「038 」
–No quiero ir.
–Ya te oí –rodó los ojos– la primera, la segunda y la tercera vez. Ahora cállate y entra despacio en el camino de entrada. Vas a derramar el vino.
–Detestó las reuniones familiares.
El omega le pidió a la Diosa Luna que le concediera paciencia. YoonGi le recordaba a un niño en plena rabieta que que prefería quedarse en casa jugando antes que ir a ver a su familia
Las últimas dos semanas habían sido bastante apetecibles, salvo por las cada vez más frecuentes quejas de YoonGi sobre la cena familiar. TaeHyung le había recordado que para los Min las cenas familiares eran una pesadilla terrorífica más que una fiesta, de modo que fue muy paciente con él, si bien se negaba a dejarlo fácil.
–No podemos hacer otra cosa. Como estamos casados, debemos asistir los dos. Además, no habrá mucha gente.
YoonGi resopló.
–Me aburriré.
–Emborachate.
Él fruncio el ceño y enfiló el camino de entrada. Los platos y las botellas de vino que llevaban en el asiento trasero se movieron, pero se Mantuvieron en su sitio. JiMin abrio la puerta, salió del coche y estiró las piernas. El frío viento frío de noviembre agitó sus mechones castaños recién cortados y le acarició el rostro. Se estremecio mientras observaba la fila de autos frente a la casa.
–Sabía que llegábamos tarde.
La expresión de YoonGi cambio y se tornó más íntima, más cariñosa. Las profundidades de sus ojos negros brillaron, por los recuerdos de esa misma mañana. Sábanas revuelta, gemidos y besos bruscos. JiMin sintió que su cuerpo reaccionaba al instante. El deseo hizo estragos entre sus muslos.
YoonGi se acercó y le acarició el rostro y trazó su labio inferior.
–Te pregunté muy claramente si querías seguir o no recuerdas –susurró entre sus labios, para luego besarlo.
–Es que no deberías haber empezado. Sabías que íbamos a llegar tarde. –reclamó cuando se separaron.
–Podríamos a ver pasado de esto y habernos quedado en la cama todo el día –susurró con la nariz entre la curvatura de su cuello, perdido en el dulce aroma a caramelo.
JiMin sintió un nudo en el estómago al escuchar la invitación, pronunciada con una voz muy roca.
–¿Que te parece? –insistio él.
–Creo que intentas chantajearme –dijo en un susurro extasiado cuando el alfa pasó la lengua en su glándula de olor.
–¿Y funciona?
–No. Vamos –dijo para luego alejarlo.
Se dirigió hacia la casa y escucho la risa de YoonGi tras él.
YoonGi sabía que mentía. Siempre lo tentaba. Después de dos semanas manteniendo una activa vida sexual, todavía no se habia saciado de su esposo, y un día en la cama parecía con él, parecía el paraíso.
Tomó los platos de comida y él hizo lo propio con el vino. La puerta estaba abierta de modo que no tardaron en sumergirse en el caos familiar, ya que los recibieron con alegres gritos, apretones de manos, copas rebosantes y muchas conversaciones.
–Hola, mamá –dijo JiMin mientras le daba un beso a su madre y olisqueba lo preparado por ella –Huele rico. Estas muy hermosa.
–Gracias. Es sorprendente lo mucho que relaja liquidar la hipoteca.
JiMin sintió golpe de miedo se inclinó hacia adelante.
–Mamá, por favor me lo prometiste. No lo menciones. ¿Olvidaste que hicimos un trato?
Hye Kyo, suspiró.
–De acuerdo, cariño. Pero estoy muy agradecida y me resulta extraño no decírselo.
–¡Mamá!
–Bien –Hye rodó los ojos– mis labios están sellados.
Su madre le dio un beso fugaz y se dispuso a preparar la bandeja de aperitivos.
JiMin tomó una aceituna verde.
–Yo la llevó
–No te lo comas todo por el camino. ¿Donde está Yoon?
–En el salón, hablando con papá.
–Que el señor nos proteja.
JiMin sonrió y se acercó a su esposo. El tomó una aceituna negra y se lo llevó en la boca.
Típico.
Si a él le gustaban las verdes, a él le gustaban más negras. Eran polos opuestos en muchas cosas. En otras, eran idénticos.
Su sobrina apareció corriendo por el pasillo. El pelo rubio le caía desordenado por los hombros. Llevaba las piernas y pies desnudos debajo del vestido verde confeccionado con un grueso terciopelo y con mucho vuelo en la falda para que pareciera un vestido de princesa. Su padre omega siempre fue muy extravagante en cuando a su hija, amaba vestirla con vestidos.
La niña se lanzó a los brazos de su Tío con un salto y JiMin la tomó con facilidad, tras lo cual, la coloco en una cadera.
–Hola, Bicho.
–Tío Jim, quiero helado.
–Más tarde.
–Bien. Quiero aceituna.
–¿Verde o negra?
La expresión que apareció en su cara solo podía hacerla una niña tan pequeña.
–Las verdes saben feas.
JiMin puso los ojos en blanco al percatarse del gesto triunfal de su esposo. YoonGi tomó una aceituna negra bastante grande y se la coloco en la punta del dedo.
–La niña tiene buen gusto. Para tí –añadió mientras se la ofrecia y la observaba comérsela –¿Esta rica?
–Mmm. ¿Puedo comer helado ya?
JiMin río.
–Despues de cenar, ¿Bien? Ve a decirle a Papi Jin que acabe de vestirte
–Bien.
Soyeon se marchó y los adultos siguieron bebiendo, comiendo y riéndose a carcajadas
JiMin vio que YoonGi hacia caso a lo dicho por él y comenzaba a beber pronto.
Aferraba con fuerza el vaso de Whisky con soda. Aunque sentía algunos comentarios, mantenia un cierto distanciamiento que a él le encogio un poco el corazón. Hasta que sus miradas se encontraron...
Y surgió el fuego. Fue como si el aroma a Madera lo estuviera rodeando.
El alfa levantó las cejas con picardia e hizo un gesto, señalando uno de los dormitorios.
JiMin Meneó la cabeza y se echo a reir. Acto seguido se dio vuelta y se fue en busca de sus primas.
Odio las aceitunas.
Amo a SoYeon rubia.
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