Next to you
Habían transcurrido dos semanas después del altercado. Y aunque gracias a su madre había logrado que no surgieran más discusiones desde ese día, su padre no dejaba de tratarlo de manera indiferente, tanto así como si no existiera, negando hasta tan sólo dirigirse de alguna manera hacia Seokjin desde ese día.
—Sunwoo, ya hemos hablado de esto. Sé que es difícil para ti, pero esto también está siendo difícil para Jinnie.
—Deja de defenderlo como si fuera un niño, Daehyun.
—Quien se está comportando como un niño aquí eres tú. Dos semanas, llevas dos semanas sin hablarle a tu hijo —reprochó—. Sé que esta noticia te sentó mal, pero ponte en el lugar de él. No te estoy pidiendo que se lleven de maravilla inmediatamente, tan sólo... dale una oportunidad ¿por favor?
Quién era Sunwoo para negarle alguna petición a su esposa, Daehyun siempre había sido su debilidad. Así que aunque le costara tiempo, intentaría mejorar... bueno, que las cosas no fueran tan mal desde ahora.
Ding dong
—Yo abriré —mencionó el hombre, antes de dirigirse a la primera planta.
—¿Quién será ahora? —murmuró Seokjin antes de salir de la cocina—. Dame un segundo Nam, alguien toca la puerta —avisó a través de su teléfono antes de colgar la llamada.
Los ojos de Seokjin casi saltan de sus cuencas oculares al abrir la puerta y observar a quién se encontraba al otro lado de ella.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Jin aturdido ante la presencia de aquel moreno.
—Woh. Gracias. Yo estoy muy bien ¿y tú? También me alegra verte —respondió en un tono burlón a quién seguía sin articular una respuesta.
«Carajo, ¿Qué hace Namjoon aquí?»
Se supone que el vivía al otro lado del país. No es que no le agradara la presencia del menor, pero ese no era el momento indicado, todo en su casa había estado complicado desde que regreso de aquél viaje. No quería echarlo, pero tampoco quería que su padre lo viera, no no no, le aterraba la idea de tan sólo pensarlo. Sería mejor decirle amablemente que volviera otro día o qué se encontraran en otra parte. Sí, eso podría estar bien...
—Buenos días.
«Demonios, esa voz».
—Muy buenos días, señor —le saludó rápidamente el castaño ante la presencia de aquel hombre mayor.
—Seokjin... ¿Quién es él? —cuestionó fríamente mirando con recelo hacia el chico.
—Papá, él es...
—Que descortés de mi parte. No me presenté, lo siento. Mi nombre es Kim Namjoon, un gusto —el moreno sonrió amable y extendió su mano en forma de saludo.
«¿Por qué la tierra no se abre y me traga de una vez?» pensó Seokjin al ver como después pronunciar aquél nombre la mirada de su padre se tornó sombría y su rostro empezó a enrojecerse.
—Así que... ¿tú eres el famoso Namjoon? —preguntó forzando una sonrisa, a lo que correspondía el saludo de el castaño con un apretón de manos.
—Sí señor, no creí que hubiera escuchado de mí. S-señor... me está lastimando —se quejó sintiendo como el agarre del hombre cada vez se tornaba más fuerte.
—¡Papá, suéltalo! —exclamó Seokjin alejando a su padre del moreno.
—Lo siento muchacho, creo que me emocioné por conocer a un nuevo amigo de mi hijo.
—Namjoon, creo que deberías irte... —murmuró el pelinegro sintiendo como el ambiente se tornaba incómodo.
«"Tan sólo dale una oportunidad, ¿por favor?"» el mayor resopló con cansancio, al recordar las palabras de su mujer. De nuevo intentó forzar una sonrisa en su rostro que logró lucir más como una mueca.
—No seas grosero Seokjin, el chico acabó de llegar. Déjalo entrar, l-le diré a tu madre que les prepare algo de beber —concluyó con una pequeña reverencia antes de retirarse del salón.
—Vaya. No me esperé esa reacción —mencionó Seokjin tomando asiento al lado del castaño, que se hallaba sentado en uno de los sillones.
—Tu padre parece amable; aunque al principio me intimidó un poco —fijó su mirada en el azabache una vez escuchó como este emitía una risa sin gracia—. ¿Por qué te ríes?
—Mi padre no es exactamente una persona amable. Me sorprende que te haya dirigido la palabra cuando no lo había hecho conmigo desde que llegué —admitió esbozando una débil sonrisa.
—¿Has pasado un mal rato? ¿Quieres hablar de ello? —preguntó con preocupación.
—No... yo sólo quiero saber como llegaste aquí y por qué.
—Aún me lastima tu falta de emoción ante mi llegada, que lo sepas —bromeó, aunque la verdad se había sentido algo dolido.
—Nam, no seas tonto. Claro que estoy feliz de verte, sólo estoy un poco aturdido... esto es muy repentino.
—Lo sé... bueno, te conté que me había postulado para una beca.
—Namjoon, me hablaste de otras ciudades donde había mejores universidades.
—Pero esta es la única ciudad donde estás tú.
Seokjin sintió como sus mejillas empezaban a tomar color y una agradable sensación de calidez en su pecho aparecía, al ver como el moreno empezaba a tornarse tímido, siendo este incapaz de conectar su mirada con la suya.
—¿Hiciste esto, p-por mí?
—¡Lo hice por ambos! —guardó silencio por un momento sintiéndose avergonzado por su repentino entusiasmo—. Quiero decir... te prometí que encontraría la manera de estar juntos. E-espero no estar causándote molestias.
—Nunca podría ser una molestia. Esto es... lo más dulce que alguien haya hecho por mí —sonrió dulcemente tomando entre sus manos las mejillas del menor.
—¿Qué creen que hacen?
Ambos jóvenes se pararon rápidamente al escuchar a la mujer que bajaba por las escaleras con el ceño ligeramente fruncido.
—Debieron haber visto sus rostros —soltó una pequeña carcajada la mujer al ver la cara de espanto de ambos jóvenes.
Dejaron escapar un suspiro de alivio al ver la sonrisa de la mujer. Seokjin con un poco de valentía dio el primer paso hacia su madre para presentar al moreno.
—M-madre él es Namjoon —explicó señalando al castaño que ahora hacia una reverencia como saludo.
—Un gusto Namjoon, me puedes decir Dahyun. Es un placer por fin conocerte.
—Un gusto Dahyun, el placer es mío —respondió en medio de una amplia sonrisa.
...
Pasaron algunas semanas, casi un mes desde que Namjoon había hecho presencia por primera vez en la casa del pelinegro. En ese corto tiempo las cosas habían marchado un poco mejor de lo que Seokjin esperaba, al principio claramente no fue tan fácil acoplar al joven a la presencia de los padres de Seokjin, en especial al padre de este. Aunque se debe admitir que el hombre hizo un gran esfuerzo en aceptar a la actual pareja de su hijo, tanto que al final terminó ganándose su genuino cariño después de darse cuenta que tal vez aquel chico inteligente, amable y educado era buen partido para su primogénito.
En ese corto mes, Namjoon logró instalarse en un pequeño apartamento cerca a su nueva universidad. Aquella no quedaba muy lejos de la casa del azabache, razón por la cual la mayor parte del tiempo permanecían juntos, a excepción de aquellos días en que el estudio y el trabajo de medio tiempo abrumaba al castaño; aún así eso nunca fue un problema, pues Seokjin entendía perfectamente aquellos percances, y no dudaba en demostrarle su apoyo al moreno cada vez que podía.
Por otro lado, Seokjin al haber terminado hace un año sus estudios universitarios ahora se encontraba laborando en la empresa de su padre, trabajando como director del área de marketing. En un futuro esperaba pronto tomar el puesto de vicepresidente, logro del cual no dudaba el señor Sunwoo que su primogénito alcanzaría, no por ser parte de su familia, claro que no. El hombre era consciente del talento nato que tenía su hijo como líder y negociador así que tenía altas expectativas puestas en él.
No se preocupen por Jin, él de verdad disfrutaba de su trabajo, y le alegraba que también aquello haya hecho que la relación entre él y su padre actualmente fuera más cercana.
—¿Aún te hablas con Suah? —preguntó Yoongi, el cual dejaba las malteadas en la mesa antes de tomar asiento.
—Por supuesto, quedamos como buenos amigos —el azabache se encogió de hombros al escuchar el bufido del contrario.
—No puedo creer que hayan viajado hasta Gwacheon —mencionó ahora el castaño con una risa incrédula.
En ese momento los seis amigos se encontraban en una pequeña plaza de la ciudad mientras cenaban y se ponían al corriente, después de todo desde que terminaron las vacaciones no se habían vuelto a contactar.
—¿Estás bromeando? No podía perderme ver a mi amigo rompecorazones enamorado —se burló el pelirrojo, haciendo avergonzar al mencionado.
—Hoseok tiene razón; aunque ya me lo sospechaba, se siente genial haberlo confirmado —mencionó el menor de todos.
—¡Mírenlos, están sonrojados! —exclamó Ken, haciendo que los rostros de los señalados se tornaran aún más rojos.
—¡Ya! ¿Desde cuándo la conversación se tornó en sólo Namjoon y yo? —se quejó el azabache.
—Pero en serio Namjoon, ¿Qué viste en él? míralo, es temperamental, berrinchudo, tiene complejo de padre, y no es tan guapo... al menos no tanto como yo —sonrió socarrón sabiendo que estaba enfadando aún más a su amigo.
—Para mí, él es perfecto —admitió sincero, depositando un pequeño beso en la sien del mayor. Mientras recibía abucheos acompañados por algunas risas por parte de sus amigos.
—Deberíamos irnos, ya se van a poner cursis —habló el más pálido levantándose de su silla seguido por sus amigos que retomaron la misma acción.
Después de unos minutos caminando, el sol empezaba a refugiarse, siendo acompañado así el cielo con tonos rosas y naranjas, formando un precioso atardecer.
Por alguna razón, el panorama y la calidez y tranquilidad que le transmitía aquel paisaje a Namjoon, hizo que en aquel momento tuviera un pequeño arranque de valentía. Se dedicó a mirar por unos segundos —que parecieron horas— el hermoso perfil del chico a su costado; los ligeros rayos del sol que se reflejaban sobre su delicadas facciones lo tenían completamente absorto, Seokjin era una obra de arte delante de los ojos Namjoon, tanto que podía confundir la presencia del menor con aquel bello atardecer detrás de él.
Seokjin pudo sentir la constantemente mirada del castaño sobre él, y no pudo evitar sentirse algo avergonzado, provocando que sus mejillas empezarán a tomar un ligero color carmesí después de sentir como su mano era entrelazada con la de su acompañante.
—¿Por qué me miras tanto? —rió sutilmente observando al menor.
—Eres hermoso —sonrió al ver como el mencionado bajaba su mirada.
—Ya lo sé —murmuró tímidamente recibiendo una pequeña risa por parte del contrario.
—Seokjin, tal vez no sea el mejor momento o el lugar más romántico, pero en serio me gustas. Y aunque las etiquetas no sean lo mío, quiero estar seguro de lo que tenemos... ¿Te gustaría ser mi oficialmente mi novio?
El corazón del azabache empezó a latir a niveles que no sabía si podía considerar peligrosos. Esas mariposas de las que hablaban en todas las novelas que había leído eran reales, las podía sentir en su vientre revolotear sin control en ese preciso momento. Una sonrisa se instaló en su rostro y mirando a su acompañante fijamente, afianzó el agarré de sus manos antes de depositar un casto beso en los labios contrarios.
—Me encantaría ser tu novio, Namjoon —aseguró besando nuevamente a su novio, mientras el más alto rodeaba su pequeña cintura.
—Ay por favor, no vamos a llegar a este paso a nuestras casas —mencionó Yoongi, aparentemente molesto; sin embargo, no podía esconder del todo aquella sutil sonrisa en su rostro al ver a su amigo luego de tanto tiempo, genuinamente feliz.
El chico de piel pálida al igual que sus demás amigos aceleraron sus pasos dejando a los novios atrás, los cuales entre pequeñas risas empezaron a reprochar intentando seguir el rápido paso de los demás.
Entre sonrisas mutuas y manos entrelazadas ambos jóvenes sabían que a partir de ese momento sería el inicio de algo nuevo, de unos sentimientos que se habían limitado a experimentar, pero que agradecían con felicidad permitirse en ese preciso momento sentir dichas emociones con la persona por la cual se habían arriesgado a romper aquellas barreras que no los dejaban avanzar, con la persona que supo responder con sinceridad y reciprocidad aquellos sentimientos que albergaban en su interior.
Estaban conscientes de que todo lo que implicaba una relación no sería siempre miel sobre hojuelas, pero ellos estaban dispuestos a no dejarse de lado ni cuando las situaciones parecieran no estar a su favor. Porque sus sentimientos eran sinceros y tal vez de esa manera era más fácil defender, conservar y atesorarlos en el desenfrenado torbellino que es el amor.
Fin
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