08. weaknesses
chapter eight : daylight
weaknesses
El eco de los golpes resonaba con fuerza en el dojo, cada impacto en el costal de entrenamiento cargado con una furia palpable. Kenny descargaba toda su frustración en el saco de boxeo, mientras su respiración pesada llenaba el aire. Su mandíbula estaba apretada y sus ojos, inyectados de rabia, se clavaban en el saco como si fuera la personificación de sus agresores.
A unos pasos de distancia, Robby lo observaba con una mezcla de preocupación y reconocimiento. Había algo familiar en esa furia descontrolada, en esa mirada de alguien que no veía nada más que la necesidad de desquitarse. A su lado, Logan estaba apoyado contra la pared, los brazos cruzados y el ceño fruncido, mientras hablaba en voz baja.
—¿Estás diciendo que le robaron toda su ropa? —preguntó Robby, incrédulo, sus brazos cruzados con fuerza sobre su pecho.
Logan asintió con un gesto serio, su voz era grave, cargada de indignación.
—Sí, Robby. Lo dejaron en ropa interior en el vestidor. Sabían exactamente lo que hacían. Fue humillante.
Kenny soltó un golpe especialmente fuerte, haciendo que el costal se balanceara violentamente. Su pecho subía y bajaba con rapidez, sus puños apretados mientras su cuerpo temblaba. No levantó la vista cuando gruñó:
—No voy a soportar más sus malditas estupideces.
Otro golpe, más fuerte que los anteriores, hizo crujir las cadenas que sostenían el costal. Sus palabras estaban cargadas de rabia contenida, como si cada sílaba quemara en su garganta.
Robby dio un paso hacia él, tratando de captar su atención. Conocía demasiado bien esa mirada, ese ardor en el pecho que pedía violencia como respuesta. Pero también sabía lo que venía después.
—¿Y qué harás, Kenny? —preguntó con calma, aunque su tono llevaba un filo de advertencia.
Kenny se giró hacia él, los ojos oscuros brillando de ira.
—Lo que ustedes hacen. Patearles el trasero y hacer que me respeten.
Logan suspiró desde su lugar, su postura relajada pero sus ojos fijos en Kenny. Había una dureza en su expresión, una comprensión que solo venía de haber cometido los mismos errores. Robby, por su parte, mantuvo su posición, aunque su ceño se frunció ante la respuesta del menor.
—Escucha, Kenny —dijo Robby, su voz era más firme esta vez, aunque su tono seguía cargado de preocupación—. Te entiendo. Créeme, yo también he estado donde tú estás. Me dejé llevar por mi ira, y por un tiempo, pensé que estaba ganando. Pero no gané nada. Me echaron de la escuela. Terminé en la correccional. Todo lo que conseguí fue hundirme más.
Kenny lo miró de reojo, su mandíbula apretada, pero sus golpes al costal se hicieron más pausados. Había algo en las palabras de Robby que lo obligaban a escuchar, aunque no quería admitirlo.
Logan, quien hasta ese momento había permanecido en silencio, dio un paso hacia el centro del dojo.
—Robby tiene razón. La ira se siente bien al principio, como si fuera una solución. Pero no lo es. Yo también creí que podía con todo, que no necesitaba a nadie. Me metí en peleas que no debía y confié en personas que no lo merecían. ¿Y adónde me llevó eso? —su voz se endureció, sus ojos clavándose en los de Kenny—. Terminé con los brazos rotos y en coma. Créeme, Kenny, no quieres llegar a ese punto.
El costal dejó de moverse. Kenny bajó los puños, pero su cuerpo seguía rígido, temblando por la rabia y la impotencia. Miró a Logan y a Robby, sus ojos llenos de dudas.
—Entonces, ¿qué se supone que haga? ¿Dejar que sigan humillándome? ¿Esperar a que se cansen?
Logan negó con la cabeza, acercándose un poco más.
—No, Kenny. Nadie está diciendo eso. Pero tampoco puedes dejar que te controlen. Si permites que te definan por tu rabia, ellos ganan. Te conviertes en lo que ellos quieren que seas: un perdedor más.
Robby intervino, su voz más suave pero no menos firme.
—Sé que parece que la única solución es la violencia. Pero te prometo que hay formas de enfrentarlos sin hundirte en su mismo nivel. Tienes que ser más listo, Kenny. Más fuerte. No solo en los golpes, sino aquí. —Tocó su sien con dos dedos, enfatizando la importancia del control.
Kenny apretó los labios, la frustración todavía evidente en su expresión.
—¿Y qué hago mientras tanto? ¿Dejar que me sigan pisoteando?
Logan le puso una mano en el hombro, obligándolo a mirarlo. Su expresión era seria, pero había un atisbo de empatía en sus ojos.
—No dejes que te pisoteen, pero tampoco dejes que te definan. Usa todo lo que has aprendido, pero con cabeza. El karate no es para vengarte, Kenny. Es para que encuentres tu equilibrio, para que no te quiebres.
Robby asintió, apoyándose contra el costal para detener su balanceo.
—Nosotros lo aprendimos de la peor manera. No queremos que tú pases por lo mismo.
El dojo quedó en silencio. Kenny bajó la mirada, procesando lo que acababa de escuchar. Su pecho todavía ardía con rabia, pero las palabras de Logan y Robby comenzaban a calar en él, desafiándolo a encontrar un camino diferente.
El dojo estaba envuelto en un silencio que parecía cortar el aire. Los estudiantes de Cobra Kai formaban un semicírculo alrededor de la colchoneta central, donde cada ruido, por más leve que fuera, resonaba como un eco. Las miradas estaban fijas, expectantes. Nadie se atrevía a romper la tensión, ni siquiera con un susurro.
Logan estaba sentado con el brazo rodeando a Astrid, tratando de ofrecerle consuelo con un gesto que, aunque sencillo, era todo lo que podía hacer. La proximidad de ella siempre había sido un refugio para él, pero esta vez, notaba que sus hombros estaban tensos y que su respiración era más superficial de lo habitual. Astrid no estaba tranquila. La mirada de su abuelo, Terry Silver, la atravesaba como una lanza. Era una presión a la que estaba acostumbrada, pero nunca lograba que dejara de pesar.
En el otro extremo del dojo, Kreese permanecía inmóvil, con los brazos cruzados y su mirada fija en Tory, quien apenas lograba mantener la cabeza alta.
—Silver —la voz de Terry rompió el silencio como el chasquido de un látigo.
Astrid no dudó. Levantó la cabeza con firmeza, pero antes de levantarse, se inclinó hacia Logan y dejó un beso breve en sus labios. La sensación cálida y fugaz fue suficiente para calmarla, aunque sabía que Logan no podía protegerla de lo que venía.
—Deséame suerte... aunque no creo necesitarla —murmuró, apartándose de él y poniéndose de pie con movimientos decididos.
Caminó hacia su abuelo con paso seguro, aunque cada paso le pesaba como si cargara años de expectativas en sus hombros. Terry la miraba como lo hacía siempre: sin emoción, sin rastro de aprobación o afecto, solo evaluación. Para él, Astrid no era su nieta, sino su heredera, una pieza clave en un tablero donde la perfección era el único resultado aceptable.
Al otro lado del dojo, Kreese inclinó la cabeza ligeramente hacia Tory.
—Nichols.
Tory sintió cómo los músculos de su cuerpo se tensaban al escuchar su nombre. Tragó saliva, intentando calmar el tamborileo en su pecho, y se levantó lentamente, sintiendo que cada movimiento la acercaba a algo inevitable.
—¿La has visto pelear antes? —preguntó Kreese, su tono bajo pero afilado.
—No —respondió Tory, esforzándose por sonar segura.
—Pues más te vale prestar atención —dijo Kreese con una mirada que dejaba claro que no esperaba menos que perfección de ella.
Tory asintió, pero por dentro, la inseguridad la carcomía. Había algo en Astrid que la ponía nerviosa, aunque no podía explicarlo. Era la forma en que caminaba, la confianza en su mirada, esa perfección que parecía imposible de alcanzar.
En el centro del dojo, Terry se inclinó hacia su nieta.
—No me decepciones, Astrid.
Astrid asintió con una firmeza que no sentía del todo. Esas palabras no eran nuevas para ella; habían sido un mantra desde que tenía memoria. Pero esa familiaridad no las hacía menos aterradoras. Su abuelo no perdonaba errores, y ella sabía que este combate no era solo una prueba: era un juicio.
Astrid y Tory avanzaron hacia el centro de la colchoneta. Sus miradas se encontraron, y la electricidad entre ellas era casi palpable. Para ambas, esta pelea no era solo una oportunidad de demostrar su fuerza; era una manera de validar todo lo que habían soportado hasta ese momento.
El combate comenzó.
Astrid tomó la iniciativa. Sus movimientos eran rápidos y certeros, cada golpe diseñado para forzar a Tory a retroceder. Su técnica era impecable, casi coreografiada, y había una precisión en sus ataques que mostraba años de entrenamiento meticuloso. Tory bloqueaba cada golpe con dificultad, sintiendo cómo el sudor comenzaba a formarse en su frente.
—¿Es todo lo que tienes? —preguntó Astrid, su tono era tranquilo, pero había una burla implícita que era imposible ignorar.
Tory apretó los dientes, sintiendo cómo algo ardía dentro de ella. No iba a permitir que la humillaran, no frente a todos, no frente a Kreese.
—Pensé que esto sería más desafiante —continuó Astrid mientras esquivaba un golpe con una gracia casi insultante—. Pero me has sorprendido... un poco.
Las palabras eran como cuchillos, cada una cortando un poco más profundo. Tory intentó ignorarlas, pero no pudo evitar que el enojo comenzara a nublar su juicio. Sus ataques se volvieron más rápidos, más fuertes, pero también más desorganizados. La rabia, que siempre había sido su mayor arma, ahora se volvía en su contra.
Astrid lo notó.
Perfecto. Penso, viendo cómo la técnica de Tory comenzaba a desmoronarse. Su mirada se llenó de una confianza casi cruel, y sus movimientos se volvieron más agresivos, más calculados.
Tory lanzó una patada alta con toda la fuerza que tenía, pero Astrid la esquivó con facilidad. Antes de que Tory pudiera recuperar el equilibrio, Astrid giró rápidamente y barrió su pierna de apoyo. Tory cayó de espaldas contra la colchoneta, y el sonido del impacto resonó en todo el dojo.
Por un momento, Tory no pudo moverse. El dolor físico era soportable, pero la humillación era insoportable. Astrid la miró desde arriba, su rostro impasible, pero la chispa de satisfacción en sus ojos era evidente.
—Supongo que me equivoqué —dijo Astrid, su tono cortante como un cuchillo—. Fue bastante sencillo.
Sin decir nada más, se dio la vuelta y caminó hacia su abuelo. Terry la recibió con un leve asentimiento, apenas un gesto, pero para Astrid, era todo lo que necesitaba. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios mientras regresaba junto a Logan.
Logan la rodeó con un brazo, susurrándole algo que la hizo sonreír más ampliamente, pero su mirada estaba fija en Tory, quien seguía en el suelo, con los puños apretados contra la colchoneta.
—¿Estás bien? —preguntó Robby, acercándose a Tory y tendiéndole la mano.
Ella lo miró con el ceño fruncido, dudando por un momento antes de aceptarla. Al encontrarse con los ojos de Robby, vio algo que no esperaba: comprensión. Era una mirada que le decía que no estaba sola en su fracaso, y aunque no quería admitirlo, eso la reconfortó.
Desde su lugar, Logan no pudo evitar sentir un nudo en el pecho al verlos. Astrid estaba a su lado, victoriosa, pero algo en la derrota de Tory lo hizo sentirse responsable de un modo que no podía explicar.
Entonces, Kreese habló de nuevo.
—LaRusso.
El nombre resonó como una sentencia. Logan se puso de pie lentamente, su corazón latiendo con fuerza mientras trataba de controlar su respiración. Se ajustó el gi, sus manos temblorosas delatando la inseguridad que luchaba por esconder. Miró a Astrid por un momento, buscando algo de fuerza en su mirada, pero ella estaba absorta en su victoria.
Con cada paso hacia el centro del dojo, Logan sentía que la tensión en el ambiente se hacía más espesa. Este no era solo un combate. Era su oportunidad de demostrar que no era el eslabón débil de Cobra Kai. Pero mientras se acercaba, no podía evitar pensar que, una vez más, estaba caminando hacia un juicio que no estaba seguro de poder superar.
—Es tu momento de demostrar tu fuerza —dijo Kreese cuando Logan se detuvo frente a él. Su tono era seco, casi desprovisto de emoción, pero sus palabras tenían un peso demoledor—. Confío en ti.
Confío en ti. La frase golpeó a Logan con la fuerza de una patada al pecho. ¿Cómo podía alguien confiar en él, cuando ni siquiera él mismo lo hacía? Asintió con la cabeza, incapaz de hablar, mientras apretaba los puños con fuerza, como si ese simple gesto pudiera acallar la voz en su cabeza que le susurraba que iba a fallar, otra vez.
Logan apenas había dado un paso hacia la colchoneta cuando una voz lo detuvo.
—Oh.
El tono casual y desinteresado pertenecía a Silver. Logan giró la cabeza y lo vio de pie al fondo del dojo, con los brazos cruzados y una sonrisa casi imperceptible en su rostro. Pero no fue Silver quien llamó su atención, sino Jaeho, quien se levantó lentamente de su lugar junto a él.
El coreano avanzó hacia la colchoneta con la confianza de alguien que no tenía nada que perder y todo por ganar. Sus movimientos eran fluidos, deliberados, como si cada paso estuviera perfectamente calculado.
—¿Sabes qué hacer? —preguntó Silver, su tono desenfadado, como si estuviera hablando de algo trivial.
—Sí —respondió Jaeho con calma, deteniéndose justo al borde de la colchoneta. Sus ojos oscuros se fijaron en Logan, y su voz, aunque baja, se sintió como un disparo—. Sus brazos lo limitan. Teme volver a quebrarse. Eso lo hace predecible.
La garganta de Logan se cerró. Cada palabra de Jaeho era como una daga clavándose en su pecho, exponiendo sus miedos más profundos frente a todos. Intentó mantenerse firme, pero sabía que Jaeho había tocado un nervio. Porque era verdad.
—Entonces úsalo —dijo Silver, su sonrisa ensanchándose apenas.
Logan respiró hondo y subió a la colchoneta, evitando mirar a Jaeho. Pero no podía ignorar la mirada del coreano, esa mezcla de seguridad e indiferencia que le hacía sentir diminuto. Era como si Jaeho ya hubiera ganado, como si el combate fuera solo una formalidad.
Cuando ambos estuvieron frente a frente, la tensión en el dojo se volvió palpable. Kreese observaba desde un lado, su mirada dura, expectante. Silver parecía disfrutar del espectáculo, sus ojos brillando con una malicia contenida. Y el resto de los estudiantes no podían apartar la vista, algunos fascinados, otros incómodos.
—¿Preparado para volver a caer? —murmuró Jaeho, sus labios curvándose en una sonrisa apenas visible.
Logan no respondió. No podía permitirse dudar, no frente a Kreese, no frente a todos. Pero por dentro, esas palabras resonaban con fuerza, arrastrando consigo recuerdos que había intentado enterrar: el sonido de sus huesos al romperse, el dolor punzante, la humillación.
El combate comenzó, y Jaeho atacó con una precisión que dejaba claro cuánto había estudiado a Logan. Sus golpes eran rápidos, certeros, diseñados no solo para dañar físicamente, sino para desgastar mentalmente. Logan bloqueaba como podía, pero cada impacto en sus brazos le enviaba una oleada de dolor que lo hacía dudar.
—¿Eso es todo, LaRusso? —provocó Jaeho, sin detenerse.
Logan trató de concentrarse, de ignorar el dolor, pero su mente ya no estaba allí. Estaba de vuelta en el hospital, en esa cama fría, con sus brazos inmovilizados y la sensación de inutilidad carcomiéndolo. Recordaba las miradas de lástima, las palabras de consuelo vacías. Ahora, todo estaba regresando, como una pesadilla que nunca había terminado.
—Concéntrate, LaRusso —gritó Kreese, su voz dura como una orden militar.
Pero Logan apenas lo escuchó. Estaba atrapado en sus propios pensamientos, en sus propios miedos. Jaeho lo sabía. Vio la grieta en la armadura de Logan, y la aprovechó.
Con un movimiento rápido, lanzó un gancho que Logan bloqueó a duras penas. El impacto hizo temblar su brazo, y en ese instante de vulnerabilidad, Jaeho ejecutó una barrida perfecta. Logan cayó con fuerza sobre la colchoneta, su brazo izquierdo soportando todo el peso de su cuerpo.
El dolor fue inmediato, agudo y familiar, pero más que eso, lo que lo devastó fue la sensación de fracaso.
Desde arriba, Jaeho lo miró con una expresión de indiferencia que dolía más que cualquier golpe.
—Patético —dijo, su tono lleno de desprecio. Luego se giró hacia Silver, quien lo recibió con una sonrisa de aprobación.
Logan permaneció en el suelo, el eco de las palabras de Jaeho resonando en su mente. No era lo suficientemente fuerte. Nunca lo sería. Golpeó la colchoneta con frustración, sintiendo las lágrimas arder en sus ojos.
Pero no iba a llorar. No frente a todos.
Se levantó lentamente, su mirada fija en el suelo, evitando las miradas de los demás. Sentía las expectativas de Kreese aplastándolo como una losa, pero lo que más dolía era su propia decepción.
—Regresa a tu lugar, LaRusso —ordenó Kreese, su tono frío, carente de toda emoción.
Logan obedeció, cada paso hacia su lugar se sentía como una derrota más. Se dejó caer junto a Astrid, quien intentó animarlo.
—Hey, no te sientas mal. Lo hiciste bien.
Logan no respondió. No podía. Solo podía escuchar el eco de sus propios pensamientos, repitiéndole una y otra vez que no era suficiente.
—Keene —la voz de Kreese cortó el aire. Robby se levantó, caminando con determinación hacia la colchoneta.
Desde su lugar, Kenny miró de reojo, su expresión mezclando ansiedad y emoción. Silver sonrió apenas, sus ojos observando atentamente el siguiente capítulo del drama que él mismo había orquestado.
—Payne —la voz de Silver resonó en el aire tenso del dojo, firme y desafiante.
Kenny respiró hondo, tratando de calmar su nerviosismo mientras miraba a su oponente: Robby, con su mirada fría y calculadora, ya en posición.
Logan, de pie al lado de Kenny, le ofreció una sonrisa alentadora, aunque sus ojos reflejaban una mezcla de preocupación y esperanza. Era el momento. El chico al que había guiado, al que había enseñado a ver más allá del miedo, se encontraba al borde de su propio abismo.
—Es tú momento. ¿No querías patear traseros? —dijo Logan con una calma que escondía su propio torbellino interior. Sabía lo que Kenny había pasado para llegar hasta aquí, y no iba a dejar que la duda lo venciera ahora.
Kenny no respondió de inmediato. Se levantó lentamente, los músculos tensos, su cuerpo temblando ligeramente por la ansiedad. Miró a Robby una vez más, y luego desvió la mirada hacia Kreese, quien observaba con una sonrisa torcida, segura de que su pupilo ganaría esta vez.
El ambiente estaba cargado. Había una línea fina entre el honor y la humillación, y Kenny sentía que se deslizaba peligrosamente hacia el lado equivocado.
¿Y si no era suficiente? Pensó mientras se preparaba. ¿Y si no soy lo suficientemente bueno?
Ambos chicos adoptaron sus posiciones, y la arena se llenó de silencio, ese silencio incómodo que precede a lo inevitable. Robby fue el primero en moverse, lanzando un par de patadas rápidas, con precisión y confianza. Una de ellas alcanzó a Kenny en el costado, un golpe doloroso que hizo que el chico dejara escapar un grito agudo, cortando el aire con la pureza de su desesperación.
Logan apretó los dientes, conteniendo un impulso protector, pero se obligó a mantenerse en silencio, observando con atención.
Robby, siempre tan enfocado en su objetivo, no vaciló. Se acercó rápidamente a Kenny, dispuesto a terminar el combate, pero en su rostro se reflejaba algo más allá de la competitividad. Había una pizca de preocupación. No quería que esto fuera así. Había un atisbo de compasión en su mirada, algo que la rabia del dojo no podía borrar por completo.
—¿Estás bien? —preguntó Robby, acercándose a Kenny con una ligera inclinación de su cabeza.
Pero antes de que pudiera recibir respuesta, Kreese intervino, su voz retumbando con la autoridad de un hombre acostumbrado a dominar cualquier situación.
— A sus rincones —el orden fue tajante, casi despectivo, como si ya hubiera dictado el destino de ambos. No había espacio para la duda en su tono.
Kenny, jadeando, caminó lentamente hacia su esquina, sin atreverse a mirar a Robby. Sentía la herida como una marca en su orgullo, un recordatorio de cuán fácil podía ser derribado. ¿Cómo se había dejado golpear tan fácilmente? ¿Dónde había fallado?
Robby, en cambio, no podía dejar de mirar a Kenny mientras se alejaba, una parte de él deseando que las cosas no tuvieran que ser así. Sabía lo que Kreese esperaba de él, sabía lo que debía hacer, pero aún así, había una chispa de duda en su interior. ¿Era esto lo que quería realmente?
Logan observó a Kenny caminar de regreso a su esquina, su rostro reflejando una mezcla de frustración y desesperanza. Cuando se detuvo junto a él, Logan le dio un suave golpe en el hombro, una especie de recordatorio silencioso de que no estaba solo.
— No lo estás viendo bien —Silver habló con calma, sus palabras implacables pero llenas de intención—. Todos tienen debilidades.
Kenny lo miró con los ojos vidriosos por el dolor, y luego bajó la cabeza, sintiendo el peso de su inseguridad.
— No puedo encontrarla —susurró Kenny, casi avergonzado, como si estuviera confesando una derrota aún más grande que la que acababa de sufrir.
Silver se inclinó hacia él, su mirada se suavizó, y su voz se volvió un susurro lleno de determinación.
—Mira más de cerca —le dijo —. Cada uno tiene algo que lo hace vulnerable. Tienes que ser más observador, más astuto. Usa lo que ves.
Kenny asintió levemente, pero sus dudas seguían presentes, como sombras que no desaparecían con la luz de la esperanza.
El combate se reanudó con la rapidez de un relámpago. Robby atacó una vez más, esta vez lanzando una patada directa al rostro de Kenny. El golpe hizo que Kenny gritara de nuevo, el dolor desgarrando su cuerpo. Pero algo había cambiado en su expresión. Algo en su interior había despertado.
Robby, al ver el dolor en la expresión de su oponente, se detuvo, mirando a Kenny con una mezcla de sorpresa y preocupación. Se acercó rápidamente, su rostro lleno de culpa.
—Kenny, lo siento... —dijo, bajando la guardia, el tono sincero pero lleno de confusión.
Pero antes de que pudiera hacer nada más, Kenny, con el corazón acelerado, aprovechó la oportunidad. Vió una brecha en la defensa de Robby. En un movimiento inesperado, se lanzó hacia él, haciendo uso de la estrategia que Silver le había enseñado: la vulnerabilidad, el momento de duda. Un movimiento rápido y preciso, y Robby cayó pesadamente sobre la colchoneta, el sonido del golpe resonando como un estallido en el aire.
Logan no pudo evitar sonreír, una sonrisa de orgullo. La mirada de Kenny había cambiado. Él lo había hecho. Había encontrado la debilidad.
En ese instante, no solo había vencido a Robby en el combate, sino que había ganado una batalla mucho más importante: la que libraba consigo mismo.
Robby permaneció en el suelo por un momento, atónito. Kenny había encontrado la fuerza para levantarse, y con ella, había encontrado algo más. Un destello de confianza que parecía iluminar toda su vida hasta ese momento.
Logan se acercó, colocando una mano sobre el hombro de Kenny, el peso de la victoria aún caliente entre ellos.
—Lo hiciste bien —dijo, y aunque sus palabras eran sencillas, había en ellas todo un mundo de orgullo y satisfacción.
Kenny, aún respirando entrecortado, miró a Robby, quien le ofreció una sonrisa comprensiva. Era la lucha interna, la lucha por ser algo más que lo que el mundo esperaba de ellos.
Amo como Logan y Robby se unen solo por Kenny, yo los veo como los papis de Kenny, me recuerdan a Daniel y Johnny trabajando juntos por Miyagi-Do/ Eagle fang, y el hecho de que sean sus hijos lo vuelve aún mejor.
En este cap vimos al esfuerzo enfrentarse contra el talento:
Astrid vs Tory.
Esfuerzo — Talento.
Logan vs Jaeho.
Ambos — Esfuerzo.
Robby vs Kenny.
Esfuerzo — Talento.
En otras noticias, estaba pensando en sacar un un fic de Robby y Jaeho para desarrollar mejor su relación, y también en la season 6 le pongo a Zara como interés amoroso de Astrid para que mi niña no se quede sola. Y bueno, su relación tendrá dinámica similar a la de Robby y Jaeho, Zara le va a coquetear a Robby para poner celosa a Astrid porque ella está celosa de la cercanía que tiene con Logan, aún no decido si también sacaré un fic con ella, ¿pero qué opinan?
Y ahora, en el tema de Astrid y Logan, como la mayoría los quiere juntos (por los comentarios) mi idea inicial era que al comienzo de la season 5, Tory y Logan volvieran, o al menos hubiera un beso que marque el final de su relación con Astrid, pero ahora quiero que Logan esté ahí como un apoyo para Tory (creo que no he desarrollado esta parte de su relación, solo a Tory apoyando a Logan) y sean amigos, a medida que se van acercando se den cuenta que sus sentimientos seguían ahí (nunca se fueron), pero como Robby sigue con Tory, se vienen peleas entre ellos, aún no se cual sería la posición de Astrid, no quiero lastimarla. 😭
comenten que opinan, que de ustedes depende que leen, y díganme algo más que les gustaría leer.
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