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ㅤㅤㅤㅤLos gatos solo se estiran en frente de aquellos en quienes confían en su totalidad. De lo contrario, solo esconden sus garras detrás de una falsa sonrisa, íntima pero reservada, como las dulces palabras del poeta. Así era Apolo, no puedo definirlo de otra forma. Los años pasaron como estaciones durante el año, vi a humanos morir y nacer, los nietos de Ezio eran niños que vi desde sus más tempranas edades a la vez que vi los últimos años de Ezio caer sobre él. Como dijo Apolo, aprendió a vivir con la muerte de su hermana, pero nunca la olvido. Cuando lo vi partir de este mundo directamente a hades casi a la par de su esposa me pregunte si serían felices allá. Las flores de mi jardín crecían y morían, cada nuevo mes una nueva vida se creaba en mi lugar especial donde ni siquiera Apolo podía entrar. Yo pase todos esos años sin cambiar físicamente pero como las cosas crecían mi corazón igual, no dudaba de mis palabras cuando hablaba con mis hermanas o con Apolo, Hermes y yo seguimos siendo amigos pero cada año sus visitas eran menores pero no me importo pues si algo aprendí es que por más que la gente se vaya de tu vida siempre queda algo de ellos en la esencia de tu propia vida.

Mi compañero en todo ese tiempo no fue Febo Apolo, no fue el hijo de Zeus ni el hermano de Artemisa. Mucho menos fue el Dios arrogante o vengativo. Mi compañero fue simplemente Apolo.

Ahora sé lo afortunada que soy, estúpida de suerte, borracha hasta trastabillar. A veces me despertaba en medio de la noche, con Apolo a mi lado descansando sin las mismas preocupaciones que yo cargaba pero con el corazón suficiente para entenderlas. Sobre mi cabeza las constelaciones rotan y cambian, nacen nuevas junto a los nuevos héroes que ascienden al monte Olimpo a darse festines. Me solía refugiar en sus brazos calidos, ignorando a las múltiples mujeres que han pasado en ellos pues y como siempre me dejaba en claro, él no era mío ni yo suya, cada quien tenía su vida aparte pero nos mantenemos unidos. Yo y mi gran amigo.

Era un amor platónico, es la forma de decirlo con palabras humanas. Ninguno correspondía a los sentimientos del otro ni lo trataba como una pareja real, no juramos lealtad bajo un altar ni amor eterno. Todo aquello sería inútil por la naturaleza diferente de ambos en esos temas: yo no ansiaba amor, no lo necesitaba pues mi verdadero propósito no era ser amada sino encontrar la libertad de la que me prive tanto tiempo y si bien el corazón de Apolo ardía en una llama incandescente que guardaba un profundo enamoramiento a mi persona, también era consciente que nunca me juraría lealtad por eso se limito a un amor no correspondido que ninguno sufría.

Los días parecen a veces que nunca van a terminar, que podría estar a su lado escuchando su lira sin parar. Pero si algo pasa es que la luna sube, y con eso el valor suficiente de mi pecho, recuerdo bien el día donde me sente a su lado, mi cabello ya había crecido a su largo original pero la trenza que usaba quedó en el pasado, ahora lo dejaba suelto. Estaba sobre el césped junto a él, no había diferencia alguna pues estábamos como iguales en tal conversación.

Le comenté sobre la última de mis inseguridades, ni siquiera podría llamarlo inseguridad pues era más un deseo que tenia miedo de cumplir. Su expresión al oírme cambio radicalmente, la sorpresa de sus mejillas coloradas a la par que mis palabras fluían como el río que era mi padre solo hacian crecer más y más sus emociones. Cuando acabo, lo vi guardar silencio, no pude evitar estar totalmente nerviosa por esto pues temía a que no le gustará la idea después de la comodidad de los años que habíamos pasado juntos pero finalmente sonrió, arrogante y con su honor divino brillante como una corona sobre su cabeza. Acepto mi propuesta diciendo:

— Te concedo tal deseo, Dafne, como Dios te permito cumplir tu sueño.

Antes de alabar su propia existencia y de como había sido tan amable conmigo cuando bien pudo forzarme a estar a su lado. Tiempo después él mismo me encontro un sitio tranquilo situado por una de las largas extensiones del río Peneo pero sin que mi padre o mis hermanas pudieran verme, dijo que mi jardín estaría bien y que nadie lo iba a pisar. No me importo dejarlo atrás pues podría crear otro con bellas flores de igual manera, lo único que traje conmigo fueron algunos vestidos que Apolo me regalo con los años y cosas de caza y cocina que los hijos de Ezio me dieron como un regalo al oír la noticia de mi partida.

Cuando llegue a aquel lugar un silencio fue mi compañero de plática, pasaba los días haciendo actividades humanas como cocinar, tejer o trazar mapas de como imaginaba el mundo más allá del río Peneo. Se que pude haber escogido recorrer todo el mundo, pero me sentía mucho más comoda con la idea de pasar el resto de mis días como una simple campesina como si no hubiera vivido siglos.

Apolo volvería los años siguientes con cosas para mí como una serpiente que se metía en mis sábanas pero como pasaron los años y el mundo cambiaba, dejo de venir a verme por mi propia petición pues sabía que no sería feliz sabiendo que nunca llegaríamos a nada con esto. Me sorprendió la madurez de como tomo sus palabras, incluso si ya sabía que era lo suficientemente noble como dios para aceptarlas.

En los meses siguientes escuche por boca de un coro humano que paso cerca de mi hogar la versión del mito de nuestra historia creada por vagos recuerdos. Como era de esperarse de los hombres humanos que aman crear tragedias me tacharon de una ninfa que huyó de él al ser disparada por una flecha con punta de plomo que causaba el rechazo y Apolo recibió una flecha de oro que causa amor, todo por culpa de la arrogancia de Apolo hacia Eros, uno de los hijos de Afrodita. Según su historia, Apolo me persiguió hasta que yo en desesperación le pedí a mi padre que me convirtiera en laurel y lamentando la perdida de su amor, Apolo creó una corona de laureles que usaría y se convertiría en símbolo de victoria.

Puedo decir que sin duda es cierto lo del laurel, lo empezó a usar por mí como lo hacía anteriormente con sus amores, pero fue no por mi muerte o transformación sino porque era una forma de nunca olvidarse de mí pese a que al final no correspondí su amor de la forma en la que lo hubiera disfrutado. También le dio ese significado de victoria debido a que nuestro trato acabo como se acordo.

A que la ninfa cuyo nombre significa "laurel" logro alzarse con la victoria sobre su propia opresión y resultó con la vida menos esperada pero tan ansiada.

O también podría ser por mero capricho suyo, dándole significado debido a que como dios había vuelto a triunfar.

No importa como lo vea el resto, me perdí en las páginas de la historia como ese pequeño relato de desamor pero viviré siempre contenta sabiendo la verdad.






ㅤㅤㅤㅤAlargue la mano, como si quisiera tomar la suya pues ver su silueta sobre la arena donde tanta sangre una vez se derramó me causaba agudo amargor. No pertenecía a las gradas divinas, pues mi divinidad se esfumo hace tanto tiempo pues abandone ese título de ninfa que me aseguraba la comodidad en el valhalla, viví cómo humana viendo como el mundo se movía, vi nuevas generaciones y nuevas creaciones, la caída de los dioses con los que alguna vez hable siendo sustituidos por la ciencia humana, también vi como los humanos llegaron a la cúspide de su evolución hasta el momento pues sabía que seguirán avanzando, amando y muriendo como estos siglos donde interactúe con ellos. Había pisado tantas tierras que cumplí los sueños de los amigos que alguna vez conocí durante las épocas, me convertí en una humana pese a que seguía siendo aquel ser que no envejece pero el resto de mí se fundió con sus corazones humanos que lograba experimentar sus pasiones y terrores, tenía pesadillas y me preocupaba por algo tan simple como pagar la cuenta del banco o salir a devolver el libro prestado a la biblioteca.

Me preguntaba si en esta lucha entre la humanidad que tanta curiosidad causaba en mí y mi antigua gente que sería de mi alma dependiendo el resultado. Pues no era humana pero sentía y vivía como uno.

Deje esos pensamientos abrumadores de lado, pues volví a pisar la realidad. Lo vi reponerse de un golpe que momentos atrás casi me hacía llorar, pero como era de suponer algo tan brusco y sucio no lo dañaría. Lo vi posar y mostrar su tesoro divino, como sus damas lo halagan, pero por al menos un segundo que para mí fue suficiente, vi como sus ojos se posaron sobre los míos, como si después de casi dos milenios de no vernos aún recordara mi rostro.

Nunca había rezado, pero reze a el dios sobre la arena por su victoria pues no sería capaz de ver morir al mismo hombre que alguna vez ame y que me dio la oportunidad de sentirme viva y vivir como en verdad quería.

Incluso si su arrogancia y narcisismo brillaban en la lucha que ahora desataba, sabía que detrás de eso seguía el honorable dios que me daba la paz suficiente para confiar en él sin temer por su seguridad.

Febo Apolo, un héroe para la ninfa Dafne y para la humana Dafne.











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