03. leave the past behind
chapter three : daylight
leave the past behind
' i'm with somebody new '
El dojo estaba en silencio después de una larga sesión. Los gritos, los golpes y las órdenes de Silver habían sido reemplazados por un vacío incómodo. Logan y Astrid permanecían cerca de la puerta, donde se había desarrollado la última discusión. Silver había salido molesto, cerrando la puerta de un portazo que aún parecía resonar en el aire.
Astrid lo miró de reojo, indecisa. Sus ojos, que normalmente eran fríos y calculadores, ahora tenían un brillo distinto, uno que Logan no pudo descifrar del todo.
—Gracias por hoy, Logan —dijo ella al fin, rompiendo el silencio. Su voz era suave, casi tímida, un contraste con la firmeza que mostraba frente a su abuelo.
—No fue nada —respondió él, encogiéndose de hombros, aunque sabía que sus acciones probablemente le traerían problemas más adelante.
Astrid le dedicó una pequeña sonrisa antes de dar media vuelta y salir tras Silver. Logan notó entonces que seguía llevando su chaqueta, pero no dijo nada. Algo en su interior le hizo pensar que quería que la conservara, aunque solo fuera por un rato.
Se quedó ahí un momento, mirando la puerta cerrarse, sintiendo cómo una mezcla de emociones lo invadía. Astrid era diferente. No era solo su belleza, ni su actitud misteriosa. Había algo más en ella, algo que lo intrigaba y lo hacía sentir... vivo, aunque al mismo tiempo lo llenara de culpa.
—Parece que ya no te gustan las rubias. Ahora prefieres a las morenas. ¿A qué se debe ese cambio? —La voz de Kreese interrumpió sus pensamientos, cargada de una mezcla de sarcasmo y curiosidad.
Logan frunció el ceño, desconcertado, y se giró hacia el hombre.
—¿A qué se refiere?
Kreese cruzó los brazos y lo miró con una sonrisa irónica.
—Tory y tú, muchacho. Es evidente que esa relación ya no está funcionando, pero aquí estás, mirando a otra como si quisieras correr tras ella.
Logan sintió que su estómago se revolvía al escuchar ese nombre. Respiró hondo, tratando de mantener la compostura.
—Tory y yo... lo intentamos, pero no fue suficiente.
Kreese alzó una ceja, como si invitara a Logan a seguir hablando. El joven suspiró, sabiendo que no había manera de evadir esa conversación.
—La quería. De verdad. Pero todo se volvió tan complicado. Las peleas, los malentendidos... era como si estuviéramos siempre a punto de rompernos. Al final, creo que solo nos estábamos lastimando más.
Kreese asintió lentamente, sus ojos evaluando cada palabra.
—Eso pasa cuando dos personas están demasiado rotas para ayudarse mutuamente. Pero dime, ¿por qué todavía pareces tan atado a algo que sabes que no puede funcionar?
Logan miró al suelo, sintiendo un nudo formarse en su garganta.
—No lo sé. Tal vez porque siento que le fallé. Porque todavía me importa. Y ver que parece estar bien... incluso con Robby... no sé, me hace sentir como si todo lo que compartimos no significara nada.
Kreese dejó escapar una risa seca, cargada de desdén.
—Escucha, Logan, Tory está buscando lo suyo, igual que tú deberías hacerlo. A veces, la mejor forma de demostrar que amas a alguien es dejarla ir.
Logan levantó la mirada hacia Kreese, sorprendido por el tono casi paternal del hombre.
—Y Astrid... ella es tan diferente, pero no sé si estoy listo. No quiero arruinarlo todo otra vez.
Kreese se acercó un paso, su voz bajando hasta convertirse en un susurro firme.
—Nadie está completamente listo para algo real. Pero Astrid está interesada en ti, ¿no? Se quedó a tu lado mientras Silver salía furioso. Eso significa algo. Si de verdad te importa, ve tras ella. No dejes que el miedo a fallar te mantenga en el mismo lugar.
Logan se quedó en silencio, las palabras de Kreese pesando en su mente. Miró hacia la puerta una vez más, recordando la expresión en el rostro de Astrid antes de irse. Ella no era Tory. No buscaba que la salvara, no exigía nada de él, pero aun así había sentido esa conexión, ese entendimiento silencioso entre ambos.
—Gracias —murmuró Logan, con un tono casi inaudible, antes de girarse hacia la puerta.
Kreese lo observó mientras se alejaba, una sonrisa sutil asomándose en sus labios.
—Hazlo bien esta vez, muchacho. Hazlo valer.
Logan respiró hondo, intentando calmar el temblor que sentía en su pecho. ¿Qué demonios le pasaba? Había estado junto a Tory en los peores momentos, pero ahora, solo la idea de seguir a Astrid lo hacía sentir vulnerable.
Sin embargo, había algo en ella, algo que no podía ignorar. Su forma de mirar más allá de las palabras, de entender sin preguntar. Era como si, por primera vez en mucho tiempo, alguien viera la parte de él que tanto había intentado ocultar.
Antes de que pudiera arrepentirse, salió del dojo. Afuera, la encontró caminando hacia el auto de Silver. La chaqueta que él le había dado seguía sobre sus hombros, demasiado grande para su figura, pero parecía hecha para ella.
—¡Astrid! —llamó, su voz rompiendo el aire como un golpe inesperado.
Ella se detuvo, girando lentamente. Su mirada, serena y calculada, se encontró con la de Logan, que parecía estar luchando contra algo dentro de sí. Por un instante, todo se detuvo. El viento frío, el sonido de los autos a lo lejos, incluso el peso de sus propios pensamientos.
Él caminó hacia ella, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. Por primera vez en mucho tiempo, no sabía qué decir. Cuando llegó a su lado, tragó saliva y habló, las palabras saliendo más nerviosas de lo que habría querido.
—Tienes mi chaqueta —dijo, señalándola con un gesto torpe. Luego, añadió con una media sonrisa, tratando de parecer casual—. Lo justo sería que yo tenga tu número, ¿no crees?
Astrid lo miró, claramente sorprendida. Por un momento, su expresión inmutable pareció tambalearse, pero luego una sonrisa curvó sus labios, segura y enigmática, como si siempre supiera exactamente qué decir o hacer.
—¿Así consigues los números de las chicas? —preguntó, alzando una ceja mientras tomaba el teléfono de Logan.
Logan dejó escapar una risa nerviosa, rascándose la nuca, algo que nunca hacía.
—No. Tú eres la primera.
Astrid lo observó por un segundo más, como si intentara descifrar algo en él. Luego, con la misma calma de siempre, escribió su número en la pantalla del teléfono.
—Listo. Ahora ya estamos a mano.
Logan sonrió, un peso invisible levantándose de sus hombros. Pero antes de que pudiera decir algo más, una voz grave interrumpió el momento.
—Astrid. Al auto. Ahora.
El tono autoritario de Silver atravesó el aire como un látigo, devolviendo a Logan a la realidad. El hombre estaba de pie junto al auto, sus ojos fríos fijos en ellos. La tensión en su rostro era evidente, y aunque Astrid no mostró ninguna reacción, Logan sintió una ola de incomodidad.
Astrid le entregó su teléfono con una tranquilidad, como si las palabras de su abuelo no la afectaran en absoluto. Luego, volvió a mirar a Logan. Esta vez, su sonrisa no era solo de confianza. Había algo más en ella, algo cálido y sincero que lo desarmó.
—Nos vemos, Logan.
Él asintió, sintiendo un nudo en la garganta. Había tantas cosas que quería decir, pero ninguna palabra parecía suficiente. Todo lo que pudo hacer fue observar cómo Astrid se giraba y caminaba hacia el auto.
Silver le lanzó una última mirada, una advertencia clara, antes de abrir la puerta para su nieta. Astrid subió sin prisa, y un segundo después, el auto se alejó, llevándose consigo esa sensación de conexión que había llenado a Logan por unos breves instantes.
Logan se quedó allí, el viento frío golpeando su rostro mientras miraba el lugar donde el auto había desaparecido. No podía evitar sentir que algo importante acababa de suceder, algo que no entendía del todo, pero que lo había sacudido hasta el fondo.
Sacó su teléfono y miró el número que Astrid había escrito, su nombre en la pantalla como una promesa silenciosa. Por primera vez en mucho tiempo, no sentía el peso del pasado, ni la presión de sus errores. Solo sentía... esperanza.
Una pequeña sonrisa apareció en sus labios mientras guardaba el teléfono.
—Quizá esta vez las cosas puedan ser diferentes —murmuró para sí mismo, volviendo al dojo con algo que no había sentido en mucho tiempo: una chispa de posibilidad.
El dojo estaba en silencio, excepto por el sonido del trapeador de Logan deslizándose sobre el suelo. Había algo extrañamente terapéutico en limpiar, en el movimiento repetitivo, como si intentara borrar más que el polvo del dojo. Pero, por mucho que quisiera despejar su mente, la inquietud seguía ahí, anclada en su pecho.
De repente, notó algo fuera de lugar: una mochila, arrinconada junto a uno de los bancos. Dejó el trapeador a un lado y se acercó. La levantó con curiosidad y encontró una etiqueta con un nombre escrito a mano: Kenny Payne.
El rostro de Logan se relajó un poco al recordar al chico. Era el mismo que había estado allí unas horas antes, tímido y fuera de lugar. Abrió el bolsillo delantero y, efectivamente, encontró un papel con una dirección escrita. Una sonrisa fugaz cruzó su rostro; podía imaginarse al niño dándose cuenta de que había perdido su mochila y sintiéndose aún más desorientado.
Por un momento, pensó en dejarla a un lado y olvidarse del asunto. Pero algo lo detuvo. Había algo en Kenny, algo en su mirada perdida, que despertaba una sensación incómoda en Logan. Quizá era porque se veía reflejado en él, un chico tratando de encajar en un mundo que parecía siempre estar en su contra.
Levantó la vista justo cuando Robby entraba al dojo, frotándose las manos como si quisiera deshacerse del frío. Logan lo observó por un momento, evaluando sus opciones. No le agradaba, no confiaba en él, pero si alguien entendía lo que era sentirse fuera de lugar, probablemente era Robby.
Inspiró profundamente, preparando las palabras que sabía que iban a costarle decir. Caminó hacia él, sosteniendo la mochila como una especie de tregua.
—Oye, Robby.
Robby se detuvo, mirándolo con cautela, como si esperara algún comentario sarcástico.
—¿Qué pasa?
Logan alzó la mochila, señalando la etiqueta.
—El chico, Kenny, dejó esto. Tiene su dirección. Pensé en llevársela.
Robby frunció el ceño, extrañado por el tono serio de Logan.
—¿Y por qué me lo dices?
Logan apretó los labios, sintiéndose expuesto. No estaba acostumbrado a pedir ayuda, mucho menos a alguien como Robby.
—Mira, el niño parecía... perdido. Pensé que tal vez podríamos hacer algo por él.
Robby lo miró detenidamente, tratando de descifrar sus intenciones. No era típico de Logan preocuparse por nadie más que por sí mismo.
—¿De verdad te importa?
Logan bufó, desviando la mirada como si quisiera evitar el peso de esa pregunta.
—No sé. Tal vez. No puedo explicarlo, ¿vale? Pero no quiero que termine como nosotros.
La honestidad en sus palabras sorprendió a Robby. Sin embargo, las barreras entre ellos seguían siendo palpables, como un muro que ninguno estaba listo para derribar. Aun así, Robby reconoció algo en la mirada de Logan, una chispa de lo que podía ser una buena intención.
—Está bien. Cuando terminemos aquí, vamos juntos —respondió Robby con un tono neutral, pero no del todo indiferente.
Logan asintió, aunque el gesto parecía más un alivio que un acuerdo.
—Pero que quede claro, esto no significa que confíe en ti ni nada por el estilo.
Robby dejó escapar una risa seca, cruzándose de brazos.
—Créeme, el sentimiento es mutuo.
Logan hizo una mueca, pero no dijo nada. Ambos sabían que el resentimiento aún estaba ahí, como un fuego latente esperando encenderse. Sin embargo, por primera vez, había algo más que ese resentimiento: un propósito común.
Robby se giró para retomar sus tareas, pero antes de hacerlo, lanzó una última mirada a Logan.
—¿Por qué te importa tanto Kenny?
Logan se quedó en silencio, su mirada fija en la mochila como si buscara una respuesta allí. Finalmente, habló, su voz más baja, casi un murmullo.
—Porque cuando era un niño como él, ojalá alguien hubiera hecho lo mismo por mí.
Robby no respondió, pero sus ojos reflejaron un atisbo de comprensión. No era una reconciliación, ni siquiera un inicio de amistad, pero era un pequeño puente en medio de un abismo.
Ambos volvieron a sus tareas, el dojo nuevamente en silencio. Pero esta vez, no parecía un silencio vacío. Había algo más en el aire: una promesa silenciosa de que, al menos por ahora, podían dejar de lado sus diferencias por alguien más.
La casa de Kenny estaba situada al final de una calle tranquila, con un pequeño jardín desordenado y una cerca que parecía a punto de caer. Al tocar el timbre, los pasos apresurados que se oyeron del otro lado de la puerta revelaron que Kenny estaba en casa. Cuando abrió, sus ojos se llenaron de confusión al ver a Logan y Robby allí, especialmente a Logan, cuya presencia siempre parecía intimidante y fuera de lugar en un ambiente tan doméstico.
—¿Qué... qué hacen aquí? —preguntó Kenny, sosteniéndose del marco de la puerta, su voz titubeante.
Robby levantó la mochila, extendiéndola hacia él.
—Te olvidaste esto en el dojo.
Kenny la tomó, mirando la mochila con una mezcla de sorpresa y gratitud.
—Gracias... —murmuró, como si no esperara tal gesto.
Antes de que pudiera cerrar la puerta, Logan habló, su tono despreocupado pero con una chispa de diversión calculada en la mirada.
—¿Tienes algo de tiempo? Pensamos en enseñarte un par de cosas. Ya sabes, para que no vuelvas a salir tan mal parado la próxima vez. —El comentario no tenía maldad, pero era directo.
Los ojos de Kenny brillaron, la idea de mejorar inmediatamente lo emocionó, como si un rayo de esperanza hubiera atravesado su inseguridad.
—¿En serio? ¿Ahora mismo?
Robby asintió, sonriendo con una media sonrisa.
—Claro, pero no te emociones tanto. No será tan fácil como parece.
Kenny abrió la puerta con un entusiasmo visible y los invitó a entrar, guiándolos rápidamente hacia el patio trasero, que aunque modesto, era suficiente para lo que estaban a punto de hacer. El aire fresco del atardecer llenaba el espacio, y los tres se ubicaron en el centro. Robby comenzó a explicarle algunos principios básicos de postura y defensa, pero Kenny no podía dejar de moverse de manera rígida, como si temiera hacerlo mal, su cuerpo tenso y falto de confianza.
—No, no, no. Así no, Kenny —corrigió Robby, ajustando su postura con firmeza—. Si te paras así, cualquier golpe te va a derribar. Relájate, pero mantente firme. Respira.
Kenny trató de seguir las indicaciones, pero aún parecía perdido. Los movimientos, aunque correctos en teoría, se sentían torpes, como si todo fuera demasiado nuevo. Logan, desde un lado, observaba en silencio, con una mirada tranquila pero atenta. Sus brazos estaban cruzados, como si estuviera valorando cada paso, cada intento.
—Esto no está funcionando —se quejó Robby, frunciendo el ceño y mirando a Logan—. ¿Podrías dejar de mirarnos como si estuviéramos haciendo un show y ayudarme? Esto fue idea tuya.
Logan levantó una ceja, sin perder la calma.
—Tienes razón, esto fue idea mía. Pero tú también querías ayudarlo, ¿no?
Robby suspiró, pero Kenny, visiblemente nervioso, interrumpió antes de que pudiera escalar la pequeña disputa.
—Yo... puedo intentarlo otra vez. Solo díganme qué hacer —dijo, su voz llena de esa mezcla de inseguridad y esperanza.
Logan, viendo la frustración de Kenny, se acercó un paso más, bajando la mirada para mirarlo a los ojos. Su tono cambió, volviéndose más suave, más personal.
—Mira, Kenny. No se trata solo de aprender los movimientos. Se trata de aprovechar lo que ya tienes. Tienes velocidad, y eso es algo que no se puede enseñar. Usa eso a tu favor. Si logras que tu oponente no te vea venir, eso es lo que hace la diferencia.
Kenny lo miró con los ojos algo más abiertos, asintiendo, pero aún dudando de sí mismo. Logan, notando su inseguridad, decidió ponerlo a prueba.
—Vamos, intenta darme un golpe. Lo que sea. Estoy aquí para probarte que puedes hacerlo.
Kenny se quedó en silencio por un momento, la incredulidad reflejada en su rostro.
—¿A ti? ¿En serio?
Logan asintió con calma, sus ojos fijos en los de él.
—Sí, a mí. No te preocupes por lastimarme. Te estoy dando la oportunidad de demostrar lo que puedes hacer.
Con una respiración profunda, Kenny se lanzó hacia Logan con un golpe directo, pero Logan lo esquivó fácilmente, apartándose hacia un lado con la velocidad de alguien que conocía bien sus propios límites.
—Eso fue predecible —comentó Logan sin burlarse, pero con un tono firme que dejaba claro que no había tiempo para compadecerse—. Intenta de nuevo, pero esta vez, usa tu velocidad. Piensa en distraerme, en cambiar el ritmo.
Robby, desde un costado, se rió suavemente.
—Logan, creo que solo estás disfrutando de jugar al sensei.
Logan le lanzó una mirada fulminante.
—Cállate, Keene. Estoy trabajando aquí.
Kenny, un poco más relajado por la broma, intentó de nuevo. Esta vez, su ataque fue más calculado. Hizo un amague primero, como si fuera a ir en una dirección, pero luego, con rapidez, cambió el ángulo y lanzó un golpe con más velocidad. Aunque Logan logró esquivarlo de nuevo, esta vez el movimiento fue mucho más fluido, más inesperado. Logan sonrió con una ligera aprobación.
—Eso estuvo mejor. Estás empezando a pensar, eso es lo que cuenta.
El entrenamiento continuó así, con Robby enseñándole algunas técnicas y Logan guiándolo en pequeños ejercicios que ponían a prueba su velocidad, su capacidad de adaptación. A cada intento fallido, Kenny se sentía más nervioso, pero cada corrección también lo impulsaba a seguir intentando. Aunque Robby y Logan intercambiaban comentarios sarcásticos, el ambiente en el patio era más cómodo de lo que Kenny había anticipado. Por un momento, la rivalidad entre Logan y Robby desapareció, y los tres parecían compartir un mismo objetivo: ayudar a Kenny a mejorar.
Cuando finalmente pararon, Kenny estaba agotado, pero la sonrisa que iluminaba su rostro era auténtica, como si una chispa de confianza hubiera encendido algo en su interior.
—Gracias. En serio, esto significa mucho para mí —dijo, mirando a ambos con una gratitud sincera.
Robby le dio una palmada en el hombro, su tono más amable de lo habitual.
—Sigue practicando. Esto es solo el comienzo.
Logan, recogiendo su chaqueta del suelo, se la puso sin prisa y se acercó a Kenny, su mirada fija y su tono directo.
—La próxima vez que alguien intente intimidarte, recuerda: no se trata de ser más fuerte, se trata de ser más inteligente.
Kenny asintió, más seguro de lo que estaba cuando llegó. Mientras los tres se despedían y comenzaban a caminar hacia la salida, Logan lanzó un vistazo a Robby, con una leve sonrisa.
—Admito que no eres tan inútil como pensé, Keene.
Robby se rió, sacudiendo la cabeza mientras caminaban juntos.
—Y tú no eres tan insoportable como pareces.
Aunque el camino de vuelta al dojo estuvo en silencio, algo había cambiado entre ellos. Había un entendimiento tácito, un reconocimiento de que, aunque sus diferencias seguían allí, habían compartido algo importante. Ayudar a alguien más, por primera vez en mucho tiempo, les había permitido ver más allá de sus propios egos y encontrar un terreno común.
un par de aclaraciones, y para que sepan un poco sobre la historia de jaeho. robby no duerme en el dojo como se muestra en la serie, está viviendo con jaeho. la madre de este falleció después de dar a luz, su padre siempre lo ha culpado de esto, y no lo quiere cerca. solo lo mantiene, quien se preocupa por él es su abuela.
otro detalle, es que ni jaeho ni logan van a seguir con sus estudios, y logan tiene múltiples trabajos ahora. limpia el dojo junto a robby, como ya vimos, da clases de guitarra en un local cercano, y también de piano.
ahora, logan y tory van a estar bien ciegos, porque cuando tory mire a logan lo verá feliz de la vida con astrid, y lo mismo pasará cuando logan mire a tory.
y que no se note que no tengo ni idea de qué hacer con él personaje de jaeho, mi idea era que en cuanto se vieran se agarraran a chingazos, pero no puedo porque se supone que están del mismo equipo. 😭😭
ni tampoco sé cómo desarrollar su relación con robby, lit solo existe a su alrededor. help me, denme ideas, o algo.
y bueno, dejen sus opiniones, o borro el fic. 😜
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro