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Los rayos del sol entraban por la ventana de Maia.
Abrió los ojos, se sentó en su cama y miró una zapatilla por unos minutos. En ese momento decidió que ya no iba a llorar más, así que se levantó y caminó hacia la cocina. Allí se encontró con una nota de su madre.
"Estoy en el All The Lights, te dejé el desayuno preparado. ¿Puedes sacar la basura?
Te amo ♡"
Una sonrisa apareció en su rostro, quería mucho a su madre, siempre la apoyaba en todo.
Terminó de desayunar, lavó lo que había usado y fue al baño, allí se ducho y lavó los dientes. Luego fue a su habitación donde comenzó a ver una película, 𝘏𝘰𝘵𝘦𝘭 𝘛𝘳𝘢𝘯𝘴𝘺𝘭𝘷𝘢𝘯𝘪𝘢.
Luego de un rato, recordó que tenía que sacar la basura, se levantó con el teléfono en la mano y fue a buscar la basura.
Al salir se encontró con el señor Lawrence y un chico moreno, el nuevo se acercaba al hombre rubio con una sonrisa.
En un momento cruzó miradas con el chico y de su teléfono comenzó a sonar..
𝑪𝒓𝒆í 𝒉𝒂𝒍𝒍𝒂𝒓 𝒂𝒎𝒐𝒓 𝒎á𝒔 𝒔𝒐𝒍𝒐 𝒇𝒖𝒆 𝒖𝒏 𝒅𝒆𝒍𝒊𝒛, 𝒂 𝒆𝒔𝒕𝒆 𝒄𝒉𝒊𝒄𝒐 𝒉𝒂𝒍𝒍é 𝒚 𝒂𝒍𝒈𝒐 𝒎á𝒔 𝒔𝒆𝒏𝒕í 𝒇𝒖𝒆 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒖𝒏 𝒇𝒓𝒆𝒏𝒆𝒔í 𝒚 𝒉𝒂𝒔𝒕𝒂 𝒆𝒍 𝒂𝒊𝒓𝒆 𝒑𝒆𝒓𝒅í 𝒕𝒂𝒍 𝒗𝒆𝒛 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒎𝒐𝒋𝒂𝒓𝒔𝒆 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒖𝒏 𝒄𝒐𝒍𝒊𝒃𝒓í 𝒚 𝒆𝒏 𝒖𝒏 𝒕𝒓𝒊𝒔 𝒉𝒖𝒃𝒐 𝒄𝒍𝒊𝒄𝒌...
Al cruzar miradas con el chico, sintió que se conocían de toda la vida, se sintió cómoda, que no tenía que pretender ser alguien más. Fue raro, ya que solo cruzaron miradas..
Rápidamente puso en pausa la película y guardó su teléfono, se acercó un poco, con una sonrisa tímida.
-- Hola, soy Miguel. -- Saludo el moreno, volviendo su vista al rubio. -- Nos mudamos al 109.
-- Genial, más inmigrantes. -- gruñó Johnny, sin mirar a Miguel.
El chico frunció el ceño confundido
-- De echo, somos de Riverside. Pero me preguntaba si tiene problemas con la presión del agua, oh si es nuestro fregadero. -- insistió el muchacho. Se alteró al ver que Johnny tiraba su basura en otro contenedor. -- ¡Las botellas van en el azul!.
-- Escucha, menudo, eh vivido aquí por diez años. -- Respondió Lawrence fastidiado. -- La tubería no funciona, la fuente está llena de orina. Y lo único bueno de estar aquí es que no debo hablar con nadie.
-- ¿Que tal todo señor Lawrence? -- Dijo Maia con una sonrisa.
-- Así que fue un placer. -- Le dijo al muchacho ignorando a la castaña.
-- Siempre tan amable señor Lawrence. -- Exclamó la chica. -- ¡Que tenga un lindo día! -- Se despidió del mayor con la mano y luego se giró hacia el chico. -- Eres nuevo, ¿Verdad?
-- Si, nos acabamos de mudar. Me llamo Miguel. -- El chico extendió su mano hacia la castaña y está la estrechó con una sonrisa.
-- Maia. -- apartó delicadamente para luego tirar la basura. -- ¿Que te trae por aqui? Espero que no sea molestar a Johnny, porque ese es mi trabajo. -- Dijo y ambos rieron.
-- Mi madre consiguió trabajo aquí y nos mudamos. -- Dijo Miguel y se encogió de hombros.
-- Pues, bienvenido Miguel.. Yo me tengo que ir, se me hace tarde para hacer.. nada. -- Dijo con una mueca.
-- Espera.. -- Dijo y la tomó de la mano. -- Yo pronto comenzaré la escuela y no conozco a nadie. -- Dijo rascando su nuca. -- Me preguntaba si quieres mostrarme un poco la ciudad y conocernos.. ¡Solo si quieres!.
-- Claro, solo deja que busque un abrigo y le aviso a mi mamá.
-- Está bien, yo haré lo mismo.
Maia entró a buscar un abrigo y le dejó un mensaje a su madre diciendo que saldría con un amigo.
Cuando salió, Miguel ya estaba esperando afuera.
-- Ok, primero iremos al centro comercial y luego caminaremos por ahí. -- Dijo acercándose a Miguel.
-- Esta bien. -- Dijo el muchacho con una sonrisa.
En el camino hacia el centro comercial hablaron de distintos temas y rieron de cosas tontas.
Maia se enteró que Miguel era de Ecuador y Miguel se enteró que Maia era de Argentina.
Llegaron al centro comercial y fueron directamente a la heladería.
-- ¿Cuál es tu sabor de helado favorito? -- pregunto la chica.
-- El de chocolate. -- contestó.
-- ¿De verdad? -- Preguntó y Miguel asintió -- El mío igual.
Luego del helado pasearon un poco por la ciudad.
Caminaron hasta los departamentos, se detuvieron, enfrentados y perdidos en los ojos del otro, hasta que Maia habló.
-- Me gustó pasar el día contigo Miggy.. ¿Te molesta que te diga así?
-- No, de ti nada me molesta. -- la chica se sonrojó un poco. -- ¿Te puedo decir Mai?
-- ¡Claro! Adiós Miggy.
-- Adiós Mai.
Se sonrieron y entraron a sus casas.
Por primera vez en dos semanas, Maia había reído y no pensó en Alex... Miguel hizo que se olvide de ese idiota por un momento. Estaba segura de que entre ellos comenzaba una linda amistad, o..
¿Algo más?
No se sabe. Pero estos dos adolescentes entraron a sus casas, con unas sonrisas que no desaparecerían por un tiempo..
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Luego de un rato de haber entrado, a Maia le dieron ganas de comer unas galletas pero no había, así que decidió ir hasta la tienda.
Tomó un poco de dinero y salió, justo se encontró con Miguel, que también iba a la tienda por una medicina para su abuela. Hablaron sobre la escuela y más cosas.
Llegaron al lugar y se separaron para que cada uno busque sus cosas. Ahí se encontraba su vecino escogiendo una pizza.
-- Esa de ahí. -- En seguida el hombre latino sacó la pizza. -- ¿No se pondrá guantes?
El tipo lo ignoró y le entregó la pizza.
-- Hola, ¿Donde esta el Pepto Bismol? -- Preguntó Miguel.
-- Allá. -- señaló el hombre.
-- ¿Puede ponerla en un plato? -- Cuestionó Johnny.
Miguel y Maia se acercaron a el cajero, encontrándose con su vecino. Miguel miraba de reojo.
-- Mi abuela no se siente bien. -- Comentó Diaz.
-- Yo vine por unas galletas. -- Siguió Maia.
-- No les pregunté. -- respondió. Maia quería reír por la cara de de Miguel. -- ¡Vamos! ¿Como dicen ustedes "Dame mi rebanada"?
-- Pinche pendejo. Tal vez, tenga el gancho pequeño. -- expresó el hombre hacia Miguel y Maia.
Los adolescentes rieron, mientras que Johnny los miraba confundido.
-- ¿Que dijiste? -- preguntó el rubio. -- ¿Que dijo?
-- No querrá saberlo. -- respondió Díaz.
-- No, fue algo malo. Solo dímelo.
-- Dijo que usted lo tiene pequeño.. -- respondió Maia con una pequeña risa.
-- ¿Que tengo un pene pequeño? -- Cuestionó Johnny, entendiendo todo. -- Repita ahora lo que dijo.
-- No me da miedo, imbécil. -- Dijo el vendedor.
-- ¿Ah, enserio? -- Cuestionó Johnny, tirandole el dinero y arrebatando el ticket de la mano de el vendedor.
Miguel y Maia se miraron divertidos cuando su vecino salió de el lugar.
Luego de unos segundos entró un grupo de amigos, Maia sabía quiénes eran, los reyes de los imbéciles. Giró su cabeza para que no la reconocieran.
-- ¿Y las cervezas? -- Preguntó el gordo.
El vendedor le dijo en donde estaban.
-- ¿En donde se encuentran los condones? -- Preguntó el de aspecto asiático, el más idiota de todos.
-- Oigan, creo que seré su compañero. '- Dijo Miguel sonriendo. -- Podríamos ser amigos.
-- Cállate Miggy. -- murmuró Maia, pero este pareció no entender.
-- Espera un momento ¿A que te refieres? -- pregunto el vendedor.
-- Oh, creo que irán conmigo a la escuela. -- Dijo despreocupado.
-- ¿Son menores de edad? No puedo venderles eso. Largo de mi tienda.
-- Pero amigo... -- Se quejo el asiático.
Maia intentó irse lo más rápido del lugar asi que agarró la mano de Miguel y lo arrastro hacia afuera, pero los empujaron.
-- ¿Que diablos haces? -- Preguntó el asiático empujando a Miguel. -- ¿Por qué lo arruinaste?
-- Amigo, yo...
-- ¡Creyó que estábamos en la universidad!
-- ¡No sabíamos que querían comprar cerveza, lo sentimos! -- Dijo la castaña intentando calmarlos, pero no sirvió, ya que el asiático la empujó sin importar que fuera una chica.
A Miguel también lo empujaron haciendo que este caiga en el piso.
-- ¡Por favor, no toquen a Maia! -- suplicó Miguel levantándose.
-- Miren a quien tenemos aquí. -- Dijo agarrando el rostro de la chica y acariciando su cabello. -- Maia Castro, la amiga de los raros.
-- ¿Que tienes? ¿Pepto? -- Cuestionó uno acercándose a Miguel.
-- Oh diablos, alguien tiene diarrea.- se burlo el asiático, soltando a Maia para tomar la medicina.
-- Deberíamos llamarlo Rea. -- sugirió el gordo.
-- ¡Solo dámelo! Es para mi abuela.
-- ¡Oh! ¿Es para tu abuela? Cielos, lo siento amigo. ¿La quieres? Aquí lo tienes.
-- Déjenlo tranquilo, Por favor. -- Pidió Maia, mirando como le habían tirado el líquido en la cabeza a Miguel.
-- Oye, lo llevará encima.
-- ¡Tómalo!.
-- Perra. -- Soltó el asiático tirando el bote del Pepto Bismol antes de marcharse.
-- Imbécil. -- Murmuró Maia. Los abucheos no tardaron.
-- ¿Que dijiste Zorra? -- Cuestionó, regresando hacia ambos.
-- ¡No dijo nada! -- respondió Miguel rápidamente mientras colocaba a Maia detrás de él intentando protegerla.
Miguel recibió un puñetazo en el estómago.
-- Fue brutal Ky.
-- ¿Que, estas llorando? ¿Ah donde van nenitas?
Maia tomó a Miguel de la mano intentando librarse de los bravucones, pero los empujaron contra el auto del señor Lawrence.
-- ¡Oigan! -- Exclamó el rubio furioso. -- Cuidado con mi auto.
-- ¿Quien es este?
-- Ya dejen a esos tontos ahí. -- Dijo viendo como de levantaban.
-- ¿Que, lo ven? Come su cena en la calle, como un vago.
-- Esperen, creo que lo conozco. Es el imbécil que limpio mi tanque escéptico.
-- ¡Oh amigo! Por eso huele a retrete.
-- Se meten con el sujeto equivocado el día equivocado. -- Dijo amenazante.
-- ¿En serio?
-- Si.
-- ¡Lárgate de aquí Perdedor! -- El asiático lo empujó.
Miguel y Maia se sorprendieron al ver como Johnny le lanza una patada a el asiático, La castaña aprovechó la oportunidad y se echó a correr.
ㅤ
A la mañana siguiente Maia salió a tomar un poco de aire fresco, se encontró con Miguel tonteando con su teléfono.
Cuando Miguel vio a Maia una sonrisa apareció en su rostro y guardo el teléfono en su bolsillo.
-- Buenos Días. -- Saludo Miguel.
-- ¡Hey! ¿Que paso con Johnny? -- Preguntó.
-- La policía lo arrestó.
-- Oye, lamento haberte dejado solo. Yo... me asusté. -- Dijo bajando la cabeza. -- Soy una idiota.
-- Tranquila, esta todo bien. No me pasó nada. -- Respondió mirando con una sonrisa a la chica.
Ambos escucharon el auto de Johnny. Rápidamente se acercaron al rubio.
-- Oiga, queríamos agradecerle. -- Dijo Maia
-- Bien, ya lo hicieron.
El empezó a caminar a su casa y los dos chicos lo siguieron, eran muy insistentes.
-- ¿Lo de anoche fue taekwondo, jiu-jitso, artes marciales mixtas? -- Preguntó Miguel, caminando detrás del hombre.
-- Karate de la vieja escuela.
-- ¿Podría enseñarme? -- Cuestionó Miguel.
-- ¿Que? No.
-- Cuando comience la escuela esos chicos me harán la vida miserable.
-- No es mi problema.
-- Si supiéramos un poco de lo que usted sabe, podríamos... -- comenzó a hablar la castaña, pero Johnny la interrumpió.
-- ¡Olvidenlo! Ya no practico Karate, además debo encontrar un trabajo.
-- Bueno... Podría abrir una escuela de Karate.- sugirió el chico.
-- Se llama dojo.
-- Entonces podría abrir su dojo. -- Corrigió Maia.
-- Miren, no hablaré de esto. -- decidió Johnny. -- Bueno, no se si pueda estar cerca de jóvenes ¿Quieren mi consejo? No sean... Irritantes, quizás, dejen de golpearlos.
-- Bueno... -- murmuró Miguel.
ㅤ
Al otro día Miguel salió a tirar la basura y se encontró con Maia, que estaba escuchando música y escribiendo en una libreta.
En pocos días se volvieron muy unidos, tenían una linda conexión. Ambos estaban felices de haberse encontrado.
Al darse vuelta, se encontraron con Johnny Lawrence acercándose a paso firme y con una mirada segura.
-- ¿Seguros que están listos? -- Preguntó el rubio. -- Si toman este camino no habrá vuelta atrás.
-- ¿Será nuestro maestro de Karate? -- Cuestionó Miguel.
-- No. Seré su sensei.
Maia y Miguel se miraron y sonrieron emocionados.
<< Les enseñaré el estilo de Karate que me enseñaron, un método de combate que su generación necesita con desesperación >>
<< No solo les enseñaré como conquistar tus miedos. Les enseñaré a despertar a la serpiente que tienen dentro. Y una vez que lo hagan, serán ustedes al que temerán >>
𝑮𝑶𝑳𝑷𝑬𝑨 𝑷𝑹𝑰𝑴𝑬𝑹𝑶
𝑮𝑶𝑳𝑷𝑬𝑨 𝑭𝑼𝑬𝑹𝑻𝑬
𝑺𝑰𝑵 𝑷𝑰𝑬𝑫𝑨𝑫
Ese era el lema escrito en la pared del nuevo dojo.
<< Ganarán fuerza. Aprenderán disciplina. Y cuando llegue el momento, contraatacaran >>
Primer capítulooo!!!
Espero que les gustee <33
Recuerden votar y comentar que les pareció.
Tali.
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