamos. Uno de los... monstruos con lo que me encontré con Thomas me mordió, pero aunque me sentía como un ploplus, aquí me aplican semanalmente un suero que me ayuda mucho. —Todavía resulta extraño escuchar mi jerga en ella y en los demás—. No me han dicho de qué se trata, pero parece ser una de esas infecciones que tardan en quitarse.
—Hm, ¿de verdad? Trataré de preguntar sobre ellos más tarde —digo, desconcertado ante eso.
Thomas secunda mi idea.
Un rato más tarde, llegamos a una sala que solo puede abrirse con la llave que lleva encima Lexa. Nos deja pasar primero y con la mente en blanco y un grave silencio envolviéndonos, nos damos a la entrada. El interior no se diferencia mucho de la sala del Cuartel; la puerta se cierra a nuestra espalda y Lexa permanece en la puerta, aparentemente sin querer inmiscuirse.
Allí hay una mesa descuidada, varias sillas y otra puerta.
Gally estaba sentado en una de esas sillas con aspecto arañado hasta vernos; después se levantó de inmediato y corrió hasta mí. Por supuesto, esa es la reacción que esperaba.
—¡Newt, dios!
—Me agarro de la cintura, y me dio un abrazo de oso. Su corto cabello militar me hizo cosquillas en las mejillas, pero riendo, me dejé levantar sobre mis puntillas mientras acariciaba sus hombros anchos y revestidos con ropa militar, como la de Lexa. Pero estaba de una pieza, sano y salvo.
En realidad estoy agradecido con él, porque se ha quedado al lado de Lizzy todo este tiempo.
—¿Ahora eres un verdadero soldado, eh?
Se veía bastante diferente, de eso me di cuenta cuando tomamos distancia.
Más maduro, más serio, pero con una sonrisa estrechada hasta sus orejas. Sus hombros caídos, sin peso, me hizo darme cuenta de que había algo que le daba emoción contarnos. Sus ojos húmedos también me lo demostraban. Me siento de repente desconcertado.
Con la extraña idea de ser observado por más ojos; pero, atiendo a mi amigo.
—Es bueno verte, líder. ¿Cómo está esa pierna? —Bufo ligeramente, ante su mofa.
—Todavía aguantando con ella. —Compartimos una sonrisa y tras saludar a los demás, aunque con Thomas más secamente, pregunto—: ¿Y bien? ¿Dónde esta Abernathy? ¿Qué es lo que pasa?
No me pasa desapercibida la forma en la que no deja de mirar a Tommy, de una manera demasiado rara y camina hacia atrás. Pero me pone de los nervios no ver a mi mentor por ninguna parte, sobre todo porque cuando pienso en él, solo recuerdo rabia y dolor.
—Os tenemos una sorpresa —dice Gally, para abrir la puerta contigua.
Mi corazón aletea nervioso, sin saber de qué va todo esto.
—Déjate de misterios, amigo, sabes que no me gustan —comenta Ethan por lo bajo, aunque sonriente.
—Sí, date prisa —pide Thomas, claramente para nada cómodo.
Entonces, de la habitación, sale Haymitch con los brazos cruzados y mirando hacia el interior de la otra sala contigua. Cuando sus ojos se cruzan con los míos, veo un ligero temblor en sus labios. Mis manos también se estremecen, no puedo evitarlo.
Sé que todos me miran ahora mismo, pero trato de no perder los estribos.
—Es bueno verte entero, chico. —Y dios, sus palabras me atraviesan de parte a parte.
Pero no..., Todavía no puedo olvidar. Es demasiado duro.
—No puedo decir lo mismo —contesto, con una voz dura, cargada de infinitas emociones.
Haymitch, con ropas grises y guantes de tela sobre sus dedos, asiente sin decir mucho más. Se vuelve hacia una esquina y señala a Gally.
—Venga, sácalo ya, soldadito. —Odio lo familiar que me suena.
De todas maneras, Gally vuelve hacia el interior de la habitación y todos escuchamos cómo susurra: —Vamos están deseando verte.
Y cuando nuestro amigo sale acompañado, esta vez no solo, mis ojos desbordan llenos de lágrimas. Thomas cae al suelo, se desploma vamos, incapaz de sentir las piernas. Las chicas gritan y me parece que Ethan es el único que se mueve, hacia delante, eufórico.
Pero parece un sueño, de verdad, y aunque parpadeo un par de veces intentando demostrar que no lo es, no puedo creer que esté aquí. Delante de nosotros y con esa sonrisa que ni en mis peores pesadilla he podido olvidar.
—¡Chuck, maldito pingajo!
🏹🧡... ELSYY AL HABLA (!)
... no diré nada, solo amo esta historia.
los quiero mucho, no olviden dejarme todas sus opiniones. nos vemos pronto, mis tributos.
🧡🏹
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