━━━ 𝟎𝟎𝟔
𝗔𝗖𝗧𝗢 𝗨𝗡𝗢 ━━━━ 𝗘𝗣 𝟲
❛❛Mount Everest ain't got shit on me, Mount Everest ain't got shit on me 'cause I'm on top of the world i'm on top of the world, yeah burj, Dubai ain't got shit on me you could touch the sky, but you ain't got shit on me❜❜.
𝐍𝐀𝐑𝐑𝐀𝐃𝐎𝐑 𝐎𝐌𝐍𝐈𝐒𝐂𝐈𝐄𝐍𝐓𝐄
Después de varias horas de viaje hacia Nueva Orleans, llenas de preocupación y un silencio casi aterrador, la ciudad se abrió paso ante ellos. Las calles estaban repletas de turistas y locales, pero había un velo de misterio que solo aquellos conscientes del mundo sobrenatural podían percibir, que se cernía sobre la ciudad. La magia flotaba en el aire como niebla, palpable incluso para los no practicantes, pero constantemente ignorada.
El grupo, conformado por Klaus, Rebekah, David, Bonnie y una moribunda Juliette -quien seguía con vida únicamente gracias a los esfuerzos mágicos de Bonnie y David-, caminaban entre la multitud con pasos apresurados. Sus ojos recorrían cada esquina y cada tienda en busca de la bruja Amanecer, una bruja que, según las historias, había caminado sobre la tierra durante siglos, guardando celosamente los hechizos, prácticas y pociones más poderosas jamás conocidos.
-¿Y ahora cómo se supone que vamos a encontrar a esta dichosa bruja? -preguntó Rebekah, con un tono cargado de sarcasmo y escepticismo. Para ella, la existencia de alguien tan poderosa, como decían, era absurda. Si realmente existiera, habría oído hablar de ella antes.
Antes de que nadie pudiera responder, una voz suave y desconocida interrumpió:
-No te preocupes, linda. No tienes que creer que soy real. Pero te advierto que sería un error subestimar mi poder.
La multitud en la calle pareció congelarse en el tiempo. Todo sonido cesó, como si el mundo hubiera contenido la respiración por la presencia de la bruja. Una mujer de aspecto imponente, con ojos que parecían mirar directamente al alma, se apareció ante ellos.
-Justo a quien buscábamos -dijo Klaus, dibujando una sonrisa cortés, aunque llena de hipocresía-. Es un placer, Klaus Mikaelson.
-No es necesario que finjas cortesía conmigo, Mikaelson -replicó Amanecer, con una sonrisa enigmática mientras comenzaba a caminar a través de la multitud-. Sígueme, no tengo tiempo para juegos.
Sin atreverse a cuestionarla, el grupo la siguió en silencio. Estaban demasiado asombrados por su aparición y por la forma en que todo a su alrededor parecía responder a su presencia como para hacerlo. Mientras avanzaban, las calles se oscurecieron a su paso, como si la ciudad misma se inclinara ante la bruja.
Finalmente, llegaron a una pequeña tienda ubicada en un callejón apenas iluminado. La fachada era sencilla, pero un aura poderosa emanaba de su interior. Amanecer abrió la puerta, y un olor a hierbas, incienso, y algo más antiguo, casi primitivo, los envolvió.
-Entren -ordenó Amanecer, cerrando la puerta tras ellos.
El interior estaba repleto de frascos, libros antiguos y objetos mágicos que parecían vibrar con energía. Amanecer se giró hacia el grupo, con los ojos fijos en Juliette.
-La chica está más cerca de la muerte que de la vida -dijo con frialdad, examinándola como si estuviera evaluando un objeto. Luego levantó la mirada hacia Klaus-. Si quieres salvarla, deberás estar dispuesto a pagar el precio.
Klaus la miró con determinación.
-Haré lo que sea necesario.
Amanecer alzó una ceja, divertida.
-Cuidado con lo que prometes, Mikaelson. Hay precios que incluso tú dudarías en pagar.
Rebekah dio un paso adelante, su paciencia al límite por la actitud de la bruja.
-¿Qué necesitas de nosotros? No tenemos tiempo para tus acertijos.
Amanecer sonrió, esta vez con un brillo oscuro en los ojos.
-Primero, necesito saber qué tan lejos están dispuestos a llegar para salvar a tu amiga. Porque lo que estoy por pedir podría cambiar el destino de todos ustedes para siempre y atraer grandes males hacia ella.
El silencio inundó el grupo mientras intercambiaban miradas que revelaban su determinación, pero también su duda.
Juliette, débil y al borde de la muerte, estaba siendo cargada por David. Murmuraba palabras incoherentes, como si estuviera atrapada en un delirio. Sus ojos, aun resplandeciendo con un tenue color ámbar, delataban que algo sobrenatural seguía aferrándola a este mundo. Su rostro mostraba un agotamiento extremo, y su pulso era apenas perceptible.
Con cuidado, David la depositó en el desvencijado sofá que Amanecer señaló. La bruja, serena, pero enfocada, se acercó a Juliette. Colocó una mano sobre su frente y comenzó a murmurar en una lengua antigua, perdida en el tiempo. Sus palabras parecían fluir como un río, susurrantes al principio, pero aumentando en intensidad. Sus manos brillaban con un resplandor cada vez más fuerte, llenando la habitación con una luz dorada, mientras su voz reverberaba como un cántico celestial.
-¿Estará bien?-preguntó Bonnie en voz baja, rompiendo el tenso silencio. Sus ojos permanecían fijos en Juliette, quien yacía inmóvil, su pecho sin moverse.
El tiempo pareció detenerse. Nada sucedía. Ningún cambio. Ningún milagro. Nada sucedía.
Bonnie contuvo la respiración, sus manos temblando ligeramente. Klaus, en cambio, permaneció en un mutismo cargado de ira y frustración. Sus pensamientos se arremolinaban como una tormenta: ¿Por qué no funcionaba? Debía funcionar. La cabeza de Klaus maquinaba millones de formas de matar a la bruja por no poder ayudar a Juliette. Ella no podía morir. Eso no estaba pasando. ¿Qué se supone que hará si ella no está? ¿Cómo debía vivir si ella ya no estaba?
El miedo comenzó a afianzarse en el ambiente. Rebekah y David intercambiaron una mirada inquieta al notar algo extraño en la expresión de Amanecer. Por un breve momento, algo parecido al temor cruzó los ojos de la bruja. Un escalofrío recorrió sus espinas dorsales, intensificando la tensión en el aire.
De repente, Amanecer dejó de cantar y dio un paso atrás. Su semblante era grave. Sin decir una palabra, giró sobre sus talones y se dirigió rápidamente a la trastienda, rebuscando entre frascos y libros antiguos. Mientras murmuraba palabras incomprensibles, regresó con un pequeño cuchillo ritual y un cuenco.
Sin previo aviso, tomó la mano de Rebekah y, antes de que pudiera reaccionar, realizó un corte limpio en su palma. La sangre comenzó a fluir, y Amanecer dejó caer las gotas en el cuenco, mezclándolas con ingredientes que sacó de su estantería: hierbas secas, cenizas negras y un líquido oscuro que parecía moverse por sí solo.
-¡¿Qué demonios estás haciendo?! -exclamó Rebekah, retrocediendo mientras apretaba su mano herida, que tardaba demasiado en curarse.
-Si quieres salvarla, guarda tus quejas, respondió Amanecer con frialdad, sus ojos nunca apartándose de la mezcla que estaba preparando.
Amanecer murmuró otro hechizo, esta vez en un tono bajo, pero frenético, como si el tiempo estuviera en su contra. Vertió la mezcla sobre el pecho de Juliette y colocó sus manos brillantes sobre ella.
Por un instante, el mundo pareció contener el aliento. Luego, un jadeo ahogado escapó de los labios de Juliette. Su pecho se alzó en una profunda inhalación, y su cuerpo se agitó ligeramente antes de acomodarse en una postura más relajada.
Todos soltaron el aire que habían estado conteniendo al verla moverse. Aunque atrapada en lo que parecía ser un sueño profundo, Juliette estaba viva.
-Si esto no hubiera funcionado, no sé qué más lo haría -dijo Amanecer con una leve sonrisa, su tono cargado de exasperación y algo de burla.
Klaus dio un paso hacia ella, su rostro todavía duro, pero con un leve atisbo de alivio.
-¿Está fuera de peligro? -preguntó, su voz baja pero tensa.
-Por ahora, sí -respondió Amanecer, limpiándose las manos-. Pero no te hagas ilusiones, Mikaelson. Esto es solo una solución temporal. Si quieres que viva, tendrás que cumplir con lo que voy a pedirte.
Los ojos de Klaus se entrecerraron, su desconfianza era evidente, y su cuerpo parecía tenso, como un depredador preparado para atacar.
-¿Y qué es exactamente lo que quieres de mí? -preguntó, su voz baja pero cargada de amenaza.
Amanecer sonrió, pero esta vez su expresión estaba impregnada de una oscuridad palpable, casi tangible. Era la sonrisa de alguien que sabía mucho más de lo que estaba dispuesta a revelar de inmediato.
-¡Ah!, querido Klaus, no quiero nada de ti -respondió su tono bordeando la burla. Su sonrisa se ensanchó, mostrando una expresión que era a la vez desconcertante y peligrosa-. Pero ya que preguntas...
Los demás intercambiaron miradas desconcertadas mientras Amanecer continuaba, con calma inquietante:
-Sabes que yo activé la maldición licántropa de Juliette, ¿verdad?-dijo mientras empezaba a caminar alrededor del grupo, sus dedos rozando frascos y velas dispuestas en su tienda-. Gracias a mí, ella no tuvo que arrebatarle la vida a nadie para liberarse de ese yugo. Lo hice para ayudarla a salvar a su querido amiguito, Stiles, del espíritu oscuro que lo había poseído. Un acto noble, ¿no crees?
Klaus no dijo nada, pero su mandíbula se tensó. Amanecer se detuvo frente a él, inclinándose ligeramente, lo suficiente para hacer que la intensidad de su mirada resultara incómoda.
-Y ahora, lo que quiero es simple. Tráeme al muchacho que fue poseído -dijo, su tono era dulce, pero su mirada estaba cargada de una amenaza implícita-. Lo que habita en él es algo que necesito.
-¿Por qué? -intervino Bonnie, frunciendo el ceño mientras daba un paso adelante -. ¿Qué tiene de especial ese espíritu?
Amanecer la miró con una sonrisa astuta.
- No te preocupes, bruja. Lo que planeo hacer no te concierne... todavía. Solo sé que ese espíritu tiene un fragmento de algo que he estado buscando durante siglos. Algo que necesito para garantizar la seguridad de todos ustedes -dijo, su tono cambiando ligeramente, con una pizca de ironía-. O, al menos, la mía.
-No pienso llevarte al muchacho -replicó Klaus, con un gruñido. Su voz se endureció, y su mirada se oscureció aún más-. No soy tu mensajero, y no voy a poner en peligro a nadie más para satisfacer tus caprichos.
Amanecer lo observó durante unos segundos, como si evaluara sus palabras. Luego se encogió de hombros.
-Eso depende de ti, Mikaelson. Pero sin él, no puedo garantizar que Juliette siga viva mucho más tiempo.
El silencio cayó sobre el grupo, pesado y opresivo. Bonnie, Rebekah y David intercambiaron miradas, sus expresiones oscilando entre la confusión y la preocupación. Juliette, aún atrapada en un sueño profundo, se movió ligeramente, dejando escapar un suave gemido.
-¿Y si me niego? -preguntó Klaus, su tono gélido.
Amanecer soltó una risa breve, seca.
-Entonces, querido, tendrás que enfrentarte a las consecuencias. Y créeme, no te gustará lo que vendrá después.
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