「045 」
Estaba esperando un cachorro.
JiMin clavó la vista en la puerta tras la cual había desaparecido el médico.
Sí, había tenido náuseas. Sí, no le había venido el celo. Trataba de engañarse diciendo que era el estrés, a la locura de las fiestas de su familia, al trabajo y a YoonGi. Además, ¿por qué iba a contemplar esa posibilidad cuando estaba tomando supresores?
Las palabras del médico resonaron en sus oídos:
–¿Ha tomado algún medicamento en el último mes? –le preguntó.
–No. Solo tomo paracetamol cuando me duele la cabeza. –recordó el resfriado– No, un momento, sí. Tuve principio de neumonía y me recetaron...
Dejó la frase en el aire al entenderlo.
El médico asintió con la cabeza.
–Antibióticos. Su médico familiar debió haberle advertido de que reducen los efectos de los supresores. Ya he visto este error antes. Espero sean buenas noticias.
Un anhelo enorme se abrió paso en su pecho, provocandole un nudo de emoción.
Estamos esperando un cachorro– dijo emocionado su lobo.
Son buenas noticias... Al menos para nosotros–respondió.
Se subió a su Escarabajo. Después, colocó las dos manos sobre su estómago plano.
Un bebé.
Iba a tener el bebé de YoonGi.
Recordó las últimas semanas, que habían sido perfectas. Su relación se había estrechado hasta tal punto que el ritmo habitual entre Alfa y omega se había convertido en algo cotidiano. La navidad con su familia había sido más tranquila, ya que YoonGi se esforzó de verdad por disfrutar de la ocasión. Le hacia el amor con una pasión que le llegaba al alma. Creía que las barreras que había entre ellos estaban cayendo poco a poco. A veces lo pillaba mirándolo con una emoción tan descarnada que lo dejaba sin aliento. Sin embargo, cada vez que él abria la boca para decirle que lo quería, el cambiaba de actitud por completo y se cerraba en banda. Como si sospechara que en cuanto él pronunciará las palabras, ya no habría vuelta atrás.
Había estado esperando la oportunidad perfecta, pero se le había acabado el tiempo. Lo quería. Ansiaba tener un matrimonio de verdad, enlazarse, algo verdadero, sin contrato. Y necesitaba confesarle lo que había hecho con el dinero.
Sintió los nervios en el estómago. YoonGi se había negado a casarse con Hoseok porque él quería un hijo. Como era lógico, temía cometer los mismos errores de su padre. Pero él esperaba que cuando comprendiera que el niño era real, que formaba parte de él, se abriría del todo y se permitiría amar.
Volvio a casa preso de la emoción y la expectación. No se le había pasado por la cabeza ocultarle la verdad. Esperaba que reaccionase con sorpresa y con un poco de miedo. Pero en el fondo sabía que YoonGi acabaría por hacerse a la idea. Al fin y al cabo, y puesto que no lo habían planeado, el destino debía de haberles enviado a ese niño por un buen motivo.
Se empeño en creer que haría feliz a su esposo. Las noticias lo obligarían a abrirse por completo y a aceptar el riesgo. Sabía que le quería.
Aparcó en el camino y entró en casa. El viejo Holly se acercó a la puerta para saludarlo y paso mucho tiempo acariciándole las orejas y besandolo en la cara, hasta que vio que movía el rabo con alegría. Contuvo una sonrisa. Ojalá su esposo fuera tan fácil. Su perro había progresado mucho con un poco de amor y paciencia.
Entró en la cocina, donde YoonGi se afanaba preparando la cena. El delantal que tenía atado a la cintura lo proclamaba como el mejor chef del año, y era un regalo de su madre. Se colocó detrás de él, se puso de puntillas y lo abrazó con fuerza antes de acariciarle la nuca con la nariz, perdiéndose en su aroma a Madera y cerezas.
YoonGi se volvió y le dio un beso.
–Hola –susurro entre sus labios.
–Hola. –respondió.
Se sonrieron.
–¿Que estas preparando? –le preguntó.
–Salmón a la plancha, espinacas y patatas asadas. Y ensalada, por supuesto.
–Por supuesto.
–Tengo una noticia –dijo él.
JiMin lo observó con atención. Sus ojos tenían un brillo triunfal y esos labios tan perfectos esbozaban una sonrisilla.
–¡Ay Dios! ¡Conseguiste el contrato!
–Conseguí el contrato. –confirmo el Alfa.
Soltó un chillido y se lanzó a sus brazos. YoonGi se echo a reir y comenzó a darle vueltas antes de inclinar la cabeza y besarlo. Como de costumbre, se sintió abrumado por la pasión y la ternura, de modo que le clavó las uñas en los hombros y se aferró a él. Después de que YoonGi lo besara largo y tendido lo apartó un poco y lo miró con una sonrisa deslumbrante. Le latía el corazón tan rápido y se sentía tan feliz que creía estar a punto de estallar.
–Estamos de celebración, nene. En el frigorífico hay una botella de champán que sobró de Nochebuena. Vamos a emborracharnos para celebrarlo.
JiMin guardó silencio un momento, mientras se preguntaba cuando soltar su bomba. Cualquier persona normal esperaría a que la cena estuviera servida y hubieran celebrado lo del trato del río. Alguien normal esperaría al momento oportuno para que su esposo se fuera acostumbrado a la idea poco a poco.
Claro que él nunca había sido normal. Las noticias de éxito de YoonGi le parecían un buen presagio para lo que él tenía que decirle.
–Ya no puedo beber alcohol.
YoonGi lo miró con una sonrisa mientras seguía preparando el salmón.
–Te has propuesto no empinar el codo, ¿no? No será por esa ridícula dieta, ¿Verdad? El vino es bueno para la sangre.
–No, no es por la dieta. He estado en la consulta del médico hoy y me ha dicho que no puedo beber alcohol.
El Alfa lo miró con el ceño fruncido.
–¿Estas bien? ¿Has vuelto a enfermar? Te dije que fueras a mi médico. Al tuyo le encantan las tonterías holísticas y lo único que te receta son hierbas y esas cosas. Cuando descubrimos lo de la neumonía estuve apunto de tirarlo por la ventana para que te recetara medicamentos de verdad.
–No, no estoy enfermo. Me dijo otra cosa.
–¡Ah! –YoonGi solto la cuchara y se volvió hacia él con expresión aterrada –Nene, empiezas a preocuparme. ¿Que pasa?
Su preocupación lo conmovió. Lo tomó de las manos y les dio un apretón. Después, le soltó la noticia de golpe.
–YoonGi, estoy en cinta.
La sorpresa más absoluta se reflejó en los ojos de YoonGi, pero él estaba preparado para esa reacción. Espero con tranquilidad a que asumiera la noticia para poder hablar. Sabía que YoonGi no cedería a sus emociones, sino que pensaría con lógica y sería racional.
YoonGi se zafó de sus manos con delicadeza y retrocedió un paso, hasta chocar con la encimera de la cocina.
–¿Que has dicho?
JiMin inspiró hondo antes de contestar.
–Estoy en cinta. Vamos a tener un cachorro.
YoonGi parecía no encontrar las palabras adecuadas.
–Pero... es imposible. Tomas los supresores –Hizo una pausa– ¿Verdad?
–Claro que sí. Pero a veces pasan estas cosas. De hecho, el médico me dijo que...
–Que conveniente –Interrumpió el Alfa.
Parpadeó al escucharlo. YoonGi lo miraba como si le hubiera salido otra cabeza.
De repente, se sintió muy intranquilo. Retrocedió y se sentó en un de las sillas de la cocina.
–Se que es una sorpresa. También lo ha sido para mi. Pero hay un bebé en camino y tenemos que hablar del tema –Al ver que el pelinegro guardaba silencio, continuo en voz baja– No lo habia planeado. No había planeado qué lo nuestro sea un matrimonio real. Pero te quiero, YoonGi. Estaba esperando el momento adecuado para decírtelo. Y siento mucho soltartelo así sin más, pero no quería esperar. Por favor, di algo. Lo que sea –insistio.
Su esposo sufrió una trasformación instantánea. El hombre a quien quería y con quién se reía comenzó a desaparecer. La distancia entre ellos creció, acompañado por un frío ártico que le provocó un escalofrío en la espalda. Su cara parecía tallada en piedra. Y mientras esperaba a que dijera algo, JiMin tuvo el repentino presentimiento de que habían llegado a otra encrucijada en el camino.
YoonGi miro fijamente a su esposo.
–No quiero el niño.
El muro de hielo que se había estado deshaciendo se irguió de nuevo al instante. Las únicas emociones que se filtraban eran el resentimiento y la amargura. Sí, JiMin era bueno. Se había dejado engañar por su actuación y tendrá que pagar el precio.
Lo vio parpadear y menear la cabeza.
–Bien. No quieres al niño. Entiendo que estés asustado pero tal vez con un poco de tiempo cambies de idea.
Recordó con amargura las palabras que Hoseok le había dicho meses antes.
La promesa que le habia hecho su padre. Le habían advertido de que JiMin utilizaría cualquier truco para atraparlo, pero no quiso creerlo. Se había enamorado de su inocencia y había acabando enamorándose de él.
Se lo había dejado muy claro desde el principio, y como el tonto que era creyó que él lo respetaría lo suficiente como para no intentar atraparlo.
Y en ese momento le había dicho que lo quería.
Estuvo a punto de ahogarse con una carcajada amarga. Desde que descubrió los documentos del préstamo y se reunió con su padre, las dudas y la necesidad de creer en él habían librado una batalla en su interior. Sin embargo, dejó pasar el asunto y decidió confiar en él. Confiar en que le diría la verdad sobre el uso que le habia dado el dinero si tener que presionarlo.
Pero por fin había enseñado sus cartas, con esa expresión radiante y una mirada triunfal.
Un bebé
Iba a tener a su hijo.
Su lobo movía la cola feliz, pero lo ignoró.
La rabia se apodero de él y lo envolvió en una nube negra que amenazaba tormenta.
–¿Que pasa, JiMin? ¿Es que no te han bastado los ciento cincuenta mil dólares? ¿O te han entrado ganas de más por el camino?
JiMin tenia la cara descompuesta por sus palabras, pero él sabía que era un truco, lo sabía muy bien. Cuando hablo, lo hizo con voz temblorosa:
–¿Qué dices?
–Por fin mostraste tu verdadero rostro. Se acerca el final del contrato. Joder, ya llevamos cinco meses. Como no sabías qué iba a pasar, has tenido un pequeño accidente para cimentar el trato. El problema es que no quiero crío. Así que vuelves a la casilla de salida.
JiMin se dobló por la mitad y se rodeó el cuerpo con los brazos.
–¿Eso es lo que crees? –Tomó una trémula bocanada se aire y se estremeció – ¿Crees que lo hice apropósito para atraparte?
–¿Por qué me dijiste si no que estabas tomando la pildora para que yo dejara de usar condones? Has admitido desde el principio que querías dinero y luego me engañaste diciendo que querías ser independiente. Así me descolocabas –Soltó una carcajada carente de humor– Negarte a que te comprara un auto fue muy inteligente de tu parte. Me tragué la interpretación. Pero te estabas reservando para el ataque final.
–¡Dios mio!
Se doblo por la mitad otra vez, como si le doliera de verdad, pero él se quedó donde estaba, sin sentir nada.
JiMin se levantó despacio de la silla. Ya no le brillaba la cara. Su rostro reflejaba un dolor tan atroz que YoonGi titubeó un segundo. Pero después endureció su corazón y se obligó a enfrentarse a la verdadera personalidad de su Omega.
Era un mentiroso. Sería capaz de utilizar a un niño inocente para conseguir sus propósitos, y ese niño pagaría las consecuencias. Se estremeció por el asco al ver que seguía interpretando su papel, que fingía ser la víctima.
Lo vio apoyarse en la pared y mirarlo con espanto desde el otro extremo de la cocina.
–No lo sabía –dijo JiMin con voz ronca– No sabía que pensabas eso de mi. Creía que... –inspiró hondo y levantó la barbilla– Supongo que da igual lo que creyera ¿no es así?
Al ver que se daba media vuelta para marcharse, YoonGi dijo:
–Cometiste un grave error, JiMin
El omega volteo a mirarlo, con los ojos opacos y llorosos.
–Tienes razón –susurro él– Lo he hecho.
Acto seguido se marchó.
La puerta se cerró. YoonGi se quedó en la cocina un buen rato, hasta que escuchó unos pasos. Holly se sentó a su lado, con una expresión elocuente en sus ojos amarillos, consiente de que JiMin se había ido para siempre. El perro gimoteó. En la casa reinaba un extraño silencio. Volvían a estar solos, pero YoonGi no sentía emoción alguna para llorar.
Se alegró de que el perro pudiera hacerlo.
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