
➵ 𝐈. Un bardo idiota en apuros
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𝕮𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝕺𝐍𝐄
➵ 𝔄𝔫 𝔦𝔡𝔦𝔬𝔱 𝔟𝔞𝔯𝔡 𝔦𝔫 𝔱𝔯𝔬𝔲𝔟𝔩𝔢
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«𝐆𝐀́𝐍𝐀𝐓𝐄 𝐋𝐀 𝐂𝐎𝐍𝐅𝐈𝐀𝐍𝐙𝐀 𝐃𝐄 𝐔𝐍𝐀 𝐃𝐄 𝐋𝐀𝐒 𝐏𝐄𝐑𝐒𝐎𝐍𝐀𝐒 𝐌𝐀́𝐒 𝐂𝐎𝐍𝐅𝐈𝐀𝐁𝐋𝐄𝐒 𝐃𝐄 𝐆𝐄𝐑𝐀𝐋𝐓. Alguien que sea aparentemente inofensivo. Alguien que se comporte como un idiota pero tenga buenos contactos. Alguien cuyo nombre es Jaskier».
Y delante mía estaba ese tal Jaskier. Aparentemente inofensivo pero extremadamente escandaloso y divertido.
Y mi fiel objetivo si quería que el príncipe Viridian me dejara en paz al encontrar a Cirilla a través de su ayuda y su lengua astuta.
—¡Oh, vamos! ¡No! ¡No! —exclamó el bardo mirando a una mujer que estaba tirando sus pertenencias desde la ventana. Yo estaba en la pared de atrás con una sonrisa desdeñada y observando la escena, a la vez que me ocultaba bajo la sombra de los entoldados de los maltrechos mercadillos de la plebe, oculta entre tanto tumulto—. ¡Solo fue una vez! ¡Cierto que... con varias personas al mismo tiempo! —La mujer empezó a tirar cartas y pergaminos de sus canciones—. ¡Pero... no significó nada! —Tiró unos pantalones y Jaskier los cogió, enseñándoselos—. ¡Esto ni siquiera es mío!
—¿Creías que eras el único que se estaba divirtiendo a escondidas? ¡Maldito hijo del demonio mentiroso! —exclamó la mujer, me imaginaba que era una de sus... ¿amantes? Una de entre tantas, claro.
—Pues... —Jaskier tiró el pantalón sin saber qué decir—. ¡Sí! —gritó mientras le salía un gallo—. ¡Lo creía!
Su querida le tiró una camisa en toda la cara, aún más enfadada, si eso era posible.
—A esto nos dedicamos, mi amor —dijo él imitando una pose encantadora—. Somos creativos, libres pensadores, todo es justo. ¡Todo, absolutamente todo! —Pero ella seguía sin hacerle caso, empezó a tirar todo tipo de vestimentas y empezó a esparcirlas por todo el terreno. Empezó, incluso, a tirar objetos materiales, y muy consistentes. Jaskier se distanció un poco y chocó contra mí. Se dio la vuelta bruscamente mientras soltaba un gritito. No le di el placer de mirarlo con expresión solemne porque efectivamente, me estaba riendo muchísimo con su situación.
—¡Dios...! ¿¡Cuándo dejaran de asaltarme mujeres sexys y mágicas!? —exclamó, observándome a mí y a su querida—¡Soléis ser vosotras las que os abalanzáis sobre mí!
—Gracias, supongo —le dije—. Nunca nadie antes me había llamado con ese epíteto demasiado lúbrico pero agradezco tu consideración —No rompí la mueca de diversión en mi rostro—. Y en cuanto a lo segundo, tu querida tiene pinta de muchas cosas —pausé y la miré con agrado— excepto de maga, por favor, no busques dobles sentidos a mis palabras. Y si eso es verdaderamente cierto, con agrado me encantaría observar cómo le lanzas un hechizo y le dejas con la boca callada de una vez por todas.
—Ojalá pudiera, querida, ojalá pudiera —susurró ella para sí misma. En efecto, le encantaría y viendo su expresión me quedaba claro que estaba totalmente arrepentida de no poseer la magia en su sangre.
Pero yo sí. Aunque desgraciadamente Viridian me mataría si la usara en contra de Jaskier.
El bardo nos miró, horrorizado.
—Chicas, chicas —dijo moviendo las manos en el aire con un movimiento leve para calmarnos, aunque ya yo estaba calmada, solo me estaba jactando—. Tenéis que calmaros, ¿vale? En serio, haré que mi galantería os conmueva a ambas con unas cuantas canciones.
—¡Vete al infierno! —La mujer le estampó un libro en toda la cara. Me reí sin disimulo—. ¡Tú, tus canciones y tus mentiras!
Empezó a tirar más piezas, cada vez más voluminosas.
—¿No tendrá una ballesta, verdad? —le pregunté mientras le ayudaba a incorporarse.
—¡No, claro que no! —exclamó riéndose nervioso y asombrado al mismo tiempo. Luego me dirigió una mirada dubitativa de soslayo—. Probablemente. Yo no lo descartaría. —Se dirigió hacia la mujer de la ventana—. ¡Nada de ballestas! ¿¡Vale!?
Puse los ojos en blanco.
—¡Mira, muchacha! —me dijo ella lanzando una sábana que cayó a mis pies—. ¡Puedes quedártelo sin problemas, a él y a su polla viruelosa!
—¡Sin duda, es una oferta de lo más tentadora y repulsiva pero creo que la rechazaré! ¡Muchas gracias! —le contesté yo de inmediato y totalmente espantada. Aproveché el momento para darle una patada a las sábanas.
—Es mentira —me susurró Jaskier para luego dirigirse a ella nuevamente. No se estaban dando cuenta del espectáculo que estaban formando—. ¿¡Quién miente ahora, eh!?
—Jaskier —le corté yo con una sonrisa—. Tengo que hablar contigo —Miré de nuevo a al mujer—. A solas.
—Sí pero necesito un par de pantalones bombachos —siguió él—. P-por cierto, ¿quién eres exactamente?
—¡Jaskieeeer! —Nos interrumpió de nuevo su querida. Tenía un laúd en la mano y este la miró totalmente asustado, casi diría que hubiera preferido que tuviera una ballesta apuntándole en la cara a que tenga su instrumento musical entre sus manos.
—¡No, mi amor, no! ¡Por lo que más quieras! —exclamó este. Ella le sonrió ladeando el rostro aparentando dulzura—. ¡Mírame! ¡Mírame a los ojos! No hay porqué herir a un inocente.
¿Acaba de llamarse así mismo inocente después de todo lo que ha hecho? ¿O lo dijo por su laúd?
La chica acarició el instrumento y en menos de un segundo lo lanzó por los aires con un gruñido pero lo cogí al instante. Jaskier se giró hacia mí y cuando vio que lo tenía en mis manos, soltó un suspiro de alivio.
—Acabas de salvar a mi verdadero amor.
—Suponiendo que tienes un millón de amores —dije con calma—. No creo que tengas ningún problema en perder a alguno pero seré buena contigo y esta vez no estarás de luto. —Hice ademán de entregarle el laúd pero justo cuando sus manos rozaron la madera, se lo aparté—. Deberías de saber que la discreción es más importante que cualquier diversión. —Esta vez y tras terminar de aconsejarle, se lo entregué y parece que Jaskier ganó cinco años de vida tras tener el contacto delicado de su laúd entre sus manos. Me di la vuelta y este me siguió—. ¿Trabajas para el brujo, no?
—¡No! No trabajo para el brujo, trabajo con el brujo —rectificó, algo indignado—. Bueno, trabajaba. Geralt desaparece y aparece cuando le da la gana. Es testarudo y odia; entre todas las cosas que odia, claro, que lo hagan de rogar. Aunque en el fondo es un oso que necesita cariño y que lo abracen. Por eso trabajo con él y no para él, para ayudarlo. En fin, perdonaré tu nefasta comparación e ignorancia porque has salvado a esta preciosura... —continuó haciendo suaves caricias a las cuerdas de su instrumento—: Muchas gracias, por cierto.
—No es nada —murmuré sin darle mayor importancia—. ¿Qué hay de los monstruos?
Profirió una carcajada nada disimulada.
—Jamás superaré lo monos que son, para ser monstruos, claro. —Lo peor de todo y escuchando el tono con el que había pronunciado la frase sabía que no estaba de broma—. No sé, tienen carita de osito. En plan: «¡no, por favor! ¡No me hagas daño!» Y luego... ¡pam! Colmillos. Colmillos afilados cual puñales por doquier directos a tu cara.
Otra vez con los osos.
Esta vez, me paré en seco y me giré hacia él.
—¿De verdad que esa mujer no te golpeó la cabeza con una ballesta?
Me miró como si le hubiera dado una bofetada.
—¿Me estás llamando loco? ¡Solo digo lo que pienso!
—No te estoy llamando loco pero te aseguro, que si un día te encuentras cara a cara con alguno de esos osos amorosos o como quieras llamarlos mientras estás solo, lo más probable es que te mearías y te cagarías encima y no tendrías tiempo de decir lo monos que son antes de que te conviertas en su deliciosa cena familiar —Hablaba totalmente en serio.
—¿Quién ha dicho que no me haya meado y me haya cagado encima la primera vez que vi uno? —preguntó con cierta mofa.
Me di la vuelta, dirigiéndole como respuesta silenciosa mi espalda. Esperaba con ansias que sacara sus propias conclusiones del motivo de mi comportamiento.
—Bueno, es broma. No he hecho tal cosa pero gracias por llamarme delicioso. —Se adelantó a mí y se posicionó delante mía—. ¿Por qué quieres saber tanto sobre mi querido Geralt?
Ah, la pregunta del millón. La que más estaba esperando.
Sonreí con picardía.
—Tengo un trabajo para él —le mentí—. Un trabajo que requiere de su intelecto, ingenio y sobre todo, de sus habilidades asesinas para acabar con una bestia que acecha las afueras de la ciudad. —Sonreí. Se lo estaba creyendo dado su expresión anonadada y curiosa—. En una cueva apartada y recóndita del valle más cercano. Nadie ha hablado de ella pues nadie quiere saber sobre su carnicería y sed de sangre humana, más allí está esperando con ansías que unos pobres desdichados con complejo de héroes acechen en busca de sus pasos para cobrar una recompensa y acaben siendo devorados por sus afilados y espantosos dientes. —Narré la historia como lo haría una anciana al contarle una fábula fantasiosa a un niño de seis años. Jaskier era ese niño.
—Sí, sin duda es el trabajo perfecto para Geralt —concluyó él, emocionado.
—Sí, pero... no podrá él solo —respondí de inmediato.
—Me tendrá a mí.
—No creo que sirvas de mucho. —Siendo sincera, eso me salió sin pensarlo. Él me miró dolorido—. Quiero decir..., eres solo un humano. No podrás hacer nada pero tengo entendido que viaja con una chica, tan poderosa y peligrosa como él. ¿Cirilla? Si mal no recuerdo, ese era su nombre.
—Lo es —contestó él con una ceja alzada—. Pero no creerás que te vaya a dar información sobre ella, ni siquiera sé tu nombre, listilla.
—Porque yo, al contrario que tú, no doy el cante y no me conocen como «la depravada de la ciudad», listillo —Su situación me venía de lujo para sonsacarle información.
—¡Ah! ¡De modo que así me conocen, eh! —exclamó Jaskier, no estaba para nada molesto—. Hay muchas otras formas más sutiles de las cuales, la mayoría de las damas me suelen decir mucho y no caballeros diligentes que no tienen nada más que crear rumores falsos hacia mi persona por meros celos.
—Sé algunos de esos nombres —le desafié.
—Sorpréndeme —Me guiñó un ojo.
—Maestro de las siete artes liberales, no preguntaré cuales.
—Ese título es demasiado antiguo, por favor, continua.
Lo fulminé con la mirada.
—Vas detrás de todo lo que se mueve: hombres, mujeres, enanos, elfos, polimorfos..., así que...
—Eso... ¡eso fue solo una vez! —pausó e hizo una mueca—. Y no me arrepiento. Ante todo, fue glorioso. Prosigue.
—Ante todo, no necesito detalles, quiero dormir tranquila —rectifiqué yo—. ¿El donjuán de Lyria?
—Oh... puede que un poco.
—¿El romancero de Redania?
—Uf, no lo sé.
Volví a fulminarlo.
—¿El bardo pervertido de las tabernas más ostentosas del todo el continente?
—¡Para nada!
Cinco minutos más tarde.
—¿El fornicador más indeseable?
Esta vez fue él el que me fulminó con la mirada.
— ¿El semental de Cidaris?
—¡Ahí le has dado! —afirmó al fin—. Desde luego que sí.
—Entonces, ¿tu trasero ha estado en todas partes? —pregunté, sorprendida—. ¡Vaya...! Al final si que vas a tener la viruela.
—Tengo mis métodos para alejarme de ella, querida —murmuró él y cogió su laúd para empezar a entonar una canción pero lo interrumpí de inmediato.
—Geralt necesitará de la ayuda de Cirilla para acabar con este monstruo. Si no me crees, compruébalo tú mismo, espero que tú y tu trasero pervertido salgan bien parados. Reúnete conmigo mañana al atardecer, en este lugar para seguir hablando de esto. Si no vienes, entonces no dudaré de que posees más fanfarronería que valor —Me puse la capucha y le di la espalda—. Mi nombre es Hyacinth y estoy encantada de conocerte, Jaskier, aunque no lo parezca. Hasta entonces, intenta no meterte en muchos contratiempos prematrimoniales y piensa que Cirilla es tan poderosa como ese brujo tuyo. Su presencia en muy importante allá dónde vaya pues puede salvarnos de un futuro fatídico e indeseable y ayudarnos a vencer a cualquier amenaza.
Oí cómo bufó pero no me quedé para saber qué respuesta ingeniosa se inventaría. No podía perder más tiempo.
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