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03. just like a phoenix

𝗰𝗵𝗮𝗽𝘁𝗲𝗿 𝘁𝗵𝗿𝗲𝗲 : 𝖽𝖺𝗒𝗅𝗂𝗀𝗁𝗍
𝗃𝗎𝗌𝗍 𝗅𝗂𝗄𝖾 𝖺 𝗉𝗁𝗈𝖾𝗇𝗂𝗑

' 𝗈𝗇𝗅𝗒 𝗍𝗁𝗂𝗇𝗀 𝗐𝖾 𝗌𝗁𝖺𝗋𝖾 𝗂𝗌 𝗈𝗇𝖾 𝗅𝖺𝗌𝗍 𝗇𝖺𝗆𝖾 '

La habitación de Miguel estaba cargada de una pesadez insoportable. El zumbido de los monitores cardíacos era el único sonido constante, como un recordatorio implacable de la fragilidad del momento. Logan estaba sentado junto a la cama de su amigo, sosteniendo una bolita de papel que giraba entre sus dedos, un gesto nervioso que contrastaba con su fachada relajada. Aunque intentaba parecer despreocupado, sus ojos delataban una inquietud persistente.

La enfermera terminó de ajustar los cables del monitor y revisó los signos vitales de Miguel. Su sonrisa profesional no ocultaba del todo la gravedad de la situación.

—Eso es todo por ahora. Traten de descansar —dijo antes de salir, cerrando la puerta tras ella con un suave clic.

Logan observó a Miguel, quien mantenía la mirada fija en sus piernas inmóviles. El silencio era opresivo, y el peso de la resignación en los ojos de su amigo le atravesó como una daga. Respiró hondo, intentando romper la tensión.

—Hey, vamos, hermano —dijo finalmente, forzando una sonrisa que no llegó a iluminar su rostro—. Saldremos de esta. Eres Miguel Díaz, el que nunca se rinde, ¿no?

Miguel soltó un suspiro, sin apartar la vista de sus piernas.

—Es fácil decirlo cuando no eres tú el que está aquí, atrapado... sin saber si volverá a caminar —murmuró, su voz baja pero cargada de amargura.

Logan sintió un nudo en la garganta. Quiso decir algo, cualquier cosa que pudiera aliviar el peso en los hombros de su amigo, pero ninguna palabra le parecía suficiente.

Miguel tenía razón, al menos el tenía la certeza de que iba a recuperar la movilidad en sus brazos.

El silencio se mantuvo hasta que una figura conocida apareció en el marco de la puerta. Sam. Su mirada primero se dirigió a Miguel con un atisbo de calidez, pero en cuanto vio a Logan, sus labios se apretaron en una línea tensa.

—Hola —saludó, su tono neutro, aunque temblaba ligeramente—. ¿Qué haces aquí, Logan? Deberías estar descansando.

Logan se recargó en la silla, con una expresión desafiante.

—Al igual que tú, hermanita, nadie puede negarme nada —respondió con un toque altanería.

Sam bufó suavemente, visiblemente irritada, pero decidió ignorarlo. Caminó hacia la cama de Miguel, quien intentó incorporarse un poco para recibirla.

—Espero que no te moleste que haya venido —dijo Sam, hablando directamente a Miguel. Sus ojos, sin embargo, se desviaron hacia la cicatriz visible en su brazo, como si la incomodara exponerla.

—Claro que no, Sam. Me alegra verte —respondió Miguel, esbozando una débil sonrisa—. Me operan el viernes. Traen a un especialista, dicen que es uno de los mejores.

—Eso es increíble —dijo Sam, esforzándose por sonar optimista, aunque su mirada traicionaba su preocupación—. Seguro todo saldrá bien.

Miguel bajó la mirada, jugueteando con una esquina de la sábana.

—Eso dicen, pero la cirugía cuesta una fortuna. Mi mamá está... asumiendo una deuda enorme, y ni siquiera hay garantías de que funcione.

Sam se inclinó ligeramente hacia él, su tono lleno de determinación.

—Tienes que confiar, Miguel. Esto va a funcionar. Lo sé.

Miguel asintió con suavidad, pero el abatimiento seguía presente. Fue entonces cuando su atención se centró en el brazo de Sam.

—¿Tory te hizo eso? —preguntó en un susurro, con un rastro de culpa en la voz.

Sam apartó el brazo rápidamente, intentando ocultarlo.

—Sí, pero no es para tanto. De hecho... me hace parecer ruda, supongo —intentó bromear, aunque su sonrisa no alcanzó sus ojos.

Miguel tragó saliva, visiblemente afectado.

—Lo siento mucho, Sam.

—No fue tu culpa —respondió ella rápidamente, pero su mirada se endureció mientras continuaba—. Ella simplemente... se volvió loca.

Logan, que había estado observando la interacción en silencio, no pudo contenerse más. Su voz cortó el aire con una dureza que llenó la habitación.

—Cuidado con cómo hablas de Tory, Samantha.

La chica giró hacia él, incrédula.

—¿De verdad vas a defender lo que hizo? —preguntó, su voz elevándose, temblando entre enojo y dolor—. Ella me atacó sin ninguna razón.

Logan se inclinó hacia adelante, sus ojos encendidos de furia contenida.

—¿Sin ninguna razón? —repitió con una risa amarga—. No provoques a alguien y luego actúes como si fueras una víctima inocente.

—¡Eso no justifica lo que hizo! —exclamó Sam, incapaz de contenerse—. ¿Escuchas cómo suenas?

—No estoy justificando nada, pero no te atrevas a fingir que no tienes culpa en esto —respondió Logan, su voz fría como el hielo—. Tory está lidiando con cosas que tú ni siquiera puedes imaginar. Mientras tú te preocupas por estupideces como qué vestido usar, ella está luchando por sobrevivir cada día.

Sam abrió la boca para responder, pero las palabras murieron en su garganta. Respiró hondo, intentando no derrumbarse.

—No tienes idea de lo que yo he pasado, Logan —susurró finalmente, con los ojos llenos de lágrimas contenidas—. Todos tenemos problemas, y eso no le da derecho a nadie de tratar así a los demás.

Logan negó con la cabeza, dejando escapar un suspiro cargado de frustración.

—Problemas... claro. Dime, Sam, ¿qué gran tragedia has enfrentado? ¿Que papá no te dejara ir a una fiesta?

El golpe emocional fue tan certero que Sam dio un paso atrás, como si las palabras la hubieran abofeteado.

—Hablas como si no tuviéramos al mismo padre —dijo finalmente, su voz quebrada—. Como si no fuéramos familia.

Logan la miró directamente a los ojos, y su expresión endurecida se transformó en una mezcla de amargura y tristeza.

—Tal vez tú todavía tengas a un padre. Yo lo perdí hace mucho tiempo. Y apartir de ahora, mi única familia es Anthony.

El silencio que siguió fue sofocante. Sam se apartó lentamente, incapaz de sostener la mirada de su hermano. Se quedó sin palabras, procesando las heridas que Logan acababa de abrir. No podía creerlo.

La tensión en la habitación se mantuvo suspendida como una nube pesada después del intercambio entre Logan y Sam. Ella permaneció de pie, tratando de mantener la compostura, aunque sus ojos reflejaban el dolor que las palabras de su hermano le habían causado.

Logan, en cambio, se recostó en la silla con una expresión dura, pero su respiración delataba su incomodidad. Miguel, atrapado entre ambos, no sabía si debía intervenir o dejar que la conversación muriera por sí sola.

El silencio se rompió abruptamente cuando Hawk apareció en el umbral de la puerta, su entrada tan energética como siempre.

—¡El serpiente! —exclamó, con una sonrisa que no tardó en desvanecerse al notar la presencia de Sam en la habitación. Sus ojos la recorrieron con una mezcla de desdén y sospecha.

Sam le sostuvo la mirada, pero fue evidente que su ánimo había flaqueado tras la discusión con Logan.

—Creo que mejor me voy —murmuró, mirando a Miguel con una mezcla de tristeza y disculpa.

Miguel asintió con suavidad, aunque su voz reflejaba una leve nota de pesar.

—Está bien, Sam. Gracias por venir.

Mientras ella caminaba hacia la puerta, Hawk no pudo contenerse y dejó caer una observación mordaz.

—Eres valiente al venir aquí después de lo que hizo tu novio.

Sam se detuvo en seco, girándose levemente para responder con un tono firme, aunque su voz temblaba apenas perceptiblemente.

—No me importa lo que pienses, Hawk. Solo estoy intentando ayudar.

Hawk soltó una risa corta y amarga, cruzándose de brazos.

—Ya hiciste suficiente, princesa —respondió con una frialdad que hizo eco en la habitación.

Sam apretó los labios, conteniendo una respuesta que no llevaría a nada. Miró a Miguel una última vez antes de salir, sus pasos resonando en el pasillo mientras su figura desaparecía.

Hawk, satisfecho de haber tenido la última palabra, entró en la habitación con su característico aire desenfadado. Su rostro cambió completamente al dirigirse a Miguel, quien le devolvió una sonrisa leve.

—¡Hermano! —dijo Hawk, extendiendo el puño para saludarlo. Luego se volvió hacia Logan, a quien observó con una mueca burlona—. ¡Logan! No esperaba verte aquí. Bueno, técnicamente, tampoco esperaba verte así.

Logan rodó los ojos, pero no pudo evitar soltar una pequeña risa.

—Pues aquí estoy, en mi mejor forma —respondió con sarcasmo, moviendo apenas la cabeza para señalar sus brazos enyesados.

Hawk, con su inconfundible humor, levantó un pie y lo acercó hacia Logan como si quisiera chocar con él.

—Toma, un saludo especial para los que no pueden usar las manos.

La habitación se llenó de risas, incluso de Miguel, quien había estado sumido en sus pensamientos hasta ese momento. Logan fingió indignación, aunque la sonrisa en su rostro era genuina.

—Eres un imbécil, Hawk.

La pequeña interacción aligeró el ambiente de manera palpable. Los tres comenzaron a hablar sobre anécdotas, chistes internos y hasta planes para cuando "salieran de esta", como Hawk había dicho con exagerado dramatismo. Por unos momentos, las preocupaciones parecieron desvanecerse.

Miguel, sonriendo, miró a sus amigos y sintió una chispa de esperanza. Aunque la incertidumbre sobre su futuro seguía ahí, la calidez de esa pequeña reunión le recordó que no estaba solo. Logan, a pesar de sus propios problemas, hacía lo posible por animarlo, y Hawk, con su humor ácido, era el pegamento que mantenía la conversación fluyendo.

Mientras las risas llenaban la habitación, Logan miró a Miguel de reojo y notó que, aunque la sombra de la operación seguía pesando sobre él, había un brillo en sus ojos que no había visto antes. Era un destello de fuerza, alimentado por la compañía de quienes se preocupaban por él.

—Oigan, cuando esto termine, vamos a celebrar a lo grande —dijo Hawk, levantando un puño al aire—. Será la mejor fiesta de nuestras vidas.

—Suena bien —respondió Miguel con una sonrisa que, esta vez, no parecía forzada.

—Claro que suena bien —intervino Logan, apoyándose ligeramente en la silla—. Pero sólo si la organizas tú, Hawk. No puedo confiar en Miguel para eso... su última "fiesta" fue un desastre.

Miguel puso los ojos en blanco, pero su risa traicionó cualquier intención de ofenderse.

Y así, entre bromas y carcajadas, los tres amigos encontraron un respiro en medio del caos. La habitación, que antes estaba cargada de tensión y tristeza, ahora irradiaba un calor que los envolvía. Aunque la batalla aún no había terminado, ese momento les recordó que, mientras se tuvieran los unos a los otros, no estaban solos.

Logan miraba fijamente la pantalla del televisor en su habitación del hospital, donde un programa anodino desfilaba sin lograr capturar su atención. Hawk se habia ido hace rato, después de una tarde donde las risas sirvieron para ahogar, aunque fuera por un rato, el peso de su nueva realidad. Pero ahora, solo y atrapado en aquel cuarto frío, ese peso regresaba con toda su fuerza, hundiéndolo aún más en su propia mente.

El sonido de la puerta abriéndose lo sacó de su ensimismamiento. Al voltear, su expresión cambió: una chispa de sorpresa y alivio iluminó sus ojos. Era Kreese, su sensei, quien cruzó el umbral con pasos firmes, el rostro estoico como siempre.

—Sensei Kreese —saludó Logan, esforzándose por dibujar una sonrisa débil. Verlo ahí, en ese momento, era un alivio que no sabía que necesitaba.

—Es bueno verte despierto, LaRusso —dijo Kreese, acercándose hasta quedar junto a la camilla—. Sabía que esa caída no lograría derribarte.

Logan intentó sonreír, pero el gesto se desmoronó en cuanto su mirada cayó sobre sus brazos inmovilizados, encerrados en férulas que parecían gritarle que estaba acabado. Bajó la cabeza, apretando los labios antes de murmurar:

—Lo cierto es que sí lo hizo, sensei. Esa caída me derribó. Me quitó todo lo que era.

Kreese arqueó una ceja, pero no dijo nada, dejando que Logan hablara. Había algo en la presencia de su maestro que lo hacía sentir seguro para ser honesto, para mostrar las grietas de su interior.

—No sé qué voy a hacer ahora —continuó Logan, su voz temblando ligeramente—. Sin mis brazos, no puedo practicar karate, no puedo tocar la guitarra ni el piano... Todo lo que me daba un propósito se ha ido. Estoy arruinado.

El silencio que siguió fue tan pesado como sus propias palabras. Kreese lo observó con la misma intensidad de siempre, pero sus ojos tenían un brillo extraño, casi compasivo.

—No estás arruinado, LaRusso —dijo al fin, su voz baja pero cargada de firmeza—. Eres más fuerte de lo que crees.

Logan negó con la cabeza, incapaz de aceptar esas palabras.

—No lo soy. Si fuera fuerte, no me sentiría así... como si todo se hubiera acabado. Como si no valiera nada sin lo que hacía antes. No sé quién soy ahora.

El chico sintió que su garganta se cerraba, pero no apartó la mirada de Kreese, esperando algún tipo de respuesta que pudiera aliviar el vacío que llevaba dentro. El sensei se inclinó un poco, apoyando ambas manos en los costados de la cama.

—Sabes, no todos tienen la fortaleza para superar algo como esto. Pero tú... —continuó Kreese, clavando sus ojos fríos y analíticos en Logan—. Tú tienes lo que se necesita.

Logan alzó una ceja, intrigado pero también escéptico. No era la primera vez que Kreese lo alababa con palabras calculadas, siempre buscando algo a cambio. Aun así, estaba demasiado agotado para cuestionarlo.

—¿Qué quiere decir, sensei? —preguntó, enderezándose un poco en la cama a pesar del peso de los yesos que inmovilizaban sus brazos.

Kreese cruzó los brazos y ladeó la cabeza, como si evaluara a Logan con un ojo crítico.

—Que esta caída no es el final, chico. Es una oportunidad. Una oportunidad para renacer, para volverte más fuerte. Pero necesitas enfocarte, dejar de lado a quienes te arrastran al fracaso... y centrarte en lo que realmente importa: ganar.

Las palabras de Kreese eran directas, pero había algo casi hipnótico en su tono. Logan lo miró, tratando de procesar lo que decía. ¿A quién se refería con "los que te arrastran"? ¿Sam? ¿Miguel? ¿Incluso a Tory? La mención de ganar lo golpeó como una descarga eléctrica. ¿Cómo podía pensar en eso cuando ni siquiera sabía si podría volver a pelear?

—No sé si entiende mi situación, sensei —dijo Logan con una risa amarga—. No puedo ni vestirme solo. ¿Cómo espera que "gane" algo en este estado?

Kreese dejó escapar una risa corta y áspera.

—Ese es tu problema, LaRusso. Piensas como un perdedor. Las peleas no se ganan solo con el cuerpo; se ganan aquí —dijo, señalándose la cabeza—. Incluso ahora, en esta cama, puedes empezar a prepararte. Pero eso significa dejar atrás tus distracciones. Las relaciones, las excusas, la compasión... todo eso te debilita.

Logan desvió la mirada, sus pensamientos revoloteando como un enjambre de abejas en su cabeza. Sabía que Kreese tenía razón en algunos aspectos; no podía seguir estancado en la autocompasión. Pero tampoco podía ignorar lo que significaban sus amigos y Tory para él. ¿Podría realmente dejar todo eso de lado?

—¿Qué quiere que haga? —preguntó finalmente, su voz más firme, pero aún insegura.

Kreese se inclinó un poco, acercándose a Logan como si fuera a revelar un gran secreto.

—Cuando salgas de aquí, regresaras a Cobra Kai. Te enseñare a convertir tu debilidad en fuerza, tu dolor en poder. Pero para eso, necesitarás cortar los lazos que te atan al pasado. Si sigues atrapado en las peleas de tu familia, en las dudas y en tus "amistades", nunca llegarás a nada.

Logan lo miró fijamente, sintiendo cómo esas palabras se incrustaban en su mente. ¿Era realmente capaz de dejar atrás a su hermana, a Miguel, incluso a Tory? Una parte de él estaba aterrada de lo que eso implicaría, pero otra, una que crecía con cada segundo, estaba dispuesta a intentarlo.

—Lo pensaré, sensei —respondió con cautela, aunque en el fondo sabía que ya había empezado a considerar seriamente la propuesta.

Kreese asintió, su expresión impasible, pero sus ojos brillaban con un dejo de satisfacción.

—Hazlo. Y cuando estés listo, sabrás dónde encontrarme.

Sin más, Kreese se giró y salió de la habitación, dejando a Logan solo una vez más. Pero esta vez, la soledad no se sentía igual. Había una llama encendida en su interior, pequeña, pero intensa. ¿Podría ese fuego ser suficiente para superar todo lo que estaba enfrentando?

Mientras el eco de los pasos de Kreese se desvanecía por el pasillo, Logan miró sus brazos enyesados y luego al techo, su mente trabajando a toda velocidad. No sabía si estaba tomando el camino correcto, pero una cosa era segura: no pensaba quedarse derrotado por mucho más tiempo.































Tenemos gráfico de Logan y Tory! es el primero que hago de ellos, y se ven bien lindoos.

Se me ocurrió una idea, pero no estoy muy seguro. ¿Les gustaría que Logan adopte el apodo de "Phoenix" como Eli adoptó el de "Hawk"? Siento que será una buena forma de representar que va a renacer, y dejará todo atrás.

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