𝘋𝘢𝘺 5: 𝘔𝘪𝘵𝘰𝘭𝘰𝘨𝘪𝘢 𝘎𝘳𝘪𝘦𝘨𝘢
Temática: Mitología Griega
Palabras: 8300
Advertencias: Pañuelos...
Sinopsis: Mikey sabe que es Hades, y en esta vida busca a su amada Perséfone.
"Mientras me hundía en la desesperación de encontrarte una vez más, tu recuerdo me hizo no dejar de luchar. Te esperaré siempre, amor mío."
En la vasta y majestuosa extensión del Olimpo, la vida de los dioses seguía un curso ordenado y predecible.
Hades, el enigmático señor del inframundo, siempre había sido una figura solitaria y reservada. Su dominio sobre el reino de los muertos era solemne y distante, una existencia marcada por la quietud y el poder.
Perséfone, por otro lado, brillaba con una luminosidad y vitalidad que contrastaban marcadamente con la oscuridad del inframundo. Su presencia en la Tierra era la promesa de la primavera, trayendo renacimiento y alegría a la humanidad. A pesar de su papel como diosa de la primavera, Perséfone sentía una curiosidad irresistible por los misterios que se encontraban más allá del mundo viviente.
La primera vez que Hades y Perséfone se encontraron, fue en una de las visitas de la diosa al inframundo, un acto aparentemente inocente que la llevó a explorar las profundidades que tanto había oído hablar. Hades, sorprendido por la presencia de la diosa, se encontró fascinado por su belleza y su espíritu indomable. Perséfone, a su vez, estaba intrigada por la majestad oscura y la profundidad del inframundo.
A medida que sus encuentros se hicieron más frecuentes, comenzó a surgir una conexión profunda entre ellos. Hades admiraba la luz y el optimismo de Perséfone, mientras ella descubría una tristeza y un poder en Hades que nunca había imaginado. Los dos comenzaron a compartir conversaciones largas y profundas, descubriendo en cada uno un complemento a lo que faltaba en sus vidas. La luz y la oscuridad se entrelazaban de una manera que desafiaba las normas divinas.
Pronto, lo que había comenzado como una curiosidad se transformó en un amor ardiente y apasionado. Sus encuentros secretos en el inframundo se llenaron de momentos de intimidad y promesas compartidas. Perséfone empezaba a pasar más tiempo con Hades, y el ciclo natural de la primavera se volvía cada vez más inestable.
El Olimpo estaba en una atmósfera de preocupación y tensión. El resplandor de Perséfone traía vida a la Tierra, pero su creciente presencia en el inframundo estaba causando desequilibrio. La primavera eterna que provocaba la llegada frecuente de Perséfone al inframundo había sumido al mundo en un invierno perpetuo. Los campos y bosques se marchitaban bajo el frío prolongado, y la humanidad sentía el peso de una estación que nunca acababa. La naturaleza estaba al borde del colapso, y el resplandor de Perséfone parecía más una maldición que una bendición.
En una gran sala del Olimpo, los dioses se reunían para discutir el grave problema. Zeus, el rey de los dioses, estaba en el centro de la sala, su expresión grave mientras escuchaba a los otros dioses discutir el asunto. Atenea, la diosa de la sabiduría, y Apolo, el dios de la naturaleza, intercambiaban miradas preocupadas.
—Este amor entre Hades y Perséfone está desestabilizando el equilibrio natural —dijo Zeus con voz firme, rompiendo el murmullo de la sala.
—Es cierto —asintió Atenea—. La primavera interminable está dañando los cultivos y el clima. La humanidad está sufriendo y la armonía del mundo está en peligro.
—Además, Perséfone ha comenzado a resistirse a su papel como diosa de la primavera —añadió Apolo, su rostro en una mueca de preocupación—. Ella parece tener la intención de permanecer en el inframundo, desafiando el ciclo natural que hemos establecido.
Zeus miró a sus compañeros dioses, la preocupación en su rostro transformándose en una determinación fría. La influencia de Hades y Perséfone en el mundo mortal se estaba convirtiendo en una amenaza directa a la autoridad del Olimpo.
—Debemos actuar antes de que la situación empeore —declaró Zeus—. Este amor está alterando el equilibrio que hemos mantenido durante eones. No podemos permitir que continúe
En el inframundo, Hades y Perséfone estaban sumidos en una conversación, sin saber lo que se tramaba en su contra. Hades, con su presencia imponente, miraba a Perséfone con una mezcla de admiración y preocupación.
—¿Sientes la tensión en el aire, Perse? —preguntó Hades, su voz resonando con un eco bajo.
—Sí, Hades. El equilibrio parece tambalearse —respondió Perséfone, su rostro reflejando una preocupación similar—. Pero no podemos dejar que esto nos separe. Este amor es más fuerte que cualquier ley que los dioses puedan imponer.
Sin embargo, el destino ya había tomado su decisión. En la asamblea del Olimpo, Zeus se dirigió a los demás dioses, decidido a imponer un castigo severo.
—Hades y Perséfone han demostrado ser una fuerza que no podemos controlar —dijo Zeus—. Su amor, aunque verdadero, está perturbando el orden del cosmos. Los castigaremos despojándolos de sus poderes divinos y condenándolos a vivir como mortales.
Una vez tomada la decisión, los dioses comenzaron a preparar el castigo. Hades y Perséfone serían enviados a la Tierra en cuerpos mortales, sin recuerdo de su existencia divina. El proceso de despojarles de sus poderes implicaba no solo una transformación física, sino también una borradura completa de sus memorias y de su esencia divina. En su lugar, se les daría la oportunidad de vivir una vida humana, enfrentándose a las emociones y dificultades de una existencia mortal.
Zeus, con un gesto solemne, miró a los dioses presentes.
—Ellos reencarnarán a lo largo de los siglos, condenados a encontrarse y enamorarse una y otra vez. Cada reencarnación será una repetición de amor y pérdida, una tragedia que los separará constantemente. Este será su castigo y su destino.
Los dioses, aunque comprendían la necesidad de mantener el equilibrio, no podían evitar sentir un leve resquemor por la severidad del castigo. Sin embargo, la decisión estaba tomada, y el ciclo de reencarnación para Hades y Perséfone había comenzado.
En el instante en que los dioses pronunciaron el hechizo final, el cielo y la tierra se vieron envueltos en una explosión de luz y oscuridad. Hades y Perséfone fueron arrastrados de regreso a la Tierra, despojados de su divinidad y condenados a una existencia mortal.
En el inframundo, Hades y Perséfone sintieron un estremecimiento en el aire, una sensación abrumadora de pérdida y desesperación. Sin previo aviso, el suelo tembló y una luz cegadora envolvió sus cuerpos. Hades extendió la mano hacia Perséfone, su expresión una mezcla de incredulidad y miedo.
—¡Perséfone! —exclamó Hades, su voz cargada de desesperación mientras el hechizo se desplegaba alrededor de ellos.
Perséfone, con lágrimas en los ojos, intentó alcanzar a Hades, pero la energía del hechizo los separaba, estirando el espacio entre ellos.
—¡Hades, no! ¿Qué están haciendo? ¡No quiero separarme de ti!
La luz se intensificó, y las figuras de Hades y Perséfone comenzaron a desvanecerse en la nada. Sus cuerpos se tornaron etéreos, y la esencia de su divinidad se disolvió en el cosmos. Hades y Perséfone se miraron con desesperación mientras se alejaban uno del otro, su conexión amorosa desmoronándose ante el poder de los dioses.
—Recuerda que siempre estaremos destinados a encontrarnos de nuevo —dijo Hades, su voz distorsionada por la distancia creciente—. No importa cuánto tiempo pase, nuestro amor siempre encontrará el camino.
—Te encontraré, Hades —respondió Perséfone, su voz desvaneciéndose mientras el hechizo los arrojaba al vacío de la mortalidad.
Con un último destello de luz y oscuridad, Hades y Perséfone fueron enviados a la Tierra, despojados de su divinidad y condenados a vivir como mortales. Su destino quedó sellado, y el ciclo de reencarnación comenzó.
Este castigo, impuesto por los dioses del Olimpo, era tanto una prueba de su poder como una forma de garantizar que el equilibrio entre la vida y la muerte se mantuviera. Hades y Perséfone estaban destinados a vivir sus vidas humanas, encontrar el amor y perderlo, sin poder recordar las vidas pasadas que habían desafiado el orden divino.
Y así, mientras los eones pasaban, sus almas buscaban encontrarse una y otra vez, anhelando la conexión que una vez compartieron y enfrentando el desafío de recordar y amar a pesar de las restricciones de su nuevo destino.
En el año 2017, el ciclo comenzaría de nuevo, con Takemichi y Manjiro enfrentándose a un destino que los había unido y separado a lo largo de los siglos.
Era una noche estrellada de septiembre, el aire fresco de la ciudad de Tokio vibraba con la energía de una fiesta universitaria. La música retumbaba desde el interior de una mansión elegante, cuyos salones estaban llenos de estudiantes que reían y bailaban con despreocupación. La noche era joven, y el ambiente estaba cargado de una mezcla de entusiasmo y promesas.
En medio de esta festividad, dos almas se estaban preparando para reencontrarse. Takemichi, con su cabello despeinado y su mirada distraída, acababa de llegar a la fiesta. Se sentía fuera de lugar, como si hubiera una desconexión entre él y la celebración que se desarrollaba a su alrededor. La sensación era familiar, una especie de melancolía que no podía entender del todo.
Al otro lado de la sala, Manjiro, con su aire de confianza y su presencia magnética, se movía entre sus amigos con una naturalidad que contrastaba con la inquietud que sentía por dentro. Su mirada se detuvo repentinamente al ver a Takemichi. Aunque no lo conocía en esta vida, había algo en él que despertó una oleada de recuerdos y emociones en Mikey.
Lo observó desde la distancia, su corazón se aceleró a medida que sus pensamientos se inundaron con visiones de un pasado que había sido borrado, pero no olvidado.
Se quedó quieto en medio de la pista de baile, su mente en un torbellino de emociones mientras observaba a Takemichi. Cada movimiento de ese chico, cada expresión en su rostro parecía resonar en una parte profunda de su ser que no podía ignorar.
Es él... pensó el antiguo dios griego, sintiendo un tirón en su corazón. Esa mirada, esa presencia... es como si el tiempo nunca hubiera pasado.
Un torrente de recuerdos y emociones antiguas se agolpaba en su mente, desafiando el presente y trayendo consigo imágenes de un pasado lejano. El amor entre Hades y Perséfone, el dolor de nuestra separación... todo está volviendo a mí. No puedo creer que esté aquí, en esta fiesta, tan cerca y tan lejos al mismo tiempo.
El rostro de Takemichi le resultaba familiar, no solo por su apariencia, sino por una sensación que Mikey había llevado consigo a lo largo de sus vidas. La conexión era abrumadora, y aunque no podía recordar todos los detalles, sabía que había algo profundamente significativo en su reencuentro.
Sabía que Takemichi era la reencarnación de Perséfone, la diosa con la que había compartido una vida de amor y tragedia. El reconocimiento fue inmediato, como una chispa encendida en la oscuridad. La conexión era inconfundible y profunda.
Mientras contemplaba a Takemichi desde el borde de la pista de baile, se sintió una mezcla de esperanza y desesperación. Sabía que debía ser cauteloso, no solo por la presión de mantener su identidad en secreto, sino también por el miedo a que la tragedia se repitiera una vez más.
Más tarde esa noche, Manjiro se reunió con sus amigos en un rincón tranquilo de la mansión. Los murmullos y risas del interior se desvanecieron a medida que entraron en una conversación más seria. Entre ellos estaban Draken y Emma, dos personas que consideraba cercanos que conocían su verdadera identidad como Hades.
—¿Lo viste? —preguntó Draken, su expresión seria mientras se acomodaba en una silla cerca de su amigo.
Mikey asintió lentamente, su mirada fija en la puerta de entrada, como si esperara ver a Takemichi entrar de nuevo.
—Sí, lo vi. —su voz era grave y llena de emoción reprimida—. No puedo creer que esté aquí, en esta vida, en esta fiesta. Es como si el destino estuviera dándome otra oportunidad.
Emma, con una expresión comprensiva, miró a su hermano con empatía. Sabía cuánto significaba esto para él.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Emma suavemente.
—Es complicado —admitió el rubio —. Lo reconozco de inmediato. Cada vez que lo veo, siento como si todo el peso de nuestras vidas pasadas estuviera sobre mis hombros. Es un recordatorio constante de la separación que nos espera.
Draken, siempre el pragmático, frunció el ceño.
—Debes tener cuidado, Mikey. No puedes actuar impulsivamente. Si alguien descubre quién eres realmente, podrían complicar aún más las cosas.
Sano asintió, su rostro mostrando una mezcla de determinación y tristeza.
—Lo sé. Pero también siento que no puedo dejarlo pasar. Este ciclo de amor y pérdida ha sido nuestro destino durante tanto tiempo. Tal vez esta vida nos dé una oportunidad diferente, si jugamos bien nuestras cartas.
Emma extendió una mano en un gesto de apoyo.
—Estamos contigo. Lo que necesites, estamos aquí para ayudarte. Pero recuerda, no podemos forzar el destino. A veces, el tiempo debe trabajar a su manera.
Mikey miró a estas personas que fueron su apoyo en el pasado y lo son ahora en el presente, sintiendo una ola de gratitud por su comprensión y apoyo. Sabía que el camino por delante no sería fácil, pero con el respaldo de aquellos que conocían la verdad, sentía que tenía una oportunidad, por pequeña que fuera, de cambiar el curso de su destino.
Así, mientras la fiesta continuaba a su alrededor, Mikey se preparaba para enfrentar el desafío que se avecinaba, determinado a encontrar una forma de romper el ciclo y, quizás, finalmente cumplir con el destino que los dioses les habían impuesto.
Manjiro, después de la fiesta en la que había sentido una conexión instantánea con Takemichi, no podía sacudirse la sensación de que algo crucial había cambiado en su vida. El encuentro con Takemichi, aunque breve y lleno de miradas silenciosas, había despertado en él una oleada de recuerdos y emociones que no podía ignorar. Sabía que Takemichi era la reencarnación de su amada Perséfone, y la verdad de su existencia en el presente mundo lo inquietaba profundamente.
Decidido a entender mejor a la persona que había estado buscando durante tanto tiempo, Mikey se sumergió en una investigación exhaustiva. Utilizando sus habilidades y recursos, comenzó a recolectar información sobre Takemichi Hanagaki.
Nombre: Takemichi Hanagaki.
Carrera: Cine, en su sexto semestre.
Situación Familiar: Huérfano, sin familiares conocidos. Su historia familiar era un misterio, y no había información disponible sobre sus padres o su pasado.
Beca: Becado en la universidad, lo que indicaba que había superado obstáculos significativos para llegar hasta aquí.
Sexo: Omega
Profundizó en los registros disponibles en la universidad y en otras fuentes, pero la información que encontró era mínima. La mayoría de los detalles personales sobre Takemichi eran vagos y estaban rodeados de un aura de misterio. La falta de familiares o antecedentes claros añadía una capa adicional de incertidumbre sobre su pasado.
— ¿Cómo es posible que alguien con un pasado tan oscuro y lleno de sombras sea la reencarnación de Perséfone? ¿Por qué no hay registros claros de su historia? —reflexionó mientras revisa documentos y pantallas de computadora
El hecho de que Takemichi fuera un omega también llamaba la atención del ojinegro. Esto significaba que Takemichi tenía una predisposición biológica que podría influir en su papel en su relación con Mikey. Las implicaciones de esto no eran claras, pero sabía que el vínculo entre ellos debía explorarse y entenderse completamente.
— ¿Qué tipo de vida ha tenido Takemichi hasta ahora? ¿Cómo puedo acercarme a él sin revelar demasiado? Necesito encontrar una manera de conectarnos sin forzar las cosas. — dijo con tono preocupado.
Mientras seguía investigando, también comenzó a notar patrones en la vida de Takemichi que coincidían con fragmentos de recuerdos de sus vidas pasadas. La tristeza en los ojos de Takemichi, el aire de melancolía que lo rodeaba, todo esto parecía resonar con la historia que Mikey conocía tan bien.
— Tal vez el hecho de que Takemichi sea huérfano y tenga un pasado desconocido tenga algo que ver con nuestra historia. Quizás su vida actual es una forma de protección, una manera en que el destino trata de mantenernos separados hasta que estemos listos. — murmurando para sí mismo
A medida que investigaba, también comenzó a desarrollar un plan para acercarse a Takemichi de manera que no revelara de inmediato sus conocimientos sobre su verdadera identidad. Sabía que debía ser cauteloso, especialmente dado el misterioso pasado de Takemichi y su situación actual. La delicadeza y la paciencia serían esenciales para acercarse a él sin causar alarma.
En sus momentos de reflexión, sentía una mezcla de ansiedad y esperanza. La reencarnación de Perséfone estaba frente a él, pero las barreras del pasado y las complejidades de la vida actual presentaban desafíos significativos. Sin embargo, estaba decidido a no dejar pasar esta oportunidad de reconectar con el amor de su vida y enfrentar juntos el destino que les esperaba.
Miraba una foto de Takemichi en la pantalla de su computadora — Voy a encontrar la manera de acercarme a ti, Takemichi. Nuestro amor merece una oportunidad, y no importa lo que tenga que hacer, no permitiré que nuestro destino se repita sin que lo intentemos.
La búsqueda de Mikey no solo se centraba en entender el pasado de Takemichi, sino también en encontrar la manera de establecer un contacto genuino y significativo. Sabía que el tiempo era crucial y que cada paso que diera debía ser cuidadosamente planeado para lograr el resultado que ambos merecían. La determinación de descubrir la verdad y construir un futuro juntos con su amor del pasado se convirtió en su prioridad, marcando el comienzo de una nueva etapa en su vida y en la vida de Perséfone.
Las noches para Takemichi se habían convertido en un territorio de incertidumbre y misterio. Cada vez que cerraba los ojos, era recibido por un mundo onírico que desafiaba la lógica y la realidad. Los sueños que antes eran meras sombras de imágenes confusas ahora se tornaban cada vez más claros y perturbadores.
En esta ocasión, Takemichi se encontró en un jardín de una belleza casi sobrenatural. El aire estaba saturado de una fragancia floral tan rica que parecía envolverlo en un abrazo suave. Las flores brillaban en colores intensos que desafiaban la paleta natural, como si el jardín mismo estuviera hecho de sueños y esperanzas. Vestía con una túnica blanca etérea que parecía fundirse con la luz dorada que emanaba del sol, creando una estampa de paz y serenidad.
El jardín estaba en calma, salvo por el suave susurro de la brisa que movía las flores. Sin embargo, una creciente sensación de nostalgia comenzó a envolverlo, como si algo en el aire le recordara un pasado lejano y desconocido. Cada flor, cada hoja, parecía tener un significado oculto, y el sentimiento de tristeza se filtraba lentamente en su conciencia.
— Este lugar... parece tan familiar, pero no sé por qué. — dijo contemplando el entorno, su voz en un susurro.
De repente, el jardín comenzó a desmoronarse. Las flores se desvanecieron, y el brillante sol se tornó en una sombra opaca. El calor se convirtió en frío, y Takemichi sintió una opresión en el aire. Se encontraba ahora en un vasto y sombrío reino subterráneo. El suelo estaba cubierto de tierra oscura y húmeda, y las sombras se movían de manera inquietante alrededor de él.
El silencio en el inframundo era pesado, interrumpido solo por el eco de sus pasos resonando en el vacío. Hanagaki se adentró en la oscuridad, sintiendo una presencia imponente que parecía seguirlo, aunque no podía ver nada claramente. En el horizonte, una figura alta y majestuosa comenzó a formarse lentamente.
La figura se materializó en el centro de la escena: era Hades, el dios del inframundo. Su presencia era dominante, y su cabello blanco brillaba con un resplandor oscuro en medio de la penumbra. Su aura era una mezcla de autoridad y melancolía, y la forma en que lo miraba parecía transmitir siglos de dolor y esperanza.
Llamo con una voz profunda y resonante que parecía venir de todas partes a la vez. — Perséfone...
El nombre era como un eco que retumbaba en la mente de Takemichi. Algo en ese momento hizo que un torrente de emociones le abrumara. Sus ojos se encontraron con los de Hades, y un extraño sentimiento de reconocimiento y conexión lo invadió. Era como si, en algún rincón escondido de su ser, conociera a Hades profundamente.
Con una mezcla de confusión y asombro habló. — ¿Quién eres tú? ¿Por qué me llamas así?
Avanzo lentamente hacia él con una mirada melancólica, sus movimientos cargados de una tristeza palpable.
— Recuerda, Perséfone. Eres la luz que trae vida a mi oscuridad, el equilibrio que buscamos. No puedes olvidar.
Takemichi sintió un impulso irresistible de acercarse, pero el suelo bajo sus pies parecía desmoronarse, como si cada paso que daba lo alejaba de la realidad y lo acercaba más a una verdad desconocida. La conexión con Hades era innegable, pero su mente luchaba por entenderla.
— No entiendo. ¿Por qué me dices esto? ¿Qué debo recordar? — pregunto con angustia en su voz.
El eco de sus palabras resonó en la vasta oscuridad, y Hades extendió su mano hacia Takemichi, como si intentara tocarlo a través de la distancia abismal que los separaba.
El dios hablo con una urgencia dolorosa en su tono.
— Nuestros destinos están entrelazados. En algún lugar, en alguna vida, tú y yo... estuvimos juntos. Pero ahora, debes encontrar la verdad por ti mismo. No podemos permanecer en este limbo para siempre.
La visión de Hades y el inframundo comenzó a desvanecerse lentamente. La oscuridad se intensificó y el frío se volvió abrumador. La imagen de Hades se desdibujó en las sombras, y el rubio sintió que estaba siendo arrastrado de regreso a la realidad.
— ¡No! ¡No te vayas! ¡Dime más! — grito con desesperación.
Pero las palabras se ahogaron en el vacío, y Takemichi se despertó de golpe, sudoroso y agitado. Se sentó en la cama, con el corazón latiendo con fuerza y una sensación de vacío abrumadora. El sueño había sido tan vívido, tan lleno de emociones intensas, que no podía deshacerse de la sensación de pérdida que había dejado en su pecho. Mientras trataba de asimilar lo que había experimentado, se dio cuenta de que algo había cambiado en su percepción, algo que lo impulsaba a buscar respuestas sobre la conexión profunda que parecía tener con Hades y su existencia pasada.
Takemichi estaba en el campus universitario, sentado en una mesa al aire libre con sus amigos de siempre, tratando de compartir lo que había experimentado en sus recientes sueños inquietantes. El sol brillaba con fuerza, y el sonido de risas y conversaciones llenaba el aire, pero Takemichi estaba distraído, sus pensamientos atrapados en el recuerdo de la noche anterior.
— No sé cómo describirlo. Era como si estuviera en un jardín, lleno de flores y luz, pero luego se desvaneció en un inframundo oscuro y frío. Vi a alguien... un hombre, que me llamaba Perséfone. Me sentí tan... conectado con él, pero no entiendo qué significa. — relató con cierta preocupación.
— Eso suena bastante intenso. ¿Has pensado en hablar con algún profesional de la mente sobre estos sueños? Podría ser útil. — sugirió Hinata, una chica con la que compartía clases y había conocido en primer semestre.
— Tal vez solo estás estresado. A veces, los sueños pueden ser solo una manifestación de nuestras preocupaciones diarias. — quiso animar Chifuyu un chico que estudiaba filosofía, pero era amigo de Takemichi desde la secundaria.
Takemichi estaba a punto de responder cuando una figura se acercó a ellos, cortando la conversación de forma abrupta. Era Kiyomasa, un tipo con una actitud desafiante y un grupo de amigos que lo acompañaba. Su expresión era de burla y desdén, y parecía haber tomado una especial afinidad por Takemichi.
— Oye, ¿qué tal el sueño, soñador? ¿Sigues hablando de tus tonterías de jardín y sombras? ¿No tienes cosas mejores que hacer? — empezó a molestar con una sonrisa maliciosa
El rubio levantó la mirada, confundido y algo intimidado por la hostilidad de este sujeto. Intentó ignorarlo, pero la presión aumentó cuando el otro se acercó más, interrumpiendo la conversación de sus amigos.
— ¿Qué pasa? ¿No tienes nada que decir? Quizás deberías ir a un psiquiatra en lugar de hablar con tus amigos sobre cuentos de hadas. — cuestiono siendo condescendiente.
Antes de que Takemichi pudiera reaccionar, el chico lo empujó con brusquedad. Hanagaki perdió el equilibrio y cayó al suelo, sus amigos se levantaron instintivamente, pero se encontraron paralizados por la sorpresa y la impotencia. El chico desafiante se inclinó hacia él, con una sonrisa cruel en su rostro.
— Mira, el pequeño soñador en el suelo. ¿Te sientes como en tu jardín de flores ahora? ¿O te das cuenta de que no tienes nada en la realidad? — mencionó mirándolo desde arriba.
Pero el otro seguía humillándolo, pero el ruido de la confrontación atrajo la atención de más estudiantes. Entre ellos, una figura destacada se acercó rápidamente. Era Manjiro, conocido por su presencia dominante y su reputación de no dejar pasar injusticias. Mikey observó la situación con una mirada fría y calculadora, su rostro exento de emoción.
— ¿Qué demonios crees que estás haciendo?
El bravucón se giró, reconociendo a Sano. La tensión en el aire se volvió palpable. Mikey se acercó con pasos firmes, y antes de que el otro pudiera reaccionar, le lanzó un golpe que lo hizo tambalear. Los dos se enfrentaron en una pelea rápida y violenta, la fuerza de Mikey contrastando con la resistencia del peleonero.
Takemichi, aún en el suelo, observaba con los ojos abiertos, sin poder moverse. Sus amigos, al principio atónitos, finalmente comenzaron a intervenir para separar a los dos luchadores, pero la pelea había tomado una intensidad que parecía incontrolable.
— ¡Esto no ha terminado! ¡No sabes con quién te estás metiendo! — dijo gritando mientras Mikey le daba un golpe final
Finalmente, después de una serie de golpes y forcejeos, el de pelo rubio empujó al chico desafiante fuera de la pelea y se giró hacia Takemichi, pero no intercambiaron palabras. La tensión entre ellos era palpable, y la mirada de Manjiro estaba llena de una comprensión silenciosa, como si hubiera visto algo en Takemichi que él mismo no entendía.
Se dio la vuelta y se alejó, dejando a Takemichi en el suelo, sus amigos todavía atónitos, pero intentando ayudarlo. Takemichi, con la mente nublada por la reciente conmoción, cerró los ojos mientras un sentimiento familiar y doloroso lo invadía. Mientras la conciencia de su entorno comenzaba a desvanecerse, una serie de recuerdos fragmentados y vívidos de sus vidas pasadas comenzaron a invadir su mente.
Imágenes de un jardín floreciente, la sensación de estar en los brazos de alguien, y el rostro de Hades mirándolo con una tristeza profunda. La conexión que había sentido en el sueño parecía cobrar vida, y las emociones eran tan intensas que no pudo soportarlas. La visión de Hades extendiendo la mano hacia él, la desesperación en su voz... todo se entrelazaba en su mente mientras la oscuridad comenzaba a envolverlo.
Susurró débilmente mientras se desmayaba. — Hades... Perséfone...
La última visión que tuvo antes de perder el conocimiento fue el rostro de Mikey alejándose, su mirada volviendo hacia él una vez más antes de desaparecer en la distancia. Takemichi cayó al suelo, la conciencia escapándose de él mientras el sueño y la realidad se fusionaban en un torbellino de recuerdos y sensaciones.
En una tranquila mañana de otoño, el bosque estaba envuelto en una bruma ligera que le confería un aire de misterio. Los árboles, altos y majestuosos, parecían murmurar secretos antiguos a medida que las hojas caídas crujían bajo los pies de los estudiantes. Takemichi y su grupo de compañeros de cine se encontraban en medio de su proyecto, grabando un cortometraje que debía capturar la esencia de la belleza y la melancolía del bosque.
Mientras Takemichi ajustaba su cámara y daba instrucciones a sus compañeros, la atmósfera parecía cargarse de una energía especial.
Unos metros más allá, Mikey, el estudiante de historia estaba ocupado con su propio proyecto. Había decidido aprovechar la tranquilidad del bosque para realizar algunas investigaciones en la zona cercana al lago.
— ¡Perfecto! Vamos a intentar otra toma desde este ángulo. Quiero que la luz del sol entre de esta manera, como si estuviera bañando el bosque con una sensación de esperanza. — recordó a sus compañeros, mientras ajusta el ángulo de la cámara
— ¡Entendido! Vamos a hacerlo.
En paralelo, Mikey estaba en el lago cercano, disfrutando de un baño refrescante. Se había despojado de su ropa y se sumergió en el agua cristalina, buscando relajarse y dejar que el frescor del agua limpiara sus pensamientos sobre su proyecto. La tranquilidad del lago ofrecía un contraste encantador con el bullicio de su vida diaria.
Mientras Manjiro se bañaba, una sensación extraña comenzó a envolver a Takemichi. Los sueños que tenía se habían convertido en una presión constante en su mente. Sin embargo, en ese momento, algo mucho más profundo se estaba gestando.
De repente, el alma de Perséfone, la diosa que había estado esperando en las sombras de su propia existencia, encontró el momento oportuno para manifestarse. Tomando posesión del cuerpo de Takemichi, Perséfone se vio envuelta en una oleada de recuerdos y emociones intensas. La conexión con Hades era tan fuerte que no podía ignorar el llamado que sentía hacia él. Sin dudarlo, Perséfone se dirigió hacia el lago donde su amado se encontraba.
— Es el momento... debo encontrarlo... debemos recordar...— murmuro la diosa en el cuerpo de Takemichi, susurrando para sí misma mientras camina hacia el lago.
Al llegar al borde del lago, Perséfone vio a Mikey sumergido en el agua, completamente ajeno a la presencia que se aproximaba. La visión del hombre que una vez había amado con todo su ser lo hizo latir su corazón con fuerza. Sin pensarlo, Perséfone se adentró en el agua, el frío contacto del lago contrastando con el calor de su emoción interna.
— Takemichi... ¿qué haces aquí? — al sentir las aguas moverse levantó la vista, quedó sorprendido al ver a Takemichi acercándose.
— No soy solo Takemichi... soy... Perséfone. — aclaró con una voz que mezcla la familiaridad con una nueva intensidad.
El reconocimiento en los ojos de Manjiro fue instantáneo. Aunque no podía entender del todo lo que estaba sucediendo, la presencia de Perséfone, el nombre que resonaba en su alma, lo hizo sentir una oleada de recuerdos que habían permanecido enterrados por siglos. Su expresión cambió de sorpresa a una mezcla de ansiedad y deseo.
— ¿Perséfone? ¿Es realmente tú? — susurró con voz temblorosa.
Avanzó lentamente hacia él, con su mirada ardiente. — Sí, Hades. Soy yo. El tiempo y el espacio no pueden separarnos. Esta es la única forma de que podamos estar juntos de nuevo.
La atmósfera alrededor del lago se cargó de una tensión palpable. El agua se movía suavemente a su alrededor mientras Perséfone se acercaba a la reencarnación de su amor, el deseo y la conexión entre ellos haciéndose más intensos.
—Pero... ¿cómo es posible? ¿Qué hacemos ahora? — pregunto mirando a su amada con una mezcla de anhelo y desesperación.
— Hay una manera de romper el ciclo. La única forma de estar juntos es que tengamos un hijo. Un vínculo tan profundo y esencial como el nuestro no puede ser completado de otra manera. En este mundo, es nuestra única opción. — tocó su rostro con ternura.
La confesión de Perséfone resonó en el aire, su tono cargado de una urgencia emocional que Mikey no pudo ignorar. La idea de tener un hijo juntos, de crear una nueva vida que uniera sus destinos de manera irrevocable, lo hizo enfrentarse a una decisión imposible.
Con voz baja y atormentada la miro atónito. — ¿Y si no lo hacemos? ¿Qué pasa con nosotros?
— Entonces continuaremos en este ciclo sin fin. Nos encontraremos, nos amaremos y nos perderemos una y otra vez. Es nuestra maldición y nuestro regalo. — su mirada se suavizo.
Mientras la fría bruma del lago envolvía sus cuerpos, Perséfone, poseyendo el cuerpo de Takemichi, había creado un puente entre el pasado y el presente. La atmósfera se había cargado de una tensión palpable, un vínculo ancestral que se manifestaba en el encuentro entre estos dos seres que habían compartido un amor tan profundo en vidas anteriores.
— Mikey, es ahora o nunca. La conexión que compartimos no puede ser ignorada. Si no tomamos esta decisión, nuestro ciclo se repetirá una y otra vez sin fin. — a pesar de estar en el cuerpo de Takemichi, su voz era suave pero llena de una autoridad eterna.
— Pero ¿cómo podemos enfrentar esto? ¿Qué significa realmente tener un hijo en este contexto? No entiendo cómo podría cambiar nuestro destino.
— En el mundo en el que vivimos ahora, un hijo representa el comienzo de un nuevo ciclo, un nuevo equilibrio. Tendría nuestro amor y nuestra esencia, una mezcla de luz y oscuridad. Sería el nexo entre nuestras almas y una manera de romper la maldición que nos ha mantenido separados.
Su voz estaba temblorosa, pero decidida.
— ¿Y si no lo hacemos? ¿Qué sucede con nosotros entonces?
Lo miró con una mirada que mezcla tristeza y esperanza. — Entonces nuestro amor se repetirá en un ciclo interminable. Nos encontraremos, nos amaremos, y luego nos separaremos una y otra vez, sin la posibilidad de verdaderamente unirnos. La maldición que llevamos encima nos condena a vivir en esa rueda interminable.
Mientras se sumergían en el agua, sus cuerpos se entrelazaban en una conexión que desafiaba el tiempo y el espacio. El contacto físico se volvió un medio para expresar un amor que iba más allá de las palabras. Los latidos de sus corazones parecían sincronizarse, y la intensidad de su unión crecía con cada segundo que pasaba.
— Si tomamos esta decisión, no hay vuelta atrás. ¿Estamos listos para asumir esa responsabilidad? — su voz era susurrante.
— Estamos listos. Lo que tenemos es único, y solo un acto tan profundo como este puede reflejar la magnitud de nuestro amor. — su rostro era iluminado por una mezcla de amor y tristeza.
La conversación se tornó más íntima a medida que la conexión entre ellos se profundizaba. El agua alrededor de ellos parecía cobrar vida, cada burbuja y ondulación reflejando las emociones intensas que compartían. La decisión de tener un hijo no era solo una cuestión de romper un ciclo, sino una promesa de un futuro juntos, algo que habían anhelado durante siglos.
De repente, el sonido de voces y pasos se acercó desde el bosque, rompiendo la burbuja de intimidad que habían creado. Los compañeros de Takemichi estaban buscando en el área, y el temor de ser descubiertos se hizo palpable.
— El tiempo se acaba. Tenemos que enfrentarnos a esta realidad. La decisión debe ser tomada antes de que todo se desmorone.
— Entiendo... No sé cómo vamos a manejar esto, pero te prometo que encontraremos una solución. — dijo Manjiro con seriedad.
Con una última mirada llena de promesas y dolor. — Lo haremos juntos. No importa el desafío que enfrentemos, lo enfrentaremos unidos.
Perséfone se separó de Mikey, saliendo del agua y vistiéndose con una rapidez casi instintiva. Su corazón estaba dividido entre el deseo de permanecer con Hades y la urgencia de no ser descubiertos. Con una última mirada cargada de promesas, Perséfone se dirigió hacia el bosque, su figura desvaneciéndose en la distancia.
Mikey, aún inmerso en el agua, observó a Perséfone con una mezcla de desesperación y deseo. Mientras se sumergía nuevamente en el agua, su mente estaba agitada por la revelación y el peso de la decisión que se había presentado. Las olas del lago parecían reflejar el tumulto interno que experimentaba.
Los compañeros de Takemichi llegaron al borde del lago, llamándolo con preocupación. Manjiro se levantó del agua y se dirigió hacia la orilla, tratando de recomponerse. La serenidad del lago había sido reemplazada por una intensa carga emocional que lo dejó desconcertado y ansioso.
— ¡Takemichi! Finalmente te encontramos. ¿Estás bien?
Aún en el cuerpo de Takemichi, Perséfone, habló con un tono que intentaba ocultar su agitación. — Sí, solo estaba... pensando.
Un compañero lo miraba con curiosidad. — ¿Tienes algo que ver con ese tipo que estaba en el lago?
— Solo fue un malentendido. Volvamos al trabajo. — dijo evitando el contacto visual.
Los compañeros de Takemichi, aunque aún preocupados, aceptaron la respuesta y comenzaron a prepararse para regresar al bosque. Mientras tanto, Sano se quedó en el lago, sus pensamientos enredados en la decisión que acababa de tomar y en el futuro incierto que le esperaba junto a Perséfone.
El encuentro en el lago había sido solo el comienzo de una nueva etapa en sus vidas, una que prometía ser tan compleja y desafiante como el amor eterno que compartían. La promesa de un futuro incierto estaba marcada por la urgencia de romper el ciclo y construir un nuevo comienzo, un futuro en el que la conexión entre ellos pudiera finalmente florecer y alcanzar su verdadera plenitud.
Los días después del encuentro intenso en el bosque, Takemichi intentaba retomar su vida normal. Sin embargo, algo dentro de él comenzaba a cambiar de manera alarmante. Las señales de su celo, que había experimentado antes, estaban regresando, y esta vez de una manera que lo dejaba completamente vulnerable.
Era una tarde en el bosque, un lugar que antes había sido una fuente de consuelo para Takemichi. Pero ahora, el bosque parecía una prisión interminable de desesperación. Takemichi estaba solo, y el frío que sentía no era solo del clima, sino una mezcla de su cuerpo enloquecido por el celo y el miedo que lo embargaba.
Takemichi se tambalea mientras caminaba, su piel cubierta de sudor y sus labios secos. — No... no puedo... esto es demasiado...
Cada respiración que tomaba era una lucha, y su cuerpo se retorcía con oleadas de necesidad y deseo. Los síntomas de su celo eran intensos, y el dolor de la ausencia de su alfa se hacía cada vez más agudo. Sus pensamientos estaban en un torbellino de confusión y desesperación, sin saber a quién recurrir.
En un momento de claridad y desesperación, Takemichi sintió que su omega interno, estaba buscando algo o más bien, a alguien. Sin comprender del todo lo que estaba haciendo, comenzó a llamar a Mikey con una intensidad que solo un omega en celo podría manifestar. Su llamado era involuntario, un grito de su ser que atravesaba el bosque con desesperación.
— Mikey... Mikey, por favor...— empezó el llamado del omega con voz quebrada, gritando al vacío.
El llamado resonó en el bosque, y Manjiro, que estaba trabajando en una parte cercana, sintió el grito de Takemichi. Aunque no lo conocía bien, algo en su interior le hizo saber que debía ir hacia él. Los sentidos de alfa de Mikey se agudizaron de inmediato, reconociendo el llamado de su omega en celo. La conexión, aunque reciente, era lo suficientemente fuerte como para que sintiera una urgencia inminente.
— ¡Takemichi!
El sonido del llamado de su chico guiaba a Mikey a través del bosque, el sonido de su desesperación llenando el aire. Se movía con rapidez, su mente centrada en encontrar a Takemichi y brindarle el apoyo que necesitaba.
Finalmente, encontró a Takemichi en una claro del bosque, tirado en el suelo, su cuerpo temblando y su rostro contorsionado por el dolor. El espectáculo era desgarrador; Takemichi estaba claramente en medio de su celo, y él podía ver la angustia en sus ojos.
— Takemichi, estoy aquí. ¿Puedes oírme? — se arrodillo junto al rubio y llamó con voz llena de preocupación.
— No puedo... necesito ayuda...
La presencia de Manjiro trajo un alivio inmediato a Takemichi. Aunque su mente aún estaba nublada por el celo, podía sentir la energía protectora de alguien conocido, y su cuerpo respondía a la cercanía de un alfa. Mikey comenzó a calmarlo, envolviéndolo con su aura protectora.
— Lo tienes. Estoy aquí para ti. Solo confía en mí. — intento calmar con voz suave y reconfortante.
Con cuidado, Mikey comenzó a abrazar al omega, su presencia calmante ayudando a estabilizarlo. La conexión entre ellos, aunque aún reciente, era intensa y profunda. El celo de Takemichi comenzó a disminuir gradualmente bajo el consuelo y la cercanía de Mikey.
— Gracias. No sé qué hubiera hecho sin ti.
— No tienes que preocuparte por eso. Estoy aquí. Vamos a salir de esto juntos. — consoló dejando caricas en su cabello.
Mikey se quedó con Takemichi hasta que el estado de celo de este comenzó a calmarse completamente. Lo llevo hasta una cabaña cercana para que pueda recuperarse y así poder intimar juntos el acto dado que sus cuerpos se necesitaban.
La conexión entre ellos se fortaleció con cada momento, y el vínculo de alfa y omega se hizo más evidente. Aunque el camino por delante era incierto, el encuentro en el bosque les mostró la profundidad de su relación y la necesidad de enfrentarse juntos a los desafíos que les esperaban.
Mientras Takemichi y Mikey comenzaban a navegar por la compleja realidad de su reencarnación, una sombra oscura se movía a través del bosque, tejiendo una trama siniestra. Zeus, en su nueva encarnación como Kisaki Tetta, estaba decidido a evitar que el ciclo eterno de amor y pérdida entre Hades y Perséfone llegara a su conclusión. Con la intención de asegurar que la maldición continuara, Kisaki planeaba una intervención que les asegurara su separación definitiva.
En medio del bosque, Kisaki se encontraba en una cabaña oculta, planificando con su confidente y aliado, Hanma Shuji. La cabaña, decorada con elementos que denotaban un toque de lujo, contrastaba con el ambiente rústico del entorno. Kisaki estaba de pie frente a una mesa, su mirada fría y calculadora, mientras Hanma revisaba un plano del área circundante.
—Este es el momento perfecto. Mikey y Takemichi están vulnerables en la cabaña. Si logramos hacer que el fuego consuma todo, su unión y el posible nacimiento de un hijo serán imposibles. — una sonrisa cruel se dibujó en rostro.
Hanma miraba el plano con concentración. —Sí, lo entiendo. ¿Cómo planeas iniciar el incendio? Debemos asegurarnos de que no tengan oportunidad de escapar.
— Tengo un par de soluciones en mente. Primero, utilizaremos un compuesto inflamable que será difícil de apagar. Lo esparciremos alrededor de la cabaña y lo encenderemos desde una distancia segura. La combinación de la madera seca y el compuesto garantizará que el fuego se propague rápidamente.
— ¿Y si ellos intentan escapar? ¿Cómo los bloquearemos? — asintió, mientras toma notas.
— He hecho colocar trampas alrededor de la cabaña. Asegúrate de que cada posible ruta de escape esté bloqueada. Además, he preparado algunos hombres para asegurarse de que no haya testigos ni oportunidades de que alguien intervenga.
— Perfecto. ¿Qué pasa si intentan buscar ayuda? ¿Hay alguna forma de asegurarse de que nadie venga en su rescate? — pregunto con curiosidad.
— He manipulado las comunicaciones locales. Si alguien intenta llamar por ayuda, las señales se desviarán o serán interceptadas. Además, he dado órdenes a los hombres para que eviten la intervención de cualquier posible socorrista. — el hombre lo miro fríamente.
Hanma lucia sorprendido, pero impresionado feliz de la respuesta. — Has pensado en todo. Esto asegura que esos dos no tendrán ninguna posibilidad de sobrevivir.
— Exactamente. Si todo sale según lo planeado, no solo habremos evitado que ellos rompan la maldición, sino que también habremos demostrado nuestra supremacía y control sobre el destino.
Mientras Kisaki y Hanma ultimaban los detalles de su plan, la cabaña en el bosque seguía siendo un santuario para Takemichi y Mikey, quienes intentaban construir un entendimiento y una relación en medio de la confusión de sus nuevas vidas. La atmósfera dentro de la cabaña estaba cargada de un silencio tenso, interrumpido solo por susurrantes conversaciones y la comodidad de estar juntos.
— Mikey, gracias por estar aquí conmigo. Esto es... más complicado de lo que imaginé. — el rubio hablo en tono suave, mientras se acurrucaba junto a su alfa.
— No te preocupes. Estamos juntos en esto, y encontraremos una manera de enfrentarlo. La conexión entre nosotros es más fuerte que cualquier obstáculo.
— A veces me pregunto si podremos realmente romper el ciclo. Si habrá una forma de salir de esta maldición que nos persigue. — dijo conociendo ya un poco de su pasada historia.
— Lo haremos. Solo debemos mantenernos unidos y enfrentar lo que venga. — reconforto el varón.
La conversación entre ellos se volvía cada vez más íntima mientras la noche avanzaba. Sin embargo, fuera de la cabaña, Kisaki y Hanma estaban a punto de desencadenar su plan. Con el compuesto inflamable ya colocado y las trampas preparadas, Zeus dio la orden final.
— Es el momento. Actuemos ahora y asegurémonos de que no quede ni rastro de ellos. — comento con desdén el antiguo dios del olimpo.
—Entendido. Iniciaremos el fuego y nos aseguraremos de que el plan se lleve a cabo sin problemas.
Con una última mirada al claro del bosque, Kisaki y Hanma encendieron el compuesto inflamable desde una distancia segura, observando cómo las llamas comenzaban a consumir la cabaña. El fuego se extendió rápidamente, y el humo comenzó a llenar el aire, convirtiendo el santuario de Takemichi y Mikey en un infernal laberinto de llamas y desesperación.
El fuego se extendía con rapidez implacable, convirtiendo la cabaña en un infierno ardiente. Las llamas rugían como bestias hambrientas, devorando las paredes de madera y envolviendo cada rincón en una sofocante nube de humo. El calor era insoportable, y Takemichi, junto a Mikey, luchaba por encontrar una salida mientras el fuego amenazaba con atraparlos.
— ¡Mikey! ¡El fuego! ¡Está por todas partes! — dijo tosiendo el pelirrubio, su voz estaba rota por el pánico.
— ¡Mantente cerca de mí! ¡Debemos encontrar una salida! — vocifero el chico con firmeza, aunque también ahogado por el humo.
El calor comenzaba a agrietar las ventanas, y las vigas del techo crujían amenazadoramente, cediendo ante el peso de las llamas. El par de amantes corría hacia la puerta, tratando de evitar los escombros que caían a su alrededor, pero el humo les nublaba la vista y el fuego los asfixiaba lentamente.
De repente, uno de los crujidos se volvió ensordecedor, y antes de que Takemichi pudiera reaccionar, una viga en llamas se desplomó sobre él, golpeando su espalda y haciéndolo caer al suelo con un grito de dolor.
— ¡Ahhh! ¡Mikey! ¡No puedo moverme! — grito, el dolor lacerante en su voz junto al pánico.
Manjiro giró en seco, el pánico llenando su pecho al ver a Takemichi atrapado bajo la pesada viga. El fuego comenzaba a acercarse rápidamente, y la madera ardía ferozmente. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia Takemichi, sin importarle que sus propias manos se quemaran al intentar levantar la viga.
— ¡No te preocupes, Takemichi! ¡Te sacaré de aquí! ¡Lo prometo! — jadeaba mientras intentaba levantar la viga, el dolor claramente se reflejaba en su rostro.
Las llamas lamían las manos del pasado dios mientras intentaba desesperadamente mover la viga. Sus manos se quemaban con cada intento, pero el dolor no lo detenía. Lo único que importaba era salvar a Takemichi, el único ser que le importaba en ese momento, el único que había amado más allá del tiempo y del destino.
— ¡Mikey, no! ¡Te estás lastimando! ¡No lo hagas! — renegó empapado en lágrimas junto al sudor.
—No puedo... dejarte aquí, Takemichi. No te abandonaré... jamás. — el joven Sano se negaba.
Finalmente, logró mover la viga lo suficiente como para liberar a Takemichi, pero sus manos estaban gravemente quemadas, llenas de ampollas y heridas que le arrancaban jadeos de dolor. Sin embargo, el alivio de ver a Takemichi libre, aunque herido, le dio la fuerza para seguir adelante. Mikey se inclinó, rodeando al chico con sus brazos para ayudarlo a levantarse.
—Vamos... tenemos que salir... ¡Vamos, Takemichi! — pidió tomándolo de la mano, la sangre en sus manos traspaso hasta la mano del ojiazul.
Pero el fuego los rodeaba por completo. La cabaña se derrumbaba a su alrededor, cerrando cualquier posible salida. Las llamas, salvajes y devoradoras, crecían cada vez más cerca, y la desesperación llenaba el aire. El humo hacía que respirar fuera casi imposible, y Takemichi apenas podía mantenerse en pie, apoyándose pesadamente en Mikey.
— Mikey... no hay forma de salir. Vamos a... morir aquí.
El silencio cayó entre ellos, a excepción del rugido ensordecedor del fuego que se acercaba cada vez más. Ambos sabían que no había escapatoria. El destino, una vez más, los había alcanzado.
— No... no voy a perderte otra vez. No importa lo que ocurra. — dijo con la voz rota tanto por el dolor físico como emocional.
Las llamas los envolvían, cerrando cada espacio que quedaba. Manjiro sabía que el final estaba cerca, pero no podía permitirse sentir miedo, no mientras Takemichi estuviera a su lado. Su corazón se rompía por la inevitabilidad de lo que estaba ocurriendo, pero no había más miedo en su mirada, solo amor y determinación.
— Me condené a mí mismo al odio de los dioses... pero mientras te tenga conmigo, ningún castigo divino me hará dejar de amarte. — comento entre lágrimas junto a una sonrisa, una sonrisa que recordó...
Takemichi, con lágrimas brotando de sus ojos, sintió una oleada de emociones. A pesar del dolor, el miedo y la muerte inminente, el amor que sentía por Hades lo llenaba completamente. No importaba lo que sucediera a continuación, en ese momento, todo lo que importaba era que estaban juntos.
—Manjiro... yo también te amo. — susurro entre lágrimas.
En medio de las llamas, bajo la sombra de la tragedia, Manjiro y Takemichi se miraron por última vez, sus almas entrelazadas a través de siglos de amor, pérdida y reencarnación. Con el fuego acercándose cada vez más, Manjiro inclinó su cabeza hacia Takemichi y, en un gesto lleno de devoción y tristeza, lo besó. Fue un beso lleno de todo lo que no pudieron decir, de cada promesa rota, de cada vida en la que no pudieron estar juntos.
El calor del fuego envolvía sus cuerpos, pero en ese momento, el mundo exterior dejó de importar. Las llamas alcanzaron sus pieles, el dolor físico desapareciendo en la inmensidad de la emoción compartida. Ellos, Hades y Perséfone, se habían amado más allá de las estrellas, más allá de los dioses, y aunque el fuego los consumiera en este instante, su amor persistiría, inmortal, a través de las eras.
El fuego los abrazó completamente, y el silencio se instaló en el bosque, mientras las llamas se elevaban al cielo, testigos de un amor que ni siquiera los dioses pudieron destruir.
Nota autora
Soy demasiado dramática, perdón
La anterior vez hice que mis bebés sean felices, ya les tocaba sufrir. Además hemos visto una de sus tantas oportunidades para romper la maldición. Si ustedes quieren yo hago la historia completa pero solo si leen esa historia.
No me odien, yo también quiero que Takemichi y Mikey sean felices pero no siempre me da esa vibra.
Nos leemos mañana.
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