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𝘋𝘢𝘺 4: 𝘏𝘰𝘨𝘸𝘢𝘳𝘵𝘴 𝘈𝘜

Temática: Hogwarts AU

Palabras: 11400

Advertencias: Rivalidades, +16

Sinopsis: Takemichi odia admitirlo pero su rivalidad con Mikey de Slytherin hace que empiece a dudar de sus verdaderas intenciones. Su rivalidad va más allá de la cancha de Quidditch.

"Y fue cuando bajo el hechizo, caí al abismo y pude encontrar tus zafiros en el mayor tesoro de estas ruinas."

Todo comenzó en su tercer año en Hogwarts, cuando la ceremonia de selección de Quidditch estaba en pleno apogeo. Takemichi, un recién nombrado cazador para el equipo de Gryffindor estaba emocionado por demostrar su valía en el campo. Era su oportunidad de brillar, de mostrar que no solo era valiente en las aulas, sino también en el aire.

Takemichi Hanagaki siempre había sido el epítome de un Gryffindor: valiente, leal y, en ocasiones, demasiado imprudente para su propio bien. Desde que puso un pie en Hogwarts, supo que su vida estaría llena de desafíos, pero nunca imaginó que uno de los mayores vendría en la forma de Manjiro Sano, el temido líder de Slytherin.

Pero entonces, durante el primer partido de la temporada, ocurrió algo que Takemichi nunca olvidaría.

El rugido ensordecedor de la multitud se mezclaba con el silbido del viento mientras el partido entre Gryffindor y Slytherin alcanzaba su punto máximo. El cielo sobre el campo de Quidditch estaba cargado de tensión, cada equipo luchando con todas sus fuerzas. El pelinegro volaba alto, escaneando el campo, su mente concentrada en la Quaffle. Sabía que, si Gryffindor quería ganar, tendría que hacer algo pronto. Las apuestas nunca habían sido tan altas.

Pero en un parpadeo, todo cambió.

Una ráfaga de movimiento, tan rápida que apenas pudo reaccionar, se cruzó en su camino. El golpe fue devastador. La fuerza lo lanzó hacia un lado, casi arrancándolo de su escoba. Durante unos segundos, el mundo dio vueltas, pero logró aferrarse al mango de la escoba justo a tiempo. Su corazón latía frenéticamente en su pecho cuando, por fin, pudo recuperar el control.

Entonces lo vio.

Mikey, o mejor dicho, el "infame" Manjiro Sano, el nuevo y arrogante capitán de Slytherin, volaba a poca distancia con la Quaffle en sus manos, su cabello rubio cenizo ondeando mientras giraba grácilmente en el aire. Su expresión, fría y determinada, contrastaba con el caos a su alrededor. No solo había robado la Quaffle en el último momento, sino que lo había hecho con una destreza que rozaba lo humillante.

Takemichi sintió una furia abrasadora crecer en su interior, alimentada por la impotencia y el dolor.

¿Cómo había permitido que el capitán de Slytherin, de entre todos, lo dejara en ridículo?

Con un gruñido entre dientes, se lanzó en picado, alcanzando a Manjiro justo cuando este se preparaba para volar hacia la zona de gol de Gryffindor.

—¡Mikey! — gritó Takemichi, su voz cargada de rabia.

El mencionado no respondió de inmediato. Siguió volando como si no hubiera oído nada, pero cuando el ojiazul lo alcanzó y voló junto a él, le lanzó una mirada rápida y desafiante. Y luego sonrió. Una sonrisa burlona que hizo que la sangre de Takemichi hirviera aún más.

—¿Te duele, Hanagaki? — dijo el rubio en voz baja, su tono tranquilo como si lo que acababa de hacer no tuviera importancia. —No pensé que te afectara tanto.

—¿Me estás tomando el pelo? — Takemichi le lanzó una mirada asesina, volando codo a codo con él. —¡Casi me tiras de la escoba! Sabes que eso fue sucio.

Él solo alzó una ceja, aún con esa maldita sonrisa en el rostro.

—Suficiente para ti, tal vez. Pero no para mí.

—¡Esto es Quidditch, no un juego de calle! — exclamó irritado el chico de Gryffindor, todavía tratando de entender cómo había sido tan rápido. —¡Juegas con la misma brutalidad con la que peleas!

—¿Brutalidad? —Mikey se rió entre dientes, sin siquiera voltear a verlo. —Esto es estrategia, Takemichi. No estoy aquí para hacer amigos. Estoy aquí para ganar.

Takemichi sintió un nudo formarse en su estómago. Lo odiaba por ser tan frío, tan imperturbable. Odiaba que, incluso cuando intentaba enfadarse con él, ese tipo lo desarmaba con su indiferencia. Pero lo que más odiaba era la verdad detrás de esas palabras: Sano no estaba jugando, ni en el campo ni fuera de él. Para él, todo era una competición, una batalla que debía ganar a toda costa.

Manjiro se preparaba para hacer un tiro hacia los aros de Gryffindor, y Takemichi sabía que no podía dejarlo. Empujó su escoba hacia adelante, cortando el aire a toda velocidad, decidido a bloquear el tiro. Los jugadores de ambos equipos parecían desvanecerse en su visión periférica, todo se reducía a Mikey y él. El aire era frío, pero la adrenalina le calentaba el cuerpo.

—¡Detente! — gritó casi sin aire el de ojos azules, casi alcanzándolo.

Pero el chico de Slytherin, sin embargo, lo ignoró. Con la precisión de un cazador, lanzó la Quaffle hacia el aro de Gryffindor. Takemichi vio cómo la pelota giraba en el aire, pero no podía hacer nada más que observar cómo cruzaba el aro, sumando puntos para la casa Slytherin.

El estruendo de la multitud verde y plateada resonó en todo el estadio, celebrando el éxito de su capitán. Takemichi sintió una punzada en el pecho, una mezcla de rabia y desesperación. Lo había intentado, pero no había sido suficiente. Otra vez.

Cuando aterrizó en el suelo del campo, su frustración era palpable. Sus compañeros de equipo intentaron consolarlo, pero sus palabras se perdieron en el rugido de la victoria de Slytherin. Desde el otro lado del campo, Manjiro aterrizó con elegancia, siendo recibido por los vítores y aplausos de sus compañeros. Pero, en lugar de unirse a la celebración, Mikey se giró, buscando a Takemichi con la mirada.

Hanagaki estaba de pie, respirando con dificultad, y cuando vio a su rival acercarse, su primer instinto fue retroceder, pero se quedó en su lugar, plantado. No iba a darle la satisfacción de verlo derrumbado.

Sin embargo, no dijo nada por un momento. Se quedó allí, mirándolo, sus ojos oscuros evaluando cada reacción de Takemichi. Y entonces, con esa calma tan característica, habló.

—Buen intento, — dijo, su tono casi desinteresado, pero había algo en su mirada que sugería lo contrario. —Pero, como te dije antes, no puedes ganar siempre.

Takemichi lo miró, sus puños apretados a los costados. —Tienes razón. Pero tampoco tú, Mikey.

El de cabellos claros entrecerró los ojos, su sonrisa desvaneciéndose ligeramente. —¿Es una promesa, Hanagaki?

Takemichi dio un paso hacia él, sus ojos llenos de determinación.

—Es una advertencia.

El viento frío soplaba alrededor de ellos mientras ambos permanecían en silencio, la tensión en el aire palpable. Sabían que estaban en lados opuestos en muchas cosas, pero también compartían una conexión que ninguno de los dos podía negar. Manjiro, con su apariencia fría y calculadora, y Takemichi, con su corazón inquebrantable, siempre acabarían chocando.

Finalmente, Mikey rompió la tensión con una risa suave, sacudiendo la cabeza.

—Me gusta cuando te pones así. Hace que todo esto sea más divertido.

—Para ti, tal vez, — replicó Takemichi, su voz cargada de amargura. —Pero yo no juego solo por diversión.

—Eso es lo que te hace interesante, Takemichi, — dijo Mikey, su tono más suave ahora. Dio un paso hacia él, invadiendo su espacio personal, lo suficientemente cerca como para que Takemichi pudiera sentir su calor. —Tú eres el único que sigue intentando, a pesar de todo.

Takemichi lo miró, atrapado en esa cercanía, sintiendo que sus palabras llevaban más peso del que Sano quería admitir.

—Voy a seguir intentándolo, — dijo en voz baja, su determinación clara. —Hasta que te gane, Mikey.

El joven líder del equipo verde sonrió de nuevo, pero esta vez había algo más en esa sonrisa. —Lo estaré esperando.

A partir de ese día, cada vez que Takemichi veía a Mikey en los pasillos, en clase o en el campo de Quidditch, sentía que algo ardía dentro de él. No era solo el deseo de vencerlo; era algo más profundo, una necesidad de demostrar que no se dejaría intimidar por alguien como él.

Pero lo que Takemichi no sabía era que, para Manjiro, esa rivalidad no era solo por el Quidditch. Desde el primer momento en que había visto a Takemichi, con su cabello desordenado y su expresión decidida, Mikey había sentido una chispa de interés. Un interés que no estaba dispuesto a admitir, y que disfrazó con una competencia constante.

Lo que comenzó como un simple enfrentamiento en el campo de Quidditch se transformó rápidamente en algo más, una guerra de voluntades que se extendió a cada aspecto de sus vidas en Hogwarts. Cada mirada, cada palabra, estaba cargada de tensión, una tensión que ambos entendían pero que ninguno estaba dispuesto a reconocer.

Los Gryffindors y los Slytherins nunca se habían llevado bien, pero la tensión entre Takemichi y Mikey era algo diferente. No era solo odio, era una atracción peligrosa, una mezcla de emociones tan explosiva que parecía que el aire a su alrededor se cargaba cada vez que estaban en la misma habitación.

Así fue como nació su enemistad, una chispa en el aire que amenazaba con convertirse en un incendio incontrolable.

En el Gran Comedor de Hogwarts, la mesa de Slytherin estaba llena de risas y charlas animadas. Manjiro Sano estaba rodeado por sus amigos más cercanos: Ken Ryuguji, conocido como "Draken," su leal lugarteniente; Emma Sano, su hermana menor y el equilibrio en su vida; Kazutora Hanemiya, un chico de cabello negro con mechas rubias con una actitud despreocupada; y Shuji Hanma, quien siempre parecía encontrar entretenimiento en cada situación.

Draken estaba en medio de una conversación con Kazutora sobre el próximo partido de Quidditch, cuando notó que Mikey estaba distraído, mirando a lo lejos con una expresión pensativa. Con una sonrisa burlona, decidió intervenir.

—¿Cómo te va con Hanagaki? — preguntó mientras mezclaba su comida.

Mikey, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos, se encogió de hombros.

—Está bien. Cada vez que está cerca, es como si el aire se cargara de electricidad. Me gusta.

Emma, sentada a su lado, miró a Mikey con una mezcla de sorpresa y preocupación. Su actitud amable siempre contrastaba con la intensidad de su hermano.

—No te hagas daño, Mikey. Takemichi no es como los demás. Y a veces, lo que empieza como rivalidad puede volverse complicado. — aseguró, viendo como iba esa rivalidad esperaba una conclusión mala.

Kazutora, que estaba jugando con un trozo de pan mientras observaba la conversación, intervino con una expresión curiosa.

—¿De verdad crees que Hanagaki es una amenaza real? A veces parece más tierno que peligroso. No puedo imaginarlo siendo un rival feroz. — dijo el chico a la vez que tomaba un tenedor y lo giraba en circulo.

Shuji, con una sonrisa divertida, se unió a la conversación desde el otro lado de la mesa.

—Sí, pero a veces lo que parece inofensivo puede ser más peligroso de lo que uno piensa. Las apariencias pueden ser engañosas, ¿no crees?

Aunque Manjiro no quiso mostrar demasiada preocupación, mantuvo su actitud relajada mientras respondía. —No subestimo a Takemichi. Si algo me ha enseñado esta escuela es que no debes juzgar a alguien por su apariencia. A veces, las cosas más simples pueden ser las más complicadas.

Su mejor amigo con una actitud relajada y mordiendo un trozo de pastel, asintió.

—No te preocupes, Mikey. Sabemos que puedes manejar cualquier cosa que venga. Además, siempre es más divertido cuando las cosas son un poco más complicadas.

A su vez su hermana con una mirada comprensiva y un gesto de ternura puso una mano en el brazo de su hermano mayor.

—Solo asegúrate de no dejarte llevar por la emoción. La rivalidad es una cosa, pero hay que saber cuándo detenerse para no lastimarse a uno mismo ni a los demás.

Miró a su hermana con una ligera sonrisa que parecía sincera, pero que en el fondo ocultaba más de lo que mostraba.

—Lo tendré en cuenta, Emma. No dejaré que esto se convierta en algo que no pueda manejar.

Kazutora, con su estilo relajado, observó la situación con una sonrisa enigmática.

—Sabes, podría ser interesante ver cómo se desarrolla todo esto. Las rivalidades pueden ser una buena fuente de motivación, pero también pueden llevar a resultados inesperados. A veces, lo que comienza como un desafío puede convertirse en algo mucho más grande.

Shuji se rió y levantó su copa en un brindis ficticio, disfrutando del momento. —A los desafíos y las sorpresas, entonces. Que la competencia sea siempre interesante.

El chico de coleta levantó su propia copa en respuesta, con una sonrisa que ocultaba su verdadero pensamiento.

—A eso, y a mantener la diversión en nuestras vidas.

A medida que la conversación continuaba, Mikey intentaba ocultar sus verdaderos sentimientos bajo una capa de indiferencia. Sin embargo, su mirada a veces se desviaba hacia la mesa de Gryffindor, donde Takemichi y sus amigos estaban en medio de una animada conversación. Hinata Tachibana, en particular, captaba su atención. La forma en que ella interactuaba con Takemichi y la cercanía que parecía tener con él lo inquietaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Notando la distracción de su hermano, Emma le dio una mirada de complicidad.

—¿Estás bien, Mikey? Pareces distraído.

Él forzó una sonrisa mientras intentaba disimular sus verdaderos sentimientos.

—Sí, todo bien. Solo estaba pensando en algunas cosas.

Kazutora, captando la tensión no verbal, miró a su amigo con curiosidad. —¿En serio? No te ves como si estuvieras disfrutando mucho de la comida.

Mikey se encogió de hombros, tratando de mantener la calma.

—Estoy bien. Solo me preocupa cómo las cosas podrían complicarse si no tengo cuidado.

Draken, siempre perceptivo, intervino con una sonrisa tranquilizadora.

—Vamos, Mikey. No te preocupes tanto. Sabemos que te gusta un buen desafío, pero asegúrate de disfrutar el proceso. A veces, una rivalidad puede ser la mejor manera de crecer.

Con una expresión que mostraba tanto preocupación como apoyo, la única chica del grupo añadió:

—Recuerda que estamos aquí para apoyarte, no solo para competir. No dejes que las cosas se vuelvan más complicadas de lo que deberían ser.

Mientras el Gran Comedor se llenaba de la animada conversación y el bullicio de los estudiantes, Mikey sabía que la rivalidad con Takemichi no se iba a resolver de inmediato. Sin embargo, también entendía que este desafío no solo era una prueba de su capacidad, sino una oportunidad para aprender más sobre sí mismo y sobre los demás. Y a pesar de la competencia, había una parte de él que estaba dispuesto a ver cómo se desarrollaba esta dinámica, por complicada que fuera.

La rivalidad entre Takemichi Hanagaki y Manjiro Sano había pasado de ser una simple competencia en el campo de Quidditch a un juego constante de poder y desafío en todo Hogwarts. Las interacciones entre ellos se convirtieron en una rutina que todo el castillo esperaba con anticipación.

Una tarde, durante una clase de Herbología, Takemichi estaba trabajando en un rincón con Chifuyu Matsuno, su amigo y compañero de casa, que siempre le daba una mano en los momentos difíciles. Mikey, por otro lado, estaba con sus compañeros de Slytherin, incluyendo a Ken, alias Draken, su leal amigo y uno de los jugadores más formidables de Quidditch.

Las tensiones eran evidentes, incluso mientras la profesora Sprout explicaba cómo cultivar Mandrágoras. Cuando Takemichi hizo un comentario sobre la habilidad de las Mandrágoras para producir un grito estremecedor, Manjiro no tardó en lanzarle una mirada cargada de sarcasmo.

—¿Siempre tan ruidoso, Hanagaki? — dijo Mikey en voz baja, lo suficientemente alto para que Takemichi lo escuchara. —No sabía que las Mandrágoras tenían competencia en eso.

El pelinegro, sin dejar de trabajar en su planta, respondió con una sonrisa forzada. —Solo trato de mantenerme en sintonía con mi entorno, Sano. Quizás deberías intentarlo; no todo se resuelve con magia negra.

Draken, que estaba junto a Mikey, levantó una ceja, claramente interesado en la dinámica entre los dos.

—A veces, Takemichi, lo que parece magia negra es solo una estrategia bien calculada.

Chifuyu se giró hacia su amigo, tratando de ocultar su sonrisa.

—Deja que él hable. El pobre no sabe cómo relajarse.

La tensión entre los dos grupos de amigos se mantenía palpable. Takemichi sabía que cualquier comentario podría ser tomado como un desafío, y Mikey parecía disfrutar jugando con esa tensión.

Otro día, durante un enfrentamiento en la sala común de Gryffindor, Mikey apareció con Draken y varios otros Slytherins. Había rumores de que el chico de la casa Slytherin había encontrado un pasadizo secreto en el castillo, y los estudiantes de Gryffindor estaban ansiosos por descubrir la verdad. Cuando Takemichi se enteró, se encontró en medio de una conversación animada con Hanma Shuji, un amigo de su rival, miembro de la misma casa de Sano.

—Entonces, ¿qué hay de nuevo en el lado oscuro, Hanma? — preguntó Takemichi, intentando sonar desenfadado. —¿Algún plan para robar más secretos de Gryffindor?

Shuji, con una sonrisa divertida, le lanzó una mirada burlona.

—No estamos robando nada, Takemichi. Solo nos aseguramos de que no sean los únicos que tengan diversión.

Manjiro entró en la conversación, su presencia imponente haciendo que todos en la sala se quedaran en silencio. —No necesitamos hacer nada para 'robar' secretos. Todo lo que tenemos que hacer es ver cómo te enfrentas a tu propia competencia.

La tensión alcanzó su punto máximo cuando Mikey se acercó a Takemichi, casi desafiándolo con su proximidad.

—¿Cuándo vas a darte cuenta de que esto no es solo un juego para mí? No estoy aquí solo para ganar en el campo de Quidditch.

Takemichi sintió una mezcla de frustración y algo más, una atracción prohibida que no quería admitir.

—Y yo no estoy aquí para perder. No importa lo que intentes, Sano. No voy a dejar que me ganes.

El otro simplemente le regalo una sonrisa ladeada y se esfumo por donde entro. Para el chico de rojo fue tormentoso ese encuentro, ese sujeto lo sacaba de sus casillas y ponía su rutina de cabeza.

...

Durante una noche en la biblioteca, Takemichi se encontró trabajando en un proyecto con Chifuyu y Ken estaba cerca con Manjiro. La biblioteca estaba casi vacía, con solo unos pocos estudiantes concentrados en sus estudios.

—¿Aún sigues aquí, Takemichi? — preguntó Mikey con un tono que denotaba tanto curiosidad como desafío. —Siempre pensé que los Gryffindor preferían salir a buscar aventuras en lugar de quedarse aquí estudiando.

Takemichi, con la mirada fija en su libro, respondió sin levantar la vista.

—No todo es sobre aventuras, Mikey. Algunos de nosotros también tenemos que hacer el trabajo duro.

Chifuyu, consciente de la tensión creciente, intentó cambiar de tema.

—Oye, Draken, ¿alguna vez has pensado en participar en la competición de hechizos avanzados? Creo que podrías ser un buen rival.

El alto muchacho, sonriendo, aceptó el cambio de tema con gusto. —Quizás, Chifuyu. Pero no olvides que los Slytherins también tenemos nuestros propios desafíos.

A pesar del intento de desviar la conversación, la interacción entre Takemichi y Mikey continuó siendo tensa. Cada palabra, cada gesto, estaba cargado de una energía que no podían ignorar. El deseo y la rivalidad se entrelazaban en una danza peligrosa, con ambos grupos de amigos observando y disfrutando del espectáculo.

La enemistad entre azul y negro había evolucionado más allá de un simple conflicto de casas. Era un tira y afloja constante, una batalla de voluntades que mantenía a todos en vilo. Y aunque a veces parecía que su rivalidad podría llevarlos al borde de un conflicto abierto, también había momentos en los que la tensión entre ellos se transformaba en algo más complicado, más intenso, algo que desafiaba todo lo que ambos habían conocido hasta ahora.

...

La Sala Común de Gryffindor estaba iluminada por el cálido resplandor de las chimeneas, creando un ambiente acogedor en medio del caos habitual de Hogwarts. El lugar estaba lleno de estudiantes relajados y conversadores, pero en un rincón tranquilo, Takemichi Hanagaki estaba sentado en uno de los sofás, rodeado por sus amigos más cercanos: Naoto Tachibana y Hinata Tachibana.

Takemichi estaba distraído, dando vueltas a una copa de jugo de calabaza mientras observaba las llamas danzantes en la chimenea. Hina, su mejor amiga y una bruja talentosa conocida por su gran corazón y habilidad en encantamientos, se sentó a su lado, su expresión era preocupada. Naoto, su compañero de casa y un entusiasta de la magia con una inclinación por la investigación, estaba hojeando un libro sobre estrategias de Quidditch, con las cejas fruncidas en concentración.

—Takemichi, no puedes seguir provocando al capitán del equipo contrario así," dijo Hina con una mezcla de preocupación y exasperación. —Es evidente que busca cualquier excusa para hacerte la vida imposible.

Takemichi frunció el ceño, mirando a su amiga con frustración. —No estoy provocando nada. Simplemente le estoy demostrando que no me intimida. Además, no puedo permitir que un Slytherin como él crea que puede salirse con la suya.

Hina suspiró, pasando una mano por su cabello.

—Sé que no quieres que te pisoteen, pero Mikey no es un rival cualquiera. Tiene una manera muy peculiar de manejar las cosas, y sus métodos no siempre son justos.

Naoto, que estaba prestando atención a la conversación, cerró el libro y lo dejó a un lado.

—Cuidado con no cruzar la línea. Slytherin tiene una forma muy particular de manejar las cosas. Y Mikey no es alguien a quien quieras desafiar sin una buena razón. Además, la rivalidad entre las casas ya es suficiente sin que le demos más razones para intensificarla.

Takemichi se recostó en el sofá, sus ojos fijos en la chimenea. —Entiendo lo que dices, pero no puedo quedarme de brazos cruzados. Si dejo que Mikey me pisotee, ¿qué clase de Gryffindor sería? A veces, es necesario dar un paso adelante para mantener tu dignidad.

Naoto le dio una palmada en el hombro, intentando ser conciliador.

—No se trata solo de mantener tu dignidad, Takemichi. Se trata de ser inteligente sobre cómo manejas la situación. Tienes que pensar en las consecuencias de tus acciones. Sano tiene sus propios aliados y recursos, y a veces es mejor jugar con astucia en lugar de pura bravura.

Hinata asintió en acuerdo.

—Naoto tiene razón. No quiero que termines en problemas graves solo por demostrar que no tienes miedo. A veces, un enfoque más sutil puede ser más efectivo.

Mientras Takemichi meditaba sobre las palabras de sus amigos, la puerta de la sala común se abrió y entró una figura familiar: Manjiro Sano, acompañado por Draken y Hanma. Los Slytherins se dirigieron hacia el grupo de Gryffindor con una actitud relajada, pero la tensión en el aire era palpable.

Mikey, con su característica sonrisa desafiante, se acercó a Takemichi y a sus amigos. Al pasar por Hinata, su mirada se detuvo un momento más de lo necesario en ella. El chico aunque intentaba mantener una actitud despreocupada, no pudo evitar que una sombra de celos cruzara por sus ojos al ver la cercanía entre Takemichi y esa mujer.

—¿Todo bien por aquí, Gryffindors? Parece que la sala común está bastante tranquila esta noche. — dijo Mikey, su tono amistoso, pero sus ojos traicionaban una leve incomodidad.

Takemichi se levantó, intentando mantener la compostura.

—Todo bien, Mikey. Solo estamos conversando hasta que nos interrumpiste.

Tachibana, al notar la mirada de Mikey, intentó ser amigable y diplomática.

—¡Hola! ¿Qué los trae por aquí? Seguro que no solo vinieron a interrumpir nuestra tranquila velada.

El rubio cenizo forzó una sonrisa, intentando ocultar su incomodidad. —Oh, solo quería ver cómo estaban.

Naoto se puso de pie, interponiéndose entre Mikey y Takemichi.

—Sano, no estamos en el humor para tus juegos. ¿Hay algo que necesites?

Draken, al ver la tensión, trató de desviar la conversación.

—Venimos a pedir información sobre el próximo torneo de hechizos. Pensamos que podría ser interesante enfrentarnos en un duelo amistoso.

Hina, siempre la pacificadora, se unió a la conversación con una sonrisa sincera.

—Eso suena divertido. Quizás podríamos organizar algo después de las vacaciones para que todos podamos participar. Pero ahora mismo, quizás sería mejor si todos disfrutamos de las festividades y dejamos las rivalidades para otro momento.

Mikey asintió, su sonrisa nunca desvaneciéndose completamente, aunque aún podía verse un atisbo de celos en su mirada.

—De acuerdo. Solo quería ver cómo estaban las cosas. Después de todo, una rivalidad amigable es más entretenida cuando ambos lados están en la misma página.

Cuando los Slytherins se alejaron, Takemichi volvió a sentarse en el sofá, con el ceño fruncido. Hina y Naoto se sentaron a su lado, el silencio lleno de una mezcla de alivio y preocupación.

—Gracias por intervenir, — dijo el de ojos azules, mirando a sus amigos con una sonrisa agradecida. —A veces me olvido de que no se trata solo de ganar, sino de cómo juegas el juego.

Naoto sonrió, colocando una mano en el hombro de Takemichi.

—Es un buen recordatorio, Takemichi. La rivalidad es parte de la experiencia en Hogwarts, pero no dejes que te consuma. Mantén la cabeza fría y recuerda que, al final, todos estamos aquí para aprender y crecer.

La de pelo corto asintió, su mirada llena de apoyo.

—Y, sobre todo, recuerda que no estás solo en esto. Tienes amigos que están aquí para ayudarte, no solo para competir.

Con una sensación renovada de determinación y apoyo, Takemichi se recostó en el sofá, sintiendo la calidez de la Sala Común y la compañía de sus amigos. Aunque la rivalidad con Mikey continuaría, sabía que no enfrentaría la batalla solo. Y con ese pensamiento en mente, se preparó para los próximos desafíos con una actitud más equilibrada, consciente de que cada enfrentamiento era una oportunidad para aprender y crecer.

Era un día soleado en Hogwarts, y el campo de Quidditch estaba lleno de vida. Los Gryffindor estaban en plena sesión de entrenamiento, con Takemichi y Naoto trabajando duro en el campo, intentando mejorar su juego. El aire estaba cargado de emoción y el sonido de las escobas zumbando y los gritos de los jugadores llenaban el espacio. Sin embargo, la atmósfera se tornó tensa cuando Mikey y su equipo de Slytherin llegaron al borde del campo.

Manjiro, con su cabello rubio y su actitud desafiante, estaba acompañado por Ken Ryuguji (Draken) y Kazutora, quienes se habían unido a él en el borde del campo. Draken, con su carácter relajado pero firme, estaba observando el entrenamiento con una mezcla de interés y diversión. Kazutora, con su usual sonrisa amable, intentaba parecer neutral pero no podía ocultar su interés por la tensión entre Mikey y Takemichi.

Naoto, que estaba en el campo con Takemichi, notó la presencia del capitán del equipo contrario y se acercó a su amigo.

—¿Vas a dejar que Mikey te distraiga así? Tu enfoque debe estar en el entrenamiento.

Takemichi, con los ojos fijos en su rival del aire, asintió sin apartar la vista.

—Es imposible ignorarlo. Parece que siempre está buscando una forma de fastidiarme.

Mikey, notando la mirada del azabache se acercó un poco más al borde del campo, lanzando una mirada desafiante.

—¿Disfrutando el espectáculo, Hanagaki? No te preocupes, no voy a interrumpir tu entrenamiento. Solo estoy aquí para recordarte que siempre estoy cerca.

La tensión entre ellos era palpable. Draken, al notar la interacción, se dirigió a Mikey con una sonrisa burlona.

—¿Estás seguro de que no quieres lanzarle un hechizo de vez en cuando? Parece que no puedes resistir la oportunidad de provocarlo.

Hanemiya, tratando de mediar, miró a Mikey con una mezcla de cansancio y resignación. —Mikey, ya hemos hablado sobre esto. Tal vez deberías dejarlo estar por un momento.

El otro, sin embargo, no estaba dispuesto a ceder.

—No puedo simplemente ignorarlo. Si ese chico quiere que esta rivalidad continúe, yo estaré más que feliz de jugar con fuego.

Takemichi, escuchando la conversación, se preparó para despegar del suelo con su escoba.

—¿Qué tal si resolvemos esto de una vez por todas? En lugar de intercambiar palabras vacías, ¿por qué no demostramos quién es mejor en el campo?

Naoto frunció el ceño, preocupado por la escalada de la situación.

—Takemichi, no es el momento para eso. Estamos aquí para entrenar, no para pelear.

Pero su líder no lo escucho y ya estaba en el aire, y Manjiro, con una sonrisa desafiante, también se montó en su escoba. Draken y Kazutora se miraron, sabiendo que una confrontación estaba a punto de suceder.

El árbitro del partido, que estaba supervisando el entrenamiento, se acercó rápidamente.

—¿Qué está pasando aquí? No se permiten enfrentamientos en el campo durante el entrenamiento.

Manjiro, con una sonrisa sardónica, respondió.

—No estamos aquí para un enfrentamiento formal, solo para un pequeño desafío.

El árbitro miró a Takemichi, quien asintió con determinación. —Muy bien, pero recuerden que esto debe ser solo un desafío amistoso. No quiero que esto se convierta en una pelea real.

Ambos equipos se alinearon a los lados del campo mientras Takemichi y Mikey se preparaban para su desafío. La tensión era palpable. Los jugadores de ambos equipos estaban al borde de sus asientos, observando con atención.

El árbitro levantó la mano y, con un silbido, dio la señal para que comenzaran. Takemichi y Mikey se lanzaron al aire, sus escobas cortando el viento mientras se dirigían el uno hacia el otro con velocidad. Los hechizos y los movimientos eran rápidos y precisos, cada uno tratando de superar al otro con habilidad y estrategia.

Hanagaki, con una determinación feroz, lanzó un hechizo que hizo que el Bludger de su contrario desviara su trayectoria, pero Mikey respondió con un hechizo defensivo que protegió su Bludger y lo redirigió hacia Takemichi. El choque de sus hechizos creó una explosión de luz mágica que iluminó el campo.

Draken y Naoto observaban con una mezcla de preocupación y admiración, mientras los otros jugadores de Quidditch se mantenían al margen, sabiendo que el duelo entre Takemichi y Mikey era una cuestión personal.

—Esto no tiene sentido. — murmuró Draken, mirando a Tora. —Parece que cada vez que están cerca, las cosas solo empeoran.

El de mechas, con una expresión vacía asintió. —Solo espero que esto termine pronto. La rivalidad entre ellos ha ido demasiado lejos.

Finalmente, el árbitro intervino nuevamente, levantando la mano para detener el duelo.

—¡Basta! Esto ha ido demasiado lejos. Regresen a sus posiciones, ambos equipos. Este desafío termina ahora.

Takemichi y Mikey, exhaustos y con la respiración agitada, se detuvieron y descendieron al suelo. Aunque el desafío había sido intenso, no logró resolver nada. La rivalidad entre ellos seguía tan fuerte como antes, y la tensión en el aire era palpable.

Mientras ambos se dirigían a sus respectivos equipos, Takemichi miró a Manjiro con un odio que no había disminuido. Mikey, con la misma intensidad, devolvió la mirada. Sabían que su enfrentamiento en el campo de Quidditch solo había sido otro capítulo en su interminable conflicto.

Ambos grupos se dispersaron, y aunque la gente del patio de Hogwarts regresó a sus actividades habituales, la sombra de la confrontación seguía presente. La rivalidad entre ese par había tomado un giro más personal, y el campo de Quidditch se había convertido en el escenario de una batalla que iba más allá del juego.

...

La biblioteca de Hogwarts estaba en un silencio sepulcral, interrumpido únicamente por el suave susurro de las páginas siendo pasadas y el ocasional crujido de una silla. La luz de luna se filtraba a través de las ventanas altas, creando un ambiente que, en circunstancias normales, invitaba a la paz y al estudio. Sin embargo, para Takemichi y su no tan amigo Manjiro, que se encontraban en la misma sección, el ambiente estaba cargado de una tensión casi palpable.

Takemichi estaba sumido en sus libros, tratando de concentrarse en un hechizo complejo. Sin embargo, la creciente sensación de incomodidad le impedía enfocarse. No podía evitar sentir la presencia de esa persona, que se había ubicado cerca de él, lanzándole miradas que parecían desafiar su paz mental.

Mikey, con su característico aire de arrogancia, estaba sentado a una mesa cercana, rodeado de libros que parecía que solo hojeaba por apariencia. Cada vez que levantaba la vista, sus ojos se encontraban con los ojos azulinos, lo que solo servía para intensificar la frustración de este último.

La rivalidad que habían compartido se había transformado en algo más complicado, y ahora la confrontación parecía estar al borde de estallar. Takemichi intentaba ignorar las miradas constantes de Mikey, pero cada vez le resultaba más difícil concentrarse.

Finalmente, no pudo resistir más y levantó la vista.

—¿Qué quieres, Sano? — preguntó el pelinegro, su voz cargada de desdén y agotamiento.

El de ojos ónix, sin dejar de sonreír con esa actitud desafiante, se inclinó hacia adelante.

—Solo estaba pensando en cómo te ves tan concentrado. Me pregunto si podrías concentrarte en algo más que en esos libros.

La provocación de Mikey hizo que Takemichi sintiera una oleada de emociones conflictivas. Intentó mantener su compostura, pero el comentario de ese sujeto sólo aumentó su frustración. —No es el momento para tus juegos, Mikey. Estoy tratando de estudiar y no ayudas.

El otro se acercó más a la mesa de Takemichi, su presencia casi invasiva.

—Siempre estás tan serio. ¿No crees que deberías relajarte un poco? ¿O es que siempre tienes que estar en guerra conmigo?

El aire entre ellos estaba cargado de una energía casi eléctrica. Takemichi sentía cómo la frustración se mezclaba con una confusión creciente sobre sus propios sentimientos hacia Mikey. No podía entender por qué su presencia lo afectaba tanto.

—¿Relajarme? No tengo tiempo para eso, especialmente no con alguien como tú buscando continuamente provocarme. — respondió Takemichi, su voz temblando ligeramente.

Sano, con una mirada de desafío y una leve sonrisa, se inclinó aún más cerca.

—Tal vez lo que realmente necesitas es una perspectiva diferente, o simplemente dejar de actuar como si todo fuera una batalla.

La proximidad de Manjiro estaba comenzando a desbordar la paciencia del pelo oscuro. La cercanía física y el desafío verbal lo estaban llevando al límite de su autocontrol. —No necesitas darme lecciones. Solo quiero que te vayas.

En un impulso, Takemichi se levantó de golpe, su rostro enrojecido por la rabia y la confusión. La cercanía de Mikey lo había afectado más de lo que estaba dispuesto a admitir.

—¡Basta ya! No tienes idea de lo que significa estar en mi lugar.

El rostro del contrario se endureció, pero había un destello de sorpresa en sus ojos. Antes de que pudiera responder, Takemichi lo empujó ligeramente, sus emociones desbordándose. La intensidad del momento hizo que Mikey se quedara inmóvil por un instante, la ira y la confusión claramente marcadas en su rostro.

En un acto inesperado, se inclinó hacia adelante, sus labios acercándose a los de Takemichi en un beso que fue tan abrupto como inesperado. Pero justo en el último momento, Takemichi se apartó bruscamente, su respiración agitada y su corazón latiendo con fuerza en su pecho.

—¿Qué demonios estás haciendo? — Takemichi preguntó, su voz temblando entre el enojo y la incredulidad.

Mikey, con una mezcla de confusión y decepción en su expresión, dio un paso atrás.

—No lo sé. Pensé que tal vez... podríamos resolver esto de otra manera.

Hanagaki, abrumado por el caos de sus propios sentimientos, sintió que su mundo se desmoronaba. La confusión lo envolvía, y no podía entender por qué había sentido ese impulso de apartarse o por qué el beso de Mikey le había afectado tanto.

—No puedo creer que esto esté sucediendo. ¿Qué significa esto, Mikey?

Mikey, igual de afectado, miró a Takemichi con una mezcla de frustración y dolor.

—Tal vez no hay solución fácil para lo que sentimos. Tal vez solo estamos condenados a seguir en esta interminable guerra entre nosotros.

Ambos se quedaron en silencio, la atmósfera de la biblioteca envolviéndolos en una sensación de derrota y confusión. La cercanía que habían compartido solo había intensificado la complejidad de sus emociones. Se miraron con desdén y dolor antes de volver a recoger sus cosas.

Takemichi, con el corazón aún agitado y los sentimientos enredados, se dirigió hacia la salida, su mente un torbellino de pensamientos contradictorios. Manjiro, igualmente confundido y herido, se quedó en la biblioteca, mirando hacia el espacio vacío que ahora parecía reflejar su propia lucha interna.

Ambos se separaron en direcciones opuestas, el peso de la confrontación y el beso fallido aún presente en sus corazones. La noche que había comenzado con la esperanza de resolver algo solo había dejado en claro que la batalla interna entre ellos estaba lejos de terminar. El drama y la confusión se habían profundizado, dejando tras de sí un eco de dolor y la incertidumbre de un futuro complicado.

...

El bosque se alzaba en la penumbra de la noche, con árboles imponentes que parecían susurrar secretos antiguos. La luz de la luna apenas penetraba entre las copas de los árboles, creando sombras inquietantes en el suelo cubierto de hojas.

Un par de almas se habían aventurado en el bosque por separado, ambos buscando un respiro de la tensión que se había acumulado entre ellos. Sin embargo, el destino parecía haber decidido que sus caminos se cruzaran en el momento más inesperado.

Manjiro con su capa ondeando a su alrededor, estaba concentrado en un hechizo para practicar su control mágico. El sonido de ramas rotas alertó a su atención, y al girar, encontró a Takemichi, que también estaba allí por razones similares.

—¿Qué estás haciendo aquí, Hanagaki? — preguntó Mikey, con un tono cargado de desdén mientras se levantaba, su varita aún brillando con restos de magia.

Takemichi, con una expresión cansada y frustrada, se acercó.

—Podría preguntarte lo mismo, Sano. Parece que no puedes mantenerte alejado de mí, incluso en el Bosque Prohibido.

Sintiendo la tensión en el aire, apretó los dientes. —No te estoy siguiendo, simplemente estoy aquí para entrenar. Pero si quieres discutir, no tengo problema.

Takemichi frunció el ceño, avanzando hacia Mikey con una actitud desafiante.

—Siempre estás buscando peleas, ¿verdad? ¿No puedes simplemente dejar de intentar demostrar que eres mejor que yo?

Mikey, herido por las palabras, pero tratando de mantener su compostura, respondió con voz tensa.

—No se trata de ser mejor que tú. Se trata de demostrar que no me intimidas. Nunca me has visto como una amenaza, pero eso está a punto de cambiar.

Ambos se encontraron a una distancia corta, la energía mágica a su alrededor palpando en el aire. La conversación se volvió cada vez más cargada mientras Takemichi hablaba con una frialdad mordaz.

—Sabes, Mikey, a veces creo que solo estás buscando una razón para justificar tu ego. No eres tan invencible como te gusta pensar. La verdad es que eres inseguro, y lo demuestras cada vez que tratas de competir conmigo.

Las palabras de Takemichi fueron como dagas para Mikey. Aunque su expresión se mantuvo controlada, el dolor en sus ojos era evidente.

—¿Inseguro? ¿Eso es lo que piensas de mí? Tal vez simplemente estoy cansado de que te creas el centro del universo. A veces creo que te gustan las confrontaciones solo para distraerte de tus propios problemas.

El aire entre ellos se volvió más denso, y el ambiente del bosque pareció volverse aún más siniestro con cada palabra que intercambiaban. Takemichi sintió una oleada de frustración. —Siempre crees que estás por encima de los demás. ¿Qué pasa, Sano? ¿No puedes tolerar que alguien te ponga en tu lugar?

Mikey, su paciencia agotada, dio un paso hacia Takemichi.

—No se trata de tolerar, Takemichi. Se trata de que no tienes idea de lo que significa ser verdaderamente desafiante. Solo eres un estorbo que intenta hacerse notar.

Takemichi se acercó, su rostro a solo unos centímetros del de Mikey.

—Y tú eres un arrogante que se cree el rey del mundo. ¿Sabes qué? Me alegra que estemos aquí solos. Finalmente puedo decirte todo lo que pienso de ti.

La tensión entre ellos alcanzó su punto máximo cuando Takemichi empujó a Mikey con una mano en el pecho. Mikey tambaleó ligeramente, pero su expresión de odio se intensificó.

—¡No tienes idea de lo que es lidiar con las presiones que enfrento, Hanagaki! — gritó el pelirrubio con rabia. —No todo se trata de ganar o perder. Hay cosas que ni tú ni tus amigos entienden.

Takemichi, respirando con dificultad, respondió con voz enardecida.

—No me importa tu historia, Mikey. No necesito escuchar tus excusas para justificar tu actitud. Solo sé que estás dispuesto a pisotear a cualquiera que se cruce en tu camino.

Con los ojos llameantes de rabia, levantó la varita, apuntando a un árbol cercano, que inmediatamente se llenó de marcas y cicatrices por el hechizo que lanzó.

—Quizás deberías entender que el mundo no es tan simple como tú lo ves. Y si crees que puedes desafiarme sin consecuencias, estás muy equivocado.

Takemichi, sintiendo que su propia ira se desbordaba, desenvainó su varita y apuntó a Mikey.

—Si eso es lo que piensas, entonces prepárate para enfrentarme. No voy a dejar que tus amenazas y tu actitud te den ventaja.

Las palabras se convirtieron en acción cuando ambos lanzaron hechizos, iluminando el bosque con destellos de luz mágica. Los hechizos chocaban en el aire, creando explosiones de energía que resonaban en el bosque. La batalla entre ellos se volvió feroz y descontrolada, cada uno intentando superar al otro con habilidades mágicas que parecían no tener límite.

En medio del caos, Takemichi lanzó un hechizo que hizo que una rama gruesa cayera cerca del chico Slytherin, quien apenas logró esquivarla. Manjiro, furioso, contraatacó con un hechizo que envolvió a Takemichi en una red mágica, obligándolo a luchar para liberarse.

—¡No tienes idea de lo que te estás metiendo, Hanagaki! — gritó Mikey, sus palabras llenas de furia.

Takemichi, luchando contra la red, respondió con rabia.

—¡Igual tú no entiendes nada de lo que significa ser justo! Solo te importa ganar y dominar.

Finalmente, exhaustos y con la ropa rasgada, ambos se detuvieron, respirando con dificultad. La magia se desvaneció, dejando solo el sonido de sus respiraciones pesadas y el crepitar de las hojas bajo sus pies.

—¿Esto es todo lo que tienes, Mikey? — dijo Takemichi, su voz temblando de agotamiento. —¿Realmente crees que puedes imponer tu voluntad a los demás sin enfrentar consecuencias?

Igualmente, cansado, Mikey se acercó a Takemichi con una expresión de odio que no se había desvanecido. —No necesito imponer nada. Solo estoy mostrando lo que pasa cuando alguien se atreve a desafiarme.

Ambos se miraron con desdén, el odio entre ellos ahora más palpable que nunca.

De repente, un rugido furioso se escuchó en el bosque. Era Hagrid, el guardián de las criaturas mágicas, que había venido a investigar el alboroto. Al ver a los dos jóvenes en medio del caos, su expresión se volvió severa.

—¡¿Qué demonios están haciendo aquí?! ¡Deberían saber que usar magia en el Bosque Prohibido es una grave falta! — Hagrid, con su imponente figura, se acercó rápidamente para separarlos.

Ambos respirando pesadamente y con la furia aún visible en sus rostros, se detuvieron al ver a Hagrid. Sin mediar palabra, Hagrid los agarró por el brazo y los llevó fuera del bosque, mientras los reprendía por su imprudencia.

Más tarde, Mikey y Takemichi se encontraron en la oficina de los prefectos, ambos con expresiones abatidas y cansadas. La tensión entre ellos era palpable, pero ahora se enfrentaban a un nuevo desafío: el castigo por su conducta.

El prefecto a cargo, un estudiante mayor con una actitud estricta los miraba con desaprobación.

—Ustedes dos están en serios problemas. Usar magia en el Bosque Prohibido no solo pone en peligro a ustedes mismos, sino también a cualquier criatura que viva allí. Como castigo, tendrán que limpiar el aula de pociones y organizar los pergaminos de la biblioteca durante las próximas dos semanas.

Manjiro, que se sentía herido tanto emocional como físicamente, miró a Takemichi con una mezcla de resentimiento y dolor.

—No puedo creer que nos metimos en esto por culpa de una pelea sin sentido.

Takemichi, con la cabeza baja, respondió con una voz que apenas ocultaba la rabia y la culpa.

—No debimos haber dejado que nuestras emociones se descontrolaran así. Pero tampoco puedo soportar que pienses que todo lo que hago es por ego.

Ambos se miraron en silencio, el odio y la frustración aún visibles en sus ojos. Aunque el castigo era severo, la mayor herida parecía ser la que había dejado la confrontación entre ellos. La noche en el bosque había revelado más de lo que ambos querían admitir, y la rivalidad que los había unido ahora parecía una cadena que los mantenía atados en una lucha interminable.

Días más tarde.

Takemichi decidió tomar un atajo por un pasillo oscuro en el tercer piso. Sus músculos estaban doloridos, y todo lo que quería era llegar a la torre de Gryffindor para descansar. Pero, justo cuando giró la esquina, se encontró con Mikey, que parecía haber estado esperándolo.

Mikey estaba apoyado contra la pared, su figura esbelta envuelta en sombras, con una expresión que Takemichi no pudo descifrar. Era diferente de la habitual arrogancia que mostraba en público, algo más oscuro y... vulnerable.

—¿Qué haces aquí, Mikey? — preguntó Takemichi, intentando mantener su voz firme. Pero el temblor en su corazón traicionaba su aparente seguridad.

El mencionado no respondió de inmediato. En lugar de eso, se acercó, acortando la distancia entre ellos con pasos lentos y calculados.

—Tú y yo, Hanagaki... siempre hemos sido diferentes. Tú siempre tan valiente, tan dispuesto a luchar por lo que crees que es correcto. Y yo... bueno, yo siempre he hecho lo que tenía que hacer para ganar.

Takemichi retrocedió instintivamente hasta que su espalda chocó con la pared fría del pasillo. Mikey ahora estaba tan cerca que podía sentir su aliento en la piel.

—¿Por qué siempre tienes que complicarlo todo? — murmuró Sano, su voz suave, pero con un tono de frustración.

—Tal vez porque creo en hacer lo correcto. — replicó Takemichi, su voz temblando. —No todos podemos ser como tú, escondiéndonos detrás de una máscara de indiferencia.

Mikey soltó una risa suave, pero no había humor en sus ojos oscuros. —¿De verdad crees que no me importa nada? ¿Que todo esto es solo un juego para mí?

Antes de que Takemichi pudiera responder, Manjiro levantó una mano y la deslizó lentamente por el cuello de Takemichi, sus dedos rozando su piel con una suavidad inesperada. El Gryffindor se estremeció, su cuerpo reaccionando al contacto de una manera que no pudo controlar.

—Mikey... esto no está bien. — susurró Takemichi, aunque su voz carecía de convicción.

—¿Y desde cuándo te importa lo que está bien o mal? — replicó Mikey, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. —Esto es Hogwarts, Takemichi. Aquí, lo imposible se vuelve posible... y lo prohibido, irresistible.

Con esas palabras, Mikey cerró la distancia entre ellos, capturando los labios de Takemichi en un beso que fue todo menos suave. Fue un choque de emociones, de deseos reprimidos durante demasiado tiempo. El chico de Gryffindor intentó resistirse, pero la intensidad del beso de Mikey lo desarmó por completo.

El líder del equipo de Gryffindor sintió cómo la mano de Sano se movía de su cuello a su cintura, apretándolo contra la pared con firmeza. Sus labios se movían con urgencia contra los suyos, y Takemichi no pudo evitar gemir suavemente, perdido en el torbellino de sensaciones que Mikey estaba provocando en él.

Cuando finalmente se separaron, ambos estaban respirando con dificultad. Mikey lo miró con una mezcla de desafío y deseo, sus ojos brillando con una intensidad que hacía que Takemichi se sintiera mareado.

—Sabes que esto no va a ser fácil. —murmuró Mikey, deslizando su dedo pulgar sobre el labio inferior de Takemichi, que aún temblaba por el beso. —Pero te necesito, Takemichi, y no me importa lo que piensen los demás. Tú me perteneces.

Takemichi sintió una mezcla de emociones en su pecho: miedo, deseo, y una necesidad ardiente que nunca había experimentado antes. Sabía que esto era peligroso, que estaban cruzando una línea que podría complicar todo en Hogwarts. Pero en ese momento, atrapado entre la pared y Mikey, no podía encontrar una sola razón para detenerse.

—Entonces, que sea nuestra pequeña guerra secreta. — susurró Takemichi, antes de tirar de Mikey para otro beso, uno más hambriento y desesperado que el anterior.

Era el día de la gran final de Quidditch, el momento más esperado del año en Hogwarts. El aire estaba cargado de expectación, y las gradas vibraban con los gritos de los estudiantes de todas las casas. Gryffindor se enfrentaba a Slytherin, un enfrentamiento que siempre prometía ser intenso. Pero para Takemichi, la tensión no solo estaba en el campo de juego. Había algo más en juego que una simple victoria o derrota.

Ocultos en los rincones más oscuros del castillo, lejos de las miradas curiosas de sus compañeros, Takemichi y Manjiro compartían una relación que debía mantenerse en secreto. Ninguno de los dos podía permitirse que el resto lo supiera; su rivalidad pública y el orgullo de sus respectivas casas no permitían que su verdad saliera a la luz. Sin embargo, en el campo de Quidditch, todo se reducía a una simple verdad: Takemichi quería ganar. No solo por Gryffindor, sino por demostrarle a Mikey que podía superarlo.

Las banderas rojas y doradas de Gryffindor ondeaban en el viento, mientras que las verdes y plateadas de Slytherin lo hacían del lado contrario. Los vítores resonaban por todo el estadio mientras los equipos tomaban sus posiciones en el aire. Takemichi, montado en su escoba, volaba hacia el centro del campo, pero no podía evitar lanzar una mirada furtiva hacia Mikey, quien estaba liderando al equipo de Slytherin con una sonrisa de pura confianza.

Mikey, con esa actitud despreocupada y confiada que siempre lo hacía destacar. Sus ojos oscuros encontraron a Takemichi por un instante, y aunque no dijo una palabra, no hacía falta. El solo cruce de miradas provocaba una corriente eléctrica entre ambos. No era solo un rival en ese momento, era mucho más. Eran amantes en secreto, ocultando algo tan ardiente que ni siquiera en el fragor del juego podían apagar la chispa entre ellos.

Pero ahora, todo eso debía ser reprimido. El equipo de Gryffindor dependía de él, y Takemichi sabía que, aunque Mikey tenía la misma responsabilidad para con Slytherin, su relación iba más allá de cualquier compromiso de casa. Lo que compartían era intenso, pero el orgullo y la competencia ardían más fuerte en este preciso momento.

Los equipos comenzaron a elevarse en el aire, y el ojiazul trató de despejar su mente.

Concéntrate en el partido, se dijo una y otra vez, pero cada vez que Mikey pasaba cerca, su estómago se retorcía en un nudo de emociones complejas.

Lo amaba en secreto, sí, pero también lo odiaba. Odiaba cómo Mikey siempre parecía estar un paso adelante, tanto en el campo como fuera de él. Odiaba cómo podía hacerle sentir tan vulnerable con una simple mirada o una sonrisa burlona. Y en este preciso momento, odiaba que, a pesar de todo, deseara vencerlo más que nunca.

El partido comenzó con fuerza, ambos equipos moviéndose rápidamente entre los aros, lanzando la Quaffle y esquivando las Bludgers con destreza. Pero en medio de la acción, cada vez que Mikey pasaba cerca de Takemichi, este sentía un tirón en el estómago. Sabía que debía enfocarse en la victoria, pero la presencia de ese fruto prohibido lo consumía por completo.

A mitad del partido, con el marcador empatado, Takemichi y Mikey chocaron en el aire. No fue un accidente, sino un momento que ambos parecían haber provocado de manera deliberada. Sus ojos se encontraron por un segundo más largo de lo debido, y en ese instante, Takemichi sintió cómo su corazón se aceleraba. El roce de sus manos al intentar agarrar la Quaffle envió una corriente de electricidad por todo su cuerpo.

—¿Te vas a rendir tan fácil, Hanagaki? — murmuró Mikey, lo suficientemente bajo para que solo su amante lo escuchara.

Takemichi apretó los dientes, su mente nublada por la frustración y el deseo. —Ni en tus sueños, Sano.

Y en ese momento, todo se volvió más intenso. La competencia en el aire se volvió personal. Cada movimiento, cada pase, estaba cargado de una tensión que nadie más entendía. Takemichi volaba con más fuerza, impulsado tanto por su deseo de ganar como por la necesidad de demostrarle a Mikey que podía ser más que el segundo lugar.

Los minutos seguían corriendo, y el partido se volvió más feroz. Ambos equipos estaban desesperados por ganar. Takemichi lanzó una Bludger en dirección a Mikey, y aunque fue un movimiento legal, había algo en la forma en que lo hizo que hablaba de su furia contenida. Mikey apenas esquivó el golpe, lanzándole una mirada de advertencia que solo aumentó el calor que ya sentía Takemichi en su pecho.

El juego avanzaba junto a la tensión que no hacía más que aumentar. Ambos equipos estaban empatados, y cada pase, cada lanzamiento, se sentía como una batalla personal entre los dos. Pero para Takemichi, lo más frustrante era sentir cómo Sano jugaba con él en más de un sentido. Era como si, en cada movimiento, Mikey estuviera midiendo cuánto podría provocarlo sin desmoronar completamente su fachada. Cada roce accidental, cada cruce de escobas en el aire, era una provocación silenciosa, una invitación a un juego mucho más peligroso que el Quidditch.

Entonces, ocurrió lo inevitable. La Snitch dorada apareció, destellando a lo lejos, cerca de las tribunas. El corazón de Takemichi dio un vuelco. Este era su momento. Se lanzó hacia la Snitch con todas sus fuerzas, sintiendo el viento azotar su rostro mientras avanzaba a toda velocidad. Pero lo que realmente aceleraba su pulso era saber que Mikey estaba justo a su lado, impulsando su escoba con igual determinación. Ambos se lanzaron en una carrera frenética, cada centímetro contaba, y Takemichi podía sentir la presencia de Manjiro tan cerca que casi podían rozarse.

No esta vez, pensó Takemichi con desesperación.

Esta vez voy a ganarle.

Su brazo se estiró, su mano a punto de cerrar el puño alrededor de la pequeña pelota dorada, pero justo en ese momento, Mikey lo superó por milímetros. Con una precisión impecable, atrapó la Snitch antes que él. El rugido de la multitud fue ensordecedor, y las banderas de Slytherin ondearon con furia en el aire.

Takemichi sintió cómo su corazón caía en picado, hundiéndose en lo más profundo de su pecho. El campo, que hasta hacía unos instantes había sido un escenario de pura adrenalina, ahora se sentía vacío para él. La victoria se le había escapado en el último segundo, arrebatada de manera cruel por la persona que más deseaba superar. Las risas y vítores de los estudiantes de Slytherin solo intensificaban su frustración, y por un momento, Takemichi quiso gritar, dejar salir todo lo que sentía. Pero no podía. No frente a todos. No frente a él.

Descendió lentamente al suelo, sus manos temblando ligeramente mientras aferraba con fuerza el mango de su escoba. Sus compañeros de Gryffindor intentaban consolarse mutuamente, pero Takemichi estaba demasiado sumido en su propia tormenta interna como para procesar algo de lo que sucedía a su alrededor.

De pronto, una figura familiar se acercó. Mikey, con la Snitch aún en la mano y una sonrisa apenas perceptible en su rostro. No era una sonrisa de burla ni de triunfo descarado, sino algo más sutil, casi... compasivo. A pesar de la victoria, había un entendimiento silencioso en sus ojos, como si supiera exactamente lo que Takemichi estaba sintiendo en ese momento.

—Buen intento— dijo su rival, su voz apenas audible entre el bullicio, pero lo suficientemente clara como para que Takemichi la escuchara.

Él lo miró, su pecho aún agitado por el esfuerzo y la ira que hervía bajo la superficie. No pudo evitar que las palabras escaparan de su boca, cargadas de frustración y algo más que no podía ni quería reconocer en ese momento.

—Te odio. — murmuró entre dientes, aunque ambos sabían que no era la verdad completa. Esas palabras estaban teñidas de emociones que Takemichi apenas comenzaba a comprender.

Mikey no respondió de inmediato, pero su mirada se suavizó. Dio un paso hacia él, asegurándose de que nadie estuviera lo suficientemente cerca para escuchar.

—Sé que querías ganar. Pero no siempre puedes ser el héroe, Takemichi. — susurró, con una calma que solo hizo que la rabia de Takemichi creciera más.

La cercanía de Mikey, su voz baja y controlada, su presencia tan imponente y al mismo tiempo familiar, todo esto desbordaba a Takemichi. Quería gritarle, quería decirle que no se trataba solo de la victoria en el campo, que era más profundo que eso. Pero al mismo tiempo, quería abrazarlo, rendirse a lo que sentía cada vez que lo tenía tan cerca. Pero no podía, no ahí, no frente a todos.

Y luego, tan rápido como había llegado, Mikey se alejó, volviendo hacia su equipo, dejando a Takemichi en medio del campo, con el corazón roto, confundido, y luchando por mantener la compostura.

Los vítores y las celebraciones de Slytherin resonaban a su alrededor, pero Takemichi apenas los registraba. Todo lo que podía sentir era la frustración ardiendo dentro de él. Frustración por haber perdido el partido, sí, pero, más que nada, por haber perdido, una vez más, frente a Mikey- la única persona que lo hacía sentir tanto y tan intensamente.

La victoria se había ido, pero el fuego que ardía entre ellos solo había crecido.

...

Días habían pasado desde la final de Quidditch, pero la frustración aún ardía en el corazón de Takemichi. No podía olvidar la sensación de la derrota, pero más que nada, no podía sacar de su mente la forma en que ese hombre lo había superado una vez más, tanto en el campo como en su vida. Había pasado noches en vela, tratando de entender sus sentimientos, pero cuanto más intentaba aclarar su mente, más confuso se volvía.

La relación secreta que mantenían, esos encuentros fugaces y furtivos, había empezado a desgastarlo. Mientras sus compañeros seguían hablando del partido, de lo cerca que estuvieron de ganar, de lo impresionante que fue la jugada de Manjiro, Takemichi apenas podía soportar el peso de su propia frustración. Sabía que, a pesar de todo lo que sentía por Sano, aún deseaba ganarle. Quería demostrarle que no siempre sería él quien perdiera. Pero ahora se encontraba en una posición donde, aunque lo deseara con todas sus fuerzas, Mikey seguía siendo un obstáculo que no podía superar.

Esa noche, mientras caminaba por los pasillos de Hogwarts, trataba de evitar a Mikey a toda costa. Pero al parecer, el destino tenía otros planes.

Mientras se dirigía hacia la biblioteca, algo lo detuvo. Sentía una presencia conocida a su espalda, y al girarse, lo vio. Mikey estaba allí, apoyado casualmente contra una pared, como si lo hubiera estado esperando. Había una chispa en sus ojos que Takemichi conocía demasiado bien: era la chispa de alguien que estaba a punto de conseguir lo que quería.

—¿Otra vez aquí, Mikey? — preguntó Takemichi, intentando sonar más molesto de lo que realmente estaba.

—Sabía que pasarías. — respondió Mikey con una sonrisa ladeada. —No puedes evitarlo.

Takemichi cruzó los brazos, cerrando cualquier brecha emocional entre ellos. —No estoy de humor para tus juegos. ¿Qué quieres?

Manjiro se apartó de la pared y dio un paso hacia él, su sonrisa no desapareció, pero había algo más en su expresión. —Quiero hablar. Desde el partido, apenas me miras.

Takemichi soltó una risa amarga, su frustración burbujeando a la superficie.

—¿Hablar? ¿Qué hay que hablar? Ganaste. Otra vez.

—Sabes que no es solo eso.

—¿No? — Takemichi sintió el enojo burbujear en su pecho, recordando cada segundo de ese partido. —¿Qué más podría ser? Tú siempre ganas, Mikey. Y yo... yo siempre termino siendo el perdedor, ¿no es así?

El joven rubio frunció el ceño, acercándose más, su tono volviéndose más serio. —No te veo como un perdedor, Takemichi.

—¿En serio? Pues no lo parece. — dio un paso hacia atrás, tratando de mantener la distancia entre ellos. —No puedo más con esto. No puedo seguir fingiendo que todo está bien. La verdad es que quería ganarte, Mikey. Quería ser yo el que se llevara la victoria, al menos una vez.

Mikey lo miró fijamente, y por un segundo, Takemichi vio una grieta en esa fachada impenetrable.

—No se trata solo de ganar o perder. Lo que pasó en el campo no cambia lo que pasa aquí entre nosotros.

—¿Qué pasa entre nosotros, Mikey? — Las palabras salieron más duras de lo que Takemichi había planeado. —Porque ahora mismo no estoy seguro de qué es.

Mikey no respondió de inmediato, pero sus ojos oscuros se clavaron en los de Takemichi con una intensidad que lo desarmaba. En lugar de retroceder, él avanzó, cerrando la distancia entre ellos en un solo movimiento.

—Si no lo sabes, entonces déjame mostrarte. — susurró Manjiro, su voz baja y peligrosa, cargada de una promesa que hacía que el corazón de Takemichi latiera aún más rápido.

Antes de que pudiera reaccionar, Mikey lo empujó suavemente contra la pared del pasillo oscuro. Su respiración era rápida, y el roce de la túnica de Mikey contra su cuerpo hacía que cada nervio en el cuerpo de Takemichi se encendiera. Intentó resistir, intentó mantenerse firme en su frustración, pero el calor que sentía, esa atracción casi magnética hacia Sano era demasiado fuerte.

—No podemos seguir haciendo esto. — murmuró Takemichi, aunque la convicción en su voz comenzaba a desvanecerse. —Nos van a descubrir.

—No me importa. — replicó Mikey, inclinándose más cerca hasta que sus labios casi rozaban los de Takemichi. —No me importa lo que piensen los demás. Esto es entre tú y yo.

La voz del mayor era un susurro, pero cada palabra penetraba profundamente en Takemichi. El conflicto interno que lo había atormentado durante días ahora se desvanecía bajo la fuerza de su deseo. Por más que intentara luchar contra ello, su cuerpo ya había tomado la decisión. Con un gruñido frustrado, cerró la distancia entre ellos, capturando los labios de Mikey en un beso que fue todo lo que había contenido durante días.

El beso fue duro, desesperado, una liberación de todo lo que ambos habían estado conteniendo. Mikey respondió con igual intensidad, empujando a Takemichi aún más contra la pared. Las manos de Mikey encontraron su camino debajo de la túnica de Takemichi, explorando su piel caliente, provocando gemidos que resonaban en el pasillo vacío.

—Mikey... — jadeó Takemichi cuando el otro rompió el beso y comenzó a besar su cuello, dejando un rastro ardiente en su piel. —No podemos... no aquí...

Pero Mikey no se detuvo.

—No quiero esperar más. — susurró contra su cuello, su aliento caliente enviando escalofríos por la espalda de Takemichi. —No quiero parar.

Takemichi cerró los ojos, su cuerpo atrapado entre el deseo y la razón. Sabía que esto era una locura, que cada segundo que pasaban juntos así solo aumentaba el riesgo de ser descubiertos, pero no podía detenerse. No cuando Mikey lo hacía sentir tan vivo, tan deseado.

—Manjiro... — su voz salió quebrada, pero sus manos ya se aferraban a la túnica del blondo atrayéndolo más cerca, perdiéndose en la urgencia de ese momento prohibido.

El frío aire del pasillo oscuro apenas mitigaba la intensidad que latía entre ellos. Las antorchas parpadeaban en las paredes de piedra de Hogwarts, proyectando sombras danzantes que reflejaban la turbulencia interna de Takemichi y Mikey. Estaban atrapados en un ciclo interminable de competencia, rivalidad y una atracción innegable que no podían negar, aunque intentaran luchar contra ella.

Takemichi, siempre confundido por sus propios sentimientos, había pasado meses intentando ponerle un nombre a lo que sentía por Mikey. Al principio, era fácil llamarlo odio. La forma en que Mikey siempre parecía adelantarse, robándole la oportunidad de brillar, o cómo lograba humillarlo con una simple mirada, lo llenaba de furia. Pero con el tiempo, esa furia comenzó a entrelazarse con algo más profundo. Un deseo incontrolable, una necesidad de estar cerca de él, de sentir esa energía que solo ese chico problemático podía provocar en su interior.

Manjiro, por su parte, siempre había sido el centro de atención. Su carisma natural lo convertía en el líder indiscutible de Slytherin. Nadie se atrevía a desafiarlo. Nadie, excepto Takemichi. Había aprendido a admirar esa obstinación, ese coraje inexplicable de alguien que, a pesar de ser derribado una y otra vez, siempre volvía a levantarse. Al principio, Takemichi había sido solo otro rival. Pero, con el tiempo, había algo en su fragilidad, en su determinación desesperada, que hizo que Mikey no pudiera apartar la mirada. Lo veía como un enigma que no podía dejar de resolver, una contradicción viviente que lo mantenía intrigado.

Y ahora, en ese pasillo oscuro, después de tantas batallas, tantas miradas cargadas de desafío, algo cambió. El silencio entre ellos no era incómodo, sino lleno de significado. Takemichi podía sentir su propio corazón latir con fuerza en su pecho, y cada respiración que tomaba parecía estar sincronizada con la de Mikey. La distancia física que los separaba era insignificante comparada con la conexión invisible que compartían.

—¿Por qué hacemos esto? — murmuró Takemichi, incapaz de mantener la mirada por mucho tiempo. Sus ojos vagaron hacia el suelo, inseguro de lo que realmente quería decir.

Sano con esa calma imperturbable que siempre lo caracterizaba, dio un paso adelante, eliminando el poco espacio que quedaba entre ellos. —Porque es lo que somos, Takemichi. Tú y yo... no somos como los demás.

Esa respuesta resonó en el alma de Takemichi. Sabía que tenía razón, pero no hacía que fuera más fácil aceptar lo que sentía. Sentía que siempre estaba caminando sobre una cuerda floja con su Manjiro atrapado entre el deseo y la frustración, entre querer ganar y perderse en él. La lógica y la razón se desvanecían cuando Mikey estaba cerca, reemplazadas por una tormenta emocional que lo arrastraba cada vez más lejos.

Takemichi levantó la vista, sus ojos encontrándose con los ojos su Mikey. En ese momento, vio algo que no había esperado: vulnerabilidad. Mikey, el chico que siempre estaba en control tenía una chispa de duda en su mirada. No era solo un juego para él. No se trataba de la victoria o la derrota. Había algo más, algo que ambos estaban demasiado asustados para admitir.

—Siempre estás buscando controlarlo todo. — dijo Takemichi, su voz suave pero firme. —Pero no puedes controlarme. No del todo.

Mikey sonrió, pero no fue una sonrisa burlona. Era una sonrisa que mostraba comprensión, como si Takemichi acabara de decir algo que él mismo había estado pensando durante mucho tiempo.

—Tal vez no quiera controlarte. — admitió Mikey en voz baja, su mano rozando la de Takemichi en un gesto apenas perceptible. —Tal vez es eso lo que me gusta de ti.

La confesión golpeó a Takemichi con fuerza, como una verdad que había estado flotando entre ellos, pero que ninguno se había atrevido a pronunciar. Durante todo este tiempo, habían estado luchando, pero no era solo por Quidditch o por sus diferencias. Era una lucha por comprender lo que significaban el uno para el otro, por encontrar un equilibrio en medio del caos.

Takemichi suspiró, sintiendo que la tensión en su pecho comenzaba a desvanecerse, aunque el peso de sus sentimientos no se iba por completo. Sabía que lo que tenían no era sencillo. No era una historia de amor perfecta donde todo encajaba sin esfuerzo. Eran dos fuerzas opuestas que se atraían, dos personas que se desafiaban mutuamente de formas que nadie más podía entender.

—Siempre haces esto más difícil. — murmuró Takemichi, casi resignado.

—Y tú siempre lo haces más interesante. — replicó Mikey, acercándose aún más, hasta que sus respiraciones se mezclaron.

Por un breve momento, Takemichi pensó en alejarse, en poner distancia entre ellos para no caer otra vez en esa trampa emocional. Pero en el fondo, sabía que no podía. No quería. A pesar de la frustración, a pesar del peligro que implicaba estar tan cerca de Mikey, no podía negar lo que sentía. Era una contradicción dolorosa y hermosa al mismo tiempo.

Finalmente, Takemichi se dejó llevar, permitiendo que la barrera que había levantado se desmoronara. El contacto de sus manos, que antes había sido accidental, ahora era deliberado. Y en ese pasillo oscuro, donde nadie podía verlos, donde no había competencia ni presión externa, Takemichi y Mikey encontraron una paz momentánea en el caos de su relación.

—Esto no va a ser fácil. — susurró Takemichi, sabiendo que sus palabras eran tanto una advertencia para Mikey como para sí mismo.

—Nada que valga la pena lo es. — respondió el ojinegro, con una confianza tranquila que hacía que todo pareciera menos aterrador.

Y así, en el silencio del castillo, ambos quedaron allí, sabiendo que lo que compartían no era perfecto, pero tampoco lo necesitaba ser. Eran dos almas incompletas, encontrándose en medio de un torbellino, y aunque el camino adelante estaba lleno de incertidumbre, al menos sabían que, por ahora, estaban juntos en él.

Nota autora

Me pase, pero era eso o que no salga. Hice un enemy to lovers sin querer. 

No soy fanatica de Harry Potter pero si se el lore porque le gustaba a mi ex, lo único bueno que me dejo.

Espero les guste, ME TARDE EN HACERLO 😿 por favor comenten que me anima mucho leer sus comentarios.

(Rip a mis guiones, la compu me los cambio)

Nos leemos mañana.

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