𝘋𝘢𝘺 7: 𝘓𝘪𝘣𝘳𝘦
Temática: Libre / Patinaje
Palabras: 8350
Advertencias: Continuación no directa de un one-shot anterior, pero si tiene relación. Puede leerse sin problemas por separado.
Sinopsis: Takemichi se reencuentra con su mayor rival, su objetivo es el oro así como su libertad.
"Caí y me topé con la dura realidad de que nuestros caminos están para encontrarse, no para estar juntos."
El estadio de Barcelona, España, estaba lleno de una vibrante expectación. Las gradas estaban repletas de espectadores que aguardaban en un silencio reverente, interrumpido solo por los murmullos de anticipación. Las luces brillaban intensamente sobre el hielo, haciendo que la pista de patinaje resplandeciera como un cristal pulido. Las banderas de los países participantes ondeaban en las gradas, destacando los logotipos y colores de cada nación. La atmósfera era eléctrica, cargada de emoción y presión.
En uno de los vestidores, Takemichi Hanagaki se preparaba para su momento en el hielo. Su cabello negro, cuidadosamente peinado, contrastaba con el brillante uniforme que vestía: un traje verde esmeralda con detalles dorados que acentuaban sus movimientos. El vestidor estaba lleno de la tensión propia de un momento tan crucial. Izana Kurokawa, su entrenador personal y figura casi fraternal en su vida, estaba a su lado, revisando los últimos detalles con una precisión meticulosa. Aunque su rostro reflejaba una calma exterior, sus ojos estaban fijos en Takemichi, evaluando cada detalle con una mezcla de cuidado y preocupación.
Los hermanos Haitani, Rindou y Ran, estaban también presentes. Rindou se concentraba en ajustar las botas de patinaje de Takemichi con una precisión experta, asegurándose de que todo estuviera perfecto para el rendimiento en el hielo. Cada ajuste era hecho con una habilidad que solo la práctica y la experiencia podían proporcionar. Ran, con su usual actitud desenfadada, bromeaba y lanzaba comentarios ligeros, tratando de aliviar la tensión palpable. Sus palabras eran como un bálsamo para los nervios de Takemichi, proporcionando un respiro en medio del intenso foco de atención.
Sanzu, el amigo que siempre estaba dispuesto a arrojar una broma incluso en los momentos más serios, se recostaba en una esquina del vestidor. Su sonrisa torcida contrastaba con la seriedad del momento, y sus bromas ofrecían una distracción necesaria, aunque su presencia no podía esconder completamente su propio nerviosismo.
Takemichi, sin embargo, estaba sumido en un silencio introspectivo. A pesar de su preparación y el apoyo de su equipo, no podía evitar que sus pensamientos se desviaran hacia Manjiro Sano, el joven prodigio de Japón con quien había compartido un vínculo profundo en su pasado. Diez años habían pasado desde que sus caminos se habían separado, y ahora, en esta competencia mundial, estaban destinados a encontrarse de nuevo en el hielo.
Los recuerdos de su juventud, aquellos días en que ambos eran prometedores patinadores en ascenso, regresaban con una claridad dolorosa. La conexión que habían compartido, la rivalidad amistosa y las largas conversaciones sobre sus sueños y ambiciones parecían tan vívidas como si hubieran ocurrido ayer. La nostalgia se mezclaba con la tensión del presente, creando un cóctel de emociones que Takemichi encontraba difícil de manejar.
Izana se acercó a él, notando la expresión pensativa de su protegido. Colocó una mano en su hombro, una señal silenciosa de apoyo.
— Recuerda, Takemichi, este es tu momento. Has trabajado duro para llegar aquí, y el pasado es solo eso, pasado. En el hielo, lo único que importa es el presente. — dijo con firmeza, pero siendo suave el hombre de cabello blanco.
Las palabras de Izana resonaron en la mente del azabache, brindándole un impulso de determinación. Asintió lentamente, tomando una respiración profunda para calmar sus nervios. Sabía que debía concentrarse en la tarea en cuestión y dejar atrás las viejas heridas y recuerdos.
Con un último vistazo a sus amigos, Takemichi se dirigió hacia la salida del vestidor, sus pasos resonando en el pasillo vacío. La entrada al hielo estaba frente a él, y el rugido de la multitud se hacía cada vez más fuerte. A medida que cruzaba el umbral, Takemichi se sumergió en el brillante resplandor del escenario, listo para enfrentar el desafío que tenía por delante y para confrontar el pasado que había dejado atrás.
El hielo le esperaba, frío y reluciente, y con él, la oportunidad de demostrar no solo su habilidad y su valía, sino también de reconciliarse con las emociones y recuerdos que lo habían acompañado durante todos estos años. El momento había llegado, y Takemichi estaba listo para enfrentarlo, sin importar el resultado.
...
El vestuario de Mikey estaba envuelto en un aire de seriedad contenida. Cada rincón parecía resonar con la concentración que precede a un gran espectáculo. Las luces eran tenues, creando un ambiente introspectivo en el que cada movimiento y susurro se sentía amplificado. Manjiro, con su cabello completamente blanco, se movía con la precisión de un guerrero en la víspera de una batalla. Su traje de patinaje blanco con plata brillaba bajo las luces, un reflejo de su estatus y su determinación.
Mitsuya, su entrenador y uno de sus amigos más cercanos, ajustaba el traje con meticulosa precisión, mientras Emma, su hermana, lo observaba con una sonrisa alentadora. La atmósfera era un crisol de concentración y anticipación.
Sano estaba frente a un espejo grande, su mirada fija en su reflejo. Las arrugas en su frente y la dureza en sus ojos revelaban su preparación mental para la competencia. Aunque trataba de mantener una apariencia impasible, el peso de la noche y la carga emocional que traía consigo eran innegables.
Emma, observando a su hermano, decidió romper el silencio con un tono suave pero lleno de cariño.
Emma: (suavemente) — ¿Estás bien, Mikey? Hoy es un día importante. No solo por el campeonato... sino porque lo verás a él.
El chico se quedó en silencio un momento, ajustando los guantes de su atuendo blanco, que resaltaba aún más la pureza de su cabello plateado. Sus ojos, normalmente serenos, mostraban una leve sombra de tensión que pocos podían notar.
— No es como si nos hubiéramos dejado las cosas bien la última vez, Emma. Diez años no borran todo lo que pasó. — comenta sin apartar la vista de sus patines.
Mitsuya, que estaba revisando los últimos detalles del programa, levantó la vista.
— Lo que importa es cómo te enfrentas a él hoy, Mikey. Has cambiado. Ambos lo han hecho. Pero lo que no puedes olvidar es que aquí, en el hielo, solo importa quién se lleva el oro.
— Te ha echado de menos, aunque nunca lo diga. — anima un poco la rubia.
Mikey no respondió de inmediato. Su mirada permaneció en sus recuerdos, y por un momento, se permitió recordar el pasado, la última vez que vio a Takemichi. Fue un instante breve, pero suficiente para que una ola de nostalgia lo envolviera. Finalmente, se giró hacia Emma y le dedicó una sonrisa triste.
— Sí, mucho ha cambiado en estos años.
Mientras tanto, Mitsuya, con una expresión de comprensión, se acercó a su pupilo y le ofreció una palmadita en el hombro, un gesto que reflejaba tanto apoyo como camaradería.
— Estás listo para esto. Solo concédele a tu actuación todo lo que tienes.
El ambiente en el estadio cambió radicalmente cuando las delegaciones de Japón y Rusia se encontraron en los pasillos. Takemichi, con su cabello negro y su aire de determinación, se dirigía hacia la pista de patinaje acompañado de su equipo. A su lado, Izana Kurokawa, caminaba con una calma calculada, mientras los hermanos Haitani y Sanzu lo rodeaban, ofreciendo un apoyo diverso, pero igualmente efectivo. El pasillo, normalmente amplio, parecía encogerse bajo la intensidad del momento.
Cuando los equipos se encontraron, el espacio entre ellos se cargó con una tensión palpable. Los ojos de Takemichi, profundos y llenos de recuerdos, se encontraron con los de Mikey, que, a pesar de su expresión distante, mostraban una chispa de emociones reprimidas. Era como si el tiempo se hubiera detenido para ellos en ese preciso instante.
Izana, notando la atmósfera cargada, rompió el silencio con un tono cortante y desafiante.
— Vaya, parece que Japón ha traído a su mejor estrella. Espero que estés preparado, Sano. — mira al competidor de arriba abajo.
Mikey, sin apartar la vista de Takemichi, respondió con una calma desafiante.
— Siempre lo estoy.
El aire entre ellos se volvió espeso, cargado de un entendimiento no verbalizado. Emma, Draken y Mitsuya observaban en silencio, reconociendo la importancia de este encuentro más allá de la competencia. Las palabras no eran necesarias para entender lo que significaba este enfrentamiento.
Takemichi, con una mezcla de nostalgia y determinación, finalmente rompió el silencio con una voz que temblaba ligeramente.
El silencio que envolvía el pasillo era denso. Los susurros de los compañeros de equipo y los espectadores se desvanecieron, dejando solo el peso de la tensión entre ellos. La atmósfera estaba cargada de una mezcla de nostalgia y rivalidad. Cada palabra que podían intercambiar tenía el potencial de desatar una ola de emociones que ambos estaban tratando desesperadamente de controlar.
— Takemichi...— susurra en voz baja, casi inaudible.
El nombre, pronunciado en ese susurro, parecía arrastrar consigo un mundo de significado. Mikey no necesitaba decir más para que Takemichi supiera lo que estaba implícito en esa sola palabra: un recuerdo de tiempos pasados, de amistad y traición, de alegrías compartidas y de caminos separados.
— Mikey... — dice con suavidad. — Diez años... ha pasado mucho tiempo.
— Sí, demasiado. Pero algunas cosas no cambian. — expresa muy neutral, aunque guardaba una emoción para sí mismo.
Ambos patinadores se miraron en un silencio que parecía interminable. Había demasiada historia entre ellos, demasiados recuerdos compartidos y sentimientos no resueltos. La última vez que se encontraron, eran jóvenes con sueños por cumplir. Ahora, estaban frente a frente como competidores, cargando el peso de su pasado y sus emociones no dichas.
Sanzu, buscando aliviar la tensión, se acercó a Takemichi y le dio una palmada en el hombro.
— Vamos, Takemichi. No pierdas el tiempo aquí. Tienes un oro que ganar.
Ran Haitani, disfrutando del drama del momento, agregó con un tono burlón.
— O más bien, un oro que arrebatarle.
La reacción del peliblanco fue inmediata. Su mirada se endureció, y su postura se volvió más rígida. Mitsuya, notando el cambio, se acercó a Mikey y le susurró suavemente, tratando de calmarlo.
— Vamos, Mikey. Es solo una competencia. No dejes que te afecte. — sugiere en tono bajo.
Asintió lentamente, pero sus ojos seguían fijos en su competencia. Ambos sabían que esto era más que una simple competencia. Era una confrontación de sus pasados, de las decisiones que habían tomado y las emociones que aún llevaban consigo.
El ambiente alrededor de ellos parecía volverse más denso. Izana Kurokawa, el entrenador, dio un paso al frente, su figura imponente actuando como una barrera protectora entre Takemichi y Mikey. Aunque sus palabras eran firmes, había una suavidad en su tono que mostraba su preocupación por el bienestar de Takemichi.
— No es el momento ni el lugar para viejos fantasmas, Mikey. Hoy es una competencia. Y es mejor que se mantenga así. — habla con seriedad el hombre de ojos lilas.
La advertencia de Izana tenía un peso detrás de ella, un recordatorio de que, aunque el pasado podía ser revisitado en la privacidad de sus propios pensamientos, el presente requería una concentración absoluta. Mikey sostuvo la mirada de Izana por un segundo, su orgullo y su resentimiento claramente visibles, pero asintió lentamente. Sabía que tenía que poner a un lado cualquier conversación sobre el pasado para centrarse en lo que estaba por venir.
— Nos vemos en el hielo, Takemichi.
La formalidad en sus palabras no podía ocultar la tensión palpable que emanaba de cada sílaba. El desafío estaba claramente establecido, no solo entre ellos, sino en la manera en que sus historias individuales se entrelazaban en este momento crucial. Mikey, con su mirada fija en Takemichi, estaba preparado para enfrentar lo que el hielo le tenía reservado.
Takemichi asintió con una expresión que no intentaba ocultar el nudo en su estómago. La complejidad de la situación lo envolvía, una mezcla de determinación y vulnerabilidad. No había tiempo para más palabras. Mientras los dos equipos se alejaban hacia sus áreas de preparación, el peso de lo no dicho y el desafío que estaba por venir se asentaban en sus corazones.
Takemichi dio un paso adelante, sus ojos nunca apartándose de los de Mikey.
— Que gane el mejor.
La respuesta de Takemichi estaba cargada de una melancolía que solo él podía entender. Había estado esperando este momento, deseando que llegara para enfrentar lo que había quedado sin resolver. La rivalidad y el resentimiento estaban en el aire, pero también lo estaban las viejas memorias de camaradería y comprensión.
El pasillo que conducía al hielo parecía interminable. Era un túnel de anticipación y emoción contenida, en el que cada paso resonaba como un eco en un vacío profundo. Las paredes de cristal del pasillo ofrecían vistas de los espectadores ansiosos que se preparaban para el espectáculo, pero dentro de este corredor, el tiempo parecía haberse detenido para dos individuos en particular.
Takemichi Hanagaki y Mikey Sano, ambos envueltos en sus respectivos trajes de patinaje cruzaron miradas en el instante en que se encontraron en el pasillo. La luz tenue del vestíbulo acentuaba las sombras en sus rostros, como si el universo mismo tratara de destacar la gravedad del momento. Takemichi, con su cabello negro como la noche, y Mikey, con su cabello blanco como la nieve, estaban a punto de enfrentarse no solo como rivales, sino como dos almas que compartían una historia profunda y complicada.
Takemichi se detuvo a una distancia respetuosa, sus ojos fijos en Mikey. Su corazón latía con fuerza, pero su expresión era una máscara de calma calculada. Sabía que cada movimiento que hiciera sería observado y juzgado, no solo por los jueces, sino por el hombre que había sido una parte crucial de su pasado.
Manjiro, por su parte, mantenía una expresión imperturbable. Su traje blanco con plata parecía brillar con una intensidad que igualaba su determinación. Sin embargo, detrás de sus ojos fríos y distantes, había una tormenta de emociones contenidas. El paso de los años no había borrado los recuerdos, y ahora estaba frente a frente con el hombre que había compartido tanto de su pasado, un pasado lleno de promesas y sueños rotos.
Mientras los equipos se retiraban hacia sus respectivos lugares, Takemichi sintió el peso del encuentro sobre sus hombros. La intensidad del momento, las palabras no dichas y el pasado compartido creaban una atmósfera palpable de tensión y anticipación. Este enfrentamiento no solo era una competencia por el oro, sino una confrontación de los viejos sentimientos y recuerdos que habían marcado sus vidas.
Con el corazón latiendo con fuerza y la mente llena de pensamientos conflictivos, Takemichi se preparó para salir al hielo. El pasado y el presente se entrelazaban en una danza que prometía ser tan intensa y significativa como cualquier rutina que pudiera ejecutar.
El hielo estaba listo para recibirlos, y con él, el escenario de su reencuentro, la prueba de su habilidad y, quizás, la oportunidad de finalmente enfrentar lo que había quedado sin resolver. La competencia no era solo sobre patinaje; era sobre enfrentar el pasado, desafiar al presente y quizás encontrar una forma de reconciliar lo que había sido roto.
Sabía que esta competencia era más que una simple prueba de habilidades; era un enfrentamiento de sus propias historias y de todo lo que habían vivido juntos y separados.
El estadio de patinaje en Barcelona estaba repleto de espectadores de todos los rincones del mundo. Las gradas estaban llenas de banderas ondeando al ritmo de los cánticos de los fanáticos, mientras las luces brillaban intensamente sobre el hielo impecable. La atmósfera estaba cargada de emoción y anticipación, con un zumbido constante de conversación y expectativa que recorría el aire.
La primera ronda de la competencia de estilo libre estaba a punto de comenzar, y los nervios estaban a flor de piel. Los espectadores estaban ansiosos por ver a los mejores patinadores del mundo en acción. Las banderas de Japón, Rusia, Suiza, Estados Unidos y China adornaban el estadio, simbolizando la diversidad de talento en la pista.
En el centro de todo esto, Takemichi Hanagaki y Manjiro Sano eran los dos nombres que todos esperaban con ansias.
Hanagaki estaba listo para dar su primer paso al hielo. La tensión en el aire era palpable mientras el primer competidor de la noche se preparaba para su entrada. El silencio que envolvía la pista de hielo era tan intenso que se podía oír el leve crujido del hielo bajo los patines. Con su cabello negro cayendo sobre su frente y su figura elegante, Takemichi se deslizó hacia el centro de la pista con una gracia serena. Su traje esmeralda, adornado con sutiles detalles dorados, resaltaba su presencia en el hielo.
La música comenzó, un crescendo emotivo de violines y cuerdas que llenó el estadio. Takemichi se movía con fluidez, sus pasos perfectamente sincronizados con la melodía. Cada giro, cada salto, estaba ejecutado con una precisión que solo años de práctica podrían lograr. Su coreografía era una combinación de técnica y emoción, una narración en movimiento que capturaba la atención de todos en el estadio.
Mientras se movía por el hielo, estaba inmerso en sus pensamientos, tratando de bloquear el ruido y la presión que lo rodeaban. La imagen de su rival observándolo desde la distancia, se mantenía en su mente.
— Diez años... y aquí estoy de nuevo. No puedo permitirme fallar. No con él mirando. — pensó el pelinegro entre sus saltos.
Cada movimiento de Takemichi estaba lleno de intención, desde los saltos elegantes hasta los giros imposibles. Su interpretación era apasionada y poderosa, como si cada movimiento contara una parte de una historia personal. Al culminar su rutina, ejecutó una pirueta final que dejó a la audiencia sin aliento. El hielo parecía iluminarse con cada giro, y el público estalló en una ovación de pie, aplaudiendo y vitoreando con fervor.
Takemichi se deslizó hacia el borde de la pista, su respiración agitada pero su expresión serena. Miró la pantalla gigante que mostraba su puntuación y vio que había alcanzado un puntaje altísimo, rozando la perfección. El grito del público y el entusiasmo en el aire eran abrumadores. Sentía una oleada de alivio y orgullo, el peso de la competencia que había cargado durante tanto tiempo parecía aligerarse, aunque aún quedaba mucho por delante.
Izana, su entrenador y confidente, se acercó a él con una sonrisa de satisfacción y orgullo en su rostro.
— Lo hiciste increíble. No solo por el puntaje, sino por cómo atrapaste a la audiencia. Lo que acabas de mostrar es más que solo técnica; es una conexión genuina con el público. Esto es solo el principio. — alentó el entrenador filipino al joven.
Takemichi asintió, su mirada fija en la pista mientras se recuperaba del esfuerzo. Sabía que tenía que mantenerse enfocado; esto era solo el primer paso. El verdadero desafío aún estaba por venir. Pero por ahora, disfrutaba del momento, sintiendo el calor de la ovación del público y el orgullo de haber dado lo mejor de sí.
Mientras el siguiente competidor se preparaba para salir al hielo, Takemichi se permitió un momento para relajarse, sabiendo que el camino hacia la final aún estaba lleno de desafíos. El primer día había sido una prueba de su habilidad, pero el verdadero enfrentamiento estaba aún por venir. Y mientras el hielo seguía brillando bajo las luces, se preparaba para el siguiente capítulo de esta intensa competencia, con la determinación de superar cada obstáculo y, tal vez, reconciliar lo que había quedado en el pasado.
Momentos después de la deslumbrante actuación de Takemichi, el estadio se sumió en un expectante silencio cuando Manjiro se dirigió hacia el hielo. Su cabello blanco, iluminado por las luces intensas del estadio, parecía brillar como un halo etéreo, destacando aún más en su traje blanco inmaculado. El atuendo no solo resaltaba su figura elegante, sino que también reflejaba la pureza y precisión que siempre había sido su sello distintivo. Cada movimiento de su cuerpo en el hielo parecía ser una extensión de la música, una manifestación tangible de su dedicación y habilidad.
— No importa lo que haya pasado en el pasado. Aquí, en el hielo, soy imparable. Todo lo que he entrenado, cada sacrificio, cada minuto de perfección, se reduce a este momento. — se dijo entre pensamientos.
La música comenzó, y Mikey se movió con una fluidez que parecía desafiar las leyes de la física. Su coreografía estaba diseñada para asombrar y fascinar, con una serie de movimientos que combinaban velocidad y gracia en una danza perfecta. Cada giro era impecable, cada salto, una obra maestra de precisión. Su presencia en el hielo era hipnótica, capturando la atención del público con una mezcla de fuerza y elegancia que parecía fluir de manera natural.
— Esto es lo que he esperado todo el año. Lo que he trabajado cada día, cada noche, por este momento. No puedo fallar. No hoy. — se impone el patinador.
Pero en el corazón de su rutina, cuando Mikey se preparó para uno de los saltos más complejos, un cuádruple giro, algo inesperado sucedió. A medida que giraba en el aire, su pie se deslizó ligeramente al aterrizar, un pequeño desliz que rompió la perfección de su ejecución. Fue un error sutil, pero para alguien de su calibre, era una grieta en el cristal de su rutina impecable.
— Maldita sea... Ese fallo. No puedo dejar que esto me detenga. Todavía hay tiempo para hacer esto bien. — dijo entre dientes, era evidente su malestar por la falla.
A pesar del pequeño tropiezo, continuó con una determinación feroz. Cada movimiento posterior era aún más preciso, cada paso una reafirmación de su maestría. La pirueta final, aunque cargada de emoción, fue ejecutada con la misma perfección que el resto de su rutina, cerrando su actuación con un estallido de aplausos del público.
— No importa lo que digan. Ese error es lo único que verán. Mi mejor esfuerzo no fue suficiente. — mientras se desliza de la pista.
Su puntuación fue alta, casi perfecta, y el público respondió con una ovación ensordecedora. Sin embargo, el pequeño desliz se mantuvo en la mente de todos, un recordatorio de la fragilidad de la perfección. Aunque había logrado un impresionante puntaje, el hecho de que Takemichi lo superara por un pequeño margen pesaba en su mente.
Mitsuya, su entrenador, se acercó a él con una expresión calmada y comprensiva. Aunque la rutina había sido impresionante, el error era evidente para aquellos que conocían su estándar de perfección.
— Fue una actuación excelente, Mikey. El error no cambia que sigues siendo el mejor en esto. Hay más rondas, y todavía tienes tiempo para recuperarte.
Emma, con su carácter siempre alentador, se unió a la conversación con una sonrisa de apoyo.
— Estuviste increíble, Mikey. No te preocupes por el fallo. Todos cometemos errores, pero lo que realmente importa es cómo te recuperas. — anima Ken mientras le entrega una toalla para el sudor.
Sin embargo, Manjiro no podía sacudirse la sensación de que había perdido una ventaja crucial. A pesar del apoyo de sus amigos, el pequeño error era todo lo que podía pensar. La perfección que siempre había buscado se había visto comprometida, y el hecho de que Takemichi liderara, aunque solo por un pequeño margen, era una herida en su orgullo.
A medida que el primer día de competencia llegaba a su fin, las otras estrellas de Suiza, Estados Unidos y China también dejaron su marca. Cada actuación era impresionante, pero el verdadero enfoque estaba en la rivalidad entre Takemichi y Mikey. El primer día había terminado con Takemichi en la cima, pero todos sabían que el camino hacia la final estaría lleno de desafíos y sorpresas.
— Esto no ha terminado. No voy a dejar que un error me defina. Aún queda mucho por demostrar, y lo haré. No solo por el oro, sino por lo que representa. — recapacita el peliblanco con decisión.
Con esa determinación renovada, Mikey se preparaba para el siguiente día, sabiendo que cada movimiento contaría en la lucha por el oro. La competencia apenas comenzaba, y el hielo estaba listo para ser el escenario de una batalla que iría más allá de la técnica, tocando los rincones más profundos de sus corazones y sus pasiones.
Takemichi, rodeado por Izana, los Haitani y Sanzu, observaba a Mikey desde la distancia. Ambos sabían que el hielo no era el único lugar donde competían. Había una historia más profunda entre ellos, una que aún no había llegado a su conclusión.
Después de la intensa competencia del día, Takemichi se sentía abrumado por la mezcla de emociones y el agotamiento físico. Los vítores del público y la euforia del estadio se desvanecieron en cuanto abandonó el recinto. Con cada paso que daba hacia su habitación en el hotel, el peso de la tensión y el cansancio se hacía más evidente. Necesitaba desconectar, despejar su mente y encontrar un momento de tranquilidad lejos del bullicio y de la presión que le había acompañado durante todo el día.
Decidió que lo mejor sería darse un baño relajante en la piscina del hotel. El lugar, rodeado de lujosos jardines y con una vista despejada de la ciudad nocturna, prometía ser el refugio perfecto. Cuando llegó al vestuario de la piscina, la atmósfera se sintió diferente. El aire fresco de la noche le acarició la piel, y la suave iluminación de las lámparas flotantes reflejaba en el agua, creando una sensación de calma. Sin embargo, al asomarse a la piscina exterior, su tranquilidad se vio interrumpida por una visión inesperada.
Allí, flotando en el agua fría, estaba su mayor rival. Su cabello blanco se extendía alrededor de él como una aureola de luz bajo el reflejo de la luna. La imagen era serena, casi etérea, y parecía tan en paz que Takemichi se detuvo en seco, sorprendido por el inesperado encuentro. El cansancio de la competencia y el conflicto emocional acumulado a lo largo del día parecían estancarse en su pecho.
Mikey abrió los ojos al notar la presencia de alguien conocido. Sus miradas se encontraron en un cruce de emociones no dichas, una mezcla de sorpresa y una tristeza no expresada. Antes de que el albino pudiera hablar, Takemichi, sintiendo una oleada de incomodidad, desvió la mirada y optó por evitar más complicaciones.
— No... no puedo lidiar con esto ahora. Solo necesito un momento de paz. — murmura entre dientes.
Se dirigió al jacuzzi cercano con pasos apresurados, tratando de escapar de la situación incómoda. Se sumergió en el agua caliente, dejando que el calor aliviara los músculos tensos y el estrés acumulado. Cerró los ojos, intentando enfocar su mente en la sensación relajante del agua y en el silencio que lo rodeaba. Sin embargo, el intento de evasión duró poco.
El sonido del agua moviéndose se hizo más cercano, y al abrir los ojos, vio a Mikey acercándose al jacuzzi. La presencia de esa persona en el espacio ahora reducido hizo que el ambiente se volviera aún más cargado. La tensión era palpable, como si el aire mismo se hubiera espesado con la incomodidad y la carga emocional que ambos llevaban.
Mikey se sumergió en el jacuzzi sin decir una palabra, sus movimientos eran deliberadamente tranquilos pero cargados de una intensidad contenida. Tomó asiento en el borde opuesto a Takemichi, la distancia física insuficiente para eliminar la carga emocional entre ellos.
El silencio se convirtió en un peso tangible. Takemichi se esforzaba por mantener la calma, pero el hecho de que él estuviera tan cerca, en un lugar destinado a la relajación, aumentaba la tensión. Sus pensamientos eran un torbellino de emociones encontradas, y su frustración era evidente, aunque intentaba ocultarla.
Finalmente, Sano rompió el silencio, su voz baja pero clara, cargada con una mezcla de sinceridad y desafío.
— No esperaba verte aquí, Hanagaki. — comenta con voz tranquila pero cargada de reproche.
Takemichi frunció el ceño, intentando mantener la calma. Estaba agotado, y lo último que necesitaba era una confrontación. Sin embargo, Mikey seguía mirándolo, como si quisiera sacar algo a la luz que había estado guardando por años.
— No vine a verte, Sano. Solo quiero relajarme.
— Nacionalizado en Rusia, representando a un país que no es el tuyo. No pensé que te habías alejado tanto. — se queja y señala cosas personales de la vida de su rival.
Esas palabras atravesaron a Takemichi como una flecha, tocando una fibra sensible que no había esperado. Sabía que lo estaba provocando, pero la herida que esas palabras abrían era más profunda de lo que quería admitir. Decidió no responder de inmediato, pero Mikey no lo dejó escapar tan fácilmente.
— Nunca entendí por qué te fuiste. ¿Por qué huir? Tienes sangre japonesa, pero ahora representas a otro país. Me pregunto si es porque siempre has sido un segundón, incapaz de destacar por ti mismo. — lo apunta ahora siendo más directo.
Takemichi sintió que algo en su interior se rompía. Las palabras de esta persona golpeaban con fuerza, tocando viejas inseguridades que había intentado enterrar. Se enderezó en el jacuzzi, su cuerpo tenso mientras sus ojos oscuros se clavaban en los de Manjiro
— ¿Huir? ¿De verdad piensas eso? Me fui porque no tenía otra opción. Todo lo que conocía se desmoronó y no podía quedarme más tiempo en un lugar donde siempre me sentí como una sombra. Represento a Rusia porque soy mitad ruso, Mikey. ¡No hui, tomé una decisión! — vocifera con rabia, sus ojos lo estrujan.
— ¿Una decisión? ¿O fue una excusa? Siempre has estado en mi sombra, Hanagaki, y eso te consumió. Te convertiste en alguien que corre hacia otro país porque no podías lidiar con no ser el mejor.
Las palabras de Mikey eran crueles, pero reflejaban la frustración que ambos habían estado acumulando durante años. Lo que había comenzado como una conversación incómoda ahora era un enfrentamiento. Takemichi lo miró con los ojos ardiendo, las emociones burbujeando en su interior.
— No eres el centro del mundo, Mikey. No todo gira a tu alrededor. Sí, me fui, pero no fue por ti. Fue porque ya no podía más con todo lo que estaba pasando. Tú no lo entiendes, porque siempre has sido el favorito, el niño prodigio. No todos tenemos el lujo de ser perfectos como tú.
El otro se quedó en silencio por un momento, sus ojos brillando con una intensidad oscura. Aunque las palabras de Takemichi le dolían, no podía dejar de sentir que había algo más detrás de esa rabia.
— Si realmente pensabas eso, si realmente creías que todo se trataba de mí, entonces no entendiste nada. Siempre fuiste importante, Hanagaki. Pero nunca tuviste el coraje de enfrentarte a ello. Por eso sigues siendo un segundón. — suelta sin pensar esas palabras. Ya era tarde para poder rectificarse.
Las palabras "segundón" cayeron como un martillazo. Takemichi apretó los puños bajo el agua, sintiendo cómo el calor del jacuzzi contrastaba con el fuego que ardía dentro de él.
— Al menos yo no me he escondido detrás de un nombre y una imagen perfecta toda mi vida. Al menos yo soy capaz de admitir mis errores, Mikey. Tú sigues siendo el mismo, incapaz de ver más allá de tu orgullo. — su voz tiembla.
El silencio que siguió fue sofocante. Ambos se quedaron mirándose, con las emociones a flor de piel, incapaces de retroceder, pero también sin saber cómo avanzar. La tensión entre ellos era palpable, y aunque las palabras que habían intercambiado dolían, también revelaban lo que había estado acumulándose durante años.
Finalmente, Takemichi apartó la mirada, respirando hondo para calmarse.
— No tengo tiempo para esto. Si lo único que tienes son reproches, entonces no hay nada más que hablar.
Se levantó del jacuzzi, el agua goteando por su cuerpo mientras salía en silencio, dejando a Mikey solo bajo la luz de la luna. Pero incluso mientras se alejaba, Takemichi sabía que lo que había pasado esa noche no era el final. Había cosas entre ellos que aún no habían sido resueltas, y tarde o temprano, tendrían que enfrentarlas de nuevo.
Un nuevo día y la ultima competencia se daba, el estilo libre.
El estadio estaba completamente en silencio cuando Mikey se deslizó al centro de la pista de hielo. La atmósfera era tensa, cargada de expectación. Todos sabían que estaban a punto de presenciar algo inolvidable. Era la final, la última oportunidad para brillar, y Mikey se encontraba en el centro de ese escenario bajo las luces deslumbrantes. Vestía un elegante traje rojo con detalles dorados que resaltaban bajo las luces del estadio, dando la impresión de que estaba envuelto en llamas.
La música comenzó a sonar: "Way Down We Go" de Kaleo. El ritmo lento y oscuro de la canción llenaba el aire, y Mikey cerró los ojos un momento, dejando que la música lo invadiera por completo. Cada nota lo envolvía, y cuando abrió los ojos de nuevo, ya no estaba en el estadio... estaba en su propio mundo, en su propio espacio.
— Este es el final. Todo se reduce a esto. No puedo fallar. No puedo perder.
Sus movimientos comenzaron lentos, casi como si estuviera calculando cada paso, cada giro. Pero había algo más profundo en su patinaje esta vez. No era solo una actuación técnica perfecta; era una historia. Mikey estaba usando su cuerpo para transmitir la intensidad de lo que sentía, algo que había guardado durante demasiado tiempo. Los giros y saltos, tan precisos y fluidos como siempre, parecían cargados de emociones crudas.
La canción hablaba de una caída, de tocar fondo, y él lo entendía mejor que nadie. Sus movimientos eran oscilantes, como si estuviera siendo arrastrado por una corriente invisible, luchando por mantenerse en pie. Cada salto era una pequeña victoria, y cada aterrizaje perfecto era un recordatorio de que, a pesar de todo, seguía de pie.
Mientras se deslizaba por el hielo, sus pensamientos se volvieron hacia Takemichi. En cada pirueta, cada giro, veía su rostro. Veía los momentos en los que habían sido amigos, los recuerdos de un pasado que no había dejado de dolerle. No podía evitarlo.
— Siempre estuvo ahí. Siempre fue importante. ¿Y qué hice? Lo dejé ir.
El público contenía la respiración mientras Mikey ejecutaba un salto cuádruple, aterrizando de manera impecable. Su cuerpo parecía estar en perfecta sincronía con la canción, cada movimiento cargado de una intensidad emocional que era casi tangible. Pero a pesar de la perfección de su técnica, sus pensamientos seguían enfocados en Takemichi.
— Todo esto... todo este tiempo... estuve luchando por demostrar algo, pero siempre fue por él. Para que me viera. Para que no me olvidara.
La música alcanzó su clímax, y Mikey realizó un giro final que dejó al público sin aliento. Con un último movimiento elegante, terminó su rutina en el centro de la pista, con los brazos extendidos y la cabeza inclinada hacia abajo, como si hubiera dejado todo lo que tenía en esa actuación. Durante unos segundos, todo estuvo en completo silencio, hasta que el estadio estalló en aplausos.
Se quedó ahí, respirando con dificultad, sus ojos fijos en el hielo bajo sus pies. Estaba agotado, no solo físicamente, sino también emocionalmente. Levantó la vista, buscando algo o alguien... y ahí estaba Takemichi, mirándolo desde el otro lado de la pista. Sus ojos se encontraron, y durante unos instantes, el mundo se redujo a esos dos.
— Todo esto... fue por ti. Y lo sabes. — pensó el de ojos ónix, lo miraba.
Los aplausos continuaban, pero Mikey no podía apartar la mirada de Takemichi. Había tanto que decir, tanto que no se había expresado, pero en ese momento, no hacían falta palabras. Ambos sabían lo que significaba esa actuación, lo que significaba estar allí, enfrentados de nuevo después de tantos años.
Finalmente, Mitsuya y Emma se acercaron a Mikey, ambos con expresiones de orgullo.
— Lo hiciste. No importa lo que digan los jueces. Esa actuación... fue tuya, Mikey.
— Fue increíble. No hay nadie que pueda igualarte, ni siquiera Takemichi. Estoy segura de que vas a ganar. — expresa emocionada Emma en apoyo a su hermano.
Pero Manjiro, aunque agradecido por las palabras de sus compañeros, seguía atrapado en sus pensamientos. Todo lo que quería era una reacción de Takemichi, una señal de que lo que había hecho no había sido en vano.
Los jueces comenzaron a mostrar sus puntuaciones. La pantalla gigante en el centro del estadio mostraba números impresionantes, casi perfectos. A pesar del pequeño fallo en las rondas anteriores, Mikey se encontraba ahora en la cima. La ovación del público era ensordecedora, pero él apenas la escuchaba. Sus ojos seguían clavados en Takemichi.
— Si esto es el final, entonces que lo sea. Pero quiero que lo sepas. Nunca fuiste un segundón. Nunca fuiste menos.
Con un último suspiro, Sano se giró hacia su equipo, consciente de que aún quedaba una última actuación por delante: la de Takemichi. Sabía que el verdadero desenlace de esta historia no estaba en los puntajes, sino en lo que sucediera en los próximos minutos, en la pista y más allá.
El día de la gran final había llegado, y la atmósfera en el estadio de Barcelona estaba cargada de emoción y anticipación. La pista de hielo brillaba bajo las luces, y las expectativas eran aún más altas después de la increíble presentación de Manjiro Sano. El público, todavía emocionado por su actuación al ritmo de Way Down We Go, esperaba con ansias la última presentación del día: Takemichi Hanagaki.
Mientras el peliblanco había dejado su marca con su estilo fluido y cargado de emociones, ahora era el turno de Takemichi de demostrar su destreza y talento en la pista. El estadio estaba lleno de banderas rusas, japonesas y de otros países, y las voces de los aficionados retumbaban en el recinto, impacientes por ver qué tenía preparado Takemichi para esta última ronda.
Takemichi, en el vestuario, respiraba profundamente mientras ajustaba los últimos detalles de su atuendo. Esta vez, vestía un traje negro con detalles dorados que brillaban a la luz, reflejando una combinación de elegancia y poder. En su mente, repasaba una y otra vez la coreografía que había perfeccionado durante meses, consciente de que esta actuación podría ser la más importante de su vida. El tema que había elegido para el estilo libre era "Daylight" de David Kushner, una canción que resonaba profundamente en su corazón y que representaba mucho de lo que sentía en ese momento.
La canción que había elegido no era solo una pieza musical; era una representación de su lucha interna, de las sombras que había dejado atrás y de la luz que aún buscaba. "Daylight" era su mensaje al mundo, a sí mismo... y a Manjiro.
Izana, su mentor, lo observaba desde la distancia, consciente de la presión que pesaba sobre él.
— Estás listo, Takemichi. Has trabajado duro para esto. Recuerda por qué estás aquí. — sonríe el moreno.
— Has estado entrenando ese salto durante meses. Si lo logras hoy, no habrá nada que Mikey o cualquier otro pueda hacer para superarte. — se apoyaba en una pared, Rindou.
— El salto... sí. No puedo fallar. Esta es mi oportunidad.
Cuando finalmente fue llamado a la pista, el corazón de Takemichi latía con fuerza. Los murmullos del público eran apenas audibles para él mientras se deslizaba suavemente hacia el centro del hielo. La luz se apagó ligeramente, y solo un foco lo iluminaba, creando una atmósfera de expectativa palpable. Cerró los ojos por un momento, inhalando profundamente, y cuando la música comenzó a sonar, su cuerpo se movió al ritmo del suave piano inicial.
Los primeros acordes de la música llenaron el estadio, y Takemichi comenzó su rutina con movimientos lentos pero precisos, como si estuviera dejando que la canción lo guiara. Cada paso que daba en el hielo era suave pero firme, y su cuerpo parecía flotar mientras se movía en perfecta sincronía con la música. Mientras la canción avanzaba, la tensión en la melodía crecía, y así también lo hacía la intensidad de los movimientos.
— Esto es por mí. No por los demás. No por lo que pasó antes. Solo por mí.
La coreografía que había preparado contaba una historia de luz y oscuridad, de lucha y superación, reflejando los desafíos que había enfrentado en su vida y carrera. En cada salto, en cada giro, Takemichi se dejaba llevar por la música, pero sabía que el momento decisivo estaba por llegar. Era el salto complicado que había practicado durante meses, uno que pocos patinadores se atrevían a intentar en una final.
A medida que la canción alcanzaba su clímax, sintió la adrenalina correr por su cuerpo. Sabía que este era el momento. Se lanzó hacia el aire con una combinación de giros y rotaciones casi imposibles, su cuerpo volando por el hielo como si desafiara la gravedad. La tensión en el estadio era palpable mientras el público contenía el aliento. Y cuando aterrizó, lo hizo con una precisión impecable.
—Cada vez que cierro mis ojos... es como un paraíso oscuro.
El estadio estalló en aplausos. La ovación fue ensordecedora, pero Takemichi no permitió que lo distrajera. Continuó con la rutina, culminando en una serie de movimientos fluidos que dejaron claro que había dado todo lo que tenía en esa actuación.
— Lo logré. Este es mi momento.
Cuando la última nota de la canción sonó y Takemichi terminó su coreografía con un elegante giro final, se quedó en el centro del hielo, respirando con fuerza mientras escuchaba el estruendo de los aplausos. Las luces del estadio brillaban a su alrededor, pero su mirada estaba enfocada en una sola cosa: Manjiro.
Desde la distancia, Mikey observaba, sus ojos fijos en Hanagaki. Había visto cada movimiento, cada salto, y no pudo evitar sentir una mezcla de admiración y una emoción más profunda que no podía ignorar. Por primera vez, entendió lo que Takemichi había querido transmitir con su actuación. No era solo una competencia. Era una declaración.
Izana y los demás corrieron hacia Takemichi cuando salió del hielo, sus rostros radiantes de orgullo.
— Lo hiciste, Takemichi. Esa fue... simplemente perfecta. — reconoce el entrenador con una sonrisa sincera.
— Nunca te vi patinar así. Fue como ver a otra persona. — menciona Sanzu.
— Ese salto fue de otro nivel. No hay manera de que Mikey te supere esta vez. — indico Rindou a lo que su hermano Ran, asiente. El par de hermanos lucia orgullosos de su logro.
Takemichi apenas podía escuchar a sus amigos mientras respiraba profundamente, recuperándose de la intensidad de la rutina. Sabía que había dado lo mejor de sí, y ahora solo quedaba esperar la puntuación.
Los jueces comenzaron a mostrar los resultados en la pantalla gigante del estadio. Takemichi observó con el corazón latiendo en su pecho mientras los números aparecían uno a uno. La puntuación era alta... muy alta. Rozaba la perfección.
— Lo logré. Finalmente.
El público se puso de pie, ovacionándolo de nuevo. Takemichi miró una vez más hacia Mikey, que seguía observándolo desde la distancia. Esta vez, no había palabras, solo miradas. Ambos sabían que ese momento no se trataba solo de quién ganaba o perdía, sino de todo lo que habían pasado para llegar hasta ahí.
Takemichi había dejado su marca en el hielo. Ahora, el mundo sabía quién era realmente.
Todos los competidores observaban la pantalla gigante en la arena, Takemichi tenía su corazón latiendo con fuerza mientras los números aparecían lentamente. Su puntuación final estaba a punto de ser revelada, y aunque había dado todo lo que tenía en la pista de hielo, no podía evitar el nerviosismo que le invadía. Los aplausos aún resonaban en sus oídos, pero sus pensamientos estaban concentrados únicamente en ese último momento crucial.
Finalmente, los números se detuvieron, y las luces en la pantalla gigante mostraron su resultado: primer lugar. Takemichi, en representación de Rusia, había ganado la medalla de oro.
Por un momento, todo a su alrededor se desvaneció. La realidad lo golpeó con fuerza: lo había logrado. El oro era suyo.
Las lágrimas comenzaron a llenar sus ojos antes de que pudiera detenerlas. Mientras la ovación ensordecedora del público llenaba el estadio, dejó que las emociones lo invadieran por completo. Las cadenas invisibles que había sentido durante tantos años, la presión, la culpa, la sombra de su pasado... todo eso se desvaneció de repente. Una sensación de libertad lo envolvió, como si por fin se hubiera liberado de todo lo que lo había atado.
— Lo logré. Finalmente... soy libre.
Su equipo corrió hacia él. Izana lo abrazó con fuerza, mientras los Haitani y Sanzu lo felicitaban con sonrisas y palabras de orgullo. Había trabajado tanto, se había sacrificado tanto, y ahora, la recompensa estaba frente a él.
— Sabía que lo harías, Takemichi. Siempre supe que este era tu destino.
— Ahora todo el mundo sabrá lo que siempre fuimos nosotros: que eres el mejor. — confirma Haruchiyo con orgullo.
...
La ceremonia de premiación comenzó poco después. Takemichi, vestido con su uniforme oficial de Rusia, se encontraba en el podio más alto. A su lado, Manjiro, quien había quedado en segundo lugar representando a Japón, mantenía una expresión estoica, pero había algo en su mirada que revelaba una mezcla de aceptación y respeto. En el tercer lugar, el patinador de China, orgulloso de su medalla de bronce, completaba el podio.
El himno nacional de Rusia comenzó a sonar, y Takemichi no pudo contener las lágrimas mientras observaba cómo izaban su bandera en lo más alto. Las cámaras capturaban cada momento, pero en ese instante, no le importaba el mundo exterior. Lo único que sentía era la realización de un sueño que había perseguido durante años. Su pasado, su dolor y sus sacrificios finalmente habían valido la pena.
Cuando la ceremonia terminó, los periodistas lo rodearon, deseosos de obtener sus primeras palabras como campeón.
— Takemichi Hanagaki, campeón mundial de patinaje artístico, ¿qué significa para ti este momento? — pregunta una periodista.
Toma un respiro profundo antes de hablar.
— Significa... liberación. He trabajado toda mi vida por esto. He enfrentado muchas dificultades, pero estar aquí ahora, con esta medalla... es una prueba de que nunca debemos rendirnos, sin importar lo difícil que parezca el camino. Este oro no es solo mío. Es de mi equipo, de mi familia... y de todos los que creyeron en mí.
Las preguntas continuaron, pero Takemichi se mantuvo sereno, respondiendo con humildad y gratitud. Aunque la presión de los medios estaba presente, en su interior solo había una sensación de paz. Había ganado, sí, pero lo más importante es que había recuperado algo que había perdido hace mucho tiempo: a sí mismo.
Más tarde esa noche, cuando el bullicio del estadio se calmó y todos comenzaron a retirarse, Takemichi recibió una nota inesperada. La pequeña hoja de papel estaba doblada de manera simple, pero cuando la abrió, su corazón dio un vuelco. El mensaje era claro y directo:
"Te espero en la azotea. —Mikey"
Takemichi supo de inmediato que debía ir. El peso de las palabras que ambos habían intercambiado en el pasado seguía presente, y sabía que aún quedaba algo por decir. Así que, sin pensarlo mucho, subió a la azotea del hotel, donde el frío de la noche barcelonesa lo envolvió en cuanto abrió la puerta.
El frío de la noche barcelonesa envolvía a Takemichi mientras subía a la azotea del hotel. La luz de la luna y las estrellas iluminaban el espacio, creando un ambiente que, a pesar de la calma aparente, estaba cargado de tensión y emoción. Al abrir la puerta que daba a la azotea, el aire fresco le golpeó la cara, y en el silencio de la noche, vio a Mikey esperando, su cabello blanco resplandeciendo bajo el tenue resplandor lunar.
El mayor se volteo con una expresión que mezclaba serenidad y una profunda vulnerabilidad. La distancia emocional que ambos habían mantenido durante años parecía estar a punto de cerrarse, pero solo si podían encontrar las palabras adecuadas para resolverlo.
— Sabía que vendrías. — rompe el silencio el japones.
— No podía no venir.
Se quedaron en silencio por un momento, observando las luces parpadeantes de Barcelona a sus pies. El murmullo de la ciudad y el susurro del viento eran los únicos sonidos que rompían el silencio. La conexión entre ellos, que había permanecido suspendida en el aire durante tanto tiempo, comenzaba a hacerse tangible nuevamente.
— Vi tu actuación hoy. Fue más que perfecta. No solo el puntaje... sino la forma en que lo diste todo. Me hizo recordar por qué... por qué sentí algo especial contigo. — mira al cielo y luego baja su mirada al azabache, el viento movía los cabellos rebeldes del chico.
— No se trataba solo de ganar, Mikey. Fue un intento de probarme a mí mismo que podía enfrentar el pasado... y quizás, también demostrarte algo a ti. Lo que tuvimos y lo que perdimos no debería ser olvidado sin más. — suspira.
Sano asintió lentamente, entendiendo la profundidad de las palabras de Takemichi. El dolor de los años pasados y la confusión de su separación parecían estar desvaneciéndose, permitiéndoles ver las cosas con más claridad.
— Takemichi, quiero disculparme. Por todo el tiempo que nos distanció, por todo lo que dejé sin decir. Nunca supe cómo manejar lo que sentía, y ahora veo que dejé que se convirtiera en una barrera entre nosotros. — da un paso el de ojos oscuros.
— Yo también me disculpo. No entendí lo que estábamos perdiendo, ni cómo manejar lo que sentía. Te hice daño, y por eso lamento profundamente. expresa con sinceridad, sus ojos ya húmedos.
—Necesitamos sanar primero. Debemos confrontar lo que nos hirió y encontrar una manera de construir algo nuevo. No será fácil, pero quiero hacerlo contigo. Quiero ver qué podemos hacer juntos, sin las sombras del pasado interponiéndose.
— Estoy dispuesto a hacerlo. Quiero enfrentar el futuro, pero primero debemos sanar y entendernos nuevamente. Estoy aquí, dispuesto a intentar lo que sea necesario.
Asiente y limpia sus ojos llorones.
— Entonces, déjame felicitarte de verdad. No solo por ganar hoy, sino por mostrarme que todavía hay algo en nosotros que vale la pena. Eres increíble, Takemichi, y siempre lo has sido.
— Gracias, Manjiro. Eso significa mucho. Y sé que podemos hacer esto... si ambos estamos dispuestos a trabajar en ello. — declaro el joven, sus ojos brillaban de forma única.
Bajo el cielo nocturno de Barcelona, rodeados por la luz de la luna y el susurro del viento, Takemichi y Manjiro se miraron con una comprensión renovada. El pasado no desaparecía de inmediato, pero estaban dispuestos a enfrentar lo que viniera, juntos. La noche avanzaba, y con ella, una nueva oportunidad para sanar y reconstruir lo que una vez compartieron.
Nota final
Finalmente el día ha llegado. Estoy muy feliz de este día, dado que a pesar de no ser el final feliz es el comienzo de algo nuevo. Quise cerrar así dado que en mi anterior week quedo inconcluso el destino de Takemichi y Mikey.
No es una continuación directa pero si tiene relación con esa historia pero pueden leer ambos One-Shot por separado. Especialmente en Catarsis, cap deporte.
Les agradezco mucho su lectura a mi week.
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