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𝐈. CAPÍTULO UNO 💀

"  Un niño extraño llega al
Campamento Mestizo "


         Si estás leyendo esto porque crees que disfrutarás de la vida de una semidiosa, entonces mi consejo es este: aléjate de aquí.

Todo esto se parece más a un grito de ayuda que a un relato de cómo sobreviví a mi primera misión, si es que realmente sobreviví.

Mi nombre es Andrómeda.

Sí, como la princesa Andrómeda de la mitología y también esa princesa del siglo XX de la que probablemente aprendiste en tu clase de historia sobre Grecia.

Desde que llegué al Campamento hace tres años no he ido a misiones y sinceramente no quiero hacerlo.

Por mucho que se que algún día lo haré, ya que Annabeth Chase - mi mejor amiga - seguía hablando de lo mucho que deseaba eso y yo estaba segura de que si iba a algún lado me arrastraría con ella.

Siempre nos llevamos bien en sociedad, jugábamos juntas a capturar las banderas y no siempre ganábamos, como a veces Clarisse lograba ganar con su brutalidad.

El caso es que Annabeth y yo nos conocemos bien y si algún día ella tuviera una misión y pudiera llevar a alguien de su elección, sin duda sería yo, ya que yo también la elegiría a ella.

Le confiaría mi vida.

Sabes, nunca me importó ser una semidiós, a diferencia de otros. De hecho ni siquiera recuerdo cómo descubrí que lo era, solo recuerdo despertarme en una colina y caminar hasta la entrada del Campamento Mestizo, un lugar seguro para los semidioses... al menos eso es lo que dicen.

Ser una semidiosa no reclamada era normal para mí, lo único difícil era soportar las miradas, los susurros y las burlas del día a día. Pero supe lidiar con eso, solo hizo falta una mirada fría a la persona y todo se resolvía, les causaba miedo y eso me encantaba, no lo puedo negar.

Recuerdo una vez que uno de los campistas y un hijo de Ares dijeron algo acerca de que yo era un bicho raro y que no pertenecía allí. El niño estaba tan asustado que pasó semanas sin dormir.

Y para eso solo hice que me mirara profundamente a los ojos.

Fue increible.

Por supuesto que esto se lo debo a mi padre.

Sabía quién era, nadie me lo dijo nunca, pero lo sabía bien.

A veces escuchaba su voz en mi cabeza y lo vi en sueños extraños.

Tener sueños extraños es lo más normal para un semidiós, como por ejemplo, el sueño que tuve hace una noche.

Había una tormenta en la playa y dos hermosos animales, un caballo blanco y un águila real, intentaban matarse junto al mar. El águila se lanzaba y cortaba la nariz del caballo con sus enormes garras. El caballo se enojaba y agitaba las alas del águila. Mientras luchaban, el suelo retumbaba y una voz monstruosa se reía en algún lugar debajo de la tierra, instando a los animales a luchar con más fuerza.

Sin primero notar la presencia de otra persona a mi lado, un chico de cabello oscuro corrió hacia ellos, tal vez tratando de evitar que se mataran, pero nunca pareció poder alcanzarlos.

El águila se aventó, con el pico apuntando a los grandes ojos del caballo, y un grito rasgó el aire: ¡No!

Ese grito no sólo vino del chico, sino que también saltó de mi propia garganta.

Esa noche me desperté asustada y con unos ojos de los hijos de Hermes puestos sobre mí. Dejé mi litera y corrí a la Casa Grande y me encontré con Annabeth, no sabía qué estaba haciendo allí, pero no me importó preguntar.

— ¿Andy? ¿Qué sucedió? - Ella preguntó.

Había preocupación en su rostro y pronto apareció Quirón también, era como si supiera que tenía algo que decir.

— Tuve un sueño extraño - Lo digo en voz baja, pero clara para que me entiendan - Pero fue tan real.

— Si corrieras hasta aquí cada vez que tuvieras un sueño extraño... - comenta Annabeth.

Era algo, siempre me pasaba. Pero esta vez fue completamente diferente, lo sentí.

— Cuéntanos Andrómeda, ¿qué viste?

El centauro estuvo en silencio todo el tiempo que le estuve contando el sueño, me hizo decir cada pequeño detalle.

Annabeth empezó a hacer miles de preguntas que obviamente no tenían respuesta.

— ¿Reconociste al niño?

Una pregunta más de la rubia me sacó del trance en el que ni siquiera me di cuenta en el que había entrado.

— No, yo… nunca lo he visto – Sacudí mis hombros.

— Tal vez sea una señal o una advertencia.

— ¿Advertencia?

— Sí, escucha - Se acercó a mí - ¿Un caballo y un águila real? ¿Eso no te recuerda a nada?

— Poseidón y Zeus... están peleando, ¿no? — Pregunté, ahora volviéndome hacia Quirón quien estaba más pensativo que nunca. Un trueno rasgó el aire, como siempre, y el suelo tembló con una risa, Hades.

— Es evidente que algo está pasando. No se puede negar.

Unos minutos más de conversación sobre el sueño y escuché un ruido despiadado en la colina. Annabeth todavía estaba comentando algo a lo que mis pensamientos mutuos no me permitieron prestar atención.

En el balcón de Casa Grande, un niño junto con otro niño que reconocí como Grover, un sátiro que conocia de hace años, cayeron al suelo. El chico de pelo oscuro...

No puede ser.

— Es el. Tiene que ser.

— Silencio, Annabeth - dice Quirón.

— Aún está consciente - comento,  observando sus ojos claros.

— Tráelo adentro.

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