one. like a father and son
chapter one : daylight
like a father and son
Las cosas habían cambiado bastante en el dojo. Se habían mudado a un lugar mejor, moderno y muy bien equipado. Muy pronto, abrirían más sucursales, consolidando el dominio de Cobra Kai. Sin embargo, los cambios no solo se limitaban al dojo. Silver había decidido recompensar a Logan con un departamento después de su triunfo en el All Valley. Ahora vivía junto a Astrid, en un espacio elegante, pero a corta distancia de la casa de Jaeho, quien había comenzado a vivir solo tras el regreso de Robby con sus padres.
A pesar de estos logros, la ausencia de Kreese seguía pesando en la mente de Logan, como una sombra que no lograba disiparse. En ese momento, estaba en el dojo, descansando tras una sesión intensa. Su camiseta sin mangas estaba empapada de sudor, y mechones de cabello caían desordenados sobre su frente mientras se apoyaba contra la barra de proteínas, intentando recuperar energías.
El comercial de Cobra Kai resonaba en las pantallas cercanas, pero Logan apenas le prestaba atención. Mientras tomaba un sorbo de su bebida, una joven empleada del dojo se acercó. Su sonrisa nerviosa y las miradas rápidas hacia él eran difíciles de ignorar.
—¿Todo bien, Logan? —preguntó, su tono cargado de una timidez que parecía disimular un interés mayor.
Logan asintió, incómodo por la situación.
—Sí, gracias.
Pero la chica no se detuvo.
—Vi el All Valley... Fuiste increíble. Debe ser increíble ser tan bueno —añadió, jugando con un mechón de su cabello.
Logan desvió la mirada, sintiéndose expuesto. No quería ser grosero, pero tampoco sabía cómo manejar la situación.
—Solo entreno mucho —respondió, manteniendo su tono neutral.
Antes de que pudiera terminar de hablar, escuchó unos pasos firmes detrás de él. Un escalofrío recorrió su espalda al darse cuenta de quién era.
Astrid.
Su presencia llenaba el lugar como una tormenta a punto de desatarse. Desde la distancia, había observado la interacción, cada segundo alimentando el nudo en su pecho. Sentía que el suelo bajo sus pies se desmoronaba, una sensación que la había perseguido desde su derrota contra Tory en el All Valley. Había perdido más que un combate; había perdido su confianza, y ahora vivía con el miedo constante de que cualquier chica pudiera arrebatarle lo único bueno que tenía: Logan.
—¿Qué es esto? —soltó Astrid al acercarse, su voz baja pero cargada de un veneno apenas contenido.
La empleada retrocedió, nerviosa, mientras Logan se giraba hacia Astrid.
—No es nada —respondió Logan rápidamente, intentando calmarla—. Solo hablábamos.
Astrid dejó escapar una risa amarga.
—¿Solo hablaban? ¿Eso es lo que me vas a decir? —Lo miró directo a los ojos, buscando algún indicio de mentira.
Logan alzó las manos en un gesto de rendición.
—Te lo juro, Astrid. No pasó nada.
Pero Astrid no podía escuchar esas palabras sin que su mente regresara al All Valley, al momento exacto en que había fallado, en que había decepcionado a su abuelo y a sí misma. Desde entonces, la inseguridad la corroía. ¿Por qué Logan iba a seguir eligiéndola, después de todo? Su corazón palpitaba con una mezcla de rabia y miedo mientras lo miraba, su voz temblando de frustración.
—No me mientas, Logan. No olvides algo muy importante: me perteneces. Todo tú es mío. ¿Entendido?
Logan asintió, con una culpa silenciosa reflejada en su rostro.
Astrid se acercó, sus manos temblorosas rodearon el cuello de Logan. Podía sentir su calor, su seguridad, pero también el miedo de perderlo. Antes de que él pudiera decir algo más, lo besó con una intensidad casi desesperada, como si intentara grabar su presencia en él.
El beso terminó abruptamente con una mordida en el labio inferior de Logan. Fue más fuerte de lo que pretendía, y pronto un hilo de sangre comenzó a resbalar. Astrid no pareció inmutarse, incluso esbozó una sonrisa torcida.
—Eso es para que no lo olvides —murmuró mientras acariciaba la herida con el pulgar—. Eres mío.
Su tono era firme, pero sus ojos revelaban algo más profundo: un miedo que la carcomía, el pánico de no ser suficiente. Sin esperar una respuesta, Astrid se dio media vuelta y salió del dojo, dejando a Logan con el sabor metálico de la sangre en los labios y el peso de su inseguridad en el pecho.
Logan respiraba con dificultad mientras permanecía tumbado sobre la colchoneta, el sudor resbalaba por su frente y su pecho subía y bajaba al compás de su agotamiento. Frente a él, Terry Silver, erguido y sereno, lo observaba con una sonrisa que mezclaba orgullo y satisfacción. El entrenamiento había sido intenso. Logan había logrado derrotar a tres oponentes a la vez, utilizando cada uno de los movimientos que Silver le había enseñado con maestría. Pero la verdadera prueba fue enfrentarse a su maestro, y aunque había demostrado habilidad, experiencia y fuerza, Silver seguía teniendo la ventaja.
El golpe final que lo derribó aún resonaba en su cuerpo, no solo por el impacto físico, sino por la mezcla de frustración y admiración que sentía hacia el hombre que lo entrenaba.
Desde el otro lado de la ventana, dos figuras observaban en silencio la escena. Daniel LaRusso cruzaba los brazos, su rostro una mezcla de preocupación y desconcierto, mientras Chozen, más sombrío, mantenía los ojos fijos en los movimientos que había presenciado.
—He visto esos movimientos antes —murmuró el japonés, rompiendo el silencio. Su voz era baja pero firme, cargada de un significado que Daniel aún no comprendía.
—¿Qué? ¿Dónde? —preguntó Daniel, sin apartar la vista de Logan y Silver, quienes ahora compartían unas palabras que parecían teñidas de camaradería. La forma en la que Silver colocaba una mano sobre el hombro de Logan le recordaba demasiado a la relación de un maestro y su aprendiz... algo que Daniel había visto antes con el Sr. Miyagi.
Chozen permaneció en silencio por un momento, como si estuviera sopesando las palabras correctas. Luego, habló con gravedad.
—Kim Sun-Yung.
El nombre hizo eco en la mente de Daniel, trayendo consigo un recuerdo que había intentado relegar al pasado. Recordó el día en que Silver había invadido el santuario de Miyagi-Do, diciendo ser el pupilo de alguien llamado Kim Sun-Yung. En ese momento, Daniel lo había descartado como otra mentira de Silver, una más en su repertorio de manipulaciones. Pero ahora, al escuchar a Chozen pronunciar ese nombre con tal seriedad, sintió que su estómago se hundía.
—Espera... ¿Kim Sun-Yung es real? Creí que era otra de las mentiras que inventó Silver.
Chozen lo miró, su expresión endureciéndose aún más.
—No. Es muy real. Un maestro temido, con una filosofía basada en la fuerza y la dominación. Lo que acabamos de ver... son sus enseñanzas.
Daniel sintió un escalofrío recorrerle la espalda mientras volvía a mirar hacia la sala de entrenamiento. Allí estaba Logan, alguien que había formado parte de su familia, su propio hujo. Pero ahora, bajo la guía de Silver, su semblante había cambiado. Había algo en su mirada, en la forma en que se movía, que le resultaba inquietante.
—No puede ser... —susurró Daniel, su voz traicionada por la duda y el temor.
Chozen no respondió. Sus ojos seguían fijos en Logan, pero esta vez no solo veía los movimientos que había ejecutado. Veía más allá: el control que Silver estaba ejerciendo sobre él, el peligro que representaba un muchacho joven y moldeable bajo las enseñanzas de un hombre como Terry.
Dentro de la sala, Logan se incorporó lentamente, apoyándose en sus manos mientras intentaba recuperar el aliento. Silver se acercó, extendiéndole una mano para ayudarlo a levantarse. Logan la aceptó, y por un momento, ambos se miraron a los ojos. Silver sonrió, una sonrisa cargada de confianza, como si viera en Logan no solo a un aprendiz, sino a un heredero de sus ideales.
Desde afuera, Daniel lo notó.
—Míralos... parecen padre e hijo —dijo con amargura, su voz apenas un susurro.
Chozen asintió lentamente, sin apartar la mirada.
—Es más que eso. Silver lo está moldeando. Si no hacemos algo, Logan será su arma más peligrosa.
Daniel tragó saliva, sintiendo el peso de esas palabras caer sobre sus hombros. No era solo Silver el enemigo; ahora, la batalla era también por Logan, un muchacho que, aunque estuviera bajo la influencia de Terry Silver, aún podía ser salvado. O al menos, eso esperaba.
Logan estaba sentado en el borde de la colchoneta, una bolsa de hielo descansaba sobre su hombro izquierdo, miraba de reojo a Jaeho, quien lanzaba una serie de golpes al saco con una intensidad casi desmedida.
—¿Sabes? Romperle los huesos al saco no va a arreglar nada —comentó Logan con una media sonrisa, tratando de aligerar el ambiente.
Jaeho detuvo sus golpes, sujetando el saco para estabilizarlo. Respiraba con dificultad, pero no se giró de inmediato.
—No estoy arreglando nada. Sólo entreno —respondió con tono seco, aunque su mirada traicionaba algo más.
Logan dejó caer la bolsa de hielo y se levantó. Se acercó al saco y se apoyó en él con los brazos cruzados.
—¿Entrenas o intentas no pensar en Robby? —soltó Logan, directo, sin rodeos.
Jaeho frunció el ceño, una mezcla de irritación y cansancio cruzando su rostro.
—Por favor, no empieces con eso. Ya fue —hizo una pausa, evitando la mirada de Logan mientras recogía una toalla del suelo—. Ni siquiera fuimos nada.
Logan soltó una risa breve, casi incrédula.
—¿"Nada"? —repitió, arqueando una ceja—. Hermano, lo vi en tu cara cada vez que lo mirabas. No me digas que no significó nada.
Jaeho lo miró de reojo, su mandíbula apretada. Quería replicar, negar todo, pero sabía que Logan lo conocía demasiado bien. Suspiró y se dejó caer en el suelo, dejando caer la cabeza hacia atrás, mirando al techo del dojo.
—Tal vez sí significó algo... —admitió en voz baja, casi como si le costara sacarlo de su pecho—.
Pero no funcionó. Y no iba a funcionar porque se niega a aceptarse. Así que, ¿para qué darle más vueltas?
Logan se sentó a su lado, manteniendo una distancia que no se sentía forzada. Había aprendido a no presionar demasiado cuando se trataba de Jaeho.
—Porque importa, aunque no haya funcionado —hizo una pausa, el tono más suave—. Mira, sé que no soy el mejor dando consejos sobre relaciones, pero no tienes que actuar como si no te doliera. No conmigo, al menos.
Jaeho giró la cabeza para mirarlo, su expresión mezcla de gratitud y resignación.
—No me duele. Es solo que... no tiene sentido lamentarse. Robby es un buen tipo, pero yo... —se encogió de hombros, sin terminar la frase.
Logan asintió lentamente, entendiendo más de lo que Jaeho decía en palabras. Le dio un leve golpe en el hombro, un gesto pequeño pero lleno de camaradería.
—Está bien. No voy a forzarte a hablar más de lo que quieres. Solo quería que supieras que, si necesitas a alguien con quien hablar... o pelear, aquí estoy.
Jaeho soltó una risa suave, casi inaudible, pero por primera vez en semanas, parecía genuina.
—Gracias, Logan —su voz era sincera, aunque intentara mantener su habitual fachada fría—. Y por cierto, si de pelear se trata, ya sabes que siempre te voy a ganar.
Logan bufó, poniéndose de pie con una sonrisa.
—¿Crees que puedes ganarle al campeón, Jae?
Jaeho lo siguió, levantándose también, con una chispa renovada en sus ojos.
—Entonces ven, campeón.
Y por primera vez en mucho tiempo, el aire entre ellos no estaba cargado de resentimientos o recriminaciones, sino de algo más ligero, más simple: la camaradería de dos amigos que, aunque golpeados por la vida, estaban dispuestos a reconstruir lo que habían perdido.
capítulo bn corto por ausencia de inspiración.
alch yo quisiera arreglar mis pleitos con mis amistades como logan, tipo andaba mal con robby, pero como ambos querían ayudar a kenny se hicieron friends, después se encuentra a jaeho todo borracho y con el corazón roto, hacen cosas de borrachos y ya son los mejores amigos.
siento que deje a astrid como un poquito muy exagerada, pero no permito que le digan nada a mi niña, okei. 👺
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