❛ 𝑪𝑨𝑷𝑰́𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑵𝑼𝑬𝑽𝑬.
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DARKSIDE
el lado oscuro
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09. 𝕰𝖑 𝕭𝖆𝖎𝖑𝖊 𝖉𝖊 𝕾𝖆𝖓𝖌𝖗𝖊.
Kyoko observó su imagen en un espejo. Cada detalle del vestido relucía en pedrería lo bastante similar a las estrellas. Dos tiras de seda cubrían sus diminutos senos que estaban ajustados hasta el punto de mostrar algunas de las cicatrices recientes, sin embargo, lo que más le llamaba la atención era el hermoso tono azul cobalto que le hacía parecer más joven ─según Rhiannon─ quien la había recibido con elogios, quien a comparación de su madre, estaba demasiado feliz de verla en aquel baile. Devlon acompaño a su hija, sonriéndole cada cinco segundos para que se sintiera cómoda, pero ella deseaba salir huyendo lo más rápido posible, y sentía envidia de aquellos que tenían su par de alas correctamente en su espalda. Su padre se dio cuenta de aquello, y decidió detenerse a unos pasos del salón.
──Cuéntame tus malestares, Kyoko ──le pidió amablemente.
──Me veo ridícula, padre. Este no es un vestido para mi, no quiero entrar ahí y llamar la atención todos. ¿Podemos ir a casa?
«Solo de él», se dijo asimisma.
──Kyo... ──le susurró su padre, llamando la atención de la joven nerviosa ──. No importa todo lo que pase ahí dentro, yo estaré siempre aquí para tenderte una mano. Pequeña valiente, tu puedes contra todos los que están ahí dentro, mereces mucho más que las sobras que yo te enseñé.
Kyoko negó, aferrándose a su brazo, bajando la cabeza.
── ¿Y si los lastimo porque mi poder odia escuchar sus amenazas?
──Entonces ya sabes que hacer, Kyo.
La joven askari tragó grueso, temiendo por las impresiones, los nervios le llenaron la garganta de malas palabras instaladas en una soga alrededor de su garganta que crecía con más fuerza que los finales coherentes en los libros. Se detuvo. Devlon la acompañó hasta un banco para sentarse y quedarse allí esperando a que Rhiannon apareciera o alguien le pidiera ocupar su lugar en esa fiesta donde la Corte de Noche y la Corte de Primavera vendrían a hablar de libertades o tratados que ambos no cumplirían, porque a fin de cuentas a si funcionaba el maldito poder de los más grandes. Kyoko respiro profundamente, su padre se mantuvo a su lado, sin impedirle tomar aire por todas las veces que respiraba profundamente agobiada. Devlon tomó sus manos, preocupado hasta que ella comenzó a contarle de sus pesadillas, y no cualquier pesadilla, si no la que le atormentaba en ese momento. «Los bailes en Stone City eran muy diferentes a los de aquí. Las mujeres askari tenían que estar mezcladas entre la multitud; las mujeres mayores portaban armas, inclusive sacaban sus propias garras haciéndolas pasar por joyas, mientras que las menores ocupaban vestidos ajustados, mostrando que luego de la primera sangre, sus cuerpos eran hermosos, aptos para que un macho pudiera tomarlas delante de todas, demostrándoles que el dolor era el verdadero placer. Estuve presente en ese baile, mi primera sangre había ocurrido hace tiempo, fui la más joven debido a mi propia oscuridad, recuerdo que tenía una compañera que fue la primera en llorar toda la noche porque el macho que la tomó destruyó su rostro, le dejó cicatrices incapaces de borrar de su mente. Lamentablemente murió al enterarse que estaba... Luego estuve yo, quien apuñaló a su primera victima, un ilyrio que fue buscado hace años aquí. Los bailes en Stone City funcionaban para dos cosas: tener sexo, y matar a los que se resistieran». Kyoko suspiró, mientras dejaban de temblar, apartó el broche de plata que levantaba su cabello en un moño, y lo dejo caer.
──Kyoko ──susurró su padre, preocupado.
──A veces, cuando no nos vigilaban, iniciábamos nuestros propios bailes, era divertido, aunque luego nuestra mayor guerrera fuera castigada.
── ¿Eiddwen?
──No, ella solía decir la verdad siempre. Era una bocazas.
── ¿Quién era Kyoko? ──preguntó.
──Kozakura, mi media hermana.
Devlon se levantó de golpe, observándola con más preocupación. La contraria sonrió tristemente, como si el recuerdo se le esfumara cada cinco segundos. Entonces, su sonrisa se borró de la nada para volver a su rostro afilado, y mirada vacía.
──Ella escapó, e intentó hacer todo o posible para rescatarnos, pero no funcionó. Sus alas eran hermosas, papá ──susurro tristemente──. Ella me enseñó a volar, mi madre la odiaba, pero yo amaba como sus palabras llenaban mi pecho de orgullo. Me prometió que sería feliz. Y la verdad, creo que lo fue.
── ¿Hace cuánto fue? ──preguntó interesado.
──Escapó una semana antes de que tú llegaras.
── ¿Por qué no me lo dijiste? ──quiso saber.
──Miedo, o tal vez odio.
──Kyoko ──ella lo miró ──. ¿Ella está viva?
La joven askari asintió.
──Siempre le envío una carta, ella las responde a todas ──susurró, para luego levantarse de su asiento, y tomar las manos de su padre con total seguridad ──. Si algo me llegase a pasar, por favor Devlon, ve a buscarla.
Él se negó, asustado de solo pensarlo, pero en promesas silenciosas, decidió prometer encontrar a la estrella perdida del círculo familiar de Kyoko, logrando así que una sonrisa llenara su rostro de la seguridad que anteriormente había perdido; unos gritos llenaron el ambiente de risas por lo bajo, cuando ambos se asomaron con cautela viendo a Rhiannon con las mejillas rojas, y lágrimas cubriendo sus ojos.
── ¿Rhi? ──preguntó Kyoko al acercarse.
──Padre lo asesinó ──susurró mientras se lanzó a abrazarla, acunando su cuerpo al de su amiga ──. Padre me quitó a mi compañero...
Kyoko sintió el dolor en su alma, por lo que resguardándola entre sus brazos, pronunció las mismas palabras que Azriel le cantaba cuando ella no se animaba a hablarle de los malos sueños, y tanta fue su insistencia en verla dejar de llorar que sintió una suave caricia en su mejilla derecha dejando notar a esa mini nubecita negra deslizándose por allí, descendiendo por sus pechos hasta limpiar las mejillas de Rhiannon, quien se limpió rápidamente al notar que alguien más quería hacerse cargo de ello. La joven askari desvió la mirada hacia su padre diciéndole que todo estaba bien, logrando que él se fuera con el resto de los machos a sus respectivos lugares, jurando guardar su mayor secreto.
──Se que estás ahí, sal ──susurró inconforme.
Azriel hizo acto de presencia, cubriéndola con sus grandes alas, evitando que algún otro macho le mirara. Kyoko estaba radiante, a sus ojos, cualquier macho podría opinar lo mismo, pero para él, era mucho más que usar un simple vestido.
──Es de muy mal gusto espiar a las chicas, Azriel ──le susurró en forma de amenaza la askari, Rhiannon seguía sollozando.
«¿Cuánto escuchaste?».
──No te vi ahí dentro, supuse que requerías mis servicios.
«Prometo encontrarla por ti, Kyoko».
──Gracias ──le susurró contra sus labios, dejando que él se acercase mucho más, provocándole un millón de mariposas en el estómago.
── ¿Quieres bailar conmigo? ──preguntó, invitándole con la cabeza hacia el gran salón.
──No sé bailar.
── ¡Y-yo te enseño! ──Rhiannon levantó su mirada, dejando ver sus mejillas rojas, mientras alguna que otra lágrima caía por sus mejillas.
──Rhia ──le advirtió Azriel, enfadado.
──Cállate, y ve a proteger a mi hermano del rubio que no quitaba la mirada de las caderas de su acompañante.
Azriel refunfuñó.
── ¿Y si mejor los tres nos mantenemos unidos y observamos el baile?
Azriel hizo un puchero, mientras que Rhiannon se rio de él.
──Creo que cierto ilyrio esta dispuesto a mucho más que un baile.
Kyoko se sonrojó, pero besó la mejilla de su compañero.
──Un baile, y nos largamos de ahí.
── ¡Perfecto, ahora vamos que quiero presumirte! ──susurró divertida Rhiannon mientras avanzaba por la puerta de su delante, sin mostrar su dolor.
Azriel se giró hacia Kyoko, aún cubriéndola con sus alas, bajando su cabeza hasta que los labios de ella y de él se encontraron con desesperación, enredando uno de sus dedos con la seda del vestido, mientras sus sombras la resguardaban de todas las miradas ocultas; ambos tomaron sus manos, desviando su mirada hacia el frente, logrando que todas las inseguridades que ella sentía en ese momento solo se clavaran en los ojos ardientes de su dashur, quienes abriendo el primer baile, encabezaron el interés de reyes sin coronas.
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