10. broken promises
chapter ten : daylight
broken promises
' i just wanna be part of your family'
Tory entró al lugar como una tormenta desatada, liderando a un grupo de Cobra Kai con una determinación fría. Había venido por Sam, por respuestas, por venganza. Sus ojos reflejaban una rabia contenida, pero su andar era sereno, casi calculador. Cuando los miradas de ambas chicas se encontraron en medio de la sala destruida, el tiempo pareció detenerse.
Sam, a pesar de su entrenamiento, sintió un escalofrío recorrer su espalda. Había algo diferente en Tory esta vez. La falta de gritos, de insultos... ese aterrador silencio hablaba de una furia mucho más peligrosa. Sam retrocedió un paso, pero no tuvo tiempo de reaccionar antes de que Tory comenzara a caminar hacia ella.
—No corras, LaRusso —La voz de Tory era baja, casi susurrada, pero cada palabra estaba cargada de amenaza—. Esta vez, no voy a dejarte escapar.
Sam giró sobre sus talones y corrió, esquivando como pudo las peleas que estallaban a su alrededor. Llegó al dojo de Miyagi-Do, su refugio, pero no tuvo tiempo de encontrar calma. Cuando se giró, Tory estaba frente a ella.
La rubia no dijo nada. Sólo avanzó con la misma calma intimidante. Sam retrocedió, pero el espacio era limitado. Tory lanzó una patada brutal, directo a su rostro. El impacto fue devastador, y Sam cayó al suelo, sujetándose la nariz, que comenzaba a sangrar.
—Honestamente, LaRusso... esperaba más de ti —Tory se giró hacia un estante, donde tomó un par de nunchakus. Los giró con destreza, como si fueran una extensión de su propio cuerpo, mientras se acercaba lentamente a Sam—. Supongo que tendré que hacerlo divertido.
El primer golpe con el arma fue directo hacia Sam, pero esta logró rodar a un lado, haciendo que Tory golpeara una lámpara japonesa. El sonido del cristal rompiéndose llenó el dojo, y Sam se levantó tambaleante. Su respiración era irregular, pero su instinto de supervivencia estaba activado.
—¿A dónde crees que vas? —Tory lanzó otro golpe, esta vez destrozando una foto enmarcada del señor Miyagi.
Sam miró la foto rota, y algo dentro de ella se encendió. Las palabras de su padre resonaron en su cabeza. Cuando Tory lanzó otro ataque, Sam lo esquivó y tomó un bo del estante. El peso familiar en sus manos le dio confianza, y al fin se enfrentó a Tory.
—No voy a dejarte destruir esto.
Ambas chicas se sumieron en una pelea feroz. Tory atacaba con precisión letal, mientras Sam bloqueaba y contraatacaba con el bo. Cada golpe resonaba en el pequeño dojo, los movimientos eran rápidos, calculados, y llenos de odio y miedo.
Mientras tanto, en la sala, Hawk se encontraba inmóvil en medio del caos. Las palabras de Kreese y Johnny chocaban en su cabeza, como dos fuerzas opuestas que lo dividían. Cuando vio a Demetri siendo sujetado por dos Cobra Kai, algo dentro de él se rompió. Esto no es lo que quería. No es lo que somos.
Hawk corrió hacia su antiguo mejor amigo, saltando sobre uno de los chicos que lo sostenía. Lo derribó al suelo, haciéndolo atravesar una mesa de cristal. Tomó al otro por el cuello de la camisa y lo lanzó contra la pared. Luego extendió su mano hacia Demetri, con una expresión de arrepentimiento en su rostro.
—Hermano... lo siento. Por todo —su voz temblaba, pero sus ojos eran sinceros—. ¿Quieres ayudarme a arreglar esto?
Demetri lo miró por un segundo, sorprendido. Luego sonrió y tomó su mano.
—Siempre.
Ambos se unieron a la pelea, luchando espalda con espalda como solían hacerlo, su amistad restaurada en medio del caos.
En otra esquina, Miguel estaba siendo golpeado sin piedad por Kyler. Su espalda chocó contra la pared, y el dolor de los golpes resonaba en su cuerpo. Sangre brotaba de su ceja, pero en su mente, las palabras de Johnny lo empujaban a levantarse.
Con un grito, Miguel agarró a Kyler, usó su propio peso para voltear y lo lanzó al suelo. Se puso encima y comenzó a golpearlo con fuerza.
—Gracias por la motivación —Miguel sonrió, aunque su rostro estaba cubierto de sangre.
En el dojo, la pelea entre Tory y Sam alcanzaba su punto más alto. Ambas chicas estaban agotadas, con cortes y moretones visibles. Pero ninguna daba señales de rendirse.
—Esto no termina aquí, LaRusso —dijo Tory, jadeando, pero aún con el fuego en los ojos.
—Lo sé —respondió Sam, con una determinación que no había sentido antes.
El caos continuaba en la casa, pero algo estaba claro: esta batalla cambiaría todo.
Logan se encontraba en el abandono del momento, con la lata de pintura en mano, trazando líneas en las paredes desgastadas de un viejo edificio. El aroma químico y los colores que cobraban vida en el muro lo mantenían enfocado, casi aislado de sus pensamientos. Este ritual, simple pero poderoso, lo ayudaba a calmar su caos interno. Sin embargo, el sonido agudo de su teléfono interrumpió su escape.
Dejó la lata en el suelo con prisa y se acercó a la mesa donde lo había dejado. Vio el nombre de Anthony en la pantalla, y una punzada de preocupación le recorrió el pecho. Respondió sin dudar.
—¿Qué pasa, Tony? —preguntó, tratando de sonar calmado.
La voz al otro lado estaba lejos de la tranquilidad.
—Logan... debes venir rápido. Cobra Kai irrumpió en la casa, están destrozándolo todo... Tory está aquí —dijo Anthony, su tono tembloroso y cargado de miedo.
Logan se quedó helado. Las palabras de Anthony retumbaban en su cabeza, mientras su mente dibujaba imágenes de caos y violencia. Su estómago se hundió con un pensamiento aterrador: ¿Y si lastimaron a Anthony o a Sam? Les prometí protegerlos.
—Voy en camino —respondió con firmeza y colgó antes de que su voz delatara su propio temor.
Tomó las llaves de su auto y salió disparado, su respiración agitada sincronizándose con el rugir del motor mientras pisaba el acelerador. El trayecto parecía interminable, y su mente estaba inundada por escenarios catastróficos.
Al llegar a casa, su peor pesadilla cobraba forma. El patio delantero estaba en ruinas; sillas volcadas, vidrios rotos, y cuerpos de estudiantes de Miyagi-Do y Cobra Kai esparcidos por el suelo, algunos quejándose de dolor, otros inconscientes. Su corazón latía con fuerza mientras escaneaba el desastre, buscando a Anthony o a Sam.
Entonces lo escuchó. Un grito desgarrador que provenía del dojo. Su cuerpo reaccionó antes que su mente, y corrió hacia el lugar, cada paso retumbando como un eco de su desesperación.
Empujó las puertas abiertas y se quedó paralizado por la escena frente a él. Sam estaba en el suelo, su rostro ensangrentado, mientras Tory, encima de ella, descargaba golpes brutales con una intensidad descontrolada.
—¡Basta! —gritó Logan mientras corría hacia ellas.
Tomó a Tory por los hombros, separándola de Sam con fuerza, pero no la suficiente para lastimarla. Tory, fuera de sí, luchó contra su agarre.
Sam, aún recuperándose de los golpes, levantó la vista hacia su hermano, sus ojos llenos de lágrimas y confusión.
—¿Logan? ¿Dónde estabas? —susurró, como si con esas palabras descargara todo el miedo acumulado.
Antes de que Logan pudiera responder, Tory se liberó de su agarre y, llena de ira, le propinó un golpe en la cara que lo hizo retroceder unos pasos.
—¿Qué crees que haces? —gritó ella, su voz llena de resentimiento y dolor. Sin esperar respuesta, comenzó a caminar hacia Sam nuevamente, su objetivo claro en su mente.
Logan reaccionó, moviéndose rápido y empujándola contra la pared. Esta vez, no midió su fuerza. El impacto resonó en el dojo, y Tory lo miró con una mezcla de sorpresa, indignación y algo que parecía... traición.
—¿De verdad quieres seguir con esto, Tory? —dijo Logan, su voz cargada de una furia contenida—. Si quieres pelear, pelea conmigo. Déjala en paz.
Tory lo miró, sus ojos encendidos de rabia, y no necesitó más invitación. Sin pensarlo, se lanzó hacia él, iniciando un combate que no tenía precedentes.
Sus movimientos eran rápidos, feroces, llenos de emociones reprimidas. Cada golpe que intercambiaban estaba cargado de resentimiento, dolor y frustración. No había un rastro del cariño que alguna vez se tuvieron; ahora solo había odio.
Logan bloqueó un golpe dirigido a su rostro y lanzó un puñetazo al abdomen de Tory, quien gruñó de dolor pero no retrocedió. En lugar de detenerse, usó el impulso para intentar una patada alta que Logan apenas esquivó, tropezando hacia atrás.
—¡¿Por qué, Tory?! —gritó Logan, mientras se reponía—. ¡¿Por qué estás haciendo esto?!
—¡Porque tú no entiendes nada! —gritó ella de vuelta, sus palabras entrecortadas por la furia y el esfuerzo—. ¡Siempre escoges a todos menos a mí!
Logan titubeó ante la confesión, lo suficiente como para que Tory aprovechara y le propinara un golpe en el estómago que lo dejó sin aire. Pero su entrenamiento y su instinto lo hicieron reaccionar rápido.
Con un giro rápido, lanzó una patada que conectó brutalmente contra el rostro de Tory. El sonido seco resonó en el dojo, y Tory tambaleó hacia atrás, pero Logan no se detuvo. Otro golpe bien colocado la hizo escupir sangre, sus ojos llenos de dolor mientras caía al suelo.
Tory quedó tendida, derrotada. Su respiración era pesada, y sus manos temblaban mientras intentaba levantarse, pero no pudo.
Logan la miró, su pecho subiendo y bajando rápidamente, no solo por el esfuerzo físico, sino por el torbellino de emociones que lo consumía. Había golpeado a la persona que alguna vez amó, y aunque sabía que no tenía otra opción, el remordimiento ya comenzaba a devorarlo.
—Tory... —susurró, su voz quebrada.
Pero ella no respondió. Giró el rostro hacia un lado, su mirada llena de lágrimas y resentimiento.
—Ya no importa, Logan —dijo con voz apagada—. Todo está roto. Nosotros estamos rotos.
Las palabras de Tory lo golpearon con más fuerza que cualquier puño. Sam, apoyándose en la pared, lo miró, sin saber qué decir. El dojo quedó en silencio, roto solo por las respiraciones entrecortadas de los tres.
El ambiente era sofocante. Las miradas se clavaban en Logan como si quisieran atravesarlo. Tory acababa de levantarse, tambaleante, limpiándose la sangre del labio con el dorso de la mano. Su mirada era una mezcla de odio y desdén que caló hasta lo más profundo de Logan. Él intentó hablar, pero las palabras se le ahogaron en la garganta.
Tory se detuvo un instante frente a él, lo suficiente para clavarle una mirada cargada de veneno puro.
—Traidores —escupió con un tono helado, antes de chocar su hombro con fuerza contra el de él al pasar.
Logan no se movió. Sentía como si un peso invisible lo hundiera en el suelo, incapaz de levantar la cabeza. A lo lejos, escuchó la voz de Miguel, quien miraba la escena con incredulidad junto a Demetri, y Hawk.
—¿Qué demonios pasó aquí? —preguntó el latino, pero Logan seguía inmóvil, perdido en su propio infierno.
De repente, un sonido de pasos firmes resonó en el dojo, seguido por un grito que lo sacó de su ensimismamiento.
—¡Logan! —bramó Daniel LaRusso, su rostro una máscara de furia contenida.
Antes de que pudiera reaccionar, Logan sintió cómo una mano lo tomaba bruscamente del cabello y lo empujaba contra la pared con tanta fuerza que el aire escapó de sus pulmones.
—¡¿Quieres explicarme qué carajo fue todo esto?! —rugió Daniel, su rostro a escasos centímetros del de Logan—. ¡¿O me vas a salir con que tu maldita novia no tiene nada que ver con esto?!
Logan intentó responder, pero las palabras murieron en su garganta. El dolor físico era nada comparado con la humillación de tener a su padre gritándole frente a todos. Su cuerpo temblaba, pero no de miedo, sino de impotencia.
—Ya no... no es mi novia —murmuró finalmente, su voz apenas audible.
Pero Daniel no mostró piedad. En lugar de soltarlo, lo presionó más fuerte contra la pared, su rabia alcanzando un nuevo nivel.
—¿Qué dijiste? —espetó, inclinándose más cerca—. ¿Se dio cuenta de lo patético que eres? ¿De lo inútil que eres para cualquiera?
Con un movimiento brusco, lo soltó, pero solo para propinarle un golpe directo en las costillas. Logan cayó al suelo, jadeando, mientras el dolor le cortaba el aliento.
La risa amarga de Daniel llenó el dojo.
—Eres una broma, Logan. ¡Mírate! No puedes proteger a nadie, ni siquiera a ti mismo —su voz era un látigo que destrozaba lo poco que quedaba de la resistencia de Logan—. Eres mi mayor decepción. Mi mayor error.
Logan apretó los dientes, luchando por contener las lágrimas. No podía llorar. No aquí, no frente a todos. Pero entonces, Daniel se inclinó sobre él, su rostro lleno de desprecio.
—¿Sabes qué es lo peor de todo? Ni siquiera fuiste mi error. Yo quería una hija, Logan. Una niña. Pero tú... —Daniel soltó una risa cruel—. Tú decidiste venir con ella. Tú decidiste arruinarlo todo.
Logan sintió que el mundo se rompía bajo sus pies. Aquellas palabras, dichas con tal desprecio, lo atravesaron como una bala. Su respiración se volvió errática, y antes de que pudiera pensarlo, empujó a Daniel con todas sus fuerzas, derribándolo al suelo.
Sin mediar palabra, Logan se lanzó sobre él, descargando golpes con una furia descontrolada. Cada puñetazo llevaba consigo años de frustración, rechazo y dolor. Golpeó una y otra vez, ignorando el dolor en sus propios nudillos, ignorando los gritos de los demás. Sangre manchaba sus manos, y ya no podía distinguir si era suya o de Daniel.
—¡Logan, detente! —gritó Sam, corriendo hacia él y empujándolo con todas sus fuerzas.
Logan rodó por el suelo, jadeando, sus manos temblorosas cubiertas de sangre, incapaz de distinguir si era suya o de Daniel. Levantó la vista y encontró a Sam mirándolo, horrorizada. Ese horror le atravesó como un cuchillo.
—¿Por qué ahora, Sam? —murmuró, con la voz rota y llena de rabia contenida—. ¿Por qué solo intervienes ahora? Cuando él me estaba golpeando, no hiciste nada. ¡Nada!
Sam retrocedió, incapaz de responder, mientras Logan continuaba, su voz elevándose con cada palabra.
—¡Arruiné lo único bueno que tenía por defenderte a ti! ¡A una hermana que ni siquiera me considera su hermano!
El silencio cayó como una losa en el dojo. Todos miraban a Logan, pero él solo sentía el peso de sus propios pensamientos, la amarga realización de que nunca había pertenecido ahí.
Se levantó lentamente, mirando a todos con desprecio.
—Nunca fui parte de esta familia. Y nunca lo seré.
Sin mirar atrás, salió del dojo, dejando un rastro de sangre y lágrimas que nadie se atrevió a seguir.
Logan subió las escaleras con pasos torpes, ignorando el dolor en sus costillas y los nudillos ensangrentados que le temblaban ligeramente. No se permitió mirar atrás; no podía soportar las miradas de odio, lástima o desprecio que sabía que lo seguían desde el dojo. Cada escalón que subía sentía como si se alejaba un poco más de una vida que nunca fue suya.
Al entrar a su habitación, cerró la puerta con un golpe seco. La adrenalina seguía bombeando en sus venas, pero ahora era reemplazada lentamente por un dolor frío y punzante. Sin detenerse a pensar, sacó una maleta del armario y comenzó a arrojar ropa dentro de forma frenética. No le importaba el desorden, ni siquiera se detenía a decidir qué llevar. Solo quería salir de esa casa, de ese lugar que nunca había sido un hogar para él.
Mientras guardaba algunas fotos viejas, su mano se detuvo al ver una imagen de él con Anthony, ambos sonriendo como si el mundo fuera perfecto. Por un momento, sus dedos vacilaron, pero la rabia y el dolor lo impulsaron a tirar el marco al suelo, donde el cristal se hizo añicos.
—No más promesas rotas —murmuró para sí mismo, aunque su voz sonaba más como un eco hueco que como una declaración firme.
De repente, la puerta se abrió lentamente, y ahí estaba Anthony, su hermano menor, con los ojos llenos de lágrimas. Su expresión era una mezcla de confusión y desesperación. Logan sintió cómo su rabia se suavizaba al verlo, pero no lo suficiente como para detenerse.
—Tony... deberías estar en tu cuarto —dijo Logan, con la voz baja, sin mirarlo directamente mientras seguía llenando la maleta.
—¿Qué haces? —preguntó Anthony, aunque ya sabía la respuesta. Su voz temblaba, pero no dejaba de observar cada movimiento de Logan.
Logan suspiró, deteniéndose un momento para mirarlo, sus ojos cristalinos revelaban el peso de todo lo que sentía.
—Lo siento, Tony. No soy tan fuerte como pensabas. Debes estar decepcionado, ¿no? —murmuró, su tono cargado de autodesprecio, mientras fingía concentrarse en guardar su ropa.
Anthony dio un paso hacia él, con las lágrimas desbordándose.
—No estoy decepcionado —dijo con la voz rota—. Por favor, no te vayas. Quédate... quédate por mí.
Logan negó con la cabeza, cerrando la maleta con un movimiento brusco. Sus manos temblaban, pero se negó a dejarse llevar por la emoción.
—No puedo, Tony. Este lugar... esta gente... nunca me quiso aquí. Tú no lo entiendes —susurró, aunque su voz se quebró al final.
Avanzó hacia la puerta, decidido a salir de ese infierno, pero Anthony se interpuso en su camino, agarrando su mano con fuerza.
—No me dejes, Logan. ¡No puedes irte! —gritó el menor, sus lágrimas cayendo sin control.
Logan, movido por la frustración y la desesperación, trató de liberarse. En el forcejeo, empujó a Anthony con más fuerza de la que pretendía, haciendo que el pequeño tropezara y se golpeara contra el marco de la puerta. El sonido del impacto fue como un cuchillo que atravesó el corazón de Logan.
Anthony levantó la mirada, sus ojos llenos de lágrimas y dolor.
—Prometiste que volveríamos a jugar... —murmuró con un hilo de voz, su expresión rota mientras las lágrimas corrían por sus mejillas—. Dijiste que siempre estarías aquí. Lo prometiste...
Logan desvió la mirada, incapaz de sostener el peso de las palabras de su hermano.
—Lo siento... —susurró, aunque sabía que no era suficiente. Sin esperar más, bajó las escaleras rápidamente, dejando atrás a Anthony, que seguía sollozando en el suelo.
Cuando llegó al salón, encontró a Amanda y Sam atendiendo los golpes de Daniel. Las miradas que le lanzaron estaban cargadas de juicio, pero Logan ya no sentía nada. Su corazón estaba demasiado endurecido, demasiado destrozado para importar.
Se detuvo un instante en la sala, observándolos con una mirada vacía. Finalmente, habló con voz firme, aunque cada palabra le dolía como un latigazo.
—Ya no seré más su error. Ni su decepción. Yo estoy muerto para ustedes... y ustedes lo están para mí.
Amanda pareció querer decir algo, pero las palabras murieron en sus labios. Sam lo miró con lágrimas en los ojos, pero Logan no permitió que esa imagen lo quebrara. Subió a su auto, cerrando la puerta con tanta fuerza que el ruido resonó en la calle vacía.
Por un momento, se quedó ahí, con las manos temblorosas sobre el volante. La furia y la tristeza chocaban dentro de él como olas en una tormenta. Respiró hondo, tratando de calmarse, pero en lugar de eso, las lágrimas comenzaron a brotar. Al principio silenciosas, luego en un torrente imparable que lo dejó sollozando sin control.
Golpeó el volante con ambas manos, una y otra vez, como si con cada golpe pudiera expulsar el dolor que lo consumía. Pero no importaba cuánto se esforzara, nada parecía aliviarlo.
—¿Por qué no fui suficiente? —murmuró para sí mismo, su voz rota, su cuerpo temblando de pura desesperación.
Había perdido todo. O tal vez nunca había tenido nada para empezar. Y ahora, lo único que podía hacer era alejarse, aunque el vacío que lo llenaba parecía perseguirlo sin importar a dónde fuera.
Si les soy honesto, me da gracia que en los anteriores caps odiaron a Logan, ese era mi propósito 🙂↔️
Y para avisarles que probablemente la va a cagar más
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