𝟎𝟓; 𝐏𝐥𝐚𝐜𝐞𝐫.
Mientras la noche avanzaba, la oscuridad que rodeaba el claro parecía cobrar vida propia, envolviendo a JaeMin en una sombra que lo oprimía. Con cada penetración de JeNo, el cansancio comenzaba a infiltrarse en sus huesos, y la mezcla de placer y miedo lo hacía sentir débil. La energía que una vez había alimentado su resistencia ahora se desvanecía, dejándolo a la merced de la situación. Era como si la esencia misma de la oscuridad que rodeaba a JeNo lo estuviera tragando, haciéndolo sentir frágil y vulnerable.
Lee, consciente del cambio en JaeMin, se dejó llevar aún más por su deseo. El contraste entre la delicadeza de JaeMin y la brutalidad de sus acciones se intensificaba. La forma en que la mirada de JaeMin pasaba de la excitación a la preocupación no hacía más que avivar la llama dentro de él. Su deseo por el chico se transformó en una necesidad casi desesperada, y cada vez que JaeMin mostraba signos de debilidad, JeNo sentía que se encendía una luz roja en su interior, empujándolo a actuar con más fuerza.
—No te rindas ahora —dijo JeNo, sus palabras cargadas de una ferocidad casi animal. Su mano se cerró con más fuerza alrededor de la muñeca de JaeMin, sintiendo la fragilidad de su cuerpo bajo su agarre. —Eres mío.
Aquel tono era una advertencia y una declaración, una mezcla de posesión y de la inquietud que lo embargaba al ver a JaeMin desvanecerse lentamente. La oscuridad que lo rodeaba parecía alimentarse de su debilidad, y cada susurro de miedo que escapaba de sus labios solo hacía que JeNo se dejara llevar más por sus instintos primitivos.
Los ojos de JeNo se oscurecieron aún más, como si la bestia dentro de él estuviera a punto de emerger por completo. La transformación no era solo física; había algo en su esencia que parecía cobrar vida, como si las sombras mismas se unieran a su naturaleza más oscura. Al mirar a JaeMin, sintió que se desataba una vorágine de deseos, y no pudo evitar ser más brusco, apretando su agarre como si pudiera absorber la debilidad de JaeMin, como si al hacerlo pudiera convertirla en su propia fuerza.
—No... puedo... —JaeMin trató de protestar, sus palabras entrecortadas mientras el peso de la oscuridad lo oprimía. La lucha interna entre el placer y el miedo se tornaba más evidente, y a pesar de que su mente intentaba resistir, su cuerpo estaba traicionándolo, reaccionando a cada movimiento de JeNo con un deseo que no podía negar. A cada deliciosa embestida.
—No me dejas otra opción, ¿verdad? —respondió JeNo, su tono se tornó oscuro y grave, resonando en el aire frío de la noche. No había compasión en su voz, solo una necesidad implacable que lo consumía. La rabia, la frustración y el deseo se entrelazaban en un torbellino dentro de él, y la figura frágil de JaeMin se convertía en el foco de todas esas emociones.
En ese instante, todo se volvió una vorágine de sensaciones. JaeMin sintió que la oscuridad lo envolvía más, apoderándose de su mente, y aunque sabía que el placer que experimentaba era real, la mezcla de su debilidad y la brutalidad de JeNo lo asustaba. Era una experiencia que lo transformaba de maneras que nunca había imaginado, y la vulnerabilidad que sentía era tanto aterradora como excitante.
A medida que el poder de la oscuridad se intensificaba, la actitud de JeNo se tornó aún más posesiva. La línea entre el deseo y la agresión se desdibujaba, y cada vez que JaeMin mostraba signos de debilidad, JeNo se volvía más dominante. Su cuerpo, ahora en un estado de adrenalina pura, se abalanzó sobre JaeMin con un fervor renovado, decidido a reclamarlo de maneras que desafiaban cualquier comprensión de lo que estaban viviendo.
—No te alejes de mí, JaeMin —dijo, sus palabras cargadas de un anhelo que rasgaba el aire entre ellos. La necesidad de protegerlo se entrelazaba con el deseo de poseerlo, y a medida que sus labios se encontraban nuevamente, JeNo dejó que la brusquedad de su deseo guiara sus movimientos. Sus besos se volvieron más intensos, su toque más firme, como si quisiera sellar a JaeMin en un mundo donde nadie pudiera alcanzarlo. Mordió el par de belfos hinchados y rojizos de Jae, estirándolo el inferior justo después de separarse.
La reacción de JaeMin fue confusa. Cada beso, cada contacto brusco de JeNo lo hacía sentir más perdido y, al mismo tiempo, más vivo. La oscuridad que lo envolvía ahora parecía como una manta pesada, pero el calor del cuerpo de JeNo sobre él era una calidez que le provocaba una paz momentánea. JaeMin cerró los ojos, entregándose a la experiencia mientras luchaba por mantenerse consciente, consciente de lo que sucedía a su alrededor, pero al mismo tiempo, deseando perderse en la vorágine de sensaciones que los rodeaba.
—JeNo... —gimió, su voz un susurro ahogado entre la pasión y el miedo. Su cuerpo temblaba, atrapado entre la necesidad de querer a JeNo y el temor a ser consumido por la oscuridad que él mismo había provocado.
—Eres fuerte, JaeMin —dijo JeNo, casi como un mantra, mientras sus labios recorrían el cuello de JaeMin, marcandolo, dejando sin cesar marcas violetas. A pesar de la brusquedad de sus acciones, había un deseo implícito de protegerlo, de demostrarle que la oscuridad no era algo de lo que temer, sino algo que podían dominar juntos.
Las palabras resonaban en la mente de JaeMin, llenándolo de un coraje renovado. La lucha interna se hacía más intensa, y aunque la oscuridad seguía llenándolo, algo en su interior comenzó a cambiar. En vez de sucumbir al miedo, comenzó a aceptar la fuerza que sentía dentro de sí, esa chispa de vida que desafiaba la opresión que la noche le imponía.
Con un empujón inesperado, JaeMin logró deshacerse del agarre de JeNo, dándole un momento para recuperar el aliento. Se incorporó un poco, enfrentando al cazador que tenía ante él. Sus ojos estaban llenos de una mezcla de desafío y deseo, y por primera vez, sintió que podía tomar el control, al menos por un instante.
—Si quieres realmente poseerme, tendrás que luchar por ello —declaró JaeMin, su voz firme, desafiando a JeNo a que no solo se dejara llevar por su deseo, sino que también se enfrentara a la fuerza que emergía de su interior.
JeNo, sorprendido, retrocedió un poco, sus ojos destellando entre la confusión y el deseo. Era un momento de revelación, un instante donde el cazador y la presa cambiaron de lugar. La luz de la luna iluminó sus rostros, reflejando el dilema interno que ambos enfrentaban.
—¿Estás seguro de lo que estás diciendo? —preguntó JeNo, su tono grave y grave, como si estuviera evaluando no solo las palabras de JaeMin, sino también la decisión de continuar en este oscuro juego.
—Sí —respondió JaeMin, sintiendo que la luz que emergía en su interior comenzaba a despejar la oscuridad que lo había envuelto—. Quiero pelear, JeNo. No solo para ser tu presa, sino también para ser tu igual.
La tensión entre ellos se volvió palpable, una corriente eléctrica que cruzaba el claro mientras ambos se preparaban para un nuevo nivel de conexión. JeNo sintió que, por primera vez, JaeMin no solo era la presa, sino también un participante activo en su propio destino, y eso lo llenó de un renovado fervor. La oscuridad no era solo un enemigo; era una fuerza que podían confrontar juntos.
Con un nuevo impulso, JeNo se lanzó hacia JaeMin, no con la brutalidad que lo había caracterizado antes, sino con un deseo que prometía explorar los límites de su conexión. La lucha por el control se transformó en un baile en el que ambos se comprometieron a descubrir lo que significaba entregarse, no solo físicamente, sino también emocionalmente.
A medida que la noche se intensificaba, sus cuerpos se movían al unísono, fusionando su oscuridad con la luz que cada uno llevaba dentro. Lo que había comenzado como una lucha se transformaba en un viaje compartido, donde la confianza y el deseo se entrelazaban en un abrazo salvaje y liberador. En ese claro, rodeados por la oscura serenidad del bosque, JeNo y JaeMin encontraron la fuerza no solo para enfrentar sus propios demonios, sino también para forjar una conexión que trascendía la oscuridad misma. La verga de JeNo, comenzando a taladrar la entrada del menor de manera constante, las respiraciones eran dispersas, inestables, prueba de la fuerza del encuentro.
La noche cambiaba de intensidad, con el susurro del viento acariciando las hojas y la oscuridad envolviendo a JaeMin y JeNo en un abrazo apremiante. El cuerpo de JaeMin, tembloroso y lleno de una mezcla de deseo y vulnerabilidad, se movía al ritmo frenético de la pasión que los había llevado hasta ese momento. Cada roce de JeNo sobre su piel lo acercaba más a la orilla del placer absoluto, y la sensación de culminación era casi palpable en el aire que los rodeaba.
—JeNo... —gimió JaeMin, su voz temblorosa, mientras la tensión en su abdomen se acumulaba en una ola de deseo que parecía estar a punto de estallar. Sus ojos buscaban los de JeNo, deseando ver esa oscuridad en él, esa necesidad que siempre había sido tan hipnótica y atrayente.
Sin embargo, en el interior de JeNo, la situación se tornaba cada vez más compleja. Aunque el deseo lo consumía, había una parte de él que se resistía, que luchaba contra la inminente culminación del ritual. Sabía que si permitía que JaeMin alcanzara ese clímax, lo que era un juego de sombras se convertiría en algo definitivo, algo que no podrían deshacer. Aquella culminación significaría que JaeMin se convertiría en parte de la oscuridad que JeNo había estado evitando.
—No, JaeMin... —murmuró JeNo, sus palabras cargadas de una urgencia oscura. El tono en su voz era profundo y resonante, lleno de un desafío interno que él mismo apenas comprendía. Era un llamado a la razón en medio de la locura que los rodeaba—. No podemos dejar que esto termine así.
JaeMin, atrapado en la marea de emociones, frunció el ceño, sintiendo que la conexión entre ellos se volvía más intensa. El placer se intensificaba, y su cuerpo respondía a cada toque de JeNo, pero la resistencia en la voz de su amante lo confundía.
—¿Por qué no? —preguntó JaeMin, su tono desafiador. La mezcla de deseo y frustración chisporroteaba entre ellos. No podía entender por qué JeNo se oponía a lo que ambos deseaban en ese momento. La vulnerabilidad y la fuerza se entrelazaban en un baile que lo mantenía al borde de su propio límite.
JeNo, sintiendo la tensión entre ellos, tomó una respiración profunda. Se dio cuenta de que había llegado a un punto de no retorno. Los instintos oscuros que había estado reprimiendo lo empujaban hacia adelante, y la naturaleza cazadora dentro de él quería reclamar a JaeMin de una manera que no podía permitir.
—Porque esto... —JeNo señaló el ambiente que los rodeaba, la oscuridad y la intensidad de lo que estaba en juego—. Este ritual no es solo un momento de placer. Si terminamos, significará que no hay vuelta atrás. Te perderé a ti, JaeMin, y perderé lo que queda de mí.
La respuesta de JeNo resonó en el aire como un eco sombrío. JaeMin se sintió atrapado entre el deseo de entregarse por completo y el terror a lo que significaría perder a JeNo en el proceso. La batalla interna se intensificó, pero en ese instante, su necesidad de conexión se hizo más fuerte.
—Pero quiero estar contigo, JeNo. Quiero sentirte dentro de mí, ser parte de esto —su voz temblaba, pero en sus ojos había una determinación renovada. No quería retroceder, no quería que el miedo dictara sus acciones.
JeNo se sintió desgarrado, la lucha entre el instinto y el deseo era palpable. La idea de perder a JaeMin, de dejar que la oscuridad lo consumiera por completo, era un pensamiento que lo aterraba. No quería que su amor se convirtiera en parte de la oscuridad que él mismo había estado tratando de contener.
—JaeMin, por favor... —su voz se tornó más suave, casi un ruego. Pero la mezcla de deseo y desafío en los ojos de JaeMin lo mantenía al borde de la locura. Las sombras que lo rodeaban parecían acercarse más, y él sabía que cada segundo contaba.
En ese instante, JaeMin se acercó más a él, atrayendo a JeNo hacia su calor. La conexión entre ellos se volvía más intensa, y JaeMin sabía que podía sentir el conflicto dentro de JeNo. En sus ojos había una chispa de desesperación y deseo, y JaeMin estaba decidido a romper las barreras que lo mantenían alejado.
—¿Por qué tienes miedo? —susurró JaeMin, acercándose aún más, su cuerpo arqueándose en un movimiento que desafiaba a JeNo a ceder. El deseo lo envolvía, y cada fibra de su ser quería sentir lo que significaba dejarse llevar, aunque eso implicara correr un riesgo.
La lucha dentro de JeNo se tornó insoportable. La sombra de su pasado, las voces que lo advertían sobre el peligro, se entremezclaban con el intenso deseo de poseer a JaeMin. Al mirar a aquel que había llegado a significar tanto para él, entendió que el verdadero temor no era perder a JaeMin, sino perderse a sí mismo en el proceso.
—Lo que hay entre nosotros es más fuerte que esto, necesito que te corras dentro de mí —declaró JaeMin, y sus palabras resonaron en el aire como una declaración de intenciones. Era un desafío que presionaba a JeNo, invitándolo a dejar de lado sus miedos y a abrazar lo que realmente quería.
Y en ese instante, mientras la noche se espesaba y el aire se llenaba de electricidad, JeNo sintió que la resistencia que había mantenido comenzó a desvanecerse. La oscuridad que lo rodeaba, que siempre había temido, parecía menos amenazante a la luz del amor que sentía por JaeMin.
—Está bien, entonces —murmuró JeNo, dejando que la decisión fluyera desde lo más profundo de su ser. Aceptó el deseo que lo había consumido, el amor que lo había transformado—. Pero hay que tener cuidado.
Con esas palabras, se dejó llevar por la corriente del momento, sintiendo cómo la intensidad entre ellos aumentaba. La lucha había terminado, y la entrega era inminente. Juntos, se adentraron en la oscuridad, enfrentando lo desconocido, dispuestos a descubrir lo que realmente significaba unirse en esa noche de pasión y sombras.
Pero en el fondo, JeNo sabía que el ritual estaba lejos de haber terminado. Aunque había aceptado lo inevitable, aún quedaba mucho en juego. La sombra de la oscuridad seguía acechando, y lo que se avecinaba era un desafío que ninguno de los dos podría haber anticipado. Sin embargo, al menos por ahora, en medio de la tormenta emocional, tenían el uno al otro, y esa conexión era más poderosa que cualquier oscuridad que pudiera amenazarles.
[...]
El claro del bosque parecía envolverse en sombras mientras JaeMin y JeNo quedaban tendidos uno junto al otro, sus cuerpos aún vibrando por el deseo. Las estrellas apenas se asomaban entre las copas de los árboles, y el aire nocturno se impregnaba de la intensidad que ambos habían compartido. Pero en medio de esa aparente calma, JaeMin sintió una corriente de energía renovada que corría por su piel, un fuego que no se había extinguido y que estaba listo para arder con más fuerza.
Se levantó lentamente, colocándose a horcajadas sobre el mayor, quien lo observaba desde abajo con una mirada oscura, cargada de una mezcla de anhelo y hambre. JaeMin podía sentir el poder en esa mirada, la fuerza dominante que JeNo siempre había mostrado. Pero ahora, por un breve momento, era él quien tenía el control, él quien decidía el ritmo.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó JeNo con voz ronca, sus manos moviéndose por los muslos de JaeMin, pero sin intentar detenerlo. Los largos dedos de Lee delineando la nívea piel del menor, que suspiraba ante la sensación de aquellos seductores trazos sobre su sensible dermis.
—Tomando el control —respondió JaeMin en medio de un gemido, con una seguridad que rara vez mostraba. Sabía que, aunque en la superficie era la presa, en ese instante podía ser algo más, alguien que podía dirigir su propio placer y, al mismo tiempo, complacerse de la oscuridad que irradiaba JeNo. Con su mano derecha, tomó el eje de JeNo y lo llevó contra su entrada, tomó su tiempo, dando suaves masajes en el pene erecto, para luego introducirlo de lleno en su rosada entrada.
JaeMin comenzó a moverse sobre él, sus caderas estableciendo un ritmo lento y profundo que hacía que JeNo cerrara los ojos y soltara un gruñido bajo. Las manos de JeNo apretaron con más fuerza los muslos de JaeMin, pero no intentó tomar el control. De alguna manera, el cazador estaba permitiendo que su presa lo condujera, aunque la tensión entre ellos aún se sentía palpable. JaeMin se inclinó hacia adelante, sus manos apoyadas en el pecho de JeNo mientras sus movimientos se volvían más rítmicos, más rápidos.
Cada vez que bajaba sus caderas, podía sentir el poder de JeNo debajo de él, esa energía oscura que parecía fluir a través de ambos. Pero lo que más lo excitaba era la tensión, esa constante sensación de estar jugando con fuego, de estar al borde de ser consumido completamente por el cazador que yacía bajo su cuerpo. Su par de nalgas rebotaban como un par de globos, con cada embestida que se dirigía directamente a su próstata, en el oscuro lugar, solo se alcanzaban a escuchar los gemido de Na, los gruñidos de Lee, y el golpeteo de ambos cuerpos.
A pesar de tener el control sobre los movimientos, JaeMin sabía que seguía siendo vulnerable, que esa pequeña victoria sobre JeNo era momentánea. Aun así, lo disfrutaba. Lo que le daba placer no era solo la sensación física, sino la idea de que, por un breve instante, tenía a JeNo en sus manos, sometido a sus deseos, aunque fuera una ilusión.
—¿Así te gusta? —preguntó JaeMin, su respiración entrecortada mientras sus manos se movían por el pecho de JeNo, clavando suavemente sus uñas en su piel.
JeNo abrió los ojos, su mirada era feroz, y en ella había una mezcla de sorpresa y excitación. —No tienes idea... —murmuró, con la voz cargada de deseo.
Las palabras de JeNo solo encendieron más a JaeMin, quien aceleró el ritmo, sintiendo cómo ambos estaban al borde de algo más grande, algo que podría romper todas las barreras entre ellos. Cada movimiento que hacía lo conectaba más profundamente con JeNo, y la sensación de poder compartido —y, al mismo tiempo, la sumisión implícita— creaba una mezcla de emociones que le hacían perderse en el placer.
Pero incluso en medio de todo, JaeMin sabía que no estaba completamente en control. Por más que guiara los movimientos, por más que dictara el ritmo, aún había una parte de él que se rendía, una parte que quería ser tomada por JeNo, que anhelaba la oscuridad y la brutalidad que siempre estaba presente en el cazador.
JeNo, sintiendo cómo las paredes de su propio autocontrol comenzaban a desmoronarse, tomó las caderas de JaeMin con más fuerza, obligándolo a moverse más rápido, más profundamente. Aunque JaeMin estaba arriba, dirigiendo el baile de sus cuerpos, el poder de JeNo siempre estaba presente, siempre latente bajo la superficie. Cada gruñido, cada apretón de sus manos, cada mirada oscura que le lanzaba, era una advertencia de que la verdadera naturaleza de su relación seguía ahí, siempre a punto de estallar.
JaeMin inclinó la cabeza hacia atrás, su cuerpo temblando de placer mientras sentía que estaba cerca del límite, cerca de perderse por completo en ese juego de poder y sumisión. Sabía que estaba jugando con fuego, pero ese fuego era lo que lo mantenía vivo, lo que hacía que su corazón latiera con tanta intensidad.
En un movimiento rápido, JeNo se incorporó, aún manteniendo a JaeMin encima, pero ahora cambiando ligeramente las posiciones. Aunque JaeMin seguía técnicamente arriba, JeNo volvió a tomar el control de una manera sutil, guiando el ritmo con una brutalidad contenida, haciéndole entender que, al final, siempre sería el cazador.
Ambos respiraban pesadamente, sus cuerpos brillando con el sudor mientras el placer los consumía. JaeMin, aunque intentaba mantener su rol dominante, sabía que estaba perdiendo el control. Y, en el fondo, le encantaba.
—Eres mío —gruñó JeNo, su voz áspera y cargada de posesión, mientras sus manos se clavaban más fuerte en la carne de JaeMin, marcándolo, haciéndole saber que, aunque hubiera dirigido los movimientos, siempre pertenecería a él. Sus labios fueron directo al pezón derecho de Na, lo succionó con fuerza, lo mordió y tiró de él, mientras con su mano izquierda apretaba entre su dedo indice y el pulgar el otro.
JaeMin, con el rostro enrojecido por el placer y el sudor, solo pudo asentir. Sabía que, al final, por más que jugara a tener el control, siempre terminaría siendo consumido por la fuerza de JeNo. Y esa idea lo excitaba aún más, porque aunque quisiera tener el poder, también ansiaba rendirse a la oscuridad que JeNo representaba.
La transformación en JaeMin fue lenta pero innegable. A medida que la oscuridad lo invadía, algo en él cambió, algo profundo y primitivo que despertaba con cada toque, cada caricia brutal de JeNo. Lo que antes lo habría asustado o repelido, ahora lo excitaba. Había comenzado como un juego de poder entre ellos, pero ahora JaeMin sentía una insaciable necesidad de más, de algo más profundo, más oscuro. Ya no era solo el deseo de estar con JeNo, sino la necesidad de sumergirse completamente en esa oscuridad que siempre lo había asustado y atraído al mismo tiempo.
Con el pecho jadeante y los ojos oscuros, JaeMin se movió con JeNo aún dentro de él, su cuerpo exigiendo más de lo que JeNo le estaba dando en ese momento. A pesar del cansancio que los había inundado momentos antes, ahora se encontraba ansioso, lleno de un hambre que no podía comprender del todo, pero que no podía ignorar. El control que había intentado mantener sobre la situación ya se había desvanecido, reemplazado por un deseo insaciable de ser empujado más allá de los límites.
—No es suficiente —murmuró JaeMin, con los labios hinchados por los besos rudos y los ojos entrecerrados mientras miraba a JeNo, su cuerpo retorciéndose debajo de él, buscando más.
JeNo, cuyo cuerpo irradiaba un poder oscuro, observó a JaeMin con una mezcla de sorpresa y diversión. Había visto esa chispa en él, pero nunca había esperado que la maldad que lo había marcado comenzara a llenar a JaeMin tan rápidamente. El Cazador estaba acostumbrado a manejar su presa, a controlar las dinámicas, pero JaeMin... JaeMin era diferente. Él se estaba hundiendo en la oscuridad y, en lugar de huir, parecía que quería más.
—¿Estás seguro? —gruñó JeNo, su voz profunda y amenazante. Sabía que, una vez que cruzaran esa línea, no habría vuelta atrás.
—Hazlo —exigió JaeMin, su respiración entrecortada mientras sus manos recorrían el torso de JeNo, marcando la piel ya tensada por el esfuerzo. —No pares.
JeNo, aceptando el reto, dejó que su propia oscuridad tomara el control. Lo que antes había sido un encuentro cargado de pasión intensa ahora se convertía en algo más violento, más crudo. Agarró las muñecas de JaeMin con fuerza, levantando sus brazos por encima de su cabeza y dejándolo completamente a su merced. Los movimientos de JeNo se volvieron más bruscos, más implacables. El choque de sus cuerpos resonaba en el silencio del bosque mientras JaeMin gemía, no de dolor, sino de un placer que lo devoraba por dentro.
El primer golpe cayó sobre su cadera, fuerte y repentino, arrancándole un gemido ahogado de sorpresa que pronto se transformó en pura necesidad. JeNo lo observaba detenidamente, buscando señales de rechazo, pero lo que vio en los ojos de JaeMin fue algo completamente diferente. Lo que antes podría haber sido miedo, ahora era puro deseo.
—¿Eso es lo que quieres? —preguntó JeNo, casi desafiándolo, su voz ronca mientras repetía el golpe, esta vez en el muslo de JaeMin. La mano firme dejaba una marca roja en la piel pálida.
JaeMin soltó un jadeo ahogado, su cuerpo arqueándose bajo la presión. Pero en lugar de protestar o retirarse, empujó hacia adelante, buscando más. —Sí... Más, JeNo. Dame más.
Los golpes continuaron, cada uno más fuerte que el anterior, mezclándose con los movimientos cada vez más frenéticos de sus cuerpos. JeNo, que solía controlar cada encuentro con una precisión implacable, ahora se dejaba llevar por la intensidad del momento. Cada marca que dejaba en JaeMin, cada apretón y cada embestida, solo servía para aumentar el fuego que los consumía a ambos. Las nalgadas dejando su esponjoso trasero con marcas de un rojo vivo.
JaeMin ya no era la presa tímida y frágil que JeNo había conocido. Ahora, la oscuridad lo envolvía por completo, y su necesidad de más era implacable. Cada golpe, cada embestida ruda, lo hacía suplicar más alto, con una voz rota por el placer y el deseo. Lo que había empezado como una batalla por el control entre ambos se había transformado en un abismo en el que JaeMin se lanzaba sin dudar.
—JeNo... —gimió JaeMin, su voz rasgada mientras lo miraba con los ojos llenos de lujuria—. No pares... No pares, por favor.
JeNo estaba al borde de perder el control por completo. La forma en que JaeMin se rendía ante él, pidiendo más, rogando por el dolor mezclado con placer, lo empujaba a un lugar más oscuro dentro de sí mismo. Agarró la nuca de JaeMin con fuerza, inclinándose sobre él hasta que sus rostros quedaron apenas a centímetros de distancia.
—Te romperé —gruñó JeNo con una amenaza velada en su voz, aunque sabía que JaeMin lo quería, que lo necesitaba.
JaeMin lo miró a los ojos, los suyos brillando con una mezcla de desafío y deseo. —Hazlo —replicó, apenas pudiendo hablar entre jadeos—. Haz lo que quieras conmigo, JeNo.
Aquellas palabras rompieron cualquier vestigio de contención que quedaba en JeNo. Con un gruñido bajo y profundo, lo tomó de nuevo, sin piedad, sus movimientos brutales, marcados por la rabia y la pasión entremezcladas. El cuerpo de JaeMin temblaba bajo él, pero no por miedo. Cada golpe, cada embestida, lo hundía más en la oscuridad que ahora consumía su alma.
Los gemidos de JaeMin resonaban en el claro, mezclándose con los sonidos de la noche, mientras el cazador y su presa bailaban al borde de la destrucción. Con la tierra a su alrededor, la luna brillando sobre ellos y la naturaleza de aquel profundo y maldito bosque siendo testigos de ese pecado carnal, de aquella entrega mortal, donde un alma inocente se entrega por completo a la oscuridad, y donde un ser maldito disfrutaba de corromper esa pureza nata, aquel ser eran un desgraciado que estaba disfrutando del poder, de tener el dominio sobre su pequeña presa que se dejaba destruir sin consciencia.
JaeMin gimió aún más fuerte, y sus paredes se cerraron contra el miembro de JeNo, quien gruñó y tomó por el cuello a Na, lo besó mientras su mano comenzaba a bloquear la entrada de aire a sistema, el rubio gritó y eso solo prolongó aún más su esperado orgasmo, se corrió como nunca lo había hecho, empujando al mismo destino a su acompañante. Las tiras de espeso y caliente semen llenaron su agujero, tanto que desbordaba, escurriendo de entre las nalgas de Na JaeMin, terminando así aquel encuentro lleno de temor y pasión.
Ambos se separaron, el aire entre ellos aún cargado con el eco de su entrega. JaeMin se acomodó sobre el cuerpo de JeNo, sintiendo su calor, y respirando con dificultad mientras sus corazones se mantenían en un ritmo acelerado. Las sensaciones que habían experimentado continuaban vibrando en su piel, pero también había un velo de preocupación que se cernía sobre ellos.
JeNo, con la mirada fija en JaeMin, se sentía dividido. Por un lado, la intimidad que habían compartido había sido indescriptible, y la conexión que había florecido entre ellos era más fuerte de lo que jamás había imaginado. Pero, por otro lado, la oscuridad que siempre había estado presente en su vida regresó con una nueva urgencia. Sabía que lo que acababan de vivir era solo un paso en el ritual que los envolvía, y no podía evitar que el miedo lo recorriera.
—Esto no es el final, JaeMin —dijo JeNo, su voz grave y cargada de significado. Había un brillo oscuro en sus ojos, uno que combinaba el deseo con una advertencia que JaeMin no podía ignorar—. A pesar de que has tomado una parte de mi alma, aún falta el paso final.
JaeMin frunció el ceño, una mezcla de confusión y temor cruzando su rostro. La revelación lo golpeó como un balde de agua fría. No quería pensar en la posibilidad de que su conexión con JeNo no fuera suficiente. La idea de que lo que habían compartido pudiera ser solo una fracción de lo que estaba por venir lo inquietaba.
—¿Qué quieres decir? —preguntó, su voz temblando un poco. A pesar de su propia vulnerabilidad, no podía evitar querer saber más.
—Significa que para completar el ritual, necesito matarte mientras disfruto de este momento —respondió JeNo, la seriedad en su mirada era perturbadora. Había un desafío oscuro en sus palabras, un recordatorio de que la línea entre el placer y el dolor era delgada, y que, en el mundo al que pertenecían, las sombras siempre estaban al acecho.
JaeMin sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar esas palabras. El deseo había sido intenso, pero la noción de ser asesinado por la persona que deseaba tanto era un concepto aterrador. Su cuerpo, aún resonando por el placer, se sintió repentinamente frágil, vulnerable en la revelación de lo que realmente significaba el ritual.
—No quiero morir, JeNo —dijo JaeMin, su voz un susurro. La pasión que había compartido con él en ese momento se veía opacada por la sombría realidad de lo que implicaba la ceremonia. Era una lucha interna, una batalla entre el deseo y el temor que palpitaba en su pecho.
JeNo se levantó ligeramente, el sudor aún brillante en su piel mientras su mirada se volvía intensa. —Lo sé. Pero, JaeMin, esto es lo que somos. Los cazadores y sus presas. La oscuridad que me rodea no es algo que pueda ignorar. Lo que hicimos fue un paso, pero el ritual no se completa sin el sacrificio.
La tensión en el aire era palpable. JaeMin se sintió atrapado entre el deseo de estar con JeNo y el horror de lo que estaba por suceder. Las palabras de JeNo resonaban en su mente, y aunque quería entenderlo, la idea de convertirse en una víctima lo llenaba de incertidumbre.
—¿Es eso lo que realmente quieres? —preguntó, sus ojos fijos en los de JeNo, buscando alguna señal de que había una alternativa, algo que pudiera salvarlos a ambos de este oscuro destino.
JeNo se quedó en silencio, un torrente de emociones reflejándose en su rostro. Su lado cazador se debatía con el amor que había crecido por JaeMin. Era un dilema que lo consumía, y aunque sabía que el ritual requería un sacrificio, no estaba seguro de que pudiera llevarlo a cabo.
—No lo sé —admitió finalmente, su voz resonando en el claro oscuro del bosque—. No quiero perderte, pero esto es lo que se espera de mí. Este es el precio que debo pagar.
JaeMin sintió un nudo en su estómago. Era la lucha de dos almas perdidas en la oscuridad, y él no podía permitir que ese momento definiera su destino. A pesar del miedo que lo invadía, había una chispa de desafío que encendía su espíritu.
—Si esto es lo que se espera de ti, entonces tal vez deberías preguntarte qué es lo que realmente quieres, JeNo —dijo JaeMin, su voz llena de firmeza. Su corazón latía con fuerza mientras se inclinaba hacia él, su rostro a solo unos centímetros del de JeNo—. Tal vez hay otra manera de romper este ciclo, de desafiar el destino que se ha impuesto sobre nosotros.
Los ojos de JeNo se estrecharon, el deseo y la lucha interna reflejados en su mirada. En ese momento, la conexión entre ellos se sentía más fuerte que nunca. JaeMin estaba dispuesto a luchar por lo que deseaba, y eso lo llenaba de una nueva esperanza.
—¿Cómo? —preguntó JeNo, sintiendo que la respuesta que tanto anhelaba estaba al alcance de su mano, pero aún demasiado distante.
—No tenemos que seguir este camino. Podemos buscar una forma de deshacer el ritual, de romper con esta maldición —sugirió JaeMin, sintiendo que su voz se llenaba de determinación. Tenía que haber una salida, un camino que no implicara sacrificios.
JeNo miró a JaeMin, su pecho subiendo y bajando rápidamente mientras procesaba sus palabras. En la oscuridad de la noche, la posibilidad de una nueva realidad se alzaba ante ellos como una luz en medio de la negrura.
—Quizás... —comenzó JeNo, el tono de su voz comenzando a cambiar mientras su mente comenzaba a deshacer los hilos de oscuridad que siempre habían estado presentes—. Quizás hay algo más que podamos hacer.
La luz de la esperanza parpadeó entre ellos mientras comenzaban a explorar juntos la posibilidad de romper con la oscuridad que había marcado sus vidas. En medio de la incertidumbre, la conexión que compartían se fortalecía, y la promesa de un futuro juntos, sin sacrificios ni sombras, iluminaba su camino en la noche.
—Antes, Nana, tengo que contarte todo —la voz de JeNo rompió el silencio en el bosque, una voz tan baja y seria que hizo a JaeMin estremecerse. Bajo la luz de la luna, JeNo tenía un aire casi espectral, sus facciones endurecidas como si aquella confesión le costara cada fibra de su ser.
JaeMin lo miró, notando la tensión en sus ojos oscuros. No estaba seguro de si quería escuchar lo que JeNo tenía que decir, pero algo en él no podía alejarse. Había visto muchas caras de JeNo, desde el depredador implacable hasta el hombre que, en momentos contados, parecía realmente humano. Pero aquella era una faceta desconocida, una sombra que parecía envolverlo en un misterio más profundo de lo que JaeMin podía imaginar.
—Hace muchos años... cuando era joven y no sabía nada del mundo —comenzó JeNo, su voz quebrándose ligeramente al recordar—, cometí un error. Yo era arrogante, Nana. Siempre pensé que merecía más, que era invencible. Mi padre... él me enseñó que el poder lo era todo, que un hombre debía imponer su voluntad y dejar que el mundo se doblegara ante él.
JaeMin apenas se atrevía a respirar mientras JeNo hablaba, su mirada fija en las hojas que crujían bajo sus pies.
—Pero eso no me bastaba —continuó JeNo, en un tono en el que se mezclaba el rencor y la melancolía—. Quería vencer al tiempo. No soportaba la idea de ver mis propios días desmoronarse como polvo. Entonces conocí a HaeMin... una mujer que parecía saberlo todo, una mujer que me prometió lo que buscaba: belleza y vida eterna. —JeNo hizo una pausa, su rostro oscuro a la luz de la luna—. Pero lo que me ofreció no era un regalo, sino una maldición.
JaeMin parpadeó, sintiendo el peso de las palabras de JeNo resonar en él. Podía ver el dolor en los ojos de JeNo, un dolor que parecía tan profundo como su soberbia había sido en el pasado.
—Me convertí en cazador de almas —dijo JeNo, sus palabras como un susurro cortante—. Estoy condenado a vagar entre la vida y la muerte, atado a este cuerpo inmortal. Pero para seguir existiendo, debo consumir la esencia de quienes me rodean. Necesito de su energía... de sus almas. Cada vida que se cruza en mi camino está en riesgo, JaeMin.
Los ojos de JaeMin se abrieron más ante aquella revelación, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. Ahora comprendía el porqué de las sombras en el pasado de JeNo, los susurros sobre él que siempre parecían rozar el peligro y la tragedia.
—¿Y por qué me tienes a mí cerca de ti, sabiendo todo esto? —preguntó, su voz temblorosa, como si la respuesta que anhelaba le produjera tanto miedo como esperanza.
JeNo apretó la mandíbula, como si aquella pregunta le doliera.
—Porque tú eres diferente, Nana —susurró, su voz desgarrada—. No puedo evitar lo que soy, no puedo escapar de esta maldición. Pero... contigo he intentado. Contigo, JaeMin, por primera vez en siglos, siento que quiero ser solo un hombre. —La voz de JeNo se suavizó, pero sus palabras seguían cargadas de aquella confesión—. He deseado... dejar de ser el cazador que siempre he sido. Pero no puedo.
JaeMin miró hacia abajo, el corazón latiéndole con fuerza. Sentía una mezcla abrumadora de temor y fascinación. Había algo trágico en la confesión de JeNo, en esa lucha por ser algo más que una criatura condenada a la eternidad.
—¿Entonces... soy solo una presa para ti? —preguntó, casi en un susurro, sin atreverse a levantar la mirada.
JeNo inclinó la cabeza, sus ojos oscuros brillando en la penumbra.
—Eres mucho más que eso, JaeMin. Eres lo que me recuerda que, después de todo, aún tengo algo de humanidad. Eres mi última esperanza para no convertirme en un monstruo. Pero mientras esta maldición pese sobre mí... siempre estaré cazándote.
El silencio volvió a caer entre ellos, pesado y cargado de promesas rotas y sentimientos reprimidos. JaeMin supo, en aquel instante, que su vida nunca sería la misma junto a JeNo, el cazador nocturno.
El silencio entre ellos se hizo más profundo, pesado. JaeMin buscó en los ojos de JeNo algo que le indicara un atisbo de redención, una razón para creer que aún quedaba algo humano en él. Pero lo que encontró fue oscuro, tanto que sintió un estremecimiento recorrer su cuerpo.
—¿Qué les haces a tus víctimas para tomar sus almas, JeNo? —preguntó, su voz temblorosa, pero con una firmeza que no sabía que poseía.
JeNo cerró los ojos, como si al hacerlo pudiera evitar las imágenes que brotaban de sus recuerdos. Al abrirlos de nuevo, su mirada se había endurecido.
—Las destruyo —respondió con frialdad, cada palabra cargada de un dolor que había aprendido a ocultar—. Las hago sufrir de la manera más cruel que pueda imaginar. Las torturo, las humillo, les arranco cada grito, cada lágrima. Porque en su dolor, en su desesperación... es cuando las almas se desnudan por completo. Es cuando puedo consumirlas. Solo entonces.
El mundo de JaeMin pareció detenerse mientras las palabras de JeNo se hundían en él como cuchillas. Un escalofrío le recorrió la espalda, y por un instante pensó en dar un paso atrás. Aquél era el hombre que había dejado que se acercara, que había permitido que invadiera sus pensamientos y sueños. Y ahora, frente a él, aquel hombre confesaba su monstruosidad con una honestidad que le resultaba insoportable.
—Hubo una chica... —la voz de JeNo se quebró, tan solo un momento—. Una adolescente. Inocente, apenas había comenzado a vivir. Pero no me importó. La vi, sola, vulnerable. Y la llevé al límite, hasta que no quedó nada de ella. —Sus ojos se oscurecieron aún más, como si el recuerdo de aquella vida arrebatada lo consumiera por dentro—. Esa fue la noche en que supe que no había vuelta atrás. Me convertí en algo que no tiene lugar ni entre los vivos ni entre los muertos. Soy un monstruo, JaeMin. Eso es lo que soy. Y siempre lo seré.
La confesión flotó en el aire entre ellos, densa y perturbadora. JaeMin sintió que el miedo le crecía en el pecho, desgarrándole por dentro. Por un momento, sintió el impulso de correr, de alejarse lo más posible de aquella sombra que había descubierto. Pero sus pies no se movieron. No podía apartarse. No quería.
JeNo lo miraba ahora con una especie de resignación, como si ya supiera la respuesta a lo que JaeMin estaba sintiendo, como si ya lo hubiera perdido.
—Debería temerte —murmuró JaeMin, sus palabras cayendo como un susurro en el vacío—. Debería huir lo antes posible, odiarte y sentir asco. Debería despreciarte... pero no puedo.
JeNo frunció el ceño, mirándolo en silencio.
—Porque al final, yo también soy un monstruo —confesó JaeMin, su mirada vulnerable y desafiante al mismo tiempo—. Porque, a pesar de todo lo que acabas de decirme, de todo el horror que traes contigo... me gustas.
Ambos se quedaron en silencio, cada uno sumido en sus propios abismos. JaeMin no podía entender por qué no sentía aquel rechazo que debería estar ardiendo en su interior. Pero allí estaba, confesando su atracción hacia alguien que era su cazador, su amenaza... y su deseo más oscuro.
JeNo lo miró, y en sus ojos brilló una mezcla de pena y comprensión. Como si, al final, ambos supieran que estaban destinados a destruirse.
JeNo lo miró por un momento, una intensidad oscura en sus ojos que parecía devorarlo todo. JaeMin podía sentir su propio corazón martillando en su pecho, consciente del peligro que representaba aquel hombre, de todo lo que le había confesado y de la oscuridad que lo rodeaba. Pero esa misma oscuridad lo atraía, lo atrapaba en una red de deseo y locura de la que no quería salir.
Sin decir nada más, JeNo lo tomó de la nuca y lo atrajo hacia él, besándolo con una pasión feroz, un hambre casi violenta que hizo que JaeMin temblara de pies a cabeza. El sabor de JeNo era peligroso, adictivo, y JaeMin no pudo evitar aferrarse a él, dejándose arrastrar por aquel beso ardiente que lo consumía desde dentro. Los labios de JeNo parecían reclamar cada parte de su ser, como si quisiera devorarlo, y entre besos, JeNo murmuró contra su boca:
—Lo sé... Por eso eres el indicado para mí.
Las palabras de JeNo, murmuradas entre aquel torbellino de besos, hicieron que el cuerpo de JaeMin se encendiera como una llama viva. Ya no importaban el miedo ni la razón; lo único que importaba era aquel deseo oscuro, la forma en que su piel ardía bajo el toque de JeNo. Se dejó llevar, respondiendo a cada beso con la misma intensidad, con la misma desesperación, como si aquel instante fuera todo lo que tenían.
Los besos de JeNo recorrían su piel, haciéndolo perder el sentido, llevándolo a un lugar donde solo existían ellos dos, enredados en una danza peligrosa. JaeMin jadeó, sintiéndose vulnerable, perdido, y al mismo tiempo... ansioso por más. Cada segundo a su lado lo hacía sentirse como alguien distinto, alguien quebrado, alguien que había cruzado una línea de la que ya no podría regresar. Algo en su interior gritaba que era una locura, que debía detenerse, pero su cuerpo le traicionaba, ansiando más.
—Soy... soy un maldito enfermo —jadeó JaeMin, su voz ahogada entre los besos y el roce de sus cuerpos—. Lo soy... por ti.
JeNo lo miró, una sonrisa oscura y complacida dibujándose en sus labios. Acarició el rostro de JaeMin con una ternura inesperada, aunque sus ojos seguían brillando con aquella hambre insaciable.
—Y así es como te quiero, JaeMin —susurró, atrayéndolo una vez más—. No pretendas ser algo que no eres. Porque en el fondo... ambos estamos malditos.
JeNo se apartó apenas un poco, manteniendo a JaeMin cerca, sus miradas enredadas en aquel lazo oscuro que se había tejido entre ellos. Lentamente, como si quisiera saborear cada palabra antes de decirla, JeNo exhaló y habló con una seriedad helada.
—JaeMin, he pensado en esto durante demasiado tiempo. He buscado cada forma posible de romper esta maldición, cada leyenda, cada ritual prohibido. —Sus ojos parecían arder en la penumbra del bosque—. No es algo que pueda hacer solo... Necesito de alguien dispuesto a cruzar la línea conmigo, alguien que no tenga miedo de lo que podamos desatar.
JaeMin parpadeó, intentando procesar el peso de lo que escuchaba. Algo en la voz de JeNo le advertía que estaba a punto de conocer un destino mucho más oscuro de lo que había imaginado.
—¿Qué... qué es lo que necesitas hacer? —preguntó en un susurro, aunque una parte de él ya conocía la respuesta. Sabía que lo que sea que JeNo le pidiera implicaría dolor, sacrificio, y quizás algo que ninguno de los dos podría controlar.
JeNo respiró profundamente, como si las palabras le costaran salir.
—Para romper la maldición... —dijo, su voz baja y cargada de un deseo reprimido—, debo tomar tu alma. Pero esta vez, de una manera diferente. Debo llevarte al límite, más allá de todo lo que conoces, al punto donde no quede nada en ti que no esté ligado a mí. —Se inclinó hacia él, su voz apenas un susurro junto a su oído—. Necesito tu sangre, JaeMin. Necesito que estés dispuesto a darme todo... hasta el último aliento de tu ser.
JaeMin sintió que la piel se le erizaba ante las palabras de JeNo, la intensidad de su mirada, el calor de su aliento. Había algo profundamente prohibido en lo que proponía, algo que lo hacía estremecerse, pero no de miedo, sino de una emoción que apenas podía comprender.
—Mi... sangre —repitió JaeMin, tratando de entender lo que eso significaba realmente.
JeNo asintió, sus manos acariciando suavemente su rostro, sus dedos deslizando por su piel con una mezcla de ternura y posesión.
—Tu sangre, sí. —Su voz era apenas un murmullo cargado de anhelo—. Debo llevarte a un límite donde cuerpo y alma estén entrelazados conmigo. Donde tus deseos, tus miedos, todo lo que eres, esté a punto de romperse... y justo en ese momento, debo reclamarte, absorber tu esencia sin destruirte por completo.
JaeMin tragó saliva, sus ojos fijos en JeNo mientras procesaba lo que implicaba aquella confesión. Sabía que aquel vínculo iría más allá de cualquier lazo físico, que trascendería lo humano y se sumergiría en algo más oscuro, algo peligroso. La idea de pertenecerle a JeNo de esa manera, de fundirse con él hasta ser casi uno solo, lo asustaba... y al mismo tiempo lo atraía como una llama irresistible.
—¿Y si... si no sobrevivo? —preguntó, su voz cargada de duda, pero también de una oscura fascinación.
JeNo esbozó una sonrisa, aunque había un destello de pesar en sus ojos.
—Esa es una posibilidad, JaeMin. —Su tono se volvió sombrío—. Si cruzamos esa línea y algo sale mal, podrías perderlo todo. Pero... si lo logramos, seremos algo más que humano y cazador. Nos liberaremos de esta maldición y serás mío, completamente mío, en cuerpo y alma, y yo seré tuyo... de una manera en la que nadie podrá jamás separarnos.
JaeMin sintió que el corazón le martilleaba en el pecho. La promesa de libertad, la idea de pertenecerle a JeNo de aquella manera tan absoluta, le resultaba intoxicante y aterradora. Una parte de él gritaba que huyera, que se alejara de aquella oscuridad que lo rodeaba. Pero otra, más fuerte y más profunda, lo empujaba a aceptar. Sentía el deseo de explorar esa oscuridad, de saber hasta dónde podría llevarlo JeNo, de romper todos los límites que lo habían contenido hasta ahora.
—¿Y qué tengo que hacer? —preguntó al fin, su voz apenas un susurro.
JeNo lo miró, satisfecho, como si hubiera estado esperando aquellas palabras.
—Deberás someterte a mí por completo, sin reservas, sin nada que te ate a tu vida pasada —le explicó, su mirada intensa—. Debes permitir que cada parte de ti me pertenezca. Y cuando el ritual comience, cuando el dolor y el deseo te consuman... entonces debes confiar en mí, incluso si sientes que estás al borde de la muerte.
El corazón de JaeMin latía con fuerza, acelerado por el terror y el deseo que se enredaban en su interior. Sabía que aquello que JeNo le pedía era imposible, una entrega absoluta que lo pondría en riesgo... pero a su lado, sintiendo la intensidad de su mirada, la fuerza de su presencia, no podía resistirse.
—Soy... soy un maldito enfermo —susurró JaeMin, sintiéndose expuesto, vulnerable, pero incapaz de detenerse—. Lo soy... por ti.
JeNo sonrió, una sonrisa que reflejaba su lado más oscuro, y con un último beso que mezclaba posesión y promesas, lo acercó a él, preparándose para llevarlo a ese lugar de entrega donde ambos descubrirían si eran capaces de romper con las cadenas que los ataban... o si se consumirían en su propio fuego prohibido.
Después de un beso tan intenso y apasionado con JeNo, JaeMin permanece en silencio, observando el bosque que los rodea. Aún siente los brazos de JeNo como un eco en su piel, cada caricia grabada en su cuerpo como marcas invisibles que le hablan de un deseo que, a pesar de todo, sigue vivo en él. Las palabras de JeNo, las confesiones oscuras que apenas pudo asimilar, se deslizan ahora por su mente como sombras fugaces. Podría haber sentido terror, rechazo, incluso odio. Pero lo único que encuentra en su pecho es una extraña calma que lo envuelve. La atrocidad de la historia de JeNo debería haberlo hecho retroceder, huir de ese hombre que parece una bestia envuelta en un encanto casi hipnótico. Sin embargo, algo en él sigue aferrándose a la silueta oscura de JeNo, como si esa misma oscuridad tuviera un magnetismo inexplicable.
Respira profundamente, sintiendo cómo el aire frío del bosque llena sus pulmones, como si buscara limpiarlo de alguna forma. Pero el vacío que debería sentir tras escuchar esa revelación simplemente no está. Al contrario, hay una extraña satisfacción, un deseo latente que incluso él sabe que no debería estar ahí. Es como si aquella parte de JeNo que debería repelerlo, lo atrajera con más fuerza. Quizá, en el fondo, ambos son igual de rotos, igual de incomprendidos. O tal vez es simplemente que, en la presencia de JeNo, él se siente vivo de una forma que nunca había experimentado antes.
Así, mientras el cielo comienza a oscurecerse aún más, JaeMin se siente en paz, una paz casi prohibida, como el último suspiro de un deseo que sabe que podría destruirlo.
"Hay oscuridades que no ahogan; hay sombras que, en lugar de consumir, parecen dar vida."
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